El Gran Día

La noche era perfecta. El cielo, despejado y salpicado de estrellas, parecía haberse vestido de gala para la ocasión. La mansión Vermilion estaba iluminada por decenas de lámparas flotantes que daban al lugar un aire mágico, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. El salón de baile, con su elegante decoración en tonos dorados y carmesí, estaba lleno de invitados, pero toda la atención estaba puesta en el centro de la pista.

Yuno Grimberryal y Mimosa Vermilion o mejor dicho Mimosa Grimberryal, se encontraban allí, bajo la mirada de todos. Ella, radiante en un vestido de novia que parecía haber sido tejido con pétalos de flores, tenía una sonrisa que iluminaba más que cualquier lámpara del lugar. Él, impecable en su traje oscuro con detalles dorados, parecía tan tranquilo como siempre, aunque cualquiera que lo conociera bien podía notar el leve rubor en sus mejillas.

—¿Quién iba a pensar que Yuno terminaría casándose antes que yo? Es increíble —Asta, sentado en una mesa cercana junto a Noelle, cruzó los brazos y dejó escapar un suspiro exagerado.

—¿Y qué esperabas? No todos tienen tu habilidad para evitar situaciones románticas —Noelle, elegantemente vestida con un vestido azul que combinaba perfectamente con sus ojos, le lanzó una mirada divertida.

—¡Oye, eso no es justo! Yo solo... estoy esperando el momento perfecto —Asta la miró con una mezcla de indignación y nerviosismo.

—Claro, claro —respondió Noelle, ocultando una sonrisa tras su copa de vino. Pero sus ojos se posaron en su prima, Mimosa, quien reía suavemente mientras Yuno le susurraba algo al oído. Una sensación cálida la invadió. Era evidente que Mimosa estaba feliz, y eso la llenaba de alegría.

En la pista, Yuno tomó a Mimosa de la mano y, con una leve inclinación de cabeza, la guio hacia el centro. La música cambió, convirtiéndose en una melodía suave y romántica. Los dos comenzaron a bailar, moviéndose con una sincronía que parecía casi natural, como si hubieran estado practicando toda la vida.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Yuno en voz baja, sus ojos ámbar fijos en los de ella.

Mimosa asintió, su risa suave como el tintineo de campanas.

—No puedo creer que esto sea real. Todo es tan... perfecto. Aunque... —hizo una pausa, fingiendo pensativa—, jamás pensé que te vería bailando tan elegantemente. ¿Qué fue de aquel Yuno que siempre parecía un poco torpe con estas cosas?

—No me subestimes —él arqueó una ceja, aunque una pequeña sonrisa curvó sus labios—. Cuando se trata de ti, puedo hacer cualquier cosa... incluso aprender a bailar.

—Eres increíble, ¿lo sabías? —ella rió de nuevo, apoyando su frente contra su pecho mientras giraban lentamente.

Mientras tanto, en las mesas, Finral se inclinó hacia Asta con una sonrisa burlona.

—Oye, ¿crees que Yuno tuvo que practicar meses para no pisarle el vestido a Mimosa?

Asta soltó una carcajada, atrayendo algunas miradas de los invitados.

—Definitivamente. Aunque, si soy honesto, creo que él siempre ha tenido un talento oculto para este tipo de cosas.

En la pista, Mimosa levantó la mirada hacia Yuno, sus ojos verdes brillando con una emoción que parecía demasiado grande para contenerla.

—Yuno, quiero decirte algo.

—¿Qué pasa? —preguntó él, inclinándose ligeramente para escucharla mejor.

Ella tomó una respiración profunda, como si estuviera reuniendo valor, aunque su sonrisa nunca desapareció.

—Te amo. Siempre lo he hecho. Pero esta noche... todo esto... me hace amarte aún más. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Yuno se detuvo, sorprendiendo a todos al quedarse quieto en medio del baile. Las miradas curiosas comenzaron a acumularse, pero él no pareció notarlo. En lugar de eso, levantó una mano para acariciar suavemente la mejilla de Mimosa.

—Mimosa... yo también te amo. Siempre lo haré.

La música continuó, pero para ellos, el mundo había desaparecido. Yuno se inclinó lentamente hacia ella, sus labios encontrando los de Mimosa en un beso que arrancó aplausos y algunos vítores de los invitados. Desde su mesa, Asta se levantó, levantando una copa en alto.

—¡Ese es mi hermano! —gritó, haciendo que Noelle rodara los ojos con una mezcla de vergüenza y diversión.

—Asta, siéntate —dijo, aunque su propia sonrisa era innegable.

El beso terminó, pero la emoción en los rostros de Yuno y Mimosa permaneció. Cuando se separaron, él la tomó de la mano una vez más, guiándola fuera de la pista mientras los aplausos continuaban.

—¿Crees que Asta seguirá molestándome incluso después de esto? —preguntó Yuno en voz baja, haciendo que Mimosa soltara una risita.

—Definitivamente. Pero no te preocupes. Ahora tienes a alguien que puede defenderte —ella le guiñó un ojo, y él no pudo evitar reír suavemente.

La noche continuó con risas, baile y muchas más bromas, pero para Yuno y Mimosa, ese momento quedó grabado en sus corazones como el inicio de su propia historia, una llena de amor, risas y, por supuesto, un poco de humor.

La celebración estaba en su apogeo. Los invitados no paraban de brindar por la felicidad de los recién casados. Charlotte, sentada junto a Yami, intentaba disimular su sonrojo mientras él le hacía comentarios torpes sobre lo "romántica" que se veía la noche. Finral seguía lanzando bromas acerca de quién sería el próximo en casarse, recibiendo miradas de advertencia de Vanessa y Luck. Incluso Nero, quien había estado quieta la mayor parte de la noche, parecía sonreír levemente al ver a los novios tan felices.

Mientras tanto, Asta no podía evitar ser el centro de atención en su mesa.

—¡No puedo creerlo! Mi hermano, el serio y silencioso Yuno, ¡casado! —dijo con entusiasmo, golpeando la mesa y provocando que Noelle lo mirara con exasperación.

—¿Puedes, por una vez, no ser tan ruidoso? —dijo ella, llevándose una mano a la frente.

—¡Pero es que míralos! —exclamó Asta, señalando hacia la pista donde Yuno y Mimosa seguían recibiendo felicitaciones— ¡Se ven tan felices! Me alegra tanto por ellos.

Noelle, aunque intentaba mantenerse seria, no pudo evitar mirar a su prima con orgullo. Mimosa estaba radiante, y verla tan feliz al lado de Yuno la llenaba de emoción. Sin embargo, no podía evitar lanzar un comentario.

—Espero que esa felicidad sea contagiosa, porque alguien aquí parece necesitar un poco de inspiración romántica.

—¿Qué quieres decir con eso? —Asta se volvió hacia ella, confundido.

—Nada, olvídalo —respondió Noelle, rodando los ojos, aunque una sonrisa juguetona aparecía en sus labios.

Cerca de la mesa de los Vermilion, Fuegoleon levantó su copa, con una sonrisa cálida.

—Mimosa, Yuno, deseo que su vida juntos sea tan ardiente como el fuego que corre por nuestras venas. Aunque, Yuno, asegúrate de no quemarte —añadió Fuegoleon con un toque de humor que provocó algunas risas.

—¡Y que sea tan dulce como los pasteles que hice para esta ocasión! —gritó Charmy desde su mesa, mientras devoraba un trozo de pastel en un tiempo récord.

Yuno, que rara vez sonreía en público, no pudo evitar reír ante los comentarios. Mimosa, por su parte, apretó su mano con fuerza, sus ojos brillando con gratitud.

—Gracias a todos —dijo ella con voz suave pero firme—. Tenerlos aquí significa mucho para nosotros. Esto no sería lo mismo sin ustedes.

En ese momento, la música cambió, y el maestro de ceremonias anunció.

—¡Es hora de que todos los invitados se unan a la pista de baile!

—Vamos, Noelle —Asta no perdió el tiempo. Se levantó rápidamente y extendió una mano hacia Noelle—. Es nuestra oportunidad de mostrarles a todos quiénes son los mejores bailarines.

—¿De verdad crees que voy a dejar que me arrastres a la pista después de lo que pasó en el último festival? —Noelle lo miró incrédula, cruzándose de brazos.

—¡Vamos, Noelle! ¡Confía en mí esta vez! —insistió Asta, mostrando una sonrisa tan amplia y brillante que, a pesar de su resistencia, Noelle no pudo evitar sonreír también.

—Está bien, pero si me pisas el vestido, te arrepentirás —advirtió, poniéndose de pie y tomando su mano.

Mientras ellos se dirigían a la pista, Yuno y Mimosa observaban con diversión.

—Parece que Asta nunca cambiará —comentó Yuno.

—Y Noelle tampoco —añadió Mimosa, riendo suavemente—. Pero creo que hacen una buena pareja.

Yuno asintió, apretando suavemente la mano de Mimosa.

—Tal vez, algún día, les toque a ellos estar en el centro de la pista.

Mimosa sonrió y apoyó su cabeza en el hombro de Yuno, disfrutando del momento. Para ellos, esta noche era solo el comienzo de una vida llena de recuerdos, amor y, seguramente, muchas más aventuras.

La pista de baile se llenó rápidamente de invitados. Cada uno con su estilo único: Vanessa y Finral mostraban pasos improvisados pero llenos de carisma; Luck parecía más interesado en convertir el baile en una competencia de energía, mientras Magna trataba de seguirle el ritmo sin tropezarse. Incluso Charmy, con un plato de pastel en la mano, se unió al ambiente, moviéndose al compás de la música.

En medio de todo este caos controlado, Yuno y Mimosa permanecían en el centro de la pista, atrayendo todas las miradas. Ella, con su vestido resplandeciente, parecía flotar mientras Yuno la guiaba con movimientos seguros y elegantes. No había palabras entre ellos, solo sonrisas cómplices y miradas que hablaban más de lo que cualquier discurso podría expresar.

Desde un costado, Asta observaba, notablemente emocionado.

—¡Mira eso, Noelle! ¡Yuno parece todo un príncipe sacado de un cuento! —dijo mientras trataba de imitar un giro que había visto a su hermano hacer.

—Y tú pareces un muñeco de trapo dando vueltas sin control —respondió Noelle, aunque una pequeña sonrisa traicionaba su tono burlón.

—¡Eso es porque todavía estoy calentando! —insistió Asta, intentando una postura más formal antes de volver a invitar a Noelle a bailar.

Ella suspiró y finalmente cedió, colocándose en posición.

—Bien, pero recuerda lo que te dije: ni un solo paso en falso.

En el centro de la pista, Mimosa se inclinó hacia Yuno, susurrándole mientras reían.

—Creo que Asta está dando más espectáculo que nosotros.

—Eso no es nada nuevo —respondió Yuno con su habitual tono tranquilo, aunque sus ojos brillaban con humor—. Siempre encuentra la manera de ser el centro de atención, incluso cuando no lo intenta.

—Bueno, no importa lo que haga, esta noche es nuestra —Mimosa soltó una pequeña carcajada y lo miró con ternura—. Y es perfecta.

Yuno asintió, guiándola en un elegante giro antes de detenerse suavemente. Sus manos se mantuvieron unidas, y por un momento todo el ruido de fondo pareció desvanecerse.

—Mimosa —comenzó Yuno, con un brillo especial en sus ojos—. Nunca pensé que un día como este sería posible, pero aquí estamos. No solo como compañeros de batalla, sino como algo mucho más grande. Gracias por creer en mí... por amarme.

—Yuno... —ella lo miró con ojos llenos de emoción, las palabras luchando por salir de su garganta— siempre supe que eras especial. Desde el primer momento en que te vi, me inspiraste. Y ahora, estar aquí contigo, como tu esposa... no podría ser más feliz. Te amo.

Él no respondió con palabras, sino inclinándose hacia ella, hasta que sus labios se encontraron en un beso suave pero cargado de emoción. El mundo entero pareció detenerse mientras las luces de la pista brillaban a su alrededor, y los invitados, incluso los más ruidosos, guardaron silencio para admirar el momento.

—¡Eso es! ¡Así se hace, Yuno! —desde un lado, Asta no pudo contenerse. Gritó, rompiendo la magia del momento con su entusiasmo habitual.

—¡Asta! ¿Puedes, por una vez, no interrumpir? —Noelle rápidamente lo golpeó en el brazo.

—¡Pero es que están tan felices! —replicó él, frotándose el brazo con una sonrisa.

Yuno y Mimosa se separaron del beso con risas suaves, volviendo a su postura natural.

—Al menos Asta siempre será consistente —Yuno le susurró al oído.

—Y nosotros también —respondió Mimosa, apoyándose en su hombro mientras la música cambiaba a un ritmo más animado.

La celebración continuó hasta altas horas de la noche, con risas, bailes y brindis interminables. Pero para Yuno y Mimosa, nada podía superar aquel momento en el que, bajo las luces y las miradas de sus seres queridos, sus corazones se unieron para siempre.

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