Un oasis en los pantanos
Cuando despertó esa mañana apenas sintió un poco de dolor en el costado, sus costillas —igual que las heridas de Tangart— se habían curado mucho más rápido de lo normal. Los amigos de Octavio habían hecho un trabajo excelente tratando sus heridas, les habían administrado todo tipo de ungüentos y pociones en cuanto llegaron a su pequeño poblado y eso les había salvado la vida.
Se levantó del camastro de la pequeña cabaña de juncos que compartía con Octavio y bajó por la pequeña escalera de madera que lo dejó en tierra firme. Fuera, los reptilianos habían comenzado ya su ritual matutino. Esas extrañas criaturas se sentaban en el suelo con las piernas cruzadas y los brazos extendidos a los lados, calentándose con los primeros rayos de sol mientras entonaban un extraño cántico coral. Un pequeño reptil dirigía la ceremonia lanzando unos agudos y rítmicos gorjeos que hinchaban su colorida garganta, a los que el resto de la tribu respondía un momento después. El director de ese extraño coro era una especie de sacerdote, uno de los más respetados del poblado, él había tratado sus heridas y las del minotauro. Octavio le llamaba Kaase, era de los pocos que hablaban unas palabras en su idioma, delante de él estaba sentada Sehiss, la enorme guerrera con la que Octavio había ido a socorrerlos en el pantano. Era curioso, las hembras de aquella especie eran enormes y corpulentas, parecidas a los lagartos de sierra, aunque las reptilianas se erguían ágilmente sobre dos patas, a diferencia de aquellos. Tenían una cabeza alargada y aplanada, una mandíbula repleta de afilados dientes y la piel cubierta de gruesas escamas y placas de hueso. En cambio, los machos eran mucho más pequeños y delgados, su piel parecía más fina y su cuello y su pecho rebosaban colorido, según le había dicho Octavio eso los hacía más atractivos para las hembras.
—Veo que ya estás mucho mejor —Octavio se acercó a saludarle.
—Sí, gracias a tus amigos, son unos grandes curanderos.
—Lo sé, fueron ellos los que me encontraron en el pantano cuando el draco de fuego me dejó así —explicó señalando su rostro quemado—; me cuidaron durante meses hasta que logré recuperarme, si no hubiese sido por su ayuda hace tiempo que habría sido pasto de los gusanos.
—Vaya, cuánta dedicación para alguien a quien no conocían de nada, quiero decir, que no eras ni siquiera de su tribu, podrían haberte dejado morir en el pantano sin más.
—Bueno, es parte de su filosofía de vida, creen que todas las vidas están conectadas, sus espíritus y las energías que los unen son una sola, así que si ayudas a alguien este te ayudará, de forma directa o indirecta, porque a fin de cuentas es parte de ti. Con todo lo que han pasado me parece increíble que aún crean eso.
—¿A qué te refieres?
—Verás, el tiempo que estuve con ellos me explicaron que hace cientos de años los únicos habitantes de estos pantanos eran de su especie y no solo vivían en la desembocadura del Arn, sino que tenían grandes asentamientos por todo el sur de los Grandes Lagos. Hasta que un buen día llegaron los delitas y decidieron ocupar sus tierras y los exterminaron casi por completo, hoy en día solo queda un puñado de los suyos, que sobreviven en pequeñas aldeas escondidas.
—Tienes razón —concedió Cedric—, no creo que yo siguiera creyendo en esa filosofía si me pasara lo mismo que a ellos, ni siquiera que fuera tan indulgente con los miembros de la especie que se ha dedicado a exterminarme.
—Y lo más increíble es que algunos de ellos creen que fue culpa suya.
Cedric lo miró sin entender nada.
—Según sus creencias —prosiguió Octavio—, si te dedicas a hacer daño a los demás ese daño volverá a ti. Pues bien, cuando empezaron los enfrentamientos con los delitas estaban desconcertados, a pesar de su aspecto no son un pueblo demasiado belicoso y no sabían cómo reaccionar. Los más sabios de su especie se reunieron y después de mucho debatir llegaron a la conclusión de que debían luchar contra ellos. Aunque finalmente fueron derrotados, algunos creen que al defenderse usando la violencia contra los delitas condenaron a los suyos a muerte.
—Pues seguramente ya no quedaría ni uno de los suyos si no se hubieran defendido —respondió Cedric, un tanto molesto por la aparente indolencia de los reptilianos—; los delitas no se detenían ante nada ni nadie, los habrían exterminado sin compasión.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo, pero ellos tienen otra mentalidad —comentó Octavio señalando a los participantes de la ceremonia.
A pesar de sus fauces repletas de colmillos y sus garras como cuchillas, sí que parecían pacíficos, quizá demasiado, allí sentados tomando los primeros rayos de sol de la mañana. Aun así, a Cedric no le habría gustado enfrentarse a ninguno de ellos.
De repente, el sacerdote cambió a un tono más grave, lanzó un largo gruñido y la ceremonia terminó, los reptilianos se levantaron perezosamente y fueron a hacer sus quehaceres diarios sin prestarles la más mínima atención, solo Sehiss se acercó a ellos.
—Ssoleadoss días —dijo a modo de saludo inclinando levemente la cabeza.
—Soleados días —respondieron Octavio y él casi al unísono.
—¿Poder hablar momento con Cedrricss? —Cedric sonrió, le hacía gracia cómo pronunciaban su nombre.
—Por supuesto, discúlpanos Octavio.
Octavio asintió y se despidió de ellos.
—Ver tú mejor de tu... heridass, ess bien —Sehiss arrastraba la ese al hablar, también se detenía a veces a media frase para buscar las palabras correctas, pero hablaba bastante bien su lengua.
—Sí, gracias a vosotros.
—Nossotross contentoss ayudar, pero ahora nosotross querer ayuda de tú.
—Por supuesto, estoy en deuda.
—Kaase querer tú, Calaon y Zoyla... vissitar essta noche, necessitar ayuda con... con... ¿ceremonia? —añadió esta palabra como si no estuviera segura de su significado.
Cedric desconocía qué podía hacer él para ayudar al sacerdote, pero accedió sin pedir demasiadas explicaciones, a fin de cuentas los reptilianos habían hecho por él y sus amigos mucho más sin pedir nada a cambio.
—¿Poder decir tú a Calaon y Zoyla? Yo marchar, tener cazar.
—Sí, ve tranquila, Sehiss, hablaré con ellos.
—Graciass, ssoleadoss díass.
—Soleados días —dijo Cedric imitando la leve reverencia que hacían los reptilianos al saludar. Sehiss se fue rápidamente y se unió a un grupo de hembras que la estaba esperando para salir a cazar.
Cedric sabía que Calaon compartía cabaña con Tangart, igual que él lo hacía con Octavio y Lucía con Zoyla. Los reptilianos habían sido muy amables ofreciéndoles tres de sus pequeñas cabañas para que les resultara más cómoda su estancia en el poblado. La choza donde dormían el minotauro y el brujo estaba bastante cerca de la suya, así que en un momento estuvo cerca de la escalera que conducía a la entrada. Todas las cabañas estaban colocadas sobre unos gruesos postes de madera que las elevaban varios pies del suelo. Era una buena manera de mantener secas sus pertenencias cuando el Arn se desbordaba y anegaba los pantanos. A pesar de ello, no había una sola canoa en todo el poblado, por lo que les había dicho Octavio los reptilianos eran excelentes nadadores y se sentían muy cómodos en el agua.
Subió los peldaños rápidamente, pero al asomarse dentro no vio a nadie, así que fue a ver si encontraba a Zoyla o a Lucía en la cabaña de las mujeres, que se encontraba un poco más lejos; aunque el pequeño poblado no tenía más de doce cabañas y todas estaban bastante juntas entre sí, esa distribución ofrecía más seguridad en caso de que algún depredador se acercara demasiado. A Cedric le parecía que —exceptuando a los grandes dracos— cualquier animal que se acercara lo suficiente al territorio de los reptilianos se convertiría rápidamente en su cena.
Antes de llegar, Cedric vio cómo Calaon y la pelirroja se alejaban de las casas hacia la espesura, algo en su actitud delataba nerviosismo, así que decidió seguirlos con cautela para ver qué tramaban. Se adentraron un poco en el pantano, hasta llegar a un pequeño lago, allí se detuvieron y empezaron a hablar. Cedric había dejado bastante distancia para que no lo vieran y desde allí no los podía oír bien, por lo que siguió acercándose muy despacio. La alta vegetación le permitía ocultarse bastante bien, pero no quería hacer ningún ruido al aplastar ramas y hojas del suelo.
—... Ya te dije que no te lo entregaré, te has convertido en lo mismo que el rey Brujo —escuchó que decía la mujer pelirroja.
—Zoyla, no sabes de lo que estás hablando. Además, el legado no es para mí, lo necesito para empezar de nuevo, quiero fundar la escuela arcana otra vez.
—¿Para enseñar magia de sangre a tus alumnos? Estás loco, Calaon, he luchado contra otros que querían el legado para locuras como esa y si tengo que enfrentarme a ti lo haré sin vacilar.
Zoyla estaba muy alterada, apartó a Calaon de un empujón y se puso en guardia, Cedric escuchó un extraño sonido que salía de la mujer, parecido al del viento, y de repente el agua del estanque empezó a hacer extrañas ondas en la superficie, el aire se arremolinó a su alrededor e incluso el cielo pareció oscurecerse.
—¡Espera, Zoyla, no quiero luchar contigo! —gritó Calaon por encima del ruido del viento—. Solo escúchame un momento antes de tomar ninguna decisión, si no accedes no insistiré. Hazlo por los buenos tiempos, por lo que una vez fuimos, ¡por favor!
Las palabras de Calaon parecieron calar hondo en la mujer y se detuvo, al instante el viento dejó de soplar y el agua se calmó.
—Está bien —concedió ella, aún en guardia—, te escucharé, pero no esperes nada.
—Cuando decidimos separarnos me fui hacia el Este con la llave para alejarla del legado. Llegué hasta las puertas de Rean y allí encontré una caravana de mercaderes originarios de un lejano reino llamado Sheang, de más allá de la Gran Desolación. Decidí unirme a ellos para ir a un lugar donde nadie hubiera oído hablar de los errantes ni de su legado. Después de pasar meses viajando cruzamos el paso de los Titanes y las tierras de los ogros, al norte de la Desolación. Finalmente, llegamos a su reino. Allí también hay magister, aunque ellos les llaman Boo-han, «cantores de luna», y saben cómo usar la sangre en sus hechizos.
—Ya —interrumpió ella—, y tú has vuelto para iluminarnos con sus conocimientos. ¿Esperas que me crea estas historias?
—No me has dejado terminar —continuó él—, el arte de los Boo-han es muy difícil de dominar, de cada cincuenta que lo intentan solo uno sobrevive y los que dominan la sangre no viven demasiado, se consumen pronto. Yo he tardado varias décadas en lograrlo y he estado a punto de perder la cabeza en el proceso. Pero allí los Boo-Han son vitales, los nocturnos los acechan en cada sombra y ellos son los únicos que les pueden hacer frente; además, los ogros los atacan sin cesar. En Rean los titanes crearon los monolitos para mantener a los nocturnos a raya y los pocos ogros que cruzan las grandes montañas no son un gran problema para nosotros. He descubierto muchas cosas sobre los nocturnos, en Sheang llevan muchos años luchando contra ellos, casi desde el auge de los titanes, y, bueno... lo que he aprendido... si pudiera transmitírselo a otros podríamos recuperar el anillo arcano.
—Eso no son más que quimeras, Calaon, el anillo está perdido, incluso mantener el legado lejos de ellos es inútil, ya me han capturado una vez, pueden volver a hacerlo, solo es cuestión de tiempo.
—Tiempo... eso nos empieza a faltar, ¿verdad, Zoyla? —La mujer lo miró intensamente y durante un momento ninguno de los dos dijo nada.
—¿También lo has notado? —preguntó ella por fin.
—Sí, se nos acaba el tiempo. Todos estos años que hemos vivido de más... al destruir al rey Brujo nos fue impuesta esta maldición, hemos vivido mucho más que otros mortales, pero ya se acaba. Por eso necesitamos a nuevos magister, para que alguien se enfrente a los nocturnos cuando ya no estemos.
—Calaon, me parece que tu intención es buena, pero la sangre termina nublando el sentido común, no puedo darte el libro, sería demasiado peligroso. Quizá no a corto plazo, pero a la larga la sangre destruye y, si no es a ti, será a otro. Si tú diriges la escuela tus aprendices querrán aprender a dominar tus poderes tarde o temprano, plantarás la semilla de la destrucción en una nueva generación de magister.
—Estaba dispuesto a correr el riesgo hasta ahora, pero ya no hace falta.
—¿A qué te refieres?
—Antes creía que te habían matado para conseguir el legado, pero estás viva, tú puedes ser la nueva fundadora. Te enseñaré los secretos de los nocturnos, nada de magia de sangre, y después desapareceré, me alejaré todo lo posible de la escuela para que tú les enseñes a dominar los elementos y a luchar contra los nocturnos.
Zoyla se quedó pensativa, la proposición de Calaon la había dejado sin argumentos. Cedric estaba atónito, o estaban totalmente locos o realmente eran dos errantes, su sentido común le gritaba que no podía ser, tendrían que tener más de seiscientos años, pero allí estaban. Lo que más le había desconcertado era su conversación sobre los nocturnos. Eso sí que resultaba increíble, eran seres de pesadilla, cuentos para asustar a los niños. No podía ser cierto que existieran, pero durante el combate en el barco Calaon había llamado así a Balard de Ponzoña, ¿era posible que él fuera una de esas criaturas? Balard también dominaba las artes mágicas y Cedric le había disparado sin hacerle nada. Todo había pasado muy rápido, podía haber fallado —aunque juraría que le había acertado en el pecho— o podía haberse salvado gracias a su armadura, pero según contaban las historias los nocturnos eran inmunes a todas las armas. Cedric estaba desbordado, todas esas historias que había escuchado —magister, errantes, nocturnos—, todo parecía ser real, incluso los reptilianos, esas esquivas criaturas que se ocultaban en los pantanos. Desde que había aceptado ese trabajo para Calaon se le habían revelado como auténticas un buen número de cosas que no creía reales.
Estaba tan absorto que ni siquiera reparó en que Zoyla y Calaon ya se iban y estuvieron a punto de descubrirlo en su escondite. Por suerte, reaccionó a tiempo agazapándose tras el tronco de un árbol muerto. Se quedó allí un buen rato después de que sus compañeros se fueran y luego recordó que Zoyla, Calaon y él tenían que reunirse esa noche con Kaase. Quizá podría hablar con él y que le explicara lo que acababa de escuchar de hurtadillas, aunque ya estaba bastante convencido de que tanto Zoyla como él eran los últimos errantes. Pasados unos minutos de reflexión, fue en pos de los errantes y les explicó lo que le había dicho Sehiss, luego volvió a su cabaña y esperó a la hora de la cena.
Hubo un gran alboroto cuando las cazadoras regresaron al poblado, traían consigo un enorme ejemplar de lagarto de sierra, la bestia pesaría más de dos quintales y mediría unas dos brazas de largo. Su característica cabeza aplanada, tan parecida a la de los reptilianos, estaba repleta de afilados colmillos y su gruesa piel escamosa era más dura que cualquier armadura que Cedric hubiese visto. El animal serviría para alimentar a todos los habitantes del pueblo durante muchos días y podrían aprovechar su piel para confeccionar armaduras para las guerreras, así que Kaase decidió organizar un gran festejo esa noche para celebrar la captura.
Todos se unieron a la celebración, que duró hasta bien entrada la noche, comieron, cantaron, bailaron y bebieron con la tribu como si pertenecieran a ella desde siempre, hasta Calaon pareció soltarse y dejar su actitud prudente para unirse a la fiesta. El sonido de los tambores se escuchó esa noche como hacía tiempo que no se oía en los pantanos. Cedric, sin embargo, no participó de la fiesta tanto como sus compañeros. De hecho, poco después de cenar vio que Kaase se retiraba a sus aposentos y unos instantes después decidió seguirlo discretamente.
Al llegar a la cabaña del anciano —una casucha vieja, daba la impresión de que tanto como el sacerdote, pero aun así parecía una construcción recia— subió rápidamente la escalerilla de madera, antes de entrar golpeó ligeramente el marco de la puerta para pedir permiso. La voz de Kaase se escuchó amortiguada por la cortina de lianas trenzadas que había en la puerta. Cuando entró se encontró a Calaon, Zoyla y al sacerdote sentados alrededor de un pequeño brasero.
—Saludos, Cedric —le dio la bienvenida el anciano—, sentar con nosotros, ¿sí?
—Gracias —dijo él mientras tomaba asiento.
Kaase era viejo, muy muy viejo, las escamas de su piel parecían resecas y quebradizas. La piel de su cuello, antes colorida, se había vuelto mate y colgaba flácida. También estaba muy delgado, tanto que parecía que iba a romperse de un momento a otro, actuaba como si le costara un gran esfuerzo hacer cualquier movimiento, se movía a paso de tortuga. En el único momento que mostraba una actividad normal era durante las comidas y el ritual matutino.
—Poco se han reunido cuatro en hoguera —empezó a decir Kaase—, última vez hace muchas estaciones, pero ahora cuatro de nuevo. Todos tocar otro lado alguna vez, por eso más fácil cruzar hoy.
Cedric no entendía de qué estaba hablando el anciano, pero siguió escuchando atentamente.
—Cada uno un espíritu sagrado representar, si cuatro estar en armonía hoy poder pasar.
Dicho esto, sacó una pequeña bolsita de cuero de la que extrajo un pequeño hueso tallado en forma de animal y una runa inscrita en él.
—Draco tortuga —dijo enseñando la runa a los demás—: fuerte como roca, bestia más grande de todas.
Después lanzó el hueso al fuego, que chisporroteó con fuerza, y pasó la bolsa a Calaon para que sacara otro hueso. Este metió la mano dentro de la bolsa y sacó rápidamente otra pequeña talla, enseñó la runa a Kaase.
—Draco arcoíris —dijo Kaase sonriendo—: fortuna acompaña al que cruzar cielo.
Después le señaló el fuego para que arrojara la talla, Calaon obedeció y al hacerlo el fuego pareció arder más vivamente. Una vez más, la bolsa cambió de manos y Zoyla extrajo una nueva figurita de hueso de su interior. Esta vez Kaase no necesitó ver la runa, por la forma de la talla lo identificó rápidamente y soltó un siseo de asombro.
—Draco de fuego —explicó con voz solemne, llena de respeto—: bestia más poderosa, gran cazador, rey de pantano.
Zoyla lanzó el hueso al fuego, este brilló con fuerza iluminando todos los rincones de la cabaña. Después pasó la bolsa a Cedric. Kaase parecía ansioso por ver qué talla sacaba y lo estaba poniendo nervioso. Metió la mano en la bolsita y palpó el interior, había muchas tallas dentro, no estaba seguro de cuál coger, así que miró directamente a los ojos del sacerdote y sacó una al azar. Enseñó la runa a Kaase, que soltó un gorjeo muy largo y agudo echando la cabeza hacia atrás y muy sonriente dijo:
—Pez devorador: sigiloso, rápido en agua, mortal.
Señaló el fuego para que Cedric arrojara la talla, este obedeció y el fuego empezó a soltar un humo blanquecino que pronto llenó la cabaña. Mientras, Kaase murmuraba palabras en su lengua y sin levantarse cogió un tazón hecho con medio coco y una vasija de arcilla. Después llenó el tazón casi hasta el borde y empezó a hablarles de nuevo.
—Muchas estaciones sin cuatro en hoguera —repitió—, hoy cuatro de nuevo, uno de cada reino. Uno tierra. —Dio un sorbo del tazón y se lo pasó a Calaon para que bebiera—. Otro aire —dijo mientras Calaon bebía y le pasaba el tazón a Zoyla—; otro fuego, fuerte más que otros. —Esperó a que Cedric bebiera y añadió—: último agua. Cada reino en hoguera, ahora abrir puertas, cruzar otro lado.
La bebida le había dejado un regusto amargo en la boca, pronto empezó a notar la lengua entumecida y la cabeza un poco turbia. Kaase no paraba de repetir unas palabras que Cedric no lograba entender, su voz parecía cada vez más lejana y el eco de sus siseos se perdía entre el humo que ahora ya se había convertido en una espesa niebla. Cedric posó su mirada sobre Calaon y Zoyla, sus caras estaban tenuemente iluminadas por la luz del fuego. Le costaba distinguir sus rasgos, le pareció que también estaban un poco aturdidos. El sacerdote siguió hablando, su tono adquirió un deje rítmico y continuo que fue aumentando su cadencia a medida que hablaba. De repente, Kaase calló y la luz del fuego brilló con más intensidad, incluso el espeso humo blanco se retiró agolpándose contra las paredes de la cabaña, que ahora casi no se distinguían. Cedric tenía la sensación de estar borracho, sentía la cabeza espesa y la boca pastosa, abrió y cerró los ojos para intentar despejarse y apoyó una de sus manos en el suelo, que sintió frío y duro como la piedra.
—Ahora haber cruzado, no alejar de hoguera, pues otro lado peligro sin ella —explicó Kaase—; en ella ver hechos que han sido y serán, aunque a veces engañar a ojos de forasteros.
Cedric se sentía mareado, le hormigueaba el cuerpo y tenía que hacer grandes esfuerzos para mantenerse erguido, paseó su mirada en derredor, pero no pudo ver a los demás, la luz del fuego era demasiado brillante. Giró la cabeza para apartar los ojos de las llamas, pero solo alcanzó a ver la espesa humareda que llenaba la cabaña, que ahora se había tornado de un color azulado, se pasó la mano por la cara antes de girarse de nuevo hacia las llamas y entonces una sensación de vértigo lo invadió. Le pareció que caía dentro de la hoguera mientras escuchaba los graznidos lejanos de unos cuervos, era como si las llamas lo hubieran llenado todo y solo pudiera verlas a ellas danzando y bailando, creando imágenes confusas frente a él. Pudo ver a Calaon y a Zoyla en la cima de una torre destrozada, rodeados de figuras de pesadilla. Después, frente a ellos se irguió un hombre alto cuyo pelo canoso azotado por el viento le ocultaba el rostro mientras su túnica negra luchaba por tapar un cuerpo extremadamente delgado, poco más que un esqueleto. Un nuevo brillo cegador hizo que las llamas volvieran a danzar y se vio a sí mismo rodeado de oscuridad, en un callejón de la ciudad arrodillado en el suelo sosteniendo en sus brazos un cuerpo inerte, sus manos y el suelo empapados de sangre. El fuego brilló de nuevo y se vio otra vez a sí mismo corriendo entre las llamas junto a Calaon, a medida que avanzaban, las llamas se transformaban en cadáveres y la oscuridad creciente que parecía perseguirlos terminó por engullirlos.
Cedric se irguió con el corazón acelerado, jadeando, empapado en sudor, tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba en la cama de su cabaña. Octavio ya se había levantado y fuera podía escuchar los agudos y rítmicos gorjeos de los reptilianos anunciando un nuevo día.
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