Episodio V: El sátiro de Hawái
Siento la demora, pero tengo que centrarme y acabar mi otra historia. Para principios de abril continuaré El Portal; pero por ahora pueden leer este nuevo capítulo.
Se despide Green-ink18
Hacía calor, demasiado calor.
Esa ráfaga de aire que nos había golpeado a nuestra llegada desapareció rápidamente, siendo sustituida por los rayos de sol que incidían en todos los cristales de los coches aparcados a los alrededores, haciendo imposible la visión. Cuando por fin dejé de estar cegada por culpa de los coches me di cuenta de donde estábamos.
Estábamos frente un gran edificio moderno. Se encontraba a primera línea de playa, y la puerta, rodeada de aparcamientos, daba a este paisaje arenoso pegado al agua. La gente estaba jugando y tomando el sol y no parecía que nadie se hubiera percatado de nuestra presencia. Lo que fue un alivio.
Mientras miraba las olas del mar me vino a la cabeza la imagen de una niña. De unos ocho años, baja y pelirroja, con pecas y ojos claros. Mirándonos a Zack y a mí apareciendo de la nada delante de ella mientras su helado cae al suelo de la impresión. Toda una escena de película.
En ese momento no pude contener una risa tonta, y Zack enarcando una ceja me preguntó:
-¿En qué piensas? -el chico se puso delante de mí y me levantó de la cintura, girándome hacia la puerta del hotel-. Bueno, luego me lo dirás, ahora habrá que coger la habitación.
Cogí mi maleta y a Windy, que iba transformada en una gata pequeña. La Shix se escondió en mi maleta, y se encerró en ella para que no la vieran. Me acerqué a la puerta pero Zack se me adelantó, la abrió y la mantuvo así dejándome espacio para entrar yo primera.
-Gracias -le agradecí mientras plantaba un sonoro beso en su mejilla. Fue algo extraño hacerlo, pero no puedo mentir diciendo que fue desagradable o molesto.
-Las damas primero, y por esas propinas lo hago mil veces si hace falta -se acercó un poco a mí mientras hablaba, y me hizo sonrojar y soltar una ligera risa al ver su cara de payaso.
Cuando logré dejar de reír y mi sonrojo de volvió más tenue, o eso supuse, alcé la vista y observé el interior del hotel.
Era de aspecto salvaje, y eso que por fuera no era nada parecido a aquello. Las paredes estaban forradas en un papel pintado que simulaba una selva. Algunas eran lisas, de tonos verdes brillantes, y todas estaban recorridas por un gran espejo horizontal. Los techos eran altos y de ellos colgaban lámparas que parecían ramas de sauces, todas de tonos verdes y marrones, que daban al lugar más aspecto de salvaje.
Todo el mobiliario imitaba el bambú, y los trabajadores llevaban trajes de camisa verde y pantalones ciclistas beige.
La mujer del mostrador era joven, piel morena y ojos y pelo oscuros. No podía tener más de veinticinco, y mostraba una constante sonrisa. Al principio me pareció encantadora, pero esa sonrisa que no se movía de su sitio me inquietaba, y acabó dándome repelús.
Después de estar hablando un rato nos entregó las llaves, o más bien se las dio a Zack que era el que la había estado escuchando, porque yo solo hice que la escuchaba mientras miraba a todos lados evitando su maligna sonrisa.
Luego mi compañero me despertó de mis ensoñaciones y me dijo que viviríamos en el tercer piso, en la habitación 201. El chico me agarraba con cariño de la mano, y cuando nos acercamos al ascensor para subir, me vi reflejada en el espejo.
Me sobresalté, aunque eso era obvio. Después de vivir un año con el pelo verde y ahora verte de morena es un cambio radical. Me acerqué al espejo y me toqué la trenza que antes había sido de un verde único y que ahora era de un común marrón claro. Por suerte para mí, mis ojos seguían siendo verdes, no el verde brillante de siempre, pero era verde.
Zack se acercó a mí y me agarró por la cintura, apoyando su barbilla en mi hombro y mirándose en el espejo. Sus ojos eran mieles, no el dorado que acostumbraba, y su pelo era más blanquecino, más rubio platinado. El chico me miró y luego miró a la chica reflejada en el espejo.
-¡Qué suerte tengo! -Alzó la cara de mi hombro y conectó sus ojos con los míos.
-¿Y eso? -fruncí el ceño y él me sonrió cariñosamente, tocando mi nariz con su dedo índice.
-Porque soy el único que puede ver lo bella que eres. -El chico se acercó a mí y apoyó sus labios sobre los míos unos segundos. Sus labios eran más cálidos que la primera vez que los probé, pero mantenían ese gusto fresco de la menta, de él.
Al segundo me sonrojé al ver como un trabajador nos observaba. El chico parecía el ocupado de llevarnos las maletas, y estaba parado como quien no pinta nada, mientras nosotros nos besábamos. Zack miró al chico de las maletas y le dirigió una mirada asesina antes de hablar.
-¿Vas a subir ya las maletas o te tengo que dar una invitación? -No parecía muy contento, y su mirada mataría a cualquiera.
-Voy. -El chico estaba temblando de miedo. Y no lo dudé, cuando Zack se enfada puede dar mucho miedo. Aunque quien le culpa, si se es mitad dragón es de lógica intimidar.
-¿Y eso? -me puse delante suya e intenté no sonar enojada, pero me había molestado un poco como había tratado al chico.
-Nada, que tenía que entrometerse -bufó sonoramente y agachó la mirada, visiblemente enfadado.
-¿Qué? -no entendí a que se refería pero él tampoco hizo nada por explicármelo.
En ese momento, el ascensor llegó y pudimos entrar en él.
Era bastante grande, lleno de espejos y decorados verdes. Al parecer a los del hotel les gusta el color verde. Me caen bien...
Cuando entramos me di cuenta de una cosa. Por muy grande que parezca un ascensor no sirve si después de ti entran otras veinte personas.
Estábamos apretados, y tenía la nuca de una mujer delante de la cara.
Cuando nos paramos creí que ya se había acabado, y luego me di cuenta de que solo estábamos en el primer piso, y nuestra habitación está en el tercero.
Algunas personas salieron, pero entró una familia con un niño que no paraba de pegarme patadas en la pierna mientras sus padres no miraban. Pero por suerte las patadas no dolían apenas, el entrenamiento me había hecho a prueba de patadas de críos.
Pero aún con eso, el niño había conseguido molestarme, y cuando intenté ver donde estaba Zack lo encontré entre una pareja. Ellos eran algo obesos y el chico estaba aplastado en medio como si no existiera. Levanté la mano cuando llegamos al tercer piso y salí, aunque tuve que esperar un poco para ver a Zack.
El pobre tuvo que salir esquivando gente. La mayoría se pone a dar codazos, pero si él lo hubiera hecho, con la fuerza que tiene, se habría llevado a más de uno por delante.
Por fin estábamos ya fuera, y mientras Zack recuperaba el aliento yo busqué nuestra habitación. Esta estaba al final del pasillo, y la contigua estaba vacía, por lo que si ocurría algo nadie lo oiría. Bien pensado.
Me acerqué a la puerta y llamé a Zack. El chico estaba dando indicaciones a unas chicas rubias mientras estas se reían. Ambas eran bastante bonitas, y según sus gestos estaban coqueteando con Zack de forma bastante obvia a mi parecer, pero él no hacía ni caso.
Además las chicas no parecía que hablaran inglés.
Zack se acercó a mí cuantos las rubias se fueron por otro pasillo y abrió la puerta de nuestra habitación.
Esta era azul y celeste claro. Había dos camas separadas por dos mesitas de noche de mimbre. Un gran armario, un escritorio y una puerta que daba al baño privado. Las camas eran grandes, cabíamos perfectamente.
Aproveché y me tiré en la cama de un salto mientras Zack se sentaba en la silla del escritorio. Soy la única que todavía es un poco niña.
-¿Quiénes eran? -le pregunté, refiriéndome a las rubias, mientras intentaba sacar una sonrisa, cosa que me fue imposible.
-¿Quiénes eran quien? -preguntó él de nuevo con gesto confuso intentando entender lo que le preguntaba.
-Las chicas de antes -le respondí rezando por que supiera ya de quienes estaba hablando.
-Ah, son unas españolas que no encontraban el baño del piso. -El chico se acercó a mí y levantó una ceja mientras sonreía-. ¿Qué? ¿Estabas celosa?
No lo había pensado. En el campamento mientras le veía hablar con las otras chicas no me molestaba, aunque creo que era porque las conocía a todas. Pero no es malo. ¿No?
-Un poco -lo dije sonriendo y el chico puso una cara de extrañado exagerada. Por lo que se ve no se imaginaba esa respuesta-. ¿Qué? ¿Por qué me miras así?
-Bueno, no me imaginaba esa respuesta. Normalmente decís: "¿Qué? ¡No! Que va, no estoy celosa". Y luego os enfadáis o algo así. No creía que fueras a decir eso -Zack lo hizo imitando a "las chicas pijas con mucho pavo" que era como las llamaba él.
-Si tú crees que querer que alguien hable contigo en lugar de con otra es malo... -yo me estaba girando haciendo que me molestaba cuando Zack se me acercó y me agarró de la cintura.
-Querías que hablara contigo en vez de con otras -Zack se acercó a mí y me besó dulcemente. Sus labios eran cálidos y dulces, con su toque de menta y su mirada me derretía al momento.
El chico me estuvo abrazando hasta que llamaron a la puerta. Me levanté y abrí un poco la puerta para ver quien llamaba.
Al otro lado estaba el chico de las maletas de la otra vez, y le invité a entrar a dejar las maletas. El chico entró temblando, y se puso peor cuando vio a Zack mirándole desde el borde de la cama.
Al segundo el chico se puso blanco de golpe, y comenzó a tragar costosamente. Sus ojos estaban aterrados y los de Zack tenían rastros de diversión. Le gustaba dejar en evidencia al chico. Parece que le ha echado el ojo y le va a estar molestando todo el tiempo que estemos aquí.
El chico dejó las maletas al lado de la que sería mi cama mientras yo le observaba de lejos. Miró extrañado las dos camas y luego nos preguntó:
-¿No son pareja? -se había dirigido a mí y yo iba a contestar cuando Zack habló.
-¿Y qué pasa si lo fuéramos? -El empleado tragó sonoramente, dándose cuenta del error que había cometido, e intentó arreglarlo.
-Pues... Hay dos camas -Poco a poco comenzó a sonrojarse de la vergüenza, y a Zack le hacía cada vez menos gracia. Podía ver el miedo del chico y la furia de Zack, así que tuve que intervenir.
-Mira, no sé cómo te llamas así que te diré chico. Chico, somos clientes y creo que no deberías meterte. De verdad, seguro que eres un encanto, pero preferiría que no hablaras de eso. Es un tema personal y creo que no eres ni mucho menos un apegado a nosotros o suficientemente conocido como para hablar sobre ello. -Lo dije todo de golpe, sonriendo para que no sonara borde y con la mejor voz que pude. Al chico no le sentó muy mal, y se dispuso a salir de la habitación después de disculparse.
-Lo siento, es verdad. Soy bastante entrometido. Les deseo unas bonitas vacaciones. -Hizo un saludo de despedida inclinando la espalda completamente, de forma que se podía ver los zapatos.
No me di cuenta hasta ese momento del aspecto del chaval. Era bajo, posiblemente tenía unos dieciséis. De pelo y ojos oscuros. El pelo lo llevaba largo, a la altura de los hombros. Su piel era oscura, y se parecía mucho a la chica del mostrador.
Estaba pensando en mis cosas cuando algo brilló debajo del pelo del chico. Parecía un pendiente. No lo había visto antes por la cantidad de pelo que lo tapaba, pero cuando el chico levantó la cabeza pude verlo. Era marrón, y parecía una pequeña piedra que no dejaba de brillar.
En ese momento recordé las piedras que los lind tenían para parecer personas. Estas brillaban mientras estaban en uso, y por eso los lind las escondían muy bien. Las marrones eran de sátiros. A sí que inconscientemente cogí al chico del brazo cuando se iba a ir de la habitación y lo hice chocar contra la pared.
Lo tenía acorralado y podía notar a Zack detrás mía levantándose, seguramente pensando que estaba loca.
El chico estaba asustado, y sus ojos eran como libros abiertos. Con una gran cantidad de sentimientos sinónimos de miedo. Le agarré por el pecho para que dejara de moverse, y como yo era mucho más fuerte que él acabó aplastado contra la pared. Aproveché cuando lo tuve sujeto para hablar con Zack:
-Es un lind -Zack abrió los ojos como platos, y se quedó mirando al chico-, cierra la puerta ¡Rápido! -El sátiro había intentado gritar, pero por suerte el pasillo estaba vacío. Zack cerró la puerta y se puso a mi lado. Debo recordar hacer un hechizo de insonorización...
-¿Cómo lo sabes? -Zack parecía impresionado, pero todo fue pura suerte, y muchos reflejos.
-He visto su piedra -En ese momento aparté el pelo de su oreja derecha, en la que recordaba ver el brillo, y ahí estaba. Una redonda piedra marrón del tamaño de una perla pequeña colgaba de su oreja. Esta estaba constantemente brillando.
Yo, de golpe se la quité y de repente dejó de funcionar. El chico tenía ahora unos pequeños cuernos en la cabeza y sus pies eran pezuñas. Le solté al verle así de golpe y el chico nos pidió que no lo matáramos.
-¡Por favor! Dejadme ir, no diré nada, os lo prometo... -El chico se agachó y se arrodilló ante nosotros.
-Calla y dinos la verdad y a lo mejor no te hacemos nada. ¿Tú estas con los rastreadores? -Zack le preguntó en un tono grueso y rudo, muy diferente al que usaba conmigo.
-No. ¡Por favor, no me matéis! -El chico estaba empezando a jadear y posiblemente en cualquier momento se desmayaría. El pobre no sabía si había respondido bien, pero aunque fuéramos rastreadores nos habríamos dado cuenta de que mentía y habría sido peor.
-Espero que no nos mientas, porque nosotros estamos en contra de los rastreadores. Y si no nos crees, mira ahora mi aspecto.
Cuando dije esas palabras el chico levantó la mirada, esta estaba llena de lágrimas y su nariz y mejillas estaban coloradas. Le enseñé rápidamente mi tatuaje y cuando me observó bien abrió los ojos como platos e intentó decir algo mientras me señalaba, pero las palabras no llegaban a formularse.
-Somos los Guerreros Mitológicos enviados. Os ayudaremos e iremos a Mirec. -Le sonreí y le dejé un poco de espacio. Debía de estar en estado de "shock".
-Entonces, ¿no sois rastreadores que han encontrado a mi familia? -Ofrecí a el chico mi mano y el la cogió asustado mientras se ayudaba en mí para levantarse. El chico estaba hablando mientras temblaba por lo que decía.
-No. -Zack había empezado a hablar pues estaba un poco desplazado y había aprovechado mi silencio para darse a ver-. Queremos hablar con tu familia. Nos vamos a alojar aquí un tiempo y si nos podéis dar información de otros lind y semi-lind que necesiten ayuda estaremos encantados de darla. Somos guerreros dragones, no tenemos miedo a los rastreadores, hemos sido entrenados para protegeros, y si no confiáis en mí, confiad en vuestra princesa.
En ese momento el chico se giró bruscamente hacia mí, estaba mirando a Zack mientras hablaba, y cuando me nombró por princesa el sátiro se giró con los ojos nuevamente abiertos como platos.
-Sí, soy la princesa. Vosotros sois mi pueblo, y por ello os protegeré. -La verdad no sé cómo no me sorprendí al oír a Zack decir eso. Pero bueno, creo que he reaccionado bien, como debe hacerlo una persona, o una princesa, mejor dicho.
-Wow, esto es genial. -El chico se estaba emocionando a medida que oía nuestras palabras-. Ya volveremos a tener esperanzas. Y tú eres nuestra princesa -dijo señalándome a mí.
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