Brent, Brett, Y... ¿Brenton?
Brent evadía los hechizos de Umar de una manera algo torpe tras varias horas de práctica seguidas, aunque el joven mago oscuro tuvo que admitir que el muchacho tenía un gran espíritu de batalla al no rendirse. Por otro lado, todo indicaba que el lado caótico y hermano del jovencito hizo las paces con él, aunque nadie podía estar completamente seguro. Después de todo, Brett se trataba de una poderosa presencia del caos, lo que provocaba que el mayor de los hermanos necesitara dar lo mejor de sí mismo con el objetivo de no ser rebasado por el menor, quien le presumido estar practicando por su propia cuenta.
Sin embargo, Umar creía que su alumno necesitaba aprender a evadir hechizos de magia oscura antes de aprender a usarlos, ya que hacerlo le daría tiempo de escalar en caso de que tuviera un enfrentamiento con los esbirros de Okuros. El muchacho de lentes parecía ignorar la verdadera naturaleza terca del jovencito. Al moreno no le quedó más opción que entrenar de la forma indicada por su mentor, por lo que tampoco podría usar la ayuda de Brett a pesar de las constantes quejas de este.
—¡Practiquemos una vez más, Brent! —declaró Umar, todavía lleno de energía—. Me duele admitir que vas mejorando.
»Lamentablemente para ti, lo haces demasiado lento —agregó, mientras se acomodaba los anteojos con un aire engreído—. Veamos si logras hacer algo contra mi siguiente hechizo.
»¡Depetorus!
Un enorme dragón negro con cabeza de león apareció. Umar lo presentó con el nombre de Tifeo, un espíritu de las tinieblas. Brent no supo qué decir en el momento. Su cuerpo tambaleaba y su respiración se agitó. Estaba
nervioso ante tan enorme presencia que hacía que las serpientes de energía que eliminaron a sus padres parecieran simples lombrices de aguas puercas.
«¿Ahora debo evadir los ataques de esa cosa?», pensó el moreno, mientras su corazón latía fuerte, preso del miedo.
Esquivar los movimientos de un dragón de buen tamaño no sería algo fácil dado su tamaño, pero el joven Heredero Del Caos Y El Orden no tenía más remedio que hacerlo. Por su parte, el Rey de las Tinieblas clavó fijamente su mirada sobre su pequeño e insignificante oponente. El muchacho sabía que estaba en problemas, sin embargo, decidió continuar con su entrenamiento. Él deseaba ponerse a raya para no ser sobrepasado por Brett, su molesto hermano pequeño.
—¡Déjame entrar, escoria! —gruñía Brett desde la mente de su hermano mayor. El muchacho se negaba a dejarlo participar—. ¡Todavía eres y estás idiota!
»¡Yo podría enseñarte a evadir esa cosa de una manera bastante fácil y práctica, Brent!
—¡No te dejaré entrar! —replicó Brent a su lado caótico a modo de protesta, y cruzándose de brazos para resaltar su negativa, aunque está no fue observada por el menor—. ¡Esto lo debo hacer yo!
—¡Ni se te ocurra morir, ya que yo moriré contigo! —reclamó Brett, soltando un dato extraño y perturbador para su hermano—. ¡No pienso perder la vida por tu culpa, pendejo!
—¡Te he dicho que no lo haré, y punto! —gritó Brent, mientras evitó ser comido por Tifeo en el momento que este lanzó un mordisco en contra del moreno.
Umar notó que su pupilo hablaba solo, así que comenzó a preocuparse por el control que este tenía sobre su lado caótico, aunque prefirió mirar si este lograba evadir el hambre del rey de las tinieblas. Por otro lado, el muchacho seguía corriendo, saltando, e incluso, haciendo piruetas, todo con tal de no terminar en el estómago de aquella criatura. Tifeo lanzaba mordisco tras mordisco en dirección al chico, y este lograba escapar con éxito. Al parecer, el dragón de cabeza de león estuvo atento a cada uno de los movimientos de su objetivo, así que comenzó a moverse de una forma más ágil, prediciendo la forma en la que el Heredero Del Caos Y El Orden se deslizaba, para desgracia de este.
El muchacho cayó al suelo después de unos segundos. Tifeo estaba listo para devorarlo. No obstante, el chaval se levantó de inmediato y detuvo al dragón con una extraña fuerza descomunal no mágica. De esa forma, Umar se dio cuenta de que el lado caótico de Brent había vuelto a aparecer, notando sus brillantes ojos rojos.
—Le dije a ese tonto que su vida peligraba —afirmó Brett con cierto desprecio—. ¡Es un puto inútil!
»¡A partir de ahora, yo me haré cargo de todo!» —anunció enérgicamente.
Desde un extraño lugar, sus padres lo veían con exaltada preocupación. Temían que Brett enloqueciera como pasó aquella vez en la que él mismo perdió el poder sobre su ser cuando al haber tomado el control del cuerpo de Brent, todo debido a lo inestable de sus deseos de estar en un mundo que le era ajeno, además su enorme cantidad de energía caótica y sus hormonas, propias de un joven adolescente varón que descendía del mismísimo Señor del Caos. Todo aquello se juntó en una perfecta mezcla para sembrar desorden y desequilibrio.
Por ello también eliminó a algunos magos caóticos, a pesar de haber intentado controlarse, todo se le escapó de las manos.
Él se sentía arrepentido por ello, pero no dijo nada a Brent. Prefería vivir con aquella carga que él mismo causó a costa de su tranquilidad y su felicidad propia.
Incluso siendo una presencia caótica digna de un candidato a convertirse en el sucesor de Okuros, prefería una vida tranquila al lado de su familia y su otro hermano, pero había algo que le hacía falta. Se sentía con la necesidad de buscar y encontrar el amor de alguien distinto a sus padres o tato.
Y en un lugar todavía más oscuro y completamente desolado, Brent pedía a su pequeño hermano que lo dejara regresar a su cuerpo, pero este hacía caso omiso a sus demandas.
Umar notó de inmediato que Brett estaba listo para mostrar su fuerza en un combate.
—No pienso dejar que ese perdedor me vuelva a dejar atrás —dijo, sintiendo que algo malo estaba pasando una vez más, pero parte suya quería estar allí, pues anhelaba ser conocido por los amigos de su carnal.
—Tú necesitas aprender sobre el autocontrol más que el otro bicho rastrero. —Umar lo había previsto.
En definitiva, sería muy difícil controlar el lado caótico de su pupilo, por lo que la sensación de fastidio en su persona se volvió tan poderosa como para envolverse a sí mismo en un manto de energía oscura, pero el moreno no se inmutó ni por un segundo.
Debía detener a esa «molesta sabandija» que se interponía en su investigación, o tal vez debía sacar un poco de provecho la energía dominante de aquel chico de orbes rojizos como la sangre.
—Tengo que admitir que eres igual de patético que el idiota de mi hermano —comentó Brett a Umar, pero llevó la diestra a su rostro y su cara se comprimió en señal de agotamiento—. Siempre intentando hacer lo correcto.
»Yo recuerdo que él solía ser un poco más impulsivo y terco cuando estaba todo chiquito y menso.
Umar tomó nota mental de lo que Brett dijo, ya que pensaba que sería algo importante. Pero el muchacho dejó el lugar, dirigiéndose en búsqueda de los amigos de su estudiante. Brett le parecía un caso mucho más insignificante de estudiar de lo que era Brent.
—Ese tipo es un caso perdido —murmuró el chamo de gafas—. Será interesante saber lo que los otros piensan de él.
Segundos después, el joven se sintió por completo ignorado en el momento que fue testigo de la desaparición de Tifeo, por lo que decidió irse del lugar también.
«Tengo que estar presente por si esa cucaracha se sale de control y se requiere de alguien que le ponga su bozal y correa», pensó con desgana.
[...]
Con los amigos de Brent reunidos, salvo por una notable excepción, una sonrisa engreída comenzó a dibujarse en el rostro de aquel jovencito. Seguía degustando de su forma de actuar, un tanto parecida a la de un villano, pero de series infantiles. Su energía dominante se lo pedía a gritos. Era algo que formaba parte de su propia naturaleza. Mike y su hermana no lo veían con buena cara.
Era extraño ver a alguien más en el cuerpo de su amigo. Además, esa persona resultó ser un completo dolor de muelas, o algo más parecido a las molestias provocadas por un grano en el trasero.
—A partir de ahora, este es mi cuerpo —manifestó Brett, mostrando una mirada maliciosa a los amigos de su hermano mayor—. Si quieren volver a ver a su amigo, les sugiero no molestarme.
—¿Qué le has hecho a Brent? —demandó Jenna, con sus ojos mostrando un extraño brillo verdoso.
Ella no iba a dejar que aquel tipejo le quitara a uno de sus amigos más preciados en su vida. Lucharía contra él para traer de vuelta a Brent, al amigo que que quería tanto.
—Tú eres un maldito usurpador de mierda —pronunció la mina—. No vales nada para mí.
»¡Quiero de regreso a mi verdadero amigo!
—Ese imbécil no quiso escucharme —contestó el vato, riendo a carcajadas ante el comentario de la chica—. Siempre tratando de ser la persona que no es.
»Él es débil, patético, y no tiene remedio. —Ladeó la cabeza a la izquierda.
—¡Me das asco! —rugió la morra.
Brett acercó su rostro al de aquella chica. Por como la veía, estaba lleno de lujuria. Ella le gustaba, empero, era realmente inexperto en temas relacionados a un acercamiento con las chicas. Así que simplemente se dejó llevar por el ambiente que ya habia formado. Uno que, por desfortunio suyo, era desagradable para Jenna.
—Yo soy una mejor opción que mi hermano —enunció, tras su boca, estar a un par de centímetros cerca de la de la muchacha.
Jenna se alejó de aquel chico. No estaba interesada en Brett de ninguna forma. Lo detestaba por ser tan engreído y egoísta.
—¡Devuélvenoslo ahora mismo! —exigió Sue entre lágrimas—. ¡Devuélvenos a Brent!
—Nunca entenderé la razón por la que ustedes dos están tan enamoradas de él —respondió el moreno en tono burlón, y luego, se marchó a la habitación que su hermano había escogido para su estancia en la ciudad.
Mike y el resto sentían un desprecio por Brett, ya que estaban preocupados por saber si volverían a ver a su amigo. Jenna decidió ir a buscar al chico caótico para exigirle una vez más que regresara a la persona por la que tenía afecto y conoció hacia un par de años atrás.
No lo iba a dejar tranquilo hasta que lo hiciera. Lucharía con el en caso de que fuese necesario. Se lo debía a Brent tras haberla rescatado varias veces, y también por arrepentimiento tras haberlo tratado tan mal en los últimos días.
Durante los siguientes cinco minutos, la chica, con la respiración agitada y los labios apretados en un aire de rabia, no tardó en llegar a la habitación del muchacho. Abrió la puerta con un simple hechizo que usó el aire para abrir el cerrojo. Llegó a notar que Brett estaba echado sobre la cama, contemplando el techo. Él la miró de reojo, con curiosidad de un niño pequeño. Parecía analizar los movimientos de la chica. Sonrió.
—Ahora entiendo porque le gustas a mi hermano —afirmó Brett con una mirada tenaz—. Realmente eres muy guapa cuando te enfadas.
»Debo decir que eso me gusta de ti, Jenna
—¡Eres un verdadero idiota! —se quejó la mina, abofeteando a Brett, aunque en realidad, el golpe lo recibió su amigo.
Brent gimió de dolor, y miró confundido en dirección a su amiga. Ella se dio cuenta de que era él la persona que estaba enfrente suyo. De inmediato, lo abrazó y pidió disculpas.
—¿Por qué dejaste tomar el control a ese adefesio de la humanidad? —inquirió la chica, aferrándose a su amigo—. Es un sujeto repugnante.
—Lo lamento —replicó su amigo—. Ni yo lo comprendo del todo, pero parece que es una especie de hermano mío o algo así. Todavía no lo tengo claro.
»Me carcome la culpa de saber que Brett anduvo causando provocaciones, pero tengo mis sospechas de que en realidad es diferente a como se comporta.
Jenna levantó el rostro, y sus ojos dieron con los del moreno.
—¿Por qué lo crees así, Brent? —cuestionó. Sus hermosos orbes impactaron con los oscuros del joven de tez trigueña.
—Pude sentir algo mientras tenía el control de mi cuerpo —respondió el pibe—. Más allá de ser medio tóxico, creo que solamente quiere compañía, pero no sabe cómo lograr tenerla.
»Está medio baboso.
Jenna rió a carcajadas ante el último comentario de Brent, pero mantuvo sus reservas sobre las verdaderas intenciones de aquel vato.
Su forma de actuar con ella fueron las de un completo imbécil, y entonces, recordó que ella también lo fue.
—Brent, —dijo, tomando de la mano al chaval—. Lamento lo que pasó con ese beso en El Reino Central, y también lo que dije sobre tu mamá
—Hay cosas más importantes de momento que olvidar pasadas riñas —replicó Brent—. Con saber que... —Se mordió labio inferior—. Con saber que Oswald y tú están a salvo, estoy más que agradecido.
Pero ni él sabía si su mejor amigo estaba realmente seguro. Temía lo peor respecto al chico de cabello negro, y tras unos segundos, desbordó en llanto.
—No sé que pasará con él —expresó Jenna, volviendo a abrazar a este—. Solamente confío en que podremos encontrarlo una vez más y podrán hablar con mayor tranquilidad.
—¡Eso espero! —chilló Brent entre sollozos—. Oswald es mi mejor amigo, y yo le dije un montón de cosas feas.
»No podría seguir viviendo si algo le sucede.
—Ten confianza en que lo harán —susurró la morra en el oído del muchacho—. Creo que Oswald podría estar cerca, ya que eres como su hermano pequeño.
Jenna le dio un beso en la mejilla al chico, y salió disparada hacia la puerta. Brent observó cómo su amiga dejaba la habitación. Se sintió un poco más cómodo, por lo que pudo dormir con tranquilidad.
Una vez dentro de sus propios sueños, Brent observó que él estaba dormido. Brett hizo su aparición enfrente suyo, aunque comenzó a reírse de su hermano mayor. Después, el chico se dio cuenta de que había otro jovenzuelo muy similar en apariencia, aunque estaba durmiendo plácidamente sobre un lugar lleno de pasto y plantas florales.
—Ha estado así por un buen rato —mencionó Brett con desinterés y cruzando los brazos—. Se parece a nosotros, pero no es ninguno de nosotros.
»Él es Brenton, nuestro hermano mayor, y también una representación de tu otro lado —prosiguió Brett—. Me refiero a que es un tipo aburrido que prefiere el orden.
»Yo soy mil veces mejor que ese sujeto —enunció con aire presumido.
Brent se acercó para poder observar mejor a Brenton, su lado del orden. El moreno también sintió un poco de miedo, ya que no sabía si existiría una personalidad más dentro de su cuerpo.
Además, el nombre llamó su atención. Brent era una forma de acortar «Brenton». ¿Cuál sería la razón del mote suyo y el de su carnal?
Quería indagar un poco más del tema con Brett, pero dudó en obtener la respuesta de su boca.
—Es aterrador saber que hay más dentro de mi ser —expuso Brent, y su hermano pequeño le dedicó una mirada maliciosa.
—No tienes idea de cuánta razón tienes. —afirmó Brett—. Eres tres seres en un único cuerpo.
»Lo has sido desde el momento de nuestro nacimiento. —Su rostro parecía el de un bebé berrinchudo—. Brenton y yo odiamos eso de ti.
—Y de igual forma me engañaste —le recordó Brent—. Tomaste el control de mi cuerpo, y te negaste a dejarme volver.
»¿Por qué? —inquirió con fastidio, llegando a apretar la nariz del pibe de ojos carmesí.
—Nunca me has dejado salir en todo mi esplendor —contestó Brett con los ojos cerrados—. Te negaste a mi ayuda, y preferiste ser un idiota.
»Ahora entiendo la razón por la que él no ha despertado.
—Escucha, Brett —señaló Brent—, te dejaré salir cuando lo vea necesario. Pero ahora, soy yo quien debe y necesita entrenar mucho.
»No soy tan fuerte como tú, y posiblemente soy más débil que nuestro otro lado.
—¡Ahí te va un consejo! —expresó Brett—. Aprovecha que te encuentras en la ciudad adecuada para usar un hechizo de magia oscura.
»Úsalo, y no te detengas hasta dominarlo. —Dio la espalda a Brent.
—Mi problema es que no sé usar magia elemental todavía —pronunció Brent con la mirada gacha—. Al menos no a voluntad propia.
—Eso es mentira —profirió el menor de los tres hermanos—. Tu problema es que es algo que quieres forzar, cuando necesitas que fluya para sentirlo.
«También porque mamá y papá hicieron algo contigo para evitar que los hermanos de nuestra madre te encontrasen», pensó el de orbes rojizos.
Después, aquel chavalín se acercó a su tato, susurrando algo en el oído del hermano sándwich.
Brent desapareció a los pocos segundos, y fue entonces que el otro abrió los ojos, unos de un verde esmeralda.
Brent siguió el consejo de Brett a la mañana siguiente. Umar había invocado una vez más a Tifeo para que esté atacase sin piedad a su pupilo. El morrno evadió muy bien los ataques, y al caer al suelo, usó el hechizo Depetorus para atacar con una llamarada de fuego oscuro a su oponente.
Umar miró con orgullo el avance de su aprendizaje pero, de igual forma, se sintió preocupado por la presencia de Brett durante el día anterior.
El entrenamiento debía seguir su curso, mas, el jovencito de lentes tenía que decir algo importante al moreno.
—Lograste progresar un poco —bosticó Umar— Toma asiento, ya que hay algo que quiero discutir contigo, cabeza de chorlito
El menor colocó su retaguardia sobre una enorme y cuasi plana roca.
—El hechizo que usaste no es cualquier tipo de magia, Brent —expuso Umar, mientras su alumno seguía prestándole atención—. No es un encantamiento oscuro en sí.
»Es uno de los pocos con elemento dual, y únicamente puede ser usado por tres tipos de personas: los magos del fuego, los magos oscuros, y magos caóticos.
»Los primeros dos requieren entender los principios básicos de la mutación elemental. Está es tan compleja que no estoy seguro de que llegues a entenderlo por el momento, además de ser un embrujo bastante avanzada.
»Por consiguiente, la otra razón por la que lograste hacerlo, es debido a tu linaje que se extiende hasta Okuros. Tú ascendencia caótica hace que puedas lograr algo parecido a la mutación de elementos…
Umar recordó un brillo morado en aquella llamarada, lo que lo dejó sorprendido al rememorar el hecho.
—Es posible que me equivoque, pero creo que usaste ambos elementos en lugar de haber pasado por lo que te acabo de decir.
»Pero tú mismo me has dicho que posees un tigre blanco y un oso negro espirituales. Ninguno de esos encaja como acompañante de un mago del fuego.
—¿Qué se supone que descubriste? —cuestionó Brent, pensando en las posibilidades.
En el rostro de Umar se dibujó una inusual sonrisa repleta de satisfacción. Era posible que no se debiera completamente a su linaje caótico, sino también al del orden.
—Creo que puedes tener cierto número de elementos dominantes en tu persona, aunque es posible que puedas hacer de muchos más, incluso llegando a los dieciséis que hay, tomando en cuenta que eres descendiente del Caos y Orden.
»Aunque el fuego es de orígen caótico, puede ser usado para poner orden también. —Se frotó la barbilla—. Tal vez lo lograste usar para equilibrar el hechizo.
Aquello fue una sorprendente noticia para el jovencito. Cuando mucho, la gran mayoría de las personas manejaban dos elementos, claro, los que eran magos neutrales como Jenna. Muy pocos del Caos y/o el Orden lograban mutar su elemento.
Una persona que obtuvo hasta tres de estos como dominantes fue un personaje llamado Jacob el Grande, un famoso arquitecto y constructor que ayudó a erigir buena parte de las Ciudades elementales, y también diseño los comienzos de lo que hoy era El Reino Central.
Con esto en mente, Brent se sintió más motivado a seguir adelante con su práctica. Y ahora que él tenía un movimiento ofensivo, Umar decidió que sería buena idea mostrarle algunos hechizos defensivos y ofensivos más.
—Llegó la siguiente fase de tu preparación, Brent. Espero que estés listo.
[...]
Y mientras el moreno seguía allá abajo, en el estacionamiento abandonado, Jenna comenzó a pensar sobre la posible razón de la existencia de Brett.
No tenía lógica alguna. Entonces, observó el cielo desde la ventanilla de la habitación en la que se encontraba. Pronto llovería. Recordó una leyenda importante de un hijo del orden nacido del caos.
—Los tres corazones se volverán en uno. El árbol de gran poder asciende, provocando que los renegados y esclavos se alcen en armas.
»Por vez primera, los unos y los otros trabajando juntos hacen llegar a este hijo a lo más alto, pero un sacrificio es necesario.
»La vida tranquila llega de nuevo, y más tarde, comienza el final.
Jenna había recitado las palabras de una historia que le llamaba la atención fuertemente. Y entonces, se cuestionó si existían otros chicos como Brent, o si aquella leyenda hacía referencia a su amigo. Tal vez había otro supuesto hermano del chico y todavía no lo conocían.
Con aquello en mente, decidió observar un poco más en el ambiente que había al otro lado de la ventana de la pieza. No quería creer que Brent pudiera estar ligado a esa leyenda. Él ya había sufrido bastante como para ponerlo en riesgo por algo más grande que él.
«¿El final significa una pelea contra Okuros?», meditó preocupada.
Con la vista clavada en el exterior del hotel, vio que un hombre de cabello oscuro, con ropa invernal, estaba cargando en sus brazos a un pequeño que parecía tener de entre tres o cuatro años y cuyo negro pelaje era corto y desarreglado; sus ojos, rojos; la piel, clara; y su nariz, pequeña.
Llevaba ropa para días fríos, y parecía mirar en dirección al hotel. Había algo en ese chico que se le hacía familiar a la mina.
—¡El color de ojos de Brett! —advirtió con preocupación.
Algunos de los magos caóticos poseían ese color de ojos. Así que posiblemente estaban allí, otra vez buscando a su amigo, y entonces, algo más llamó la atención de la chica.
Una mujer apareció. Tenía una cabellera negra y ondulada que caía a la altura de sus pechos. Estaba bien abrigada, y a Jenna le dio la impresión de que sonrió al ver al hombre y al niño.
Ella acarició, con tal ternura que sólo una madre podría, el rostro de aquel pequeño. El chiquillo se animó bastante al verla, y se movía con el deseo de ir con la mujer que Jenna supuso que era su mamá
«¿Será que un mago caótico desertó para tener una familia?», reflexionó la chica, mientras los veía alejarse.
Y mientras seguían caminando, la mujer volteó en dirección al hotel. Ella también tenía unos ojos rojos, aunque en un tono carmesí.
La familia desapareció a los pocos segundos, dejando algunas incógnitas en la mente de la chica. De todas maneras decidió que lo mejor era advertir a sus amigos del hallazgo que hizo.
[...]
Mike se hallaba leyendo un libro que había adquirido antes del ataque al campamento de su familia.
«Y cuando la gran batalla entre los magos y los usuarios terminó, el mundo estuvo al borde de un nuevo colapso.
La intervención de las cuatro fuerzas dominantes fue necesaria para evitar perder el sello que despertaría a la bestia de siete cabezas de su letargo al que ellos mismos lo sometieron.
El guardián de los bancos de agua y los sueños desapareció junto al del cielo y los pensamientos.
Quedaron el de la tierra y los ideales, junto al general de ellos.
La labor de estos es evitar que los cuatro jinetes encuentren a la descendencia de las cuatro fuerzas dominantes, pero el primordial es velar por la humanidad».
—Esto es demasiado tedioso de entender —proclamó con tedio—. Quiero encontrar algo que me ayude a saber si Brent es el Heredero Del Caos Y El Orden.
De pronto, hojeó parte del libro con aburrimiento. Llegó a una parte que le interesó.
«Aquel que erigió de nuevo el mundo, confía en que un descendiente suyo alcanzará la sima de la tore.
El portador de lo caótico y su contrario, ha de ser el candidato perfecto. Uno que posea un corazón de tres y una resiliencia muy fuerte que sólo un terrible ebento pueda romper».
—¿Corazón de tres? —inquirió el mago del fuego—. Pero Brent es uno... ¿otro sería Brett?
»Será que habrá otro en ese enclenque cuerpo?
El moreno de ojos anaranjados continuó hojeando el libro, hasta que dio con una ilustración que llamó su atención.
Se trataba de un dragón de siete cabezas: Padre Original.
Al no encontrar mucho, terminó por poner aquel objeto en su mochila de viaje. Sacó otro libro con la ilustración de un joven castaño de ojos verdosos que tenía una bolsa de slime sobre la espalda.
Se echó sobre la cama, pero luego escuchó risas infantiles.
Decidió ver por la ventana, llegando a encontrarse con un pibito de ojos rojos jugando con su madre.
—¡¿Ojos rojos?! —demandó para sus adentros.
De pronto, un hombre se acercó a ellos, y la fémina tomó de la mano al chiquillo.
El hombre dio un beso en la mejilla a aquella mujer, y más tarde, la rodeó con el brazo diestro.
Avanzaron juntos, mientras el chiquillo daba pequeños saltos al caminar.
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