Capítulo 7
Sexta semana
Montse intentó que sus dedos no temblaran tanto mientras ponía su firma en el documento.
Su primera paga quincenal.
Recibió el dinero de la señora Landy y sonrió con el corazón en la garganta, preguntándose una vez más si todas las personas pasaban por esa emoción de dicha y orgullo al recibir su primer sueldo. No era una fortuna, era de hecho menos de lo que Henry le daba cada quince días para los gastos de la casa, pero el hecho de saber que cada peso le pertenecía y que lo había ganado por cuenta propia, hacía que el valor de esos billetes fuera veinte veces mayor.
Aún no sabía si se quedaría trabajando en la librería por mucho tiempo más pero sí podía decirse a sí misma —con sinceridad— que había mejorado bastante; el esfuerzo que estaba poniendo no era proporcional con su mejora pero en comparación a los primeros días, ahora estaba más amoldada no solo a la librería sino a las personas. Su manera de manejar esa chispa, como la señora Landy le llamó, era más fluida.
Ir a casa con su billetera llena la mantuvo sonriente todo el camino, tanto, que prefirió hacer un pequeño desvío e ir a donde Noah para comprar algo dulce y celebrar con su compañera de apartamento. La vida le sonrió a sus planes cuando no tuvo que comprar para llevar, sino que encontró a Vero justo ahí, en la pastelería.
—¡Vero! —la llamó. Ella ladeó la cabeza y elevó su mano para saludar; estaba sentada en una mesa esquinera con un café encima, así que Montse llegó a ella y se sentó a su lado—. ¡Que casualidad!
—Hola, Montse. Te veo animada.
—Hoy me pagaron —chilló, emocionada cual niña pequeña—. ¡Es la primera vez que recibo un sueldo!
Algo dentro de Montse le decía que su emoción era más que exagerada, pero agradeció que Vero le siguiera la corriente y respondiera con el mismo entusiasmo:
—¡Felicidades! ¿Cómo te sientes? Yo me sentí dueña del mundo con mi primer sueldo real.
—Me siento como la dueña del mundo —concordó—. ¡Estoy tan feliz! Sé que es poco, pero... siento que me lo he ganado yo sola.
—Y sí te lo has ganado. Me siento muy feliz por ti, te lo mereces.
La tienda tenía pocos clientes y quizás por eso Montse no se reprimió de hablar en voz alta y emocionada; quería que todos supieran que ella trabajaba como el resto de personas. Se sentía como una niña usando los tacones de su madre: más grande, más importante.
—Iba a comprar un postre para celebrar contigo.
—Pues...
—¡Montse! —Sonó la voz de Noah. Ambas giraron a mirarlo, iba saliendo de la parte interna del lugar—. Hola, ¿cómo estás?
—¡Feliz! ¡Hoy me pagaron mi primer sueldo!
Montse miró a Vero y esta asintió, como para afirmar sus palabras. Luego Vero miró a Noah.
—¿Cómo te sentiste tú con tu primer sueldo?
—Me sentí adulto —admitió, tomando asiento también alrededor de la pequeña mesa—. Lo gané lavando autos y me lo gasté todo en comida con una chica que me gustaba en ese entonces. Fue la decepción de mi mamá que me regañó por no saber manejar el dinero, pero vamos, yo tenía dieciséis, había trabajado cada día por tres semanas y me sentía adulto independiente. Luego noté que mi "independencia monetaria" era poca porque aunque a esa edad el sueldo me pareció una fortuna, al gastarlo vi que era nada. —Los tres soltaron una risa—. A los dos días ya estaba sin dinero y de nuevo era un adolescente.
Vero intervino:
—El mío lo gasté en un tatuaje, una chaqueta medio costosa y una botella de ron que compartí con un chico con el que tonteaba. Tenía dieciocho y también me sentía una adulta poderosa. Y sí, también quedé sin dinero a los dos días.
—¿Qué tatuaje tienes? —le preguntó Noah.
—Uno mediano... —evadió.
—¿De los que les muestras a todos o es privado?
La forma en que Noah ladeaba los labios al decirlo daba la impresión de que quería sonreír pero se obligaba a la seriedad. Montse los observaba.
—Tenía dieciocho y debía ocultarlo de mis padres. No me lo podía hacer en un brazo.
—Así que no tenemos oportunidad de verlo.
—No... por ahora —respondió, ladeando la sonrisa.
Montse se sintió de repente como una intrusa que husmeaba en un espacio privado entre sus sonrisas. Se puso un recordatorio mental de preguntarle a Vero si tenía algo con el pastelero. No lo parecía a simple vista, pero... nunca había que descartar.
Noah fue quien alejó sus ojos de los de Vero, como si de repente recordase que no estaban solos.
—¿Y en qué gastarás el tuyo, Montse?
—Primero, algo delicioso de acá. Para nosotros tres —añadió, mirándolos a ambos—. Así que Noah, lo más dulce que tengas y yo invito.
—Por supuesto. —Noah se levantó para ir a traer los postres.
Montse miró a Vero.
—Te daré una parte a ti.
—No es ne...
—Sí es necesario. No te puedo dar por ahora lo equivalente a más de un mes de techo, comida y apoyo emocional, pero puedo ayudar un poco mientras me estabilizo más. No es negociable.
Vero suspiró.
—De acuerdo. Gracias.
Noah regresó con una bandeja y tres postres de nata con pintas rojas y moradas de frutas encima. Tendió cucharas a las dos mujeres.
—Tú primero —le dijo a Montse—, es tu primera compra con tu propio dinero. Es un momento para recordar.
Noah y Vero la observaron atentamente y hasta que ella no comió la primera cucharada, ellos no lo hicieron. Montse saboreó ese trozo de nata como si fuera su primera y última comida en la vida, sin embargo, fue cuando miró a sus dos compañeros que notó que no era especial solamente porque lo había comprado ella, sino porque tenía dos amigos que celebraban con ella esas pequeñas victorias.
🌱
Al llegar al apartamento y meterse a su habitación, Montse cayó en la cama con las extremidades tan extendidas como pudo, sonrió al techo y suspiró. Chocolate no tardó en unirse, sin embargo aún era demasiado pequeña como para subir sola, así que con sus patas delanteras en alto, gemía buscando atención. Se movía con impulsividad y al chocar con la mesita de noche, tiró un pequeño joyero al suelo.
Montse se sentó en la cama y luego de subir a Chocolate, se inclinó para recoger el contenido de la pequeña caja: una moneda brillante, un par de zarcillos de oro que rara vez usaba, una cadena delgada regalo de su madre y por último... su anillo de compromiso.
El gesto se le enfrió en el rostro cuando tomó el aro adornado por un costoso diamante y con la frase Mi estrella grabado en la parte interior. La sombra de Henry no la abandonaba casi nunca, pero ese día había estado casi doce horas sin dejar que su pasado la retuviera.
No lo había olvidado, por supuesto, no dejaba de mirar a las personas en la calle y a veces imaginar que veía a Henry; cada vez que tenía la ilusión de su rostro, cambiaba de dirección y huía. No podía decir cuántas veces de hecho había sido él, pero en todas, sin falta, huía.
Montse acarició el anillo y no pudo evitar visualizar a Henry hincado en una rodilla y pidiéndole que fuera su esposa, su compañera de vida. Esta vez, sin embargo, aparte de la tristeza desgarradora que le llegó al pecho, también la ira se abrió paso en su corazón. Sus ojos no se humedecieron, sino que apretó la mandíbula y frunció el entrecejo.
—"No imagino mi vida sin ti" —escupió en voz baja, citando las palabras que él dijo cuando le puso el anillo en el dedo anular—. Maldito imbécil.
Guardó con rencor el anillo en su cajita, la cerró y la dejó de nuevo sobre la mesita de noche; no hubo lágrimas y, por fortuna, no fue Henry su último pensamiento antes de dormir.
Fue Vero, fue Noah, fue el postre de natas, su empleo y la invaluable sensación de haber logrado algo por ella misma.
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¿Recuerdan en qué gastaron su primer sueldo/salario?
No puedo ni describir lo feliz que me siento escribiendo a Montse <3 Creo que me está sacando espinas del corazón que no sabía que tenía y esa sensación es preciosa.
Un agradecimiento al grupito pequeño pero extra mega ultra amoroso de lectores que me acompañan, comentan y apoyan en esta historia. Significa el mundo ♥ Los amo mucho ♥
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