Un Futuro

La cálida luz del sol iluminaba el jardín de la mansión, donde Noelle estaba sentada en una cómoda silla de mimbre. Su largo cabello plateado caía como un río de luz mientras una suave brisa mecía los mechones sueltos que enmarcaban su rostro. Su vestido de maternidad, cuidadosamente diseñado con tonos púrpuras y blancos, realzaba la prominencia de su vientre. Sus manos descansaban con delicadeza sobre él, mientras una sonrisa tranquila adornaba sus labios.

No muy lejos, el sonido de pasos firmes resonó en el pasillo de la entrada. Asta, vistiendo su uniforme de Rey Mago, cruzó la puerta con determinación, aunque su rostro reflejaba algo que muy pocos tenían el privilegio de ver: una mezcla de ternura y emoción. Su cabello cenizo estaba un poco alborotado, y su musculatura, moldeada por años de arduo entrenamiento, se notaba a pesar de la formalidad del atuendo.

—Noelle... —murmuró al verla, deteniéndose un momento como si quisiera grabar esa imagen en su memoria para siempre.

Ella levantó la mirada, y sus ojos rosados brillaron al encontrarse con los verdes de él.

—Asta —respondió suavemente, pero su voz temblaba por la emoción contenida.

Él avanzó hacia ella, quitándose la capa de Rey Mago y dejándola caer en el respaldo de una silla cercana. Cuando finalmente llegó frente a Noelle, se arrodilló a su lado, tomando sus manos con cuidado y besándolas con devoción.

—Perdón por llegar tarde... —susurró Asta, inclinando su frente hasta tocarla con la de ella—. Había tanto trabajo, pero todo lo que podía pensar era en volver contigo.

Noelle rió suavemente, acariciando su mejilla con una mano.

—Sabía que vendrías. Aunque admito que el pequeño aquí dentro ha estado preguntando por su padre todo el día. —ella señaló su vientre con una sonrisa divertida.

Asta abrió los ojos con asombro y luego colocó suavemente una mano sobre el vientre de Noelle.

—¿De verdad? —dijo con un entusiasmo infantil que contrastaba con su título de Rey Mago—. ¿Está activo hoy?

—No puedo decir si está emocionado o molesto porque tardaste tanto, pero sí... ha estado moviéndose mucho.

Como si entendiera las palabras de su madre, una pequeña patada se sintió justo bajo la mano de Asta. Él soltó una carcajada, llena de alegría pura.

—¡Es fuerte, igual que su madre! —exclamó con orgullo, mirándola.

Noelle se sonrojó ligeramente, desviando la mirada, pero no podía ocultar la felicidad que sentía.

—Bueno, espero que también saque algo de tu terquedad. Aunque sería un poco más fácil de manejar que tú.

Ambos rieron, y Asta, sin poder resistirlo más, se inclinó para besarla en los labios. Fue un beso lleno de amor, promesas y sueños compartidos, uno que parecía detener el tiempo.

Cuando se separaron, Asta susurró:

—Te amo, Noelle. No hay nada en este mundo que desee más que estar contigo y con nuestro bebé.

Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

—Y yo a ti, Asta. Has hecho realidad todos mis sueños, incluso aquellos que no sabía que tenía.

Ambos permanecieron así, juntos en su pequeño mundo, mientras el sol seguía brillando y el viento acariciaba suavemente el jardín, prometiendo un futuro lleno de amor y nuevas aventuras.

Asta permaneció arrodillado, con su mano aún sobre el vientre de Noelle, como si esa conexión física lo ayudara a entender lo inmenso de lo que estaba por venir. Su expresión se suavizó aún más mientras una lágrima solitaria caía por su mejilla, aunque su sonrisa seguía firme.

—¿Llorando, Rey Mago? —preguntó Noelle, alzando una ceja con su tono habitual de broma, aunque su voz era suave y cariñosa.

—No puedo evitarlo —respondió Asta, riendo mientras limpiaba su lágrima con el dorso de la mano—. Es solo que... todavía me cuesta creer que esto sea real. Que tú me elegiste, que vamos a formar una familia.

—Tú me mostraste que merecía algo más que soledad y dudas —Noelle lo miró con ternura, sus ojos rosados brillaban como gemas bajo la luz del sol—. Me hiciste creer que puedo ser feliz, Asta. No hay nadie más que quiera a mi lado.

Asta sonrió, y con mucho cuidado, se inclinó para besar el vientre de Noelle.

—Hola, pequeño. Soy yo, tu papá. No puedo esperar para conocerte —dijo con un tono cálido y juguetón, como si ya estuviera hablando con su hijo—. Y prometo que haré todo lo que pueda para ser el mejor padre y protegerte siempre.

Noelle sintió que su corazón se derretía al verlo así. Asta, el chico que había conocido siendo ruidoso, impulsivo y obstinado, se había convertido en un hombre cuya fuerza y bondad llenaban cada rincón de su vida.

—Espero que se parezca a mí —dijo Noelle con una sonrisa burlona—. No sé si soportaría otro como tú, Asta.

Él levantó la vista con una expresión fingida de ofensa.

—¡Oye! ¿Qué tiene de malo que se parezca a mí? ¡Sería el bebé más fuerte y guapo del mundo! —exclamó, cruzándose de brazos como si fuera un hecho incuestionable.

—Bueno —Noelle se llevó una mano al rostro para ocultar una risa, pero al final no pudo contenerla—, con que no herede tu voz escandalosa, estaré satisfecha.

Ambos rieron, y Asta se levantó para tomar asiento en la silla junto a ella, pasando un brazo por sus hombros. La brisa del jardín seguía acariciando sus rostros, mientras el tiempo parecía detenerse solo para ellos.

—Noelle, cuando pienso en todo lo que hemos pasado... desde las peleas hasta los momentos más difíciles, no puedo evitar sentirme agradecido. Agradecido por haberte conocido, por haber luchado contigo y ahora, por construir esto juntos. —Asta apretó suavemente su mano, y ella recostó la cabeza en su hombro.

—Yo también, Asta. Nunca imaginé que el chico ruidoso del toro negro se convertiría en mi todo. Pero aquí estamos, y no cambiaría nada de lo que hemos vivido.

Él besó su frente con ternura, dejando que el silencio cómodo hablara por ellos. En ese momento, no eran el Rey Mago ni la noble de la Casa Silva. Solo eran Asta y Noelle, dos personas profundamente enamoradas, esperando el milagro que los uniría aún más.

Cuando las primeras estrellas comenzaron a asomarse en el cielo.

—¿Sabes? Nuestro bebé probablemente ya nos está juzgando por ser tan cursis —Asta habló con una sonrisa divertida.

Noelle soltó una carcajada y le dio un leve golpe en el brazo.

—¡Tú eres el cursi, Asta! Pero... está bien. Tal vez eso sea lo que más amo de ti.

—¿"Tal vez"? Tendré que esforzarme más para que no quede ninguna duda.

Noelle rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

—Está bien, Rey Mago. Pero por ahora, quédate aquí conmigo.

—Siempre, Noelle. Siempre.

Ambos se quedaron bajo el cielo estrellado, compartiendo su calidez y el amor que los unía, mientras el mundo a su alrededor parecía guardar silencio para no interrumpir su felicidad.

El silencio del jardín era acogedor, acompañado por el suave canto de los grillos y el parpadeo de las estrellas. Asta miraba el rostro de Noelle mientras ella seguía recostada en su hombro. Su mente comenzaba a divagar, pensando en lo que les esperaba en los próximos meses.

—Oye, Noelle... —dijo de repente, rompiendo el silencio—. ¿Ya has pensado en nombres?

Ella levantó ligeramente la cabeza para mirarlo, con una sonrisa curiosa.

—¿Nombres? ¿Ya estamos pensando en eso? —preguntó, con un tono medio incrédulo, aunque claramente interesada.

—¡Por supuesto! —respondió Asta con entusiasmo—. Quiero que tengamos el nombre perfecto para nuestro bebé. Ya sabes, algo que sea fuerte, hermoso y digno de un futuro Rey o Reina Mago.

Noelle puso los ojos en blanco con cariño, pero su sonrisa permaneció.

—Está bien, genio. ¿Qué tienes en mente?

—Si es un niño... —Asta se llevó una mano al mentón, adoptando una pose pensativa exagerada—. ¿Qué te parece Arlen? Suena fuerte, como alguien decidido y valiente.

Noelle lo consideró por un momento y luego asintió.

—Arlen... no está mal. Suena elegante pero no demasiado pretencioso.

Asta sonrió, claramente satisfecho de que su primera idea no hubiera sido descartada de inmediato.

—¡Sabía que te gustaría! Ahora, si es una niña... —hizo una pausa dramática, mirando a Noelle con una chispa traviesa en los ojos—. ¿Qué te parece Astelle?

—¿Astelle? ¿En serio, Asta? ¿Le pondrías a nuestra hija el nombre que claramente viene del tuyo y del mío? —Noelle lo miró con incredulidad, incapaz de contener la risa.

—¡Por supuesto! —exclamó él, cruzándose de brazos como si su idea fuera innegablemente brillante—. Además, es original. Sería como un recordatorio de que siempre estará protegida por sus increíbles padres.

Noelle sacudió la cabeza, riendo entre dientes.

—Definitivamente no será Astelle, Asta. Pero... ¿qué te parece Celeste? Tiene un sonido suave, pero también transmite fortaleza.

Asta parpadeó, sorprendido, y luego asintió con entusiasmo.

—¡Celeste! Me encanta. Es perfecto, Noelle.

Ella sonrió, satisfecha con su elección, mientras descansaba nuevamente en su hombro.

—Entonces, si es un niño, será Arlen. Y si es una niña, será Celeste.

—¡Hecho! —dijo Asta con una determinación casi ridícula, como si acabaran de tomar la decisión más importante del mundo.

Noelle lo miró de reojo y, después de un momento de silencio, agregó con una sonrisa maliciosa:

—Pero si hereda tu testarudez, tal vez debamos agregar "Problemático" como segundo nombre.

Asta soltó una carcajada, inclinándose para besar su frente.

—Sea como sea, Noelle, este bebé será tan increíble como su madre.

Ella sonrió, sintiendo una calidez que la envolvía por completo.

—Y tan fuerte como su padre.

Mientras el cielo estrellado los cubría, Asta y Noelle continuaron imaginando el futuro que los esperaba, compartiendo risas y amor mientras el mundo parecía girar un poco más lento para ellos.

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