6: Delicia

—Buenos días, dormilona. —Colin le repartió besos en la cara.

Emma abrió sus ojos, encontrándolo parado junto al sofá. Entonces, no fue un sueño. Lo había recuperado la noche anterior. A esa hora de la mañana, aún no era consciente de que, en realidad, nunca lo había perdido. Colin estaba encorvado hacia ella, por lo que pudo agarrarlo de la mandíbula con sus manos, levantó su cabeza para darle besos en los labios. Anoche se habían quedado dormidos en el sofá, abrazados, y no había sido de lo más cómodo, bueno, no para él, que sus piernas sobresalían del sofá, pero no pudo despertarla a la madrugada para llevarla a su cama, pues era un ángel durmiendo plácidamente sobre el pecho de él.

Un ángel hermoso y algo baboso.

Esa mañana, ella se había despertado al mismo tiempo que él, cuando sonó el despertador, pero volvió a dormirse en cuanto le puso una almohada para abrazar. Colin estaba bañado, vestido, y peinado. Debía marcharse en unos cinco minutos.

—No es día hasta que salga el sol, mi amor.

Colin rio, dándole otro beso.

—Son casi las seis. Tu despertador también sonará en cualquier momento.

—No, porque lo apagué anoche.

Él se sentó en el borde, y le dijo:

—Tengo que irme, corazón.

Y no quería. Deseaba cargarla hasta su cama y dormir con ella hasta el mediodía.

Emma se sentó en su mismo lugar, y se inclinó a abrazarlo. Colin la sujetó de la nuca, en medio del abrazo, y le dio un largo beso en la cabeza, mientras miraba al frente, preguntándose si lograría vencer el día sin extrañarla.

—Te amo —dijo ella.

—Pero yo te amo más fuerte —hizo que lo mirara a los ojos, levantándole la barbilla. Le acarició las mejillas con sus pulgares, y le dio besos en los labios, en la frente. Iba a seguir dándoselos hasta saciarse, y eso parecía que nunca iba a pasar—. Puedes quedarte todo lo que quieras. Me hubiese gustado poder llevarte a tu casa.

—No te preocupes. Llamaré al chofer ahora —flexionó sus piernas, abrazándolas.

—Te amo mucho.

Emma sonrió, mordiéndose el labio.

—Cole, yo te amo mucho más —le dio un pequeño empujón en el hombro—. Vete ya. Tómalo con calma.

—Lo intentaré... solo porque me lo pides tú —bromeó.

Se estaban refiriendo a Cohen, a Mónica, a todo con lo que se topaba y tenía el poder de estresarlo.

—Háblame al mediodía —le pidió.

—Siempre —besó la mano de ella.

⠀⠀⠀⠀

Jake se encontraba leyendo las noticias matutinas en una tableta cuando un empleado se acercó.

—Parece que la señorita Emma llegó.

—No me gusta estar sorprendido, Jeffrey.

Entreabrió la puerta principal, espiándola. Emma bajó de la camioneta, y lo único que tenía de distinto era el nulo lápiz labial. Jake cerró la puerta, retrocediendo unos pasos. Esperó, y esperó. ¿Cuántos tiempo podía llevarle atravesar el caminero hasta la casa? Entonces, por fin escuchó la llave introduciéndose en la cerradura.

—Buen día, Emma Miller.

Emma se quedó estática, sosteniendo el picaporte, por un par de segundos.

—Buen día. ¿Te caíste de tu cama? —entró, y cerró la puerta detrás de ella.

—No. El despertador de Bianca se cayó por la ventana.

—Ah —caminó lentamente hacia las escaleras, de donde Gael bajó a toda máquina con ropa deportiva.

—Emmy —dijo.

Emma juntó sus manos, diciendo:

—Buen día, Gael —lo pronunció formalmente.

—¿Y? ¿Valió la pena el sacrificio para encontrar esos zapatos? —le preguntó.

—Totalmente. Aunque no los usé como tenía pensado —contestó, esforzándose para no sonreír mucho.

Jake observó los tacones de Emma. Ojalá pudiera entender de qué demonios estaban hablando, pero no se iba a meter por mucho que quisiera el chisme. Todos habían hecho mejoras internas en el último año. Él, por ejemplo, estaba trabajando en terapia para deshacer lo dependiente emocional que era del bienestar su hija de 21 años, y eso implicaba soltarla. Creía que había pasado la prueba el día en que Emma le informó, por primera vez, que iba a dormir en el departamento de Carla, pero no fue hasta anoche que se dio cuenta de que esa solo había sido una pre prueba. La prueba real la recibió cerca de la medianoche, ayer.

Florecita: Dormiré en el depa de Colin.

—Bianca —Jake la sacudió para que despertarla—, dormirá en el departamento del chico.

—¿Qué pasa? —Bianca giró a verlo, toda adormilada, en la cama.

—Respóndele tú. Yo no puedo hacerlo —le pasó su celular, y se quitó sus gafas para frotarse los ojos.

Emma había recibido un pulgar arriba que claramente no había sido mandado por su papá, pero no le dio importancia. En ese momento, estaba hablando con Colin, en el sofá, riéndose, besándose.

Ese par había regresado, y Jake no necesitaba que se lo dijeran para saberlo. Estaba feliz por eso, por ella, por ellos. Cada miembro de la familia se había impactado cuando, una noche de diciembre, Emma les informó que Colin y ella habían decidido pausar su relación por tiempo indefinido; a decir verdad, vieron el hecho como el mismo fin del mundo, es que ninguno creía que eso de darse un tiempo fuese real, o sea, las personas usan esa excusa todo el tiempo para terminar, es como la frase que se utiliza para que el impacto sea un poco menos doloroso. En ese momento no tenían idea de que realmente se habían dado un tiempo, hasta que Colin comenzó a reaparecer en la casa, con su cara de amarrado por un hechizo lunar. Seguía tan enamorado, y ella seguía tan enamorada, que no surgieron más dudas sobre que en algún momento iban a regresar.

Ahora, soltar a Emma implicaba confiar en las decisiones que ella tomaba. Como la de dormir con Colin.

—¿Irás a tu clase de yoga? —le preguntó.

—Hoy no. Ya le avisé a Gen. Me siento rebosada de inspiración —sonrió, moviendo los dedos de sus manos con entusiasmo—. Pero antes saldré a correr, y todo eso. ¿Dónde está Estela?

—En la sala —contestó.

—Mi niñita. —Emma habló con una vocecita chillona.

Se dirigió a buscar a su gata antes de subir a su recámara para iniciar su día.

⠀⠀⠀⠀

Emma atravesó la puerta del restaurante ubicado en West Hollywood. Había lugar afuera, pero, por alguna razón, ellas estaban dentro, aunque, para Emma, eso estaba bien, porque amaba los grafitis plasmados en las paredes del interior. Había uno de un perro bulldog y otro de un gato persa, el restaurante era pet friendly. Se acercó a la mesa rectangular para cuatro, donde Escarlata, Gen, y Alicia la estaban esperando.

—Hola, chicas lindas —les dijo.

—Oh, wow. Miren esa sonrisa. —Escarlata la apuntó con su índice, estaba sosteniendo un vaso de jugo de zanahoria con manzana—. Hasta quiero olvidarme de que te esperamos 30 minutos para ordenar.

Emma cambió su sonrisa por un entrecejo fruncido que buscaba piedad. Arrastró la silla hacia atrás y se sentó al lado de Alicia, diciendo:

—Lo siento tanto. Estuve inmersa en mi momento creativo —sacó su celular, colocándolo en medio de la mesa, en una foto de un dibujo a lápiz de una reina negra sobre un tablero, era la única de pie, y el dibujo no estaba terminado. Tampoco había que interpretarlo desde el punto de vista del ajedrez. Era una metáfora.

—Es muy bueno, Emmy —dijo Gen, quien estaba sentada frente a ella.

—No sé porqué no te metes a la escuela de arte —habló Alicia.

—Eso es algo que debo analizar bien, Ali —esbozó una media sonrisa fingida.

Emma arrastró su celular hasta su lugar, pero no le dio importancia a lo que dijo Alicia. Las personas vivían preguntándole porqué no lo hacía, y ella nunca les decía la verdad. No se metía a la escuela de arte porque le tenía miedo a la exposición de su alma. Cada producto artístico es el reflejo del alma de un artista, y no le emocionaba la idea de que unos desconocidos conocieran su interior. Tampoco quería que los mismos desconocidos pensaran que tenían derecho a criticar y opinar sobre su arte. Era suyo. Era lo que le dictaba su alma a través de sus manos. ¿Para qué correr el riesgo de que un maestro le destruyera la inspiración llamándola «sin talento»? Pensaba que los maestros son grandes expertos a la hora de destruir carreras artísticas después de los padres. Una vez, Colin le había dicho «En la escuela podrías perfeccionar tus técnicas», pero Emma no quiso escucharlo, lo calló «Me asusta, ya sabes, y estoy cómoda en mi lugar. Ya no quiero hablar sobre eso, Cole», así que Colin no volvió a decir algo.

—Entonces. . . —dijo Escarlata.

Emma sonrió demasiado, y, entre chillidos de entusiasmo intenso, fingió que estrujó algo con los dedos de sus manos, seguramente era su corazón colmado de Colin Oschner.

—Dormimos juntos. En su sofá. Es mi amorcito otra vez.

Escarlata sonrió, diciendo:

—Nunca dejó de ser tu amorcito, Emmy.

—¿Durmieron juntos, Emmy? —preguntó Gen.

—Dios mío, sí, y quise gritar cuando sonó su despertador esta mañana. —Emma se tomó de su frente con sus dos manos, suspiró entre risitas, por ella misma—. Y lloré, cielos, lloré en mi ducha porque me siento tan feliz que ¡aaah! —puso sus manos sobre su pecho, una encima de la otra.

Escarlata estaba sonriendo mientras la miraba, mientras Gen se preguntaba si alguna vez iba a sentir lo que Emma sentía, y Alicia quería saber dónde estaba la supuesta ansiedad social de Emma porque estaba hablando fuerte en medio del restaurante. Entonces, Emma siguió contando:

—Dormí sobre su cuerpo. ¡Fue una delicia!

—Describe delicia. —Escarlata la apuntó con un dedo.

—Delicia como comer un sándwich de helado de Mickey en un día horrorosamente cálido en Disneyland.

—Una vez comí tanto de esos sándwiches que acabé vomitado en la fila de Space Mountain. Que no te pase lo mismo, Emma —le advirtió Alicia, alzando un brazo para llamar al camarero.

Escarlata entreabrió su boca; en cambio, Gen, no lo entendió. Emma quiso no entender, pero... diablos.

—No me empacharé de Cole, Ali —esbozó una falsa sonrisita.

—No fue el mejor comentario, Alicia. —Escarlata no se aguantó. Estaba empezando a crear una teoría loca en su cabeza, y esperaba que la loca fuese ella al pensar así—. En realidad, fue el peor comentario que pudiste dar.

—Dios. Fue una broma, Escarlata. —Alicia bufó—. Estamos felices con Emma, ¿verdad? Todas lo estamos.

Gen apenas se daba cuenta de lo que estaba pasando.

En esa mesa, Colin era un sándwich de helado de Mickey Mouse.

—¿Vamos a ordenar? —preguntó Gen cuando un sujeto con delantal gris se les acercó.

—Sí —respondió Emma, mandando su cabello suelto hacia atrás, viendo el menú que se encontraba sobre la mesa. Alicia hizo un mal comentario, punto, ahora debía dejar que se desintegrara junto con los segundos del día. Alicia no conocía su relación con Colin, definitivamente no la conocía de nada, y, si hubiesen seguido con el tema, le hubiese dicho que, en realidad, sentía que necesitaba más de Colin en lugar de sentirse sobrecargada.

Ya no hablaron sobre Colin, o sobre su noche con él, ni lo delicioso que fue dormir sobre el cuerpo de éste. Eran increíblemente distintas las unas de las otras, pero wow, podían hablar durante horas. Escarlata siempre tenía un chisme que contar sobre los influencers que conocía o sobre como Milena, su rommie, solo salía con patanes. Gen siempre tenía algo que decir sobre algún poemario que descubrió en la semana, resulta que hacía poco también empezó a hacer origamis porque estaba aburrida (Emmy, tienes que intentarlo). Y Alicia siempre se quejaba de su anticuada abuela, quien era la mujer con la que vivía además de su mamá, tenía pensado estudiar gastronomía después del verano, hablaba mucho sobre eso.

—Tengo que atender. —Emma se levantó rápidamente cuando su celular sonó con una llamada de él.

Se alejó de la mesa, fue al pasillo cerca del baño.

—Amor.

Colin sonrió al otro lado, estaba conduciendo.

—Hola, corazón.

—Estoy feliz porque me llamaste —empujó la puerta, entró al baño, y se paró ante su reflejo en los espejos—. Recién terminé de comer con las chicas. ¿Tú que estás haciendo, amorcito? —sonrió, esperando una reacción.

Colin soltó una risita, y dijo:

—Tu amorcito está conduciendo a su departamento. Es miércoles.

—Dios, sí, amorcito.

Colin rio.

Los miércoles por la tarde tenía cita por videollamada con Amber. Sí, Cohen le permitía esa hora libre, hacía ese gran esfuerzo para que su asistente no enloqueciera. También era permisivo con sus citas médicas, aunque éstas eran menos frecuentes que su terapia que seguía siendo una vez por semana.

—¿Comiste bien? —preguntó ella.

—Eh, sí, sí —se metió al aparcamiento del condominio.

—¿Estás bien? —tocó su pendiente de estrellita dorada.

—¿Quieres saber si no enloquecí en el transcurso de la mañana? —rio un poco.

—No. Tú nunca eres el problema ahí, Cole —respondió en tono bajo.

—Bueno —estacionó en su lugar y se sacó sus lentes de sol verdosos—. No fueron amables conmigo, pero lo merecía. Desaparecí todo el día de ayer, también hubiese querido asesinarme si estaba en el lugar de ellos, sabes.

—No mereces que te traten mal. No importa la circunstancia.

Colin se quedó callado, con sus dos manos en el volante. Tomó aire.

—Gracias por recordarme cosas básicas de la vida.

—Te amo.

—Te amo fuerte.

⠀⠀⠀⠀

—¿Y Ali? —Emma regresó a la mesa, y Alicia ya no estaba con ellas.

—La llamó su mamá —comentó Gen, quien estaba leyendo el menú.

Escarlata se estaba tomando selfis con su celular, pero se detuvo cuando Emma se sentó.

—Entonces, ¿nos contarás con mayor detalle lo que pasó anoche? —dejó su celular sobre la mesa.

—Ahora que Ali se fue —añadió Gen.

—¿Qué tiene que se haya ido? —Emma miró a cada una.

De no haber sido por Escarlata, Emma no sería la única ingenua de la mesa 5. Gen había recibido una sacudida de reacción cuando Escarlata le habló sobre su loca teoría cuando Alicia se marchó del restaurante.

—Llámame loca, Emma, pero... —Carla frotó su nariz con un dedo— a mí me huele a un poco de celos. Ese comentario no tenía lugar, y ¿por qué más lo daría? Ali no es mala, no lo dijo por maldad, se me hace que no pudo controlar sus celos nada más.

—¿Celos? —Emma frunció su ceño.

—Debe pensar que tu vida es perfecta o algo así —dijo Gen.

Emma negó con su cabeza, diciendo:

—No lo creo, chicas. Ali es buena amiga.

—De acuerdo. —Escarlata asintió porque lo último que quería era ponerlas en contra.

Tenía esperanza de que Alicia recapacitara sola y pronto. Entre ellas, Emma era la que más avances había tenido desde que se conocieron, pero su vida definitivamente no era un arcoíris, todas debían saberlo, la conocían, y, si estaba donde estaba, en el largo y empinado camino a la cúspide, se debía a que más de una vez había despertado llorando, se había secado las lágrimas, y se había obligado a seguir escalando con el dolor de sus tobillos hinchados. Pero Escarlata también entendía a Alicia. Ver que alguien más tiene un cuerpo socialmente aceptado, también dinero, y novio, y Alicia no tenía nada de eso, estaba estancada en su proceso de sanación. Era compresible, no excusable.

—¿Fueron a cenar, Emmy? —Gen cambió de tema. No porque quisiera cortar el asunto, solo le interesaba.

—Eh. —Emma hizo una bola con el drama de Alicia, y lo lanzó al bote más cercano, dándole espacio a otro drama. Tocó la pantalla bloqueada de su celular, que había dejado sobre la mesa, y contó, en voz baja—: Íbamos a cenar en un restaurante, pero llegó un pianista, y... se le ocurrió empezar con una de Chopin.

—Ay no —dijo Escarlata.

—Perdí la consciencia por segundos —vio hacia abajo mientras seguía contando—: Pasé de estar sentada en la mesa a estar parada en la acera. Hui, es lo único que sé bien. Y me siento estúpida todavía. Es solo música, lo sé, me lo repito contantemente, y me frustra demasiado que tanta repetición no sirva para nada porque me desconecto del presente cuando escucho esas melodías. A Dios gracias porque la gente no la oye a donde sea que vaya.

—No eres estúpida. —Escarlata la tomó de la mano, también a la de Gen—. ¿Recuerdan de la vez en la que creí haber visto al tipo en la calle, mientras yo estaba sola, esperando que el semáforo cambie? Me bajé del auto, y corrí como alma que persigue el diablo. También me desconecté del presente. Corrí como cuatro cuadras antes de notar lo que estaba haciendo.

»Lo más lógico hubiese sido esperar un segundo más, y pisar el acelerador como Vin Diesel, no, lo más lógico hubiese sido mirarlo bien para comprobar que no se trataba de él, pero me desconecté de toda lógica. Provoqué un jodido embotellamiento hasta que la policía retiró el auto del medio de la calle. Y no soy estúpida por eso. No soy estúpida por no poder controlar las secuelas del daño que me hicieron. Ni tú ni Gen lo son.

»Dios. Somos increíblemente fuertes. Sobrevivimos día a día. Emmy, ¿cómo puedes pensar que eres estúpida si cruzaste esa puerta con una sonrisa? Llegaste aquí sonriendo porque tu noche terminó maravillosamente bien. Maravillosamente bien a pesar del pianista. Joder. Si no te hubiésemos preguntado sobre el resto de la cita, tú ni siquiera lo hubieses mencionado, porque tu felicidad es mucho más grande que ese pedazo de tiempo en el que te sentiste prisionera del recuerdo. ¿No te das cuenta?

Emma se quedó callada, viendo hacia abajo.

—Emma Miller. —Escarlata le movió la mano, después las soltó a las dos.

—Tal vez tengas razón —susurró, casi no se la escuchó.

—Amiga, siempre tengo la razón. Siempre —bromeó entre risas. Vio a Emma, quien ahora alzó su barbilla en medio de una cara neutra, porque tenía demasiadas ideas mezcladas en su cabeza; después vio a Gen, ella tenía una leve sonrisa al escuchar las carcajadas de Carla—. Las quiero. A las tres. Emma, no puedo vivir sin tu sonrisa.

Entonces, Emma sonrió de nuevo, y en automático.

—Basta —le empujó la mano.

—¿Te sonrojo? —le guiñó un ojo.

—Por supuesto que no. No te llamas Colin Oschner. —Emma se sonrojó, y cubrió su cara con sus manos al notar lo ardiente que estaba su tez. Escarlata y Gen se rieron al mismo tiempo—. ¿Cómo puede ser que mi amor por él no envejezca? Y nos estamos poniendo viejos juntos.

—22. Oh qué vieja —dijo Gen.

—Él cumplirá 25 en noviembre, ¿saben? Lo conocí cuando aún tenía 22. Mi edad —sonrió.

—¿Y ha cambiado? —preguntó Gen.

—Sí y no. Ha cambiado, mejor dicho, se ha transformado en alguien... más brillante.

No sabía de qué otra forma de describirlo.

En ese momento, Gen decidió que era hora de marcharse. Sin embargo, Emma y Carla se quedaron para comer postre, bueno, Emma se quedó para eso, y Carla no necesitaba apresurarse porque su siguiente actividad del día empezaba en una hora y media. Ordenó un brownie con una bocha de helado de vainilla que se derretía sobre el bizcocho caliente. Tomó un gran pedazo con su cucharita y la metió a su boca. Escarlata observó el postre, y suspiró en silencio, no entendía cómo la gente podía vivir sin temor a engordar. Escribir las calorías de ese postre en su diario de calorías cubriría al menos dos días de comida para ella. Trató de sacarse sus pensamientos intrusivos.

—Sabes, Emmy... —se acordó de algo.

—¿Sí? —la miró mientras saboreaba.

—Iba a decírtelo anoche, pero no quería interrumpir tu cita. Un amigo de Colin me escribió en Instagram —desbloqueó su celular, en tanto Emma tragaba lentamente, pensando en qué amigo, se había olvidado de ese par, hasta estuvo a punto de decirle que Colin no tenía muchos amigos. Entonces, Carla le puso en frente el chat. Alan decía «Hola», y Escarlata lo había dejado en visto—. Le iba a responder como buena persona, sabes, pero no quise ser buena persona —se rio—, bueno, primero quería hablar contigo al respecto, ya que tiene fotos contigo.

—Tiene fotos conmigo porque también es mi amigo. —Estaba sorprendida y a la vez no. Alan debió haber visto la foto que ella tenía con Carla, y bueno, Carla era hermosa, y Alan un intenso—. Debió haberte encontrado en mis fotos. Pero ¿sabes? Cole tiene otro amigo —sonrió, mordiéndose el labio inferior.

Escarlata le limpió el borde del labio con un pulgar, donde se le había quedado trocitos de choco.

—Entonces, ¿no debo responderle a Alan ni por buena persona?

Emma apenas se dio cuenta de que tomó a Alan, y lo arrojó a un contenedor.

—Eh, no es eso. Es que conozco tu tipo de persona, Carla, y Alan no es.

—No quiero salir con hombres, Emmy. Ya no. No después de lo último.

—Lo entiendo, pero Eugene es distinto —le aseguró, tomándola de la mano—. Y ¿sabes? No ha tenido novia desde la prepa, exactamente por un fracaso amoroso que teme que se repita. Has salido con varias chicas en los últimos meses, y ninguna te ha encantado de esa manera. Te regalo un día en el spa si al menos piensas sobre esto.

—¿Un día en el spa? —enarcó sus cejas.

Emma soltó una carcajada, después asintió con su cabeza.

—Te regalo un Louis Vuitton si le respondes el mensaje a Eugene.

—¿El mensaje?

—Sí.

—Emma —se tomó de su frente—, no le hables sobre mí.

—¿Por qué no? —inclinó su cabeza a un costado.

—No sé. Prefiero que una chica que rompa el corazón.

—¡Nadie te romperá el corazón! —la tomó de la mano con fuerza.

—Está bien —resopló—. Pero no me importa qué tan inmaduro suene, te responsabilizaré de todo.

—¿De todo? ¿Aunque sea bueno? —sonrió más.

—Hablas con demasiada seguridad, amiga.

—Porque Eugene es fantástico. Ya verás.

—Ni siquiera sabes si está interesado. Ni siquiera sabes si le gustaré.

—Tienes suerte porque también conozco su tipo de chica, hermana.

⠀⠀⠀⠀

Colin aparcó, apagó la camioneta, y pegó su frente al volante. Le asfixiaba pensar en todas las páginas que debía transcribir a computadora. Cohen se las había dado como castigo por haber faltado; en ningún momento dijo que era su castigo, pero era estúpidamente obvio, no le creyó eso de que estaba enfermo. Debió haber actuado un poco, pero, estando sobrio o sin resaca, no le gustaba mentir sobre su salud.

Tomó la bolsa de comida que tenía en el asiento de al lado, y bajó. En el departamento, se sacó los zapatos, y soltó su mochila junto a la puerta, luego regresaría por ella. Vio el desorden del sofá, con los almohadones aplastados, y no se resistió, necesitó ordenarlo. Cuando por fin iba a continuar su camino a la cocina, notó un papelito sobre el tablero de ajedrez, estaba debajo de la reina negra. Lo tomó. Era una nota escrita en letra cursiva.

Me divertí mucho. Pero la próxima jugaremos algo en lo que seas malo, Oschner.

Tu Emmy.

P.D: Te amo de aquí hasta la galaxia Baby Boom.

Colin sonrió. De pronto, transcribir documentos dejó de parecerle una tortura, aunque seguía tenso. Fue a la cocina, y comió de pie, contra la mesada, había comprado ensalada de atún en la universidad porque ni de chistes se iba a poner a cocinar a las 11 de la noche. Comió rápido, comió hasta la mitad, le inquietaba observar su mochila, donde se encontraba su computadora, los papeles, y todo eso. Agarró la portátil, y la encendió, yendo a su cuarto, primero se iba a duchar. Dejó la computadora sobre su cama, y se sacó su camiseta, entonces, llamaron al departamento. Se abstuvo a maldecir, aunque no creía que se tratara de ella. O tal vez sí.

—Perro, no respondiste mi mensaje.

Era Eugene a través del intercomunicador.

No le respondió porque no tenía ganas, punto.

—Ya —contestó.

Se puso su camiseta, y esperó en la puerta del departamento. Eugene apareció en el pasillo con un six pack de cerveza, estaba usando un short de los Dodgers; se veía relajado, contrario a Colin, quien suspiró después de que chocaran puños. Eugene no hizo caso. Tampoco le pareció anormal. Si seguía suspirando, entonces, lo preguntaría.

—¿Recién llegas?

—Sí. Me bañaré o enloqueceré.

—Bueno...

Cuando Colin salió de la ducha, ya era cerca de la medianoche. Emma le dijo por mensaje que iba a dormir, y él deseó poder llamarla, pero se iba a quedar hablando con ella por al menos una hora, y no podía darse ese gusto. Le respondió con un mensaje de buenas noches, y ambos tuvieron que contentarse con un te amo escrito, y emojis cursis. Tomó su computadora, y salió del cuarto, recogió su mochila, y fue a sentarse frente a la mesa del comedor.

Eugene estaba sentado en el sofá, bebiendo cerveza, y mirando su celular.

—¿Tienes trabajo? —preguntó sin apartar su mirada del móvil.

—Lamentablemente —colocó su celular boca abajo, sobre la mesa, esperando que la computadora abriera un archivo. Supuso que en cualquier momento Eugene se iba a marchar, eso esperaba, porque no quería tener que decirle que esa noche no podía sentarse a hablar.

Eugene se puso de pie, yendo a sentarse en la otra cabecera de la mesa, con la botella en su mano.

—Quería celebrar contigo tu regreso con Emma.

—No puedo beber.

—La cerveza no es para ti. Tuviste suficiente de eso la otra noche, amigo.

—Tengo mucho que hacer esta madrugada —suspiró, y no, no era una indirecta para que se marchara—. Estoy remando en miel. Comencé a detestar lo que hago porque detesto a Cohen. Cada día está más idiota. Desearía que se divorciara, pero eso solo provocaría que sea un idiota divorciado. Me crea conflictos porque lo admiro como científico, pero lo odio porque no me deja salir a las nueve como antes.

—Respira. Le presentarás tu linda renuncia en diciembre.

—Sí que lo haré.

—¿Estás feliz?

—¿Por mi relación? Por supuesto.

—Yo estoy feliz por ambos, Colin.

Colin apartó su mirada de la pantalla para verlo a la cara.

—Gracias —dijo, sin cambiar su expresión seria.

—¿Ya te enteraste que el idiota de Al le escribió a la amiga de Emma?

—¿Cómo podría enterarme? Alan jamás me lo contaría —frunció su ceño.

—Lo dejó en visto —bebió su cerveza.

—Se lo merece por imbécil —volvió a relajar su entrecejo.

—Qué agresivo...

—Vamos. Solo quiere acostarse con ella. Justo cuando dice que va a cambiar, hace lo contrario.

—Ha cambiado demasiado, Cole, y para bien.

—Sí, pero le pedí que no hiciera justamente eso. Carla ya le habrá contado a Emma.

—Bueno. No creo que Al le insista más. No es tan... desajustado.

—Eso espero, porque me moriría de vergüenza la próxima vez que me tope con Escarlata.

—Puedes fingir no saber nada.


¡Hola! Espero que se encuentren bien<3 

¿Qué les ha parecido el capítulo? <3 Poco a poco se van tejiendo detalles de las 3 nuevas amigas de Emmy. Cuéntenme con quién de ellas han conectado mejor<3 Y bueno, ¿será que Emmy diosa del amor logrará su objetivo de conectar a Escarlata con Eugene? Mmm.

Por otro lado, no hay nubes grises, solo un sol radiante y un arcoíris centellante en el planeta de Emmy y Cole<3 Pregunta seria. ¿Qué nombre le pondrías a ese planeta?

No olvides dejar un voto y comentar. Nos vemos en el capítulo 7<3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top