I. El comienzo de una aventura
Me hallaba allí, apoyada en un viejo roble que había presenciado durante su longeva vida acontecimientos pasados hasta el día de hoy. Entre mis dedos bailaba el suave tacto de un pergamino con un mapa dibujado, dónde me conduciría hasta mi siguiente destino. Poniente era uno de los lugares más importantes según me habían comentado los modestos viajeros que me habían acompañado a bordo de un peculiar barco pesquero. Aún era difícil de creer que hubiese recorrido gran parte de Essos, para mí era todo un progreso que siempre llevaré en mi memoria. Pude adquirir diferentes conocimientos por medio de personas importantes con las cuales, por suerte me había cruzado en mi travesía; Para mí era todo un honor conocer todas las culturas e idiomas de cada lugar que visitaba, me parecía verdaderamente interesante todo lo que estaba experimentando.
Lo mejor que me había ocurrido fué conocer a Lady Sybill Tins. Durante mi travesía, por las tierras lejanas de una isla pérdida en el norte fue dónde se aconteció nuestro primer encuentro, lo recuerdo como si fuera ayer; Cada detalle, cada palabra, cada gesto... Sentía todo a flor de piel en estos precisos momentos.
Unos hombres me habían secuestrado y Lady Sybill que se encontraba cerca en el momento oportuno, me salvó la vida. Siempre le estaré eternamente agradecida.
Durante el transcurso de la lucha contra esos bandidos tuve claro que la protegería hasta el final de mis días. Así lo hice ese día, le devolví el favor con gratitud. El mejor recuerdo fué sin duda nuestra unión...
—¿Podría preguntarle algo si no es molestia? –Le pregunté a la joven noble
—Podéis siempre preguntar lo que queráis, otra cosa es que os pueda
responder. –dijo ella mientras frenaba a su caballo. —O que la respuesta que os dé sea de vuestro agrado.
—Uhm.. me resultais interesante y creo que podría aprender mucho si viajará con vos.
—¿De verdad queréis viajar conmigo? –dijo ella, que aunque estaba sorprendida disimulaba su asombro con una leve sonrisilla confiada.
—Claro, además creo que podría seros de gran ayuda en vuestras largas travesías. Podría ayudaros a traducir los escritos más difíciles o crear un mortífero veneno –Dijo mirándola a los ojos totalmente decidida. —Mi intuición me dicta que sería un gran paso hacia el conocimiento.
Precisamente de venenos voy bien servida pensó y soltó una leve risa. Acto seguido, estiró el brazo hacia ella con intención de estrechar su mano grácilmente. —Me volveré a presentar. Soy Sybill Tins, y ahora podéis llamarme "mi señora"
No pude evitar embozar una sonrisa con levedad estirando mi mano que al tacto era áspera y fría como un témpano de hielo. La estreche con la suya, la cual era más cálida —Estaré a vuestros servicios mi señora. Seré el escudo que la protegerá de cualquier amenaza
—Eso está bien, muy muy bien. –soltó su mano manteniendo su sonrisa.
—Marchemos pues, querida, hay cosas que hacer.
Hugin, el cuervo que me acompañaba siempre a todas mis remotas travesías, me despertó con sus graznidos de mis más profundos recuerdos, era sorprendente, había transcurrido un año aproximadamente desde todo lo que ocurrío.
Durante ese año conocí a sus protectores y familiares; Lord Stain
Gribb, el señor de Nueva Gribbland, de apariencia tosca y seria. Su presencia infundada el mayor de los respetos. En su fortaleza ocultaba fuentes de conocimientos provenientes de su biblioteca. Me enseñó su idioma, el cual necesitaba apresuradamente aprender. Su fiel mayordomo Arion Artemis, sigiloso y observador, es un bailarín del agua proveniente de Braavos. Me demostró con su protección que aún existía la lealtad y el coraje. Lord Duncan es el hermano de Lord Stain, lo considero un hombre de gustos refinados y sibaritas, siempre lo encontrabas negociando o apostando. Nerian Pendragon es un hombre que provenía de lejanas tierras como yo. Tenía el honor y la modestia de relatarme sus hazañas y aventuras que me encantaba escuchar. Elric Devoir es un joven con talento, había llegado a comandante a sus prematuros inviernos. Tuve el gusto de compartir tardes junto a él, mostrándole todos los conocimientos que adquirí durante mis viajes. También aprendí a usar otros tipos de armas para defenderme.
Hugin volvió a graznar impaciente, por lo que acaricié su plumaje. Decidida a avanzar hacía Poniente me retiré con delicadeza del roble que me había transmitido toda la calma y seguridad que necesitaba para poder continuar. Por última vez, lo acaricié sintiendo el tacto rugoso pero reconfortante de la corteza.
Sin apenas haberme dado cuenta, había dejado las ciudades libres de
Volantis atrás, adentrandome a través de un transitable sendero que atravesaba un denso bosque bastante peculiar a mi parecer. Al contemplarlo todo, me percaté de que los árboles parecían anunciarme la bienvenida; la brisa se ocupaba de mecer sus ramas envueltas de hojas rojizas que revoloteaban a mi alrededor a medida que avanzaba.
Después de un buen tiempo caminando, me detuve frente al río Volaena a refrescarme el rostro y las muñecas. La calor era sofocante
para mi pesar. Al terminar alcé la mirada encontrándome inexperadamente a un niño de unos 10 inviernos aproximadamente, que me observaba curioso desde el otro lado de la rivera. Llevaba unos atrezos desaliñados de colores pobres que no parecían provenir de la nobleza. Todo lo contrario. Sus ojos verdes estaban en todo momento fijos sobre mí, como si esperará a que me decidiese a romper el silencio. Le sonreí con simpatía mostrándole que no era ninguna amenaza y a pesar de su desconfianza hacia mí, no retrocedió
ni un solo instante. Justo cuando voltee el rostro hacia mí equipaje supe que aquel niño se había ido, la hojarasca había delatado la intención de irse hacia otro lugar. Volví a enfocar la mirada al lugar donde antes había estado aquel extraño niño sintiendo por un momento como alguien posaba su mano sobre mi hombro. Aquel niño se las había ingeniado para cruzar el rio que nos separaba.
Ajena a mi curiosidad procedí a hablar con el pequeño —¿Necesitas mi ayuda? –le pregunté duditativa al ver que no se dignaba a hablarme.
Esperaba alguna respuesta después de mi pregunta, pero sus labios no
se movieron ni unos centímetros, simplemente me abrazó sin decir
absolutamente nada, sorprendiendome por lo que hizo. Lo abracé notando sus incesantes latidos que escondían un profundo secreto que aún no quería desvelar. Trataba de calmar su angustia transmitiendole mi calidez, mediante una dulce melodía que en mi niñez me solía cantar mi madre durante las noches del gélido Norte.
Cerré mis ojos con un atisbo de serenidad notando como me invadía una gran nostalgia. Me hacía recordar de donde provenía y todo lo que había dejado atrás junto a mi querida Aldea natal, que se situaba fuera del mapa geográfico, perdida entre las escarpadas montañas. Mi Aldea no tenía un nombre específico para identificarla, pero solía ser nombrada desde hace generaciones como "La tormentosa" por las tempestades que se formaban alrededor. Por una extraña razón aquel fenómeno atmosférico me tranquilizaba junto a las melodías de mi madre, era lo único que hacía evadirme de la firmeza y autoridad que empleaba mi padre sobre mí cada vez que no hacía algo correctamente desde su perspectiva.
Permanecer en mi hogar implicaba no poder hacer lo que realmente sentía mi corazón, por lo cual yo había tomado una importante decisión a los recién cumplidos 14 inviernos. Era consciente de que tenía que dejar atrás y renunciar a mis seres queridos. Mis hermanas Laryssa, Ingrid y Denik me apoyaban en la decisión que había tomado y les prometí con el corazón en mi puño que les escribiría durante mi travesía para que supieran de mí. De mi padre no recibí apoyo alguno, no comprendía en absoluto mi decisión, estaba centrado en si mismo como para entenderlo. Su tosco rostro reflejaba por completo la rabia que sentía. Golpeo con fuerzas una de las mesas del gran salón de ceremonias y me retó a que superase la prueba de valentía definitiva que se
regía sobre los jóvenes aunque eso implicara morir en el intento. Me tenía que convertir en una guerrera para escapar de su tiranía y así lo hice; después de dos largos años de intenso y desmesurado entrenamiento, tuve que mentalizarme antes de precipitarme al vacío, deseando finalizar esta pesadilla llamada matanza. Jamás olvidaré los rostros de algunos de mis seres queridos que pedecierón por mi culpa, muy a mi pesar era consciente de la carga que iba a llevar durante toda mi vida.
Actualmente mis remordimientos seguían atormentandome de vez en cuando. Abrí mis ojos lentamente observando que había oscurecido. El niño estaba dormido en mis brazos calmadamente, por lo que decidí
quedarme esta noche acampando aquí. Suspire profundamente mirando las estrellas, sintiéndome una vez más libre de mi tormentoso pasado..
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