Entre Clases Y Secretos
El aula de literatura estaba bañada por la luz del sol de media tarde. Los rayos se filtraban por las ventanas, iluminando los pupitres vacíos, salvo uno. Noelle Silva, la estudiante más destacada de la clase de tercer grado, estaba inclinada sobre su cuaderno, fingiendo estar concentrada mientras robaba miradas hacia la figura alta que revisaba unos papeles frente al escritorio. Asta Staria, su profesor de 26 años, tenía la manga de la camisa ligeramente remangada, mostrando un aire despreocupado pero profesional.
Desde que Noelle había cumplido 18 años, la línea entre lo correcto y lo prohibido se había difuminado peligrosamente. Nadie lo sabía, pero ellos habían cruzado esa línea hace meses. Todo comenzó con charlas casuales después de clase, luego un mensaje de texto que no debía enviarse, y después... el resto era un secreto que compartían únicamente ellos dos.
Noelle se removió en su asiento. Había días en los que sentía que era la chica más afortunada del mundo, y otros, como hoy, donde la inseguridad la atacaba como un vendaval. Asta era inteligente, atractivo, y con una carrera que admiraba profundamente. ¿Qué podría ver alguien como él en ella? Una simple estudiante que apenas estaba encontrando su camino.
—Noelle, ¿todo bien? —la voz de Asta interrumpió sus pensamientos. Se acercó a su pupitre, con una leve sonrisa que siempre lograba hacerla sonrojar.
—Eh... Sí, estoy bien, solo... pensando en el ensayo. —Noelle apretó el lápiz en su mano, rogando que no notara su nerviosismo.
Asta se inclinó ligeramente, dejando los papeles a un lado. Sus ojos verdes se fijaron en los de ella, llenos de una calidez que la desarmaba.
—¿Estás segura? Te ves un poco distraída. Sabes que puedes hablar conmigo si algo te preocupa, ¿verdad?
Noelle asintió rápidamente, aunque sabía que él podía leerla como un libro abierto. Era una de las cosas que más le gustaban de él, pero también lo que más la aterraba.
Cuando la campana sonó, indicando el final de la jornada escolar, Noelle se levantó con rapidez, recogiendo sus cosas. El aula se vació rápidamente, pero ella se quedó atrás, como siempre. Era su pequeño ritual: quedarse unos minutos más bajo la excusa de necesitar ayuda adicional. Asta cerró la puerta detrás de los últimos estudiantes y suspiró.
—¿Vas a decirme qué te pasa o tengo que adivinar? —preguntó con un tono medio serio, medio bromista.
Noelle se mordió el labio inferior, evitando su mirada.
—Es que... No sé, Asta. A veces siento que esto es demasiado complicado.
—¿Qué es complicado, Noelle? —Asta frunció el ceño y se sentó en el pupitre frente a ella. Su tono era más suave ahora, casi como si temiera la respuesta.
—Nosotros. Tú eres un profesor, y yo... yo solo soy una estudiante. Aunque ya tenga 18, aunque esté por graduarme, siento que no soy suficiente para ti. Eres tan... tú. Inteligente, maduro, tienes toda tu vida organizada. Yo apenas sé qué quiero estudiar en la universidad. ¿Cómo puedo competir con alguien como tú? —las palabras salieron en un torrente antes de que pudiera detenerlas.
Asta la miró en silencio por un momento.
—¿Competir conmigo? —con una risa baja pregunta—. Noelle, no estamos en una competencia. ¿De dónde sacas esas ideas?
Ella lo miró, confundida.
—Es solo que... siento que tal vez mereces algo más. Alguien más.
Asta soltó una carcajada suave y negó con la cabeza.
—Noelle, si hay algo que he aprendido en estos años, es que las cosas importantes en la vida no siempre tienen sentido. No debería estar aquí, sentado en este pupitre, diciéndote que eres la única persona con la que quiero estar, pero aquí estoy. Y no porque sea lógico, sino porque no puedo imaginarme mi vida sin ti.
Noelle sintió un nudo en la garganta. Quería creerle, pero sus dudas seguían ahí.
—Pero... ¿y si alguien se entera? ¿Qué va a pasar contigo, con tu carrera?
Asta suspiró, inclinándose hacia adelante para tomar sus manos entre las suyas.
—Lo sé, es un riesgo. Pero uno que estoy dispuesto a correr. No es algo que tomé a la ligera, Noelle. Sé que esta relación no es fácil, pero si tú estás dispuesta a intentarlo, yo también.
Noelle lo miró fijamente, y por un momento, todas sus dudas parecieron desvanecerse. Asta siempre tenía esa habilidad, de hacerla sentir que todo iba a estar bien, aunque el mundo se estuviera derrumbando.
—Eres un tonto, ¿lo sabes? —dijo finalmente, esbozando una pequeña sonrisa.
—¿Por qué? —preguntó él, arqueando una ceja.
—Porque te enamoraste de una estudiante que ni siquiera sabe cómo dejar de hacer garabatos en los márgenes de sus cuadernos. —ella soltó una risa, y Asta la acompañó.
—Bueno, digamos que siempre he tenido debilidad por las artistas. —él sonrió, apretando sus manos antes de soltar una, solo para acariciar suavemente su mejilla.
Noelle sintió que su rostro ardía, pero no se apartó. En cambio, cerró los ojos cuando él se inclinó hacia ella, sus labios encontrándose en un beso suave y lleno de promesas.
Cuando se separaron, Asta la miró con una mezcla de ternura y diversión.
—¿Sabes? Creo que, si alguien nos escuchara ahora mismo, pensaría que soy el peor maestro del mundo.
—Bueno, técnicamente lo eres —Noelle se rió, y luego con una chispa traviesa en los ojos, respondió —¿Qué clase de profesor se enamora de una de sus alumnas?
Asta fingió indignación, llevándose una mano al pecho.
—Oye, te recuerdo que tú fuiste quien empezó a quedarse después de clase.
—¡Y tú no hiciste nada para detenerme! —replicó ella, todavía riendo.
Ambos sabían que su relación era complicada, llena de riesgos y secretos, pero en ese momento, mientras la luz del atardecer los envolvía, no podían pensar en nada más que en lo felices que eran juntos.
Y eso, por ahora, era suficiente.
Los días siguientes transcurrieron con la misma tensión que siempre había acompañado su relación. En clase, Asta mantenía la fachada impecable de un maestro profesional y reservado, mientras que Noelle se esforzaba por actuar como cualquier otra estudiante, aunque sus ojos brillaban de manera diferente cada vez que lo miraba. Ninguno podía arriesgarse a dejar que los demás sospecharan algo. La dinámica en el aula era una coreografía perfecta de miradas casuales y comentarios neutrales.
Una tarde, después de clase, Noelle se quedó atrás nuevamente. Esta vez, llevaba un cuaderno lleno de anotaciones que claramente no tenían nada que ver con la materia.
—¿Otra vez fingiendo que necesitas ayuda? —preguntó Asta, mientras recogía sus cosas y revisaba la puerta para asegurarse de que nadie estuviera cerca.
—¡Oye! Esta vez es diferente —protestó ella, abriendo el cuaderno para mostrarle un bosquejo torpe de lo que parecía ser un cartel de cine. En la parte superior, había escrito: "Se busca: Profesor atractivo y misterioso".
Asta arqueó una ceja, tratando de mantener una expresión seria, pero no pudo evitar reír.
—¿Y esto qué es?
—Es un proyecto muy importante —dijo Noelle, con un aire exageradamente solemne—. Estoy considerando tu futura carrera como protagonista de una película romántica. ¿Qué opinas?
Asta negó con la cabeza, sonriendo.
—Opino que deberías invertir tu tiempo en cosas más productivas. Como estudiar para el examen final que tienes la próxima semana.
Noelle rodó los ojos, cerrando el cuaderno de golpe.
—Siempre tan profesional, ¿eh? Pero hablando en serio... ¿tú nunca te preocupas? —Su tono cambió ligeramente, volviéndose más serio.
Asta dejó los papeles en su escritorio y se apoyó en él, cruzando los brazos.
—Claro que me preocupo, Noelle. Por ti, por mí, por lo que podría pasar si alguien se enterara. Pero... también sé que esto no es algo que pueda ignorar. Lo que siento por ti es real, y eso vale más que cualquier miedo que pueda tener.
Noelle lo miró fijamente, y por un momento, quiso abrazarlo ahí mismo, olvidándose de todo lo demás. Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír.
—Eres demasiado bueno para ser real, ¿lo sabías?
—Y tú demasiado dramática —respondió él, aunque su tono era claramente cariñoso.
Cuando se despidieron esa tarde, Noelle salió del aula con una sensación extraña. Por un lado, estaba feliz de saber que Asta estaba tan comprometido como ella con su relación. Pero, por otro lado, las dudas seguían rondando en su mente. ¿Cuánto tiempo podrían mantener aquello en secreto?
Unos días después, mientras Noelle caminaba por los pasillos con su mejor amiga Mimosa, esta no pudo evitar notar algo diferente en ella.
—Oye, Noelle, ¿qué está pasando contigo últimamente? —preguntó Mimosa, entrecerrando los ojos con suspicacia—. Has estado sonriendo mucho. Y no me digas que es porque sacaste una A en el último examen, porque eso siempre lo haces.
Noelle se tensó por un momento, pero rápidamente intentó disimular.
—¿Qué? Nada, nada. Solo... no sé, estoy de buen humor.
Mimosa no parecía convencida, pero antes de que pudiera interrogarla más, el sonido de pasos apresurados llamó su atención. Era Asta, caminando con una pila de papeles en la mano.
—¡Ahí está el maestro Staria! —dijo Mimosa, con una sonrisa juguetona—. Oye, Noelle, ¿no crees que es demasiado guapo para ser un profesor?
Noelle sintió que se le helaba la sangre. Su amiga no tenía idea de lo cerca que estaba de la verdad, pero hizo todo lo posible por mantener la compostura.
—¡Mimosa! ¿Qué clase de comentario es ese? —respondió, tratando de sonar indignada.
—¿Qué? Solo digo lo que todas piensan —dijo Mimosa, riendo—. Además, yo pienso que hay alguien más guapo que el profesor Asta.
Asta pasó junto a ellas, dedicándoles una sonrisa cortés antes de desaparecer por el pasillo. Noelle dejó escapar un suspiro de alivio, pero sabía que aquella conversación no sería la última vez que alguien mencionara lo atractivo que era su profesor.
Esa noche, mientras Noelle revisaba sus apuntes en casa, recibió un mensaje de Asta.
Asta: "¿Todo bien? Mimosa casi me hace sudar con ese comentario hoy."
Noelle: "¡No me lo recuerdes! Casi me da un infarto. Pero, hey, al menos ahora sé que mi competencia no son otras maestras, sino mis propias compañeras de clase."
Asta: "Competencia... ¿te refieres a esas niñas que todavía se ríen por cualquier cosa? No tienes nada de qué preocuparte, Noelle."
Noelle se sonrojó mientras leía el mensaje. A veces, las palabras de Asta eran suficientes para borrar cualquier inseguridad.
Noelle: "Eres un descarado, ¿lo sabías? Pero gracias. Supongo que puedo soportar un poco más de esto."
Asta: "Esa es mi chica. Ahora, a dormir temprano. No quiero que estés cansada para la clase de mañana."
Noelle soltó una risa baja.
Noelle: "Eres tan mandón. Buenas noches, profe."
Asta: "Buenas noches, alumna."
Mientras dejaba el teléfono a un lado, Noelle se dio cuenta de algo importante. Su relación con Asta no era perfecta, ni fácil, pero ambos estaban dispuestos a luchar por ella. Y al final del día, eso era todo lo que importaba.
El día del examen final llegó, y Noelle no podía evitar sentir nervios. Aunque había estudiado mucho, la presión de querer impresionar a Asta —y demostrarle que podía estar a su altura— la tenía en tensión. Durante toda la prueba, Asta recorrió el aula como de costumbre, asegurándose de que todo marchara en orden. Sus ojos verdes cruzaron con los de ella en un momento, y aunque su rostro se mantuvo serio, Noelle vio una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios. Eso le dio el impulso que necesitaba para concentrarse en los últimos problemas.
Cuando el examen terminó, Noelle salió del aula junto con el resto de sus compañeros, pero no pudo resistir quedarse cerca de la puerta, esperando a que Asta terminara de recoger los papeles.
Una vez que los pasillos quedaron vacíos, entró de nuevo al aula y cerró la puerta con cuidado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Asta, sorprendido.
—Vine a recoger mi recompensa —Noelle sonrió, avanzando hacia él con confianza.
—¿Recompensa? —Asta arqueó una ceja, divertido—. ¿Ni siquiera sabes si te fue bien en el examen?
—Por supuesto que me fue bien. Estudié como loca, y además tengo al mejor profesor del mundo —respondió, inclinándose ligeramente sobre el escritorio para mirarlo a los ojos.
Asta suspiró, aunque no pudo evitar sonreír.
—Debería regañarte por ser tan confiada, pero sé que tienes razón. Vi tus respuestas mientras revisaba rápidamente, y están impecables.
Noelle dio un pequeño salto de emoción.
—¡Sabía que lo lograría! Ahora, profesor Staria, creo que esto merece una celebración.
—¿Celebración? —repitió Asta, entrecerrando los ojos—. ¿Qué tienes en mente?
—Quiero... quiero que tengamos una cita —Noelle jugueteó con sus dedos, un poco nerviosa pero decidida—. Tú y yo. Algo normal, sin esconderse ni preocuparnos por nada, aunque sea solo por una tarde.
Asta se quedó en silencio, observándola con atención. Sabía lo arriesgado que sería, pero también sabía cuánto significaba eso para Noelle. Después de todo, ella había estado cargando con la presión de su relación en secreto, y quería darle algo especial.
—Está bien —respondió finalmente, sonriendo—. Pero con una condición.
—¿Cuál? —preguntó Noelle, inclinándose más cerca.
—Tú decides dónde iremos y qué haremos. Es tu celebración, después de todo.
—¿Yo? ¿Decidir todo? —Noelle lo miró con incredulidad— ¿No se supone que tú eres el adulto aquí?
—Oye, solo estoy cumpliendo con tu pedido —Asta rió, levantando las manos en un gesto de rendición—. Tú querías la cita, tú eliges.
Noelle cruzó los brazos, fingiendo molestia, pero en el fondo estaba emocionada.
—De acuerdo. Pero no te arrepientas cuando te lleve a uno de esos cafés temáticos raros.
Asta se encogió de hombros, acercándose para darle un pequeño golpecito en la frente.
—Si eso te hace feliz, entonces estoy dentro.
La tarde de la cita llegó, y Noelle no pudo evitar sentirse como en un sueño mientras caminaba junto a Asta por las calles del centro de la ciudad.
Había elegido un café tranquilo con una decoración elegante, nada demasiado extravagante, pero lo suficientemente especial para marcar la ocasión.
Mientras esperaban su orden, Noelle apoyó los codos sobre la mesa y lo miró fijamente.
—Nunca pensé que algo como esto podría pasar. Tú y yo, juntos, en una cita normal.
Asta tomó un sorbo de su café y le dedicó una sonrisa cálida.
—Bueno, es un poco surrealista, lo admito. Pero estoy feliz de que tú lo hayas hecho posible.
—Supongo que soy más valiente de lo que pensaba — Noelle se sonrojó, jugando con la cucharita de su taza.
—Siempre has sido valiente —dijo Asta, inclinándose un poco hacia adelante—. Y por eso te admiro tanto.
La intensidad en su mirada hizo que el corazón de Noelle latiera más rápido. Aunque su relación era complicada, momentos como ese la hacían sentir que todo valía la pena.
Cuando terminaron, caminaron juntos por un parque cercano. Noelle, todavía emocionada por todo lo que estaba pasando, no pudo evitar hacer una broma mientras miraba a Asta de reojo.
—Sabes, esto sería completamente normal si no fuera porque técnicamente eres un hombre mayor saliendo con una chica más joven.
—¿"Mayor"? —Asta levantó una ceja, divertido—. Por favor, Noelle, no soy tan viejo.
Ella soltó una carcajada, agarrando su brazo.
—Quizás no, pero admítelo: te encanta salir con "menores".
Asta la miró con fingida indignación, aunque no pudo evitar reír también.
—Eres imposible, ¿lo sabías?
—Y por eso me quieres —respondió ella, sonriendo de oreja a oreja.
Sin pensarlo demasiado, Asta se detuvo y la giró suavemente hacia él. Mirándola con una mezcla de ternura y determinación, se inclinó y la besó. Fue un beso suave, cargado de promesas y certezas. Cuando se separaron, Noelle tenía las mejillas completamente rojas, pero no pudo evitar sonreír.
—Lo admito —dijo Asta, pasando un brazo por sus hombros mientras seguían caminando—. Sí, me encanta esta menor en particular.
Noelle rió, apoyando su cabeza en su brazo. Por primera vez, no sintió ninguna inseguridad, solo felicidad.
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