El Bosque De Los Lamentos

Dragtor continuaba volando, mientras el ocaso anunciaba su presencia en el cielo. Nadie había dicho ni una palabra desde el último escape. Jenna y Oswald perdieron una nueva oportunidad de reunirse con sus padres, pero estaban contentos de estar al lado de su amigo al que no deseaban dejar solo. Por otro lado, Brent volvió a sentirse culpable por lo sucedido. Los magos caóticos habían dado con su rastro una vez más, por lo que necesitaba de algo para evitar ser encontrado con facilidad.

Mike se encontraba muy asustado. Era la primera vez que alguien había atacado el campamento en el que vivía su familia. También era la primera ocasión que su hermana estaba lejos de casa, y él se sentía con la responsabilidad de protegerla y evitar perderla como pasó con el mellizo de esta, ya que no quería que ella tuviera el mismo destino que el hermano que ambos habían perdido un par de años atrás. El único que parecía estar totalmente tranquilo, era el dragón drosae. Dragtor había ayudado una vez más a su amo, y eso era algo que le hacía sentirse muy contento. El dragón le era muy fiel al joven mago del fuego, además de que le encantaba mucho el tener la oportunidad de desplegar sus alas en sus ratos libres.

Tristemente, el lagarto alado sabía que su vuelo acabaría al cabo de unos pocos segundos más, ya que Mike le ordenó que aterrizara en un bosque a veinte kilómetros de la entrada oeste de El Reino Central. Dicho ecosistema, bastante vasto y muy callado, era conocido como el Bosque de los Lamentos. Este es un supuesto lugar embrujado, que provocaba que las personas vieran sus peores miedos y pesadillas mientras dormían. Aunque Mike tenía la creencia de que la gente contaba ese tipo de historias para asustar, principalmente a los niños. Él había acampado allí un par de ocasiones sin experimentar nada.

—¿Este lugar es el Bosque de los Lamentos? —cuestionó Jenna tiritando de miedo al observar el panorama que comenzó a llenarse de una ligera niebla.

—Es totalmente correcto —replicó Mike—. Desde mi punto de vista, creo que lo que dice la gente acerca de este  bosque no son más que estupideces.

»No creo que un sitio asuste a la gente por sí solo, y lo digo porque ya he estado aquí.

El joven mago del fuego se mantuvo renuente a creer en la supuesta maldición del lugar. Brent y sus amigos no parecían compartir la idea. Los tres panas estaban agitados ante la idea de tener que pasar la noche en este sitio.

Oswald dio un vistazo aéreo al bosque, lleno de desasosiego ante la mala reputación del entorno. Jenna miró a Brent, y notó que la hermana de Mike abrazaba al chico, una vez más, y sin pena alguna.

—¡Descuida, Brent! -expresó Sue al muchacho, al mismo tiempo que ella apoyó la cabeza del chico sobre su hombro izquierdo, lo que provocó que ella sonriera de forma coqueta—. ¡Si algo sucede, yo te protegeré!

»¡No te dejaré solito!

El pibe tenía el rostro tan rojo ante el contacto de la tenaz chica. No era que no le gustase su compañía, pero ella no era su tipo. Sue era bastante inquieta para él.

—D-de acuerdo —comentó Brent, todavía con aquel rubor en sus mejillas, y a la vez, preocupado por el bosque que definitivamente no era de su agrado.

—¡Mi querido Brent me acepta cada vez más! —chilló Sue con entusiasmo y un brillo similar al de dos estrellas en el firmamento en sus ojos.

Ella tomó del brazo a Brent y dio un beso en su mejilla. Oswald desvió la vista con desgana, mientras que Jenna apretó con fiereza los dientes, llegando a rugir.

Por su parte, Brent no encontraba la forma de decir a la muchacha de cabello rosado que solamente le interesaba tener una bonita amistad con ella.

—¡Brent puede protegerse a sí mismo! —se quejó Jenna, fulminando a aquella mina con la mirada, dispuesta a quitarla de encima del moreno—. ¡Él cuenta con el apoyo de sus amigos y de dos de sus espíritus elementales!

»¡No necesita que te le pegues a cada maldito segundo!

—¡Eso a mí no me importa, bruja! —respondió Sue en un tono burlón, y sacando la lengua para molestar todavía más a la amiga del muchacho—. ¡Yo protegeré a Brent, para que me quiera solamente a mí!

—¡Eres la persona más irritante del mundo! —manifestó la chica a la hermana de Mike.

Las muchachas continuaron con su discusión. En tanto, Brent sintió unas muy terribles ganas de huir lejos de ambas, al estar en el centro de aquella disputa, pero también algo del Bosque de los Lamentos parecía llamarlo con susurros. Tampoco podía negar que le agradaba el esfuerzo que hacía la hermana del mayor del grupo para que la tomara en cuenta, pero sus sentimientos estaban en otro lado; sin embargo, el chico no se podía dar el lujo de confesar una vez más aquellos sentimientos que sentía. Jenna ya le había demostrado que no tenía interés romántico en él, así que por ahora prefería concentrarse en no ser encontrado una vez más por el peor lado de su familia.

Además, estaba contento de seguir contando con la compañía de sus dos mejores amigos. Una parte de él agradecía a la vida por no separarlos; mas, otro lado suyo, todavía estaba repleto de intranquilidad.

Antes de la nueva aparición de los magos del caos, comenzó a imaginarse una vida solitaria, bueno, casi solitaria, ya que seguramente sus dos espíritus elementales lo seguirían a cualquier parte del mundo. Brent llegó a imaginarse que Jenna se casaría con alguno de los deportistas del colegio, y se imaginaba a Oswald como un empresario exitoso. Ahora no sabía que pensar al estar con ellos una vez más. De pronto, puso su atención en el otro moreno que parecía estar atento a su enorme reptil alado.

—¿Sucede algo, amigote? —cuestionó Mike para su dragón—. ¿Acaso te entristece que ya te vas a detener?

El enorme lagarto rugió, mientras su amo acicaló su escamosa piel con suavidad. De pronto, al ojianaranjado vinieron recuerdos del momento en el que el huevo que recibió de parte de su viejo eclosionó, liberando al pequeño dragón que para ese entonces no era más grande que una lagartija común.

Él, todavía siendo un niño, miró a su nuevo amigo, sonrió y lo tomó en sus manos, llevándolo hasta su pecho, para abrazarlo.

—¡Muy bien, amigo! —expresó Mike a su dragón, mientras una mueca de alegría se dibujó en su cara tras traer de vuelta uno de sus mejores recuerdos al lado de Dragtor—. ¡Te has ganado el derecho de ir a cazar tu comida!

El mayor acicaló el cuello del drosae, mientras este aterrizaba con delicadeza, para así, evitar accidentes con sus pasajeros.

Los panas bajaron finalmente del lomo de Dragtor, por lo que este salió de inmediato a buscar su alimento a toda marcha. Brent y compañía se mantuvieron muy atentos a cualquier cosa que sucediera, ya que a algunos de ellos les preocupaba ser testigos de la razón del nombre del sitio en el que se hallaban.

Tenían miedo de tener fuertes alucinaciones que se decía estaban altamente relacionadas con aquel peculiar ecosistema, ya que los más jóvenes del grupo no querían experimentar sus más terribles penas en la vida.

Los tres miraban de un lado a otro, en espera de encontrar algo desagradable.

—¿En serio nos quedaremos en este lugar durante la noche? —demandó Jenna, pálida ante el nerviosismo que era causado el estar en un sitio de nada buena reputación—. El lugar puede ser peligroso.

»Una terrible bestia puede aparecer para intentar devorarnos.

—Todo en esta vida es peligroso, muchacha —replicó Mike en un tono un poco engreído, mientras sopló por debajo de su flequillo—. Si me lo preguntas, no creo que este bosque esté embrujado.

»Más embrujado está el cabello de mi hermana que originalmente era de un color avellana.

La chica lanzó una roca a su hermano mayor, sorprendiendo a los demás presentes. Ese par se llevaba peor que Oswald y Jenna. Aunque era bien sabido que los magos del fuego en general solían tener mal carácter cuando se enfadaban, especialmente al estar en la adolescencia.

—¿Y cómo es eso del cambio de color de tu cabello? —Oswald se sentó, interesado en conocer la historia.

—Pues estuve experimentando con nuevas pociones —replicó la chica, dando saltitos y girando como una bailarina de ballet.

—¡Mamá te dijo que no mezclaras la popó de Dragtor con plumas de fénix! —acusó el mayor, mirando en dirección contraria a su carnala.

»En fin, si les da miedito, lo mejor es que permanezcamos juntos para apoyarnos mutuamente en lo que sea que pueda pasar.

—Yo tampoco creo en esas historias, pero aquí estoy —dijo Sue, acercándose nuevamente a Brent para abrazarlo—. Lo estoy especialmente para este papucho.

—¡Tú ya deja a ese pobre chico tranquilo! —bramó Mike. Caminó en dirección a aquel par.

Empero, ni Jenna, ni Oswald, ni Brent estaban muy convencidos de querer acompañe en ese bosque. Los tres estaban tiritando de ansiedad, momento que Sue aprovechó para tomar al moreno del brazo derecho, tras dejar fuera de combate a su hermano tras darle un golpe bajo en los blanquillos cuando esté intentó separarla de él.

—¡Creo que te acabas de quedar sin sobrinos! —bramó el ojianaranjado, mientras se encogió de dolor en sus partes privadas.

—¡Brent, yo te protegeré de cualquier espanto! —exclamó la chica con su rostro pegado al menor.

—¡Tienes manos de pescado! —gritó Jenna a la maga del fuego—. ¡Ya deja tranquilo a Brent!

—¡Los pescados no tienen manos, estúpida puerca! —protestó Sue, señalando a la otra con el dedo—. ¡Tú eres una tonta con un cabello de cerdo!

—Hermana, creo que te acaban de decir escamosa, resbalosa y olorosa —dijo Mike en un tono burlón, todavía en el suelo y adolorido por el golpe que le dio Sue, pero contento de obtener un poco de venganza emocional.

Ella no tomó muy bien la broma de su hermano mayor, por lo que se lanzó a los golpes una vez más. Los dos hermanos comenzaron una fiera batalla de jalones de cabello, mordiscos y arañazos. Brent y sus amigos se quedaron viendo aquel raro y perturbador espectáculo con un poco de temor, sorpresa e incredulidad. El de melena oscura, cansado de ver aquel penoso combate, decidió juntar algunas varas y crear una pequeña fogata. En tanto, Jenna y Brent seguían viendo la batalla de los dos hermanos, apostando que Sue ganaría si le daba otro golpe en la entrepierna a Mike. Por fortuna para el aludido, aquello no sucedió.

[...]

Unos minutos más tarde...

—¡Ya está lista la fogata! —manifestó Oswald, sacando una bolsa con algunos malvaviscos que había en el morral de Mike—. Al menos, así podremos prevenir el ataque de criaturas salvajes y comer algo dulce.

»¿Hay alguien que tenga alguna objeción?

Mike y Susan terminaron su combate con algo de incredulidad ante las palabras de Oswald.

—Yo pienso que podemos alentar a las criaturas salvajes de nuestra presencia, para que justamente, lleguen a devorarnos —reclamó el mayor—. Los animales no son estúpidos.

»Por cierto, creo que debemos de pensar qué hacer, empezando con que me debes unos malvaviscos, muchachito tonto —Oswald supo que el mago del fuego se dió cuenta del lugar del que provenían aquellos bocadillos, por lo que se paralizó.

—Lo siento, pero era eso, o separarnos para buscar comida en este lugar de mala fama —respondió y retrocedió unos pasos hasta quedar al lado de Brent.

—Mis padres estarán de viaje por un rato, así que tardaremos en verlos nuevamente —aseguró el moreno mayor—. ¿Alguien tiene una idea de cómo perder el tiempo?

Brent tenía una en mente. En el colegio estudió algo relacionado a las Ciudades elementales. Él sabía que Ciudad Sombría se encontraba cerca del bosque en el que se encontraban en este instante. El muchacho necesitaba a alguien que le enseñara a controlar su energía caótica, pero también quería saber si poseía las bases para ser un mago oscuro, tal como indicaba tener a Nerostic como uno de sus espíritus animales. Los osos negros eran comunes entre el clan oscuro.

—Debemos ir a Ciudad de las Sombras —declaró Brent—. Es el lugar más cercano en el que podré obtener ayuda para controlar parte de mi energía y magia elemental.

No obstante, Jenna y Oswald no parecían muy convencidos. Ambos sabían que la mayoría de los magos oscuros practicaban la magia caótica, y que muchos fueron aliados de Okuros en el combate en el que participaron algunos familiares suyos. Ir a ese lugar podría ser peligroso para todos. Mike no se negó a hacerlo, ni tampoco su hermana.

—¡Creo que es buena idea! -expresó Sue con una mirada seductora dirigida a Brent que el muchacho ignoró cuando observó un papel colgando del bolsillo trasero de su amigo—. De esa forma, mi Brent se volverá más fuerte.

»¡Seguramente se pondrá mamadísimo si entrena muy duro!

—¿Acabas de decir que Brent es tuyo? —interrogó Jenna, clavando su mirada, como si de navajas se tratara, en aquella otra chica—. ¡Él no le pertenece a nadie!

»¡Mi amigo es un ser libre!

—¡Estás celosa! —se pitorreó la joven maga del fuego, repitiendo aquella frase varias veces para provocar todavía más a Jenna, quien tenía el rostro tan rojo y ardiente en furia.

Las chicas comenzaron a discutir nuevamente por Brent, en lo que él se alejó lentamente de las dos, tras no querer ser el medio del conflicto. En tanto, Mike y Oswald se quedaron dormidos después de un rato, y al terminar la discusión de las morras, el menor comenzó a escuchar susurros y gritos, tratando de ignorarlos, para no llamar la atención de sus amigos. Posteriormente, el muchacho comenzó a oír eran bramidos, pero también a tener las terribles visiones del accidente en el que murieron sus padres. Él trataba de concentrarse en algo más para no asustar a sus compañeros.

Sue también se quedó dormida a los pocos segundos. Así que los únicos que estaban despiertos, eran el más joven del grupo, y su amiga. La chica notó unos movimientos extraños que el chamo hacía, así que decidió acercarse a él.

—¿No puedes dormir? —cuestionó la maga del viento, acercándose un poco al chaval—. ¿Ves algo?

—Y también lo escucho —respondió Brent, tratando de soportar las inquietantes y repetitivas cinemáticas sobre el fallecimiento que veía con sus propios ojos.

Jenna notó que al muchacho le comenzaban a brotarle lágrimas, y entonces, se acercó todavía más, para darle un beso en la mejilla y rodearlo con sus brazos para buscar reconfortarlo. La chica creía saber qué le sucedía a su amigo, aunque prefirió que él se lo confirmara.

—Debo suponer que lo que ves, es el accidente que cobró las vidas de tus papás —comunicó Jenna con sus brazos el cuello del pibe—. ¿Qué es lo que escuchas?

»Puedes contarme con todo la confianza del mundo.

—Escucho gritos y llantos de mis padres antes de morir —replicó el muchacho, todavía en mal estado por sus visiones—. Son lamentos, muchos gritos de dolor y desesperación por dejarme, y el temir de ser perseguidos por magos caóticos del agua.

»También hay otras voces que gritan insultos sobre mi madre.

—Ignora todo eso —pidió Jenna al chico. Acarició la mejilla derecha del chaval y sonrió para él. No quería que este se dejará vencer—. No recuerdes con dolor la muerte de tus padres, sino que debes recordarles con cariño.

»Ellos murieron con la intención de que tú vivieras tu propia vida.

»Te regalaron el don de la vida dos veces. Y sobre esos otros gritos, sabes que tu madre te amaba, y que no era la mujer de la que todo el mundo hablaba.

»Debes aferrarte al amor, no a la tristeza y odio. —respiró hondo—. Eres un chico muy valiente y fuerte, Brent.

—¿Tú sabes algo sobre mi mamá? —cuestionó Brent—. Es decir, tengo la sensación de que sabes mucho de ella.

—Lo sé —se limitó a responder la muchacha—. No creo que sea el mejor momento para decírtelo.

»Sólo te puedo asegurar que de ella, tú debiste heredar un don para la magia caótica.

—Tal vez sea la única manera de saber más de mi madre —comentó Brent con una mirada hipnotizante e inquisitiva. Quería conocer la respuesta de Jenna—. Tal vez sea la única forma en la que pueda saber la razón de los gritos que escucho, y así podré conseguir un poco de paz en este momento.

El pibe tomó asiento, llegando a cerrar los ojos y entrelazar sus dedos.

—Lo siento, Brent. —Jenna no quería que el moreno se aferrara tanto a aquello, pues presentía que era la razón por la que este era molestado por la influencia del bosque sobre su mente.

Él era su amigo, y a pesar de los malos ratos que habían pasado recientemente, ella no soportaría hacerle más daño al muchacho. Con el paso de los minutos, la insistencia de aquel jovencito se volvió inminente, hasta que finalmente, su amiga accedió a decirle algo más, no sin antes advertirle sobre lo malo que podía ser para él.

—Tu madre fue una maga caótica muy temida por todo El Reino Central a pesar de ser muy joven tras su llegada —mencionó la chica, desviando su mirada a la espesa niebla que cobijaba al bosque como un manto frío y silencioso—. Ella golpeaba gente, amenazaba a las personas, y se dice que ayudó en una emboscada en la que murió uno de los presidentes de Ciudad Valentía.

»Esto último no tiene mucho sentido, ya que se dice que nunca llegó a tal lugar, sin olvidarse de la enorme seguridad que debía de haber en el lugar. Además, siempre fue muy hábil con el uso de la magia del agua.

—Pero existe el rumor —contestó Brent—. También, me he comenzado a preguntar la razón por la que mi papá se fijó en ella.

»Tengo entendido que los dos siempre fueron muy opuestos. —Se rascó el cuello—. Caos y Orden, dos fuerzas contrarias.

—Yo creo que esa es la fórmula que se necesita para una bella relación —afirmó Jenna—. Los opuestos se atraen para llenar algunos vacíos, y darle un sentido más completo a la vida.

»Creo que tu padre se enamoró de tu madre por esa razón. —La chama se acercó a Brent para tomarlo de su mano—. Algo que me parece muy romántico y hermoso a la vez.

»Estoy segura de que tu mamá estaba lista para redimirse, y buscar un cambio, siendo tu padre la ayuda que ella necesitaba.

El chavalito también sentía que esa era la verdadera razón. Escucharlo de alguien más parecía confirmar sus sospechas sobre el amor que sus padres llegaron a tenerse.

—Te agradezco por ayudarme a comprender más las cosas sobre mis padres, Jenna —vociferó el chico con una sonrisa forzada.

Lamentablemente, el chico seguía escuchando aquellos gritos que él mismo se imaginaba que provenían de todas las personas a las que su madre dañó en el pasado. Así que permaneció inmóvil por un momento.

—Me quedaré a dormir a tu lado —susurró la joven para el moreno.

—¿Estás segura de esto? —La morra asintió con la cabeza.

«A veces siento que hay algo más que Jenna quisiera decirme, pero no sé atreve», pensó el chico, echándose sobre una manta que había en el suelo.

La piba se acercó a él, acurrucándose cerca. Brent sintió un aroma dulce proveniente del cabello de color avellana de su amiga, uno que no identificó, pero que fue relajante para su olfato, y que lo ayudó a cerrar los ojos.

Mientras todos dormían tan tranquilamente, Dragtor observaba una luna amarillenta y redonda sobre él. Vio una estrella fugaz y giró su cabeza.

Hizo lo mismo con su cuerpo con el objetivo de acomodarse en el suelo, preparándose para también tomar un merecido descanso después de colar y cazar.

Ifero observaba desde unos cuantos metros de distancia, acompañado de otra silueta masculina que parecía tener una altura similar a la suya.

—No esperé toparme con Brent por aquí —parló el joven albino, observando con interés al moreno y compañía.

—¿Qué piensa hacer con él, Lord Ifero? —inquirió la voz de un joven que debía tener una edad similar al amigo de nuestro protagonista.

—Nada —replicó el muchacho, cuyos ojos eran tan rojos y brillantes como los de alguna criatura endemoniada—. Él no se unirá al tío Okuros por más que intente presionarlo.

»Mi deber es asegurarme de ello a toda costa, pero creo que no será necesario.

Observó al aludido acostado y con Jenna a su lado. Apretó la mandíbula y su mirada cambió.

—También, tengo que admitir que siento algo extraño en el estómago cada que lo veo —afirmó sin pestañear.

»¿Es esto lo que ustedes los simples humanos llaman tener sentimientos?

—Es una posibilidad, señor —respondió el otro muchacho, observando fijamente a un ser que apareció cuando su vida estuvo por desvanecerse.

—Tal vez, tan sólo tal vez, me acerque a él un día para averiguar esto que me inquieta cada que lo observo.

»Podría ser también una afinidad entre Mal y Caos, ya que puedo sentir en Brent una enorme cantidad de esta segunda energía. —El albino pasó su mano a la altura de su oreja, y se percató de una sensación de calidez en sus mejillas.

Ifero no se daba cuenta de lo que en realidad significaba lo que sentía por Brent. No era un humano común. Nació de la combinación de un artefacto llamado semilla de la vida y el código genético de Destraik, el nombre actual del Señor del Mal.

Su padre decidió manipular su ADN y darle una forma humana al muchacho, en espera de que pudiera acercarse a otros para obtener información de uno de sus objetivos; empero, el joven resultó ser muy cruel y despiadado.

Por ello, creó otro hijo a partir de intentar usar el ADN de un objetivo suyo, y enviando a Ifero a realizar el procedimiento necesario para lograr su meta. Está otra persona del que se obtuvo su ADN se trató del heredero de Xonión, el bien encarnado.

No obstante, aquel material genético estaba tan bien codificado que no lo pudo usar por completo, únicamente lo logró con el de la madre de este, una humana común.

El hermano de Ifero era «mucho más sentimental y frágil» de acuerdo a las propias palabras del albino de ojos rojos. Por más que deseaba convertirlo en un ser cruel y lleno de odio, el lado humano de George, nombre del carnalito de Ifero, no se lo permitía, ya que también tenía su lado empático.

«Lo mejor que puedo hacer es buscar una forma de apartar a George de todo esto, y ser yo el heredero de mi padre», reflexionó el albino, pensando en un chico de cabello negro y desordenado de ojos oscuros.

«Si llegase a acercarme a Brent, y llevarlo a mi mundo... Podría ganar muchos más puntos a mi favor», continuó divagando en su mente.

«La carga con la que cargaría George sería demasiado para él, y su cuerpo no resistiría esa energía», meditó con pesadez.

Y entonces, a sus pensamientos llegó la imagen del moreno cuando abrió los ojos por primera vez en aquel mundo que no era el suyo.

La cara de preocupación, y la suavidad de las manos del chico habían sido una maravillosa novedad para él.

La voz de Brent le erizó los vellos de ambos brazos. Había leído sobre seres a los que la humanidad llamó ángeles. Le pareció que aquel pibe encajaba a la perfección con aquellos entes de luz.

Ifero sonrió ante memorizar aquel evento que lo hizo conocer al joven de tez trigueña. Sonrió al verlo nuevamente. Observó la luna, llegando a recordar una vieja leyenda que escuchó de gente cercana a su padre.

—Se dice que la luna aguarda un portal entre nuestros mundos separados —afirmó el albino—. Joel, se supone que nosotros hemos aprovechado el poder de esta para llegar aquí desde el nuestro, pero he encontrado un registro de posibles viajes en el tiempo en días previos a mi primera llegada a este mundo.

—¿Ha venido más gente desde nuestro lugar de orígen? —demandó el otro joven.

Entonces, el albino sonrió, observando nuevamente al moreno que llamaba tanto su atención.

—Hubo una persona en especial que jamás volvió —replicó Ifero, todavía mirando en dirección a Brent.

Cerró los ojos, y recordó encontrarse en una habitación oscura. Se encontraba ante antiguos registros de la población y se desapariciones de personas, fue allí que encontró nombres que eran de su interés, pero uno en especial, parecía estar ligado al moreno.

—Me pregunto si es posible mi hipótesis —pronunció el albino, volviendo al presente.

—¿Qué hipótesis? —inquirió el otro pibe.

—Me parece que tenemos cerca de nosotros a una prueba viviente de un viaje entre los dos mundos en el pasado —contestó el amigo de Brent—. Seguramente tendrás la oportunidad de verlo la próxima vez que regresemos a casa, Joel.

Ambos jóvenes emprendieron su retirada. Una oscura, enorme y peluda silueta estaba allí también, observando el cielo nocturno. Parecía un enorme oso que dio la vuelta y retrocedió hasta la parte más espesa del bosque, una figura traslúcida lo acompañaba.

—Te agradezco por seguir al lado de mis hijos después de tanto tiempo —entonó una voz masculina y encantadora.

—Ha sido un placer, amo.

—Los fantasmas de su mente desaparecieron tan pronto lo hizo aquel otro chico —advirtió.

—Creo que fue solamente una gran coincidencia —parló aquel espíritu elemental.

—Eso espero. —El espectro se detuvo un poco, como si a pesar de su condición hubiera sentido repelús—. Me preocupan las consecuencias de la cercanía de estos jóvenes.

—¿Quiere que haga algo al respecto? —demandó el oso al fantasma de su dueño.

—No, Nerostic. —Avanzaban ambos a pasos cortos—. Es deber de ellos descubrir sus respuestas.

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