La Ciudad De Las Sombras
Después de tomar el desayuno, el viaje continuó al lugar indicado por Brent. Mike, aunque no tenía idea de la razón por la que aceptó la petición, decidió seguir en compañía de aquellos jóvenes testarudos. Tal vez se debía que el más joven era como el vivo recuerdo de su hermano pequeño, aunque también surgió en él un deseo de proteger a aquel chico.
«Sé que es lo que mi hermanito habría hecho», meditó el mayor del grupo tras encontrar algo de paz en sus pensamientos.
Tragó saliva, mientras ordenaba su mente para dar indicaciones a su compañero reptiliano.
—¡Dragtor, gira un poco a la derecha! —ordenó con firmeza.
El enorme lagarto alado rugió en señal de aceptación. Abrió la boca y devoró a dos aves con las que se cruzó en el camino.
El majestuoso animal bramó con gusto por los bocadillos que tuvo mientras mantenía el vuelo.
—Y seguramente todavía quieres más, ¿no, amigo? —pronunció Mike a modo de broma. Sus manos pasaron con suavidad sobre el cuello de Dragtor—. Eres un glotón.
Y mientras seguían avanzando, Oswald se acercó a Brent, rodeándolo con los brazos, lo que provocó que el moreno se ruborizara ante el espontáneo comportamiento de su mejor amigo.
—Tranquilo, Brent —comentó el chico de cabello oscuro, esbozando una sonrisa que dedicó al menor—. ¿Acaso mi panita ya no se va a dejar abrazar como cuando éramos pequeños?
»Cuando éramos chicos, siempre me abrazabas antes de decirme que alguien te había insultado, o que tenías miedito de algo.
—Es-este… Gr-gracias, amigo —respondió el chico, dejándose abrazar por el mejor compañero que le había tocado en la vida.
Por un leve instante, el muchacho añoró volver a un pasado que lo hazo sentirse más seguro. Deseaba nunca haber descubierto su legado, empero, la amenaza que suponían los magos del caos siempre estaría latente, pendientes de algún movimiento suyo para emerger y lograr rastrearlo hasta el cansancio. El mismo ya mostraba señales de fastidio al pensar en ello.
«¿Cómo es que me encontraron bastante seguido?», meditó el joven, preocupado por su futuro.
—¿Sucede algo, Brent? —demandó su bestie—. Puedo sentirte un poco tembloroso.
»¿De verdad te da penita que te abrace?
—No es eso —replicó con timidez el moreno—. Es que me pone nervioso en que los magos del caos me vuelvan a encontrar pronto.
—Voy a descubrir cómo lo hacen para crear el mejor contrahechizo del mundo —prometió el de cabello oscuro, sonriendo para su mejor amigo, al que más tarde, le dio unas palmaditas como lo hacía cuando eran pequeños—. ¡Es un juramento de amigos!
—Ahora si creo que me das un poco de miedo —comentó el Heredero Del Caos Y El Orden de malagana—, pero, igual agradezco tu ayuda.
Ambos se carcajearon y chocaron las manos. Volvieron a hablar, aunque en voz baja, ya que querían tener un momento para ambos.
Jenna observaba de cerca a los dos chicos. Su corazón parecía estar en paz al ver lo bien que ambos se llevaban. Oswald podría ser un mal ejemplo en muchos aspectos para la vida de Brent, pero ni ella podía negar que el par parecía como un hermano mayor cuidando del menor cuando el pelinegro se lo proponía. A veces también se metía en problemas para evitar el el castaño pagara por sus actos.
En tanto, Sue babeaba al ver a dos «chicos ardientes» pegados el uno al otro. Para ella, Brent tenía mucho encanto y desplegaba bastante ternura. Oswald en cambio, era como un diamante en bruto, pero en más «bruto que diamante». Podía imaginarlo sin camiseta, y a sus pensamientos llegaron imágenes del torso definido de aquel chico. Se puso roja al tener aquellos lascivos conceptos. Con sus manos tocó fuertemente sus mejillas, y entonces, la voz de Mike intervino.
—Ustedes dos, no me molesta que se abracen —profirió para los dos panas—, pero deberían tener cuidado de no hacerlo cerca de mi hermana, ya que seguramente se está imaginando unas severas marranadas entre ustedes dos.
Ambos chicos dirigieron su mirada en dirección a la hermana del mago del fuego, percatándose que ella parecía estar en «su propio mundo» en el que posiblemente los estaba poniendo en varias situaciones demasiado comprometedoras dentro de las ideas que le llegaban a la cabeza.
Los dos se separaron bruscamente, aunque evitando lanzarse demasiado lejos para caer del lomo del dragón y tener un fatídico final.
—¡¿Por qué siempre me tienes que arruinar la diversión, hermano feo?! —proclamó Sue, lanzando una mirada asesina hacia Mike, además de una pequeña llamarada.
—Porque esos dos chicos no tienen la culpa de que estés completamente loca —replicó el mayor, sin actuar de la misma manera, no obstante...
Un enérgico, frenético, y explosivo enfrentamiento de insultos tuvo lugar entre los dos consanguíneos. Brent y el resto del grupo exhalaron en señal del hastío que era verlos pelear de manera constante durante el tiempo que llevaban con este par.
[...]
Al cabo de un par de horas, Dragtor se hallaba sobrevolando encima de los enormes y «sombríos» rascacielos de Ciudad Sombría, una ciudad que permanecía en gran calma, sin mucho movimiento, y también lucía en caso completo abandono. En el momento en el que el dragón se acercó al sitio, Brent comenzó a tener extraños escalofríos, seguidos de una sensación de alivio de algo que le llamaba desde su interior
Él sabía que se encontraba en el lugar indicado para ayudarle a controlar parte de su magia elemental, y posiblemente, su energía caótica, esta última era su mayor preocupación. No quería que Brett saliera a tomar el control de su cuerpo para provocar enormes desastres o asesinar a otros.
—¡No puedo creer que en realidad vayamos a ayudar a Brent después de lo que hizo! —gritó la hermana de Mike, incriminando de algo al moreno, quien no tuvo más remedio que arquear la ceja en señal de confusión por lo que llegó a escuchar de la boca de la chica—. ¡Es un sucio y asqueroso traidor!
Sue se había enfadado tanto con el muchacho, todo debido a que Jenna había dormido muy cerca de él la noche anterior; sin embargo, ella no dejó que Brent explicara lo que había sucedido. Simplemente, su amiga le había hecho compañía aquella terrible noche en el Bosque de los Lamentos, ya que él tuvo serios problemas para dormir debido a las visiones y audios que no le daban tregua alguna, pero tampoco quería mencionar más del asunto al grupo. Ya estaba fastidiado de no tener descanso. Sin embargo, llegó a recordar al muchacho de nombre Brett, con el que tenía un parecido atenuante. Supo que su extraño viaje onírico fue consecuencia de haber sido el único en ser afectado por aquel verde panorama tan peculiar y siniestro, tras ver en repetidas ocasiones la muerte de sus padres, y al mismo tiempo escuchar todo tipo de maldiciones contra su madre.
Fue como revivir la peor parte de vivir en una ciudad de grandes avances, pero con demasiada superficialidad y vanalidad, misma que usaban para hacer inferior a todo aquel que se saliera de sus estándares de por sí crueles y estúpidos. Brent sabía bien lo que era sentirse marginado por la sociedad que lo señalaba por el más mínimo gesto.
«Seguramente su asquerosa y repugnante madre tiene la culpa de esto». Escuchó en su mente.
«Ojalá no se reproduzca para que no deje más de esos pútridos genes en este mundo». Más memorias sobre aquellas frases tajantes vinieron a su inquieta mente.
Se dio unas buenas palmadas en las mejillas, mismas que quedaron enrojecidas, dejando al descubierto marcas dejadas por sus extremidades.
—Debo dejar de pensar estás cosas —dijo para sí mismo.
Tomó aire, y soltó este por la boca, creando una ventisca helada que dejó sin aliento a sus compañeros. No él mismo llegó a comprender lo ocurrido segundos atrás.
Sus sentimientos estaban ligados a una fuerza todavía desconocida para él. Esperaba encontrar una nueva forma de poder ver de nueva cuenta a ese otro muchacho idéntico a él. Posiblemente su hermano tenía muchas de las respuestas a sus interrogantes.
—¿y eso qué fue? —inquirió Oswald, sujetando por detrás al chico.
—Ni yo sé —replicó a secas.
—Pero fue asombroso —enunció Jenna dibujando una sonrisa en su rostro—. Creo que eres mucho más fuerte de lo que tú crees.
—Me aterra ser demasiado fuerte para este mundo —contestó mientras Dragtor buscaba un lugar para descender—. Aunque por ahora me alegra que pueda hacer algo para sorprenderlos.
—Te dije que no le interesabas ni un poco —comentó Mike a su hermana, interrumpiendo la charla del menor del grupo con sus reales—. Él está interesado en su amiga.
»Se nota que sólo tiene ojos para ella.
»Eso, o es un simp —dijo con un aire engreído.
«Admito que he simpeado bastante. No puedo controlar lo que siento por Jenna, pero tal vez viene siendo hora de explorar otras opciones», pensó el chico, mientras infló el cachete derecho.
Susan gritó con todas sus fuerzas ante el comentario de su carnal. Mientras tanto, Oswald echaba un vistazo a los alrededores, observando que las puertas y ventanas de la mayoría de las casas y edificios estaban destruidas, algunos edificios se veían bastante dañados. Las calles estaban sucias y agrietadas, y también había montones de basura esparcidos en todas partes.
—Parece que la higiene se fue de sabático en este lugar —enunció. Se cubrió la nariz también.
El olor a drenaje le pareció insoportable una vez que se percató de este. Era un lugar bastante desolador. No habían rastros de niños jugando por las calles, personas caminando para ir al trabajo o algún otro sitio. Tampoco se veían vehículos en los caminos, o volando los espacios designados para ello.
Todo era culpa de una alianza que la mayoría de sus habitantes tuvo con las fuerzas del Señor del Caos en el pasado. Después de todo, era el elemento más proclive a la energía producida por Okuros.
—¿Qué fue lo que sucedió en este lugar? —cuestionó Brent, sintiendo un ambiente de misterio—. El aspecto de la ciudad es algo deprimente.
»No tanto como mis días más recientes, pero hasta yo me siento mal al ver este lugar en este decadente estado —Jenna lo tomó del brazo derecho.
—Fue atacado por su propia gente —respondió Oswald, acompañando sus palabras por espasmos de terror al pensar en uno de los incontables conflictos ocasionados por la simple presencia del abuelo de su mejor amigo—. Pero eso fue hace tiempo.
»Creí que el lugar se vería más devastado. —El de cabello oscuro evitó decir que en dicho conflicto participaron el bisabuelo y yayo del lado paterno de su mejor amigo. Era mejor evitarle más sufrimiento.
Mike avistó un buen punto en el que su dragón podia aterrizar sin tantas complicaciones, así que de inmediato, él dio la orden a Dragtor. El drosae descendió, acompañado de un rugido orgulloso, y bajó con rapidez y destreza. Una vez abajo, los muchachos comenzaron su propio descenso. El joven mago del fuego usó su amuleto para cuidar de su amigo, y Sue frunció el ceño cuando Brent le dirigió una mirada.
—¡¿Y a mí cuándo me vas a dejar darte todo mi amor, mi querido Brent?! —cuestionó con amargura, mientras desviaba la vista para evadir los ojos del moreno.
Un minuto después, Oswald llamó al grupo entero. El silencio y la soledad permanecían en la ciudad entera, así que el amigo de Brent explicó a que se debía. Él sabía que la mayoría de los habitantes de Ciudad Sombría, eran simpatizantes de la magia del caos, lo que provocó que se enfrentaran a la minoría que apoyaba a la magia del orden.
—Tremendas batallas se libraron día a día —acotó el vato—, pero ningún bando fue el ganador, a pesar de la devastación y sangre derramada.
»En las historias más modernas se hablaba de que el conflicto seguía en pie —prosiguió, acompañando su relato de una mirada tétrica—, por lo que debemos de movernos con mucha, pero muchísima precaución en un lugar que podría estar mega habitado por magos caóticos o sus cochinos seguidores.
—No me importa —afirmó Brent con terquedad, tomando un poco de aire para sentirse tranquilo—. No pienso retroceder más. Ellos mataron a mis padres, a mis abuelos, y posiblemente mataron a un amigo mío.
»Necesito que alguien me ayude a controlar lo que hay en mi interior para hacerles frente sin temos al éxito o al fracaso.
»Pienso que sería buena idea hacer subgrupos para buscar información en esta ciudad.
—De acuerdo, lo entiendo —comentó Mike de modo tajante—, pero tú debes de recordar que no podemos bajar la guardia, Brent.
»Creo que los magos caóticos son más listos de lo que parecen, y últimamente parecen más organizados que de costumbre.
Jenna parecía estar de acuerdo con los otros dos. Ciudad Sombría se había ganado una mala reputación con el paso del tiempo, por lo que separarse para buscar un mago oscuro, no era precisamente una buena opción, incluso en la ciudad de orígen para dicha magia elemental. Tampoco lo era tocar cada puerta de cada casa, nadie estaba seguro de lograr encontrar un aliado o un enemigo, o hasta una trampa mortal a causa del mal estado de varios edificios.
Oswald y Sue permanecieron en silencio, aunque el amigo del moreno dirigió su mirada en la chica mientras esta acomodaba un mechón de cabello cerca de su oreja izquierda. Sintió una extraña sensación en el estómago. Se preguntó si las mejillas de la muchacha eran suaves.
«Se ven tan rosaditas y esponjaditas», juzgó, y fue entonces que tuvo algo en su mente lo dejó desconcertado.
«Creo que me está gustando Sue, y lo peor es que ella está bien loca por Brent», meditó el jovencito, esbozando torpemente una sonrisa nerviosa que la mina ignoró por completo al estar mirando al pana de este.
—Podemos usar a Tigrein —sugirió Brent—. Él es rápido, y también puede ser feroz en combate.
»Nos cuidará bien si llega a ser necesario. —En su rostro se dibujó una sonrisa maliciosa—. Él estará más que dispuesto a dialogar con sus fauces y garras con algún contrincante nuestro.
—No quiero ser malo, es sólo que estoy seguro de que ya llamamos mucho la atención con Dragtor —declaró Mike, expresando su preocupación—. Nos estaríamos exponiendo más de lo necesario al usar tu espíritu elemental.
—¡Entonces, iré yo solo! —protestó Brent, cansado de tantas quejas, pocas sugerencias, y ningún respaldo de sus dos mejores amigos—. ¡Los magos caóticos me buscan a mí!
—¡Deja de ser tan terco, estúpido y testarudo! —gritó Jenna, mientras abofeteaba fuertemente a Brent, quedando enrojecida la mejilla de este—. ¡Todos estamos juntos en esto, nos guste o no!
»¡No puedes andar solo en un lugar peligroso! —continuó bramando. El chico quedó en silencio—. ¡Tú mismo me lo advertiste cuando busqué a mi familia aquella vez que regresamos a nuestra ciudad natal, Brent!
El jovencito miró con un terrible enojo a su amiga, cosa que jamás había hecho en su vida. Ella no entendía lo que él estaba pasando. El pibe pudo recordar la muerte de sus padres, y fue testigo de la muerte de sus abuelos, perdiéndolo todo, al tampoco contar con el apoyo de nadie de su mismo bando. Se sentía traicionado, abandonado por sus amigos.
A Jenna no le intimidó la feroz mirada del chaval, así que lo tomó por el cuello de su camiseta y comenzó a sacudirlo violentamente, sacándolo de su furibundo trance. No por algo era la campeona de golf, bolos y de tácticas de defensa personal en el colegio.
—Deberías escuchar un poco a Jenna y Oswald —dijo una voz muy familiar—. A veces son menos testarudos de lo que aparentan, pues siguen contigo por lo que significas tú para ellos.
Todos miraban a su alrededor, pero no conseguían ver nada. A Oswald le pareció ver que una parte de una banqueta se movía, y entonces, un hombre joven emergió de esta. Su apariencia comenzó a tomar la forma de una persona que Brent conocía. Se trataba de aquel chamo que dejó atrás en el momento del ataque a la capital del mundo.
—¡Ifero! —exclamó el sorprendido muchacho—. Creí que…
—No he muerto —interrumpió el vato, en un tono un poco engreído, según percibió Oswald, quien frunció el entrecejo—. De hecho, volví a mi mundo un par de días y traje a un amigo.
»¡Adelante, Joel!
De la misma forma que Ifero, un jovencito de cabello oscuro corto y levemente ondulado apareció. Él lucía un poco mayor que Brent y sus amigos, con excepción de Mike. El chico nuevo llevaba una camiseta negra, unos jeans oscuros rasgados en las rodillas, y unas deportivas blancas. El Heredero Del Caos Y El Orden observó que aquel sujeto portaba una cadena en forma de corazón. Después, el nuevo anunció que su nombre era Joel. Al moreno le pareció similar al chico de nombre Jack, al que vio en uno de sus extraños viajes por el que decía y creía que era el posible lugar de orígen de aquel morro al que volvían a ver sus ojazos negros.
—¿Están listos para un combate? —preguntó Ifero, mirando de una forma un poco inusual a Brent y compañía. Era como si los estuviera examinando—. Nosotros dos lo estamos.
—¿Para un qué? —interrogó Jenna con incredulidad, llendo detrás de sus amigos.
Dos flechas impactaron contra el suelo, seguidas de cinco bolas de fuego oscuro. Todo apuntaba a que Ifero había intentado advertir a Brent y a sus reales de que alguien más les atacaba por detrás.
—¿Qué hacen en mis territorios? —inquirió una voz desconocida.
—Deben de poner más atención en su entorno —pronunció el joven de ojos rojos—. He escuchado de sus propias voces que este lugar es uno en el que no es coherente el bajar la guardia.
Un muchacho más hizo su aparición, pero este caminando desde atrás del grupo. Se le veía molesto, y también con ganas de herir a los panas. Un aura oscura y siniestra lo cubría por completo. Ifero y Joel lo miraban con curiosidad, pues ninguno sabía si se trataba de alguien peligroso, pero estaban listos para enfrentarlo en caso de ser necesario.
El joven era de complexión delgada, tenía el cabello oscuro en corte medio mullet, medio tazón. Era de ojos negros y nariz pequeña. Vestía una sudadera de color azul marino, unos jeans oscuros, zapatos negros, y además portaba unos lentes de forma cuadrada sobre sus ojos.
—¡Exijo saber sus deseos en este lugar! —reclamó el extraño—. Si no lo hacen, estarán perdidos, extranjeros.
—Yo me largo de este lugar —declaró Ifero, dirigiendo su mirada en dirección al Heredero Del Caos Y El Orden—. Brent, es posible que nos volvamos a ver. Si ese momento llega a concretarse, quiero tener un combate contra ti.
»Después de todo, posees la sangre del Señor del Caos y del Señor del Orden en tus venas, por lo que he llegado a escuchar.
»Será un evento interesante —agregó.
Ifero se fue lentamente del lugar, junto con su nuevo amigo. Brent había quedado un poco confundido debido al cambio de actitud que el chico que presumía provenir de otro mundo había mostrado. Jenna y Oswald se habían quedado boquiabiertos. Ellos no entendían la razón por la que aquel sujeto conocía ese detalle sobre Brent, lo que les hizo desconfiar de él, pero el pibe no parecía haber prestado atención a aquello.
—¿Acaso ese tipo dijo que aquí se encuentra el famoso heredero de Okuros y Lefuto? —preguntó el desconocido, observando con atención al moreno.
Se acomodó los lentes.
Brent dio un paso hacia adelante.
—Ese mero soy yo —repuso el castaño—. Yo soy el mismo heredero de aquellas dos fuerzas opuestas que han mantenido un conflicto que lleva desde poco más de los inicios de la existencia misma —presumió.
—Estoy en esta desolada y triste ciudad para buscar un tutor que pueda ayudarme a controlar mi energía del caos, así como saber si soy candidato a ser un mago oscuro —exhaló—. He dado con ser poseedor de un par de espíritus elementales, siendo un oso negro uno de estos.
En ese momento, el extraño sonrió, y se presentó como Umar, un descendiente más de Lefuto, e investigador asiduo de la energía caótica.
—Has llegado al lugar adecuado —mencionó Umar, mostrando una especie de mueca de alegría—. Resulta que también soy un buen mago oscuro, y estaré dispuesto a ayudarte si tú me ayudas con mi investigación sobre el poder emanado por Okuros y su descendencia.
El moreno miró a sus amigos en busca de una mirada de aprobación, pero no la recibió, ni tampoco le fue negada por una mayoría.
—Este sujeto me da más malas vibras que el tono rosado del cabello de mi hermanita, viejo —manifestó Mike—. No caigas tan rápido en su juego, ya que es posible que te entregue a tu abuelo el problemático.
»También puede ser un charlatán que buscaría usarte para su propio beneficio personal. —Se acercó al oído del menor—. Yo digo que no aceptes la oferta.
Sin importar mucho el poco apoyo recibido por parte de sus amigos, el Heredero Del Caos Y El Orden ya tenía preparada la respuesta que daría al de lentes.
—Acepto el trato —replicó con una sonrisa en el rostro, a pesar de las miradas de condena.
En ese instante, Umar extendió su mano en dirección al moreno, y él respondió con un apretón, aceptando la relación investigador-socio.
—Me letra tener a alguien que pueda ayudarme, y no a una bola de traidores que no me deja avanzar ni un poquito —dijo Brent para los demás.
—Te recuerdo que tengo un dragón que puede tomarte de aperitivo si no te callas —contestó el mayor del grupo con la sangre hirviendo.
—Parece que ustedes dos están casados —enunció Umar—. Sus peleas matrimoniales me tienen sin cuidado, pero debo recordarles que esta ciudad es la fuente de poder de mi magia, así que los quiero calladitos si no quieren que los reprima a ambos.
—¡Lo que sea! —proclamó Brent
—¡Lo que ese dijo! —exclamó el otro moreno.
—De acuerdo, síganme todos ustedes —profirió el mago oscuro—. Los llevaré a un sitio en el que estarán más protegidos de las miradas chismosas.
»Ya de por sí causaron revuelo con un enorme dragón volando a sus anchas por la ciudad.
El grupo decidió ir, especialmente porque les preocupaba la seguridad del menor del grupo.
El mayor rostro de una pesada inquietud lo mostraba Oswald. Él era la persona que más lo conocía. Él único que lo conocía casi también como sus abuelos lo hicieron cuando todavía estaban con vida.
Era bastante preocupante verlo más inestable que nunca, pero también no podía negar que ya no era del todo ese muchacho frágil que requería de su cuidado en todo momento.
«Creo que ahora soy una simple carga para mí mejor amigo», reflexionó el chico, mientras lo veía alejarse con Umar.
«Debí hacerle caso, y así regresar con mi familia. Brent ya no me necesita», se dijo así mismo, mientras seguía sumido en sus pensamientos.
En ese momento, sintió una mano sobre la suya. Se trataba de Sue, quien sonriente, se recargó en él.
—Vamos, o te dejarán atrás —bosticó la chica de cabello rosado—. Es mejor ir todos bien juntitos.
Ella se alejó un poco, mientras un listón que acomodaba la coleta izquierda en su cabello caía de cara al viento.
Oswald se apresuró a tomarlo, llamando a la chica por su nombre. Ella no se había dado cuenta, sino hasta que sintió la cercanía de su rosada melena cerca del cuello.
—Se te cayó esto, Sue —masculló el mejor amigo de Brent, observando los ojos anaranjados de la chica.
La chica tomó con sus manos aquello que le devolvía Oswald. Volvió a sonreír. Su mueca de alegría llenaba a de una extraña y peculiar atracción al joven de cabello negro.
Aunque aquello se vio rápidamente interrumpido cuando ella volvió a avanzar con rapidez.
«¿Por qué me tiene que gustar alguien que me ignora?», pensó el chico, sintiendo una gran pesadez en el alma.
Y sin más dilación, Oswald también avanzó, con la terrible sensación de no encajar más como el mejor amigo de Brent. Debió sugerirle que se fuera con Ifero antes de haberlo dejado entrenar con alguien que posiblemente tenía lazos con magos caóticos.
De todas formas observaría con atención en búsqueda de algo que pudiera poner en riesgo a su panita.
—Mi deber ahora es el de asegurar el bienestar de mi amigo —dijo para sí mismo—. Estos días voy a practicar sin descanso una forma de hallar ese encantamiento con el que posiblemente han dado con nuestro rastro esos mugrosos hijos de Okuros.
Fue así que se quedó congelado. La madre de Brent fue hija del Señor del Caos. La conexión sanguínea podría darse si la progenitora de este seguía con vida; mas, si era cierto que los enemigo estaban trabajando de manera más ordenada, existía la posibilidad de que una gran concentración de estos pudiera ser la clave por la que un poderoso encantamiento diera mejores resultados a la hora de buscar al chico.
—¡Mierda! —exclamó. Todo su cuerpo se tambaleaba ante la posibilidad con la que había dado.
Aquello llamó la atención de todos, incluyendo la del menor.
—¿Qué pasa contigo? —inquirió Mike con impaciencia—. Eres el que va detrás de nosotros y nos causarte más retraso, así que habla o te haré hablar por las malas.
—Me parece que he dado con la razón de nuestros encuentros con los magos del caos —respondió, ya no siendo capaz de guardar la información, incluso para los oídos de Brent.
—¿De verdad? —demandó el moreno.
—Eso es lo que creo, amigo. —Cerró los ojos y respiró hondo—. Es algo que tal vez no te vaya a gustar.
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