1. La princesa de cabellos dorados
“Había una vez en el reino de París, una hermosa princesa”.
Chloe Burgeois desayunaba en una de las mesitas de la terraza. Se veía como siempre. Con su largo cabello rubio y sus ojos azules. Usaba su vestimenta habitual.
—Que aburrido—Dijo con fastidio y cerró su revista de moda.
—¿Señorita, desea más té?—Preguntó su mayordomo cortésmente.
—Sí.
El hombre esperó a que ella dijera algo más. Al percatarse de esto, Chloe, dijo:
—Por favor. Si no es mucha molestia.
—Como desee, señorita—Le sirvió té en su taza de porcelana.
“Vivía colmada de lujos y todos parecían amarla”.
—Ya debo irme—Se levantó de la mesa — o llegaré tarde al instituto—Continuó.
Él hizo una reverencia y le permitió el paso.
—Que tenga mucha suerte, señorita Chloe—Le dijo con respeto.
“Todo en su vida era perfecto”.
Sonrió a sí misma frente al espejo. Tendría que interpretar su papel nuevamente. Sí, los ayudaría.
Chloe le dio un beso en la mejilla a su novio Nathaniel. Este le sonrió por cortesía, se notaba a leguas de que no la amaba.
—¿Me estabas esperando?—Le preguntó divertida.
—Sí—Dijo sin ganas el pelirrojo.
Sabrina fue corriendo en su dirección, atareada porque llevaba su mochila y el proyecto de ciencias.
—Chloe—La saludó, tratando de recuperar el aliento.
—Sabrina—Dijo ella y sacudió su cabello.
Vio a lo lejos lo torpe que estaba siendo Marinette, otra vez. Sí, haría el ridículo como siempre y frente a Adrien Agreste.
—En un momento hablamos, Sabrina—Se alejó de ambos.
Marinette Dupain Cheng inventaba excusas y se enredaba en sus propias mentiras. ¿Por qué no podía ser sincera con el rubio? Simple todo se reducía al miedo.
Chloe quería darle un ligero empujón para ayudarla.
—¿La panadera te está molestando otra vez, Adrinkis?—Se llevó una mano a la sien—. ¿Dónde está?—La buscaba—. Cierto. No puedo verla porque es invisible.
Esperaba que sus palabras la hicieran despertarse de aquel sueño en el que vivía sumida.
—Eres una mala persona.
“Sin embargo, nadie entendía la necesidad que tenía de ayudar a los otros a su manera ”.
—Hablame cuando sepas formular una frase sin tartamudear—Lanzó una risita—. Adrinkis—Buscaba la atención de su mejor amigo— iremos al cine.
—No ahora, Chloe—Dijo incómodo.
No le gustaba la forma en la que trataba a los demás. No pensaba más que en ella misma y sus caprichos de niña rica y mimada.
—¿Por qué?—Preguntó dolida.
Adrien y ella eran inseparables.
—Lo siento, Chloe—Se alejó de allí, dejando a una furiosa Marinette y a una confundida rubia.
Vio a través de la ventana a una familia. Sonrió. Los envidiaba por ser tan felices.
—Y por eso no hice la tarea de matemáticas —Terminó de decir Nino.
Todos en el salón estallaron en carcajadas. Frente a esto, Chloe, salió de su trance percatándose de que la clase de matemáticas había comenzado.
—Señorita Bourgeois, al frente —La llamó la profesora impaciente.
Se levantó rápidamente de su asiento.
—Digales a todos en la clase.
“Mentirosa, hipócrita, embustera, malcriada, perra, zorra”, pensó esas palabras que rebotaban en su mente cuando se paró delante de todos.
No le afectaba lo que decían de ella a sus espaldas. No dejarían que la vieran llorar. Si en algo era buena era en fingir.
—Ejem—Se puso firme—. La teoría de Pitagoras consiste...—Comenzó a recitar.
Chloe esperaba a Sabrina sentada en las escaleras de entrada del instituto.
—¡Chloe!—Gritó la pelirroja acercándose a ella.
—¿Lo conseguiste?
La de lentes asintió.
La rubia tomó el teléfono de Sabrina y marcó rápidamente el número que la otra le dictaba.
—Hola—Atendió una voz masculina del otro lado de la línea.
—¿Luka Couffaine?—Imitó otra voz.
—Sí. ¿Quién habla?
El muchacho se extrañó. ¿De quién era ese número y esa voz?
—Invita a salir a Marinette Dupain Cheng—Habló lentamente y colgó—. Gracias, Sabrina—Le devolvió el teléfono a su mejor amiga.
—¿Por qué le dijiste eso, Chloe?
—Deberíamos irnos, Sabrina—Expresó ella ignorando su pregunta.
Se vio nuevamente al espejo del baño. Estaba sola, tan sola.
“Eres una Bourgeois ”, escuchó la voz de su madre en su cabeza.
—Y debes hacer que te respeten—Dijo en voz alta.
Lo sabía de memoria. Suspiró.
Dos meses después se enteró de que Luka y Marinette eran pareja. Sí, su plan había dado resultado.
Quería ver a Marinette feliz con alguien que la quisiera por cómo realmente era. Una chica como ella no merecía ser la segunda opción de alguien.
—¿Así que estás saliendo con aquel músico emo, Marinette?—Se llevó una mano a su cadera y se rió.
—Su nombre es Luka y es un chico grandioso—Lo defendió ella—. Además, no es asunto tuyo, Chloe.
La azabache se alejó de ella con furia. Parecía echar humo de las orejas.
Por suerte, ella ya no sufría más. Era un gran avance para Marinette. Si ella se enterara de toda la verdad, seguro se lo agradecería. Sin embargo, a aquella rubia le gustaba trabajar tras bambalinas y no podía ser descubierta.
Salió hacia su balcón y vio la noche estrellada.
—¿Reina?
—Hola, Chat Noir—No apartó la vista del paisaje.
—¿Qué estás haciendo, Chloe?
—Pensando, supongo.
—¿En qué?
—Si te dijera, ya no sería un secreto—Le sonrió.
Chat Noir veía a través de sus mentiras blancas, pero si ella no quería hablar no la obligaría.
—Es una bonita noche.
Chloe asintió.
—Lo sé.
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