Adiós Al Antiguo Hogar

Tigrein seguía sacando la casta con su forma de avanzar para tratar de poner a su amo del peligro. La lluvia de bolas de fuego todavía no acababa, y era importante salir lo más pronto posible de El Reino Central, especialmente por el estruendo de varios rugidos de dragones que estaban aproximándose a ellos. Los locales ya comenzaban a defenderse, pero la invasión de los hombres del Señor del Caos había causado demasiados estragos al tomar a los habitantes de la ciudad por sorpresa.

Por otro lado, al muchacho había algo más que no lo dejaba tranquilo, y eso era la seguridad de sus amigos. A él no le importaba si ellos lo odiaban, o si simplemente estaban molestos con él por alguna tontería. Brent quería hacer algo para buscarlos, y necesitaba toda la ayuda posible. Él fue testigo de la forma en la que ardió la casa de sus abuelos. Ya no quería recibir malas noticias del ataque al lugar que lo vio nacer. Su corazón no soportaría otro duro golpe. Ya había tenido suficiente. Quería asegurarse de que ellos estuvieran sanos y salvos.

—¡Tigrein, detente! —pidió Brent—. Necesito tu ayuda para algo más. Por favor, amigo.

De esa forma el felino espiritual detuvo su marcha, pareciéndole importante el escuchar aquellos que joven maestro tenía que decirle. Brent no lo pensó dos veces. Era el momento de sacar el asunto que lo tenía angustiado en este momento.

—Hay que encontrar a Jenna y a Oswald —indicó el muchacho con seriedad—. Quiero asegurarme de que ellos van a estar a salvo de todo esto.

—¿Y ellos quienes son? —cuestionó el joven mago del fuego que acompañaba al moreno.

—Mis mejores amigos, o eso creo. —Cerró los ojos, y lentamente, exhaló.

Ellos le habían hecho compañía en los momentos en los que otros lo habían molestado a través de comentarios hirientes y burlas sobre su madre. Ambos eran todo lo que le quedaba al muchacho en todo El Reino Central. También quería hacer las paces con ellos.

Siendo solamente un fiel sirviente, Tigrein no podía negarse a la petición del jovencito. Él sabía lo importantes que eran Oswald y Jenna para el muchacho. Aunque no podía negar que la idea le parecía muy peligrosa; lo era todavía más con el olor de enormes lagartos voladores que se acercaba rápidamente a la ciudad.

—Entonces, está decidido —manifestó Tigrein, aceptando totalmente la petición de Brent—. Lo único que le pediré, es que llame a Nerostic en caso de que sea necesario.

»Es decir, él acudirá si las cosas se ponen más peligrosas. Es posible que necesitemos de su ayuda si nos topamos con más enemigos.

—Entiendo —replicó Brent, volteando su mirada hacia el mago del fuego—. ¡Oye, Mike, necesitaré de tu ayuda también!

—Enfrentamos el tipo de situaciones de mi agrado —mencionó Mike con un tono sarcástico y encogiéndose de hombros—. En fin, me quedaré a ayudar.

—Gracias, Mike —añadió el menor—. En verdad aprecio mucho tu apoyo.

—De acuerdo, ya dije que ayudaré —gruñó Mike, sin entender en qué se había metido. Sabía que de todas maneras debí ayudar a ese chico.

El mayor creía que el parecido que Brent tenía con alguien de su pasado era la razón por la que había sido llamado a la acción por el mismísimo Señor del Orden. Él tendría una oportunidad más para salvar a alguien.

Mientras tanto, el gato sobredesarrollado del menor volvió a olfatear el ambiente en búsqueda de los panas del chico al que debía proteger y servir. El aroma más cercano estaba a unos pocos metros a su derecha, y fue así que el tigre blanco corrió en busca de una de las personas más importantes para Brent que no e se abra lejos del ellos.

Pronto, el tigre blanco espiritual dio con Oswald. Lamentablemente, el bestie de Brent tenía compañía, y no precisamente era de la más agradable en un momento como el que se vivía en El Reino Central. El vato estaba rodeado de un grupo de alrededor de veinte magos caóticos del fuego. Estos se aproximaban a él con cada paso, mientras el muchacho de cabello negro no hacía más que retroceder.

El joven Heredero Del Caos Y El Orden estaba muy asustado, por lo que no dudó al gritar con todas sus fuerzas para llamar la atención de los enemigos. A eso le siguió, la petición del felino a Brent para que invocara a Nerostic con el objetivo de ayudar en un inevitable combate. El jivebcito, todavía muy asustado, se concentró en llamar a su oso negro espiritual, y este hizo su aparición a los pocos segundos. Finalmente ambos espíritus elementales estaban en compañía de su amo. Estaban listos para servir a sus deseos.

—¡Esto es único! —expresó con asombro uno de aquellos magos del fuego que amenazaban a Oswald—. Nunca antes había visto algo así.

—Ya lo creo —enunció otro de los invasores caóticos—. Tal vez hemos dado con alguien interesante.

—Creo que este es el chico al que buscan nuestros líderes —agregó un tercer mago, lo que aterrorizó a Brent, a pesar de que ya conocía la respuesta. Este sujeto no tardó en apuntar en su dirección con la mirada.

—Si vienes con nosotros ahora mismo y sin protestar —comunicó una fémina que se encontraba en aquel grupo de villanos—, nadie más saldrá herido, jovencito.

»Yo aprovecharía la oferta de estar en tus zapatos, así que piensa bien.

La idea resultaba bastante tentadora para Brent. Él ya había visto su hogar siendo quemado por culpa de aquellos sujetos.

—No acepte aquellas palabras que pueden estar cargadas de mentiras, joven amo —proclamó el oso negro espiritual del moreno—. No creo que está escoria vaya a cumplir su promesa.

—Debo de darle la razón a Nerostic —declaró el tigre blanco espiritual, esperando la respuesta del pibe.

Ninguno de ellos confiaba en las intenciones de aquellos magos elementales. Sus acciones también mostraban que no eran más que unos seres despreciables ante un vil ataque cuando mucha gente no salía de sus casas. Ellos solamente querían evitar que el chiquillo cayera en una trampa muy provocadora.

Fue así que el pibe negó con la cabeza. Nada lo haría cambiar de opinión.

—Ustedes ya escucharon a mis amigos —anunció el morro—. ¡Me pelan, idiotas!

Brent llevó su índice cerca de su ojo derecho. Estiro un poco hacia afuera el párpado inferior y enseñó la lengua a quienes amenazaban a su mejor amigo.

—Es una verdadera desgracia —pronunció uno de los enemigos—. Entonces, nos desharemos de este muchacho inútil.

En ese instante, Brent temió lo peor para Oswald. Él no quería que alguien más muriera por su culpa, así que gritó con todas sus fuerzas, al mismo tiempo los magos del fuego atacaban a su mejor amigo, lanzándole enormes bolas de fuego. El moreno cerró los ojos, no quería ver aquello; empero, algo bueno ocurrió en aquel instante.

Miles de objetos volaban en dirección al chico pelinegro, chocando y destruyendo las esferas ardientes que lanzaban los magos del caos y sin dañar al mejor amigo de nuestro protagonista. Nerostic aprovechó la situación para ir en contra de aquellos seres malvados, mientras que Tigrein avanzaba en dirección al amigo de su amo para ponerlo a salvo.

Mientras el oso negro espiritual luchaba y alejaba a algunos cuantos magos caóticos del fuego, Tigrein usó su cola para subir al asustado chico sobre su lomo, comenzando a correr en la dirección opuesta a la que ocurría la batalla. Incluso, aumentó su tamaño para que sus pasajeros no estuvieran tan apretados.

—Llamaré de vuelta a Nerostic —anunció Brent a su tigre blanco espiritual.

—No lo haga, amo —sugirió el tigre—. Nerostic es fuerte. Lo necesitamos para ganar algo de tiempo.

»Además, ya encontré el rastro de su amiga. Lo mejor por ahora, es dar con ella, y ponerla a salvo.

—Pero...

—No se preocupe, maestro —añadió Tigrein—. Los espíritus elementales no morimos hasta que nuestro protegido lo hace.

»Aunque Nerostic sea vencido, lo volverá a ver.

—Es bueno saber ese dato —comentó el menor del grupo—. Agradezco toda la ayuda que ustedes dos me están dando. Tal vez debía de darles un premio o al menos una galleta.

—No se preocupe por eso, joven maestro —replicó el gatuno—. Nerostic y yo nos conformamos con servirle bien.

Con uno de sus mejores amigos a salvo, Brent podía sentir un gran alivio; no obstante, todavía necesitaba encontrar a Jenna. Él recordaba lo molesta que ella se había mostrado el día anterior por lo del beso. No le hizo gracias recordar los gritos y golpes, pero no podía negar que él tuvo algo de culpa, aunque al menos sabía que debía protegerla a toda costa como lo hacía con Oswald. La mina era una de las personas más importantes en su vida, así que no podía sentarse sin hacer algo para asegurar su seguridad, a pesar de que tal vez lo odiaba. En su corazón sentía que lo que ella le dijo era más por el enojo que algo que sintiera en verdad.

—¿Y tú quién eres? —preguntó un atento Oswald Mike.

El mayor resopló y dió un coscorrón al bestie de Brent.

—¡Este no es momento para presentaciones, idiota! —gruñó el mayor del los chicos.

—¡Pues tampoco lo es para provocarme! —berreó el mago del orden.

—Lo que sí puedes hacer, es agradecer a ese chico y su enorme gato por salvar tu culo —ordenó el mago del fuego—. Él decidió arriesgar su valiosa vida con tal de protegerte a ti y a no sé a quién más.

En lugar de hacer lo que se le estableció, el muchacho de cabello oscuro se limitó a mirar a su pana. No veía indicios del muchacho llorón y enojón del que se hizo amigo. Algo debió ocurrir.

«Seguramente Jenna ya me lo trató mal», pensó.

«Mi pobre panita seguramente va a buscarla a pesar de que ella ya lo ha de haber maltratado».

«Pero si tan sólo me hubieran dicho que ya andaban juntos desde antes, en lugar de hacerme a un lado, yo lo habria ayudado».

Él quería saber lo que pasaba en la mente del morro, así que intentó tocar el hombro de su compa, pero fue interrumpido cuando Tigrein giró bruscamente.

De momento, el mejor aliado con el que contaba Brent, era el sentido del olfato de su tigre blanco espiritual. Tigrein estaba dispuesto a hacer todo para ayudarle, mientras que el oso negro espiritual seguía ganando tiempo para que su amo y compañía lograran dar con Jenna.

El felino blanco seguía olfateando el aire en busca de la escurridiza amigaza del chamaco. Unos segundos después, un evento más tuvo lugar. Cientos de dragones sobrevolaban las calles de todo El Reino Central, lo que indicaba que aquello que preocupaba a Tigrein se volvía real. Después, miles de espíritus elementales de todas las formas posibles comenzaron a hacer su aparición, ayudando a combatir a los lagartos voladores que aparecieron para atacar el hogar de sus amos.

Osos espirituales, caballos, mantis enormes, peces de gran tamaño, hidras, dragones, tigres, leones, perros, palomas, y un sin fin más comenzaron la defensiva por aquel frente.

Los magos elementales de todo El Reino Central estaban dispuestos a proteger su ciudad para salvaguardar el sitio del ataque de los magos caóticos del fuego. Así que, mientras un nuevo combate daba inicio, Tigrein volvía a su tarea de seguir el rastro de la chica. Afortunadamente, el tigre blanco espiritual encontró aquel aroma, y se puso en marcha al lugar en el que la había detectado.

—¡Vaya, este tigre es veloz! —afirmó Oswald, completamente sorprendido por la rapidez con la que avanzaba el espíritu elemental de su compa—. Realmente estoy algo celoso.

»Mi Tigroiste no es tan rápido. Tampoco agarra las cosas con la cola, por más mal que se escuche decirlo y hasta pensarlo también.

—Los tigres blancos tienen una gama amplia de habilidades que dependen de sus colas, si no más recuerdo —mencionó Mike en una pose reflexiva—. Algunos las usan como armas.

—Esto también se debe a que hay muy pocos descendientes del Padre Tigre en la actualidad —contestó Tigrein—. Yo soy uno de los pocos que todavía existen, ya que mi padre se ha vuelto muy viejo.

»Él no ha tenido muchos hijos últimamente.

»Somos los más rápidos que hay en cuanto a mi clase.

—¿El Padre Tigre? —preguntó Brent, imaginando a un viejo tigre gruñón o al menos bastante anciano y cansado al que se le dificultaría montar a alguna tigresa.

—¡Vaya, amigo! —exclamó Mike en un aire de completa indignación —. ¿No sabes quién es el Padre Tigre? ¿Acaso eres nuevo, o estás bien «pendejo»?

»Pero pudo ser que te caíste de la cama de chiquito.

«Si me caí a los tres años», pensó Brent con pena.

Tigrein soltó un gruñido de advertencia al mago del fuego. Él no iba a permitir que aquel muchacho molestara a su amo. Y respecto al Padre Tigre, este era el nombre que recibió el primer tigre blanco espiritual que fue conocido en el mundo. Se mencionaba que el famoso felino fue uno de los primeros cuatro espíritus elementales que alguna vez estuvo en contacto con los humanos. También se sabía que él no quería servir a ningún humano en especial, lo que provocó que se le perdiera la pista, desapareciendo totalmente del planeta.

El Padre Tigre también era famoso en varios cuentos y viejas historias, ya que fue un tigre blanco espiritual muy respetado y venerado por los magos astrales. Estas anécdotas solamente se compartían a aquellos con dones para la magia elemental, por lo que Brent tendría que trabajar duro para ponerse al corriente. Tal vez sus deseos de conocer un mundo que parecía oculto para sus ojos podría ayudarlo a conocer más de algo de lo que ahora formaba parte.

Los tigres blancos espirituales, en su mayoría, descendían del mencionado animal, pero sus más nobles descendientes también comenzaron a tener su propia descendencia, siendo el espíritu elemental de Oswald un linaje menos directo al referido animal.

—Está bien, no diré nada más —protestó Mike—. ¡Pero todavía no puedo creer que él no sepa nada sobre el ancestro de su compañero!

—El Padre Tigre fue el tigre blanco espiritual original —explicó Oswald al moreno—. Fue el responsable de forjar la magia astral.

»También se dice que ayudó a construir todo un reino; sin embargo, el lugar desapareció al final de las grandes guerras.

»Hay personas que afirman que fuerzas muy poderosas dividieron el mundo en dos; hay otros que afirman que los reinos fueron destruidos.

»De cualquier forma, el tigre blanco es un espíritu astral por naturaleza.

—No pudo haberlo dicho mejor —comentó Tigrein, muy orgulloso de ser un descendiente del Padre Tigre—. Aunque aquello sea cierto o falso, lo importante es que la magia elemental sigue en pie.

»Nosotros, los espíritus elementales, ayudamos a la humanidad para que la magia elemental sobreviva junto a ellos después de los tiempos de grandes conflictos. Somos los encargados de mantener viva la vieja tradición.

»También hemos sido sus acompañantes desde que Okuros decidió manifestarse. Nuestra raza ayudó a sellarlo en una dimensión desconocida en diferentes ocasiones, haciendo cada vez más difícil su regreso.

»Una cosa más amo. Sé que le dije que la supervivencia de un espíritu elemental depende de la de su amo. No es del todo cierto, al menos respecto a Nerostic.

»Los osos negros espirituales son los únicos que pueden pasar de generación en generación. Antes de usted, su padre fue su amo.

—¡Me parece algo fantástico! —expresó el moreno tras escuchar una noticia alentadora, y acariciando con delicadeza el lomo de su tigre blanco, y con los ojos llorosos al saber que su papá había dejado algo para él tras su muerte—. Ustedes dos son parte de mi familia ahora.

El morro lo decía con toda sinceridad. Sus dos espíritus elementales eran grandes amigos para él, pero también miembros de lo único que podía rescatar de algo hecho cenizas.

El muchacho había pasado mucho tiempo con el deseo de conocer a su propio compañero espiritual, luego de años de ensayo y error al sentir que sus abuelos lo presionaban constantemente para hacerlo encontrar su magia elemental dominante. Afortunadamente, y con el transcurso del tiempo, ocurrió algo único, y Brent había conocido a Tigrein y a Nerostic, por lo que el chico se sentía especial. Ahora aquel dato que recibió sobre Nerostic, le hacía sentir que la conexión con sus padres seguía viva.

Brent soltó algunas lágrimas, haciendo pensar a Oswald que si amigo había pasado por bastante en su ausencia.

«Me siento el peor amigo de todos», enunció para sí mismo.

El chico agradeció al tigre blanco espiritual y este se detuvo. Oswald y Mike echaron un vistazo a los alrededores.

—La chica no está lejos —pronunció Tigrein—. Se encuentra en uno de los parques más cercanos.

Brent conocía dicho parque, pero, no lograba recordar el primer día que estuvo por el lugar. Él tenía el presentimiento de que aquel lugar se relacionaba con él de alguna u otra forma. No estaba muy seguro de la razón de esto, lo que lo hacía sentirse confundido.

«¿A qué se deberá está extraña sensación?»

—¡Oye, Brent! —exclamó Oswald, mirando con preocupación la devastación a la ciudad—. Es que antes de que me encontraran, sentí un calor abrasador.

»El humo también era molesto para mí olfato y vista.

Aquello llamó la atención del moreno, y entonces, el mayor alzó la mano.

—Me puedes echar la culpa de eso —mencionó Mike, echando una sonrisa al par con el que viajaba—. Al ser un mago del fuego del orden, usé un encantamiento para repeler en mi y otros cercanos a mí en un radio de seis metros los efectos de mi propio elemento dominante.

—Cada vez más me pareces muy interesante —replicó el menor, pero volviendo a fijar su vista al frente para buscar a Jenna.

«¿Qué fue lo que pasó con Brent», reflexionó Oswald.

«Actúa muy diferente a como suele ser», y entonces, a su mente vino un nombre.

«¿Y qué hay de ese otro llamado Ifero?»

Justo cuando quería preguntar algo a su mejor amigo, este cerró los ojos, interesado en sentir nuevamente aquella conexión que él creía tener con el parque. Segundos después, tras sentir algo en el pecho, escuchó los gritos de auxilio de su amiga, creyendo haber encontrado el lugar exacto en el que ella se encontraba, aunque otros gritos se sumaron a los de la muchacha por la que él simpeaba. Brent tenía que movilizarse rápidamente. Jenna también intentaba alejarse de algo que la perseguía. De esa manera, él dio indicaciones a Tigroin sobre la dirección a tomar.

El tigre blanco corrió primero hacia la izquierda, y luego, giró a la derecha; siguió adelante con enormes saltos que impresionaron a los otros dos pasajeros. Nuevamente giró a la izquierda. Brent y compañía visualizaron a un gran grupo de magos caóticos que estaban colocados alrededor de la fuente que se encontraba en el centro del parque, y a Jenna siendo acorralada por cinco de estos.

—¡Entrégame al muchacho! —ordenó uno de aquellos magos caóticos del fuego—. Si lo haces, podrás estar tranquila.

—¡Ya les dije que no sé de qué muchacho hablan! —gritó Jenna con mucho enojo en su tono de voz.

—Podemos detectar que ha estado contigo por lo menos en las últimas veinticuatro horas gracias a un potente hechizo rastreador —contestó una mujer en aquella agrupación—. Mentir no es una opción.

Brent bajó rápidamente del lomo de su tigre blanco espiritual, llegando a embestir a los sujetos que molestaban a su amiga. Tigrein, Oswald, y Mike, pedían a gritos al chaval que regresara con ellos; él hizo caso omiso a sus desesperadas peticiones.

—¡Déjenla tranquila! —bramó Brent con una valentía que jamás creyó haber tenido nunca en su vida.

—¿Y esto qué significa? —preguntó un mago caótico—. ¡Este mocoso descerebrado tiene agallas!

—¡Ya lo creo! —respondió otro de los sujetos de túnicas rojizas—. Creo que sólo se trata de una inútil y puta sabandija que vino a encontrar su última morada

—¡Eso mismo pienso yo! —mencionó el primer mago del caos del grupo—. Creo que tenemos una situación en la que un tonto muchacho enamoradizo intenta proteger a su novia.

Brent se avergonzó ante el comentario del enemigo, mientras que Jenna se puso roja de furia, comenzando a insultar a los peligrosos sujetos; entonces, el morro recuperó su valentía y su orgullo al instante al verla luchando con un látigo de viento. No iba a permitir que se burlaran de él, o que le hicieran daño a la chica que todavía amaba en el fondo de su corazón.

Concentrado en su objetivo, Brent invocó a Nerostic cerca de ellos. Los magos del caos con gran asombro la forma en la que el oso negro de aquel jovencito aumentaba de tamaño hasta alcanzar los ocho metros de altura. Un aura de un color abismal cubría por completo a Brent, mientras su oso negro espiritual seguía creciendo todavía más. Finalmente, el animal soltó un potente rugido que aturdió a los villanos, y con sus garras, atacó sin piedad a los enemigos de su amo.

—¡Les daré una razón para que dejen tranquilo a mi joven amo! —gruñó el oso, usando sus garras y boca para atacar.

Tigrein analizó la situación, después, también aumentó de tamaño hasta llegar a los cuatro metros de altura y cinco de largo. Una vez más utilizó su cola para sujetar a Jenna, y de igual forma para subir a Brent y compañía en su lomo. El grupo comenzó a marcharse lo más pronto que le fue posible. La amiga del amo de Tigrein dio tremendo grito de terror, pero entendió que el tigre blanco espiritual había hecho todo eso para ponerlos a todos a salvo, por lo que no protestó por el momento.

Después, la muchacha agradeció en voz baja. Estaba arrepentida por las palabras hirientes que dijo al muchacho, y no entendía porque este llegó a su rescate.

—Lo lamento, Brent —vociferó la mina.

Por supuesto, Brent no escuchó la disculpa de la chica, pero de todas formas estaba relajado por haberla salvado, así que exhaló, y miró a su alrededor. Los había salvado a ellos, pero estaba triste por no haber podido hacer lo mismo por sus yayos.

«Me hace sentir peor el hecho de pensar que logré salvarme solamente por estar fuera de casa cuando todo esto comenzó».

[...]

Tres minutos más tarde, el felino elemental emprendió una marcha con dirección a la zona de drenajes de El Reino Central. Brent volteó hacia atrás para asegurarse de que Nerostic cumpliera su misión de ganarles tiempo con otro enfrentamiento que no pudieron evitar. En tanto, Tigrein estaba dispuesto a hacer algo totalmente extraño para poner a salvo a todos. Brent y compañía sintieron una extraña sensación en el estómago.

Mike se percató de que el tigre blanco espiritual se hacía más veloz con cada segundo que transcurría. Oswald observaba que se acercaban cada vez más al sistema de drenaje; empero, todo ocurrió tan rápido que no se dieron cuenta. El grupo cruzó el lugar sin haber quedado bañados en las nada agradables aguas de las alcantarillas, y en un tiempo récord de cinco segundos. Tigrein había demostrado lo mejor de su velocidad y valentía tras proteger a Brent y sus amigos de un asqueroso baño con olor a mierda.

—¡Mike, aquí entras tú! —señaló Brent—. Necesito que invoques a tu dragón.

Al escuchar ese nombre, Oswald y Jenna voltearon sus miradas en dirección al joven mago del fuego. Ellos todavía no confiaban en aquel vato debido a que otro tipo de magos con la misma capacidad de controlar el fuego atacaban todo a su paso.

También se debía a que la morra conocía algo que le desagradaba de aquel muchacho que estaba con ellos

El Reino Central seguía bajo asedio, por lo que los panas necesitaban ponerse a salvo lo más pronto posible. Al cabo de unos segundos, Mike invocó a su dragón con solamente levantar su colgante. La enorme bestia surgió, rugiendo con gran ferocidad y elevando las alas. Lanzó una llamarada también.

El poderoso dragón de la especie drosse ya estaba allí, con toda su majestuosidad, rugiendo de felicidad al darse cuenta de que su amo estaba cerca.

—¡También me da gusto verte, amigote! —comentó Mike a su lagarto, mientras este acercaba su cabeza al chico. Lo veía como si fuera un pequeño cachorro—. Dragtor, estos chicos a mi lado son, eh... ¡Son mis nuevos amigos!

»Ayúdanos a alejarnos lo más posible de este lugar —clamó—. ¡Necesitamos escapar inmediatamente!

Dragtor observó por un par de segundos al mago del fuego. Al poco tiempo, giró su cuerpo, inclinándose un poco para permitir a la muchachada subir sobre su lomo mientras bostezaba.

—¡Gracias, amigo! —expresó Mike al dragón, dando unas caricias en la espalda de su camarada reptiliano—. Creo que te daré permiso de buscar tu cena esta noche, y si no la encuentras, te puedes comer a uno de esos tres.

—¡¿Qué?! —cuestionaron los aludidos.

El mayor comenzó a reír, mientras los ayudaba a subir.

—Fue una broma, tontos —respondió con una sonrisa traviesa—. Dragtor confía en ustedes, porque si no lo hiciera, ya estarían viajando a su panza, ya que no le tomaría más que un bocado devorarlos

En tanto, Tigrein vigilaba atentamente para asegurarse de que su amo pudiera escapar a salvo. Tenía la certeza de que no tardarían en encontrarse una vez más.

Una vez que los panas estuvieron sobre el lomo del drosae, Tigrein desapareció, y el dragón estiró sus alas, lanzando una leve llamarada, e inició su vuelo acompañado de un feroz rugido.

—¡Adiós, popo! —exclamó Mike—. Digo... ¡Adiós, El Reino Central!

»¡Nunca olvidaré el mal trato que siempre me das cuando estoy en tus calles!

Sin rumbo, sin planes y sin provisiones para todos, un viaje estaba por comenzar para Brent y sus amigos.

Lleno de zozobra, el muchacho finalmente no pudo contener más el llanto. Sus amigos no podían hacer más que mirar debido al peligro que era moverse ya que era su primera vez viajando en el lomo de un dragón.

—De esto me ocupo yo —aseguró Mike, moviéndose con soltura—. Ustedes sigan aferrándose a Dragtor, ya que tampoco me haré responsable de sus muertes.

El menor seguía sollozando, cuando de pronto, sintió unos brazos que lo rodeaban.

—Ya estás a salvo, Brent —afirmó el chico de ojos anaranjados—. Es lo que más importa. Estoy seguro de que al menos eso era lo que querían tus seres queridos.

El chico se volteó para aferrarse al torso de Mike. Este le permitió desahogarse todo lo que le fuera necesario.

Los amigos del moreno comenzaban a entender más lo que vivió el chico. Él no dejaría a sus abuelos, al menos que algo terrible hubiera sucedido con ellos.

—Es injusto que Brent siga sufriendo así —dijo Oswald, pero nadie más lo escuchó.

Por parte de Jenna no hubo más que silencio.

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