El Mundo Paralelo: Otros Rostros De Brent
Con los ojos cerrados, y después de ser abrazado por la oscuridad del manto nocturno, el muchachito comenzó a entrar al mundo onírico de los sueños. Él se vio a sí mismo practicando con magia oscura y astral. Se sintió como un gran mago elemental, además de mostrarse orgulloso de ver destellos de un aire ennegrecido, o haciendo aparecer cuchillas a su alrededor, movimientos básicos de sus posibles poderes todavía escondidos.
Aquello lo hacía sentirse invencible, y también parecía que lo mantenía motivado para seguir adelante tras haber pasado por días terribles.
Empero, aquel relajante sueño estaba por cambiar a uno un poco más drástico. El jovencito veía la forma en que se desvanecían aquellas imágenes, y de pronto, se vio a sí mismo en un lugar muy deprimente. Había una enorme torre destruida, olor a pobredumbre, casas en mal estado, y escombros en todos lados. Era un lugar con poca gente caminando por los alrededores. Aunque cerca de esa torre, había un hermoso jardín que contrastaba con el aspecto entristecedor del resto de aquel sitio.
Él avanzó, llegando a observar algunos estandartes blancos con el dibujo de un corazón multicolor. También logró visualizar a un caballo blanco muy cerca. El joven se acercó al animal, intentando tocarlo, pero su mano atravesó su cráneo, indicando que ese sueño podría ser más bien una especie de alucinación, o extraño viaje de niveles astrales que de todos modos lo dejó boquiabierto.
Un par de minutos después, un muchacho apareció. El chico aparentaba tener la misma edad que Brent. Era de tez blanquecina, alto y esbelto, de cabello azul oscuro oxford, y de poco menos de diez centímetros de alto que lo hacían ver casi negro al estar revuelto. Sus ojos eran tan oscuros como los del moreno, y poseía un naso pequeño. Este joven era dueño de una mirada bastante tímida, y parecía no darse cuenta de que Brent estaba cerca suyo.
Al poco tiempo, apareció un muchacho que se veía casi idéntico a Brent. El segundo muchacho era de tez un poco más oscura que la del joven Heredero Del Caos Y El Orden; su cabello, castaño oscuro, al igual a las de nuestro protagonista; la nariz, de forma aguileña.
Ambos jóvenes vestían de una manera formal un conjunto de traje blanco, con un estampado de un corazón multicolor en la espalda.
—Saldré a cabalgar —anunció el primer muchacho al otro, aunque intentando no ver a los ojos al chico parecido a Brent, situación que a este le llamó mucho la atención—. Creo que necesito estar afuera por un momento.
—¿Estás seguro, Jack? —preguntó el segundo joven, mirando con cierta preocupación al muchacho de tez clara—. Digo, su majestad...
El moreno de este lugar se mordió el labio inferior, además de que desvió su mirada a otro lado. Había ciertos parecidos en estos dos, además de que Brent vio que estos emanaban un aura similar.
El muchacho de nombre Jack tomó un poco de aire. Seguía sin ver directamente al otro chavalito.
—Sabes bien qué no soy un rey. —Exhaló como si estuviera agotado—. Jake, a veces pienso que no vale la pena recordártelo.
Volvió a tomar un poco de aire, y mientras el otro estaba distraído, Jack volteó a verlo finalmente. Nuestro protagonista decidió seguir observando la conversación entre estos dos.
—Lo siento mucho, hermano —replicó el chico castaño, encogiéndose de hombros—. La verdad, pienso que todo esto sería mejor si nuestro padre siguiera vivo.
Ahora era Jake quién evitaba la mirada de aquel que llamó hermano. Aquello hizo pensar a Brent lo que se sentiría tener hermanos. Creció como nieto ubico y no tuvo a sus padres consigo para que estos pudieran darle alguno.
Jack se acercó al muchacho llamado Jake, para, unos segundos más adelante, colocar con sutileza sus manos sobre los hombros ajenos. Su rostro dibujó una sonrisa dedicada a ese otro chico, que en cierta medida, se sonrojó y alejó la vista.
—Yo también lo he pensado, hermanito —comentó Jack, todavía con aquella mueca en su rostro, aunque todavía más cerca de Jake—. Me gustaría que fuera así, pero…
—No lo es —interrumpió el muchacho parecido al Heredero Del Caos Y El Orden con su mirada fija en el suelo—. ¡Te deseo una buena cabalgata!
Algo cortante, el castaño se alejó de aquel otro jovencito, quien llevando su puño derecho a la altura del corazón, veía con tristeza como su hermano se alejaba.
La mirada de Jack dejó perplejo a Brent. Una notoria tristeza y preocupación era el reflejo en los ojos de Jack. Sus ojos comenzaron a humedecerse, pero se percató de ello. Sacudió bruscamente la cabeza y se secó las lágrimas.
—Creo que todavía me culpa por lo que pasó con papá —vociferó Jack con falta de zozobra.
El de cabello oscuro se apartó también, y, tímidamente, se dirigió al que parecía ser su caballo. Después, la escena cambió de forma brusca. Brent se encontraba en lo que parecía ser un viejo salón de colores que simulaban fuego y magma, llegando a notar una silla que parecía estar ardiendo en llamas.
«Pobrecilla de la persona que ponga su trasero sobre ese lugar», pensó el chico, pensando en lo doloroso que podría ser que alguien colocara su retaguardia en aquel trono enorme que estaba decorado con cojines rojizos, y a los lados tenía algunas líneas que se tocaban mediante ondulaciones para similar fuego.
Un hombre de tez clara, con cabello castaño claro y corto, casi rojizo, alto, de facciones bastante masculinas, hermosos y radiantes ojos anaranjados, y de buen físico, llegó al lugar.
Llevaba una camisa blanca y un pantalón negro, amarrado por un cinturón. Sobre aquellas prendas, una enorme túnica de tonos anaranjados y amarillentos daban la impresión de poseer unas llamas danzantes en un fondo negro.
En sus manos, aquel «atractivo ser masculino», de acuerdo a Brent, llevaba una corona con incrustaciones de rubíes.
El hombre aparentaba ser una especie de rey, aunque no parecía ser un familiar de Jenna, ya que su tío era el actual en El Reino Central. Además, era joven. Su edad debía rondar los veinte o veintiuno, el hermano del padre de la aludida debía estar en los finales de sus treintas.
Brent decidió acercarse, sintiendo curiosidad en si el sujeto lo podía ver. Después, el chico observó que el hombre irradiaba un aura similar a una enorme llamarada. Parecía ser un mago del fuego bastante poderoso, guapo e imponente.
Este se sentó en el ardiente asiento, preocupando al moreno, que con una mirada de estupefacción, miró como no pasaba nada con el otro. No siquiera sus ropas se quemaron.
«¿Cómo es posible esto?», pensó el jovencito.
Aquel sujeto bostezó con desgana. No parecía muy contento. Su mirada reflejaba cansancio, desinterés, y se acomodó un poco la corona antes de suspirar.
Segundos después, un niño apareció. El chico tenía ojos anaranjados, tez morena clara y cabello castaño oscuro. Él llevaba puesta una pijama con dibujos de dragones drosae en todas partes.
—¿Qué sucede, hermanito? —cuestionó el hombre al pequeño, al que veía de forma cariñosa—. Sabes que puedes confiarme lo que sea, pequeño.
»No me voy a molestar contigo, hermanito.
El mayor hizo un ademán para que el chiquillo se acercase, y cuando lo hizo, le revolvió gentilmente el cabello. Sonrió también para su carnalito.
—Sam, creo que Drontosaurio se orinó cerca de uno de los locales en los que venden vegetales —respondió el niño con una voz tímida, y temblando ante lo que confesó al mayor.
—Es la tercera vez que Dronto hace sus cosas en lugares que no debe —comentó Sam, exhalando después—. Debes ser más responsable de lo que hace tu dragón, hermano.
»Me tocará hacer la reparación de los daños, no te preocupes. Sólo debes ser más firme con tu dragón respecto a lo que puede o no hacer afuera.
—Lo siento mucho, Sam —mencionó Dante con el rostro lleno de arrepentimiento, tiritando, y haciendo pucheros—. Prometo ser más cuidadoso con mi dragón.
»Es que no quiero que la gente te diga cosas feas como suelen hacerlo...
El mayor extendió sus brazos, y el pequeñín fue directo a él, regalándole un cálido abrazo. El Heredero Del Caos Y El Orden observó que este chico tampoco tuvo algún problema con el trono en llamas.
—¡Tranquilo, hermanito! —Sonrió el hombre, obsequiando un beso al otro en la frente, además darle unas palmaditas en la nuca—. Si eres cuidadoso, prometo que te daré un lugar en el Consejo del Fuego cuando seas mayor y así estaremos juntos, para cuidarnos el uno al otro.
»También debes asegurarte de que Dronto no se lleve comida que no le pertenece —Arqueó la ceja derecha—. ¿Entendido, hermanito?
Dante miró con nerviosismo al mayor. Al parecer, ese tal Drontosaurio ya había causado muchos problemas con anterioridad.
«Ese dragón debe ser todo un loquillo», pensó Brent.
—Lo prometo, Sam —contestó Dante con timidez, corriendo del lugar como si se tratase de una persecución.
Sam exhaló una vez para intentar tranquilizarse. Después, se sentó una vez más en aquella silla ardiente, sin llegar a quemarse el trasero, para alivio de Brent.
—A veces pienso que fue una mala idea que se le regalara un dragón drosae a mi pequeño hermano —expresó Sam, «el hombre sentado en una silla en llamas», según palabras del otro presente en el lugar.
Brent retrocedió un poco, chocando con una piedrecilla que había en el lugar, lo que llamó la atención del mayor.
—¿Quién anda allí? —demandó con voz desafiante y una mirada fiera, pero atractiva.
El moreno se quedó petrificado. No era visto, pero había logrado golpear un pequeño objeto a comparación de cuando estuvo con Jack y Jake.
La escena volvió a cambiar bruscamente, y el Heredero Del Caos Y El Orden se vio a sí mismo en lo que parecía ser el interior de una biblioteca junto a otro jovenzuelo que aparentaba una edad similar a la suya, pero más bajito.
—¡Espera! —exclamó Brent—. ¡Espera, Joshua!
Brent y el muchacho se quedaron petrificados. ¿Cómo era posible que el primero supiera el nombre de aquel al que recientemente estaba viendo?
Mejor aún, era increíble que este se quedase inmóvil al escuchar lo dicho. Se hecho, por el brillo de sus ojos, parecía que podía ver al moreno.
El Heredero Del Caos Y El Orden sintió algo de curiosidad por aquel sujeto castaño y de ojos de un profundo color negro, muy similares a los suyos. Salvo por esta característica, el otro chaval no parecía tener algo extraordinario de sobra.
—¿Brent? —cuestionó, pero no tardó en llevarse las manos a la boca cuando notó que el referido puso una cara de sorpresa al escucharlo decir su nombre.
Joshua vestía casualmente, y hubo algo extraño. Ambos extendieron su mano, como si quisieran tocarse entre ellos. Un fulminante brillo se hizo presente, y así, aquel muchacho de cabellera color avellana salió corriendo con un pergamino en la otra mano, mismo que entregó a otro.
Pronto, el cuerpo del Heredero del Caos y El Orden se tornó trasparente para sorpresa suya.
En tanto, Josh entregaba el objeto que traía consigo a alguien que parecía familiar ante la mirada del moreno. En respuesta, el hombre entregó un objeto similar al castaño, y este se encogió de hombros, además de que su rostro reflejaba hastío por lo que se le dio en el peculiar intercambio.
Los dos hablaron un poco más, cuando de pronto, fueron interrumpidos por la entrada de gente que vestía como militares antiguos. Estaban armados.
—¡Todos salgan de aquí ordenadamente si no quieren morir! —ordenó una dicción masculina—. ¡Estamos buscando a un usuario elemental que sabemos que se esconde en este lugar!
Para ese momento, Brent sintió que alguien lo tomó forzadamente del brazo.
Se trataba del mismo sujeto que atendió a Joshua. El bibliotecario y el muchacho salieron a toda prisa, atravesando las paredes del recinto. Esto dejó maravillado a nuestro protagonista, quien se limitó a seguirle el paso al mayor.
Ambos siguieron, hasta estar varias cuadras lejos. Brent dio un vistazo al lugar. Aunque sabía que estaba en una gran ciudad, el ambiente era bastante más silencioso y carente de los vehículos más modernos que había en cualquier ciudad. Las luces no eran brillantes como en su lugar de orígen, y posiblemente tampoco lo eran como en las Ciudades elementales.
—Logramos escapar a salvo —anunció el hombre—. Noté que estabas volviendo a ser visible para los demás, por lo que tuve que intervenir, jovencito.
Brent se le quedó viendo con estupefacción y miedo al pensar que estaba en las peores manos. De pronto, lo recordó. El sujeto era el chófer de la familia de Oswald, algo bastante sorprendente para el menor, ya que no estaba seguro de cómo había terminado a su lado.
—No es mi verdadero ser —mencionó el sujeto que había... ¿salvado la vida del chico?—. Tomé prestada esta apariencia que seguramente se te haría familiar.
»Tuve que buscar en tus pensamientos de los acontecimientos que han ocurrido en las últimas semanas.
El sujeto avanzó en dirección al moreno, y el muchacho retrocedió por reflejo ante el nerviosismo que sentía. Él estaba realmente asustado, necesitando una rápida y precisa explicación, o gritaría por socorro aunque no hubiera otra alma más cerca de ellos.
—No temas, Brent —declaró el chófer, llegando a dejar en shock al pibe—. Yo soy una parte de ti que por el momento no puede aparecer en su total esplendor.
»¡Yo soy el propio Lefuto!
—¿Le-le-Lefuto, el Señor del Orden? —interrogó Brent, parpadeando por el hecho de conocer a su ancestro, y temblando ante una presencia tan omnipotente—. ¿Y qué fue todo eso que ocurrió?
»¿Acaso he viajado a otro mundo?
—Claro que soy Lefuto —respondió la encarnación de Orden, acercándose un poco a su descendiente—. Al menos la parte que vive en tus sueños, al igual que hay una parte de Okuros que vive en ti, jovencito.
»Esto fue un leve vistazo a los descendientes de uno de mis hermanos que me ha pedido ayuda, ya que el mundo paralelo al tuyo pronto tendrá algunas dificultades.
»También, te he estado observando todo el tiempo, mi joven heredero. —El hombre sonrió para el moreno, y en el rostro de este último de dibujó una mueca de incomodidad.
«¡Viejo verde y cochino!», pensó el muchacho, tras algunas vergonzosas ocurrencias que llegaron a su joven mente.
—¿Observaste todo lo que esos magos caóticos le hicieron a todo lo que yo alguna vez amé sin mover un solo músculo? —recriminó el chaval, apuntando con el índice derecho a su antepasado.
La furia bullía desde el interior del jovencito de ojos negros. El recuerdo de los cuerpos de sus abuelos calcinados inundaba sus pensamientos.
Apretó los puños, con tal de contener sus ganas de lanzarse contra el Señor del Orden. Quería... No. Era algo más lo que necesitaba.
—¡Exijo una buena explicación para tu ausencia! —chilló, con los ojos inyectados en sangre. Las venas de su frente se marcaron—. ¡Eres un maldito vago que deja a sus crías en el abandono!
—A diferencia de mi hermano, yo he decidido no intervenir en tus decisiones —respondió un serio Lefuto, irradiando un brillo dorado—. Eres tú la persona que debe decidir su propio camino.
—¡Eres un cobarde! —gruñó Brent sin rechistar—. ¡Un verdadero cobarde!
»¡Mis padres murieron cuándo yo era un bebé, porque tú los abandonaste!
»¡Mis abuelos perdieron hace poco por tu fama de abandonar a tus descendientes a su suerte!
»¡Me quedé solo, desgraciado! —Su respiración estaba agitada, y su rojizo rostro era un camino en varias direcciones para las lágrimas que brotaban de sus ojos.
Se desplomó en el suelo y maldijo en contra del Señor del Orden. Este solamente observaba al menor. Quería que este terminase de descargar todo el enojo que tenía contenido. Cuando finalmente cesó, el mayor se acercó a él para rodearlo con sus brazos, dejando consternado al pibe.
—Eso es mentira —replicó Lefuto con total calma—. Tienes a tus amigos, y una parte de tu familia también vive en ti.
»Tus padres te regalaron el don de la vida en más de dos ocasiones. —Lefuto paso su mano sobre el cabello de Brent—. ¿También te dieron a algo más que un lado de cada una de las fuerzas de nuestro mundo?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Brent a manera de exigencia, pero más regalado.
Entonces, una figura peculiar apareció. Se trataba de Brent, pero con una mirada maliciosa y con una sonrisa burlona. Además, sus ojos eran tan rojos como la sangre.
La nueva presencia dejó en un estado de shock y completamente inmóvil al Heredero Del Caos Y El Orden.
«¿Qué putas está pasando aquí?», meditó al ver a alguien mucho más parecido a él de lo que fue ver al chico de nombre Jake en su... ¿viaje cósmico?
—¡Saludos, mi otro yo! —exclamó el Brent de mirada maliciosa—. Soy Brett, tu lado y hermano caótico.
»Te diría que me da gusto conocerte, pero a diferencia tuya, yo siempre supe de ti.
—Odio cuando invocas a ese sujeto —protestó Lefuto—. Últimamente, lo has hecho bastante.
»Parece que te estás dejando llevar muy lejos por tu energía caótica, Brent.
—¡Eso nunca! —se quejó el chico, apuntando con el índice a su antepasado—. ¡Pero tampoco te elijo a ti, viejo feo!
»¡Yo prefiero seguir siendo yo mismito!
—¿Qué quieres decir, bro? —demandó el lado caótico del moreno—. ¿Acaso ya no somos amigos?
—¡Nunca lo fuimos! —chilló el de ojos negros, fulminado con estos a su otro yo.
—Entonces, ten cuidado con tu forma de expresarte, y con tus sentimientos, hermano tonto —sugirió el supuesto hermano de Brent en un tono burlón, mientras sus colmillos se pronunciaban—. De no ser así, yo tomaré el control.
—¡Eso jamás! —exclamó Brent, mostrando el dedo medio al otro pibe—. ¡Nunca te dejaré tomar el mando, maldito tarado!
—Me necesitas, estúpido.
El lado caótico del chaval se alejó con una carcajada que dejó exhausto al propio Brent. Lefuto se acercó a él, y le dio unas palmadas en la espalda.
—Ese sujeto tiene razón, jovencito —comunicó el Señor del Orden—. Y creo que hiciste una buena elección al decidir viajar a Ciudad Sombría.
»Comienza a controlar tu lado caótico primero. No dejes que tenga el control de tu cuerpo, ya que este puede provocar un desastre si lo sigues alimentado con toda esa energía, lo que lo haría muy peligroso.
»Brett puede ser un dolor en el trasero, pero es buena persona. Aunque preferiría que no termine con vidas como lo hizo aquella vez que te salvó de los magos caóticos del fuego.
Tras lo que llegó a sus oídos, Brent comprendió que no fue el responsable de aquellas bajas para el bando de su abuelo del lado materno. Había sido aquel muchacho con exagerado parecido a él. Pero, ¿qué o quién era realmente ese chico?
—Seguramente tienes muchas dudas sobre tu hermano en este momento —declaró Lefuto con certeza. Colocó su mano derecha sobre la cabeza del moreno, y revolvió un poco su cabello.
—Creí que no tomarías parte en mis decisiones. —Recordó Brent a Lefuto, removiendo la extremidad de su ancestro que yacía sobre su nuca.
Decidió evitar su mirada. Estaba bastante molesto con él por no haber hecho algo para salvar a sus padres y abuelos, o tan siquiera para evitar el desastre provocado por sus tíos.
—No lo hago —respondió el Señor del Orden—. Pero si puedo alegrarme del camino que has decidido tomar, Brent.
»Lo creas o no, los magos caóticos han comenzado a forjarse a un poderoso enemigo. Hagas lo que hagas, siempre se cuidadoso.
Aquel brillo desprendido del cuerpo de la encarnación del orden aumentó su intensidad y moviéndose, sin que Brent lo notará, al ritmo de los latidos de su corazón.
La rabia, antes evidente en el muchacho, se desvaneció por completo. Ahora estaba mucho más tranquilo.
—A partir de ahora, el camino que tomes tendrá que ofrecerte muchas respuestas ante las interrogantes que no te dejan vivir en plena tranquilidad —aseguró la omnipotente voz del Señor del Orden.
Brent recibió aquellas palabras. Quería seguir hablando con ese tipo. Su alma anhelaba seguir con dicho encuentro.
La silueta de aquel hombre desaparecía ante la incrédula vista del moreno. Se quedaría con más asuntos por resolver; empero, decidió confiar en que el rumbo que había tomado para concentrarse en controlar su poder. Sólo así podría ser verdaderamente útil para defenderse de la persecución de la que era víctima.
Poco a poco, y ya en su mundo, sus ojos comenzaron a abrirse, capturando la danza de algunas hojas y hierbas que bailaban al son del viento, y este último, silbó suavemente en sus oídos.
Tuvo que ver a su antepasado Lara darse cuenta de que sus propias emociones lo habían afectado bastante, y por ello, tuvo aquel extraño viaje onírico. Aunque no le parecía que fue del todo un sueño.
«¿Será que viajé al mundo de Ifero?», se cuestionó tras recordar lo dicho por aquel joven.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó a Oswald llamándolo por su nombre.
—¡Ya veo que si estás bien despierto! —dijo aquel joven con una sonrisa—. Necesitamos a alguien aquí que sepa cocinar, ya que los hongos que trae Mike consigo se ven más tóxicos que mi tía Mariana.
En el rostro del chico se dibujó una sonrisa al recordar con cariño una actividad que compartía con su querida abuela, pero también bo pudo evitar reír ante el mal chiste de su mejor amigo.
Fue así que se acercó a los demás. Él cocinaría para ellos.
—Ciertamente Oswald no mintió con lo de los hongos —advirtió el menor a los demás—. Lo siento mucho, Mike, pero estás cosas son bastante peligrosas para un humano.
[...]
Desde una dimensión desconocida, y recargado sobre el tronco de un gran árbol, aquel chico llamado Brett veía con interés todos los movimientos de su hermano mayor.
—Tal vez debí decirle más —Se sentó sobre el pasto y recargó su más su espalda sobre el tronco. Bostezó y se rascó la oreja con un pie, muy al estilo de un perro.
Una mueca de tristeza se dibujó en su rostro, pero también, apretó los puños y el rostro también. Ahora irradiaba frustración. Él anhelaba con todo su ser el estar en el mundo en el que su hermano se encontraba, para tener una vida de ensueño y declarar su amor por la chica de la que estaba completamente enamorado.
Jamás podría volver a ese lugar si su hermano no le cedía el control de un cuerpo físico que en realidad los dos compartían.
—¡Maldigo el día que me dejaste sin cuerpo propio, Brent! —protestó, golpeando el suelo con su mano derecha—. ¡No es justo que tenga que estar encerrado en este aburrido espacio!
»¡Yo quiero estar allá afuera, divirtiéndome en tonterías y media!
»Al menos tengo algo que tú no. —Su rostro dibujó una sonrisa maligna; empero, soltó en llanto en tan sólo unos segundos.
Debido a que era un joven caótico por naturaleza, Brett disfrutaba actuar como un villano, pero no fue criado para convertirse en un ser del caos por completo. También debido a su ascendencia del orden, se debatía siempre entre lo correcto y sus anhelos. Su corazón siempre se hallaba en constante guerra consigo mismo.
Era el más sentimental de los trillizos. Había uno más. El tercero permanecía dormido, mientras el menor y más inquieto siempre renegaba de no vivir una vida diferente.
El otro también se parecía con exageración a Brent. Este se encontraba soñando con sus dos hermanos, teniendo un viaje los tres juntos en un auto, cantando y diciendo chistes estúpidos.
Jenna estaba a su lado, cantando al mismo ritmo que los tres, y mostrando una blanca y bella sonrisa que dejó encantado a este jovenzuelo.
Se tomaron de la mano, mientras el mayor siguió conduciendo lentamente, pero contento de estar con la chica más maravillosa del mundo.
—Me alegra que al fin estén juntos —dijo Brent con un aire de alegría y respeto por su otro hermano.
—¡No les des ánimos a esos dos, ya que Jenna no nos quiso ninguno de nosotros, hermano menso! —protestó el que se llamaba Bretley.
—¿Acaso no hay día en el que no te la pases gruñendo, Brett? —cuestionó el de ojos negros para el de ojos carmesí.
—¡¿Y tú no tienes día para dejar de estar pendejo?! —bramó el menor, y volteó para otro lado.
—¿Me van a hacer detener el carro solamente para tener esa charla sobre llevarse bien, como el par de hermanos menores míos que son? —inquirió el tercero en discordia, mostrando una mirada cuasivacía, pero tenebrosa que se reflejó en el espejo delantero.
Los ojos de este jovenzuelo eran de un verde esmeralda.
Los dos detuvieron su pijín entre hermanos, y el mayor, de ojos esmeralda, siguió su camino.
—Me alegra que sepas lidiar con las peleas de estos dos —susurró Jenna para el muchacho, pasando su mano por el hombro de este.
—Es mi deber detener sus peleas como el mayor de los tres —replicó con rubor en sus mejillas—. Papá y mamá siempre han dicho que son bastante guerrilleros, así que los ayudo a mantenerlos controlados.
»Brett es el caótico —se carcajeó, mientras el aludido rugió con indignación—. Brent es quieto cuando no le das razones para enojarse, aunque es el más resiliente de nosotros.
—y tú eres el mejor de los tres —afirmó la chica, acariciando la mejilla del mayor de los carnales—. Te amo.
Sin embargo, él sabía que esto era un sueño. La chica no era su novia, y al único que debía de regañar de vez en cuando, era a Brett, mientras que Brent estaba bastante distante.
Quería salir a ese mundo para poder conocerlo y abrazarlo por primera vez en la vida, pero estaba confinado a otra dimensión.
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