La Secta Aural: Parte 1
La música se había convertido en un ruido insoportable para los oídos de Brent, la gente parecía estar moviéndose sin algún sentido, y el lugar se convirtió en una especie de calabozo sin salida a la vista. Espectros se movían en lugar de personas, las luces daban paso a figuras siniestras y verdaderos monstruos que lo acechaban a cada paso. El mundo giraba sin detenerse, sin darle tregua a aquel pobre desdichado. ¿Por qué aquello era algo tan doloroso? ¿Por qué el muchacho sentía que le faltaba el aire? ¿Por qué la sensación de vacío era tan profunda?
Entonces, Brent recordó las palabras de su terapeuta:
«Cierra los ojos Brent. Siente como el aire entra lentamente a tus pulmones. Atiende esa sensación, sin soltarla en ningún momento. Cuando estés listo, abre levemente tu boca, y exhala por ella».
Ni el propio Hqeredero Del Caos Y El Orden podía responder a aquellas preguntas que llegaron a su mente antes de recordar la voz de la mujer que le brindó atención psicológica. Él se sentía abatido, humillado, golpeado, a tal punto que no llegó a encontrar algún sentido a la vida. Definitivamente, enamorarse de alguien podía resultar devastador cuando no era un sentimiento correspondido, y para deshacerse de esas emociones, el chico decidió buscar la puerta de salida del lugar. Él ya no quería estar rodeado de extraños, y mucho menos sentía entusiasmo de ver parejas de enamorados bailando al ritmo de asqueantes canciones con letras y melodías románticas, mientras él estaba allí solo, sin nadie que pudiera reconfortarlo o sintiera empatía por su persona.
Una vez que encontró la puerta, su primer instinto fue el de abandonar el salón en el que se llevaba a cabo el baile tan importante para la ciudad; sin embargo, los guardias de seguridad se lo impidieron hasta que Matt apareció. Sin dudarlo, y con un amargo sabor en la boca, Brent se abalanzó contra él, llegando a golpearlo un par de veces en el rostro, volviendo a dejarse llevar por la furia de una traición por la espalda.
—¡Yo confié en ti! —chilló el moreno.
Los guardias los separaron inmediatamente. El muchacho gritó todo tipo de insultos para un Matt confundido por la forma en la que Brent se estaba comportando.
—¡Suéltenme, malditos cerdos estúpidos! —gritó Brent a los hombres, que de por si eran fornidos-. ¡Son unos desgraciados, al igual que ese maldito imbécil!
»¡Suéltenme que tengo que darle su merecida paliza!
—¡Oye, explícate! —exigió Matt—. ¡¿Qué rayos estás haciendo y diciendo?!
—¡Tú eres un maldito chancho aprovechado! —recriminó Brent para aquel que jugó y destruyó su confianza—. ¡Eso eres!
La gente de alrededor miraba al chaval como una especie de animal salvaje y peligroso que debían de echar antes de que dañara al hijo de su gobernante, y lo que tampoco era muy bueno para el día en que sería presentado ante el resto del mundo. Todo parecía estar en su contra en todo momento.
—¿Y ustedes que me ven, tarados? —bramó Brent con una gran ira, y con los ojos en un tono rojo carmesí que está vez no era por culpa de Brett.
—¡Cálmate, por favor! —rogó Matt con el ojo izquierdo morado luego de un golpe que le fue propinado. Le ardía, pero él prefería entender a Brent para calmar las aguas—. En verdad me gustaría una buena explicación a lo que pasó hace poco.
—¡¿Para que vuelvas a apuñalarme por la espalda?! —inquirió el Heredero del Caos y el Orden con el entrecejo fruncido.
—¡Suelten al chico! —ordenó Matt a los guardias—. Confíen en mí decisión.
»Me encargaré de esta situación.
Brent se volteó para darle la espalda al hijo del hombre más importante de Ciudad Valentía, y totalmente indispuesto a seguir hablando con él. Su rostro estaba en un rojo ardiente y la sangre hervía dentro suyo. El calor parecía aumentar dentro del lugar también.
—¡Brent, te lo pido de nuevo! —suplicó Matt—. ¡Detén todo esto, por favor!
»En verdad me gustaría saber qué te ocurre, pero lo único que detecto al intentar ir más profundo con mi poder es un profundo enojo.
—¡Y mucha razón tienes! —refunfuñó el moreno. Su rostro estaba enrojecido por completo.
Quería volver a golpear una vez más a Matt, girando a su derecha, pero se detuvo cuando vio la silueta de Jenna, encontrando mera decepción en sus ojos, razón única por la que se detuvo antes de actuar.
«Seguro me ve como aquella vez en la que discutimos en El Reino Central», reflexionó.
Sin previo aviso, e interviniendo, varias pantallas aparecieron de la nada en el interior del Gran Salón de la Valentía, sorprendiendo a todos los presentes. Al parecer, el anuncio sobre el heredero de Okurus y Lefuto estaba por comenzar.
«Fue más rápido de lo que me dijo papá», pensó Matt, mordiéndose el labio inferior.
—¿Dónde está Jenna? —cuestionó el joven mago aural—. Ella debería de estar contigo.
—¡Yo no tengo una maldita idea! —replicó el muchacho, mostrando un rostro iracundo—. Y si te importa, ve a buscarla y dale un beso de mi parte, ¿quieres?
¿Sería que el conflicto fue debido a que el chico estaba enamorado de Jenna? ¿Acaso ella no le dijo nada antes a Brent? Matt no encontraba otra posible respuesta a la furia incontrolable de aquel chico de ojos... ¿qué no eran negros y no rojos?
—¡Bienvenidos al Gran Baile Anual de Ciudad Valentía! —afirmó un hombre que apareció en todas las pantallas, llamando la atención de todos los presentes—. Aunque, bueno, ya todos ustedes están disfrutando de esta maravillosa noche.
»Soy Jacob Matthew, su presidente.
—¿Cómo Jacob el Grande? -preguntó Brent al aire de indiferencia, y echando una mirada furibunda al castaño claro—. No creo que ese tipo se compare con el hombre que edificó gran parte de nuestro mundo.
»Lo mismo digo de cierto hijo suyo.
—Por supuesto, en esta ocasión yo no pude asistir presencialmente al baile por motivos personales —declaró el presidente de la ciudad con un desánimo fingido al que nadie prestó atención, salvo por tres excepciones que estaban involucradas en un conflicto adentro del salón—; no obstante, mi hijo los acompañará en mi ausencia.
»La mayoría de ustedes ya lo conoce, así que pidamos que suba al podio a mi querido hijo, Matt.
—¿Por qué yo? —demandó el aludido.
El joven mago aural no quería dar la cara ante gente a la que no deseaba enfrentar, y a la vez, estaba desaliñado tras el enfrentamiento que tuvo con Brent. Su padre volteó a verlo, y le echó un breve vistazo con el ceño fruncido. Después, el moreno miró en dirección a las pantallas, pudo distinguir que el padre de Matt tenía ojos de un tono marrón claro, una nariz más pequeña que la de su hijo, además de que su cabello era más oscuro. ¿Acaso Matt tendría mayor parecido con su madre?
Algunas miradas curiosas se fijaban en él, mientras la gran mayoría de la gente aplaudía la presencia del hijo del presidente de Ciudad Valentía sin importarle aquel otro pibe. El Heredero Del Caos Y El Orden quedó cerca de los guardias de la ciudad, quienes ahora pasaron a ignorarlo por completo.
El moreno, malhumorado, intentó abrir la puerta para salir del lugar, pero fue una misión imposible. Un hechizo bloqueaba el acceso. Ni siquiera podía abrir más allá de dos centímetros la entrada.
—¡Puta mierda! —gruñó.
Recibió regaños de los presentes.
—¡Para colmo! —manifestó al mero estilo de un chico que tuvo una riña con sus padres.
Ahora miraba a Matt con desgana. Sus ojos volvieron a su color habitual.
Una vez arriba del pódium, Matt realizó un saludo general forzado. Estaba nervioso, y no deseaba ser visto como el centro de atención. Odiaba la falsa cortesía de las personas a su alrededor. Definitivamente su padre no le había contado todos sus planes.
—¡Gracias, hijo! —exclamó Jacob Matthew con una sonrisa que casi parecía una mala edición por computadora—. Ahora, mi muchacho me apoyará en un gran anuncio que les tenemos preparado para esta maravillosa noche en nuestra ciudad.
El chico volteó a ver una de las pantallas para mirar el rostro de su padre. No podía creer que tuviera que hacer el trabajo sucio. El hijo del presidente de la ciudad necesitaba saber qué había ocurrido con Jenna, no estar a la vista de todos, algo que odiaba con toda su alma.
—Matt, es el momento —mencionó su padre—. Me gustaría que tú nos hicieras los honores de dar el gran aviso de esta bella noche.
—Lo siento, papá —declaró Matt con un aire de ansiedad—. No estaba preparado para esto.
»También, tuve un pequeño problema y estoy algo desaliñado. En realidad sería pésimo que yo hiciera tan importante revelación. ¿Qué dirían los medios? ¿Puedes hacerlo tú?
El padre de Matt levantó nuevamente la ceja a modo de desaprobación a la respuesta de su crío, por lo que le pidió que bajara del lugar, y de inmediato dedicó una sonrisa al público en señal de disculpa. Brent pudo notar que el progenitor de aquel joven sonreía de una manera un tanto robótica, casi hipnótica, cosa que al público parecía darle cierta satisfacción.
—Bueno, me disculpo por el inconveniente —comentó el presidente de Ciudad Valentía—. En fin, hoy tenemos un gran anuncio que hacerles.
»Una gran leyenda, una profecía, algo que creímos imposible durante mucho tiempo, nos acompaña esta noche.
»Hoy mismo, ustedes serán testigos de esta gran presencia. Pido un gran recibimiento para nuestro desconocido.
»¡Un aplauso al Heredero Del Caos Y El Orden!
La gente comenzó a aplaudir. Brent debía hacerse presente, pero Matt pidió con la mirada que no lo hiciera. Presentía que algo estaba mal con su viejo. La furia que sentía el moreno poseía aumentó al ver al hijo presidente de aquella ciudad una vez más. La gente seguía en espera de la aparición de aquel que sería la persona que su gobernante había anunciado un par de segundos atrás, razón por la que fue llamado una vez más.
Matt sintió que todas las miradas comenzaron a fijarse en el chico, y este no quería hacerlo, para alivio suyo. Quería que Brent mantuviera un perfil bajo, lejos de una fama que seguramente no pidió y que lo ayudaría a no ser reconocido por los hijos del Señor del Caos. Jenna fue la persona encargada de subir al pódium.
—¿Qué es esto? -demandó el padre de Matt—. Creí que nuestro Heredero Del Caos Y El Orden sería un chico y no una chica.
»¡Ya veo, la muchacha es la novia de mi hijo! No creí que sucedería algo así. Me disculpo.
—Disculpe, señor —interrumpió Jenna—. Yo tampoco soy la persona que busca. Mi amigo se sintió mal y tuvo que salir debido a un dolor muy fuerte en el estómago.
»Lo lamento, los eventos públicos lo ponen nervioso y por ellos comenzó a sentirse mal. Si no es en el estómago, le sale una terrible urticaria.
Brent no podía creer que su amiga hablara por él, pero tampoco quería darse a conocer ante el mundo entero de esa forma. Ella lo había dejado ver como alguien débil.
—Estoy cansado de todo esto, así que me da igual —dijo el chico—. Iré allí de todos modos.
Caminó en dirección al escenario, observando las reacciones de los demás presentes. El aire a falsedad era mucho peor que el de la superficialidad e indiferencia que vio en habitantes de su lugar de nacimiento.
—Vas directo a la boca del lobo, estúpido hermano mayor —berreó Brett desde El Todo y La Nada.
De vuelta con Jenna y el padre de Matt, este último parecía clavar sus ojos con desprecio en la mina.
—¿De verdad eres su amigo, jovencita? —preguntó el presidente en un aire cortante.
—¡Así es! —respondió Jenna, tratando de localizar a Brent con la mirada—. Él de verdad se puso muy mal y se tuvo que marchar.
El padre de Matt volvió a levantar la ceja, detectando rápidamente la mentira en la chica.
—Sabes qué mis guardias le prohíben a cualquier persona que salga de este lugar sin comprobar que es algo que lo amerita, pero que tendrían que consultar conmigo o Matt en mi ausencia, ¿no? —inquirió el padre de Matt, pero la piba en realidad no lo sabía.
Brent ya estaba cansado de esconderse, por lo que decidió proseguir al frente, caminando a paso lento. Matt dio señal a los guardias para que lo dejaran tranquilo, ya que algunos de ellos intentaron detenerle el paso al verdadero heredero de Okuros y Lefuto. La idea no era de su agrado, pero vio que aquel muchacho ya había tomado su propia decisión.
—¡Te vas a arrepentir de esto, idiota! —gritó su hermano pequeño, enojado por la situación que enfrentaba Brent.
La gente tenía clavada la mirada en Brent, el muchacho que se atrevió a golpear al hijo del presidente. Ese bicho raro, fruto del amor del Caos y el Orden, dos fuerzas brutalmente opuestas por naturaleza. El bicho apestoso podía notar el desprecio en la mirada de las personas a su alrededor. Esa era la forma en la que lo habían visto constantemente en El Reino Central, su viejo hogar.
Un escalofrío recorrió su espalda, pero a estás alturas le daba igual. La tranquilidad parecía algo inalcanzable para su alma.
El padre de Matt también clavó su mirada en Brent. Parecía verlo como un pobre tipo con poco éxito, pero con grandes posibilidades de convertirse en tremenda publicidad para atraer turistas.
—¡Ese es nuestro chico! —exclamó el padre de Matt con una alegría vacía—. ¡Un aplauso al Heredero Del Caos Y El Orden!
El muchacho pudo notar y hasta sentir los falsos y forzados aplausos de recibimiento de la mayoría de la gente. Era una locura. Jenna volteó a verlo, dedicándole una triste sonrisa, y de esa forma, la chica dejó el escenario que había sido preparado para el gran anuncio.
—¡Vamos, acércate sin vergüenza alguna! —clamó el presidente de la ciudad, como si viera algo que lo beneficiara a él—. ¿Cuál es tu nombre, jovencito?
—Me llamo Brent —contestó a secas—. Soy el verdadero Heredero Del Caos Y El Orden.
—¡Muy bien, Brent! —comentó el presidente, como si el chico necesitara de su aprobación—. Me gustaría saber más de ti, chico.
»¿Puedes decirnos tu edad? ¿De qué lugar vienes? ¿Cuáles son tus metas?
—¡Sí, claro! —exclamó Brent con desánimo en su interior, aunque aparentando en el exterior tras analizar la falsedad los testigos—. Tengo quince años, vengo del Reino Central, todavía no sé mis metas, mis padres...
El chamo cortó esa última frase, mordiéndose el labio inferior. Él no quería decir que sus progenitores habían muerto, y tampoco quería decir más sobre su vida. ¿Qué rayos le importaba a toda esa gente? Después de todo, ellos lo miraban cual peste.
—¿Qué sucedió con tus padres? —preguntó el presidente de Ciudad Valentía, en espera de la respuesta de aquel desdichado—. ¿Fue algo importante lo sucedido con ellos?
—Ellos murieron al poco tiempo de que yo naciera —replicó Brent, sintiéndose más incómodo con la charla.
De pronto, la mayoría de las personas rompió en llanto. El muchacho pudo notar algo extraño, casi hipnotizante, en la forma en la que actuaba toda esa gente. Algo en el ambiente lo ponía de nervios debido a la manera en la que los observantes reaccionaban. No era natural.
—En verdad, lo lamento, jovencito —respondió el hombre con un aire de falsa tristeza.
Una explosión repentina tuvo lugar en la puerta del Gran Salón de la Valentía, provocando que los presentes entraran en pánico.
Una carcajada amenazante comenzó a escucharse, provocando un escalofrío en el moreno. Brent ya conocía muy bien ese sonido desde su estancia en Ciudad Sombría. Se trataba de Kendall, el mago caótico de la oscuridad y tío loco suyo.
—¡Carajo! —gruñó y apretó los dientes.
La gente miraba atónita a dicho mago del caos. Incluso el padre de Matt parecía un pequeño tigre blanco indefenso.
—¡¿Creíste que no te encontraría, pequeño pedazo de mierda de dragón?! —mencionó Kendall a Bren, mientras echaba una mirada asesina a este—. Debo advertirte que traigo nueva compañía conmigo.
»¡Damas y «caballos güeros» denle la mejor y más cálida de las bienvenidas a la secta aural!
Brent en realidad no estaba de humor, ni tampoco contaba con la suficiente energía o ánimos para luchar. Él tenía todas las de perder, ya que sus amigos tampoco estaban cerca, y no quería dar tremendo espectáculo con una aparición más de Brett, su hermano menor.
Varias personas con túnicas multicolores aparecieron en el lugar en el que se llevó a cabo la presentación del pibe como el legítimo Heredero Del Caos Y El Orden, por lo que los problemas estaban por comenzar.
El chico quería rendirse, estaba cerca de pronunciar las palabras en las que admitía su derrota. Esta sin duda había sido la peor noche de su vida.
—¡Ni se te ocurra, estúpida sabandija! —proclamó la voz de Brett—. ¡Nunca te perdonaría algo así!
»Nos entregarías a Brenton y a mí también en una misma bandeja de plata a esos tipejos que me caen bien mal.
Empero, Brent tampoco podía negar que Kendall estaba más que bien acompañado por otro enorme grupo de magos caóticos. Además, todas las miradas de los presentes estaban puestas en él. El haberse anunciado como el legítimo heredero Okuros y Lefuto ya no parecía haber sido una gran idea.
—¡Tendré mi gran venganza, pequeño pedazo de mierda de dragón! —bramó Kendall con una expresión llena de ferocidad—. ¡Me gustaría matarte, pero padre me lo prohibió explícitamente!
»¡Odio tener que contenerme desde que llegué a este tonto puesto!
Todo indicaba que Okuros todavía tenía los ojos puestos en Brent, o mejor dicho, en Brett, quien salió solamente a mostrarle el dedo medio a su tío.
—¡Déjame salir de nuevo, hermano imbécil! —bramó el menor-—. Quiero darle una lección a esa asquerosa rata de dos patas.
Los extraños que acompañaban al mago caótico comenzaron a avanzar en dirección al muchacho. Él sabía que no podía iniciar un ataque a gran escala en un lugar lleno de personas inocentes. Aquello casi sería como anunciarse como el enemigo número uno de toda una ciudad. Además, Jenna seguía dentro. Por más que Brent quisiera odiarla, simplemente no era algo posible para él. De hecho, todavía la seguía... ¿amando? ¿Por qué seguía teniendo un sentimiento tan profundo por ella tras lo ocurrido? Eso no parecía tener ningún sentido.
—¡Un momento! —gritó Kendall, moviendo su vista en diferentes direcciones—. ¿Dónde rayos está esa bola de idiotas a los que consideras tus perdedores amigos?
¡Gran problema! El hombre parecía haber notado la ausencia de los amigos de su sobrino. Otra figura más avanzó cerca del muchacho. Esta persona tenía un aspecto de ninja, ya que portaba un uniforme de dicho estilo, algo que él jovenzuelo estudió en sus días en el colegio.
—¿Acaso este es el heredero de nuestro padre? —demandó aquella figura de aspecto ninja con una voz masculina—. ¡No parece estar en forma!
—¡Te dije que no valía la pena! -gruñó Kendall, dando pisotones con el pie derecho—. Tú le recomendaste a nuestro padre que lo dejara vivir.
—¡Sabes bien que invocaste a un aspecto de él! -reprochó el ninja. Tras un leve escaneo, Brent notó que el ninja tenía un par de pequeñas tetas. Se sonrojó por ello, y también se sentía un poco confundido, no por lo que vio, si no que también poseía una cintura femenina, pero su voz parecía la de un varón—. Así que no era nuestro padre en toda su gloria, por otro lado, yo lo logré, así que me gané el honor de ser escuchada.
—¡Presumida! —se quejó el mago oscuro del caos—. ¡En fin, acabemos con esto de una vez!
Brent quedó sorprendido al escuchar que la figura de aspecto ninja era una mujer. Además, aquella fémina bastante ágil y musculosa, mostrando sus habilidades al dejar fuera de combate a varios guardias sin sudar, lo que puso nervioso a nuestro protagonista. Él no era alguien muy veloz, cosa que siempre fue bastante clara cuando estuvo a nada de atraparlo. Brent logró girar a su izquierda, aprovechando a la multitud que corría despavorida.
—¡Vamos a por él! —exclamó la mujer ninja, comenzando a correr en dirección al pibe.
—¡Tú no me mandas, Sauros! —protestó Kendall a todo pulmón—. ¡Yo prefiero eliminar a mis oponentes!
»¡Además tengo asuntos pendientes con esa mierda de dragón!
Al menos Brent ya sabía el nombre de aquella maga caótica, pero también quedó impresionado por el enorme salto que ella dio para quedar frente a él.
—¡Aose Turbi! —rugió Sauros, y de pronto, el muchacho se quedó aturdido—. ¡Aurare Delgate!
Brent sintió que algo le impedía respirar, y también sentía un gran dolor por todo el cuerpo. Era como si una serpiente invisible le estrujara. Él quería gritar de dolor, pero la falta de aire se lo impedía. Kendall lo atacó con su hechizo Deperko, pero en aquella ocasión, el muchacho sintió que algo lo invadía en su mente.
El temor y la confusión se acrecentaron a tal punto que bramó de dolor y miedo ante la posibilidad de ser secuestrado por aquellos sujetos que lo querían convertir en un ser del caos.
—¡Aurasi Finor! -vociferó Sauros.
—¡Aurare Tenebre! —gritó Matt, y una barrera aural protegió a Brent del impacto de un enorme misil mágico.
La gente comenzó a abandonar el lugar por una puerta que se encontraba al fondo, salvo aquellos que estaban luchando contra los invasores. El presidente de Ciudad Valentía había activado una salida de emergencia para que todos escaparan, pero su bendi decidió permanecer dentro para ayudar al moreno.
—¡El hijo del presidente! _expuso Sauros—. Al menos, disfrutaré el asesinar a un descendiente de Lefuto.
—¡Sigue soñando, bruja estúpida! —respondió el castaño claro al mismo tiempo que apuntaba con su palma en dirección a la maga aural del caos.
—¡Oferis! —exclamó Kendall en múltiples ocasiones, mientras Matt usaba el Aurare Tenebre para defenderse y bloquear los movimientos enemigos.
Brent sabía que ese hechizo podía ser letal si no se tenía cuidado, aunque el mago aural se las arregló para esquivar los hechizos del mago caótico a la perfección. Kendall lo volvió a utilizar de manera indiscriminada una y otra vez.
—¡Tornatur! —se escuchó gritar a la voz de una chica.
Una ráfaga de viento hizo retroceder a los magos del caos, mostrando a Jenna en la batalla tras derribar a una decena de esbirros del bando enemigo.
El muchacho cayó de rodillas, libre del maligno control al que estuvo sometido, y de nueva cuenta, el aire llegó a sus pulmones. Al parecer, Brett le había mandado algo de su poder para mantenerlo a salvo, cosa que al Heredero Del Caos Y El Orden le vino a la perfección para incorporarse al instante.
—Gracias, hermano menor tarado.
—¡Cállate idiota! —respondió Brett—. Me moriría contigo, pero ya habrá tiempo de darte esos detalles.
—¡Oferis! —exclamó Kendall
—¡Auron Satro! -gritó Sauros.
Los ataques habían sido dirigidos hacia Matt. Jenna corrió a salvarlo, y Brent hizo lo mismo por ella, por lo que fue impactado por ambos hechizos. El muchacho sintió como si su cuerpo le dejara de responder, y al mismo tiempo, tuvo la sensación de que su vida se desvanecía. Vio una pequeña luz al final de un fondo oscuro, pensando que todo había acabado para él, cuando de pronto, alguien más se estaba haciendo presente solamente para él. Cayó al suelo. Parecía haber perdido la consciencia. Entonces, se levantó. El color de sus ojos había cambiado. No eran negros, ni rojos como los de Brett. Ahora tenían un color verdoso.
—¡Astrosum! —bramó el lado del orden de Brent, y una lanza de luz apareció en su mano derecha-. No les permitiré meterse con mis dos hermanos.
»Brent y Brett pueden ser algo tontos, pero son mis hermanos mensos a los que quiero mucho.
—¿Cuántos pequeños pedazos de mierda de dragón puedes encerrar en un único cuerpo hecho con mierda? —demandó Kendall, escupiendo al suelo unos segundos después—. ¡Es simplemente algo ridículo!
Brenton finalmente se había hecho presente. Él despertó de su gran y profundo sueño; sin embargo, el hermano sándwich todavía no estaba muy seguro de si ese otro tato suyo podría representar un riesgo como lo fue Brett en un principio.
—¡Himbrotum! —chilló Kendall, invocando a un dragón hecho de fuego oscuro.
—¡Serre Auter! —rugió Sauros, invocando a un caballo de aspecto sombrío.
—¡Superen esto! —advirtió Brenton, invocando a Tigrein y a Nerostic, sus dos espíritus elementales.
El tigre blanco espiritual se lanzó con fuerza contra el dragón, mientras que Nerostic usaba sus letales garras contra el caballo sombrío. Después, Sauros y Kendall lanzaron sus mejores hechizos, pero fueron bloqueados por Brenton, Matt y Jenna; empero, el enorme grupo de magos caóticos aurales y de la oscuridad atacaron a Brenton por la espalda, dejándolo fuera de combate.
—¡No, Brent! —chilló Jenna con preocupación al ver caer al chico.
Kendall soltó una carcajada ensordecedora, mientras que Sauros saltó para cargar a Brent sobre su hombro. Matt intentó detenerlos, pero fue impactado por el Oferis del mago caótico. Tigrein y Nerostic habían desaparecido tras recibir un ataque enemigo que anuló sus indicaciones, dejando a Jenna a merced del dragón de fuego oscuro y del caballo sombrío.
—¡Dejémosla vivir! —anunció Kendall—. ¡Veamos si a nuestro sobrino le sigue gustando cuando lo pasemos de nuestro lado!
—Estoy de acuerdo —expresó Sauros con desinterés en su mirada—. Esa chica no vale la pena. Lo mismo digo del heredero de nuestro padre, pero él lo quiere vivo.
»Es momento de llevarlo con el Señor del Caos.
Kendall y Sauros abandonaron el lugar, con Brent como recompensa por su trabajo.
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