Capítulo 1
La cara de Pequeña Arbusto se torció de emoción cuando su pequeña pata blanca tocó la superficie de la charca, produciendo una onda a su alrededor.
Vencejillo bostezó, cansado. Había pasado toda la mañana soportando a sus hermanos adoptivos que se subían en su espalda y le mordisqueaban las orejas, chillando y gruñendo de juego. Ahora lo único que quería era dormir junto al vientre caliente de Colmillo Férreo. ¿Cómo tienen tanta energía siendo tan pequeños?
En el claro del campamento algunos gatos descansaban en las pocas manchas de sol que quedaban antes de que oscureciera. A lo lejos no se escuchaba más que un pájaro solitario, y todos estaban agotados después de un día de caza difícil, pues la nieve no se demoraría en llegar, y los animales pequeños ya casi ni salían de sus madrigueras.
Unos cuantos guerreros compartían lenguas adormilados, y Estrella de Olivo, la seria pero maternal líder del Clan de la Ribera descansaba fuera de su guarida, su pecho subiendo y bajando rítmicamente. Pequeñas charcas estaban repartidas por aquí y por allá, después de la fuerte lluvia de la noche.
En el cielo grisáceo, las nubes flotaban y avanzaban lentamente. Algunas eran gordas y espesas, mientras que otras parecían tan delgadas como una espiga de trigo. El cachorro atigrado gris dejó la vista fija en una que parecía una flor, hasta que el maullido de Colmillo Férreo lo interrumpió.
—Parece como si estuvieras a punto de dormirte —dijo con preocupación en su mirada ambarina, mientras con la punta delgada de su cola acariciaba el lomo de Vencejillo.
—Es porque lo estoy —gruñó, fulminando con la mirada a los tres cachorros que jugaban a salpicar agua en el charco—. ¡No paran de jugar! Es como si nunca se cansaran. Y hablan tanto...
La atigrada gris oscuro ronroneó, impresionando al pequeño.
—De eso sí que no te puedes quejar. Cuando eras de la edad de ellos, te la pasabas preguntando cosas. "¿Qué especie de árbol es ese? ¿De dónde viene el agua? ¿Para qué sirve la nieve? ¿Por qué llueve?" —lo imitó, burlona, con una voz demasiado chillona para el gusto del cachorro.
Vencejillo bajó la vista, caliente de vergüenza, aunque en el fondo seguía molesto con los chillones de sus hermanitos.
—¿Cómo estuvo la caza hoy? —preguntó acostada en una mancha de sol Nube de Cernícalo, mirando curiosa la patrulla que acababa de regresar.
El atigrado gris la miró ceñudo. Nunca le había caído bien la guerrera de pelaje largo. Ella era la que había dado a luz a Pequeña Arbusto, Pequeño Brinco y Gorrioncilla, pero la que los había criado desde pequeños eran Colmillo Férreo y Mordisco de Granito. Nube de Cernícalo nunca había querido embarazarse, entonces ante la primera oferta de poder deshacerse de los pequeños, aceptó.
Aparte, era mandona y muy gruñona con casi todos. Y lo más ridículo de todo: le temía a las arañas a muerte. ¿Quién puede tener un miedo tan tonto? pensó para sus adentros.
—No muy bien —suspiró Rosa Escarchada, la lugarteniente, sentándose junto a la gata blanca y crema—. Se me escapó un campañol... cada día mi vista se pone peor. No sé si podré seguir siendo lugarteniente así.
La lugarteniente del Clan de la Ribera era una muy buena gata, responsable y amable, pero ahora su visión (que como le habían contado a Vencejillo, nunca había sido muy buena) estaba empeorando mucho, dificultando sus actividades de caza. La gata blanca no duraría mucho más en su puesto antes de tener que retirarse con los veteranos, a pesar que aún era joven.
Vencejillo se imaginó a sí mismo como lugarteniente, sobre una roca junto al líder, dando instrucciones a las patrullas y cosas de ese estilo. Le pareció bastante aburrido.
—¡Juega conmigo! —maulló Gorrioncilla de pronto, subiendo en su lomo y tirando de su oreja.
—¡Tienes las patas mojadas! —gruñó Vencejillo, tratando de sacarse a la gatita de encima, cuyas almohadillas estaban húmedas y con lodo, producto de haber estado un buen rato chapoteado en la charca.
—Oh vamos, ¿le tienes miedo al agua? —siseó la cachorra parda, aterrizando en la tierra y entornando los ojos azules, como preparándose para saltar sobre él.
—A lo único que le tengo miedo es a morir por falta de sueño —refunfuñó, haciéndose un ovillo y cerrando los ojos. Me encantaría poder dormir todo lo que queda de día...
Presionó su nariz con más fuerza contra sus patas delanteras al oír los suaves pasos de Gorrioncilla acercándose a él. Casi esperaba que la gatita empezara a morderlo de juego, pero en vez de eso, empezó a hablar.
—No quise haberte molestado, hermano —murmuró—. Pero si quieres volver a jugar, ya sabes donde estoy.
Vencejillo se quedó mudo. Justo entonces, escuchó el graznido de Mirada Quemada, que lo llamaba.
El atigrado gris abrió los ojos para ver a la amable pareja de veteranos que reposaban fuera de su guarida, con las colas entrelazadas.
Con la cola erguida, el cachorro se encaminó hacia ellos sonriendo. Eran veteranos desde hacia muchas lunas ya, y siempre tenían historias interesantes para contar. Le habían dicho que eran muy conocidos en todos los clanes debido a que los dos eran pareja a pesar de ser ambos machos, lo cual era muy particular, aunque no era la primera vez.
—¿Qué pasa que andas con esa cara larga? —inquirió Helecho Polar, un gato blanco y amarillo.
—Estoy de verdad cansado... Los pequeños han estado jugando conmigo desde que desperté —gruñó, recordando que ni siquiera había parpadeado en el alba antes que Pequeño Brinco se lanzara hacia él.
La expresión de Helecho Polar se suavizó, y Vencejillo creyó ver una gota de tristeza en la mirada del veterano, e incluso compasión. ¿De qué se acordó?
—¿Tú sabes por qué Pequeño Brinco y Pequeña Arbusto se llaman así? —le preguntó Mirada Quemada.
Vencejillo negó con la cabeza. Había estado dormido junto a Colmillo Férreo cuando nacieron los tres prqueños. Tampoco había preguntado.
—Nube de Cernícalo puede ser una cascarrabias —maulló el gato anciano blanco y amarillo—. Pero también tiene sentimientos, como todos. Llamó, junto a Cielo Ardiante, a Pequeño Brinco como tu padre, Brinco de Conejo. A Pequeña Arbusto, en honor a los bonitos ojos verdes que tu madre poseía. Y a Gorrioncilla...
—... Ese es el nombre que tenía la hermana de Nube de Cernícalo. La pequeña no alcanzó a ser aprendiza —completó la frase el gato rojizo.
Vencejillo se quedó en completo silencio. No recordaba mucho a sus padres y a su hermana, Pequeña Cereza, que había desaparecido y cuya ubicación era una completa incógnita para el clan, si es que la pequeña seguía con vida.
El atigrado gris recordaba muy pocas cosas de ellos, a duras penas podía acordarse de cómo eran sus caras, de qué color sus ojos, y si sus pelajes eran suaves o ásperos. No estaba seguro de si le hubiera gustado más que sus padres hubieran muerto cuando era pequeño, o cuando fuera lo suficientemente maduro para llorarlos como es debido.
—No tenía idea... —comentó, parpadeando.
En ese momento, de la entrada del campamento aparecieron Zarpa Escurridiza y Relámpaga, ambos con alegría en las caras. Iban acompañados de sus respectivos mentores: Mordisco de Granito, el padre adoptivo de Vencejillo y Corazón de Ciprés, el hermano de Brinco de Conejo que había tenido un accidente en el cual perdió un ojo. Gracias al compañerismo de los demás, había logrado salir adelante y se había vuelto un ejemplo para Vencejillo y sus hermanos.
—Ya es hora de que sean guerreros —ronroneó Mirada Quemada.
—¡Que todos los gatos lo bastante mayores para cazar sus propias presas se reúnan bajo los Tres Peldaños para escuchar mis palabras! —gritó Estrella de Olivo, justo como el veterano había predecido.
—Mmm... adiós, creo. Gracias —se despidió con un leve movimiento de cola Vencejillo, caminando a la maternidad casi arrastrando las patas.
—¡Oye, Vencejillo! —Colmillo Férreo hizo que el recién nombrado levantara las orejas—. ¿No quieres ver la ceremonia? ¡Te va a encantar!
—No creo —replicó—. Quiero descansar. Gracias de todos modos.
Y Vencejillo se retiró a la guarida de las reinas, con cada vez más pensamientos en la cabeza. ¡Cómo le gustaría que Pequeña Cereza estuviera con él...!
Lo que el pequeño no sabía, era la preocupada mirada que su madre adoptiva le daba en ese momento.
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Nunca nombren una historia sin comprobar si se dice "la alma" o "el alma" ;-;
Algún día cambiaré la portada. Algún día.
Y que quede claro que yo también le temo un poco a las arañas, es sólo que Vencejillo es un poco (quizás mucho) gruñón.
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