Capítulo 6. La melodía del llanto

Durante aquel rato, mientras que los Pevensie, Scrubb y Pole charlaban con ese tal "Reepicheep" compartiendo risas, tenía esa inquietud de unirme a su conversación, pero sabía que era algo inapropiado, mientras tanto no dejaba de jugar con mis dedos y con mi mirada puesta en estos, me encontraba en un absoluto aburrimiento que no sabía qué hacer, si quedarme quieta o salir de ahí. 

-Hey, Reep, queremos presentarte a Hannah- Alcé mi mirada al oír mi nombre, los hermanos, Eustace y Jill se hicieron a un lado para que aquel Reepicheep me conociera, entonces, una vez que lo vi, intenté ahogar una risa, era un ratón, no podía ser cierto, lo que más me sorprendió era que su estatura era más lo normal, se podía decir que medía unos cuarenta centímetros, el roedor llevaba un aro que rodeaba su cabeza adornada con una pluma roja larga, en su lado izquierdo vi que llevaba una espada larga, para mí era como ver un diminuto palo afilado. Los ojos brillantes y oscuros de aquel animal me examinaron de arriba abajo con mucho detalle.

-Asique, sois, ¿Hannah?- Asentí algo aturdida. Animales parlantes, ratones más grandes de lo normal y con espadas, este mundo parecía ser una caja llena de sorpresas. – No me esperaba que fuerais así.- Alcé mis cejas sorprendida, ¿acaso él sabía que iba a llegar a este mundo?

-¿Y cómo te esperabas que fuera, señor?...digo, rata, no, no, no, ratón, eh, o, no sé cómo quieres que te llame... - Oí las risas de los hermanos, de Eustace y Jill, al fin al cabo, no sabía cómo llamarle y parecía ser un momento incomodo, por no decir que el ratón apenas sonreía y solo se limitaba a fijar su mirada en mí.

-Llamadme, Reepicheep, todo el mundo me llama así, a no ser que queráis llamarme de otro nombre.

-No, de acuerdo, te llamare por tu nombre, Ripich- El animal me echó una mirada ofensiva, se acercó hacia mí lentamente fijando su mirada.

-Es, Reepicheep, no Ripich- Me corrigió con sequedad y acto seguido hizo una reverencia a los hermanos Pevensie- He de irme, reyes, tengo trabajo que hacer, os veré luego- Los hermanos le devolvieron la reverencia y el ratón desapreció velozmente. ¿Los hermanos Pevensie eran reyes? Pero si apenas eran adultos.

-Se lo que estás pensando- Lucy me miró divertida y me rodeó su brazo por encima de mis hombros.

-Sí, que ese ratón es un desagradable- Ella hizo una mueca que parecía que no me refería a lo que había dicho- ¿Qué por qué os llaman majestades?- La chica asintió y empezamos a caminar inconscientemente.

-Es una larga historia, pero te la contare más tarde, dentro de un rato es la cena, ahora ven con nosotros- Mientras que los hermanos, Scrubb y Pole iban por delante mío para que no me perdiera, a cada paso que daba no dejaba de posar mis ojos en Cair Paravel de lo maravilloso que era. Después de pasear por unos jardines preciosos nos topamos con una gigante sala, era tan larga que parecía ser infinita, al fondo había cuatro sillas de piedra, parecía ser la sala del trono, dicha sala estaba adornada con una hilera de columnas y en frente de estas se hallaban unos arcos. En aquel momento me di cuenta que el Rey Levian ya no estaba con nosotros, seguramente habría ido a hacer algún recado, ya que al ser un rey debería tener muchos cargos. La sala en donde estábamos estaba repleta de gente, y animales parlantes. Todos iban elegantes y bien arreglados que me sentí avergonzada debido a mis pantalones casi destrozados y en ellos manchas de sangre casi igual que mi camisa. Añadiendo que cada habitante de aquel lugar, me observaba como si fuese un bicho raro por mi ropa, aquello que me hizo sentirme demasiado incomoda.

Me di cuenta que había perdido de vista a los hermanos, al haber tanta gente me entró un poco de agobio, decidí encaminarme y buscarles pero parecía imposible, cada vez que daba una zancada, mi cuerpo chocaba con minotauros, centauros y sátiros, ellos me devolvían una mirada de desprecio y diciendo un:

"Ten cuidado por donde vas"

-Os veo perdida, señorita- Noté como alguien me cogió del brazo llevándome a un sitio con menos gentío, lo cual agradecí bastante- ¿Sois la nueva ayudante de los reyes?- Una vez que estaba alejada de aquella multitud me topé con una muchacha de pelo castaño, llevaba un vestido amarillo puro, su sonrisa mostraba hospitalidad y amabilidad.

-¿Ayudante?- Ella asintió.- Bueno, soy nueva aquí- Me encogí de hombros y la chica echo a reír.

-Venir conmigo, por cierto, mi nombre es Aurelya, un placer- La chica apoyó su mano en mi hombro dirigiéndome por unos largos e interminables pasillos.- Debéis cambiaros de ropa, se os ve muy indecente.

- No habéis sufrido un ataque de dos criaturas, una caída por un agujero y una caída dolorosa- De repente fruncí el ceño, ¿Por qué empezaba a hablar como los que vivían en Cair Paravel? Ni que yo fuera de la realeza.

-No, pero debió ser desagradable- La chica me miró con un rostro de compresión y a su vez divertido. Acto seguido, Aurelya abrió unas enormes puertas color blanco encontrándonos en una inmensa habitación, en ella yacía una bañera hundida en el suelo, acompañado de unos gigantescos ventanales, a través de ellos se podía observar como la noche iba cayendo poco a poco sobre Narnia.

Después de haber disfrutado un agradable baño, me ataviaron con un vestido color azul marino, en sus mangas adornaban unas líneas doradas. El vestido era tan cómodo y ligero que podías moverte sin problema alguno. Mi cabello fue recogido por una trenza y mis pies fueron calzados por unas botas marrones.

-Perdonar, ¿y mi ropa de antes?- Aurelya y sus compañeras se acercaron puesto que estaban al otro lado de aquella habitación.

-No hemos tenido otro remedio que quemárosla- Mi corazón dio un vuelco tremendo, ¿Mi ropa quemada?

- Pero, ¿por qué la habéis quemado?- Pregunté con molestia, al fin al cabo era mi ropa, deberían de habérmelo dicho.

-Estaba muy sucia y espantosa, no podíais llevar eso- Una mujer anciana tomó la palabra, parecía que lo decía sin importarle debido a su fluidez de sus palabras.

-De acuerdo, pues nada, de todos modos, gracias por esta ropa- Me limité a sonreír y ellas asintieron. Aurelya me acompañó de nuevo a la sala del trono dejándome sola. A lo lejos vi unas siluetas bastantes conocidas.

-¡Hannah!, ¿Dónde te habías metido?- Poco a poco el perfil de Lucy se iba acercando.

- Os había perdido de vista, había mucha gente- Cuando Lucy fijó su mirara en mi ropa sonrió con cierto entusiasmo.

-Vaya, no me había dado cuenta de tu vestido, ahora si.- Yo fruncí el ceño ante sus palabras- Ahora sí que eres como una narniana- Yo seguí con mi ceño fruncido, Lucy echó a reír ante mi mueca- Narnianos es como se llaman los habitantes de aquí- Explicó la muchacha.

-No creo que lo parezca o lo sea, pero he de decir que es muy cómodo- Dije moviendo mi vestido azul marino con mis manos.

-Venga, vamos a cenar- Lucy ladeó su cabeza en dirección a la mesa. Cuando posé mi mirada en esta mi estómago hizo un ruido tremendo que noté como mis mejillas ardían debido al sonido que había producido mi tripa. Lucy solamente reía ante mi reacción. La comida que se hallaba en la mesa tenía una pinta terriblemente deliciosa, ensaladas que contenían variedades de frutas y frutos secos en ellas, decenas de platos con dulces de todos los sabores. La cantidad de comida que había allí era casi indescriptible.

Poco a poco la mesa se iba llenando de gente, cada uno tomó un asiento. Me senté al lado de Lucy, quedando en frente de Susan, mientras que a su izquierda se encontraban Eustace y Jill, y a su derecha estaban Peter y Edmund.

-Quiero darte la bienvenida a Narnia, Hannah- Levian se levantó de su lugar alzando su copa, yo solamente le sonreí agradecida- Ahora vendrá mi mujer.

-¿Sois Hannah?- Una voz un poco aguda me hizo sacarme de mis pensamientos, dirigí mi mirada y vi como un tejón me hablaba.

"¿Un tejón, en serio?" Dijo mi subconsciente en tono irónico que me eché a reír.

-Si- Le afirmé con sequedad. El animal asintió y nadie pronunció palabra.

-Aquí estas- Levian se levantó y plantó un beso en la mejilla de una mujer con un tono de piel blanco como la nieve, sus labios eran rojos carmesí junto con un cabello largo que parecía estar bañado en oro. Mis ojos no se podían despegar de ella, era una mujer muy hermosa. Sus ojos azules como el zafiro me examinaron y acto seguido sus labios finos pero perfectos se alzaron hacia arriba formando una sonrisa.

-Encantada Hannah, soy Esmeralda- Ambas estrechamos nuestras manos y no paraba de mirarla, era una de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida. Yo avergonzada me senté en mi lugar y empezamos a cenar. La cena transcurrió con suma tranquilidad, nadie soltaba palabra alguna, no obstante resultó muy agradable y la comida era riquísima, no paraba de comer y beber agua, parecía que mi estómago no tenía fin.

"Hannah, llevas casi dos días sin comer ni beber, es normal que engullas todo" Vaciló de nuevo mi subconsciente.

Una vez que todos se iban deteniendo para dejar de comer, mis cejas se elevaron con sorpresa.

-¿No vais a comer nada más?-Pregunté algo cortante.

-Claro que no, estamos llenos-Dijo Levian riendo.

-¿P-puedo coger más?-El hombre me miró sorprendido pero asintió, empecé a coger el pollo que sobraba, la ensalada que apenas estaba acabada y demás.

Una vez que todos los platos estaban vacíos debido a mi enorme estomago todos me miraron aturdidos.

-¿Cómo puedes comer tanto?- Susan parecía estupefacta ante su pregunta.

-Llevo dos días sin comer ni beber, por no decir, que llevaba tiempo sin comer así....-Dije algo apenada. Desde que mi abuela enfermó debido a la diálisis apenas comía que mi cuerpo lo iba notando, como iba adelgazando más, perdía más grasa, mis músculos se estaban volviendo flácidos debido a las malas pasadas, mi rostro parecía tan pálido y delgado junto con ojeras que me veía como una enferma. Recordaba como Teresa me decía que comiera más, pero no podía, la muerte de mis padres, mi abuela enferma y mis estudios apenas prestaba atención a mi salud que empezaba a notar como estaba pasando factura.

-¿Y a qué se debe vuestra mala alimentación?- Preguntó Levian con curiosidad, todos fijaron sus ojos en mí que me sentí incomoda, solo me encogí de hombros intentando no darle importancia, no quería que aquellas personas supieran nada, no eran nadie para saber cómo lo estaba pasando. Todos asintieron y de repente el silencio reinó por toda la sala.

-Si no os importa, me voy- Peter rompió el silencio e hizo que todos pegáramos nuestras miradas en él.

-Aún es pronto, Peter- Dijo Lucy.

-Estoy cansado, Lu, os veo mañana- El chico se despidió sin muchas ganas y desapareció de allí apresuradamente.

-No sé qué diablos le pasa...- Susan rodó los ojos, parecía como si estuviera harta de su hermano.

-Desde que llegamos a Narnia esta así, ¿no os parece?-Preguntó Edmund frunciendo el ceño. Sus dos hermanas se encogieron de hombros sin saber.

-Podemos ir a hablar con el- Propuso Eustace, sus tres primos y Pole asintieron.

-Ven si quieres, Hannah- Ofreció Lucy con toda la amabilidad, yo negué con la cabeza. No quería interponerme en ellos, al fin al cabo no conocía de nada a Peter e ir con ellos causaría más tensión y no quería aquello. Ellos asintieron y me dieron las buenas noches, yo me quedé ahí charlando con Levian, Esmeralda, algunos minotauros y con el tejón, que me dijo que se llamaba Buscatrufas, me resultó muy gracioso su nombre, pero era una criatura muy encantadora. Fue un rato muy agradable, me reí mucho, no paraban de contar chistes malos y relatar anécdotas muy interesantes que disfruté mucho del momento. De lo poco que llevaba en Narnia, aquel momento me sentí como en casa. Después de otro largo rato, notaba como mis parpados se iban cayendo debido al cansancio.

-¿Por qué no os vais a descansar, Hannah?-Preguntó Esmeralda con dulzura en su voz. Asentí, me despedí de ellos, y me dirigí a la habitación que me habían asignado, agradecí mucho que estuviera cerca de la sala del trono, ya que mi sentido de la orientación era pésima.

-¡¿Pero qué estás diciendo?!- Oí unos alaridos que me hicieron sobresaltarme. En el pasillo había una puerta que estaba medio cerrada dando una luz algo tenue pero suficiente para iluminar todo el pasillo en donde me encontraba. En aquel momento la curiosidad me mataba por dentro, sabia de no debía de oír conversaciones que no me pertenecían pero me era imposible.

Intentaba que mis pies no harían el ruido posible, me asomé por la puerta, entonces mi corazón se aceleró un poco más. En aquella habitación se encontraban los hermanos, Eustace y Jill. Mis ojos visaron a Peter, que no paraba de andar de un lado para otro con sus ojos azulados pegados en el suelo junto con sus brazos cruzados en su pecho, Susan y Lucy permanecían sentadas en una cama, parecía que estaban preocupadas, Edmund estaba al otro lado de la cama, y Scrubb y Pole yacían sentados en un baúl al otro lado de la habitación. 

-¿No estarás hablando en serio, Peter?- Los ojos azules de Susan no se despegaban de su hermano, ella solo tenía un rostro preocupado.

-No, hablo en serio.- Peter echó un bufido tan fuerte que pareció rebotar en aquella habitación.

-Acaba de llegar ¿y ya la estas juzgando?- Aquellas palabras de Susan se clavaron en mi pecho fugazmente, ¿se referían a mí? Mientras que deseaba que no fuera así. Peter no respondió, pero rodó sus ojos, que en efecto se supo al instante que se referían a mí.

-Peter, acaba de llegar, no podemos juzgarla- La dulce voz de Lucy hizo que mis músculos se relajaran, la voz de aquella chica eran tan dulce y tranquilizadora.

-¿No os habéis dado cuenta?-Preguntó, ellos simplemente negaron y él rodó los ojos y continuó hablando- De no ser por ella ahora estaríamos en el castillo telmarino e hubiéramos buscado soluciones para salvar Narnia, pero no, parece que os importa más esa Hannah.- Sentí un tremendo pinchazo en mi corazón tan solo oír aquellas palabras.

-Peter, deja de decir estupideces- La voz de Susan parecía tan calmada que hasta Peter relajó sus músculos- No te das cuenta que ella está pasando la misma situación que cuando nosotros llegamos por primera vez.

-Pero nosotros, Susan, nos esperaban, ¿lo recuerdas?, ellos sabían de nuestra llegada, ¿pero la de ella?, no, ni hablar.

-Peter, no seas así... ella habrá llegado por alguna razón, nadie llega a Narnia sin más. – Las palabras de Lucy hicieron calmar más a Peter.

-Lucy tiene razón, Peter, miradme a mí, cuando llegué por primera vez aquí pensé que todo esto era una locura, pero no, y no lo olvidéis que ayude a rescatar al Rey Rilian de la Saya Verde, junto con Pole- Eustace hizo una pausa, tomó aire como si pareciera liberarse de algo pesado- Como ha dicho Lucy, nadie llega a Narnia por casualidad.

-Scrubb tiene razón- Pole sonrió asintiendo con lo que había dicho su amigo.

-Entiendo...-Peter acarició su barbilla, parecía que ellos le habían hecho cambiar de opinión- Estáis de su lado, si es así decidlo, me da igual.

-¿Qué?, no digas tonterías.- Susan, harta de la conversación, se levantó de su lugar, tomó una bocanada de aire para decidir que palabras iban a salir de sus labios. Edmund que no había pronunciado palabra alguna, seguía en su sitio, parecía que no estaba ahí, como si pensara en otra cosa- No estamos de parte de nadie.

-Pues lo parece- El rubio fijó sus ojos azules en su hermana, su rostro estaba tan serio que me dio escalofríos tan solo mirarlo.

-Peter, recuerda como me porte yo al llegar aquí- Interrumpió Scrubb.

-Pero tú, Eustace, tu eres nuestra familia y ella no. No debemos confiar en ella, algo trama, por no decir, que nos traicionará, estoy seguro, o, ¿no veis como se portó en el bosque?, ¡Le salvamos de unos lobos, y ella solo nos lo pagó con gritos!- Entonces en aquel momento mis ojos estallaron a lágrimas, mi corazón empezó a bombear más fuerte de lo debido, salí de allí lo antes posible. ¿Cómo había sido tan tonta?, Peter tenía razón, era una intrusa que lo había estropeado todo, el jaleo que armé en el bosque... todo, pero por otra parte sentí un gran coraje hacia las palabras de Peter, de que no debían confiar en mi porque les traicionaría, ¿A caso el me conocía de verdad?, ¿El sabia cosas de mi?, no, claro que no, por eso en esa parte sentí un gran dolor y a su vez impotencia.

Mis pasos fueron tan rápidos que no era consciente a donde iba, mis ojos estaban llenos de lágrimas que apenas podía ver hacia donde iba. Corría y corría sin rumbo fijo, quería irme de aquel lugar, quería regresar a casa, desear que todo lo que me había ocurrido hasta ahora solamente fuera un sueño, pero desgraciadamente no era así. Poco a poco notaba como el oxígeno me iba faltando en mis pulmones, decidí parar, apoyé mis manos en mis rodillas debido al cansancio.

-Señorita, ¿os encontráis bien?- Una voz suave y grave me hizo sacar de mis pensamientos, me limpié mis ojos con la manga de mi vestido hasta ver quien era.

Reepicheep.

-¿Qué os ocurre?- El ratón poco a poco se fue acercando hacia mí, sus ojos redondos y negros me miraban compasivos e intrigados.

-No es nada, son tonterías.- Intenté esbozar una sonrisa para quitar tensión.

-Si serian tonterías, no os haría llorar- Miré a Repicheep, sus palabras tenían tanta razón que estallé. Me hundí en el suelo, noté como el ratón acariciaba mi espalda. En aquel momento flashes y flashes de recuerdos recorrieron mi mente, que finalmente estallé, llevaba tiempo guardando todo el dolor acumulado debido a lo de mis padres y mi abuela, era una chica tan introvertida que mis propios recuerdos me estaban matando.

-Lo siento, Reepicheep, no quiero que me veas así, no quiero molestarte.- Me levanté con cautela, noté un tremendo mareo que me quedé quieta hasta volver a mi estado normal.

-Sentaros, os encontrareis mejor- Hice caso a las palabras de Reepicheep, me senté en la fría pared del castillo, arriba mío posaba un ventanal que a través de él se podía apreciar la enorme luna y como su luz se introducía iluminando aquel lugar.

Durante aquel rato, el roedor no paraba de contarme increíbles historias que le habían sucedido, añadiendo humor en ellas que me hizo reírme y olvidar todo. Mientras que él me iba contando sus historias no paraba de fijar mis ojos en un objeto, cuyo caso se encontraba tapado con una tela verde. Me levanté lentamente, dirigiéndome a él, ignorando las palabras de Reepicheep. Acaricié la suave tela, que poco a poco la iba deslizando en dirección al suelo, hasta que mi corazón se paró de un salto.

Era un piano.

-Un piano...- Mi voz quebró al instante.

-Jamás había visto un piano en Cair Paravel, este castillo es tan inmenso...- Dijo el ratón casi riendo.

-Tápalo ya...- Dije apartando la mirada en el instrumento.

-¿Qué ocurre pues?

-El piano me trae muchos recuerdos, recuerdos que quiero olvidarlos, por favor Reepicheep, tápalo.

-¿Sabéis tocarlo?, si es así, me encantaría oír una melodía- Abrí mis ojos como platos, el ratón había acertado acerca de que yo sabía tocarlo.

-Lo siento, no voy a tocar nada- Me alejé pero sus patas estiraron con suavidad de mi vestido, parándome.

-¿Qué tan grave debe ser la razón por la que no queráis tocar?- Intenté sonreír, el piano me recordaba a mis padres, ya que mi madre fue profesora en la escuela de música en Ámsterdam, ella me enseñó cuando tenía cinco años, recordaba como lo tocaba todos los días, convirtiéndose algo parte de mí, pero, cuando ellos fallecieron, guardé el piano en el desván, sin querer saber nada de él. Tomé una bocanada de aire para poder relajarme y contarle a Reepicheep la razón de por qué no lo tocaba.

-Cuando tenía cinco años, mi madre empezó a enseñarme a tocar el piano, ella era profesora de piano en la escuela de música de mi ciudad. Pasaban los días y mi amor hacia el piano fue tan fuerte que lo tocaba día tras día. Recordaba en todas las noches viejas que lo tocaba, mis padres, mis abuelos y mi hermana no paraban de bailar- Las ganas de llorar me estaban consumiendo tanto al recordar aquello- eran uno de los mejores recuerdos de mi vida. Años más tarde, cuando tenía once años, mi abuelo enfermó, le diagnosticaron Alzheimer- Al instante pensé que las enfermedades de Narnia y las de mi mundo eran diferentes, asique le expliqué al roedor que era aquella enfermedad y una vez explicada continué- los doctores decían que cuando tocaba el piano delante suyo, era como una medicina para él, era como que gracias a la música que transmitía, mi abuelo podía recordar, podía ser el mismo, pero sin embargo los años pasaron y finalmente se fue para siempre, recordaba como toqué la melodía en su funeral, era su favorita... - El ratón solo me miraba compasivo, al fin al cabo no necesitaba oír alguna palabra de él, me había escuchado, y con eso me bastaba.

-¿Podéis tocarme esa canción?- Asentí. Tomé la pequeña banqueta que se encontraba ahí, estiré mis manos y rocé con la yema de mis dedos el teclado. Busqué en mi cabeza la partitura de la canción, ya que me la sabia de memoria. Una vez que tenía la melodía empecé a tocar, mi corazón se aceleró demasiado y notaba como mis dedos tocaban las teclas, después de tantos años sin tocar, parecían que ellos mismos se sabían la canción. Reepicheep se sentó en la Tampa superior del piano, cerró sus ojos acompañados de una sonrisa. Ni yo me di cuenta de la manera de como tocaba la canción, como lo hacía antes, lleno de orgullo y pasión. Los recuerdos me recorrieron por mi cabeza haciéndome saltar una lágrima por el rostro, no obstante seguí tocando, la melodía resonaba por toda la habitación, llegando hasta los rincones más escondidos. Aquellos minutos fueron tan reconfortantes, volver a tocar el piano fue tan placentero, era como una droga.

-Maravilloso, Hannah- El ratón aplaudió y sin evitarlo sonreí, después de tantos años se me hizo raro oír aquel sonido que tanto había añorado durante este largo tiempo.



¡Hola a todos! Bueno, lo primero, espero que estéis disfrutando del verano y que lo estéis aprovechando lo máximo posible ;)

Y volvamos al tema jajajajaja xDD

¿Qué os ha parecido este capítulo?, ¿Aburrido? ¿Emocionante...? , ¿Qué pensáis respecto a Peter? ¿Creéis que tiene razón o se esté equivocando?

Y como siempre, os debo mil gracias por vuestros increíbles comentarios, ¡muchas gracias en serio!

En multimedia tenéis la canción que toca Hannah, es "You're Beautiful" de James Blunt, pero en piano. 

Eso es todo, ¡Hasta pronto, Narnianos! 

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