Una Tarde En el Pueblo Rural
El aire fresco de la tarde se sentía agradable en el rostro de Asta mientras pedaleaba por el sendero rural, sus ruedas avanzando por el polvo de la carretera. Los campos verdes y las casas dispersas del pueblo rural parecían formar un paisaje idílico, pero no mucho de eso era lo que dominaba su atención. Lo que realmente importaba era la risa de Asta y el leve fastidio que se notaba en el rostro de Noelle, quien, a pesar de sus intentos por mantener la compostura, no podía evitar preocuparse por las sacudidas en el trayecto.
—¡Asta! ¿Puedes manejar con más cuidado? —gritó Noelle, su tono entre irritado y nervioso, mientras su cuerpo se balanceaba de un lado a otro con cada brusco giro de Asta.
—¡Vamos, Noelle! Relájate un poco —Asta giró la cabeza, sonriendo con su usual actitud relajada—. Te dije que confíes en mí, ¿no? ¡Tengo todo bajo control!
Noelle alzó una ceja, claramente poco convencida.
—"Todo bajo control" —repitió, su voz cargada de sarcasmo—, dice el chico que casi chocó con un poste hace dos minutos. ¿De verdad no podríamos haber caminado?
Asta soltó una risa, esquivando hábilmente una piedra en el camino.
—¿Caminar? ¿Y perderme esta oportunidad de llevar a una princesa como tú en bicicleta? Jamás. Además, ¿no es divertido?
—No soy una princesa —replicó Noelle con firmeza, aunque una ligera sombra de sonrojo coloreó sus mejillas—. Y esto no es divertido... ¡es aterrador!
Asta se echó a reír aún más fuerte, dándole un toque dramático al momento.
—¡Oh, Su Alteza Noelle! ¡Lamento que mi humilde transporte no sea digno de su majestad! —dijo, haciendo una exagerada reverencia sobre la bicicleta—. Pero le prometo que la llevaré sana y salva... ¡aunque el viento sea nuestro enemigo mortal!
Noelle, aunque se mantenía firme, no pudo evitar soltar un suspiro divertido mientras se sostenía del asiento.
—Idiota... —murmuró entre dientes, sin poder ocultar completamente su sonrisa.
En ese momento, un pétalo de flor de cerezo se desprendió de un árbol cercano y voló hacia ellos. Asta lo vio en el aire y, sin pensarlo dos veces, detuvo la bicicleta de golpe, haciendo que Noelle casi perdiera el equilibrio.
—¡¿Qué haces ahora, Asta?! —exclamó Noelle, sosteniéndose del asiento para evitar caer—. ¿Por qué te detuviste tan de repente?
Asta giró hacia ella, su expresión suavizándose mientras señalaba su cabello.
—Espera, Noelle... Tienes algo en el pelo.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó Noelle, confundida, tocándose el cabello.
Asta se inclinó hacia ella con una sonrisa tranquila, quitándole el pétalo con cuidado.
—Aquí —dijo, con un tono suave mientras retiraba el pétalo de la flor de cerezo que se había posado en su cabello plateado.
Por un breve instante, sus ojos se encontraron. El aire parecía haberse detenido, la luz del sol iluminando el momento con una calidez especial. Todo a su alrededor se desvaneció por un segundo, dejándolos solos en su pequeño mundo.
Noelle apartó rápidamente la mirada, su rostro ardiendo de vergüenza.
—¡Deja de hacer cosas raras y sigue pedaleando! ¡Llegaremos tarde! —ordenó, intentando recuperar su actitud de siempre.
Asta ríe y se incorporó, dándole un toque juguetón a su respuesta.
—¡Sí, señora! ¡A toda velocidad! —dijo con entusiasmo, comenzando a pedalear nuevamente con más energía.
Esta vez, Asta pedaleó con cuidado, sin hacer bruscos movimientos, mientras Noelle trataba de ocultar su sonrisa tras su usual actitud seria. El viento les acariciaba el rostro y el sendero parecía extenderse infinitamente, rodeado de flores de cerezo que caían suavemente como una lluvia de pétalos.
Asta y Noelle, juntos, pedaleaban en ese instante perfecto, perdidos en la serenidad del campo y la calidez de su compañía. Mientras las flores caían a su alrededor, se olvidaron del mundo y de las preocupaciones, dejando que solo quedara el ruido de sus risas y el sonido de las ruedas sobre el camino.
—Prometí llevarte sana y salva —dijo Asta con una sonrisa divertida, mirando a Noelle de reojo—. Y lo haré, aunque tenga que esquivar más postes.
Noelle, sin poder evitarlo, soltó una risa suave, disfrutando del momento mientras el sol brillaba sobre ellos, rodeados de la calma de aquel pueblo rural.
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