II

Los únicos momentos de "tranquilidad" que encontraba era, extrañamente, en la preparatoria. Específicamente en la biblioteca durante el receso. Iba apresuradamente a una de las mesas y agarraba el primer libro de poemas que atrajera su atención, aplastándose en una de las sillas y sumergiéndose entre líneas cortas y tratando de hallar un significado a su existencia.

Uno que se presentó un día de improvisto, robando su atención de forma involuntaria. Entró a su estante de tranquilidad perturbada, mandando ondas en la superficie casi perfecta. Robándole la atención por esos orbes verdes llenos de alegría y rebosante de vida, y sus cabellos oros que brillaban ante la luz natural.

Obviamente Ryuichi nunca se acercó a su tormenta. Se mantuvo admirándola en silencio las primeras veces antes de que sorpresivamente apareciera del brazo de Mikoto, y su amiga lo arrastrara hasta su mesa y la presentara.

—Ella es Aria Mebuki, acaba de ser transferida y le vendría bien hacer unos amigos. —La sonrisa que le dedicó Mikoto fue un "Por favor, sé su amigo". Y Ryuichi no podía estar más que estupefacto, no hace unos días veía a dicha chica por la biblioteca, admirándola en silencio.

Por un momento a Ryuichi le preocupó su aspecto mientras la nueva estudiante lo veía con curiosidad. Él era un chico que no le importaba mucho como se veía, normalmente su cabello rojo lo traía despeinado y oculto detrás de una capucha misma que se encuentra fuera de su alcance y con la ropa mal acomodada. Muchas veces a escuchado que aquel aspecto era su mayor encanto —obviará la parte que lo escuchó sin querer de las amigas de Mikoto cuando se acercaban a preguntarle si acaso eran novios, lo cual su amiga sonreía de una forma terroríficamente dulce y mentía diciendo: ¿Por qué preguntan lo obvio?—, por lo tanto, esperó tener ese aspecto decente.

—Un gusto, este... —Aria se mostró indecisa en cómo decirle y antes de que pudiera responderle, Mikoto lo hizo en su lugar. No le molestó, después de todo permaneció en silencio por unos segundos que se volvió incomodo.

—Es Masuda Ryuichi, pero puedes decirle Ryu como el dragón. Su nombre es demasiado largo ¿no lo crees? —Y le lanzó una mirada letal incitándole a que dijera algo.

Finalmente dejó su aturdimiento y bajó el libro, casi aclarándose la garganta.

—Dime como prefieras.

Recibió una sonrisa deslumbrante y fue suficiente para él.

Pensó que la escuela podría ser su alivio en el tormento. Ahora cada mañana esperaba a primera hora a Mikoto frente a la puerta de su casa y silenciosamente le apremiaba para no llegar tarde. Sabía que la azabache conocía su verdadero motivo de las prisas —esa sonrisita suya que escondía detrás de su mano reveló sus pensamientos—, pero no decía nada al respecto más que unos codazos en sus costillas obteniendo un pequeño sonrojo y que refunfuñara apartando el rostro.

En dos semanas Mebuki se convirtió en una presencia esencial en su vida aunque no hablaran mucho. Cuando se quedaban solos los dos, se presenta un pequeño silencio de incomodidad que varias veces Ryuichi trataba de romper, y era interrumpido por otra persona llegándole a frustrar. Él no era la persona más habladora del mundo y prefería mantenerse al margen de sus compañeros y tratarlos con cordialidad, pero con Aria quería romper esa barrera.

Mañana hablaré con ella, se dijo después de ser interrumpido.

Mañana será, se dijo cuando Mikoto llegó abrazándolos por detrás.

Mañana...

Aquel día nunca llegó en realidad.

Cuando crees que nada podría ir peor, te darás cuenta de que tienes poca imaginación.

Ryuichi fulminó encarecidamente y con demasiado odio la frase en su cabeza.

—¿Qué más quieres de mí? —preguntó al cielo apretando los puños desde la entrada del hospital. Rechinando los dientes y con las manos temblorosas, dio un pisotón al suelo y gritó con todas sus fuerzas ignorando las miradas de reojo que recibía—. ¿¡No fue suficiente el que nos dejaras huérfanos y ahora quieres llevártela a ella!? Es injusto, ¡muy injusto!

¿Por qué su hermana tuvo que contraer una terrible enfermedad? Ojalá hubiera una forma de traspasar las enfermedades, no tendría dudas en recibirla con tal de que su hermana estuviera bien y tuviera una vida normal. Pero eso no pasaba en la vida real, lamentablemente.

Caminó de regreso a casa esperando que las ideas llegaran a él. Estrategias y planes para reunir la cantidad de dinero que le solicitaban en el hospital para el tratamiento en tan poco tiempo. No tendría problema si fuera en tres semanas, pero ¿En dos semanas? ¿¡Es que acaso no podían esperar!?

La realidad es que las enfermedades no esperan a nadie, así como la muerte, y él lo sabía perfectamente.

Tuvo que tomar una decisión difícil. Quizás no la mejor, pero sí la que logró sacarlo de problemas.

El primer paso fue despedirse de su entorno y transferirse a otra preparatoria al otro lado de la ciudad dónde nadie lo conocía. Fue drástico y Mikoto no dejó de perseguirlo ese día por toda la casa diciendo que no tenía por qué recurrir a métodos tan deshonrosos, que le daría su apoyo. Se lo agradeció de todo corazón y la abrazo, pero no podía depender más de otros si quería salvar a su hermana.

Así que se mudó de hogar, con ello se apartó de Mikoto su mejor amiga y la reciente presencia de Mebuki que intentaba hablarle. Eso le dejó con un nudo en la garganta, quería conocerla más, quería hablar con ella de todos los poemas que ha leído, pero su hermana era más importante.

Sabía que no estaba bien. Lo sabía mejor que nadie, pero ¿Qué más podía hacer si no tenía el apoyo de nadie más? No podía depender toda la vida de Mikoto y sus padres que amablemente le ayudaban a cuidad de Oyuki, pedirles otro préstamo sería abusar de su confianza, entonces ¿Qué otra salida queda?

Tuvo que hacerlo.

No le quedo de otra más que aceptar el trabajo que su tío, el hermano menor de su madre, le ofreció en medio de su desesperación; el cual era protegerlo cuando hiciera sus "ventas".

Cuando se lo dijo lo miró escéptico.

—¿Protegerte exactamente de qué? —preguntó con mucha desconfianza.

Aquel hombre que pocas veces vio le había sonreído de forma desdeñosa, mostrando sus dientes amarillos y apretándole el hombro con su mano delgada. Para ser un hombre de treinta años su complexión física dejaba mucho que desear, incluso Ryuichi teniendo dieciséis años parecía un poco mayor debido a su estura alta y hombros anchos.

—Sé que eres bueno en Akido, mi hermana te llevó a clases desde pequeño ¿verdad? —diciéndolo tan casualmente mientras le daba palmaditas, le dio escalofríos—. Saquémosle provecho a tu habilidad y juntemos el dinero para el tratamiento de la pequeña Oyuki.

Yéndose por el lado emocional cuando a su tío jamás le importó ellos. Estaba en su propia vida apartada de su hermana y únicamente se veían cuando le vendía la droga, porque sí, su propio tío era el contacto con el que podía conseguir droga. Aborrecía terriblemente las sustancias nocivas debido a su historia con ellos, pero en momentos desesperados como lo era conseguir dinero ya no le importaba parecer un hipócrita con tal de tener para el tratamiento de su hermana.

No le quedó de otra: prefería perder su reputación y honor con tal de tener viva a su hermana.

Fueron los dos meses más calmos de su vida.

Dos meses largos que pudo sobrevivir, al igual que su hermana. Parecía una relativa calma en que recibía el dinero necesario para el tratamiento e iba al hospital a pagarlo, de paso compraba unos comics para Oyuki ya que se aburría demasiado en los días que estaba en observación. Comúnmente se encontraba con Mikoto que no tardaba en abrazarlo y ahogar exclamaciones ante las gasas o curitas que veía en su rostro, Ryuichi alegaba siempre una pelea con los matones de su nueva escuela, sabía que Mikoto no le creía del todo, pero tampoco preguntaba respectando su silencio.

Pero, como toda calma, llega la tormenta.

Y para él apareció de la peor forma: la primera muerte que presenció en persona a sus diecisiete años. —sin saber que solamente sería la primera de tantas muertes—.

La muerte de su propio tío a manos de las personas despiadadas cuyos actos fueron tan despiadados. Tomándolo en medio del callejón para enterrarle repetidamente una navaja por todo el cuerpo y la sangre salpicando por todas las paredes. Una vista realmente escalofriante y traumática para sus ojos, no pudo hacer más que observar inmovilizado y en shock el momento en que las entrañas contrarias caían al suelo.

No recuerda mucho después de inclinarse cuando la bilis subió por su garganta y vómito todo lo que su estómago reclamó, junto a las risas burlescas de sus atacantes; sintió vívidamente cuando fue lanzado bruscamente a la pared y su cabeza dio muchas vueltas, intentando arrastrarse lejos de sus persecutores y recibiendo patadas que le sacaron el aire. Los únicos pensamientos que pasaban por su cabeza era que pronto moriría.

Voy a morir en un callejón oscuro a manos de personas desconocidas.

Sin abrazar a Oyuki...

Sin poder ver a Mikoto una vez más...

Sin haber hablado con Aria...

Lo único que le quedaba era cerrar los ojos y esperar su muerte en aquel frío callejón. 


¡Ups! Se me rebaló el dedo en el botón de publicar - c va volando-

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