2. A la Iglesia:
NOTA DE AUTORA:
ATENCIÓN: Esta obra NO es apta para todo público y es cien por ciento FICCIONAL. Por lo tanto, las opiniones expresadas y los hechos siguen la misma lógica. No se busca ofender a nadie, tómelo como un personaje más. Lea bajo su propia responsabilidad.
Fe. Palabra con una fuerte connotación desde hace milenios, y, sin embargo, innecesaria a mi entender. La fe es para débiles. El hombre débil necesita protección, necesita certezas. Vivir en la realidad tal cual es, le resulta demasiado esfuerzo. Saber que tú eres responsable de tus acciones, que estás solo en el universo. Saber que cada cosa que conoces dejará de existir, saber que tú dejaras de existir. Aquellos que son inseguros y se ciegan con facilidad, aquellos que tienen miedo de su propia sombra, aquellos que nacieron sin la facultad de cuestionar, son candidatos perfectos para adorar una deidad inventada. Porque eso es, una mera invención de los débiles. No por eso apoyo a Nietzsche, ese hombre estaba loco. Además, Dios no ha muerto. Dios no puede morir si ni siquiera está vivo, si ni siquiera existe. Adelante, atáquenme ustedes, fervientes creyentes. Soportaré su ira irracional. ¿Qué es eso, sino el gruñido del animal al que se le destruye la guarida? Es muy arcaico el instinto de la preservación. Si a un rengo le quito su bastón, se caerá y obviamente, estará molesto. Sí, los llamo rengos, ciegos, sordos, mudos y tercos. Están siendo manipulados por sus propias mentes, y la de algún hombre inteligente que venera el dinero, y no le importa exprimir a un desesperado. Me he cansado de oír sandeces, me aburre sentarme en el primer banco a ver cómo viejas gordas cargadas de alhajas, depresivos no medicados, violadores de traje, putas de vestido largo desfilan lentamente e imitan a los santos de vidrio, recibiendo el cuerpo de Cristo.
Esos precisan perdón para volver a pecar, así como el drogadicto que lucha por una dosis más. No soportan la culpa, pero bien que disfrutan con lascivia cometer sus mismos errores. Ahora, si predican por la paz espiritual, si el padre te concibe el perdón divino, ¿por qué tienen que confesarse una y otra vez? ¿Por qué pecan una y otra vez? Y si eso ocurre, ¿por qué Dios los perdona una y otra vez? ¿Acaso son idiotas? Dios, el padre, los feligreses. Todos los son. Pero claro, si el primero fue sacado de su psiquis, y ellos fueron creados a su imagen y semejanza, no me sorprende.
Supongo que la equivocación también reside en que se busca el perdón de otro, y no el del que se le cometió la falta. Esa, la que se revuelca con el hermano de su esposo. Te perdono. Este cura, que bien sé, le roba el dinero a los suyos, te perdono.
Si algo se sale bien, agradéceme. Si no es así, es tu problema. Esa es otra cuestión bastante común en el sistema religioso, al menos de occidente. "Si Dios quiere, pasaré el examen" lo pasaste "¡Gracias a Dios" no lo pasas "Es porque no estudié suficiente".
Vaya, qué fácil es ser su Dios.
Mis padres se persignan y van también a la fila, me llaman con la mirada.
Me levanto y voy de forma mecánica. Es lo mejor si deseo mantenerme a raya.
Avanzo como oveja, cabizbaja.
—El cuerpo de Cristo —. Levanto la cabeza y abro la boca. Introduce la hostia. Cierro los labios y me vuelvo a sentar. Jesús, el supuesto hijo de Dios. Un joven triste sin mucha suerte, que se convirtió accidentalmente en el principal símbolo del imperio más grande y más nefasto de todos. Sé que él sí existió, igual que Gandhi o Mary Curie, pero no fue más importante que cualquiera que haya puesto un pie en la tierra. Los mismos creyentes dicen que todos somos hijos de Dios. Jesús fue un hijo de Dios. Entonces, ¿en qué se diferencia? ¿En que su madre fue virgen? ¿En que multiplicó los peces y levantó a un muerto? ¿En que resucitó? Pues ahora pregunto, ¿quién se lo cree? ¿No hubiera sido mejor que todos los hijos de Dios corrieran con la misma ventaja? ¿Será que se manejan categorías? Si tan poderoso fue él y su padre, ¿por qué murió? Ah, y otra cosa...el juicio final. Siendo Dios infinito, no ha tenido comienzo, y no puede tener final. Así que lo más probable es que eso jamás suceda.
A mi hermano, por increíble que parezca, también se le dan la hostia. Hay días en los que sospecho que lo traen para mostrar su bondad frente a otras personas.
Cuando todo termina, mi madre me toma de brazo. Odio que me toquen. Respiro lentamente para moderar el calor y la dureza surcando mi nuca.
—Amor, ve a confesarte. No lo has hecho en un tiempo —. Sonríe y señala el confesionario. Ese terrible cubículo de madera en la que se meten dos personas a hablar de cosas por compromiso.
Asiento en silencio, sintiendo un gran alivio por ser liberada. No debería hacerles daño, aún soy dependiente y no ayudaría a camuflare.
Es ridículo e incomprensible, que una persona carente de culpa, se sitúe aquí precisamente para limpiarla.
El hombre ingresa, un veterano de cejas pobladas y pelo canoso. Me mira con gesto cansado, esperando a que empiece:
—Agradézcame padre, porque he pecado —. Sonrío de costado, gustosa. Soltar mi interior de forma imperceptible me llena de gozo.
—Querida, es "perdóname, padre, porque he pecado".
—Señor, usted no tiene nada que perdonarme, así como yo no tengo nada que decir que sea de su incumbencia. En todo caso, usted gana dinero por ejercer su trabajo, ¿qué sería de su economía si no hubiera pecadores?
—Jovencita, a Dios no le gusta tu actitud.
—¿Y por qué no viene él y me lo indica? — Hago una pausa— Usted dice ser su intermediario, pero dudo que un omnipotente y omnipresente se valga de tal cosa.
Suspira, manteniendo el silencio unos instantes:
—Dios es nuestro padre, y nos ama a todos por igual. Pero si no lo reconoces como tal, irás al infierno.
—Mire, se lo expreso aquí y ahora —aproximo mi cara a la suya— Dios no es mi padre, ni mi amigo, ni mi mentor. Yo no lo amo, de hecho, tampoco lo odio. Simplemente no lo reconozco. Incluso, en el remoto caso de que existiera, le aseguro que está retorcido y enfermo. Se sienta en su Reino de los Cielos, viendo como los niños, sus hijos, mueren de hambre, son golpeados y violados. Cada día, él puede sentir los gritos de sus creaciones, sus llantos, sus ruegos. Y él permanece impasible, y manda una calamidad tras otra. Somos sus divertidas hormigas, su experimento infantil.
—¡Retráctate ahora! ¡Serás condenada! — Analizo el horror y el desagrado es su expresión.
—¿Por quién? ¿Por Dios? ¿Y por hablar me castigaría con tal magnitud? ¿Por no alimentar su ego? Eso sólo demuestra la verdad de mis conjeturas. Que me condene si quiere, de todas formas, tanto usted como yo, sabemos que ha perdonado a personas peores, y por lo tanto es injusto y macabro.
—¡Que Dios se apiada de tu alma podrida!
—No le temo a su Dios, me temo a mí misma —termino—. Ahora, padre, si fuera tan amable...perdóneme, que he pecado.
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