El Guía

Recordé aquella noche llena de tragedia para usted. Mi primer nocturno día en el que por primera vez vi la luz de su ciudad natal con mis propios ojos.

Esa noche debió ser la peor que ha tenido en toda su vida, mi joven amo. Recuerdo que se encontraba cerca del cadáver de su madre, con miedo, llorando y gritando, ya que era lo único que podía hacer al ser tan sólo un pequeñito de unos cuantos días de haber nacido.

Tan pequeño e inocente, al igual que necesitado de atención. De todo mal carente. El mundo era tan vasto y aterrador, pero el perder a sus padres debió ser devastador, amo Brent.

Aquel mismo evento me dio el regalo de la vida, a pesar de la terrible tragedia. Nuestros destinos se cruzaron por vez primera desde dicho momento. No importa que no esté enterado todavía. Yo fui testigo de que fue amado por aquellos que hicieron posible su existencia en el mundo. Tengo más de una razón de estar pendiente de usted.

No puedo olvidar lo triste que se veía cuando no recibió respuesta de su «mamá y papá» tras pedir su ayuda, por lo que lo cargué en mis brazos, y lo llevé a la altura de mi pecho para reconfortarlo hasta poder saberlo quieto.

Hablé en voz baja para usted. Ya no lloraba, así que me sentí relajado. No merecía estar solo, pero no sabía a qué lugar podría llevarlo, o si era mi deber hacerme cargo de usted en aquel instante, pero aprendería más en el futuro.

Lo dejé de vuelta en el auto cuando escuché ruidos de lo que llaman «sirenas de emergencias», y dejé de ser visible para no ser visto. Pensé que las personas que llegasen se harían cargo y lo llevarían al lugar más adecuado para no pasar el resto de la vida en completa soledad. Afortunadamente, tuve razón.

Sería llevado a aquel lugar en el que creció casi todo lo que lleva respirando.

Ellos ni siquiera sus abuelos se percataron de mi presencia en los días posteriores a cuando fue acogido en su hogar.

Hago un énfasis en la madre de su padre, pues está podía leer mentes, a excepción de la mía, y tampoco la suya debido a algo propio que sabía que tendría que hacer por un encargo especial.

A veces lo cubría con sus mantitas de bebé cuando veía que tenía frío en las noches de invierno, y provoqué tensión en aquellos que fueron sus figuras parentales.

Estuve en aquella casa, al menos hasta asegurarme de que sus abuelos cuidarían de usted, ya que tenían dudas respecto a la mujer que le dio el don de la vida en este mundo.

De vez en cuando volvía para cargarlo en las noches y mecerlo sumamente, tal cual fue el deseo de sus padres antes de morir.

Ellos querían que se sintiera acompañado durante las noches para que las sombras que se dibujasen no fuesen aterradoras para usted.

También, se debía en parte a lo que yo quería hacer; empero, yo me sentía bastante cercano a usted, como si para mí fuera un hermano menor.

Aunque, pensándolo bien, a un sentimiento difícil, o hasta imposible de explicar.

Sabía que todavía debía conocer más de lo que se me fue asignado al momento de ser creado.

¿Respecto a mi existencia? Está se hizo una realidad gracias al amor, y los efectos del último hechizo que sus padres realizaron para protegerlo del accidente que les arrebató la vida.

Fue un milagro que obtuviera una forma humana. Aunque desde ese mismo acontecimiento, sentí que algo faltaba, y es por ello que decidí alejarme, pues una voz en mi cabeza, antes de surgir, me dijo: «además de protegerlo, tienes una misión que desconocerás hasta que te sea revelada».

Fue así que entendí que no podría estar siempre al pendiente de usted, por más que quisiera hacerlo, al igual que un día tendría que partir.

Prometí volver cada que pudiera, pero también, vigilarlo de lejos.

Y aunque usted era pequeño, podía sentir que algo en su vida ya faltaba. Su joven corazón anhelaba un amor y cariño que sus abuelos no podían darle, y que le faltaría el resto de su vida.

Desde ese momento supe de lo compleja que podría ser la humanidad. Si bien algunas figuras pueden ocupar ciertos cargos de otras ausentes, siempre queda algo, como una especie de vacío permanente.

Aunque no estaba a mi lado, pude sentir siempre su tristeza y dolor que lo acompañaron en años posteriores. Tenía miedo a ser abandonado, una vez más, y en años posteriores se metería en problemas para llamar la atención de las personas que cuidaban de usted para verlos.

Con el tiempo, «abuelo» y «abuela» se volvieron muy diferentes a escuchar «mamá» y «papá». Sus actitudes tampoco eran igual a aquellos padres que siempre acompañaban a sus hijos.

Usted mismo estaría dando con aquello que hacía falta para consigo; y yo, todavía estaba buscando una razón más de estar.

Sus sentimientos se transmitían hacia mí.

Y cuando tenía tres años, tanto usted como yo, a pesar que yo aparento más edad desde que pude ver el mundo por ve primera con mis ojos, nuestros caminos se volvieron a cruzar.

Fue un evento de exhibición de espadas, empezando por un evento de algo llamado Kendo o algo así. Se trataban de armas similares a una espada, pero con cierto arte y toques mucho más elegantes.

Durante aquella exposición de talento de esgrima, su abuelo se reuniría con gente importante para una charla de negocios, y su abuela se quedaría con usted durante más tiempo, hasta ese momento en el que ella necesitaba encontrar un baño para hacer sus necesidades.

Ella no quería dejarlo solo debido a que usted era muy joven. Recuerdo haber estado cerca, sentado en el asiento de atrás, debido a que nadie más lo iba a ocupar, y también recuerdo que me ofrecí a cuidarlo ante la desconfiada mirada de la madre de su padre, especialmente porque mi mente no pudo leer.

Prometí que solamente era un pequeño gesto cordial, y una labor social. En realidad, jamás le haría daño. Mi trabajo era cuidarlo.

Usted no parecía dudar de mí, y su mirada estaba más atenta al espectáculo que presenciaba, como si buscase algo más con su sentido de la vista.

Su abuela se marchó en cuanto notó que estaría allí, sin malas intenciones para con mi joven amo.

Al poco tiempo, me senté a su lado tal como habría advertido a la dama Denisse, y me presenté como KR.

Usted seguía atento, con un brillo espectante y mágico en los ojos. Un aura blanquecina lo cubría en aquel momento, y únicamente yo pude apreciarla. Se sentía tan en paz, que hasta mi corazón se regocijo de alivio.

La calidez de su felicidad y la sonrisa que le hacía compañía, siempre fue grata para mí.

A unos cuantos minutos más, de dio paso a algo que llamó más su atención. Se trataba de la presentación sobre la leyenda de «Las espadas danzantes».

Varios tipos de estas fueron incluidas, siempre en dúos. Se decía que replicas y falsificaciones habría por montones, lo que representó tanta espada en el momento.

Sus ojitos de un chiquillo de tres años brillaron todavía con una mayor intensidad.

Era como si sintiera un llamado mágico. De pronto, dos espadas enormes, cubiertas de algo que simulaba un brillo plateado o azulado en una, y en la otra, rojo, se mostraron ante el público.

«En la cima de la torre más alta de este mundo, se haya uno de los tesoros más codiciados.

Solamente aquel que de sangre del gran constructor, y cuyo corazón haya enfrentado la prueba más difícil, podrá abrir la puerta.

Dos que serán el arma de uno, lo acompañarán, incluso después de su caída en las tinieblas», dijo, o se escuchó decir a una voz desde un megáfono.

Usted estaba tan ocupado, apreciando aquello de lo que era testigo, que mi presencia era prácticamente nula, dando paso a una alegría sin igual que dio cobijo a su corazón que anhelaba ser apadrinado por un brillo de esperanza.

Un pequeño tan lleno de anhelo y ganas de expresar su amor por lo que lo rodeaba, merecía tener sus momentos de felicidad.

Cuidar de usted fue grato, y verlo tan contento, todavía más. Estaba cumpliendo con mi deber, así que me sentí pleno al permanecer a su lado.

Para mí, usted ya era el elegido. Aquel, cuya mirada sería más intensa que la del resto. Aquel que admiraría la danza, y estaba destinado a contemplar la verdadera.

No tenía la respuesta sobre su sangre. Al menos no toda. Sabía que su descendencia era mezcla de las llamadas: fuerzas dominantes.

Caos y Orden, una combinación bastante peculiar. Tal vez hacía juego perfecto con lo que los humanos decían: «los opuestos se atraen».

Impresionante y casi único, pues en el mundo, aunque no lo crea, hay otros como usted. Una vida tan peligrosa y codiciada, que los hace caer en la desdicha.

Tenía que hacer lo posible por proteger la sonrisa que se posó por su rostro.

Por los que llegué a saber, mis sospechas se posaban sobre su joven mirada. Su destino sería grande, lleno de peligros y momentos agridulces, pero algo se tendría que hacer para acompañar a un chiquillo de tan solamente tres añitos.

Sabía bien, desde el momento que sus padres murieron, que por aquel tiempo estaba a salvo. Sus padres habían dejado incompleta aquella bebida en su biberón, una que completé, pero que no podría seguir administrando bajo el peligro de ser descubierto por sus abuelos, quienes seguramente creerían que yo representaría una amenaza.

Si su destino era asegurado por los caminos de los que formulé varias hipótesis y caminos trazados, su destino era un asunto del que poco tendría que preocuparme. Aunque claro, podrían existir variables fuera de mi control.

Y fue justo, cuando estuve por partir a mi asiento, cuando finalizó la danza de las espadas, que abuelo apareció detrás de nosotros. Su rostro, arrugado, y repleto de viéndome una punzo cortante desconfianza, era verdaderamente aterrador.

—¿Quién eres tú, y qué haces cerca de mi nieto? —inquirió su yayo con los puños apretados y una mirada que indicó que estaba preparado para el ataque.

—Estoy aquí debido a que la mujer que estaba cuidando del chico fue al sanitario y me ofrecí a cuidarlo —respondí sin miedo alguno—. Ya ha tardado, pero no debe tardar en volver.

»Puede estar tranquilo de que el niño no pasó por nada malo, y de hecho, parece que la presentación que acaba de finalizar le ha gustado mucho.

Usted seguía perdido en espera del siguiente acto en el evento. Yo me levanté, para marcharme a mi asiento.

Nada malo le sucedió en mi guardia, a pesar de la molestia de Brenton Leonel. El hombre todavía tenía sus ojos acusatorios sobre mí, pero usted se acurrucó en sus brazos cuando su abuela llegó.

Empezó a hablar con ambos, posiblemente sobre lo que vio. Parecía encantado, y sus yayos, parecían contentos con sus anécdotas.

Una vez que todo el evento dio por finalizado, me marché antes que usted y «los suyos».

Sabía, pues, que volvería con ellos para reponer energías en el lugar en el que se estarían hospedando.

Me encontré con quién parecía ser un mayordomo bien vestido y un aura peculiar que tenía algo que me recordaba a usted, joven amo.

No sentí peligro alguno. De hecho, a diferencia de su yayo, parecía tener cierto interés en mí.

—Veo que eres una extraña criatura con apariencia humana —declaró el tipo—. A mí me puedes llamar Lefuto, si te place.

Aquella declaración me tomó por sorpresa. Me hallaba frente a frente con el Señor del Orden, y ancestro suyo. ¿Qué era lo que buscaba de alguien como yo?

Ni siquiera yo le podría dar la explicación adecuada si alguna vez me lo llegase a preguntar.

—No temas, jovencito —pronunció su ancestro—. Puedes estar tranquilo de que nada va a pasarte.

»En primer lugar, quiero agradecer por cuidar del pequeño Brent, todavía un joven frágil y dependiente de otros.

»En segundo lugar, el hechizo que te dio la vida, ha ligado tu vida a la suya, y hay pocas cosas que pueden intervenir en el vínculo entre ustedes dos.

—¿Podría explicarme más? —cuestioné al Orden máximo.

—Me temo que eso sería darte todas las respuestas de las interrogantes que debes descubrir por cuenta propia —replicó aquel ancestro suyo—. Lo que si puede decirte, es que si su vida tuviera un fin hoy, la tuya también.

»Cuida de ti tanto como de él, muchacho.

El hombre chasqueó los dedos, y sentí ardor en mi mejilla derecha. Escuché sus sollozos y volteé por detrás mío. Usted tenía un pequeño corte en la mejilla. Sus abuelos estaban tan pendientes de ustedes, que no nos prestaron atención.

Vi que su abuelo lo consolaba haciendo muecas extrañas hasta conseguir que soltara unas carcajadas.

Fue a sus brazos, y yo pude, sentí su alegría y la calidez de los brazos de su abuelo, como si yo también estuviera allí.

—Veo que has descubierto más de lo que he tratado de explicar para ti, KR —mencionó el mayordomo con una serena gracia—. Los dolores y otro tipo de malestares del pequeño los has sentido también.

»Aunque, no puedes ni debes estar siempre a su lado.

Esas últimas palabras fueron algo que no esperaba escuchar del Señor del Orden.

Se suponía que mi misión más importante era cuidarlo.

—Sé que tienes dudas respecto a lo que acabas de oír, y es justo que lo sepas —contestó su ancestro—. Por ello te dije justamente lo que quería que escucharas.

Aquel ancestro suyo era en verdad un misterio. El tiempo a nuestro alrededor suyo se detuvo, y todo tomó una coloración entre verdosa y grisácea.

Lefuto se marchó a paso lento, y yo no pude ni mover un sólo músculo hasta que lo perdí de vista.

«Vaya sujeto más peculiar», pensé cuando ya no estaba a la vista.

Todo volvió a la normalidad. La gente comenzó a moverse de nuevo, las aves volaron, las nubes eran arrastradas por el viento.

Algo en mí se movió por completo. Así que tendría que averiguar mucho más de aquello que si ancestro trató de decirme.

Durante los siguientes años, entendí que el mundo escondía la presencia de aquellos que buscan hacerse con usted.

Se han ido organizando poco a poco, y con planes de lograr dominarlo todo. Si se hicieran con su presencia, sus demás propósitos llegarían lentamente.

He escuchado que usted es la pieza más valiosa en su tablero de ajedrez en tiempos recientes, pero en el pasado, escuché que buscaban a otros similares.

Han estado al pendiente de las profecías, y tontos no son. Creen en verdad que les sería «el más importante de todos», pero la sangre del resto sería igual de digna.

Otros similares a usted, joven amo, han preferido quitarse la vida. Algunos todavía vagan, ignorando sus destinos, otros más lo saben, y han enfrentado repudio tan parecido al que pasó en su lugar de origen.

En tiempos recientes, tres son los más jóvenes, cuyos padre han estado igual de temerosos por su futuro, pero únicamente un progenitor de aquellos chicos está tan desesperado porque su retoño no sea encontrado, que volvió a con los magos del caos para encontrar a alguien como su hijo, o incluso a usted, joven amo.

También se han metido con otras vidas para agrandar sus ejércitos. La gente que queda en el centro del conflicto entre Caos y Orden ha tenido que enfrentar las peores desdichas.

La historia no habla de ellos, y los olvida por completo. Algunos de estos tienen suerte si los dejan vivir.

Tal vez por eso no ha escuchado de pequeños pueblos, pues en su mayoría han sido azotados por las fuerzas del opuesto a Lefuto, pero en el pasado, las fuerzas del Orden tampoco les dieron tregua.

La vida e historia han estado siempre manchadas de sangre y sufrimiento. Su vida, joven amo, no es la excepción a la regla, y es altamente probable que el futuro siga siendo tan gris como ahora.

La vida de los descendiente de las dos fuerzas dominantes de este mundo es cruel, y llena de tropiezos, pero confío en que será alguien capaz de hacer frente a la adversidad, y cuando no sea posible con los recursos que cuente, pedirá el apoyo necesario para no caer en las temibles profundidades de un corazón hecho pedazos.

Lo he visto hacer grandes amigos, de los que tal vez, aunque idealizó demasiado, siguen a su lado a pesar de los altibajos que han tenido desde que dejó El Reino Central.

Lo sé bien porque usted desde muy chico, ha tenido la fortuna de encontrarse con un verdadero amigo como ha sido Oswald, alguien que siempre ha estado a su lado y busca protegerlo a toda costa.

Jenna, a pesar de sus inseguridades hacia con usted, prefiere estar cerca, ya que no lo quiere ver sufrir.

A pesar de que usted se aferró tanto al amor de aquella chica, y no ha sido correspondido, ella realmente prefiere ser su apoyo.

Algunos más se han sumado en meses recientes, y más pronto de lo que cree, sus destinos serán puestos a prueba, ya que alguien se ha asegurado de esto que acabo de decir, aunque no estoy seguro de cuál de ellos.

Oswald está muy enfocado en lograr un potente hechizo para cubrir su rastro.

Jenna está ocupada en ser amiga suya y novia de alguien más, pero parece esconder muchas cosas.

Mike, primordialmente lo ve como un hermano pequeño, pero dudo que esté relacionado, ya que es el que más se ha abierto con usted.

Sue realmente está en una etapa muy hormonal, y se deja caer ante cualquier chico.

Umar es en parte, muy indiferente a lo que no tenga que ver con los estudios.

Ulises y Nico se acaban de integrar al grupo, por lo que no creo que hayan sido alguno de este par, o incluso, ambos.

Esto me lleva a sospechar de dos más que lo acompañan.

Uno de ellos se ha revelado como el hijo del Señor del Mal para usted y los que lo rodean.

No sólo basta con esto para refutar mis sospechas que recaen sobre Ifero. Este sujeto que viene de un mundo distinto al suyo, oculta bastante.

Además, cuando usa su poder tiende a descontrolarse y disfrutar del tétrico espectáculo que llega a crear.

Del otro lado, y del mismo mundo, pero no de origen, tenemos a Joel. Este tipo haría cualquier cosa que Ifero le pidiera, y su aparición me parece todo un misterio. Puedo ver qué desconfía de sus habilidades, joven amo.

Tal vez crea que no es digno de lo que está por enfrentar, aunque seguramente obedeció lo que Ifero le ordenó.

De cualquier modo, ahora me encuentro observándolo desde cerca una vez más. No me es permitido interferir de manera directa, ya que se me ha dicho que debo aprender de lo que hay a su alrededor.

Usted, aunque abrazado por Ifero, se ve tan lleno de sosiego durmiendo. Es como si las llamas de la inquietud no estuvieran presentes una vez más.

Su vida ha reafirmado su camino y determinación. Lo veo capaz de enfrentar el devenir de sus actuales días.

Creo que no tengo más que decir que confío en que se apoyará en el rumbo que decidió tomar.

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