Más Allá Del Aula
El día estaba despejado, y los cálidos rayos del sol se colaban por las ventanas del aula. Mimosa Vermilion, sentada en la tercera fila, movía nerviosamente su pluma mientras fingía tomar notas. Su atención, sin embargo, estaba lejos del cuaderno frente a ella. Estaba completamente centrada en el joven maestro que escribía ecuaciones en la pizarra, con su característico aire de seriedad y esos intensos ojos ámbar que lograban desconcertarla cada vez que la miraban.
Yuno Grimberryal, el maestro de matemáticas, era conocido por ser impecable en su trabajo y distante con sus alumnos. Pero para Mimosa, había algo más detrás de esa fachada fría y profesional. Algo que había empezado a notar desde hacía meses: un destello de calidez que reservaba exclusivamente para ella. Y era ese pequeño detalle el que la tenía completamente confundida.
—"Esto no está bien. Es mi maestro. Es mayor. Pero..." —pensó Mimosa, dejando escapar un suspiro mientras hacía garabatos en su libreta.
Yuno, por su parte, trataba de mantenerse concentrado en su clase, pero no podía evitar notar a Mimosa en su asiento habitual. Su cabello anaranjado reflejaba la luz del sol de una forma que a él le resultaba difícil ignorar. Desde el principio, había intentado mantener su distancia, convencido de que lo que sentía por su alumna era inaceptable. Pero no importaba cuánto lo intentara, cada conversación, cada sonrisa suya, lo arrastraba más cerca del límite que juró nunca cruzar.
—¿Señor Grimberryal? —preguntó uno de los alumnos al fondo del aula, sacándolo de sus pensamientos.
—Ah, sí. Perdón. ¿Puedes repetir la pregunta? —respondió Yuno rápidamente, retomando el hilo de la clase y haciendo todo lo posible por ignorar la mirada curiosa de Mimosa.
Cuando sonó el timbre indicando el final de la clase, Mimosa reunió sus cosas lentamente, esperando que los demás alumnos salieran. Era un hábito que había adoptado últimamente. Se quedaba unos minutos extra para hablar con Yuno, aunque siempre encontraba excusas ridículas como preguntar sobre los ejercicios o pedirle recomendaciones de estudio.
—Señor Grimberryal... —empezó Mimosa, acercándose tímidamente al escritorio del maestro.
Yuno levantó la vista de los papeles que estaba organizando y la miró con una ligera sonrisa.
—¿Qué necesitas, Mimosa?
—Bueno, quería agradecerle por las explicaciones en clase hoy. Me ayudaron a entender mejor la fórmula. —ella jugó nerviosamente con un mechón de su cabello, evitando su mirada directa.
Yuno la observó durante un momento antes de responder.
—Me alegra saberlo. Si necesitas más ayuda, no dudes en decírmelo.
—Gracias, señor Grimberryal —Mimosa asintió, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban. —. Es usted... un muy buen maestro.
El silencio que siguió fue incómodo, pero a la vez cargado de algo que ambos podían sentir, pero no nombrar. Finalmente, Yuno carraspeó y rompió la tensión.
—Bueno, deberías irte antes de que se haga tarde. Nos vemos mañana, Mimosa.
Ella asintió rápidamente, tomando su mochila y dirigiéndose a la puerta. Pero justo antes de salir, se detuvo y miró hacia atrás.
—Señor Grimberryal... gracias por ser tan amable conmigo.
Yuno sintió un ligero tirón en su pecho al verla sonreír tímidamente antes de desaparecer por el pasillo.
Esa noche, Mimosa estaba recostada en su cama, abrazando una almohada mientras hablaba por teléfono con su prima, Noelle.
—¡Noelle, no sé qué hacer! Cada vez que estoy cerca de él, me siento tan rara. —dijo Mimosa, enterrando la cara en la almohada.
—Mimosa, ya te lo dije. ¡Es tu maestro! No puedes simplemente... ¡No está bien! —respondió Noelle del otro lado de la línea, aunque su tono estaba más preocupado que crítico.
—¡Pero ya tengo 18! Y él no es tan mayor... bueno, solo tiene 26. Eso no es tanto, ¿verdad? —Mimosa trataba de convencerse, pero sabía que era un tema complicado.
—No es la edad el problema. Es la situación. Si alguien se entera, podrías meterte en problemas... y él también. —Noelle suspiró—. ¿Estás segura de que él siente lo mismo?
Mimosa recordó las miradas fugaces, los pequeños gestos, la forma en que Yuno parecía prestar más atención a ella que a los demás.
—No estoy segura... pero creo que sí. No sé. Solo... siento que hay algo entre nosotros.
Mientras tanto, en su departamento, Yuno estaba sentado en su sofá con un libro abierto que no había leído en absoluto. Sus pensamientos estaban completamente consumidos por Mimosa. Recordó la forma en que le agradeció más temprano, su voz suave y el brillo en sus ojos. Sabía que debía mantener la distancia, pero cada día se hacía más difícil. Finalmente, dejó el libro a un lado y suspiró.
—Esto no puede seguir así... pero, ¿cómo puedo detenerlo? —murmuró para sí mismo.
Miró hacia su escritorio, donde había una foto de él en su primer día como maestro. Había empezado con grandes aspiraciones, decidido a ser un ejemplo para sus estudiantes. Pero ahora, se sentía atrapado en un dilema moral que nunca imaginó enfrentar.
Yuno tomó su teléfono, dudó por un momento, y luego envió un mensaje a Mimosa:
Yuno: "Mimosa, mañana después de clases, ¿puedes quedarte un poco más? Necesitamos hablar."
Mimosa, que aún estaba hablando con Noelle, sintió su teléfono vibrar. Al leer el mensaje, su corazón dio un vuelco.
—Noelle, creo que mañana va a pasar algo importante... —dijo, con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Al día siguiente, el ambiente en la preparatoria parecía más cargado de lo habitual para Mimosa. Las palabras de Yuno seguían dando vueltas en su cabeza. "Necesitamos hablar." ¿Qué significaba eso? ¿Iba a terminar todo antes de que siquiera comenzara? Mientras sus compañeros se reían y charlaban despreocupadamente, Mimosa apenas podía concentrarse en las clases.
Cuando finalmente llegó la última campaña, los estudiantes comenzaron a salir en tropel, ansiosos por el fin de la jornada. Mimosa se quedó en su asiento, como solía hacerlo, pero esta vez, su nerviosismo era evidente. Se alisó el uniforme una y otra vez, intentando calmarse. Finalmente, cuando todos se fueron, se levantó y caminó lentamente hacia el escritorio de Yuno, quien ya la esperaba, con los codos apoyados sobre el escritorio y las manos entrelazadas.
—¿Querías hablar conmigo, señor Grimberryal? —preguntó Mimosa, intentando sonar tranquila, aunque su voz temblaba ligeramente.
Yuno levantó la mirada hacia ella y suspiró.
—Sí. Por favor, siéntate.
Ella obedeció, sentándose en la silla frente a su escritorio. El silencio que siguió fue tan tenso que podía escucharse el eco de los pasos de los pocos estudiantes que aún estaban en los pasillos. Finalmente, Yuno rompió el silencio.
—Mimosa, creo que sabes de qué se trata esto. —su tono era serio, pero no frío.
Ella asintió lentamente, sin atreverse a mirarlo directamente.
—Es... sobre nosotros, ¿verdad?
—Exacto —Yuno inclinó ligeramente la cabeza, estudiando su expresión—. Mimosa, eres una persona increíble. Eres inteligente, amable y... —hizo una pausa, como si las palabras le costaran salir—, y te aprecio mucho más de lo que debería. Pero esto... —Yuno tomó aire, tratando de elegir cuidadosamente sus palabras—, esto no es correcto.
Los ojos de Mimosa se llenaron de sorpresa y, aunque intentó contenerse, sintió un nudo formarse en su garganta.
—¿Por qué no? Ya tengo 18 años, no estoy haciendo nada malo. ¡Esto no es solo un capricho! —Su voz se quebró un poco al final.
—Lo sé, Mimosa —Yuno cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando consigo mismo—. Sé que no es un capricho. Pero yo soy tu maestro. Esta relación, aunque técnicamente no sea ilegal, no es apropiada. Si alguien se entera, tú podrías ser juzgada, y yo... perdería mi trabajo, mi carrera, todo por lo que he trabajado.
—¿Y eso es todo lo que te importa? ¿Tu trabajo? —preguntó Mimosa, con un tono que mezclaba tristeza y frustración.
—¡Claro que no! —respondió Yuno rápidamente, levantándose de su asiento y caminando alrededor del escritorio. Ahora estaba de pie frente a ella, con una expresión más suave—. Me importa tu bienestar. Me importa lo que podría pasarte. La gente hablará, te juzgarán, y no quiero que sufras por algo que es mi responsabilidad evitar.
—Entonces, ¿qué quieres que haga? ¿Simplemente ignore lo que siento? —Mimosa lo miró, sus ojos verdes brillando con lágrimas contenidas—. Porque no puedo. He intentado olvidarte, pero no puedo. Cada vez que te veo, me doy cuenta de que esto es lo que quiero, incluso si es difícil.
Las palabras de Mimosa lo golpearon como una ola, y por un momento, Yuno sintió que sus defensas se derrumbaban. Quería abrazarla, decirle que todo estaría bien, pero sabía que no era tan simple.
—No es justo para ninguno de los dos, Mimosa —dijo en voz baja—. Pero tenemos que pensar con la cabeza, no solo con el corazón. Tal vez... tal vez en otro momento, en otra circunstancia, esto podría haber funcionado. Pero ahora mismo... no podemos.
El silencio se apoderó de la sala. Mimosa bajó la mirada, las lágrimas finalmente deslizándose por sus mejillas. Yuno sintió que su corazón se rompía al verla así, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, por más que doliera.
Finalmente, Mimosa se levantó de su asiento, tomando su mochila con manos temblorosas.
—Entendido, señor Grimberryal. Si eso es lo que quiere... lo aceptaré.
Yuno quiso detenerla, pero no lo hizo. Simplemente la vio salir del aula, dejando tras de sí un vacío que lo hizo sentir más solo que nunca.
Esa noche, Mimosa llegó a casa con los ojos enrojecidos. Noelle la esperaba en el sofá, preocupada por su prima.
—Mimosa, ¿qué pasó? —preguntó, acercándose rápidamente.
Mimosa dejó su mochila en el suelo y se dejó caer en el sofá, abrazándose a un cojín.
—Terminó. Antes de que siquiera empezara, terminó.
Noelle suspiró, sentándose a su lado.
—Quizás sea lo mejor... pero eso no significa que no duela. Estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?
Mimosa asintió, permitiéndose llorar libremente por primera vez.
En su apartamento, Yuno estaba sentado en la oscuridad, con una taza de café frío en sus manos. Miraba su teléfono, donde había borrado y reescrito un mensaje para Mimosa más veces de las que podía contar. Finalmente, apagó la pantalla y se recostó en el sofá, sintiendo el peso de su decisión.
Ambos sabían que era lo correcto. Pero a veces, lo correcto no era lo que el corazón deseaba.
Al día siguiente, la rutina escolar se reanudó como si nada hubiera pasado, pero para Mimosa y Yuno, cada interacción era como caminar sobre una cuerda floja. En el aula, Mimosa intentaba concentrarse en sus estudios, aunque sentía la mirada de Yuno sobre ella en ocasiones. Era casi imposible ignorar su presencia, especialmente cuando estaba tan cerca y, a la vez, tan lejos.
En la sala de maestros, Yuno se encontraba en su escritorio, revisando exámenes con una expresión de cansancio emocional. Asta, quien estaba sentado frente a él, no pudo evitar notar la tensión en su amigo.
—¿Otra noche sin dormir, Yuno? —preguntó Asta mientras apoyaba los pies sobre una silla vacía.
Yuno le lanzó una mirada fugaz antes de volver su atención a los exámenes.
—Algo así.
Asta dejó escapar un suspiro y se inclinó hacia adelante.
—Mira, sé que no soy precisamente el más sensato en este tema, pero parece que necesitas sacar algo de tu sistema. ¿Tiene que ver con Mimosa?
—Sí. Hablé con ella ayer —Yuno dejó el bolígrafo sobre el escritorio, cruzó los brazos y miró a Asta—. Intenté explicarle por qué esto... no puede continuar.
—¿Y cómo te fue? — Asta arqueó una ceja, apoyando la barbilla en una mano.
—Mal. Muy mal. —Yuno se llevó una mano al rostro, frotando sus sienes. —La lastimé, y eso es lo último que quería hacer. Pero también sé que fue lo correcto.
Asta lo observó en silencio durante unos segundos antes de hablar.
—Entiendo lo que intentas hacer, pero... ¿realmente estás seguro de que es lo que quieres? Porque si no lo estás, terminarás lastimándola más. Y también a ti.
Yuno dejó escapar un suspiro pesado y se recostó en su silla.
—¿Qué otra opción tengo? No quiero arruinar su vida ni la mía. No puedo permitir que esto avance.
Asta asintió lentamente, comprendiendo el dilema de su amigo.
—Supongo que tienes razón. Pero también te diré esto: si realmente sientes algo por ella, tal vez valga la pena encontrar una forma de hacerlo funcionar. No será fácil, pero... a veces, las cosas difíciles son las que más valen la pena.
Yuno no respondió de inmediato. Las palabras de Asta resonaron en su mente, pero no podía permitirse ser egoísta. Al menos, no ahora.
Mientras tanto, en el recreo, Mimosa estaba sentada en un rincón del patio junto a Noelle, quien intentaba animarla.
—Sé que duele, pero Yuno está intentando protegerte. Eso demuestra que le importas —dijo Noelle mientras ofrecía a su prima un pequeño jugo que había traído.
Mimosa lo aceptó, aunque apenas tomó un sorbo.
—Lo sé, pero eso no hace que duela menos. ¿Cómo se supone que siga viéndolo todos los días y actúe como si no sintiera nada?
—Paso a paso —Noelle le dio unas palmaditas en el hombro—. Nadie espera que lo superes de inmediato. Pero eres fuerte, Mimosa. Sé que encontrarás la forma de lidiar con esto.
Mimosa asintió lentamente, aunque su corazón seguía pesado. Sabía que Noelle tenía razón, pero eso no hacía que las cosas fueran más fáciles.
Esa tarde, Yuno salió del colegio más tarde de lo habitual, revisando unos últimos documentos antes de dirigirse al estacionamiento. Al llegar a su auto, vio a Mimosa de pie a unos metros de distancia, aparentemente esperando a alguien.
El impulso de acercarse a ella fue inmediato, pero Yuno se detuvo. No podía permitirse caer en la tentación de iniciar otra conversación. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta del auto, Mimosa se giró y lo vio.
Sus ojos se encontraron, y por un momento, todo lo demás pareció desvanecerse. Mimosa tragó saliva y decidió acercarse, sus pasos ligeros pero decididos.
—Señor Grimberryal... Yuno —dijo en voz baja cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que nadie más pudiera escuchar.
Yuno cerró la puerta del auto, apoyándose ligeramente contra él mientras la miraba. —Mimosa, no creo que sea buena idea que hablemos aquí.
—Lo sé. Pero solo quería decirte algo. —ella tomó aire profundamente, tratando de calmar los nervios que sentía. —No quiero rendirme. Sé que esto es complicado, pero... no puedo simplemente ignorar lo que siento. Y sé que tú tampoco puedes.
Yuno apretó los labios, su mirada suavizándose.
—Mimosa, no se trata solo de lo que sentimos. Hay más cosas en juego.
—Lo sé —interrumpió ella, sus ojos verdes brillando con determinación—. Pero estoy dispuesta a enfrentar lo que sea, siempre y cuando tú también lo estés.
Yuno sintió que sus barreras internas se tambaleaban. Sabía que lo correcto sería mantener su distancia, pero al mismo tiempo, no podía negar que cada palabra de Mimosa lo hacía querer romper todas las reglas.
Finalmente, Yuno suspiró y se inclinó ligeramente hacia ella.
—Esto no será fácil, Mimosa. Si decidimos seguir adelante, no habrá vuelta atrás.
—Estoy lista para lo que venga — Ella asintió, sin dudar.
Yuno no respondió con palabras, pero la mirada que compartieron decía más de lo que cualquiera de los dos podría expresar. Sin importar lo difícil que fuera el camino, en ese momento, ambos supieron que estaban dispuestos a recorrerlo juntos.
Un año después...
El aula de clases estaba silenciosa, con el zumbido distante de estudiantes corriendo por los pasillos. Yuno, ahora de pie frente al escritorio, revisaba un último conjunto de exámenes antes de las vacaciones de verano. Había sido un año complejo, pero también lleno de momentos que nunca olvidaría. Al mirar por la ventana, sus pensamientos se desviaron inevitablemente hacia Mimosa.
Habían tomado la decisión de mantener su relación en privado, evitando cualquier exposición que pudiera comprometerlos. No fue fácil, pero ambos habían sido cuidadosos y maduros al respecto. Sin embargo, sabían que no podían ocultarlo para siempre.
Unos golpes suaves en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Cuando Yuno levantó la mirada, vio a Mimosa asomarse tímidamente, ahora con el uniforme casual del último día de clases.
—¿Puedo pasar? —preguntó con una sonrisa ligera.
—Claro — Yuno asintió, dejando los exámenes a un lado.
Mimosa entró y cerró la puerta tras de sí. Su cabello anaranjado brillaba con la luz del atardecer, y sus ojos verdes parecían más vivos que nunca.
—Hoy fue el último día —dijo ella, rompiendo el silencio mientras se acercaba al escritorio. —Ya no soy tu alumna.
—Eso significa que ahora puedo invitarte a una cita sin preocuparme por un escándalo? —Yuno dejó escapar una risa suave y se levantó de su asiento.
—Tal vez —ella rodó los ojos, aunque no pudo ocultar su sonrisa—. Aunque probablemente aún tengamos que lidiar con unos cuantos chismes.
Yuno dio la vuelta al escritorio hasta quedar frente a ella. Había una ligereza en su expresión, una tranquilidad que no había tenido durante mucho tiempo.
—Mimosa... —su voz era seria, aunque suave—. Durante este año, me di cuenta de algo importante. Lo que sentimos no es un error. Puede que no haya sido el momento adecuado al principio, pero hemos llegado hasta aquí. Juntos.
—Y eso es todo lo que importa —Mimosa asintió, sus ojos brillando con emoción contenida
—¿Te gustaría celebrar el final de tus estudios con una cena esta noche? —él la miró por un momento más antes de tomar su mano con cuidado—. Nada de secretos esta vez. Solo tú y yo, sin preocuparnos por lo que digan los demás.
—Me encantaría —Mimosa soltó una risita, asintiendo con entusiasmo.
Más tarde esa noche. Sentados en una mesa junto a una ventana en un restaurante tranquilo, Mimosa y Yuno compartían una conversación animada. Por primera vez, no había necesidad de esconderse ni de preocuparse por ser vistos. Se sentían libres, como si un peso invisible hubiera desaparecido de sus vidas.
—¿Sabes? —dijo Mimosa mientras jugaba con su copa de vino—. Siempre pensé que sería raro salir con alguien mayor, pero contigo... nunca lo sentí así.
—Tal vez porque siempre has sido más madura de lo que crees —Yuno sonrió, apoyando la barbilla en una mano mientras la miraba con ternura.
—Supongo que lo somos los dos —Mimosa se sonrojó ligeramente, pero su sonrisa no desapareció.
Él extendió una mano para tomar la de ella sobre la mesa, sus dedos entrelazándose con facilidad.
—Lo que somos es un equipo. Y no importa lo que venga después, estoy seguro de que lo enfrentaremos juntos.
Mimosa lo miró fija.mente, sintiendo que su corazón latía con fuerza, pero no de nerviosismo, sino de felicidad pura.
—Siempre.
La noche continuó entre risas y miradas significativas, el mundo exterior desvaneciéndose a su alrededor. Yuno y Mimosa habían enfrentado obstáculos, dudas y miedos, pero habían salido adelante juntos.
Porque, al final, el amor que compartían era más fuerte que cualquier adversidad
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top