El Caos De la Oscuridad

Los pasos de aquel hombre y su mujer eran apresurados, al mismo tiempo que buscaban proteger a su pequeño de ser capturado por los magos caóticos que seguramente estaban allí para dar con él, y que habían sido enviados por Okuros. Néstor, el padre de aquel pequeño de casi cinco años lo sabía bien desde que se involucró en una relación con la mujer de la que se enamoró. Ella era una descendiente del Señor del Orden, así que sus hermanos no se detendrían hasta dar con su pequeño para llevarlo ante el ser más temible de la existencia.

—¡No dejaré que le pongan sus sucias manos encima a mi hijo! —espetó en hombre de cabello oscuro y ojos rojos como la sangre.

Él vestía de manera formal, aunque su cabello de corto tamaño y totalmente oscuro contrastaba con su atuendo en un gris pálido, al igual que el calzado que llevaba en sus pies.

La mujer llevaba puesto un elegante vestido blanco que llegaba a un par de centímetros arriba de sus rodillas. Era un día caluroso, y está fue la razón por la que eligió llevar algo que le fuera cómodo, pero su tranquilidad se esfumó cuando observó nuevamente a la Secta oscura rondando por las calles de Ciudad Sombría. Ellos iban a por su pequeño una vez más.

Los hombres vestidos con enormes túnicas negras con capuchas tenían rodeada a la pareja. El pequeño lloraba en los brazos de su madre, mientras gotas de sudor frío recorrían la frente de su papá. El chiquitín estaba completamente aterrado al no tener una mínima idea de que era lo que ocurría a su alrededor. Solamente podía escuchar el nerviosismo con el que sus progenitores se manifestaban y sus respiraciones agitadas.

—Sandra, te pido que tomes a Alejo y te vayas de aquí. —Los brillantes ojos rojizos del hombre estaban clavados en los verdes de su esposa, quien seguían sosteniendo en sus brazos a su bendición.

—¡No les voy a dejar acercarse a mi hijo! —bramó la mujer.

Este fue el detonador para algo en la mente del pibito. Supo así que los extraños realmente lo buscaban a él. ¿Por qué? ¿Eran realmente malas personas? ¿Le harían daño a sus padres?

El temor ante lo desconocido era tan abrumador. El chico no quería que le hicieran nada a sus papitos, y tampoco quería que lo separaran de ellos. Alejo, como lo llamaban sus padres, comenzó a gritar de manera frenética y desquiciada. Acto seguido, una aura de una energía de múltiples colores comenzó a rodearlo, sorprendiendo a todos los presentes.

—¡Alejo! —gritó el padre de aquel chiquillo, sintiendo un enorme terror ante el despliegue de poder de su hijo, además, temiendo que fuera a hacer daño a su madre y a sí mismo—. ¡Sandra!

Entonces, observó cómo los magos caóticos de la oscuridad caían uno tras otro como si fueran unas meras e insignificantes fichas de domino. Las siluetas de su esposa e hijo se hicieron visibles al poco tiempo, dejando entrever que ambos llegaron a salir completamente ilesos a pesar de que el pibito había perdido la consciencia por tanto poder que usó sin medidas.

—¡Están bien! —chilló el hombre entre lágrimas de asombro y la felicidad de ver qué su familia estaba todavía allí.

—¡Néstor! —gritó la fémina al ver a su esposo de pie.

El masculino corrió a abrazar a su esposa e hijo. Ellos se encontraban a salvo, desconociendo que alguien similar a su hijo enfrentaba también la aparición de los hijos del Señor del Caos.

Por su parte, el chico podría estar relajado. Había conseguido vencer a sus perseguidores; empero, Ciudad Sombría ya no era un lugar seguro para tratar de ocultarse como habían llegado a pensar.

«Al menos mi familia sigue a salvo por este día», meditó Néstor.

—Amor mío, ya nos han encontrado dos veces —dijo el hombre a su mujer, y después, tragó saliva—, por lo que creo que debemos buscar un nuevo lugar para vivir.

—Tienes razón. —replicó Sandra—. Sólo me preocupa lo organizados que lucen ahora tus hermanos.

Néstor rodeó con su brazo derecho a la mujer que tanto amaba. Aunque el futuro de Alejo era desconcertante, estaba feliz de ser su padre. No había honor más grande que el ser  progenitor de un chico tan amable y tierno como él.

[...]

El mago caótico de la oscuridad había vuelto a aparecer una vez más, encontrándose totalmente listo para volver a causar nuevos problemas para su sobrino. Brent y los panas se encontraban acompañados, mejor dicho, rodeados por las «legiones» de Kendall, por lo que escapar no sería nada fácil. La única opción viable, era enfrentar a la secta oscura nuevamente.

«Espero que esos otros inútiles encuentren a nuestro otro objetivo», meditó Kendall, escupiendo en el suelo. Movía el pie izquierdo frenéticamente e impaciente.

El mago del caos se burló de su joven sobrino y compañía, pero no advirtió que el hijo de su hermana estaba dispuesto a cambiar la situación. El propio Brent se sentía mucho más confiado para enfrentar al mago de la oscuridad tras los resultados conseguidos mediante su entrenamiento. Sentía que era el momento de mostrar todo de sí mismo.

—¡Oye tú, gran pedazo de mierda de. dragón! —gritó el moreno para llamar la atención de su oponente—. ¿No te interesa ver lo fuerte que me he vuelto, asqueroso saco de caca de un drosae?

—¿A quién carajos llamas «pedazo de mierda de dragón»? —exigió saber Kendall, muy molesto por el comentario de su sobrino, además de que pisoteó una y otra vez el piso—. ¡Tú eres un pedazo completo de mierda de dragón, maldito mocoso estúpido!

»¡Quizá debería llamarte «mierda de dragón»! 

—Tú solamente eres un enorme pedazo de mierda, porque eres tan imbécil, que ni a mierda completa llegaste —respondió el muchacho para hacer enfurecer a Kendall todavía más.

Mientras tanto, él reía a carcajadas ante los insultos que lanzaba contra el albino adulto. Era bastante divertido meterse con este ya que hacía berrinches cual niño pequeño.

Sin embargo, Jenna le dio un golpe justo en la cabeza para evitar que este siguiera soltando malas palabras. El morro se encogió del dolor, y su amiga comenzó a regañarlo por sus comentarios y su terrible vocabulario.

El mago caótico de la oscuridad observaba como la chica sermoneaba a su sobrino, e incluso, comenzó a burlarse de los dos como lo hizo en su primer encuentro.

—¡Ya puedo ver cuál de ustedes dos lleva los pantalones bien puestos en su patética relación! —comentó Kendall a modo de burla—. Es una verdadera lástima que mi sobrino sea sometido fácilmente por una chica gruñona y fea.

—¡No soy una «chica gruñona»! —se quejó Jenna, lanzando una piedra que Kendall logró esquivar sin mucha dificultad—. ¡Tú eres un enorme y asqueroso pedazo de mierda de dragón!

»¡Y fea tu madre! —bramó a todo pulmón.

—¡En eso estoy de acuerdo! —expresó Brent con terquedad—. ¡Ese tipo es un enorme y oloroso pedazo de mierda con un monstruo espantoso por madre!

—¡Malditos mocosos irrespetuosos! —gritó Kendall con la cara roja de furia, y dando pisotones al suelo, además de preferir todo tipo de palabras malsonantes—. ¡Ya verán de lo que soy capaz!

»¡Les enseñaré a respetar a sus mayores, asquerosas sabandijas!

—No puedo estar más de acuerdo —mencionó Umar, dando la espalda a su expupilo y a la chica—. Nunca creí que esos dos tuvieran una gran boca llena de ese tipo de vocabulario.

»Yo no los eduqué para que fueran unas personas corrientes.

—¿De qué lado estás tú? —protestó Sue—. ¿Acaso eres un sucio traidor?

—No, y ninguno —replicó Umar de una manera muy cortante—. Pero no dejaré que mi pupilo y su novia tengan malos modales.

»No estoy de acuerdo con su forma de expresarse, aunque sí les ayudaré en esta batalla.

—Este tipo es uno imposible de manejar —reclamó Mike ante lo dicho por Umar.

Jenna se llenó de furia al escuchar a Umar, y Brent se sintió un poco avergonzado, sin embargo, el chico volvió a fijar la vista en su objetivo, y este era derrotar al mago caótico. Por su parte, el hijo de Okuros ya tenía su propio plan de acción.

—Estúpidos sirvientes míos, ustedes vayan por las sabandijas que están con mi sobrino —ordenó Kendall a sus legiones—. ¡Yo mismo me encargaré en persona del hijito de mi hermana! —Su voz parecía la de una serpiente ponzoñosa.

En ese instante, y a lo lejos, una explosión multicolor tuvo lugar a unas cuantas cuadras del lugar en el que ellos se encontraban, lo que llamó la atención de los presentes.

«¡Seguramente esos idiotas la liaron!», pensó Kendall, molesto por lo escurridizo que eran los objetivos que tenía cerca de él.

Él tenía una razón para querer atrapar a Brent y al otro chico que consiguió ubicar en Ciudad Sombría. Unos años antes tuvo que dejar atrás a la mujer que amó cuando ella supo que era un mago del caos. Importaba a cada segundo que ella y el bebé que todavía estaba gestándose en ese momento pudieran permanecer a salvó si llegaba a hacerse con algún mocoso con la sangre de su padre y su tío en las venas. Así había una posibilidad de que su bendición no fuera usado con los fines que el Señor del Caos tenía en mente para su regreso.

Y cansado de esperar un ataque de su oponente, Brent usó los hechizos Depetorus y Rafaedar contra su tío caótico, con la intención de molestarlo. El chico había aprendido que Kendall era una persona que perdía la concentración sin mucho esfuerzo, por lo que sacarlo de sus casillas parecía ser una opción viable para lograr derrotarlo.

—¡No puedo creer que de nuevo utilices esas cosas de principiantes! —manifestó el hombre—. ¡Yo te enseñaré el verdadero poder de la magia oscura!

»¡Hibrirki! —exclamó.

Parecía que humo había salido de su nariz. Era como presenciar un toro enfurecido y listo para embestir de forma brutal a aquel que lo hubiera molestado.

Dos enormes corrientes de energía oscura aparecieron detrás de Kendall. El moreno observó con tranquilidad los movimientos de su oponente, e incluso no parecía estar sorprendido por ver cómo las manejaba con gran destreza. Ya sabía muy bien la manera de conseguir bloquear el hechizo utilizado momentos atrás por su tío. Sonrió, esperando el momento de ser atacado.

—¡Lánzame lo mejor que tengas! —bramó Brent—. ¡Vamos, perdedor!

—¡Maldito irrespetuoso! —gruñó Kendall—. ¡Me importa poco que no sobrevivas a esto! 

»¡Así que ya muérete, sucio bastardo!

Los demás magos del caos también comenzaron un ataque, por lo que los amigos de Brent también se fueron a la ofensiva, y a la defensiva también cuando era necesario.

El mago del caos oscuro dirigió aquellas corrientes de energía en contra de su sobrino, provocando que sus hombres retrocedieran por temor a un impacto. Los amigos del muchacho parecían estar conmocionados, mas Umar observaba el combate con curiosidad el siguiente movimiento del que fue su pupilo.

«¿Qué será lo que hará contra algo de nivel medio?», se cuestionó el chico de gafas. «Fueron dos métodos los que le enseñé».

—¡Himbrotu! —bramó el moreno, lanzando una exagerada cantidad de fuego oscuro por su boca. El carnífice tomó la forma de un enorme tigre, y con un poderoso rugido, este causó que el hechizo de Kendall se volviera en su contra.

—¡Eso no es posible! —afirmó Kendall en estado atónito, al mismo tiempo que tuvo que defenderse con un escudo de energía que no requirió de un hechizo—. ¿Cómo rayos aprendiste a hacerlo?

Umar fue el único que se molestó por el comentario del mago del caos de la oscuridad, aunque decidió ahorrarse los comentarios que tenía al respecto. El combate todavía no terminaba, y Kendall todavía tenía mucho más que mostrar, cosa que también aplicaba para su joven contrincante.

—¡No eres más que un enclenque! —gritó el mago caótico del elemento oscuro—. ¡Veamos si puedes enfrentar mi siguiente hechizo llamado Depureta!

El cielo comenzó a nublarse rápidamente. Umar jamás enseñó a Brent como contrarrestar dicho hechizo, pero parecía que el mago oscuro del orden confiaba en el juicio de su pupilo. Los seguidores de Kendall seguían retrocediendo, por lo que Jenna tuvo un mal presentimiento sobre el curso que podría tener el enfrentamiento.

—¡Contempla el hechizo roba-almas! —Señaló Kendall, y después dio una carcajada muy tenebrosa que heló la sangre, principalmente de sus allegados—. ¡Enfrentarán su propia muerte, sabandijas!

»¡Serse, Drouci, Tresere, Kratop, Tinser, Brushcho, Trosie, los siete destructores!

Siete ataúdes aparecieron frente a Brent. Aquello era un hechizo bastante avanzado y peligroso, además de un tétrico espectáculo. El muchacho no parecía estar muy seguro de qué hacer para poder enfrentar el embrujo de su oponente, pues desconocía el efecto de este. Por su parte, el mago caótico continuó pitorreándose de él.

—¡Estás muerto, sobrino mío! —comentó Kendall entre risas desquiciadas que impregnaron de una sombría bruma el ambiente—. ¡No me importa que papá me regañe por matar a su nieto favorito!

—¡Hazlo de una vez! —indicó Umar a su pupilo—. ¡Es la mejor opción que tienes!

El Heredero Del Caos Y El Orden dudaba que aquel encantamiento funcionara realmente, aunque no podía pensar por mucho tiempo. Él llegó a intuir que algo peligroso se acercaba. De esa forma, decidió usar Oferis. Sus manos fueron rodeadas por una gran aura oscura, llegando a pedir también parte del poder de su hermano menor.

—¡Me la debes! —advirtió el lado caótico de Brent—. ¡Quiero participar en el próximo combate, cuyeyo!

—De acuerdo —dijo el chico a su carnalito—. Tendrás los derechos exclusivos de enfrentar a nuestro próximo oponente.

De esa forma, Brent y Brett unieron fuerzas para hacer del encantamiento del primero algo mucho más potente. El aura oscura que rodeaba las manos del mayor de ellos se incrementó al doble, y luego, el muchacho lo lanzó en medio de los siete ataúdes. Toda esa energía se combinó, dando como resultado, una gran explosión que derribó y quemó todos los lugares de descanso de los siete destructores. Con esto, el moreno mostraba que era capaz de acceder a mucha más fuerza de la que Kendall creía que su sobrino podía tener.

—¡No! —manifestó Kendall—. ¡Es imposible! ¡Muy pocos han logrado detener la aparición de esos siete apestosos!

»¡No! ¡Esto debe ser una apestosa broma!

—Un buen mago oscuro siempre sabe tomar el mejor momento para rendirse —declaró Umar ante el asombro de Kendall—. El Heredero Del Caos Y El Orden ha demostrado ser lo suficientemente hábil.

»Me parece que incluso ha demostrado ser mucho más honorable que tú, su patético tío que es hijo del Señor del Caos.

»Para tener un linaje más directo respecto a Okuros, me has decepcionado bastante.

El mago del caos comenzó a reírse como todo un desquiciado. Un aura oscura comenzó a rodearlo, y en ese momento, todas sus «legiones» entraron en pánico. Algo verdaderamente malo estaba por suceder.

—Eso no es lo mejor que tengo —afirmó Kendall entre risas—. Ahora viene lo mejor. ¿Lo escuchas? ¡Yo si lo escucho, estúpido renacuajo!

»¡Es genial, peligroso y mortal! ¡Aquello ya viene! ¡Ellos temerán, yo tiemblo de miedo!

Brent observó a su chiflado tío caótico con confusión y temor. Él podía sentir que algo grande y peligroso se acercaba a él, como un hormigueo que recorría cada milímetro de su ser. Se le había erizado la piel, y podía sentir un gran dolor de cabeza acompañado por náuseas y una sensación de pesadez en el aire. Moverse era casi imposible.

Sue ahogó un gritó al ver que algo enorme estaba cerca de ellos. Mike observó algunas escamas oscuras; garras, enormes y afiladas garras; y Umar, una enorme cola de reptil. Kendall comenzó un frenesí de risas, como un maniaco escapado de un manicomio, pero fue noqueado por la larga y negra cola de un lagarto gigantesco.

Un enorme dragón oscuro se posó frente al moreno. El muchacho pudo sentir un ligero dolor en el pecho, como si hubiese sido atravesado por un alfiler. Además de que su lado caótico parecía estar un poco asustado y sorprendido. El enorme dragón rugió con una tremenda fuerza que provocó que los testigos tuvieran que cubrir sus oídos. Mientras tanto, este ser tenía su vista en el aire.

Brent no logró mover un músculo, prácticamente le era imposible hacerlo. Dentro de su ser, Brett podía sentir un poderoso llamado que le insistía en aparecer, rindiéndose ante sus peticiones, y rogando a su hermano que le dejara salir.

Finalmente, el dragón oscuro fijó su vista en el muchacho.

—¿Quién es el responsable de sacarme de mi letargo? —inquirió aquel ser.

Segundos después, fijó su vista en el mago caótico que había noqueado con su culo reptiliano.

—Fue él —mencionó el dragón oscuro—. Muy estúpido, pero a la vez, muy inteligente.

»Finalmente veo a mi heredero con mis propios ojos.

El chaval sintió un terrible escalofrío al escuchar las palabras del dragón oscuro. Él no podía creer que estuviera presenciando la aparición del mismísimo Okuros. Sus amigos también parecían muy asombrados y asustados ante la imponente la presencia del Señor del Caos frente a sus sorprendidas miradas.

—Veo que has tomado decisiones estúpidas, al igual que tu madre —rugió Okuros—.  Su peor error fue amar a un sucio bicho.

»Lo más decepcionante, fue que ella utilizó su estúpido amor en un patético descendiente de mi hermano.

»Caos y Orden. Nunca antes se pensó en este asqueroso mundo en juntar dos fuerzas opuestas para engendrar a un ser único. —Su devens de ojos de cavaron como agujas sobre su nieto—. El imbécil de Lefuto te hizo su heredero para molestarme. Nunca lo hizo con la intención de aumentar todo tu potencial, muchacho.

»Abandona el camino que sigues, y te prometo aumentar tu fuerza al máximo. Tú y yo reinaremos este mundo, y otros más —rugió fuertemente, provocando una poderosa ventisca que dificultó que los presentes siguieran de pie.

Brent y su lado caótico se sintieron tentados a ofrecer la propuesta de Okuros, pero el muchacho se dio cuenta de que el máximo caos usaba parte de su fuerza para intentar atraerlos a su bando como si fuera un imán mágico, como si de un imán y un fierro se tratasen.

—No lo haré yo —respondió el pibe—. Tampoco lo hará mi lado caótico.

»Nosotros somos libres de elegir, y no te elegimos a ti, o a tu hermano.

—Entonces, ¿por qué viajas con algunos descendientes del orden? —cuestionó Okuros en un tono retador—. ¿Acaso tus decisiones te han segado, heredero mío?

—Ellos no tienen nada que ver —contestó el vato con una mirada desafiante—. Ya te he dicho que yo tomo mis propias elecciones.

»Estoy seguro de que los conocí por cierta razón, que por cierto, no te incumbe.

—No puedo estar más de acuerdo contigo, mi joven nieto —afirmó Okuros, observando a los panas del muchacho—. Los aceptaré como un sacrificio para aumentar mi poder.

El Señor del Caos abrió su hocico. Una gran bola de energía oscura comenzaba a formarse en su interior. Brent comprendió que debía de hacer algo para proteger a lo más preciado que le restaba en el mundo. No quería que las cosas terminaran como en El Reino Central.

—Estúpido hermano mayor, dame la oportunidad de enfrentar al bastardo —pidió Brett—. Me la debes, y yo tengo algo en mente.

El chico realmente se debatía entre pelear por su cuenta, o dejar que su lado caótico saliera a dar un paseo, con el peligro de que este aceptara unirse a la encarnación del caos.

No obstante, el menor tuvo que recordarle esa promesa al mayor quien quería resistirse, pero él nunca había roto su palabra en su vida.

—¡De acuerdo! —manifestó Brent, aunque protestando por ello—. Tomarás el control, y yo saldré si algo malo ocurre.

«Al menos no está tan tarado como yo creí», manifestó el de ojos rojos.

—Mi deber es protegerte como hermano mayor —dijo, compartiendo una mirada cómplice con su hermano pequeño—. Si te lastiman, me avisas y salgo a darles un coscorrón a los que te hagan daño.

Brett aceptó de mala gana el comentario de su consanguíneo, aunque tomó el control del cuerpo que ambos tenían que compartir. Finalmente, el moreno de ojos rojos se presentó ante su abuelo, el mismísimo Señor del Caos.

—¡Alto! —clamó Brett—. ¡Es a mí al que buscas, abuelo!

Okuros fijó su vista en el muchacho, y pudo reconocer a su verdadero heredero en Brett.

—Veo que has tomado la decisión correcta. —mencionó Okuros a manera de felicitación para el hermano de Brent—. Ahora, tú estarás a cargo de destruir a los dos descendientes de Lefuto que están a mi derecha.

Mike abrazó a su hermana. Los dos no podían creer que Brent hubiera cedido a las peticiones de su lado caótico.

Mientras tanto, el menor de tres observó con malicia a los descendientes de su otro ancestro.

—¡Qué empiece la diversión! —declaró.

[...]

Caminando despacio, y con su retoño en brazos, Néstor y su mujer avanzaban. El cansancio y la preocupación por el futuro del chiquillo eran inminentes.

«Alejo es más fuerte de lo que pensé, pero, ¿realmente tiene que ponerse en riesgo aunque sea para protegerse?», meditó.

Se detuvo a observar el cielo. Un aire helado recorrió su nuca.

—¿Qué pasa, amor? —inquirió su esposa, recargando su rostro sobre su espalda.

—Tengo un mal presentimiento —confesó, y miró a su hijo durmiendo plácidamente. Era pequeño para su edad, pero lo amaba con toda su alma.

Alejo fue prematuro, y a pesar de las dificultades, fue anhelado y querido. Sus padres temían las consecuencias, pero recorrerían toda la esfera con tal de ponerlo a salvo, a excepción de algo.

—No estoy seguro de querer que tome aquello —pronunció el hombre, dando un beso en la nuca de su bendición.

Se detuvo un momento y se sentó sobre la banqueta, todavía cargando con su retoño. Estaba cansado de correr, pero ver a su chico haciendo uso de sus poderes le dio esperanzas. No debían negarle la oportunidad para defenderse, especialmente porque estarían a su lado en todo momento para enseñarle a luchar.

—Hoy Alejo nos mostró que es un chico que con una adecuada instrucción, puede hacer cosas geniales. —Se aferró al chico, ya que aunque presenció la fuerza de este, no quería que saliera lastimado—. Yo confío que podremos defenderlo, y hacer que él se valga por sí solo también.

»Sandra, nuestro deber como sus padres es protegerlo y cuidarlo, pero lograr que crezca y que un día vuelve con sus propias alas.

En ese mismo instante, Alejo despertó. Estando en compañía de su familia, en el calor de los brazos de su padre, sonrió y se acurrucó en su pecho, encontrando la seguridad y cariño en su progenitor.

—Tienes razón, querido mío —replicó la esposa de Néstor—. Creo que mis miedos e inseguridades me dejaron ciega ante el potencial que nuestro pequeño tiene en su interior.

»Temía, sigo temiendo por su futuro, pero creo que juntos podemos lograr que crezca como un chico común y corriente, verlo divertirse, hacer amigos, y tal vez, también él tenga su propia familia.

El pequeño, aunque no podía entender las palabras de sus padres, sabía que sus padres estaban asustados, así que se despegó de su padre, para saltar y darle un piquito en la mejilla. Se aproximó a su madre para abrazarla y acurrucarse en su regazo.

—Esto es lo que tanto hemos anhelado estos años, desde que me cantaste esa ridícula canción en el bar, Néstor —pronunció Sandra, sobando cariñosamente la espalda de Alejo.

—Te amo tanto, Sandra —entonó Néstor para su esposa—. Y a nuestro hijo también.

»Son lo mejor que me ha ocurrido en esta vida. —Sonrió para su familia y se levantó.

Estaba dispuesto a ayudarlos a levantarse, cuando de pronto, el ambiente se tornó tenso para él. Alejo comenzó a temblar, provocando el cobijo en los brazos de su mamá.

«¿Qué es es lo que estoy sintiendo?», se cuestionó Néstor, llevando la diestra a la altura del corazón.

Aterrado, volteó a ver a su familia. Sentía una fuerza poderosa y atrayente, como si fuese un espectral susurro magnético, fue así que se dio cuenta de lo que estaba pasando.

El chiquillo seguía temblando. Sentía una presencia tan aterradora que le provocaba un profundo sentimiento de miedo. Quería irse junto a sus padres.

—Tengo miedo, mami —pronunció Alejo con voz temblorosa.

—¿Qué es lo que sucede, Néstor? —preguntó Sandra, incapaz de sentir lo mismo que el hombre que tanto amaba y su hijo.

Alejo se aferró a ella todavía más, cuando a la distancia, el feroz rugido de una enorme bestia heló sus cuerpos.

«¡¿Ese es él? ¿Mi padre?», meditó Néstor con el cuerpo tiritando ante el pánico.

—¡Tenemos que marcharnos inmediatamente, Sandra! —advirtió el hombre, y la mujer asintió.

—Ve con papá, hijo —habló Sandra con una voz dulce—. Él te protegerá porque es un hombre muy fuerte.

—Y con la gran vista de mamá, nada te hará daño —prometió Néstor.

Alejo se soltó de su madre, y se permitió ser alzado por su progenitor.

«Parece que no se ha dado cuenta de que estamos aquí», reflexionó Néstor, entendido que su estancia en Ciudad Sombría tenía que llegar a su fin.

Comenzaron su camino para dejar el lugar, cuando de pronto, unas sombras se alzaron frente a ellos, dando forma a gárgolas, diablillos, quimeras y arpías.

—Estas cosas deben ser creaciones de mi padre —declaró Néstor—. Sandra, tengo que pelear para proteger a nuestro hijo, toma a Alejo y no dejes que se le acerquen.

La mujer se dispuso a acatar las instrucciones de su amado, pero este, confundido, tenía una sensación de peligro que calaba en su estómago.

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