La Compañia Adecuada
La batalla había sido intensa. Un grupo de bandidos mágicos había atacado un pequeño pueblo cerca de la frontera del Reino del Trébol, causando estragos y sembrando el caos. Sin embargo, gracias a la intervención del Escuadrón del Amanecer Dorado, la amenaza había sido contenida, aunque no sin consecuencias.
Mimosa Vermilion, con su usual determinación, había corrido al frente para proteger a los aldeanos heridos, ignorando el peligro que representaban los ataques mágicos a su alrededor. Yuno, quien la observaba de cerca mientras repelía a los enemigos con su magia de viento, no pudo evitar admirar su valentía... y preocuparse profundamente por su imprudencia.
—¡Mimosa! —gritó Yuno mientras un ataque enemigo se dirigía directamente hacia ella.
Mimosa, ocupada ayudando a un niño pequeño, no tuvo tiempo de reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos, Yuno apareció a su lado, utilizando su magia para desviar el ataque y protegerla.
—¿Qué estás haciendo? —la reprendió, su tono firme mientras la levantaba en sus brazos sin previo aviso—. ¿Tienes idea de lo peligroso que fue eso?
Mimosa, aún sorprendida, parpadeó varias veces antes de responder.
—Estaba ayudando a los aldeanos. No podía dejarlos solos.
—¿Y qué pasa si te hieren o algo peor? —insistió Yuno, mientras se elevaba en el aire con su magia de viento, llevándola lejos del peligro.
Ella, un poco sonrojada por la cercanía y el inesperado gesto, intentó justificarse.
—Soy una sanadora, Yuno. Es mi deber estar en el frente cuando las personas necesitan ayuda.
Él la miró fijamente, sus ojos ámbar brillando con una mezcla de frustración y preocupación.
—¿Y qué hay de ti? ¿Quién te ayudará si algo te pasa?
Las palabras de Yuno la dejaron sin habla. Había algo en su tono, algo más profundo que la simple preocupación de un compañero de escuadrón. Mimosa no pudo evitar sentir cómo su rostro se calentaba, un rubor evidente cubriendo sus mejillas.
Intentando romper el momento tenso, ella bromeó, aunque su voz sonaba un poco temblorosa.
—¿Acaso te preocupas por mí, Yuno?
—No digas tonterías —respondió rápidamente, desviando la mirada mientras un leve rubor aparecía en sus propias mejillas—. Sólo estoy asegurándome de que no cometas una estupidez.
—Es raro verte así de expresivo —Mimosa soltó una suave risa, relajándose un poco en sus brazos—. Casi parece que te importo de verdad.
Yuno bufó, aunque no pudo evitar una pequeña sonrisa al escuchar su risa.
—Quizás deberías tomarte esto más en serio.
El silencio entre ellos fue breve pero significativo mientras surcaban el cielo, alejándose del campo de batalla y llevando a Mimosa a un lugar seguro donde pudiera descansar.
Finalmente, aterrizaron en una colina cercana, donde las flores silvestres se mecían suavemente con la brisa. Yuno la dejó con cuidado en el suelo, asegurándose de que estuviera bien antes de alejarse unos pasos.
—¿Estás herida? —preguntó, su tono volviendo a ser más neutral, aunque aún mostraba un atisbo de preocupación.
Mimosa negó con la cabeza, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
—Estoy bien, gracias a ti.
Yuno asintió, pero antes de que pudiera responder, Mimosa dio un paso hacia él, con una expresión seria en su rostro.
—Gracias, Yuno. No sólo por salvarme, sino por preocuparte por mí. Significa mucho más de lo que imaginas.
Él la miró, sorprendido por su sinceridad, y durante un momento, no supo qué decir. Finalmente, dejó escapar un suspiro y habló.
—Mimosa, tú siempre estás ahí para los demás. Pero a veces necesitas dejar que alguien esté ahí para ti también.
Las palabras resonaron en el aire entre ellos, cargadas de un significado que ninguno de los dos podía ignorar. Mimosa sonrió, sintiendo cómo una cálida emoción llenaba su pecho.
—Entonces, supongo que puedo contar contigo, ¿verdad? —dijo, su tono ligero, pero con un destello de sinceridad.
Yuno, aunque mantuvo su expresión seria, no pudo evitar una pequeña sonrisa mientras miraba hacia el horizonte.
—Siempre.
Y aunque no dijeron nada más, ambos sabían que algo había cambiado entre ellos. Algo que, aunque no podía ser puesto en palabras, era tan claro como el cielo despejado sobre ellos.
El silencio entre ellos no era incómodo. Más bien, se sentía como un momento de paz después del caos de la batalla. Mimosa se sentó en la hierba, admirando las flores que se mecían con el viento, mientras Yuno permanecía de pie, vigilando los alrededores con su habitual seriedad.
Después de unos minutos, Mimosa decidió romper el silencio, porque, después de todo, no podía dejar pasar la oportunidad de molestar un poco a Yuno.
—¿Sabes? Nunca pensé que fueras tan bueno cargando a alguien. ¿Es algo que practicas a menudo?
Yuno arqueó una ceja y la miró de reojo.
—No, pero parece que hoy tuve que hacerlo porque alguien no sabe cuidarse sola.
Ella se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendida.
—¡Qué cruel! Salvaste mi vida y luego decides insultarme. ¿Así tratas a las damiselas en apuros?
—¿Damisela en apuros? —Yuno cruzó los brazos, intentando no dejarse llevar por la sonrisa que amenazaba con aparecer en su rostro—. No recuerdo haber visto ninguna. Sólo vi a alguien que corre directo hacia el peligro sin pensar.
—De acuerdo —Mimosa se rió suavemente, aceptando la indirecta—, quizás fue un poco imprudente de mi parte... pero no podía simplemente quedarme de brazos cruzados.
—Lo sé —admitió Yuno con una leve inclinación de cabeza—. Es una de las cosas que admiro de ti, Mimosa.
Sus palabras fueron sinceras, pero también directas, tanto que dejaron a Mimosa boquiabierta por un segundo. Era raro que Yuno dijera algo así tan abiertamente, y mucho menos algo tan personal.
Ella lo miró fijamente, tratando de leer su expresión, pero Yuno ya había desviado la mirada hacia el horizonte.
—¿Admiras eso de mí? —preguntó finalmente, queriendo confirmar lo que acababa de escuchar.
—Sí, lo admiro —Yuno suspiró, consciente de que no tenía escapatoria—. Siempre estás dispuesta a ayudar a los demás, incluso si eso significa ponerte en peligro. Es... admirable, pero también frustrante.
Mimosa sonrió suavemente, su corazón acelerándose un poco.
—Gracias, Yuno. No sabía que pensaras eso de mí.
—No suelo decirlo, pero siempre lo he pensado —confesó él, aún sin mirarla directamente.
El viento sopló suavemente entre ellos, haciendo que el cabello de Mimosa se agitara. Ella bajó la mirada hacia las flores, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas.
—Entonces, ¿puedo decir que tú también haces cosas imprudentes cuando se trata de ayudar a los demás? Como lanzarte a salvarme sin pensarlo dos veces.
Él soltó un breve suspiro, esta vez dejando que una pequeña sonrisa se asomara.
—Quizás. Pero sólo si vale la pena.
Mimosa levantó la mirada, encontrándose con sus ojos ámbar por un breve instante. Su sonrisa se amplió, aunque trató de ocultarla con una mano.
—Eso sonó mucho más romántico de lo que creo que querías.
Yuno parpadeó, dándose cuenta de cómo sus palabras podían ser interpretadas.
—Pero no te preocupes, lo tomaré como un cumplido —Mimosa añadió.
Él negó con la cabeza, volviendo a su actitud seria, aunque no pudo evitar una ligera curva en sus labios.
—Imposible.
—¿Y no es por eso que sigues salvándome? —replicó ella, divertida.
Ambos rieron suavemente, dejando que la tensión del momento se disipara. Pero en el fondo, ambos sabían que esta conversación había cambiado algo. Había una conexión más profunda entre ellos, algo que no necesitaba ser dicho en voz alta para ser entendido.
Cuando Yuno extendió una mano para ayudarla a levantarse, Mimosa la tomó sin dudarlo. Y mientras descendían la colina para reunirse con el resto del escuadrón, ella pensó que, quizás, las batallas no eran lo único inesperado que la vida podía traerle.
Yuno, por su parte, no podía dejar de pensar que, de alguna manera, proteger a Mimosa había dejado de ser sólo una obligación como compañero. Ahora sentía que era algo más. Algo que estaba dispuesto a hacer siempre.
El trayecto de regreso al campamento fue tranquilo, con el sonido de los pasos de ambos resonando en la tierra y el suave susurro del viento acompañándolos. Mimosa caminaba un poco detrás de Yuno, observándolo mientras avanzaba con su usual porte decidido y confiado. A pesar de su expresión seria, podía notar que su ritmo era más lento de lo habitual, como si estuviera esperando que ella lo alcanzara.
Finalmente, Mimosa rompió el silencio.
—Yuno, ¿alguna vez te has permitido relajarte? Quiero decir, de verdad relajarte.
—¿Relajarme? —él giró ligeramente la cabeza hacia ella, arqueando una ceja.
—Sí —respondió, acelerando un poco el paso para caminar a su lado—. Siempre estás tan concentrado, tan serio... No me malinterpretes, admiro eso de ti, pero ¿no te parece agotador?
—No lo había pensado. —Yuno encogió levemente los hombros, mirando al frente—. Supongo que estoy acostumbrado.
—Eso no es una respuesta aceptable —Mimosa suspiró, poniendo las manos en su cintura—. Todos necesitan un descanso, incluso alguien tan impresionante como tú.
Él se detuvo y la miró directamente, sorprendido por su comentario.
—¿Impresionante?
Ella parpadeó, dándose cuenta de lo que acababa de decir, y rápidamente agitó las manos frente a ella, tratando de suavizar sus palabras.
—Bueno, ya sabes, como caballero mágico y todo eso. Eres muy dedicado y fuerte... y... ¡oh, olvídalo!
Yuno dejó escapar una leve risa, una rareza que hizo que Mimosa lo mirara con asombro.
—No suelo escuchar eso tan seguido, al menos no de esa manera.
—¿De qué manera? —preguntó ella, entre curiosa y nerviosa.
—No importa —negó con la cabeza, dejando que una pequeña sonrisa permaneciera en sus labios.
—¡Siempre haces eso! —Mimosa infló las mejillas, frustrada por su respuesta evasiva—. Dices algo y luego actúas como si no fuera importante.
—Tal vez porque no lo es —respondió él con tranquilidad, reanudando su caminata.
—¡Es importante para mí! —protestó Mimosa, siguiéndolo rápidamente.
Yuno se detuvo de nuevo, esta vez girándose por completo hacia ella. Había una chispa en sus ojos ámbar, como si estuviera considerando algo. Finalmente, habló.
—De acuerdo, Mimosa. Si es importante para ti... gracias.
—¿Gracias? —ella lo miró confundida.
—Por decir que soy impresionante. —su tono era neutral, pero había un leve rubor en sus mejillas.
El rostro de Mimosa se iluminó al darse cuenta de que su comentario había tenido más impacto del que esperaba. Sonrió ampliamente, inclinándose hacia él con una expresión traviesa.
—Oh, ¿te sonrojaste?
—No digas tonterías —Yuno apartó la mirada, intentando mantener su compostura.
—¡Lo hiciste! —insistió ella, señalándolo con entusiasmo—. Eso significa que tienes emociones después de todo.
—Mimosa... —advirtió él, pero su tono carecía de verdadera amenaza.
Ella rió suavemente, disfrutando del raro momento en el que podía verlo ligeramente vulnerable.
—Está bien, está bien. No diré nada más... por ahora.
Yuno negó con la cabeza, pero no pudo evitar sentir una extraña calidez al ver su sonrisa. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, esos momentos ligeros con Mimosa eran algo que comenzaba a apreciar más de lo que esperaba.
Mientras continuaban su camino hacia el campamento, Yuno no pudo evitar pensar en algo que Asta solía decirle: "La vida no siempre tiene que ser tan seria, Yuno. A veces, la compañía adecuada puede hacer que todo sea más sencillo."
Tal vez, sólo tal vez, Asta tenía razón.
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