Ciudad Valentía

Una hermosa y lenta melodía se escuchaba en aquella habitación en la que había algunos espejos y un piso blanquecino rodeado de paredes de madera muy fina. Brent lo estaba haciendo muy bien tras casi dos semanas de una dura enseñanza para aprender a bailar, y después de un par de minutos más, su instructor dio las clases por terminadas, haciendo sentir muy aliviado al jovencito y también que soltará la cintura de este. Por fin había logrado moverse sin pisar al mago aural, por lo que aquello provocó que ambos se sintieran orgullosos de sus avances  El Heredero Del Caos Y El Orden también dejó sus penas a un lado, todo tras finalizar con su tarea pendiente antes de un magno evento.

Desde su punto de vista, Matt no creyó que el chico tuviera las posibilidades de aprender a bailar antes del día del Gran Baile Anual que se llevaría a cabo en Ciudad Valentía, así que no le quedó de otra más que felicitar al moreno de ojos negros. Y por otro lado, el aludido se mostró muy contento por haber finalizado sus lecciones y festejarse a sí mismo por todo lo que pasó.

—Esto fue todo —anunció Matt una vez más—. Sinceramente, debo admitir que no creí que lo lograrías.

»Has conseguido sorprenderme bastante, Brent. —Cerró los ojos, y el resto de su rostro se suavizó—. Ya estás más que listo para lo que viene, am... —Se detuvo—. Muchacho, pues no hay más que decir.

El aludido se sonrojó un poco. Él tampoco creyó que lograría aprender a bailar antes del día que le fue señalado. Además, quería estar lo más pronto posible al lado de Jenna, y quizá confesarle nuevamente lo que seguía sintiendo por ella. Aunque por un instante, por dentro se llenó de un miedo intenso de terminar con aquella amistad de forma definitiva. En realidad, era casi obvio ver que Jenna no sentía lo mismo hacia él.

«Me siento como un tonto, pero es algo que me carcome por dentro, y la única forma de sacar esto, es hablando con Jenna», caviló, sintiendo una presión en el pecho.

Sin embargo, el chico no quería perder la esperanza de que algo bueno sucedería tras varios días agitados que había tenido últimamente. Incluso, ya no se sentía tan acorralado por sus enemigos, llegando a la conclusión de agradecer a Matt por todo el tiempo que dedicó a la enseñanza.

«Pero no sé nada de Oswald, incluso sus padres, quienes ya no quieren verme más por lo que le dije», pensó con falta de sosiego y una opresión en la garganta.

Observando las reacciones del otro, el joven mago aural dedicó una sonrisa a su aprendiz, tenía en mente muchas cosas más, pero distraer a aquel chico antes del baile para que supiera más sobre la razón de invitarlo, ya se había vuelto una prioridad, especialmente porque veía en él a alguien que no estaba preparado todavía para las terribles crudezas que acechaban por todos lados.

—Veo que estás preocupado —comentó Matt—. Me parece que sería una buena idea que me acompañes a dar un paseíto por las calles de la ciudad, ¿qué dices?

»Tampoco te preocupes por pensar que leeré tus sentimientos, ya que no ha pasado desde hace tiempo, cuando aprendiste a mantenerlas a raya.

—La verdad es que no tengo nada mejor que hacer hasta antes del baile al que debo sí o sí asistir, así que me parece una buena opción —replicó mientras se rascaba la oreja.

Le resultaba bastante peculiar el salir con un chico que no fuese su amigo, y también se sentía mal con Oswald, pues no tener noticias de este, ni de parte de su familia, lo hacían sentir responsable de cualquier otra cosa que le hubiese ocurrido a este.

El muchacho reconocía la desagradable realidad de comportarse de mala forma con su pana de toda la vida, uno que incluso lo defendió de otros que lo molestaban. Tal vez, esa era la razón por la que Oswald le había dicho que algo había cambiado, sin saber que Brent se había sentido absorbido por los acontecimientos que recientemente habían ocurrido en su vida.

«Si luego del baile no tengo noticias de él, me largaré a buscarlo», pensó con el corazón palpitando rápidamente, y sintiendo que su cuerpo tiritaba, preso de la angustia que tenía al traer al presente aquellas horribles palabras que le dijo la última vez que lo vio.

—¿Sucede algo? —cuestionó Matt, notando cada vez más tensión en el rostro del Heredero Del Caos Y El Orden.

No lo estaría leyendo emocionalmente todo el tiempo. Tampoco era que pudiera hacerlo, ya que los padres de Brent le enseñaron a bloquear la habilidad de Matt en otra visita que tuvo en El Todo y La Nada.

—¿Será posible que salgamos durante la mañana? —cuestionó Brent, ya que deseaba descansar para poder trazar un plan de búsqueda para dar con Oswald—. Creo que debo aclarar bien mis ideas.

«Y repasar lo que pueda sobre hechizos de rastreo», caviló.

El hiio del presidente de Ciudad Valentía aceptó, pero no dejó de mirar al moreno de ojos negros. Parecía que aquel chico trataba de ver muy dentro de su propia alma, lo que dejó en él un sentimiento de amargura.

«Tal vez no pueda leer con exactitud lo que siente y piensa, pero me parece que hay algo que lo está preocupando bastante», reflexionó Matt al tanto que el ojinegro dejaba la habitación en la que practicaron para el baile durante días enteros.

Al abandonar la residencia presidencial, Brent se dirigió al interior de un lujoso hotel de más de cincuenta pisos de alto. Después, usó el tele-transportador para ir directo a la última planta, lugar en el que se encontraba su habitación, soltó un profundo respiro.

Al entrar, lo primero que hizo el muchacho fue dar un vistazo por la ventana, sintiendo la fresca brisa del viento recorrer su cara y los murmullos inentendibles de la gente que estaba afuera. Ciudad Valentía era enorme, y muy parecida a El Reino Central, pero con una residencia presidencial en lugar del Alto Palacio Real. Tampoco se veían muchos vehículos voladores, pero sí demasiados rascacielos de gran altura, mismos que, en sus puntos más altos, tenían varios estándares con un corazón rojo, el símbolo de la magia aural.

Para el chamo, todo indicaba que los presidentes de cada ciudad elemental no le daban mucha importancia a las residencias en las que se instalaban durante su estancia en el poder. En cambio, era casi un crimen el no conocer el Alto Palacio Real que se ubicaba en el lugar de nacimiento de nuestro protagonista, así que era interesante también ver está diferencia.

«Matt parece conocer mejor todo y a todos», dijo para sus adentros.

La ciudad en la que se encontraba el chico le hizo recordar algo sobre los datos históricos de los lugares que existieron en un mundo de países y continentes, aunque Brent no entendía muy bien lo que significaban muchos conceptos de aquella época. Con todo eso en la cabeza, el muchacho se sentía algo confuso. «¿Qué estaría pasando ahora mismo en El Reino Central? ¿Alguien se acordaría de él? ¿Alguien hizo un funeral para sus abuelos? ¿Habría alguien que lo echara de menos?». Eran demasiadas las interrogantes que tenía en mente en aquel instante. Quería saber si al menos las personas que cuidaron de él habían tenido una despedida por parte de otras personas, ya que él no pudo dársela por razones obvias.

De pronto, y sin haber prestado atención, algo más llegó de golpe a su consciencia:

«Ahora que recuerdo, al entrar a la habitación escuché murmullos de la gente a cincuenta pisos por debajo de este», pensó con los ojos abiertos de par en par.

El muchacho despegó su mirada de la ventana. En realidad, no quería tratar de encontrar respuesta para esas preguntas todavía, razón por la que se acostó sobre su cama, y se sobresaltó al escuchar que alguien tocaba desesperadamente la puerta de su habitación. Se trataban de Mike y su hermana. Ambos tenían una ligera malicia en su rostro, aunque él pensaba que no era nada importante.

—¡Tenemos una sorpresa, Brent! —exclamó Sue con una nueva sonrisa dibujada en su rostro—. ¡Estamos seguros de que te encantará!

»¡Ven con nosotros, guapetón!

—Más te vale obedecer, pues somos dos contra una —prosiguió el ojianaranrado con una mirada pícara.

Los dos se abalanzaron sobre él, y lo tomaron de los brazos. El chico estaba sorprendido y confundido, aunque pedía lo más tranquilo que estaba en sus posibilidades a los hermanos que lo dejaran irse a dormir tranquilo, ninguno de los dos le hizo caso alguno ante sus súplicas. Lo llevaron casi a rastras por los pasillos de las habitaciones, hasta que finalmente, los tatos se detuvieron en la habitación en la que dormía Mike.

—¡Hemos llegado! —anunció el mago del fuego con una alegría que aterró al menor.

—¿A tu habitación? —preguntó Brent, intentando averiguar lo que ocurría en la cabeza de sus amigos—. ¿Pero qué hacemos aquí?

»De verdad me habría gustado recibir una explicación a lo que sucedió.

«Espero que no sea para profanar mi imagen, ya que estos dos están bien loquitos», caviló sin mucho esfuerzo.

—Ya lo verás, amigo —expresó Mike, dando una palmada en la espalda del chico, provocando que casi cayera—. De verdad lamento eso, pero no te creí tan menso.

De repente, el joven mago del fuego abrió la puerta del cuarto que ocupaba, conduciendo a la fuerza al Heredero Del Caos Y El Orden hasta el interior tras empujarlo. Los dos eran seguidos muy de cerca por Sue. La chica mostraba una mirada muy atenta a su interés amoroso.

—¡No puedes quedarte aquí! —señaló Mike a su hermana—. Te recuerdo que dije que nada de «viejas chismosas», y tú eres parte de lo que advertí.

Sue protestó y se retiró enseñando el dedo medio a su carnal. Brent miró con algo de ansiedad a Mike, aunque decidió callar. Tenía miedo de que ocurrieran situaciones indecorosas, pero prefirió meditar en que era algo importante como para conducirlo al lugar.

—¡Listo! —dijo Mike, haciendo una profunda exhalación más tarde—. Sinceramente, no dejaría que ella estuviera de fisgona por todos lados.

»Por cierto, volviendo al asunto, me comuniqué con mis padres y debo decirte que nos han enviado algunas cosas para nuestro viaje.

»Ellos te enviaron ropa que quieren que te midas, y por supuesto, también te mandaron un par de trajes a elegir para el baile al que asistirás muy pronto con tu novia.

Brent se sonrojó ante tal comentario.

—Je-Jenna no es mi novia —declaró el menor, sintiendo un cosquilleo cálido en las mejillas inundando lentamente todo su rostro—. So-somos amigos y nada más, por ahora.

»Pero mira, haré de cuenta que no me dijiste una mentirita piadosa, y me saldré lentamente del cuarto para que te puedas probar lo que mi familia ha mandado para ti

—¡Ay, por favor! —profirió el otro—. Se ven más unidos que cuando yo los conocí y sé muy bien que tú simpeas por esa mujer.

El mayor sonreía al ver a aquel chico un poco confundido, y lo invitó a ponerse cómodo y aceptar los regalos que le pertenecían.

—Vale, de verdad agradezco esto, aunque no sé si lo merezco —dijo, ya que sentía que era demasiado.

—Tú «calladito y bonito» —replicó Mike con un aire sarcástico—. Ya se te dijo que eres como parte de la familia y que serás bienvenido.

»Brent, con nosotros tienes un lugar si es que sientes que no hay otra opción.

«Tiene razón, y más ahora que los papás de Oswald me detestan al hacerlos saber de nuestra discusión y de que no sé de él», reflexionó con pesadumbre.

El otro le brindó unas palmadas en la espalda.

—Sé que cuando te inquietas estás pensando en Oswald —afirmó el de ojos anaranjados—. No lo sé, pero confío en que estará bien y que un día lo volverás a ver.

—Gracias, ahora mismo me pruebo lo que han dejado para mí —comentó, tomando un rato para mirar al suelo y no dejarse llevar por la tristeza que sentiste por dentro.

—Si necesitas ayuda con algo, me llamas —comunicó el mayor, abriendo una vez más la puerta para retirarse después.

«Eres como un hermanito todo menso y baboso para mí», reflexionó al salir.

Las prendas que dejaron para Brent estaban sobre la cama, al menos esto era lo que indicaba una caja con una etiqueta con su nombre.

La abrió para revisar el contenido de este, y así, probarse todo. También dejaron una pequeña maleta de viaje que podía encoger su tamaño gracias a un encantamiento propio de mercenarios, lo que le brindó calidez a su alma.

El moreno se abrazó a sí mismo, imaginando que lo hacía con los padres de los magos del fuego que lo acompañaban, al tanto que agradecía a estos por la manera en que estos brindaban su aliento a pesar de la distancia.

«Mamá, papá, ¿está mal recibir todo esto y sentirme acogido por otras personas?», meditó.

No sabía si su familia lo estaba escuchando, razón por la que solamente lo pensó.

En sus deseos no estaba el herir a su familia, por lo que quiso expresarse sólo para él.

Tras buscar y probarse varias prendas, alchico le encantó una camisa azul y una chamarra de cuero, además de que escogió un par de jeans nuevos y un par de deportivas negras a su medida, al igual que unos zapatos del mismo color. Una fuerte sensación de calor familiar renovó la esperanza que creyó acabada en su corazón. Brent decidió probarse los trajes en su habitación, no sin antes tomar unas gafas de sol que había en la caja las cuales lo dejaron fascinado.

Al salir del cuarto ajeno, el moreno no tardó en dar con el mayor de su grupo. Estaba de suerte, pues quería darle las gracias por hacerle llegar los obsequios.

—Gracias por todo una vez más, y cuando tengas la oportunidad de hablar con tus padres, dale un buen agradecimiento de mi parte, por favor —pronunció el Heredero del Caos y el Orden.

—Mañana sin falta, carnal —Mike le guiñó un ojo, y así, Brent se retiró con calma a su recámara.

Una vez de regresó a su cuarto de hotel, lo primero que hizo, fue medirse el traje que más le había gustado, uno de color blanco.

El muchacho se sintió muy contento al verse en el espejo. Sus abuelos le habían explicado que este era el color favorito de su padre, y ese traje hacía que él se sintiera algo cercano a su progenitor, aunque aquella sensación se desvaneció en cuanto volvió a escucharse que alguien lo llamaba por la puerta. Se trataba de Mike nuevamente.

—Se te olvidaron estos zapatos —declaró el joven de ojos anaranjados, cargando consigo una caja de color azul—. ¿Es qué acaso piensas llevar al baile esas deportivas que elegiste?

—¡Lo siento! —mencionó un avergonzado Brent—. ¡Los olvidé por completo!

»¡Muchas gracias por la ayuda!

Mike entregó aquel par de zapatos al chico, y después, regresó a su propia habitación. El moreno se sentía muy apenado y en deuda con los padres de los magos del fuego que le acompañaban en sus aventuras. En realidad, ellos parecían ser las personas que más lo extrañaban, a pesar de no ser parte de su familia.

«Y yo extraño mucho a Oswald», dijo para sus adentros.

Una lluvia ligera pareciera hacerle compañía a sus pensamientos tormentosos. Desde que dejó Ciudad Sombría, él no podía dejar de pensar en su mejor amigo. Deseaba verlo y estar con él. Quería volver a aquellos tiempos en los que ambos se metían en problemas y, sin previo aviso, sintió un pequeño dolor en el dedo gordo del pie. Fue similar a golpearse este con la pata de una mesa.

No se había movido un poco ni golpeado. Tan sólo estuvo allí antes de la catástrofe.

En la siguiente habitación a la izquierda de esta, y en la que estaba Sue, ella había tropezado.

—¡Puta mesa! —gritaron ambos, aunque ninguno escuchó al otro, y Brent sabía que no ocurrió nada.

—¿Acaso leí los pensamientos de alguien más? —pensó, aterrado de violar la privacidad de otras personas.

«Sólo respire

Dos horas más tarde, la noche se hizo presente en toda la ciudad, con la luna iluminando las calles. Brent se acostó temprano para descansar bien, y salir en búsqueda de Matt durante la mañana. El chico tuvo un sueño breve en el que se veía dentro de una familia en la que Mike y Sue eran sus hermanos. Además de que se sentía querido y feliz. Los padres de los jóvenes magos del orden lo habían adoptado y ofrecido la oportunidad de vivir con ellos, como un integrante más al que querían por igual, pero se trataba de un sueño. Sabía por dentro que las sectas elementales lo estaban buscando por todo el mundo, sin darle descanso alguno, y él no quería causar más problemas de los que ya había provocado sólo por existir. Mike y Sue estaban lejos de sus padres, lo mismo ocurría con Jenna, y de Umar no estaba seguro. En realidad, el Heredero Del Caos Y El Orden todavía no podía entender porque ninguno de ellos no se había negado a seguirlo por todo el mundo, pero, a la vez, se encontraba muy agradecido de tener compañía. La tristeza volvió a inundar su corazón del jovencito cuando despertó y se topó de nuevo con su realidad.

El chaval se levantó de golpe, y tomó una ducha caliente. Al moreno le agradaba mucho ducharse, ya que le recordaba el calor de un hogar. Decidió con mucho entusiasmo usar su ropa nueva, y al poco tiempo, salió al encuentro de Matt.

«Quiero sentirme como en casa, pero tampoco es justo que otros salgan heridos a causa mía. Debo dejar de pensar en ir con la familia de mis amigos», pensó, pues al fin y al cabo, en El Todo y La Nada tenía gente que se preocupaba por él.

El hijo del presidente de Ciudad Valentía se encontraba afuera de la residencia presidencial. Llevaba una chamarra azul sobre una camisa blanca, unos jeans negros, además de un par de deportivas similares a las que le habían sido obsequiadas a Brent. Su cabello permanecía intacto, sin hacer caso alguno del helado viento que fluía por las calles, muy contrario al castaño oscuro de Brent que se movía sin autorización ni pena

—¡Es bueno verte! —comentó Matt, dando una palmada en el hombro del otro—. Ahora, vamos a dar un paseo.

Matt se adelantó, y Brent le seguía el paso. El joven Heredero Del Caos Y El Orden se imaginó que el hijo del presidente de la ciudad en la que se encontraba usaría algún transporte lujoso en lugar de ir a pie. Las calles estaban casi vacías, pero algo llamó la atención de Brent. La gente hacía una especie de reverencia en cuanto vislumbraban al joven mago aural.

El chico llevó al moreno a uno de los jardines históricos de la ciudad. Se trataba del lugar en el que se colocó la primera piedra de toda Ciudad Valentía, y después, sin darle mucho tiempo de apreciar el lugar, lo condujo al Puente Evia, o Corazón en la lengua aural, y que conectaba el este y oeste de la ciudad. Más gente tenía aquel gesto con el muchacho, y este tomó al moreno de la mano y ambos corrieron apresuradamente.

—¿Qué sucede, Matt? —inquirió el chavalito.

—No hay tiempo —respondió este para sorpresa de su acompañante. Tenía una peculiar sonrisa en el rostro.

Los dos entraron a un par de los museos más importantes de la ciudad elemental en la que se practicaba la magia aural, y en los que se encontraban obras de los primeros pintores y escultores de varias de las ciudades del mundo entero. Más tarde, y sin titubear a pesar del cansancio, los dos muchachos escucharon una charla sobre la expresión artística. Algunos hicieron saludos a Matt, y este parecía cada vez más incómodo ante aquellos comportamientos.

Finalmente, durante el atardecer, Matt llevó a Brent a ver los grandes rascacielos, y los enormes jardines restantes de la ciudad, aunque esto mediante un dispositivo móvil parecido a un teléfono inteligente. El chico quedó muy cansado, pero a la vez, atónito por la resistencia de aquel otro jovenzuelo. Realmente aprendió más cosas de las que encontró en su tiempo en el instituto al que asistió en su viejo hogar.

La noche se hizo presente, y el mago aural detuvo su andar. Brent tiritaba un poco por el frío.

—¿Notaste algo importante en nuestro paseo? —interrogó el muchacho con la ceja arqueada.

«¿Acaso esto es un tipo de examen?», inquirió Brent para sus adentros.

Parecía una pregunta bastante capciosa. Brent había notado y aprendido muchas cosas durante el paseo con el hijo del presidente de la ciudad, aunque todo indicaba que el chico buscaba otra respuesta en concreto.

—Supongo que tiene alguna relación con aquello que hacían las personas al verte. —respondió el moreno, ya que aquello era lo único que le pareció bastante curioso.

—¡Exacto! —exclamo Matt, ahora con la mirada vacía—. ¿Puedes imaginar lo que ellos ven al estar yo cerca?

Brent pensó la respuesta por un momento, aunque nada llegaba a su cabeza. Tal vez se trataba de un gesto de cortesía, pero no encontraba nada que le fuese más extraño, que el hecho de ver algo que nunca había visto a alguien tan respetado por la gente como parecía serlo Matt.

—Soy el hijo del presidente —interrumpió—. Eso es lo único que ellos ven. Ven una figura pública, pero no ven más allá de las apariencias, ya que no soy algo distinto ante sus ojos.

»Se les olvida que en verdad soy un muchacho que tiene sus propios sueños y metas.

»Para ellos, yo dejé de ser Matt, y ahora no soy más que un pedazo de carne al que quisieran tener cerca en todo momento. A veces, ni siquiera me gusta salir en público. Yo quiero que entiendas lo difícil que será para ti cuando las personas sepan lo que en verdad eres, Brent.

—¿Disculpa? —cuestionó el chico, arqueando la ceja, y temblando por un breve instante más ante una gélida brisa que se hizo presente en el momento.

O tal vez fue un escalofrío.

—Mi padre quiere,anunciarte como el legítimo Heredero Del Caos Y El Orden durante el Gran Baile Anual de Ciudad Valentía —confesó el chaval de aquel lugar—. Una leyenda que fue prometida hace tanto tiempo en este mundo cada vez más caótico. Serías lo que muchos anhelan, pero temen al ser una persona que puede tener un gran poder en su interior, uno que puede ser usado para la salvación o destrucción.

»Cuando me enteré de ti, lo primero que traté de hacer fue escondérselo, pero no pude —declaró cabizbajo, pues se sentía avergonzado de sí mismo como para mirar a los ojos a su acompañante—. Él quiere que seas una imagen pública, y posiblemente, venderte a los medios.

»Quiero que tú y tus amigos se vayan después del baile, a pesar de las promesas de la exhibición de la que te hablé. —Tensó la mandíbula—. No quiero que el mundo se olvidé de tu nombre, y que las personas te vean como un pedazo de carne más al que deben clavar sus ojos encima tuyo como si de dientes se tratasen.

Brent se sintió abatido ante lo que acababa de escuchar, pero podía entender bien las palabras de Matt. Él tampoco tenía muchas ganas de perder su identidad, decidiendo aceptar la petición de Matt, no sin antes hacerle una pregunta al chico.

—¿Te gustaría encontrar una forma en la que el mundo te recuerde por tu verdadero ser?

—Ojalá eso fuera posible —replicó un depresivo Matt.

—Lo es —respondió Brent—. Ven con nosotros. No se lo digas a tu padre, pero si buscas una manera en la que él sepa las razones por la qué lo haces, posiblemente él no lo entienda. Yo estoy seguro de que lograrás una forma de ser recordado por quién eres si no tomas riesgos.

—Creí que me dirías algo más dramático —afirmó Matt con una suave decepción—. En realidad, yo no encuentro una razón por la que se lo haría saber, por lo que acepto el acepto el trato.

Los dos se despidieron en cuanto llegaron al hogar de la familia de Matt. Brent se fue de inmediato, ya que debía de prepararse para el siguiente día. Él deseaba estar cerca pronto con Jenna. Su corazón ahora sentía mariposas dentro al pensar en ella, pero entonces, en las cercanías del edificio en el que se hospedaba, le pareció ver a un chico muy alto, albino, ojos rojos y muy atractivo ante su vista.

Ifero estaba allí.

Brent parpadeó por un par de segundos, y la figura de su amigo se desvaneció de su campo de visión. ¿Habría sido real el suceso de hace segundos atrás?

El muchacho no estaba seguro, pero si algo ocurría con él, es que Ifero era alguien muy misterioso, y a él le gustaba aquel toque que este tenía.

«Lo admito, de verdad me gusta, pero siento algo profundo con Jenna, así que no entiendo lo qué me está pasando», reflexionó preocupado, pero entrando al edificio para poder tomar el descanso que su cuerpo tanto pedía.

[...]

«Cuando el corazón del elegido crea que encuentre la paz y seguridad en alguien más, en amor se convertirá desde su lado del orden, pero el caos en este, ansioso por dejar su huella, no dará tregua. Ha de buscar con quién peligro alberga, aquello no conseguido del fracaso».

Jacob el Grande, año 37 después de la caída de la antigua era.


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