Epílogo

Un hombre vendado de pies a cabeza que llevaba puesto encima una capa negra cubriendolo y un gran sombrero de copa caminaba por un prado en la mitad de la noche mientras la luna alumbraba su camino y las estrellas curiosas observaban.

Desde aquel fatídico día en el que tuvo la necesidad de matar a la única luz de su vida, sus dias pasaban lentos y sin sentido alguno.

Con un ramo de flores en la mano conformado por rosas blancas y azules, narcisos, azucenas blanquecinas, se acercó a una lápida, a la única en aquél prado de flores.

En esta se remarcaba lo siguiente en la parte de arriba: "Aquella cuya vida nunca desperdició".

Después de eso estaba la fecha de nacimiento y defunción de la mafiosa para el final mostrarse un tallado de un lobo aullando a la luna que debajo tenia una palabra: "Always".

-nunca dejaras de ser asi ¿verdad sobrina?- dijo con tristesa a la lápida mientras dejaba el ramo y recordaba los momentos que paso con ella desde que la conoció.

Cada sonrisa, enojo, lagrima derramada. Cada misión cumplida y cada felicidad que ella le otorgo.

Esos recuerdos al final dejaron escapar un lágrima al carcelero cuyo corazón nunca debia ser blando, ahora estaba llorando por la única persona que logro hacerlo sonreír después de tanta amargura.

-"Tío no llore"- dijo una voz.

Bermuda pensó que eso era por el sentimiento de tristeza que lo embargaba y se dejó llevar por el.

-"A mi no me gusta verlo llorar"- dijo la voz otra vez.

El carcelero levanto la cabeza sin poder creer lo que veía, era una joven de cabellos negros como la noche que cargaba una vestido blanco se ondeaba elegante por el viento nocturno.

-Genesis...-dijo Bermuda sin poder creerlo.

-He vuelto tio bermuda- sonrió la joven al carcelero.

Continuará...

Eso es todo por hoy
Morita se despide
Ciao ciao

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