Muerte Rápida.

Día a día sucumben a sus impulsos, dejándose llevar por los venenos que acumulan dentro de si en sus años de vida saltan hacia el vacío donde deberían hallar su muerte con una soga atada a la cintura para volver al punto de inicio, desafiarme, una grave falta de respeto que no he aprendido a tolerar... Aunque no pienso hacerlo.

Cuando el paracaidista salta y abre el paracaídas, sin mas ceremonia que un movimiento de manos, hago que las cuerdas se rompan como cortadas limpiamente.

En un intento desesperado por salvar su vida descubre un paracaídas de emergencia, pasa lo mismo que el anterior.

Cuando el paracaidista finalmente aterriza sobre las copas de unos árboles, me detengo un momento a ver su desfigurado rostro, sus fosas nasales sangrantes y sus manos que aún se mueven entre veces.

Después de repetir el mismo proceso de día tras día, el cual me ha hartado desde el principio, voy a por mi siguiente víctima, sin más ya estoy ahí, un hombre joven, en un traje algo elegante bastante maltratado, con la cara llena de moretones y  su labio inferior sangrando estaba atado a una silla de madera frente a cuatro hombres con armas de fuego en la mano... Apostadores.

No tengo tiempo para tomarme descansos, uno de los hombres aprieta el gatillo apuntando hacia el joven atado a la silla.

Como se imaginan por mi voluntad.

Repito el tedioso proceso de siempre y envió al hombre al infierno...

— Ahi se va la mayoría -digo para mi-.

Mi trabajo continúa sin descanso, debo decir que algunas veces, bueno en muchas ocaciones he cosechado las almas de gente que no está en la lista, pero, lo hago por que se lo merecen... ¿Me creerían si se los digo en persona? Digo... Podría ser su turno ahora.

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