Capítulo 17. La isla de los tres volcanes


¡Holaa, Narnianos!

Como siempre, he tardado. xD 

Si os soy sincera, la razón por mi tardanza es que estoy escribiendo otras dos historias completamente diferentes, y a veces no puedo centrarme en esta :S 

Peroo, para compensaros mi tardanza, os he dejado un capitulo muy largo, de todos modos no me ha gustado mucho como ha quedado pero claro, tampoco os quería tener mas tiempo sin actualizar, así que, ¡disfrutadlo!   


Cuando Edmund y yo regresamos hacia el campamento los dos nos tumbamos y nos dispusimos a dormir. Crucé mis brazos por debajo de mi cabeza recopilando todo lo que había pasado. Estaba aún sin dar crédito a todo aquello, y rezaba porque Edmund guardara el secreto, no obstante confiaba en el plenamente.

Poco a poco los rayos del sol se iban inyectando sobre las copas de los arboles hasta llegar a nosotros. Vi como Lucy se removía y luego levantarse.

-Buenos días, Hannah ¿Ya te encuentras mejor?-Me dijo la chica, levantándose.

-Sí, Lucy. Gracias por tu poción curativa-Le respondí.

-No tienes que agradecer nada, por cierto, ¿Llevas mucho tiempo despierta?

-No mucho. ¿A dónde vas?

Lucy se iba dirigiendo hacia el bosque.

-Voy a cazar algo.

-Voy contigo.

Me levanté y fui junto con Lucy a cazar. Ambas conseguimos cazar dos pájaros, no era mucha cosa pero al menos no volveríamos con los estómagos vacíos. Despellejamos a los animales para luego atravesarlos con dos palos y ponerlos en el fuego. Poco a poco el resto de la compañía iba despertándose. Todos desayunamos la ración correspondiente y nos preparamos para regresar al Viajero del Alba.

-¿Recuerdas por dónde íbamos ayer?-Inquirió Drinian mirando al resto de la compañía.

El resto, por su parte, solo respondió ladeando la cabeza indicando que no sabían el camino de regreso. Mientras que iba andando Edmund se puso a mi lado y me preguntó en un susurro:

-Si hubiésemos tenido algo de tiempo podríamos a ver ido a buscar el Viajero del Alba.

-Habría sido una gran idea, Edmund, pero ya es demasiado tarde.

El chico solo hizo un mohín y continuamos andando.

-¿Y podrías hacer algo para encontrarlo?-Volvió a preguntar el chico.

-Edmund, soy una bruja sí, pero no una adivina.-Dije riendo.

-¿De qué habláis?-Preguntó Lucy mirándonos.

-Nada.-Respondimos Edmund y yo al unísono.

Tras aquello, estuvimos largas horas andando envueltos por el silencio y por el calor. Parecía que no avanzábamos, pues no había indicios de ninguna playa. Hicimos algunas paradas para reposar y luego seguíamos andando. A medida que íbamos andando podía oír algo. Era maldito zumbido de aquel bicho.

-¡Edmund!-Le dije en un susurro.

El chico me miró alarmado.

-Ya están otra vez esos bichos.

-¿Cuántos son?-Inquirió el chico susurrando.

Miré furtivamente para saber cuántos eran.

-Cinco. Se están acercando hacia nosotros a gran velocidad.

Edmund y yo informamos a toda la compañía sobre los avispones, tras ello, todos comenzamos a andar más deprisa. A medida que avanzábamos más avispones se iban acercando e iban cogiéndonos ventaja.

-¡¡La playa!!-Dijo un minotauro.

A lo lejos se podía divisar el final del bosque y seguidamente el horizonte. Todos corrimos más de lo debido, y yo al ser la última de la fila notaba en mi espalda una avispa. Miré furtivamente y el animal estuvo a punto de echarme su líquido. Miré al animal inyectando mi mirada en él, ladeé un poco la cabeza consiguiendo que este explotara. Una vez libre de aquel animal conseguí alcanzar al grupo. Cuando por fin conseguí llegar a la playa, mis pies tropezaron entre ellos hasta caer en la arena. Oí varias risas por parte de mis compañeros.

-¿Te ayudo, Hannah?-Peter ofreció su mano.

-Tranquilo, ya puedo yo.

Cuando volví a levantarme pude ver como el sol inyectaba la luz alumbrando en Viajero del Alba. Estaba ya restaurado, ya que en la orilla había dos botes listos para zarpar hacia el navío. El capitán, Eustace, Reepicheep y varios de la tripulación fueron corriendo a donde nosotros.

-¡Su príncipe!-Dijo el capitán eufórico.- ¿Dónde os habíais metido? Estábamos preocupados.

El príncipe relató todo lo sucedido en la isla. El rostro del capitán se volvió insólito ante el relato de Drinian. Eustace nos dijo:

"¡Que razón tenía, menos mal que me quedé a reparar el barco!"

Por su parte el roedor le respondió:

"¡Pero si no has movido ni un dedo durante la ausencia de tus amigos!"

Retornamos hacia el Viajero del Alba, tras haber estado hablando con el capitán y con Reepicheep. Cuando llegamos a la cubierta fuimos recibidos por aplausos y sonrisas. El capitán y Drinian informaron al resto de la tripulación que aquella isla era hostil la cual se debía zarpar y seguir en busca de la Isla de los Tres Volcanes. El viento sopló con toda su fuerza moviendo la vela –la cual estaba perfecta al igual que el mástil- permitiéndonos movernos notablemente.

Apoyé mis manos en la baranda echando la última mirada de aquella isla y decidí ir hacia el camarote para darme un baño. Una vez llegada a mi hospedaje dejé la ropa sucia en un cesto y una vez aseada me tumbé en la cama. Me sentía tan exhausta que ni me di cuenta que había caído en un profundo sueño.

-Hannah.

Abrí lentamente mis ojos topándome con el rostro de Susan.

-¿Vas a ir a cenar?

Fruncí me ceño, ¿Tanto tiempo había estado dormida? Miré por la ventana encontrándome con la luz de la luna. Asentí y fui con Susan al comedor. La cena transcurrió tranquila y silenciosa. La ración que obtuvimos cada uno era muy escasa, pues aun estábamos sin encontrar municiones. Después todo el mundo se dispuso a irse a dormir (excepto algunos tripulantes para vigilar el navío mientras avanzábamos). Susan, Lucy y Jill, dormían tranquilamente, yo como cada noche el insomnio se apoderaba sobre mi impidiéndome dormir. Me levanté con cautela, cogí mis botas y mi capa para defenderme del frío.

Cerré la puerta meticulosamente para luego subir las escaleras que me llevarían hacia la cubierta.

-Buena noche, ¿no lo crees, Reepicheep?-Inquirió una voz.

Centré toda mi energía volviéndome invisible. No quería que nadie me viese divagando por la cubierta, pues quería estar sola y sin que me hicieran preguntas del por qué me encontraba en la cubierta. Vi quien había custodiado aquella voz, era Drinian caminando con Reepicheep. Sentí como mi corazón bombardeaba más fuerte, los dos entraron en el interior del barco pasándome por delante. Cuando ambos se dejaron envolver por la penumbra suspiré aliviada. Continué con mi camino llegando a la baranda, apoyé mis brazos sobre esta, cerré mis ojos dejando que la brisa acariciara mi rostro.

-Hannah.

Abrí mis ojos y busqué con la mirada a la persona que me había llamado.

-Aquí, Hannah, soy yo, Cyprus.

Desvié mi mirada topándome con los ojos azules del animal.

-¿Qué hay, Cyprus?

-No hay buenas noticias, el mago está molesto contigo, durante estos días no has ido a entrenar con él. Te hemos buscado pero no aparecías. Deberías venir ya.

-He tenido imprevistos, Cyprus. Ahora voy.

Me subí a la baranda, me puse de pie en ella, y sin más dilación salté al mar. Durante el trayecto hacia Ciudad del Mar, le conté al animal los problemas que habíamos tenido con la travesía, Cyrpus, por su parte, se puso comprensivo y no le dio mucha importancia, no obstante, me dijo que al Orión no le importaría los imprevistos. Eso me hacía estar más inquieta y nerviosa. Cuando llegamos a la ciudad me despedí de Cyprus y continué sola.

Llegué al gran castillo, mi collar comenzó a irradiar la luz indicándome que me adentrara a la fortaleza. Cerré mis ojos sintiendo la engería del collar recorriéndome por mis venas. Abrí uno de mis ojos y al instante apoyé uno de mis pies impidiéndome que cayera al suelo.

-Hola, Hannah.

Al fondo de la inmensa entrada vi la silueta de Orión. Su mirada no mostraba amabilidad, todo lo contrario, enfado y molestia.

-¿Dónde diantres te has metido? Acordamos en que vendrías día tras día para practicar con tus poderes.-Volvió a decir.

Tragué saliva, y sentía como mis piernas me empezaban a fallarme. Tomé una bocanada lista para contarle lo sucedido en aquella isla. Mientras que ambos andábamos para ir a la gran sala, narré al mago lo sucedido, quitándole mi confesión a Edmund sobre que yo era la Bruja. Sabía con certeza que si el Mago llegase a saber que Edmund sabía todo acerca de mí, me metería en un buen lio. Orión permaneció impasible ante mi historia y eso me inquietaba en cierto modo. El mago se detuvo, y su mirada azulada se posó sobre mi persona.

-¿Tienes algo más que contar? –Inquirió.

Negué.

El mago asintió y continuamos con la práctica como si no hubiera pasado nada.

Tras varias horas arduas practicando sin descanso alguno con mis poderes, el mago me informó de que había mejorado notablemente durante estas semanas, y eso me hizo sentirme satisfecha, pues después de largas entrenando, era agradable oír aquello.

-Debes irte ya, Hannah. Debes descansar.-Dijo el mago.

Asentí y antes de irme, Orión cogió de mi brazo deteniéndome.

-Cuando regreses a Narnia debes huir de tu grupo, encontrar el ejército de Jadis y destruirlo cuanto antes.

La voz del mago se había tornado a un tono más oscuro, parecía que la sombra del mal había invadido su corazón, haciéndome estremecerme por completo.

-El mal se extiende poco a poco, el ejército de Jadis se fortalece minuciosamente Hannah, y el eclipse celestial se acerca poco a poco. Debéis daros prisa, para encontrar la Isla de Los Tres Volcanes, encontrar el Árbol Clesnton, conseguir su savia para salvar a la princesa Yebril.

-Lo sé, Mago Orión, haremos lo que podamos para encontrar la isla. ¿Tu podías ayudarnos a encontrarla?-Inquirí con un hilo de voz.

El mago inyectó su mirada en la cúpula, y dijo:

-Me es imposible, intento visualizar más allá del camino que estáis yendo, pero me es imposible, Hannah.

Asentí comprendiendo sus sinceras palabras. Me despedí del mago y con la magia retorné el camino hacia el Viajero del Alba. Cuando me encontraba en la cubierta, sentí la frescura de la brisa y el sabor de la sal sobre mis labios. Miré la luna adornada por densas nubes y con la compañía de las hermosas estrellas.

En aquel momento pensé en mi abuela y en mi hermana. Sabía que estaban bien, ya que el tiempo que transcurría en Narnia comparada con mi mundo era completamente diferente, no obstante, día tras día las echaba de menos. A mi memoria vino un divertido recuerdo que me hizo sonreír al instante. Fue hace años, mis padres aun vivian. Era verano y mis padres viajaron por su aniversario de bodas a Tailandia. Cuando Teresa y yo nos quedamos en casa de nuestros abuelos, mi abuela nos comentó que uniría dos habitaciones que estaban separadas para hacerla una habitación grande, para mí y para Teresa, pues ambas desde que éramos niñas compartíamos habitación y gozábamos la compañía una de la otra. Nuestra abuela nos dijo que podríamos tirar la pared supervisadas por un obrero. Recuerdo cuando Teresa dio un martillazo a la pared, el martillo se incrustó en la pared y mi hermana no paraba de estirar la herramienta, hasta que esta cayó en su pie, yo no paraba de reírme, lo cual ella cogió el polvo del suelo para lanzármelo a mí. Fue un día muy divertido para ambas, aunque no para nuestros abuelos.

Sentí como una lagrima recorrió por mi mejilla, daría todo el oro del mundo para recuperar aquellos momentos, en los que mis padres y mi abuela siguieran con nosotras, pero todo aquello se volvió en un recuerdo y lo único que podía hacer era recordarlo, eso me hacía volver a vivir aquellos gloriosos momentos.

Respiré hondo apartando mis pensamientos para irme a dormir, aunque seguía sin tener sueño.

-¿Hay alguien ahí?-Oí una voz que poco a poco se iba acercando.

Me volteé y veía como una silueta envuelta por la sombra se acercaba, luego esta fue alumbrada por la llama de la antorcha permitiendo ver quien era. Un tripulante. Centré mi energía volviéndome invisible. Este pasó delante mi mientras que miraba a todos los lados.

-¡Vete a dormir, amigo mío, te veo exhausto!-Dijo otro tripulante desde la Cola.

-¡Estoy bien!-Respondió este, mientras que seguía revisando el navío.

-¡Insisto, yo cuido del Viajero del Alba! ¡Si veo algún problema os lo hago saber!

El susodicho asintió tediosamente desapareciendo de allí. Suspiré aliviada y seguí centrando mi energía para que el otro tripulante no me viese. De repente, un rayo de luz alumbró todo el navío, del susto me sobresalté cayendo al suelo.

-¡¿Qué narices ha sido eso?!-Oí gritar al tripulante.

Arrastré mi cuerpo agarrándome a la baranda. La luz provenía a lo lejos, en el horizonte, esta cogía un color verde. Al verla me causaba escalofríos pero a su vez adrenalina. Dicha luz siguió alumbrando un gran rato que, toda la tripulación del barco subió a la cubierta.

-¡Hannah!-Lucy venia apresuradamente hacia mí. Su pelo ondulado estaba algo alborotado junto con sus ojeras bajo sus ojos azules. Se puso a mi lado remangándose las mangas de su camisón.

-¿Qué era eso?-Inquirió la chica.

-No lo sé.-Dije con pavor.

Después, Peter, Susan, Edmund, Eustace, Jill y Reepicheep se juntaron conmigo y con Lucy.

No parábamos de charlar sobre lo sucedido, todos nos hacíamos las mismas preguntas. ¿De dónde venía? ¿Sería algo maligno o algo benigno?

Tras estar un gran rato hablando de ello, el príncipe nos informó a todos que mantuviéramos la calma, y que nos fuéramos a descansar. Peter, Edmund, y Reepicheep optaron por ayudar al capitán y al príncipe, junto con algunos tripulantes. Cuando Susan, Lucy, Eustace, Jill y yo comenzamos a encaminarnos hacia el camarote. Una mano agarró mi hombro. Del susto y de la incertidumbre me giré.

-¿Sabes de donde puede provenir ese rayo, Hannah?-Los ojos oscuros de Edmund colisionaron con mi mirada llena de dudas.

-No tengo ni idea, Edmund. Cuando vuelva a Ciudad del Mar le preguntaré a Orión, ¿de acuerdo?

El chico asintió y desapareció entre la sombra como muchos de los tripulantes. Llegué al camarote encontrándome con Susan, Lucy y Jill. Las tres intentamos dormir las horas que quedaban para el amanecer. Estas consiguieron adentrarse en un sueño profundo, pero yo en cambio, no podía. La cabeza me gritaba, me llenaba de preguntas e incluso me hacía pensar en cosas que ni siquiera quería recordar. Me levanté de mi cama y miré a través del ventanal. La luna seguía alumbrando el horizonte, junto con las voces de los tripulantes del barco que aún seguían averiguando lo sucedido. No paraba de preguntarme que narices había sido eso. Resoplé derrotada por mis dudas y retorné hacia mi cama intentado dormirme de una vez por todas.

A la mañana siguiente desperté por la luz pálida del sol. Fui la primera en despertarme de las tres. Me vestí y salí del camarote sin hacer ruido. Al llegar a la cubierta, el sol inyectó su luz sobre mi rostro, al instante sentí una pesadez en mi cabeza. A penas había dormido, y sentía como mi cuerpo estaba cansado y sin fuerza. Me acerqué hacia Peter y Edmund. Estos seguían averiguando lo de anoche, pues, sus pijamas seguían vestidos en sus cuerpos, sus ojeras bajos sus ojos señalaban la ausencia del descanso y, sus miradas mostraban la derrota ante las preguntas inquietantes.

-Iros a descansar.-Dije.

-Ni hablar.-Dijo Edmund-Tenemos que ayudar al príncipe a averiguar lo que ocurrió.

Peter asintió.

-La mente cansada es una mente que no sirve. Por mucho que busquéis, si no habéis descansado lo suficiente, todo es vano.-Noté frialdad en mi tono, sin embargo, me daba igual. Peter y Edmund estaban tan agotados que ni siquiera me respondieron.

-Susan, Lucy, Eustace, Jill y yo ayudaremos al capitán, ¿vale?-Volví a decir.

Los dos asintieron sin muchas ganas. Edmund me prestó su catalejo y un par de hojas. Después, los dos se encaminaron hacia dentro. Suspiré y me dirigí hacia el capitán.

-Capitán.-Llamé.

El hombre se volteó y dijo:

-Señorita Hannah, buenos días.

Comenté al capitán que Peter y Edmund se habían ido a descansar. Este me comentó que el príncipe también se había a descansar, pues el mismo le veía dormirse. El capitán me explicó que tras aquel rayo verde nada volvió a aparecer. Yo tragué saliva recordando las palabras de Orión. Teníamos que encontrar la isla lo antes posible, el tiempo se nos abalanzaba minuciosamente.

Después de hora y media, Susan, Lucy, Eustace y Jill, aparecieron y se reunieron conmigo y con el capitán. Pasaron horas y horas, las cuales pasaron largas y tediosas. Peter y Edmund regresaron descansados y listos para seguir averiguando.

-¡¡Tierra a la vista!!

Todos dimos un gran respingo ante esas palabras. Sentí como mi corazón dio un vuelco. Poco a poco divisamos una enorme isla, la cual estaba constituida por tres volcanes. No podía dar crédito ¡¡¡Habíamos encontrado la isla de los tres volcanes!!!

Todos gritábamos eufóricos, comenzábamos a abrazarnos entre nosotros, incluso algunos comenzaron a llorar de la felicidad. La esperanza de que la princesa se recuperara se volvió a incorporar por nuestros corazones.

El príncipe miraba impasible en la isla. Me acerqué hacia él, con pasos torpes. Debería estar dando saltos de alegría, la cura para que su mujer se recuperara estaba tan solo a unas millas.

-¿No estas contento en encontrar la isla, señor?-Inquirí, mientras que el resto de la tripulación estaba feliz.

-Nunca celebres las victorias falsas. Aún no hemos llegado, nunca se puede saber lo que pueda ocurrir allí.

Tras sus duras palabras, el príncipe comenzó a andar para hablar con el capitán. Sus palabras me hicieron meditar. Esperaba con toda mi alma que no nos topásemos con nada malo. Apoyé mis manos en la baranda, no dejaba de mirar a aquella isla. A medida que nos acercábamos esta se iba volviendo cada vez más grande. Se veía que estaba rodeada de un azul turquesa y unas playas paradisiacas.

-Lo hemos logrado.

La voz de Lucy interrumpió en mis pensamientos.

Asentí feliz y ella saludaba con la mano en dirección al agua. Fruncí mi ceño. Miré la dirección y podía ver a sirenas nadando mientras que ellas nos saludaban. Lucy y yo estuvimos gran parte del día saludando a esas criaturas. Ellas también nos saludaban alegres.

De repente, cuando la isla estaba más cerca de nosotros, el Viajero del Alba sintió como paró de golpe, todos caímos al suelo debido a la sacudida.

-¡Maldita sea!-Oí como gritaba el capitán.

-No puede ser...-Dijo Lucy-Todo marchaba bien, ¿Qué narices ha pasado ahora?

Lucy y yo nos juntamos con el resto, preguntándonos entre nosotros que había sido aquello.

-No podemos seguir, intento continuar pero es como si una fuerza me impidiera que continuemos.-Dijo el capitán con el tono apagado.

Mientras que todos discutíamos sobre lo que hacer (algunos dijeron que debíamos abandonar y darnos por vencidos, otros seguían insistiendo en que debíamos seguir, pese a las dificultades).

Miré a Jill furtivamente, pues, ella se asomó por la baranda y frunció su ceño. Me acerqué hacia ella.

-¿Ocurre algo, Jill?

La chica me miró, cogió de mi brazo poniéndome en su posición y, me dijo:

-Mira eso, Hannah.-Dijo Jill, estirando su brazo e indicado con el dedo índice.

Intenté mirar lo que ella quería que viese, pero no veía nada.

-No veo nada, Jill.

Jill cogió de mis hombros para acercarme más a la baranda, luego, se puso a mi espalda, agarró con suavidad mi cara para dirigirla a una dirección.

-Mira bien.

Poco a poco veía como una barrera ondulada, en ocasiones desaparecía o se volvía nítida.

-¡Jill! ¡Eres genial!-Le dije sonriéndole.

Jill y yo corrimos hacia el resto y contamos al resto de la tripulación la causa.

-¿Una barrera?-Inquirió el capitán.

Jill y yo asentimos.

Toda la tripulación no nos creyó hasta que, Jill cogió el brazo a Eustace e hizo lo mismo con migo para que viese aquel fenómeno. Tras aquello, todos supieron que era verdad. Aquella extraña barrera era la causa de que no podíamos continuar.

-¿Y qué hacemos ahora?-Inquirió el príncipe.

-¿No hay nada para poder cruzar la barrera?-Preguntó Edmund.

-Si el Viajero del Alba no ha podido atravesar la barrera, es imposible.-Dijo el capitán.

-Todas las barreras tienen un punto débil, o algo con lo que cruzarla, estoy segura.-Dijo Jill.

-¿Estas segura, Pole?-Inquirió Eustace.

Jill solo asintió.

Estuvimos horas y horas hablando sobre como atravesar la barrera.

-¡Claro!-Oí gritar a Jill.

-¿Ocurre algo?-Preguntó Peter.

Jill se levantó de su lugar y cogió un carcaj y unas flechas. Después, se dirigió hacia la proa y, lanzó la flecha. Todos pensábamos que lo que había hecho era algo inútil, pero, al ver lo que ocurría con la flecha, no dimos crédito. La flecha se había pegado a la barrera y esta se volvió aún más visible. La barrera era azulada y estaba formada por el mar. Cuando la flecha llegó a la cima, esta cayó al agua hundiéndose en el mar.

-¡Eres un genio, Jill!-Gritó Peter, risueño.

Gracias a Jill descubrimos como acceder a la isla. La barrera tenía una fuerza magnética que te hacia pegarte a ella hasta llegar mientras que te arrastraba hasta la cima. Cuando llegabas a la cima, la fuerza magnética se perdía haciéndote caer al mar. Entonces tan descubrir aquello, ideamos un plan. Hicimos la prueba enviando una barca a la barrera por si aguantaría su peso. La barca que enviamos hacia la barrera cruzó al otro lado sin problema alguno, lo cual enviamos varias barcas para remar hacia la isla, llevar el navío para que atravesase la barrera sería muy arriesgado y no nos compensaría nada. Antes de ir hacia la isla, la compañía que iría a la isla seriamos: Los hermanos Pevensie, Jill, Eustace, Reepicheep, el príncipe, varios enanos, centauros y minotauros.

En total seriamos unos veinte. Los suficientes para ir a la isla, el resto de la tripulación se quedaría en el Viajero del Alba vigilando.

Mientras que los que habíamos sido asignados para la inspección de la isla, nos preparábamos para dirigirnos a dicha tierra. Esta vez opté por ponerme dos dagas en cada lado de la bota, un arco colgando en mi hombro con decenas de flechas en el carcaj, la daga y la espada. Mientras, deposité la mirada en el ventanal observando el mar. Sentía los nervios a flor de piel. Deseaba que la suerte estuviera más de nuestro lado en esta etapa del viaje, pues la salud de la princesa dependía de nosotros, y eso nos hacía sentirnos más presionados. Por no mencionar que si conseguirnos la savia del árbol, luego debíamos de recorrer la ruta. Acaricié mi colgante intentando tranquilizarme. Suspiré y comencé a encaminarme hacia la cubierta. Miré por última vez el camarote deseando volver a verlo con la savia del árbol. Cerré la puerta tras de mi dirigiéndome hacia la cubierta. Una vez llegada, el aire estresado y ansioso se hacía notar al instante. A un lado veía a los Pevensie, a su primo y a Jill, listos con sus armas y vestimentas para la inspección de la isla.

-¿Lista?-Preguntó Jill.

-Nerviosa.-Dije con sinceridad.

Miré de nuevo a la barrera y note como el corazón me palpitaba cada vez más. Cuando el príncipe anunció que ya debía ser la hora de irse, nos despedimos del resto de la tripulación, estos, por su parte nos desearon buena suerte y el capitán rezó a Aslan para que todo saliese bien. El plan para cruzar la barrera sería: ir en barcas hasta la barrera, una vez en la barrera, saltar al agua para que la barca tuviese la ausencia de nuestro peso, mientras que nosotros nos dejaríamos llevarnos por la fuerza de la barrera para luego cruzarla.

Una vez que la compañía estaba en las barcas, sentía como mis manos temblaban y sentía como mi pierna izquierda se movía debido a los nervios.

-Tranquila, Hannah.-Lucy agarró de mi mano mirándome con una gran sonrisa.

Su acto me hizo tranquilizarme un poco. Le sonreí a mi amiga agradeciéndole por su comprensión.

-Allá vamos.-Dijo el príncipe.- ¡Saltad!

Todos saltamos al agua y vimos como una fuerza llevaba a la barca a la barrera.

-¿Cuántos metros tendrá esta barrera?-Inquirió Edmund.

-Seguramente unos cuarenta metros.-Respondió Susan.

-Eso me tranquiliza.-Ironizó su hermano, Edmund.

-Vamos, no hay tiempo que perder.-Dijo Drinian.

Todos comenzamos a nadar dirigiéndonos hacia ese misterioso fenómeno. A medida que nos acercábamos a la barrera divisé como la barca había alcanzado el punto máximo de la barrea y, luego como de una caída libre cayó al agua. Tragué saliva tan solo ver aquello y pensar que yo también tenía que pasar por allí. Entonces, poco a poco noté como una suave corriente me iba arrastrando. Luego, noté como me pegué al agua de la barrea. Vi a todos mis compañeros, algunos ya estaban en la cima de la barrera, y otros iban como yo.

-Vamos, Hannah, no pasará nada.-Me animó Lucy.

Suspiré y poco a poco la fuerza de la barrera me iba arrastrando hacia arriba. A medida que me iba elevando más veía el Viajero del Alba, este hasta parecía pequeño con tan solo mirarlo. Vi como Lucy, Eustace y Jill ya estaban al a otro lado, subidos a una barca, esperando al resto de la compañía. Después, el príncipe Drinian, Peter, Susan, Reepicheep y el resto, ya se encontraban nadando hacia las barcas. Tragué saliva debido a que ya estaba rozando la cima y eso indicaba una cosa: la caída libre.

-¿Preparada para la caída libre?-La voz de Edmund me hizo sacar de mis pensamientos.

Asentí.

Entonces, noté como el agua de la barrera se despegaba de mí notando una fuerza que me empujó hacia el agua. Debido a la gran velocidad a la que iba y como la adrenalina invadió mi cuerpo, grité. Poco a poco el agua se hacía más próxima. Achiné los ojos debido al viento y al instante noté como caí al agua. Abrí mis ojos viendo las profundidades del océano y sonreí. A varios metros vi la silueta de Edmund nadando hacia la superficie. Imité su mismo acto para dirigirme hacia la barca. Nadé rápidamente hacia una de las barcas y, cuando llegué a una de ellas, Susan me tendió su brazo brindándome ayuda.

Le di las gracias a la chica y tras aquello, la barca comenzó a moverse junto con las otras cuatro. Veía como todos estábamos empapados, sin embargo debido a los pesados rayos del sol acompañado por el calor, notaba como mi cabello se estaba secando rápidamente, al igual que mi vestimenta.

Durante el trayecto hacia la isla, todos estuvimos rodeados por el sonido de la brisa, el mar rozar con la barca y algún graznido de alguna gaviota. A medida que nos íbamos acercando hacia la isla notaba como poco a poco los nervios iban aumentando.

Y entonces, llegó el momento, la barca se detuvo con suavidad con la arena. Todos miramos la isla, habíamos llegado a una pequeña playa con una arena rosa. Todos fruncimos nuestro ceño al ver su color. Salté de la barca mientras que dos tripulantes anclaban la barca a la arena. Cogí con mis manos la arena rosada analizándola de cerca. No dudé ni un segundo en coger un poco para llevármela como recuerdo. Abrí un pequeño frasco que lo guardaba en mi bolso y, vertí una pequeña cantidad de arena guardándomela.

-Yo también me llevaré un poco.-Dijo Eustace.-Si lo ven los de mi clase les dejaré boquiabiertos.

-No creo que sea buena idea que se los enseñes a los de clase, Scrubb.-Dijo Jill, mirando a la arena.

Eustace hizo caso omiso a su amiga.

-Dejemos de mirar la arena, tenemos una misión.-Interrumpió un enano.

Tras las rudas palabras del enano, toda la compañía se puso en marcha para la búsqueda del árbol. Nos adentramos en el frondoso bosque agradeciendo la disminución del calor. Sus altos arboles ayudaban a que la luz y el calor no traspasasen mucho, lo cual era de agradecer.

Anduvimos como unas cuatro horas andando. La ropa seguía estando empapada y eso se notaba, incomodando a cada paso que daba. Sentía como los pies me escocían, y como la ropa me rozaba con la piel haciéndome daño. Pero no podía hacer otra cosa que aguantar, pues en aquel momento lo que importaba era encontrar el árbol Clenston.

-¡Parad!-Dijo el príncipe, parando en seco.- ¿Oís eso?

El príncipe, que encabezaba la fila, puso una mano en su oído.

-Oigo como una cascada.-Dijo Lucy.

El principie asintió.

Agudicé mi oído concentrándome un poco más. Entonces oí el sonido del agua.

-Sigamos el sonido de la cascada.-Dijo el príncipe.

Continuamos andando siguiendo el sonido de la cascada. Poco a poco el camino se iba complicando, pues el camino se había estrechado que todos tuvimos que andar en fila india. Tras haber andado una hora, el sonido de la cascada se oía tan solo a unos metros. Cruzamos un camino más estrecho. Atravesamos dicho camino, apartamos unos arbustos y ahí estaba la cascada. Esta estaba rodeada por rocas y como a su izquierda continuaba formándose en un pequeño rio.

-¿Miráis eso?-Preguntó Jill. Indicando la cascada con su dedo índice- Detrás de la cascada parece como si hubiese un pasadizo.

Miré con más atención a la casaca, y, en efecto. Jill estaba en lo cierto. Detrás de la cascada se podía apreciar una cueva.

-¿Qué hacemos?-Pregunté, sin dejar de mirar la dicha cueva.

-Ir.-Respondió Drinian.-Quizá solo sea una cueva, u ojala fuese el acceso hacia el árbol Cleston.

Todos nos pusimos de acuerdo en ir a la cueva. La única manera para acceder a ella era saltando al pequeño manantial para luego escalar unas rocas algo vertiginosas. Todos saltamos al agua, nadamos hacia las rocas con toda prisa.

-¡Socorro!-Oí como gritaba Susan, nadando con toda prisa.

Cuando llegué a una roca, vi como Susan era impulsada hacia dentro.

-¡¿Qué narices está pasando?!-Gritó el príncipe.

Entonces, mientras que Susan (ayudada por sus hermanos, Peter y Edmund, y algunos tripulantes que permanecían en el agua) observamos como la enorme cola de un cocodrilo salía a la luz. Lo que nos dejó atónitos no era su enorme cola, si no su cabeza, era como la de un dragón.

La criatura salió del agua, atrapando con sus manos a Susan, Peter, Edmund y a algunos tripulantes.

-¡No os metáis con mis acompañantes, criatura horrenda!-Reepicheep corrió hacia la criatura. Con un diminuto salto aterrizó en la cola de la criatura clavándole su pequeña espada en su gruesa piel.

Esta ni se inmutó ante la calvada del arma.

Desvainé la espada lista para atacar a aquella criatura.

-¡Compañeros!-Llamó Drinian.-¡¡Arcos fuera y apuntad!!

Todos los que estábamos en las rocas sacamos nuestras armas. Por desgracia la criatura no se inmutaba ante las flechas, aquello era inverosímil que ocurriera. Debíamos hallar otro plan para que dejara a nuestros amigos en paz.

-¡Suéltame!-Edmund desvainó su espada, clavándole el arma en su piel, pero al igual que las flechas, resultó ser un fracaso.

-¡¡¡Atakuvaĭte gi!!! (¡¡¡Atacarlos!!!)

Oímos un grito pronunciando aquellas palabras. Todos miramos a la cima de la cascada. Una decena de personas pegaban nuestras miradas. Sus tonalidades de piel eran oscuras adornadas con pintura de todos los colores, sus vestimentas estaban hechas por pieles de animales, en sus manos cargaban lanzas largas y gruesas.

Dicho grupo saltó desde la cima de la cascada, una vez en el agua, estos clavaron sus lanzas en el animal dándole la bienvenida a la muerte. Tras la muerte del animal, Peter, Edmund, Susan y el resto cayeron al agua tras liberarse de las garras del animal.

Creía que aquel grupo estaba de nuestro lado, pero me equivocaba. Unas manos morenas agarraron mi cintura y otras dos sujetaron con fuerza mi pelo.

-¡Dejadnos en paz! ¡No somos enemigos!-Dijo Drinian, que había sido agarrado por esas personas.

El resto de la tripulación también fue capturada por aquel grupo de indígenas.

-¡¡Da gi vzemete i da gi otvedete v seloto!! (¡¡Cogedlos y llevarlos a la aldea!!)-Dijo uno de ellos.

-¡He dicho que nos soltéis, no somos enemigos!-Dijo Eustace, intentando soltarse.

-¡Dejalo, Scrubb!-Dijo Jill.

-Dejarles, no podemos librarnos de ellos.-Dijo Edmund.

Cuando todos estuvimos atrapados por ellos, uno de ellos dijo:

-Otidete v seloto. (Ve al pueblo)

Tras aquellas palabras que ni entendíamos, los indígenas nos empujaron con las manos atadas en la espalda, para que ninguno de nosotros interesemos crear un escape, sus lanzas apuntaban hacia nosotros. Nos hicieron subir las rocas (tal y como nosotros habíamos planeado antes de sufrir el ataque) y una vez llegados a la cueva, nos dejaron apelotonados uno entre otros mientras que los indígenas charlaban entre gritos a un lado de la cueva.

Sentía como mi corazón latía debido al miedo, ¿Qué narices harían con nosotros?

A mi espalda podía oír un sollozo procedente de Jill.

-Tranquila, Jill.-Le dije intentado calmarla.

-Si pudiera deshacerme de estas malditas cuerdas, aquí llovería sangre indígena. Os lo aseguro, amigos míos.-Dijo un enano.

-Eso lo que más anhelo, amigo.-Le respondió un minotauro.

Lo que más me impresionó sobre aquellos indígenas era su estatura, median como dos metros, o más, lo cual hacia algo imposible que los minotauros luchasen contra ellos.

Tras un gran rato esperando, los indígenas pegaron sus miradas sobre nosotros para luego agarrarnos a cada uno de notros por el codo, guiándonos al fondo de la cueva.

-¡No veo nada!-Protestó Eustace.

-¡¡Zatvori dete repelent!! (¡¡Cállate niño repelente!!)

-¡No me hables en tu idioma que no te entiendo, ser extraño!-Volvió a decir Eustace.

El indígena pronunció las mimas palabras pero más alto, haciendo callar a Eustace.

Estuvimos un gran rato envuelto por la oscuridad, por nuestros pasos torpes. Sentía mis piernas cansadas. Estuve a punto de caerme si no llegase a ser por las fuertes manos del hombre indígena.

A medida que íbamos caminando, se podía ver una luz, que a medida que avanzábamos esta iba creciendo mucho más. Entonces, cuando llegamos al final del camino pudimos ver a través de aquella luz, y era algo increíble.

Una gran selva verde se extendía por todo el paisaje, y a su fondo se encontraban los famosos tres volcanes, estos estaban adornados por nubes las cuales ocultaban la cima. Simplemente era maravilloso contemplarlo. Me habría encantado seguir viendo aquel paisaje, si no fuera por las manos del indígena que me empujaron continuando el camino. Bajamos por una cornisa estrecha, con llenas de piedras y algo vertiginosa. Tras atravesado por la cornisa, llegamos a una ladera completamente desnuda. Una vez que atravesamos la ladera nos adentramos en la selva.

El calor y la humedad se notaban poco a poco, sentía como la ropa se me pegaba al cuerpo debido al sudor y sentía mis pies arder. Los indígenas nos hicieron andar como unas cuatro horas sin descanso alguno. De repente, nos hicieron parar y entonces uno de los indígenas sacó un cuerno (similar al de Susan), lo hizo sonar. Al cabo de un rato la tierra comenzaba a temblar y los altos arboles comenzaban a bailar debido a la sacudida. Toda la compañía nos comenzamos a mirarnos los unos a los otros intentando descubrir lo que ocurría. Y entonces, unos enormes animales aparecieron entre los árboles. Sus cabezas eran como las de un caballo y tenían el cuerpo de un dragón. Después, los árboles se volvieron a tambalearse trayendo a otros animales, en aquel caso, eran voladores. Sus cuerpos eran iguales a los de un dragón, sus alas eran como las de una gaviota.

-¡¡¡Zavedete gi v seloto!!! (¡¡Lévalos al pueblo!!)- Dijo uno de los indígenas.

Al instante, los animales voladores, rodearon con sus garras nuestros cuerpos inmóviles elevándonos hacia el cielo. Veía como los indígenas se montaban en los animales terrestres y en los voladores.

-¡No estoy preparado para ser la comida de unos chiflados! ¡Maldita sea!-Sollozó Eustace.

-¡No si os estáis dando cuenta pero mirad a donde nos están llevando!-Gritó Susan.

Miré en dirección al norte y no podía ser cierto. Aquellos seres se dirigían hacia los tres volcanes.

-¡Seguro que ahí tendrán su aldea!-Dijo Lucy.

Tras una hora de vuelo, los animales comenzaron a descender. De lo poco que podía ver, visualicé una enorme aldea, más bien era una enorme ciudad. A medida que descendíamos podía ver mejor las casas. Eran de madera la ciudad poseía calles anchas y largas.

El animal nos dejó a toda la compañía en tierra firme. Nada más llegar a la ciudad (la cual estaba cubierta por los altos y frondosos árboles haciendo que la vista a la los Tres Volcanes no fuese visible) todos los habitantes comenzaron a gritarnos formándose un enorme círculo a nuestro alrededor. Estos intentaron matarnos con sus armas pero se oyó una voz potente, el gran circulo que había sido formado por los furiosos habitantes fue borrado cuando un hombre mucho más alto que ellos llegó. Su cabello oscuro le llegaba por debajo de los hombros mientras que estaba recogido detrás de sus orejas puntiagudas (parecían ser una especie de elfos ahora que comenzaba a fijarme más en su rostro facial), su ropa solo le abrigaba su zona noble. Todos los habitantes vestían similares; las mujeres tenían el pelo más largo que los hombres, sus ropas hechas por pieles ocultaban sus zonas nobles, y sus ojos oscuros como la noche examinaban cada parte de nuestro ser. En cambio, los hombres poseían el cabello más corto.

-Namerikh gi v vodopada Minur (Los encontré en Minur)-Le dijo uno de los que nos habían capturado.

Dicho hombre, tan solo verlo era el jefe. Su cabello estaba adornado por plumas doradas y su piel estaba más coloreada que el resto de los habitantes. El hombre se acercó a Susan y le examinó el rostro de una manera muy peculiar. Comenzó a rodearla, tocándole el cabello. Susan por su parte, solo le miraba a este con el ceño fruncido sin comprender nada.

-Shte vi otvedem do Liron (Serán enviados a Liron)-Respondió el jefe.

Los indígenas nos empezaron a empujar y comenzamos a desfilar por la ciudad. Durante todo el trayecto recibíamos miradas hostiles y llenas de desprecio. Deseaba con todo mí ser que esta gente no nos hiciera nada. A mi lado caminaba Edmund. Le miré de soslayo.

-A este paso en encontrar el Árbol Cleston será como conseguir agua en un desierto.- Le dije.

-Y que lo digas.

Intenté mover una de mis manos para suavizar el dolor de las cuerdas, pero noté como mi pie me escocía tanto y sentía un tremendo dolor en mi espalda que caí de rodillas.

-¡Hannah!-Oí como me decía Edmund.

Noté como dos de los indígenas cogieron por debajo de mis axilas llevándome.

-¡¡No le hagáis nada!!-Gritó Edmund.

-¡Prodŭlzhavaĭ da khodish! (¡Sigue andando!)-Le respondió uno de los indígenas, empujándole a Edmund, para que siguiera andando.

Edmund solo le envió una mirada llena de odio.

Durante todo el trayecto nos llevaron a una enorme casa, esta estaba construida por madera. Sin embargo lo que le hacía diferente a otras casas era su color, esta poseía rayas verticales y horizontales rodeando toda la fachada. Los indígenas nos indicaron con el dedo que nos quedásemos quietos en la entrada de la casa. Los dos hombres que me llevaron me dejaron en el suelo con cautela. Vi como Edmund les seguía mirando hostilmente.

- G-zha Liron, dŭshterya na bogovete na Aaron i bashtata na prirodata. Pokazvame vi khorata, koito sa nakhluli v nashata teritoriya. (Señora Liron, hija de los dioses de Aarón y el padre de la naturaleza. Te mostramos a la gente que ha invadido nuestro territorio)

Entonces, tras aquellas palabras de uno de los indígenas, una mujer de edad avanzada asomó su silueta. Se acercó hacia nosotros examinándonos a todos y cada uno de nosotros. Lo que me sorprendió de ella era su color de piel, su color era pálido como la nieve y no poseía las orejas que custodiaban los rostros de los indígenas.

-¡¡Narnianos!!-Dijo ella, con un tono alegre.-¡¡ ostavi gi nadolu, tezi khora sa Narniya, koito sa bezobidni. Ako ste doshli ot dalechnata zemya, tryabva da se sluchi neshto seriozno!!

(¡Narnianos!) (¡¡Soltadles, gente, estas personas son de Narnia, son inofensivos, si habéis venido de tierras lejanas algo grave ha tenido que suceder!!)

Oímos murmullos por parte de los habitantes.

La mujer gritó a los hombres que se colocaban detrás de nosotros. Después de las palabras de la mujer, noté como la cuerda que apretaba con fuerza mis muñecas, mis manos se liberaron propiciándome tranquilidad y alivio.

-¡Sois Narnianos!-Dijo la mujer, en nuestro idioma.

-¡Por fin! ¡Una señora con sentido común! ¡Aprended malditos bastardos!-Gritó Eustace dándose la vuelta mientras que miraba a toda la gente que estaba detrás nuestro.

-Ya basta, Scrubb. No empeores las cosas.-Le dijo Jill, acariciando sus muñecas debido a la ausencia de la cuerda.

-Como siempre, Eustace haciendo el mono cuando no debe.-Dijo Edmund en susurro.

El chico me miró, se acercó a mí y colocó una de sus manos en mis hombros.

-¿Estas mejor, Hannah?

-Un poco, gracias Edmund.-Le dije sonriéndole.

El chico me sonrió de vuelta y ambos miramos a la mujer.

-Es un honor teneros aquí, Narnianos. Mi arrepentimiento supera a todas las maldiciones de algebran aquí debido al trato que habéis tenido. De veras lo siento.

-¿Cómo sabéis que somos Narnianos, señora?-Inquirió el príncipe.

-Porque yo también lo soy. Como ya sabréis, hace mucho tiempo Narnia vivió bajo el yugo del Rey Miraz. Mi familia y yo no podíamos vivir en aquel lugar. Una noche de verano, huimos hacia el mar esperando a encontrar otro cobijo. Mis padres ignoraron las islas solitarias y el reino de Archenland, pues no quería saber nada de Narnia. Tras habernos sometidos a tempestades y días y días sin comer, paramos en este lugar. Mi familia había fallecido durante el viaje y yo estaba sola. Fue cuando ellos me ayudaron y me dieron cobijo. A medida de los años me he convertido para ellos en su jefa debido a mis conocimientos. Soy el médico que todo aquel necesita, soy la maestra que enseña a mentes inexpertas y soy aquella que ayuda cuando uno está en exilio.

-Las cosas han cambiado mucho en Narnia.-Dijo Peter.

-Por Aslan, ¿Peter el Magnífico?-Dijo la anciana, acercándose a Peter.

El chico asintió con orgullo. Sus hermanos, Susan, Edmund y Lucy, se presentaron como los reyes del pasado, y la mujer reaccionó llena de felicidad.

-Pero ahora Narnia estaba bajo el liderazgo de mi padre, Levian, hijo de Rilian, nieto de Caspian. Y soy su hijo, Drinian.

-Cuanto tiempo ha pasado...-Dijo la mujer con un tomo melancólico.

Después, todos nos presentamos como acompañantes de los reyes del pasado y de Drinian. La mujer habló para todo el pueblo de quienes éramos, y pareció que los rostros de los habitantes se sosegaron. La mujer nos dejó hospedar en su hogar. La casa era tan extensa que cada uno de nosotros teníamos dormitorio propio. Nos dejó lavar nuestras ropas. Ella misma curó nuestras heridas y nos dejó ropa, aunque no la que nosotros estábamos acostumbrados.

-Me siento ridículo con esto.-Dijo Eustace mirando con desprecio su vestimenta.

Susan, Lucy, Jill y yo, se nos ataviaron con unas faldas de piel que nos llegaban por encima de las rodillas, mientras que la parte de arriba era una camisa dejando nuestro abdomen al aire. La vestimenta de los chicos era solamente por una falda más larga dejando su torso al aire.

-Qué suerte tienes, Reep, tu no necesitas esta ridiculez.-Le dijo Eustace a al roedor.

-Me siento afortunado.-Dijo Reepicheep sonriendo.

-No tiene gracia.-Dijo Scrubb.

Reepicheep solo evitaba no reírse.

-Así un minotauro no puede andar con esta falda.-Dijo uno de los minotauros, intentando andar.

-Pues para mí es muy cómodo.-Dijo un enano sonriendo orgulloso.

-No os preocupéis, amigos.-Dijo la anciana entrando en el salón.-Cuando vuestras ropas estén limpias y secas os las daré. Ahora daremos una vuelta para enseñaros la ciudad. Y no temáis, en la cena charlaremos sobre los asuntos que se tengan que hablar. ¡Vamos!

Salimos del hogar de la anciana y sentía mi abdomen al descubierto y mis piernas más al aire. No me agradaba mucho la vestimenta que llevaba pero no tenía otra opción. Al tener los pies descalzos miré al suelo y vi una hierba verde, la cual era mullida y suave.

Por la puerta vi como Peter y Edmund salieron. Peter lucia con orgullo su vestimenta, mientas que Edmund no tanto, Drinian en cambio, se mostró tímido mostrando su torso al aire. Mientras que la anciana nos enseñaba a toda la compañía la ciudad, miradas de mujeres miraban a Drinian, Peter, a Edmund y a Eustace, con sonrisas de oreja a oreja.

-¿Por qué me miran tanto? ¿Soy un bicho raro o qué?-Inquirió Eustace, asqueado.

-No están a acostumbradas a mirar a muchachos como tú, señorito.-Dijo la señora riéndose.

-¿A qué se ha referido?-Volvió a preguntar.

La mujer no respondió, sin embargo continúo riéndose.

Durante el recorrido por la ciudad, conocimos a la gente en la que habitaba. La mujer nos informó que se hacían llamar "Gora", en nuestro idioma era "Bosque". A pesar del incidente que tuvimos horas atrás, estos no dejaban de ser distantes con nosotros. Después de un día por la ciudad, cuando llegamos a la casa de la señora, se nos sirvió con una cena riquísima y ahí fue cuando comenzamos a decirle las razones por la que estábamos en aquel lugar.

-Por Aslan...Jadis anhela retornar.-Dijo la señora, fijando su mirada sobre la mesa.

-Antes de ponernos con el tema principal, queríamos saber si sabias de algo que nos sucedió durante la travesía.-Dijo el príncipe.

La mujer buscó con la mirada a Dirnian para luego depositarla sobre él.

-Vimos un rayo que provenía de aquí, es lo que pensamos. También, tuvimos como incidente una barrera, una barrera...

-El rayo del Árbol Cleston y la barra de la protección.-Dijo la mujer cortándole al príncipe.

Todos quedamos petrificados ante su confesión. El fuego de la chimenea era la única que a la que estábamos envueltos. La luz de las llamas chocó sobre el rostro de la mujer.

-No tenéis que preocuparos por nada. Esos acontecimientos que os han ocurrido son parte de esta isla. Los rayos proceden del árbol y la barrera es mandada por las fuerzas del mar. Esta isla está llena de magia.

-¿Y que hace exactamente la luz del árbol?-Inquirió Lucy.

-Mis altos conocimientos indagan para saberlo, reina Lucy. Llevo años queriéndolo saber, ya que noche tras noche dicho rayo alumbra toda la ciudad y nuestra incertidumbre cada es mayor.

-¿Nunca habéis osado en ir?-Preguntó un enano.

-Tememos por el volcán, el cual es llamado Uzú. Es aquel la razón de nuestros miedos.

-Y la razón para salvar a Narnia.-Dijo Susan.

-¿De verdad osáis a adentraros en aquel volcán?-Preguntó la mujer asustada.

-Haré lo que haga falta para salvar a mi mujer.-Dijo el príncipe.

Todos asentimos ante las palabras de Drinian. La mujer aceptó en llevarnos hacia el volcán Uzú que nos llevaría al Árbol Cleston.

Tras habernos estado horas y horas hablando sobre el plan que debíamos de hacer, por fin tuvimos el plan: Madrugar en el alba, reunir a soldados de la ciudad y dirigirnos hacia el volcán.

Según la mujer tardaríamos como una hora y media en llegar al volcán.

Todos nos fuimos a dormir para descansar. A la mañana siguiente al despertarme noté como algo ligero sobre mi cama. Era mi vestido y mis botas. Sonreí feliz al ver que por fin tenía mi ropa. Una vez que me atavié con la ropa que tanto extrañaba, dejé la ropa que se me había prestado perfectamente doblada encima de la cama. Me calcé con mis botas, las cuales estaban secas y volvían a ser cómodas. Cuando estaba lista salí de mi habitación, bajé las anchas escaleras de madera llegando a un pequeño vestíbulo. Cuando entré en la cocina no había nadie.

-Toma lo que quieras, señorita.

Me sobresalté ante la voz. Me volteé topándome con la señora.

Esta llevaba consigo una taza desprendiendo un aroma dulce. Asentí agradeciéndole por su amabilidad. Desayuné unas tostadas de maíz y un zumo de remolacha.

Después de que yo desayunara, toda la compañía iba viniendo en pequeños grupos. Cuando todos desayunamos y preparamos todas nuestras cosas, salimos al exterior topándonos con cuarenta soldados.

-Nos ayudaran con la búsqueda. Pese a que no volveré nunca más a Narnia, mi corazón sigue con esas hermosas tierras y también ha de seguir con un rey y una reina. ¡Marchemos!

Los solados no eran solo hombres, también eran mujeres. Estos llevaban su ropa habitual, y en sus dedos agarrafan con fuerza sus lanzas letales.

Nos alejamos de la ciudad en dirección norte, que es donde se encontraba el volcán Uzú. Durante toda la trayectoria estuvimos envueltos por el silencio y por los altos arboles de la selva. Agradecí bastante el clima, era agradable y el calor no era tan sofocante.

Grizha! (¡Cuidado!)-Dijo uno de los soldados indígenas.

-Esconderos detrás de ese árbol, majestades.-Dijo la señora.-Vienen unos animales bastante peligrosos y solo ellos pueden luchar.

-De eso nada, nosotros también queremos ayudar.-Dijo Peter.

Pero ya era demasiado tarde. La tierra temblaba y los altos arboles comenzaron a bailar indicando la llegada de aquellos animales.

-¡Cambio de planes!-Volvió a decir la mujer.- ¡Hay que subirse a los árboles, Eken, uno de los soldados, ha dicho que vienen una manada! ¡Arriba, venga!

Pese a la ardua tarea que había sido subirnos al árbol, lo conseguimos. Algunos consiguieron llegar a la copa del árbol, otros, al igual que yo, solo conseguimos llegar a una rama bastante gruesa.

Las manos me sudaban de tal manera que apreté más a las ramas a mis costados. Mi corazón no paraba de latir con mucha fuerza.

Poco a poco las fuertes andanadas de los animales se acercaron más. Miré hacia abajo contemplando como aquellos animales corrían sin parar. Eran tantos que ni siquiera se veía el suelo. Intenté averiguar que clase de animales eran, pero de tal velocidad me era imposible.

-Eken ha dicho que nos bajemos, la manada se ha ido.-Dijo la mujer.

Todos volvimos a tierra firme continuando con nuestro camino.

Cada vez que pensaba en el Árbol Cleston mi corazón daba la vuelta debido a los nervios.

La marcha se volvió silenciosa. A medida que caminábamos parecía que el camino se iba a terminar, pero justo la mujer nos informó que ya estábamos. Andamos otros veinte metros y tan solo otro paso más nos adentramos en un enorme prado verdoso.

-No os preocupéis, estos volcanes llevan apagados desde que yo llegué aquí. Quizá ni haya ya lava.

Llegamos hacia la falda del volcán y notaba como mis pulmones ansiaban más oxígeno. Pues habíamos estado como una media hora subiendo hasta allí. Los únicos que paramos en reposar fuimos la compañía del Viajero del Alba. Después del descanso continuamos con el trayecto.

El sol parecía más de cerca desde aquel ángulo, incluso el calor era abrasador y el viento no ayudaba nada. Los nativos se detuvieron de golpe, pues entre nosotros se oponía una pared rocosa impidiéndonos continuar.

-Lo que faltaba, a punto de quedarnos sin oxígeno y ahora una pared.-Protestó Eustace.

-Tiene que haber una solución.-Dijo Lucy, acercándose hacia la pared.

-Y habrá una solución, reina Lucy.-Dijo la mujer.

Esta se acercó poniéndose al lado de Lucy, y como otros de la compañía, comenzaron a palpar la pared intentando averiguar algo. Todos estuvimos estudiando la pared para averiguar lo que se podía hacer para continuar con el camino.

No nos habíamos dado cuenta que la noche estaba a punto de caer sobre el cielo.

-Nos tendremos que quedar aquí a dormir.-Dijo Peter.

Cenamos algo de pan (era lo único que teníamos en nuestras bolsas). Algunos se fueron ya a dormir, pero otros (tanto los nativos como los narnianos) siguieron insistiendo en buscar algo.

-¿No os rendís con facilidad?-Noté como las patitas de Reepicheep se posaron sobre mi hombro.

-No puedo dormir, y la mejor manera de llenar el tiempo es averiguando esta maldita pared.

Tuve la alocada imagen de utilizar una enorme bola de fuego o un fuerte viento para derribar la pared, pero recordé que nadie sabía que yo era la Bruja, lo cual no podía arriesgarme.

-Quizá esto os ayude.-Reepicheep descendió de mi hombro bajando por mi espalda.

De la poca luz que había en el entorno vi como el roedor se acercaba hacia la bolsa de Edmund y de ella sacaba una linterna. Me di cuenta que los únicos que estábamos despiertos éramos Reepicheep y yo.

-Buena idea, Reepicheep.-Le dije sonriéndole de oreja a oreja.

Me agaché para coger la linterna y para que mi pequeño amigo subiese por mi brazo hasta llegar a mi hombro.

Pulsé el botón de la linterna dando una fuerte luz permitiéndome una mejor visibilidad de la pared.

-Vamos, volcán Uzú, Narnia depende de ti, por favor...-Dije perdiendo la esperanza.

-No os rindáis, señorita Hannah.-Me animó Reepicheep.

Cerré mis ojos y con una mano palpé la pared concentrándome más.

-Señorita Hannah...-Oí a el roedor.

Abrí mis ojos.

-Alumbrad ahí.

Alumbré la dirección que me dijo Repicheep. Me acerqué a dicha dirección mientras que seguía alumbrando la zona.

Cuando nos acercamos vimos unas letras que alumbraban de color verde (el mismo color que vimos desde el barco).

-¿Qué dice?-Pregunté mientras que veía las letras.

-Parece un refrán, aunque no está en nuestro idioma-Dijo el roedor.

-Hay que avisar al resto.-Dije.

Reepicheep asintió y ambos fuimos despertando toda la compañía.

-¿Qué se supone que es?-Preguntó Jill.

Todos nos habíamos colocado en frente de la pared. La forma de las letras eran nítidas y apenas se podía leer lo que ponía, lo único bien visible era su luz.

-Es un refrán.-Dijo Reepicheep.-Pero parece ser que está en vuestro idioma, señora.

La señora les habló en su idioma a los soldados. Uno de ellos se acercó y leyó dificultosamente. Después, este se lo dijo a la mujer.

-"En tierras desconocidas es mejor aguadarse que atreverse".

Aquellas eran las palabras que ocultaban la pared. La mujer lo dijo en alto intentando que hiciese una reacción la pared, pero no ocurrió nada.

-¿Y ahora qué?-Preguntó Susan.

-Habrá que...-Dijo Peter, pero al voz de Lucy le interrumpió.

-¡Mirad!

Todos pusimos las miradas en la pared, y esta vez había otra frase, junto a ella había un dibujo pequeño de un sauce.

-¿Qué pone ahora?-Pregunté con los nervios a flor de piel.

-"Las aventuras están hechas para almas atrevidas".

Tras haber leído aquella frase traducida por la mujer, la pared comenzó a temblar. Todos nos alejamos a varios metros. Debido al movimiento, algunas pequeñas piedras se despeñaron hacia el suelo y después un gran portal se abrió en el medio de la pared. El portal estaba formado con una forma circular alumbrando un color grisáceo. Mientras que en el centro formaba una pared mezclándose miles de colores.

-Habrá que introducirse. ¡Vamos!-Dijo la mujer.

Esta fue la primera en atravesar el portal. Su cuerpo desapareció y después de ella entraron los soldados nativos. Después, la compañía del Viajero del Alba entró. Lucy fue la última en atravesar el portal.

Cuando entramos no podía dar crédito. Era una inmensa sala circular. La sala estaba rodeada por arcos de mármol, eran tan altos que parecían ser interminables. Continúe con la mirada en la altura de los arcos, llegando a ver una enorme cúpula de piedra (esta poseía un enorme cirulo dando a entender que era una ventanal), con los años esta estaba adornada por el musgo y con algunas grietas. El suelo era de piedra y en ocasionas se debía tener cuidado al andar, pues también había algo de musgo. Todos andábamos con pasos cautelosos y delicados, mientras que todas nuestras miradas permanecían en la enorme sala. Entonces, supe cuál era la razón de por qué toda aquella sala era visible, aparte de que era de noche y aunque a cúpula tuviese una ventana, no conseguiríamos ver nada. La razón de la luz blanca era un hermoso sauce. La planta estaba colocada en el epicentro del salón, y a su alrededor había unas cadenas marcando su territorio. De repente, el suelo comenzó a temblar haciendo que todos cayésemos al suelo. El árbol empezó a irradiar una luz tan potente que nos hizo cerrar nuestros ojos.

Poco a poco el árbol empezó a suavizar su luz. Me di cuenta que la luz que vimos desde el barco era la luz del árbol.

-El Árbol Cleston...-Dijo Drinian, levantándose.

-El fin de nuestros males ha finalizado, amigos.-Dijo Reepicheep, dando brincos.

Nos levantamos y observamos cómo Drinian se acercó al árbol cruzando las cadenas. Cogió un frasco de cristal alzándolo. De repente, la luz del árbol comenzó a introducirse de forma voluntaria en el frasco volviéndose en un líquido verde.

-Ahora entiendo, la savia del árbol es la luz.-Dijo Susan.

-Eso parece.-Dijo Edmund, con una gran sonrisa.

Drininian regresó con el frasco lleno por la savia del árbol. Uno de los generales Narnianos lo abrazó fuertemente y vi como Drinian lloraba con una enorme sonrisa en su rostro. Lo habíamos conseguido, habíamos logrado encontrar el árbol, y ahora solo quedaba regresar a Narnia, salvar a la princesa y que yo misma derrotase al ejército de Jadis. Cuando pensaba en que yo sola debía de acabar con el ejército se me volcaba el corazón. No sabía ni como lo iba a hacer, de todos modos, en aquel momento me dejé disfrutar por el triunfo y después yo misma pensaría en lo que yo debía de hacer.

Los generales nativos también cogieron algo de savia por si algún día lo llegasen a necesitar. Salimos de aquella increíble sala y cuando salimos al exterior, vimos como nacía el sol en dirección norte. El portal se cerró y la pared volvió a ser lo que era. Llegamos a la ciudad y al mismo día nos despedimos de todos, ya que teníamos que volver cuanto antes a Narnia. Dimos las gracias a la señora por su hospitalidad y a su gente.

-¿Pensáis en volver andando?-Preguntó esta.

-No tenemos opción.-Dijo Drinian.

La mujer silbó y de repente unos animales venían volando a nuestra dirección.

-Os llevaran directos a vuestra tripulación.

Dimos de nuevo las gracias a la mujer, y cada uno de nosotros montamos en el animal.

-¡Adiós, majestades y narnianos! ¡Espero veros pronto!

Todos nos despedimos con la mano delante de todos y los animales empezaron a mover con fuerza sus alas. Sobrevolamos la isla hasta llegar al Viajero del Alba. Cuando llegamos al navío el capitán pensó que eran unos intrusos, pero cuando vieron nuestras caras rieron y Drinian enseñó el frasco con la savia haciendo que toda la tripulación aplaudiera y gritara llena de euforia. Antes de partir, los animales nos llevaron con sus grandes garras las barcas que habíamos dejado en la playa, y con la ayuda de todos las volvimos a colocar en el navío.

-¡¿Listos para zarpar?!-Gritó el capitán, moviendo el timón.

-¡Vamos!-Respondimos todos a gritos.

El Viajero del Alba viró retornando su camino. Durante la vuelta no tuvimos ningún imprevisto y eso nos alegraba. Cuanto antes llegásemos mejor. Tardamos como una semana en volver a Narnia. Antes de que regresamos a Narnia, pasé por Ciudad del Mar consultándole a Orión que estábamos a punto de llegar con la savia del árbol, este me dijo que una vez que llegase a Narnia huyera de la tripulación para dirigirme hacia el campamento de los aliados de Jadis y que los derrotara.

Cuando volví a ver la tierra de Narnia se me hizo tan extraño, habíamos pasado tanto tiempo fuera, que era raro verla, pero a su vez me llenó de felicidad.

Cuando por fin la fortaleza de Cair Paravel iba cogiendo forma, mi corazón se iba encogiendo más.

-¿Ganas de volver?-Me dijo Lucy, apoyando sus brazos en la baranda.

Su pelo ondulado era acariciado por la brisa y sus ojos brillaban a la luz del sol.

-Se me hace raro volver.-Dije.

-¿Y ahora que pasará, Hannah?-Lucy puso su mirada en mí.

-¿A qué te refieres?

-Una vez que todo esto acabe, tu volverás a tu mundo... ¿Verdad?-Su voz se había quebrado al decir la última palabra.

-Mi abuela me necesita, Lucy. Este tiempo me he ido enamorando de este increíble lugar, pero como vosotros me dijisteis, tenemos que volver, tú a tú época y yo a la mía.

-Ojala las dos fuésemos de la misma época. Ambas iríamos a bailes con unos vestidos hermosos o iríamos por las calles de Londres riéndonos.

-O tú de mi época, nos sacaríamos muchas fotos o grabaríamos cosas haciendo el imbécil y lo compartiría en mi red social para que todo el mundo supiese que tengo una gran amiga y que no la cambiaria por nada.

-¿Red social? ¿Una red de personas de un barco?

Eché a reír por su comentario.

-Una plataforma donde compartes cosas.-Dije riendo.

-Qué cosas tan raras hay en tu época, Hannah.-Me dijo riéndose.

Lucy apoyó su cabeza en mi hombro mientras que las dos veíamos como poco a poco llegábamos a Narnia.

El día llegó, el Viajero del Alba embarcó en el puerto y sentia mis nervios a flor de piel. Lo que me extrañó fue el hecho de que no había nadie.

-¿Por qué no hay nadie?-Inquirió Jill.

-Quizá nos estén preparando una sorpresa dentro.-Dijo Peter, cargando su bolsa en su hombro.

Todos cargamos nuestras cosas sobre nuestros hombros en mochilas, y dejamos el navío bien agarrado al puerto. Cuando íbamos subiendo en dirección al castillo, vi algo que me hizo volcar mi corazón. Una torre de Cair Paravel estaba demolida. Es más, a medida que avanzábamos, mas torres y paredes estaban hechos añicos.

-Cair Paravel ha sido atacado, otra vez.-Dijo Peter entre dientes.

-¿Y adivinad quiénes?-Dijo Edmund.

-El ejército de Jadis.-Dije.







¿Y  bien? ¿Que os ha parecido el capitulo? ¿Os ha gustado en como era la isla de los tres volcanes?  

Respecto al idioma, lo he traducido aunque el narrador sea Hannah, era para que entendierais, el idioma es Búlgaro (no se este idioma, lo he seleccionado pues al azar xD). Quería poner un idioma diferente para que fuera mas interesante jajajaja xD 

Antes de acabar, os dejo aquí abajo "30 cosas sobre mi". Llevo mucho tiempo con vosotros y bueno, para conocernos un poco mas xD 

Esto es todo, espero que os haya gustado el capitulo y os voy diciendo que queda muy poco para que esta historia llegue a su fin :(  

¡Besos a todos/as! ¡Y mil gracias de corazón por vuestros comentarios que me animan muchísimo! 

30 cosas sobre mi: 

1- Me llamo Laura (aunque creo que ya lo sabíais pero bueno xD) mis amigos me suelen llamar Lau, Lauri o Lauro.  

2- Soy de España pero tengo ascendientes turcos, judíos y  por la zona de los Balcanes

3- Me encanta viajar.

4-Mis colores favoritos son el azul y el negro. 

5- Tengo un perro que se llama Dylan, y me gustaría tener un gato el cual se llamaría Frodo o Arwen. xDD 

6- La música que escucho suele ser, pop, rock, algo de rap y algunas canciones clásicas de los 90's.  

8- Me encanta la moda de la década de los 80's y de los 90's. 

9- Cuando conozco a una persona suelo ser muy tímida, pero a medida que la voy conociendo y voy cogiendo confianza parece que soy una loca. xD  

10-Llevo escribiendo muy poco tiempo, quizá llevo dos o tres años.  

11- Los géneros que suelo leer suelen ser de fantasía, ciencia ficción, misterio-suspense, thriller, novela histórica, algún libro de biografía, y me encanta leer revistas sobre medicina. Cuando mi madre compra una revista de salud y de investigaciones suelo leer algo jajaja 

12- Me encanta la playa. 

13- Odio mi pelo, básicamente porque es como el de Hagrid o el de Hermione en las primeras películas, todo de pende de la maldita humedad. -.- 

14- No me gusta salir de fiesta, esos ambientes no suele ser lo mio, prefiero quedarme en casa leyendo, escribiendo o viendo la televisión.

15-Soy muy insegura y suelo ser bastante introvertida. 

16- Me gustaría aprender a tocar el piano y el ukelele. 

17-En un futuro me gustaría participar en la campaña de Greenpeace, me preocupo mucho por el medio ambiente y por los animales. 

18-Odio los zoológicos, los aquiarium y los circos (para que esos elefantes, tigres y leones hagan todas esas habilidades han sido sometidos a maltrato y por ahí yo no paso),  no soporto ver a los animales encerrados, prefiero viajar su país de origen y verlos en libertad, verles como son libres y disfrutar como viven en su entorno. Es mas, me encantaría construir santuarios para aquellos animales que han sido abandonados, como animales del circo, o animales domésticos, sería genial poder hacer ese proyecto. 

19- Uno de mis sueños seria llegar a publicar un libro, pero queda mucho para que llegue ese día, ya que aun me queda mucho por mejorar, aprender y por leer. Así que no os libareis fácilmente de mi. xD 

20- Soy hija única, aunque me habría encantado tener un hermano/a. 

21- A la hora de vestir no me suelo esmerar mucho, incluso mi madre me llegó a llamar marimacho solo por el hecho de no usar faldas, vestidos, tacones ni maquillaje, y yo como : ¿Khé cojones? xd  Admito que en un momento me molestó que me dijera eso, pero ahora me da igual, yo visto como quiero y ya las opiniones de la gente incluso de mi madre ya me dan igual. XD 

22- Mido 1,65, no es gran altura pero estoy conforme. xD 

23- Adoro el cine. 

24-Me distraigo con mucha facilidad, y debido a ello tango dificultades en los estudios. 

25- Detesto las atracciones. Cuando veo a niños subiéndose a algunas atracciones que son algo fuertes me quedo como: 

"Menuda pringada que soy JAJAJAJA XD

Lo único que me gusta son los autos de choque, aunque doy mas vueltas que un tiovivo cada vez que voy en uno. xD 

26-No quiero tener hijos, de momento, si algún día quiero, recurriré a la adopción. 

27-No tengo pareja ni quiero. Hay gente que se sorprende el hecho de que diga que no quiero tener, y me quedo como "¿A caso es necesario tener pareja?" Todas mis amigas les gustaría tener a alguien y yo como "Pues yo sola estoy de puta madre xD" y es que es verdad, adoro estar sola, pensar en mis cosas, ir a los sitios por mi cuenta sin la compañía de nadie. 

28-No soy para nada una persona romántica. Las películas como, Tres metros sobre el cielo, por ejemplo, no puedo verla, demasiado empalagosa. A mi ponme películas como "Las Crónicas de Narnia" "El señor de los anillos" "El mayordomo"  "Intocable" y ese tipo de películas. 

29-Tampoco me gustan los finales felices, eso de "vivieron felices para siempre", no va conmigo, lo cual en mis historias no habrán finales hermosos, mas bien, reales. También añado que adoro la tragedia, e ahí que me llamen negativa. xD 

30-Tengo el final de esta historia pensado ya, se como acabara, y bueno, estoy contenta en como va a terminar.  

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