Primer final: Vuelta a casa


Me despedí de mis amigos y me bajé del globo. Contemplé que esta mitad de la Tierra no había sufrido tantos daños; a los lejos se podían ver pastores con sus ovejas y gente reconstruyendo sus casas. No había ni rastro de muertos, sangre o huesos. Parecía que no hubiese pasado nada. Andé a través de un frondoso bosque hasta por fin, divisar un pequeño pueblo a los lejos. Sus habitantes estaban trabajando o sentados en la puerta de sus casas tomando el sol. Entonces vi a una niña pequeña de ojos verdes y piel blanca como la nieve sentada en la hierba mirando las nubes; ¡era mi hermana! Corrí hacia ella con lágrimas en los ojos. Nos abrazamos durante un buen rato. Luego Helena me preguntó:

-¿D-dónde te habías metido? Pensábamos que te habías quedado en la otra mitad.

-Si, es que estaba allí. Verás...-empecé yo a contarle. Pero no me dejó terminar porque observó que estaba desnutrida y sucia, y exclamó:

-¡O Dios mío! ¿Qué te ha pasado? ¡Ven, tengo que llevarte a casa! Necesitas ponerte ropa limpia y comer un poco.

Entré en casa y todo el mundo me dio una calurosa bienvenida; estaban muy contentos de verme de nuevo. Después de muchos besos y abrazos, fui a vestirme. Me puse un pantalón negro de deporte, una chaqueta azul y unas chanclas de estar por casa. Inmediatamente, corrí al salón para atiborrarme de comida. Tenía mucha hambre. Luego me dirigí a mi nueva habitación para echarme una buena siesta.

-¡Beatrice! ¡Despierta! ¡Ya has dormido lo suficiente, vaga!-me gritó Helena al oído para despertarme. A veces era muy cariñosa.

-¿Cómo has llegado aquí? ¿Qué te ha pasado?-me preguntó mi madre, preocupada.

-Por cierto, han venido tus amigos a verte.-me dijo mi padre.

De repente alguien abrió la puerta. ¡Eran mis amigos! Los abracé a todos, muy feliz de verlos. Daba gusto estar de nuevo en casa.

-Bueno, ¿os cuento lo que me ha pasado todo este tiempo que he desaparecido?-pregunté.

Todos asintieron con la cabeza, acomodándose para escuchar mi historia.

-Está bien. Era un día soleado. El viento mecía lentamente las palmeras al son del acompasado ritmo del vaivén de las olas. Debería de estar jugando en la playa o corriendo por el pueblo como los demás chicos, pero a mí me encantaba mirar el mar desde mi ventana...


                                                                FIN

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: