Un Nuevo Comienzo
El despacho del Rey Mago era más animado de lo usual. Asta, vestido con su imponente capa blanca decorada con detalles dorados, caminaba de un lado a otro, inquieto. Noelle, con su uniforme de capitana de las Águilas Plateadas, se encontraba sentada, aunque su rostro reflejaba incomodidad.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó Asta, deteniéndose frente a ella con una expresión de preocupación.
—Estoy bien, solo me siento un poco... mareada, nada más —respondió Noelle, aunque su tono era menos convincente de lo que pretendía.
—No me parece normal. Vamos con Owen. No quiero arriesgarme.
Antes de que ella pudiera protestar, Asta ya la había tomado de la mano, decidido.
El cuarto de Owen estaba iluminado por la tenue luz de varias lámparas mágicas. El curandero examinaba a Noelle con detenimiento mientras Asta permanecía en silencio, observando cada movimiento con atención casi obsesiva.
Después de varios minutos, Owen se giró hacia ellos con una leve sonrisa.
—Bueno, tengo noticias interesantes para ambos.
—¿Está bien? ¿Es algo grave? —Asta dio un paso hacia adelante, ansioso.
—No es grave, pero sí es importante —Owen soltó una risa ligera—. Noelle no está enferma, Asta. Está... embarazada.
Hubo un instante de absoluto silencio en la habitación.
—¿¡Qué!? —gritaron Asta y Noelle al unísono, sus ojos completamente abiertos por la sorpresa.
—¡¿Un bebé?! —exclamó Noelle, llevándose ambas manos a la boca, su rostro volviéndose tan rojo como un tomate.
—¡¿Yo voy a ser papá?! —Asta miró a Owen como si acabara de escuchar que el mundo iba a acabar.
—Exactamente. Felicitaciones a ambos —respondió Owen con serenidad, mientras ocultaba una sonrisa divertida ante sus reacciones.
Asta se dejó caer en una silla cercana, procesando la noticia. Noelle, por su parte, seguía en estado de shock.
—Pero... pero... ¿cómo pasó esto? —balbuceó ella, aunque inmediatamente se corrigió—. ¡No, no respondas eso! ¡Fue una pregunta estúpida!
Asta soltó una carcajada nerviosa.
—¡Yo también quiero saberlo! ¡No... espera! ¡Ya sé cómo pasó!
Owen se aclaró la garganta.
—Dejaré que tengan un momento para asimilarlo. Si necesitan algo, estaré aquí.
Cuando el curandero salió del cuarto, Asta y Noelle se miraron en silencio. Él fue el primero en hablar.
—Noelle, ¿qué vamos a hacer?
Ella respiró hondo, intentando calmarse.
—Lo primero será no entrar en pánico, aunque... —lo miró con una mezcla de nervios y determinación—. No puedo evitar pensar... ¿seremos buenos padres?
Asta tomó sus manos, sus ojos verdes brillando con un inusual toque de madurez.
—Noelle, hemos enfrentado demonios, guerras y amenazas que ponían en riesgo al mundo entero. Si podemos con eso, estoy seguro de que podemos con un bebé.
—Tienes razón —Noelle lo miró, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa—. pero esta vez no podemos resolverlo solo con fuerza bruta.
—Bueno, tal vez podamos resolverlo con amor, paciencia y algo de ayuda de nuestros amigos —Asta rió suavemente.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, sus manos aún entrelazadas. Él volvió a hablar, esta vez con un tono reflexivo.
—Prometo ser el mejor padre que pueda ser. Y prometo apoyarte en todo, como siempre lo he hecho.
Noelle sintió que sus ojos se humedecían, aunque intentó disimularlo.
—Y yo prometo que seré una madre digna para nuestro hijo... o hija.
Asta sonrió ampliamente, la emoción comenzando a reemplazar la sorpresa.
—¡Vamos a ser los mejores padres del mundo!
—Primero, vamos a calmarnos, Asta. Apenas estamos procesando esto.
Ambos rieron, aliviando la tensión mientras una nueva etapa de sus vidas comenzaba a dibujarse frente a ellos, más luminosa y llena de esperanza que nunca. Asta y Noelle salieron del consultorio de Owen con emociones encontradas.
Las noticias aún resonaban en sus mentes como un eco interminable. Caminaban juntos por los pasillos del cuartel del Rey Mago, un silencio cómodo entre ellos, hasta que Asta lo rompió con una carcajada nerviosa.
—¿Puedes creerlo? ¡Vamos a ser padres!
Noelle lo miró de reojo, tratando de mantener su compostura.
—Es surrealista... Apenas puedo imaginarlo.
Asta la detuvo suavemente, tomándola de los hombros. Sus ojos verdes brillaban con determinación, pero también con una pizca de inseguridad.
—Oye, Noelle... ¿tienes miedo?
Ella apartó la mirada por un momento, pero luego asintió lentamente.
—Un poco. No sé si estoy lista para esto... Ser capitana ya es una gran responsabilidad, y ahora... —suspiró, llevándose una mano al pecho—. ¿Y si no soy lo suficientemente buena?
Asta negó rápidamente, sus manos sujetándola con más firmeza.
—Eso no es verdad. Eres increíble, Noelle. Eres fuerte, hermosa, decidida y tienes un corazón enorme. Si alguien puede hacer esto, eres tú.
Ella lo miró, sus mejillas enrojeciendo ante sus palabras. Pero, como siempre, su orgullo la hizo defenderse.
—Y tú, ¿qué sabes sobre criar un hijo? ¿No tienes miedo?
Asta se quedó pensativo por un momento antes de responder.
—Claro que tengo miedo. Pero también estoy emocionado. Esto no es solo una responsabilidad; es una oportunidad. Una oportunidad para dar todo lo mejor de nosotros a alguien que nos necesitará, alguien que será parte de nosotros.
Las palabras de Asta calaron profundamente en Noelle, quien no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa.
—Tienes razón... como siempre.
—¡Por supuesto que tengo razón! —exclamó Asta con entusiasmo, pero luego adoptó un tono más reflexivo—. Aunque... creo que deberíamos empezar a prepararnos desde ya.
—¿Prepararnos?
—¡Sí! ¡Necesitamos aprender todo sobre bebés! ¿Cómo cuidarlos? ¿Qué necesitan? ¿Qué no debemos hacer? ¡Ah, y también necesitamos buscar un buen nombre!
Noelle rió suavemente ante el entusiasmo casi infantil de su esposo.
—Asta, creo que estás exagerando un poco...
—¡No estoy exagerando! —protestó, aunque su tono era más juguetón que serio—. Este bebé será el futuro del Reino. Tiene que ser perfecto.
—No necesitas presionarte tanto —Noelle lo golpeó suavemente en el brazo—. Lo importante es que sea feliz y esté sano.
—Tienes razón —Asta asintió, tomando su mano mientras reanudaban su camino—. Vamos a hacerlo bien, Noelle. Juntos.
Mientras salían al exterior, el sol iluminó sus rostros. Ambos miraron al cielo, dejando que la calidez los envolviera. En ese momento, comprendieron que este nuevo capítulo de sus vidas no solo traería desafíos, sino también un amor más grande y profundo del que jamás habían conocido.
Y aunque las dudas persistieran, en el fondo sabían que lo enfrentarían como siempre lo habían hecho: con valentía, determinación y, sobre todo, juntos.
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