Un Encuentro VI

El concierto al aire libre se había convertido en un recuerdo especial, pero también marcó un cambio entre nosotros. Desde aquella noche, Nero y yo comenzamos a vernos con más frecuencia, y nuestra conexión se hizo más profunda. Sin embargo, una parte de mí seguía temiendo lo que podría pasar si dejaba que alguien entrara demasiado en mi vida.

Una tarde, mientras caminábamos por el parque —el mismo donde fue el concierto—, Nero me sorprendió con una pregunta que no esperaba.

—Liebe, ¿qué planeas para el futuro?

La miré, confundido por el tono serio de su voz. Era raro que Nero, tan espontánea y despreocupada, me hiciera una pregunta tan directa.

—No estoy seguro —admití, deteniéndome para mirar un pequeño estanque cercano—. Nunca pensé mucho en eso.

—¿Ni siquiera un poco? —ella se cruzó de brazos, mirándome con curiosidad.

Suspiré, pasando una mano por mi cabello alborotado.

—Supongo que siempre he estado atrapado en el pasado. No es fácil pensar en el futuro cuando sientes que todo lo importante ya quedó atrás.

Nero dio un paso más cerca, su mirada fija en la mía.

—Tal vez es hora de cambiar eso.

—¿Cómo? —pregunté, genuinamente interesado.

—Deja que alguien te ayude a ver que todavía hay cosas importantes por venir —respondió, su voz suave pero firme.

Hubo un momento de silencio entre nosotros, roto solo por el canto de los pájaros. Su intensidad me desconcertaba, pero también me atraía.

—¿Hablas de ti? —pregunté finalmente, buscando claridad.

—Tal vez —ella sonrió, inclinando ligeramente la cabeza.

No supe qué responder. Había algo en su honestidad que me desarmaba completamente. Antes de que pudiera decir algo más, Nero extendió su mano hacia mí.

—Vamos. Hay algo que quiero mostrarte.

Sin pensarlo demasiado, tomé su mano, y juntos comenzamos a caminar. Ella me llevó a una pequeña tienda escondida entre las calles de la ciudad. Era un lugar lleno de antigüedades y libros antiguos, el tipo de lugar que parecía hecho para Nero.

—¿Qué es esto? —pregunté, observando los estantes llenos de objetos únicos.

—Un lugar que descubrí hace poco —respondió, guiándome hacia una sección de libros viejos—. Quiero que elijas uno.

—¿Por qué?

—Porque creo que necesitas algo que te inspire.

Me tomó un momento, pero finalmente elegí un libro con una portada sencilla y desgastada. "Historias de un nuevo comienzo". Nero sonrió al ver mi elección.

—Es perfecto —dijo, casi susurrando.

Salimos de la tienda, y mientras caminábamos de regreso, sentí algo diferente. Tal vez era el libro en mis manos, o tal vez era Nero y su forma de hacerme ver las cosas desde otra perspectiva.

Cuando finalmente nos despedimos esa noche, me di cuenta de que no solo estaba empezando a dejar el pasado atrás; estaba comenzando a imaginar un futuro, y Nero estaba en el centro de él.

Las semanas continuaron pasando, y mi relación con Nero se volvió una constante en mi vida. Aunque todavía era difícil abrirme por completo, ella siempre encontraba la manera de derribar mis defensas.

Una tarde lluviosa, estábamos en el café de siempre, el mismo lugar donde la había conocido. Nero hojeaba un libro mientras yo observaba la lluvia golpear las ventanas. El sonido era hipnótico, y el aroma a café recién hecho llenaba el aire.

—¿En qué piensas? —preguntó de repente, sin levantar la vista de las páginas.

—En el pasado —respondí, sin intentar ocultarlo.

Finalmente cerró el libro y me miró. Sus ojos rojos, siempre llenos de intensidad, parecían buscar algo en los míos.

—¿Por qué siempre vuelves a eso?

Sus palabras eran suaves, pero no por eso menos impactantes. Me encogí de hombros, evitando su mirada.

—Porque es lo único que conozco.

Ella se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en la mesa.

—Entonces, ¿por qué no empiezas a conocer algo nuevo?

Su pregunta me dejó sin palabras. Quería responder, pero no sabía cómo. Entonces ella tomó una servilleta y comenzó a dibujar algo con una pluma que había sacado de su bolso. Cuando terminó, me la pasó.

Era un boceto simple, pero lleno de significado: dos figuras bajo un paraguas, de pie frente a un camino que se bifurcaba.

—La vida siempre nos da opciones, Liebe. Puedes quedarte dónde estás, o puedes empezar a caminar hacia algo diferente.

Tomé la servilleta, observando el dibujo con atención. Sentí un nudo en la garganta, como si sus palabras hubieran golpeado algo profundo dentro de mí.

—¿Y si el nuevo camino termina igual que el anterior? —pregunté en voz baja.

—Eso no lo sabrás hasta que lo intentes —Nero sonrió, esa sonrisa suya llena de confianza.

Hubo un momento de silencio, y luego ella se levantó de su asiento.

—Ven conmigo —dijo, extendiendo su mano hacia mí.

—¿A dónde?

—A caminar bajo la lluvia.

—Estás loca —respondí, aunque no pude evitar sonreír.

—Tal vez. Pero siempre he creído que un poco de locura es lo que hace la vida interesante.

Tomé su mano y la seguí fuera del café. La lluvia seguía cayendo con fuerza, empapándonos en cuestión de segundos. Nero reía mientras corríamos por las calles vacías, y aunque sabía que probablemente terminaríamos resfriados, no me importaba.

Nos detuvimos en un parque, y ella se giró hacia mí, con su cabello azul oscuro pegado a su rostro por el agua.

—Liebe, quiero que hagas algo por mí —dijo, su voz apenas audible sobre el sonido de la lluvia.

—¿Qué cosa?

—Prométeme que, sin importar lo que pase, intentarás seguir adelante. Que no dejarás que el pasado te detenga.

Sus palabras eran serias, casi desesperadas. Sentí que mi corazón se aceleraba mientras la miraba a los ojos.

—Lo prometo —respondí finalmente, con más sinceridad de la que esperaba.

Ella sonrió y, sin previo aviso, me abrazó. Sentir su calidez, incluso bajo la lluvia, fue suficiente para que algo dentro de mí cambiara.

En ese momento, supe que no estaba solo. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que quizás había un futuro que valía la pena construir.

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