Capítulo 16. En alguien en que confiar
¡Hola, Narnianos!
¿Que tal el comienzo de las clases? Espero que bien. A mi me queda menos para empezar Dx así que hay que aprovechar lo que queda de vacaciones jajajaja
Bien, este capitulo es muy largo así que ¡disfrutadlo!
Los días pasaban y pasaban, la desolación se respiraba cada vez más ya que seguíamos sin encontrar tierra firme. El Viajero de Alba poco a poco se iba estropeando cada vez más, y sin el mástil no podíamos controlar la dirección. Las municiones eran cada vez más escasas. En vez de hacer tres comidas al día debíamos hacer por lo menos una, y eso se nos notaba a todos, más cansados, más escuálidos y con la esperanza perdiéndose sigilosamente sobre nuestras almas.
-¿Qué haremos si no encontramos tierra firme?-Preguntó Lucy.
Miré a mi amiga encogiéndome de hombros. Reepicheep se posó sobre mi hombro contemplando el mar.
-No os preocupéis, su majestad, encontraremos tierra firme. Tenéis que tener un poco de fe.
-A veces no se ni lo que es.-Dije con desdén.
El roedor me miró con reprocho ante mis palabras.
-Esperad.-Dijo Lucy.- ¿Qué es eso?
La chica cogió el catalejo y al instante su mirada se volvió brillante y una enorme sonrisa apareció en su rostro.
-¡Mirad!
La chica me prestó el catalejo, y cuando puse la mirada sobre la lente no podía dar crédito a lo que veía. Era una isla, miré con más atención si se trataba de la isla que me había advertido el mago, y parecía que no, pues aquella isla poseía varias montañas, grandes acantilados y una pequeña playa.
-¡¡Tierra a la vista!!-Gritó un hombre desde la Cola.
Todo el Viajero del Alba se puso alerta ante la noticia. Peter, Susan, Edmund, Eustace, Jill, el príncipe y el capitán, se pusieron a nuestro lado y todos comenzaron a gritar eufóricos y a aplaudir.
-¿En qué parte del mar estamos, capitán?-Inquirió Drinian.
El capitán sacó su brújula y esta comenzaba a indicar.
-Estamos en el sudoeste.
-Debemos ir hacia el norte, nos hemos desviado.
-Lo sé señor, pero debemos embarcar para reparar el barco e inspeccionaremos la isla, y nos pondremos en rumbo para encontrar la isla de los tres volcanes.
El príncipe y el capitán informaron a toda la tripulación que embarcaríamos en aquella isla, se repararía el navío y en inspeccionar la isla, pues necesitábamos municiones y quizá aquella isla nos traería alimentos. Drinian nos informó quienes iríamos a inspeccionar, mientras que el resto restauraba parte del barco. Los que iríamos a la inspección de la isla éramos: Los Pevensie, Jill, el príncipe, varios minotauros, enanos y hombres, el resto se quedaría arreglando el barco junto con el capitán. Eustace se negó rotundamente a ir con nosotros, su escusa era: "No pienso ir, ¿para qué nos ataque otros bichos como ese pulpo gigante? Prefiero quedarme aquí." Reepicheep se ofreció quedarse con él, según el roedor, quizá la tripulación necesitaría ayuda para las cosas diminutas que solo el roedor seria hábil de repararlo.
Cuando llegamos a la isla, lanzaron el ancla para sujetar el navío y toda la compañía que había sido seleccionada para la inspección de la isla nos preparamos como era debido. Cogí la daga, una espada, y coloqué el carcaj lleno de flechas junto con el arco.
-¿Estáis listas para esta nueva aventura?-Preguntó Lucy ajustándose su coleta.
-Deseando encontrar comida, nos estamos quedando sin municiones.-Respondió Jill.
-Pienso igual que Jill. Esperemos acabar pronto con esto.-Dijo Susan.
Las cuatro salimos de nuestra habitación para dirigirnos hacia la cubierta.
-¡Toda la compañía que ha sido asignada para la inspección, que vaya bajando!-Gritó el capitán.
Toda la compañía salió del Viajero del Alba. Sentí una sensación extraña al sentir la arena bajo mis pies, había pasado dos semanas sin pisar tierra firme, no obstante era agradable poder andar y estirar bien las piernas.
-¡Que pases una buena velada, Scrubb! ¡No te metas en líos!-Dijo Jill, con una sonrisa.
-¡No te preocupes, Pole!-Respondió Eustace desde la cubierta.
Toda la compañía nos pusimos en marcha. Salimos de la playa adentrándonos en un frondoso bosque.
-Al parecer esta isla es inmensa, esperemos encontrar comida, solo con cocos no nos basta.-Dijo Drinian que encabezaba la fila, guiándonos.
-Podríamos haberlos cogido como armas, lanzar uno puede matar a una persona.-Dijo Peter.
-No creo que debamos utilizarlos, al parecer esta isla está deshabitada. –Respondió el príncipe apartando con su espada las enormes hojas que intervenían el camino.
Pasamos varias horas caminando y no encontrábamos nada. Sentía mis piernas pesadas, y mi cuerpo no paraba de sudar debido al fuerte de calor, ni las sombras de los altos arboles conseguía refugiarnos del calor. Hicimos una pausa para reponer fuerzas, aunque no duró demasiado, ya que debíamos continuar antes de que la noche se apoderara.
El silencio era tan potente que solo se oían nuestras suaves pisadas sobre la tierra, aunque, de repente no solo se oían nuestras pisadas, unos fuertes zumbidos se acercaban hacia nosotros.
-¿Oís eso?-Preguntó Edmund, mirando hacia todos los lados.
-¿Son zumbidos?-Inquirió Jill.
-Eso parece.-Respondió Edmund.
-Estad alertas, nunca se puede saber lo que puede ocurrir.
Saqué mi espada y agudicé mí oído para saber que narices era.
-¡¡Ahí!!-Gritó un enano.
Todos miramos a la dirección que este señalaba, un enorme insecto volaba velozmente hacia nosotros. Era un insecto muy extraño, poseía la cabeza de una avispa junto con una probóscide, las alas de una libélula y por no hablar de su aguijón, era puntiagudo y grueso.
Cogí una flecha del carcaj y la lancé hacia el insecto, este, la esquivó con un ligero movimiento. Susan hizo lo mismo, pero su puntería falló y el animal seguía volando en dirección hacia nosotros.
-¡Corred! ¡No merece la pena atacarle!
Todos empezamos a correr con todas nuestras fuerzas. Miré furtivamente hacia el insecto y la situación se complicaba, a medida que el avanzaba más de su especie se unían hacia él.
-¡Malas noticias! ¡Se acercan más!
Miré de nuevo y ahora se trataba de un enjambre. Uno de ellos lanzó un líquido marrón hacia uno de nosotros. La víctima cayó al suelo cuando el líquido se pegó sobre su piel.
-¡Glen!-Gritó el Príncipe.
Drinian se acercó hacia su compañero pero este se levantó de un salto, lo que me dejó perpleja no era su reacción, si no su mirada, el color de sus ojos había desaparecido sustituyéndose con una pupila con forma de serpiente. Glen se abalanzó hacia el príncipe y cogió de su cuello ahogándolo.
Peter corrió hacia ellos e intentó apartar las manos de Glen sobre el cuello de Príncipe. No hubo forma de hacerle despegar sus manos, un minotauro pegó un puñetazo a Glen consiguiendo despegar sus manos sobre Drinian.
-¡El veneno que le ha atacado a Glen hace que se vuelva un enemigo! ¡Tenemos que salir corriendo antes de que ese enjambre nos ataque!
Entonces me di cuenta quienes eran esos insectos, los que el Mago Orión me advirtió, pero había algo extraño, la isla no era la que él me había advertido que evitáramos, de todos modos, habíamos accedido a una isla igual de letal y hostil.
-¡¿Qué hacemos con Glen?!-Dijo Susan.
-Está desmayado, no os preocupéis, yo lo llevo. Ahora corred antes de que esos bichos nos ataquen a todos.-Dijo el minotauro cogiendo a su compañero como si se tratara una pluma.
Retornamos nuestro camino a toda costa antes de que ese enjambre nos alcanzara. Corríamos y corríamos sin parar, y los insectos seguían detrás nuestro sin rendirse.
-¡Debemos volver a la playa! ¡Esto es demasiado peligroso!-Dijo el príncipe.
Intentamos desviarnos del camino y volver a la playa. Noté como un insecto estaba más cerca de mí y como mi grupo me alcanzaba varios metros, podría utilizar uno de mis poderes para deshacerme de él. Nadie se daría cuenta.
-No sabes con quien te estas metiendo, maldito bicho.
Estiré mi brazo y una enorme bola de fuego fue dirigida hacia el animal. Conseguí matarlo y conseguir ventaja. Cuando conseguí alcanzar a mi grupo choqué con Lucy cayéndome al suelo.
-¿Qué ocurre?
-Estamos en un grave problema, Hannah.-Me susurró la chica.
Fruncí mi ceño debido a sus palabras. Me levanté y pude ver lo que ocurría. Vi como un bicho escupió el líquido hacia Peter.
-¡Peter, no!-Grité.
Este gritó de dolor y poco después el color de sus ojos se cambió por unas pupilas como la de las serpientes. El chico me echó una mirada y supe que había cometido un error "Su picadura produce un efecto que hace que la víctima mate al primer ser que vea" al instante recordé las palabras del Mago Orión.
Peter corrió hacia mí con una velocidad sobrenatural, saltó encima de mí y cogió de mi cuello ahogándome. Cuando casi me quedé sin oxígeno, las manos de Peter se despegaron sobre mi cuello, vi como Edmund se había abalanzado sobre él. El rubio intentó deshacerse de su hermano, pero al instante, el príncipe y más hombres, enanos y minotauros acudieron a su ayuda.
Cuando pensaba que Peter estaba sostenido, este, de un fuerte puñetazo les golpeó y corrió hacia mí. Salí de allí lo más antes posible. Sentía mi corazón a punto de explotarme debido a fuerte esfuerzo que estaba ejerciendo en aquel momento. Miré furtivamente y vi como Peter corría a punto de cogerme, y de tras de él, a lo lejos, podía ver a mis compañeros intentado atrapar a Peter. Cuando eché la vista a delante para poder ver la dirección a la que iba, mis pies tropezaron con una inmensa piedra haciéndome caer al instante. Rodé por una pequeña pendiente hasta chocarme bruscamente contra un árbol. A penas podía moverme, el golpe que había obtenido de la piedra me estaba produciendo un dolor indescriptible, añadiendo el fuerte golpe contra el tronco. Intenté levantarme a pesar del fuerte dolor. A lo lejos veía como Peter corría a pesar de los baches de la pendiente. Arrastré mi cuerpo intentando refugiarme, pero se me hacía complicado con todo el dolor.
-¡Aquí estas!-La voz de Peter se había transformado por completo, ahora era un tono grave y malévolo. El veneno aún seguía en él.
Antes de que siguiera arrastrándome noté como Peter cogió de mis pies levantándome, este empezó a girar con una velocidad inexplicable. Sentí que sus manos se habían despegado de mis pies y golpeándome contra un árbol. Poco a poco mis ojos se iban cerrando debido al fuerte dolor y al duro golpe.
-Hannah, por favor, despierta.- Podía oír unas voces llamándome, sonaban distantes, como si se perdieran en algún lugar. –Hannah, por favor...-Oí de nuevo.
Poco a poco conseguí abrir mis ojos encontrándome con el rostro de Lucy.
-¡Hannah!
La chica sonrió, llamó a su hermana y a Jill.
-¿Cómo te encuentras?-Preguntó Susan.
-Me...duele...todo.-Me costaba articular las palabras, tan solo pensar en los golpes que me había dado Peter bajo el veneno de aquel bicho sentía un fuerte dolor.
-No te preocupes, te hemos vendado las heridas. Ahora que estás despierta te voy a dar mi poción curativa, eso te hará sentir mejor.
Susan, Lucy y Jill me colocaron la cabeza sobre algo blando pero cómodo. Vi como mi cuerpo estaba cubierto por una manta, y sentía una venda que presionaba si mucho esfuerzo en mi rodilla y en mi espalda.
-Abre la boca, por favor.
Cuando abrí mi boca noté como un líquido circulaba por mi garganta, era tan dulce que deseaba ingerir más, era un líquido muy delicioso.
-Ya está.-Dijo la chica, guardando el frasco en su cinturón.
-¿Glen y Peter? ¿Están bien?
Las tres se sentaron a mi lado, ambas se miraron risueñas, y Susan respondió:
-Los dos están bien, están en reposo, al parecer el veneno dura como unas tres horas.
A varios metros de mi observé los dos cuerpos de Peter y Glen, ambos estaban cubiertos con unas mantas y con ropa sobre sus cabezas como almohadas.
No me había dado cuenta el tiempo que habíamos pasado aquí en la isla, a medida que recopilaba lo que había ocurrido hace horas; los avispones, el fuerte golpe que me había dado Peter bajo el veneno. En aquel instante veía como el sol se perdía en el norte entre los arboles dando la bienvenida a la noche.
-¿Cómo te encuentras, Hannah?-Me preguntó Drinian acercándose hacia nosotras.
-Estoy mucho mejor gracias a la poción curativa de Lucy.-Intenté levantarme pero las manos de Drinian, Susan, Lucy y Jill me lo impidieron.
-Ni se te ocurra levantarte, que signifique que hayas mejorado no significa que debas levantarte.-Advirtió Susan.
-Así es, no te preocupes Hannah.-Dijo el príncipe.-Debemos pasar la noche aquí, es demasiado peligroso. Esto se complica, hemos perdido el rumbo, Alvon dice que ha escuchado unos zumbidos en dirección noroeste. Mañana sobre el alba seguro que Glen, Peter y tú os encontraréis mucho mejor y podremos continuar para poder regresar.
Asentí ante sus palabras. Drinian se despidió con un movimiento de cabeza y siguió vigilando junto con el resto. Junto con ellos pude ver a Edmund, que, en ocasiones lanzaba una mirada preocupada a Peter, que seguía dormido, y en ese instante lanzó una mirada sobre nosotras, lo cual la desvié para mirar a las chicas.
La noche se esfumó como el viento y la noche invadía cada rincón del bosque. Los arboles encapotaban parte del cielo cubierto de miles de estrellas y la luna se ocultaba bajo las altos arboles queriendo ocultar su luz. Poco a poco el frío se iba notando mucho más. Drinian y su tripulación consiguieron encender una hoguera, mientas que Susan, Jill y Lucy cazaron cerca nuestro para comer.
-Toma Hannah.-Jill se sentó a mi lado, ofreciéndome algo de comida.
Cogí el trozo que me había ofrecido y lo engullí en un bocado.
-Gracias, Jill.
-De nada.
Todos se sentaron alrededor de la hoguera formando un círculo. Mientras que cada uno comía su ración, el príncipe nos contó cómo fue capturado por el enemigo. Contó cómo le dieron un golpe en la cabeza dejándolo inconsciente. Cuando pasó los días en el campamento enemigo quería saber en qué lugar de Narnia se encontraban, pero en aquel momento no lo sabía y eso le hacía tener la esperanza perdida. En cómo le fueron torturando con golpes, amenazas, y en ocasiones alguna arpía le había sometido a un rito que casi podría haber perdido la vida.
-¿Y sabes quién es el jefe? Sabemos que no está Jadis, pero alguien debe coger el liderazgo en su ausencia.-Dijo Susan.
-No. Estaba todo el día bajo las miradas de esas criaturas. A demás, me tenían atado a un árbol como si fuera un juguete.
Susan agachó la cabeza decepcionada.
-Pero-Volvió a decir el príncipe-Sí que oí una voz, era de una mujer, estaba seguro, hablaba como una humana, por no decir que su voz se me hacía muy familiar, como si no sería la primera vez en oírla.
Toda la tripulación compartió miradas confusas y con miedo.
-¿Quién crees que puede ser?-Inquirió Edmund.
-Ojala lo supiera, Edmund.
Tras las palabras de Edmund el silencio se incorporó sobre todos nosotros. El sonido de los grillos y el fuego era la única compañía que teníamos.
-Será mejor descansar, mañana al alba tendremos que salir de aquí lo más antes posible.
Drinian dictó en quien debería hacer guardia, cada hora uno de nosotros debíamos vigilar por si sufriríamos un ataque de aquellos avispones. El primero que sería en vigilar fue Dren, uno de los minotauros. Mientras tanto los demás se dirigieron a su lugar para dormir.
Tras un gran rato podía oír los ronquidos de mis compañeros indicando se habían adentrado en el mundo de los sueños. A varios metros, Dren permanecería sentado en una roca mirando al bosque con su espada lista para interrumpir un ataque.
-Hannah.
Estaba a punto de pegar un fuerte alarido si no habría sido por Peter, que con su dedo incide se posaba en sus labios.
-¡Que susto me has dado!-Le dije en un susurro.
El chico hizo un ademán para sentarse pero optó por ponerse de cuclillas.
-Venía a decirte perdón por lo de antes. Debía de haber estado más atento ante la picadura de ese animal. Lo siento de veras.
Los ojos de Peter, que en aquel momento brillaban debido a la luz de la luna.
-No tienes que disculparte, Peter. A sido un accidente y ahora lo importante es que estamos bien, bueno, ¿tú ya estás bien, verdad?
-Me siento mejor, solo tenía un dolor de cabeza debido a la picadura, la persona que ha salido herida has sido tú, así que yo debería preguntarte como estas, no tú.
-Pues pregúntamelo, Peter.-Le dije sonriéndole.
Las mejillas de Peter se volvieron un tono carmesí para luego sonreír.
-¿Estas mejor, Hannah?
-Estoy mejor, gracias Peter.
El chico asintió y dijo:
-Será mejor que me vaya a descansar, ha sido un día demasiado largo y... complicado.
-De acuerdo, descansa Peter.
Peter se levantó y fue dando zancadas esquivando a los que se encontraban durmiendo en el suelo, finalmente el chico se sentó, sacudió su manta y se dispuso a dormir. Intenté dormir pero me era imposible, lo cual se me ocurrió una idea sin importar el riesgo.
Me levanté, sentí un suave dolor en mi espalada y en mis piernas, pero fue algo rápido en pasarse el dolor, agradecí mucho a la poción de Lucy. Quité la venda de mi espalda y de mi rodilla, las doblé y las escondí entre las mantas. Cogí mi daga y mi capa para protegerme del frío. Una vez lista, con mucha cautela me fui hacia Dren, el pobre minotauro había caído en los brazos de Morfeo.
-Tú descansa, Dren, ya vigilo yo.-Dije, cogí una manta que sobraba, tapé al centauro que permanecía tumbado en el suelo.
Continué con mi camino y cuando me encontraba a varios metros del campamento comencé a practicar con mis poderes. Prometí al Mago Orión que día tras día debía entrenarme, y aquel momento era idóneo.
Centré toda mi energía y poco a poco la iba sintiendo recorriendo por mis brazos para llegar a mis manos. Vi como una larga y hermosa lengua de fuego salió de mis manos. Estiré mis brazos, y la lengua de fuego se despegó sobre mí, esta recorrió los árboles para luego rodearme a mí. Estiré mis brazos y mis manos. La lengua de fuego se dirigió hacia las copas de los árboles para luego explotar y que cayera diminutas bolas de fuego. No paraba de sonreír debido a la adrenalina que sentía en aquel momento.
-¿Hannah? ¿Qué estás haciendo?
Mi sonrisa se borró al instante, tragué saliva por aquella voz que me había interrumpido. Poco a poco fui girando la mirada encontrándome con la silueta de Edmund.
-Yo...-Debía inventar una excusa, Edmund estuvo a punto de descubrirme, y no podía hacer lo mismo.-Estaba vigilando, Dren se había dormido y no le quería despertar, yo como no he podido dormir pues no me ha importado vigilar.
-¿A tantos metros del campamento has ido a vigilar?-Preguntó con desdén.
-No tengo por qué darte la explicación de por qué me he ido tan lejos, me ha dado la gana y ya está. Me voy a dormir. Ya que estás despierto, vigila. –Dije con desdén.
Fui dando zancadas de mala gana, Edmund me había interrumpido mi entrenamiento, que, por una vez podía entrenar sola y con tranquilidad.
-No tan rápido.-Noté como el chico me había agarrado del brazo interrumpiendo mi retorno al descanso.- ¿Qué eran esas lenguas de fuego?
-¿Que lenguas? No sé de qué hablas.
-Tú sabes perfectamente, Bruja de los Mares.
Las palabras del chico fueron como lanzarme un jarrón de agua fría, mientras que mis piernas me empezaron a fallar. No podía ser, Edmund me había descubierto, esto no tenía que estar pasando. ¿Qué haría ahora? Sabía con certeza que no podía confiar en Edmund, se lo diría a todos y yo traicionaría al Mago Orión.
-Ento...
Edmund fue interrumpido por un sonido que a medida se iba acercando hacia nosotros.
-Calla.-Le dije, poniendo mi dedo índice en mis labios.
Ambos poco a poco comenzamos andar en dirección al ruido. Agudicé mi oído y podía sentir más el sonido dirigiéndose hacia nosotros, sabía que era, los condenados insectos que nos habían atacado esta tarde.
-¿Qué es eso?-Preguntó el chico.
-Los avispones.
Edmund desvainó la espada lista para atacar. Yo, desvaine mi daga y alcé mi mano preparada para utilizar mis poderes. El sonido poco a poco se iba acercando y ahí estaban, un enjambre dirigiéndose hacia nosotros, debido a la poca la luz a penas podíamos ver.
-¡Hannah! ¡Cuidado!
Giré mi mirada y uno de ellos volaba ferozmente hacia mí. Estiré mi brazo enviándole una enorme bola de fuego.
Miré a Edmund, este me miraba con odio y traición.
-¡No me lo puedo creer, Hannah! ¡¿Por qué nos lo has ocultado?!-Gritó el chico, matando a un insecto con un simple estacazo.
-¡Tú no sabes nada, Edmund!-Grité, lanzando más bolas de fuego al enemigo. Edmund me estaba sacando de quicio, si no llegaba a ser por los bichos el chico habría sufrido un bola de fuego por mi parte.
-¡Oh claro! ¡Estamos a punto de entrar en guerra y tú solo te pones hacer lenguas de fuego en el bosque!-Gritó de nuevo el chico.
-¡¡Basta Edmund!!-Conseguí lanzar otra bola de fuego.
El chico me miró a penas sin dar crédito. Edmund estaba a punto de recibir una picadura de aquel animal.
-¡Edmund, cuidado!
Corrí hacia el empujándolo, estiré mi brazo lanzando otra bola y cuando conseguí deshacerme del animal, Edmund y yo caímos al suelo.
-Hice una promesa, Edmund, una promesa que ahora ya no vale. Si me dejas explicarte todo, lo entenderás mucho mejor.
Ambos nos reincorporamos para sentarnos, los dos miramos y ya no había ningún insecto. Suspiré aliviada lista para contar a Edmund toda la verdad, al fin al cabo, me había descubierto, y ya era demasiado tarde. Conté todo al chico; que ahora lo custodiaba el collar celestial, mi viaje a Ciudad del Mar, el Mago Orión y su misión que me había sido encargada...todo.
Tras contarle todo, el chico permaneció impasible, cosa que me sorprendió.
-¿Solo tu podrás derrotar al ejército de Jadis?-Inquirió tras unos minutos de silencio.
Asentí y el no dijo nada.
-Siento haberte montado ese número.
-No te preocupes. Día tras día me siento una traidora.
-Pues no debes...tú...tú no has hecho algo que haya implicado poner a tu familia en peligro.
No comprendí mucho las palabras de Edmund, sin embargo opté en no preguntar nada. Lo único que quería en aquel momento era regresar al campamento.
-Debemos regresar. Quizá nos hayamos desecho de un par de bichos pero puede que estén al acecho.-Dije poniéndome en pie.
Los dos nos levantamos listos para regresar al campamento. Miré a todas las direcciones y no veíamos la hoguera.
-No me lo puedo creer, nos hemos perdido.-Dije, bufando.
Los dos nos pusimos en marcha para buscar el campamento pero debido a la oscuridad era muy complicado. Con una de mis manos conseguí crear una bola de fuego utilizándola como antorcha.
-Buena idea.-Dijo el chico.
Estuvimos un gran rato andando y el campamento seguía sin aparecer y la desesperación iba creciendo en mi cada vez más.
-Oye, Hannah.
Miré al chico que miraba en dirección recta.
-¿No te puedes convertir un animal para mirar la hoguera desde el cielo?
-Sí que sabes de la Bruja de los Mares.
-Con la información que nos dijo Adalet y leyendo varios libros, se bastante de la bruja, bueno, de ti. Llegué a decirle a Peter que tú podrías ser la Bruja pero no me creyó, hasta yo lo dudaba.
Preferí callarme y no contar al chico la vez que les vi charlando en la cubierta en la que Edmund contó a su hermano que yo podría ser la Bruja. No quería complicar más las cosas, pues lo único que quería era encontrar el campamento y conseguir que Edmund guardara mi secreto pese a la desconfianza que sentía hacia él.
Pensé en la idea en la que me había ofrecido el chico para encontrar el campamento.
-Sepárate de mí.-Dije, parándome.
-¿Qué?
-Hazlo.
Edmund frunció el ceño sin comprenderme, pero yo sabía por que debía alejarse unos metros. El chico se alejó varios metros de mí apoyando su espalda en un árbol. Cerré mis ojos visualizando un dragón. Poco a poco sentía en mi espalda un cosquilleo y luego un peso ligero, miré como mis manos se convertían en patas y poco a poco me volvía mas grande, que, hasta Edmund parecía un ser diminuto.
El chico me miró asustado ante mi transformación.
-¿Listo para despegar?-Le dije, haciendo una reverencia.
-¡Cuidado! Casi partes un árbol con tu cola.
-Perdón.
Edmund se subió encima de mi lomo y sentí como sus manos se agarraron con fuerza sobre mi cuello.
-¿Listo?-Pregunté moviendo mis alas.
-¿Sabrás volar, verdad?-Preguntó el chico temblando.
-Em... sí.-Dije con cierta duda, ya que esta era la segunda vez que volaba, la primera fue delante del mago.
-Creo que me estoy arrepintiendo.
-Ya es tarde, ya ha pagado el vuelo, caballero.
-¿Qué narices estas diciendo?
-De verdad Edmund, no sabes ni quitar hierro al asunto.
Poco a poco empezaba a mover mis alas consiguiendo despegar mis patas del suelo. Los altos árboles se iban haciendo más pequeños a medida que elevábamos. Estiré más mis alas y poco a poco las iba moviendo.
-¿Ves algo?-Grité al chico, debido al viento.
-¡No! ¡Baja un poco!
Bajé hasta llegar a rozar las copas de los árboles. Los minutos pasaban y pasaban y seguíamos sin encontrar el campamento, pues los arboles eran tan frondosos y solo nos acompañaba la luz de la luna, lo cual apenas se podía ver.
-¿Qué haremos Edmund? No podré seguir mucho tiempo siendo un dragón, aun no controlo muy bien este poder de transformación.
-Busquemos algún sitio para poder dormir y mañana al alba buscaremos el campamento.
-Oh no...
-¿Qué ocurre?-Inquirió el chico.
-Mis alas, están desapareciendo.
Veía como un ala iba desapareciendo sustituyéndose por mi brazo.
-¡Aguanta, Hannah!
-¡No puedo! ¡Estoy haciendo lo que puedo!
Intentaba concentrar toda mi energía, pero me era imposible. Sentía como mis patas desaparecían volviéndose en mis piernas. Noté como Edmund se había soltado de mi cuello. Edmund y yo nos dirigíamos a toda velocidad hacia los árboles, y si yo no hacía nada los dos podríamos salir muy mal.
-¡Hannah!-Gritó el chico, que estaba a pocos metros de estrellarse.
Recordé cuando me convertí en un águila por primera vez y que al fallarme mis poderes, pero, utilicé el viento que hizo frenar mi caída.
-¡Aguanta, Edmund!
Estiré mis brazos creando un fuerte viento haciendo que los dos esquiváramos los árboles. El viento que había creado nos estaba arrastrando a una dirección desconocida, que, intenté controlarlo pero no podía. A medida que el viento nos llevaba, pude divisar que poco a poco nos acercábamos al río. Moví de nuevo mis brazos y conseguí controlar el viento, pero este desapareció al instante y Edmund y yo caímos al río. Nadé como pude intentando encontrar a Edmund, mientras que la fuerte corriente me empujaba.
-¡Edmund!-Grité, nadando contra corriente mirando a todos los lados. -¡Edmund!-Volví a gritar.
Sentía los nervios y el miedo a flor de piel. Edmund había desaparecido y todo por mi culpa.
-¡Edmund!
Me sumergí en el río, abrí mis ojos y lo único que podía divisar era rocas y algunas algas.
Moví mis piernas a toda velocidad intentando buscar al chico pero fue en vano. Decidí salir del agua consiguiendo subirme a una roca.
Estaba desesperaba, Edmund no aparecía y pensar el hecho de podría estar muerto se rompía el alma, pues por mucho que el chico y yo no fuéramos muy amigos no significaba que le debía dejar de buscarlo. Volví al agua para seguir en su busca y esta vez decidí arrastrarme por el río. Si Edmund no me había respondido quizá sería por el hecho de que habría sido arrastrado por la corriente. Me dejé arrastrar por la fuerza del agua y poco a poco veía que el río iba cogiendo su fin, lo cual significaba una cosa: una cascada se estaba aproximando.
Sentí que el río se acababa y la luz de la luna me permitió ver como una cascada de unos veinte metros chocaba contra un manantial. Grité por la velocidad a la que estaba cayendo al lago. Cuando por fin caí al manantial pude nadar de nuevo.
-¡¡Edmund!!-Grité de nuevo pero el chico no respondía. –Esto no puede estar pasando.-Dije con la voz temblada.
A medida que me acercaba a unas rocas podía ver una silueta oculta bajo la sombra de la noche, que, a medida que me iba acercando, dicha silueta iba moviéndose.
-¿Hannah?-Cuando oí mi nombre pude sentir un gran alivio. Era Edmund.
-¡Por el amor de Dios, Edmund! Que susto me has dado, pensaba que...
-¿Pensabas el qué?
Preferí guardarme las emociones en aquel momento, no era el momento, Edmund y yo nos habíamos encontrado y ahora debíamos continuar.
-Nada, déjalo. Ahora que ya estamos de nuevo, debemos buscar algún sitio. No creo que este sea un buen lugar para dormir.
-¿Y a dónde propones?
-Todos los ríos conducen a una playa o lago, ¿no?-Inquirí. Edmund no dijo nada al respecto, pero pareció que los dos estábamos de acuerdo en salir de aquel lugar.
Edmund se lanzó al agua y ambos comenzamos a nadar continuando el curso del río.
-Esperemos encontrar pronto una playa, estoy agotado.-Dijo el chico.
-Edmund...mira eso.
A medida que avanzamos una luz color turquesa procedente del agua iba haciéndose más presente.
-¿Qué es?-Preguntó el chico.
-Ni idea, pero es algo increíble.
Edmund y yo fuimos obligados a parar, pues la luz brillante empezó a moverse formando un círculo a nuestro alrededor. El círculo se iba empequeñeciendo que noté como mi brazo rozaba el brazo del chico. Ambos nos miramos y pude ver su mirada alumbrada por la luz azul del agua, oscura y penetrante que me hizo sentir un cosquilleo en mi estómago.
Noté un suave viento que me hizo volver a la realidad.
-Lo siento.-Dije apartando la mirada y seguir nadando deshaciendo el círculo.
El brillo del agua seguía sin desaparecer, y cada vez que íbamos avanzando notaba como mis pies empezaron a tocar el suelo. Llegamos a la desembocadura del río encontrándonos con una inmensa playa.
-Hemos llegado.-Le dije al chico.
La orilla de la playa estaba cubierta con aquel hermoso azul brillante. Moví mis pies llegando a la orilla y sentir la suave brisa.
De soslayo podía ver al chico sentarse en la arena con brusquedad para luego estirar sus piernas en la arena y apoyar sus manos en el suelo. Mientras que Edmund descansaba decidí adentrarme en el agua y descubrir que era lo que brillaba tanto. Me descalcé para sentir el agua y poder relajarme. Empecé a andar adentrándome más al mar.
-¿Se puede saber qué haces?-Me preguntó el chico desde la orilla.
-Ir a dar una vuelta.
-¿Al mar?
-Soy la Bruja de los Mares, ¿Por qué no?
-Puede ser peligroso, Hannah.
Respiré hondo, quería relajarme y no había nada más relajante en aquel momento que nadar en el océano. Hice caso omiso a las palabras de Edmund hasta introducirme en el agua. Llegué al arrecife que estaba hermosísima alumbrada por la luz de la luna y también una luz desconocida que se encontraba detrás de unos corales. Decidí acercarme a qué tipo de luz era y cuando lo vi no podía dar crédito a lo que era. Miles y miles de medusas bailaban en círculo echando la misma luz turquesa. Ver aquello no tenía precio. Edmund tenía que ver aquello. Volví a la orilla en busca del chico.
-¡Edmund!
Este vino andando rápidamente hacia mí.
- ¿Has visto algo?
-Sí, y tienes que ir a verlo conmigo, es increíble.
-¿Ir contigo al mar?
Asentí y pude ver como el chico se reía.
-¿Qué ocurre?-Pregunté molesta.
-No puedo ir contigo, ¿has olvidado que los seres humanos como yo no podemos respirar bajo el agua?
Edmund tenía razón, ¿Cómo le iba a enseñar aquella maravilla sin que se ahogara?
-Si tuviese algo con que respirar.
Edmund dio la respuesta con aquello.
-¡Edmund eso es! Ya sé cómo puedes ir al océano.
-Hannah, no te quiero ofender pero, es imposible.
-No, confía en mí, se lo que hago.
-Eso has dicho cuando te has convertido en un dragón y mira, casi nos estrellamos con los árboles.
-Pero esto es diferente, aquí no debo de transformarme en nada. Confía en mí, por favor.
El chico suspiró que finalmente accedió ante la idea.
Cerré mis ojos para concentrar toda mi energía, después los abrí de nuevo y podía ver como una cápsula de agua con forma circular se iba formando poco a poco. Después, esta, se introdujo en la cabeza de Edmund.
-¿Qué es esto?-Inquirió Edmund temblando, mirando el objeto que tenía colocado.
-Es para que puedas respirar bajo el agua. Me lo enseñó el Mago Orión. Venga, vamos.
Cogí de la mano al chico para no perderle. Antes de introducirnos noté un estirón de mi brazo que me impidió sumergirme.
-No sé si es buena idea, Hannah.
-Cuando veas lo que te tengo que enseñar no dirás lo mismo.-le dije sonriéndole.
Cogí de nuevo su mano y ambos nos sumergimos en el agua. Yo iba delante del chico para guiarle.
Poco a poco ambos nos íbamos sumergiéndonos más a las profundidades, noté como Edmund apretaba más de mi mano. Poco a poco los peces iban acercándose hacia nosotros para luego continuar su camino.
-Mira, Edmund.
Ambos estábamos llegando hacia el arrecife.
-Es increíble.-Dijo este.
-¿Te suelto?-Le pregunté parándonos.
-¡No! Quiero decir... no creo que sea buena idea.
-De acuerdo.
Continuamos nuestro camino hasta llegar a dónde las medusas. Los dos nos apoyamos en una roca mientras que veíamos el hermoso espectáculo.
-¿Es esto lo que me querías enseñar?-Inquirió el chico, mirándome.
-Sí ¿no es increíble?-Edmund me sonrió que me hizo sentir el mismo cosquilleo.
Los dos estuvimos contemplando el hermoso espectáculo. Era como ver un cuadro, si te parecía sublime no dejabas de verlo, y aquello era igual, verlo parecía simplemente arte.
-Deberíamos volver.
-Ni hablar, te voy a enseñar mucho más, esto solo es una parte.
Cogí al chico del brazo guiándole hacia el arrecife. No sabía ni cuánto tiempo pasamos en el mar pero no me importaba. Le mostré al chico las anémonas, las mantas, e incluso algún tiburón que pasaba por allí, hasta tuvimos la gran suerte de poder ver a delfines que emigraban.
-Vamos a saludarlos.-Dije acercándome a ellos.
A medida que nos íbamos acercando hacia los animales uno de ellos nos echó una mirada apunto de huir.
-¡No, por favor! No os haremos nada.
-¿Eres la Bruja de los Mares?-Inquirió uno de ellos. Asentí y uno de ellos dijo:
-¡Magnifico! ¡Un placer, Bruja! ¡Es un gran honor conoceros!-Exclamó uno de ellos.
-Puedes llamarme Hannah.-Le respondí entre risas.
-De acuerdo, Hannah.
-Hannah, vámonos, empiezo a notar menos oxigeno.-Dijo Edmund.
-Lo siento chicos, me encantaría estar más rato con vosotros pero debo irme a la superficie.
-Podemos llevaros.-Se ofreció uno de ellos, mirando a Edmund. –Tardareis en volver con esas piernas.
-¡Si, vamos a llevar a la Bruja de los Mares!-Gritaron varios de ellos.
-Agarraros a nuestras aletas dorsales.
Hice un movimiento a Edmund con la cabeza para que se dirigiera hacia nosotros. El chico nadó con cierta dificultad pero logró venir hacia nosotros.
Una de mis manos se sujetó a la aleta del animal, mientras que mi otra mano sujetaba la mano de Edmund.
-¡Agarraros!-Dijo el animal.
Noté una tremenda fuerza cuando el delfín azotó su aleta caudal. A penas podía ver debajo del mar debido a su velocidad.
-¡Nos estamos acercando a una ola! ¡Cuando salte a la superficie soltaros!
-¡¿Qué dice el delfín, Hannah?! ¡No le entiendo!
-Cuando salte y salgamos a la superficie que me suelte de su aleta. Tú sigue sujetando mi mano.
-¡Voy a salir del agua!
-¡Agárrate bien, Edmund!
Pude ver como el delfín se dirigía a una velocidad indescriptible hacia la superficie, después, notamos como ya estábamos el aire, despegué mi mano de la aleta del delfín para que luego una cresta de la ola se estrellara sobre nosotros. No paraba de dar vueltas debido a la fuerza de la ola. Poco después noté como había llegado a la orilla sintiendo el agua y la arena bajo mi espalda.
Notaba la cabeza con cierto mareo debido a la batida de la ola. Pensé en Edmund y al inmediato me levanté para buscarlo. Esperaba que no le habría pasado nada grave. Vi al chico a varios metros de mi tumbado. Corrí hacia él, arrastré mis rodillas sobre la arena, le cogí de los hombros poniéndole boca arriba.
-Edmund, despierta.- El chico a penas se inmutaba.
Cogí su muñeca notando que seguía con pulso. El chico poco a poco iba abriendo sus ojos que debido a la alegría le abracé.
-Que susto me has dado.-El chico sonrió y le ayudé a levantarse.
Cogí mis botas para que luego ambos nos dirigiéramos a la arena. Nos sentamos sintiendo la fría arena.
-Gracias, Hannah.- Dijo el chico, pegando su mirada oscura sobre el horizonte.
-¿Por qué? Casi te ahogas por mi culpa.
-Por haberme enseñado lo maravilloso que es el mar.
Intenté reprimir una sonrisa, pero me fue imposible.
-Edmund, ¿estás bien?-Veía como el chico abrazaba sus rodillas mientras que temblaba.
-S-si...
Me levanté, me quité mi capa para ponérsela a él, al fin al cabo, yo estaba seca debido a la magia que poseía, pero Edmund estaba empapado. El chico seguía temblando y veía como sus manos iban cogiendo un color morado. Tenía que hacer algo para que Edmund entrase en calor. Me volví a levantar y corrí hacia el bosque para buscar madera. Cuando vi unos buenos troncos, estiré mi mano levantándolos en el aire y llevármelos hacia dónde estábamos. Los coloqué formando un círculo y a continuación giré una de mis manos creando una buena hoguera.
-Gracias, Hannah.-Dijo el chico.
-De nada.
Ambos nos acercamos más a la hoguera para entrar en calor. Poco a poco sentía como mi cabeza se me iba hacia un lado debido al cansancio. Amontoné la arena formando una almohada y apoyé mi cabeza para poder descansar. Antes de cerrar mis ojos pude ver una constelación que destacaba en el firmamento. Me fijé más en esta.
-Aslan...-Dije en un susurro.
-¿Has dicho Aslan?-Preguntó el chico, que también permanecía tumbado en la arena.
Asentí.
-¿Lo has visto alguna vez?-Me volvió a preguntar.
-No, pero nunca me habría imaginado que fuese un león.-Dije esbozando una sonrisa.
-¿Cómo sabes que Aslan es un león?
-Lo vi en uno de los murales del castillo de Ciudad del Mar.
-¿Y qué pensabas que era?
-No lo sé... bueno, a veces creía que era un Mago o algún ser extraño.
Una risa se escuchó por parte del chico, luego vi como el chico poco a poco iba cerrando sus ojos envolviéndose en un sueño. Poco después yo también me dejé caer por las garras del sueño.
Al día siguiente me desperté por los primeros rayos del sol, me levanté para estirarme. La hoguera seguía dando calor y Edmund aún estaba dormido. Decidí que antes de seguir con la búsqueda de nuestros compañeros había que llenar el estómago. Me dirigí hacia el mar, cuando el agua me cubría hasta la cintura pude ver decenas de peces, lo cual podía cazar uno. Estiré mis manos para luego despegar una enorme gota de agua, puse mis manos en dos puños consiguiendo crear una lanza. Concentré toda mi energía en esta y lancé el arma hacia los animales. Cuando conseguí dos enormes peces, los atravesé con dos palos para luego ponerlos cerca de la hoguera. Mientras que los peces se cocinaban debíamos de tener algún objeto para poder beber agua. A lo lejos podía ver varias palmeras llenas de cocos, corrí hacia las plantas y miré a los cocos, cerré mis ojos moviendo una de mis manos para luego oír el sonido del coco cayéndose al suelo. Abrí mis ojos, cogí la fruta y volví a la hoguera. Cogí dos enormes hojas dejando el pescado listo para degustarlo, después coloqué el coco en el suelo, fijé mi mirada en el, ladeé un poco mi cabeza para que luego la fruta se partiera en dos y, finalmente, llené los cocos de agua dulce para poder beber de ahí.
-Perfecto.-Dije cuando tenía todo listo.
Vi como Edmund se removía para luego apoyar sus manos detrás de él.
-Buenos días.-Le dije.
-Buenos días.-Edmund frunció el ceño al ver los dos pescados posados en las grandes hojas y los cocos partidos en dos llenos de agua.
-¿No vas a desayunar?-Le pregunté, mientras empezaba a comer el pescado.
-¿Cómo has partidos los cocos por la mitad y, los peces?
Miré al chico, me levanté e hice el mismo acto cuando cogí los cocos, traje otra fruta y la partí por la mitad tan solo ladeando la cabeza.
Edmund no dijo nada al respecto.
-Y los peces cazándolos con una lanza que he creado.-Respondí terminado mi ración de pescado.
Cuando Edmund finalizó la comida nos dispusimos a encontrar el campamento.
-¿Cómo volvemos? Está a punto de amanecer y como Drinian y el resto vean que no estamos las cosas se van a complicar.
Intenté encontrar una solución para regresar lo antes posible.
-¡Ya sé!-Dije chasqueando uno de mis dedos.
Cuando le expliqué el plan a Edmund, al principio permaneció no estar de acuerdo, pero no había otra opción.
-Volveré lo antes posible, cuando localice el campamento vuelvo a por ti.-Le dije y empecé a correr en la playa, para luego poco a poco convertirme en un águila.
El plan consistía en encontrar el campamento, al convertirme en una águila conseguirá ver el campamento gracias a la aguda vista que poseería y con la ayuda del amanecer, pues ayer a penas se podía ver el campamento debido a la noche. Después, una vez encontrado el campamento, regresaría a donde Edmund convirtiéndome un dragón para poder transportar al chico, despegaríamos a metros del campamento para no llamar la atención.
Moví mis alas con todas mis fuerzas y poco a poco seguí el curso del río hacia dentro de la isla. Conseguí localizar el manantial el cual caímos los dos. Después giré hacia el oeste y descendí rozando las copas de los árboles.
-Vamos Hannah, tienes que encontrar el campamento.-Me dije a mi misma.
Podía sentir el olor a hoguera, sentí mi corazón palpitar con fuerza y la euforia a flor de piel. Descendí un poco más adentrándome en el bosque, pues los arboles eran tan altos y frondosos que era imposible localizar el humo de la hoguera. Cuando por fin me había adentrado en el bosque pude ver a varios metros un grupo de personas tumbadas en el suelo. Era nuestra compañía. ¡Por fin los había encontrado! Aún seguían dormidos, así que retorné el camino hacia la playa antes de que alguno de ellos despertara. Memoricé el camino de vuelta.
Volé a toda velocidad, elevándome hacia el cielo para localizar el campamento desde arriba. Después escuché el curso del río para volver a la playa.
-¿Los has encontrado?-Me preguntó Edmund nada más despegar.
Asentí.
-Venga, vamos, no hay tiempo que perder.
Concentré mi energía convirtiéndome en un dragón.
-¡Sube!-Le dije al chico.
Edmund corrió hacia mí, se subió sobre mi lomo y ambos abandonamos la hermosa playa. Agité mis alas con mucha más fuerza para proporcionar más velocidad.
-Estamos a punto de llegar.-Le dije.-Agárrate fuerte.
Sentí como Edmund apretó más sus manos a mi cuello mientras que descendía bastante rápido. Poco a poco íbamos rozando las copas de los arboles hasta adentrarnos en el bosque. Cuando aterricé el chico se bajó sobre mi lomo para que yo volviese a mi estado.
-Ahí están, mira.-Le dije al chico señalándole con el dedo incide el campamento.
Cuando empezamos a andar encaminándonos hacia el campamento noté un tremendo nudo en mi garganta. Edmund sabía mi secreto, lo cual significaría que se lo contaría a todos, no obstante, debía de evitarme aquello, aún estaba a tiempo.
Paré al chico agarrándole del brazo.
-Edmund, espera.-El chico se volteó para mirarme.-Ahora sabes que yo soy la Bruja de los Mares, ¿puedes prometerme no decírselo a nadie?
-Te lo prometo, Hannah.-Respondió el chico asintiendo para luego continuar el camino.
Tras aquellas palabras sentí un gran alivio, jamás pensaría que podría confiar en Edmund, lo cual se lo estaría eternamente agradecida. Recordé la pequeña aventura que habíamos vivido los dos, me di cuenta de que Edmund era una persona buena y entrañable en la que se podía confiar en el después de todo aquello, a pesar de su mirada oscura e intimidante.
Bueno, bueno, bueno... ¿Que os ha parecido? ¿ Os esperabais que Edmund iba a descubrir a Hannah?
Espero que os haya gustado el capitulo :)
¡Que tengáis un buen comienzo en la escuela!
¡Besos!
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