Capítulo 15

Brinco de Conejo se estiró, sintiendo los músculos tiesos bajo su pelaje, como si de rocas se tratasen, y tenía la lengua seca como una hoja inclinada hacia el sol. Había dormido gran parte de la noche, pero igualmente se sentía cansado, como si no hubiera reposado en lunas.

La vida estaba difícil en esos momentos, y unos cuantos días habían pasado desde que Corazón de Ciprés había despertado. Brinco de Conejo dividía su tiempo entre entrenar a Zarpa Escurridiza, pasar tiempo con Resplandor de Niebla (quién en menos de una luna daría a luz) y Corazón de Ciprés. Además, de vez en cuando lo asaltaban pensamientos de Paso de Búho, que lo dejaban preocupado un buen rato. No creo poder seguir así mucho tiempo.

Pero el tema más preocupante era su hermano.

Cada día estaba mejor físicamente, pues podía caminar por el campamento, correr, y su vida en el clan era muy parecida a la de antes del campamento, con la diferencia de que aún no se le era permitido salir al bosque, y menos cazar.

Por eso, el guerrero marrón pasaba tiempo en su lecho, sufriendo en silencio. Había bajado de peso, y las costillas se le asomaban tímidamente en sus flancos. Estaba muy callado. Aún no se había definido si podría seguir siendo guerrero, y ya había rechazado la propuesta de Ala de Guijarro de volverse curandero, lo que lo hacía sentirse inútil. Y en cuanto a su ojo, claramente ya no había remedio.

El felino atigrado salió de la guarida arrastrando las patas. No había muchos gatos en el claro. La patrulla del alba ya debería haber salido. En una esquina, Nube de Cernícalo y Cielo Ardiente compartían una ardilla animadamente. Brinco de Conejo no se sorprendió. En los últimos días, aquellos dos habían estado muy juntos, a pesar de su adversidad anterior. Ya me lo contaron: del odio al amor hay un solo paso.

Resplandor de Niebla no estaba recostada fuera de la maternidad, como solía hacer en las mañanas, y cuando Brinco de Conejo asomó su cabeza entre las aulagas la pudo ver durmiendo, con su gran vientre levantándose levemente con cada respiración. Si bien no había ninguna otra reina en esos momentos, Colmillo Férreo y Nube de Cernícalo la visitaban casi todos los días, conversando con ella hasta la noche o compartiendo lenguas.

Tras sacudirse algunos retazos de aulaga en su pelaje, el guerrero se dirigió a la guarida de Ala de Guijarro, para ver el estado de Corazón de Ciprés. Al entrar, se encontró con Relámpaga, quién conversaba con el felino marrón.

— ¡...Y luego, el bicho apareció entre las hojas! Sabía que Nube de Cernícalo le temía a las arañas, pero... ¡Jamás había oído un chillido tan fuerte! —prosiguió relatando la aprendiza de ojos amarillos, y por primera vez en un largo tiempo, Brinco de Conejo pudo ver a su hermano ronronear.

—Perdonen la interrupción... —dijo el atigrado marrón avergonzado, al acercarse más donde los dos jóvenes.

—¡Hola, Brinco de Conejo! —lo saludó la aprendiza—. Le estaba contando a Corazón de Ciprés sobre la patrulla de ayer. Pero ya me voy, Mordisco de Granito me va a dar un buen sermón si no me apresuro.

Una vez que la gata hubiera desaparecido, Brinco de Conejo se dirigió a su hermano.

—Y bueno... ¿Cómo has estado?

Su hermano se lamió una pata y empezó a pasársela por las orejas.

—Bien, supongo. Estar aquí es muy aburrido.

—Pero tu sabes que debes recuperarte al completo, ¿No? —respondió Brinco de Conejo, enterrando y desenterrando las garras en la tierra.

Corazón de Ciprés clavó su ojo bueno en él.

—Puedo correr, caminar, saltar y no me duele nada —siseó—. ¿En qué más me puedo recuperar?

—Y-yo no sé, no soy curandero —dijo Brinco de Conejo, nervioso por lo arisco que estaba su hermano.

—Estoy bien. Puedo seguir siendo un guerrero. Aún tengo la capacidad de ver, oler, acechar y luchar. ¿Sabes qué? Ahora mismo iré a hablar con Estrella de Olivo para que me deje volver a mis tareas guerreras. No soy un cachorro enfermizo o un veterano loco para que me tengan aquí como curandero —bufó, levantándose.

Su hermano se interpuso en su camino, con el corazón saltando sobre el pecho y la sangre latiendo en sus orejas.

—No.

Corazón de Ciprés desenvainó las garras delanteras.

—Si no me crees capaz, pues mira —y se lanzó sobre el cuerpo del atigrado violentamente.

Pero Brinco de Conejo fue mucho más veloz y se echó a un lado. Aprovechando el ojo ciego del gato marrón, el guerrero lo arrojó al suelo por su lado sin visión, y con una pata, le sujetó firmemente un omóplato para que no se pudiera levantar.

—¿Ahora vez, hermano? —gruñó.

—Yo soy— —masculló Corazón de Ciprés, antes de que una zarpa blanca lo apartara de Brinco de Conejo.

—¿Qué cagarrutas creen que están haciendo, cabezas de pájaro? —bufó Rosa Escarchada, con los ojos rosas dilatados.

—Nosotros... —balbuceó Brinco de Conejo, con el pelaje ardiendo de vergüenza.

—Hablaré con ustedes más tarde —dijo severa la lugarteniente—. Ahora, salgan. Estrella de Olivo llamó una reunión.

Los dos hermanos asintieron, y se dirigieron a la salida. Primero paso Corazón de Ciprés, quién movía la cola de un lado a otro con molestia, y luego Brinco de Conejo.

Su hermano había alcanzado a rozarlo con una garra en la mejilla, y el guerrero atigrado tuvo que pasarse una pata por ahí varias veces hasta que el dolor y la sangre disminuyeran. Aunque eso no era la único que le dolía.

Corazón de Ciprés, siempre tan amable y cariñoso, lo había atacado, en un acto de furia. Eso no era propio de él. Y Brinco de Conejo se sentía muy mal, pues el también lo había lastimado, aunque sin sangre. ¿Qué le pasa a mi hermano? Quiero ayudarlo, y estoy preocupado por su salud, pero... no sé que hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top