57: Momentos

A la mañana siguiente, Milena fue a buscar a Escarlata, quien había amanecido sobre la alfombra de la sala.

En la madrugada, Olimpia se durmió achicharrada en un sillón con sus piernas largas dobladas, y Esmeralda en la alfombra cerca de Escarlata. Bianca decía que ya no tenía edad para esas cosas, había subido a su recámara cuando ellas se quedaron dormidas. Por otro lado, la sexi novia había despertado sin peluca, acostada boca arriba en el sofá.

Saludó a Milena y le sonrió, aunque no supo qué exactamente le estaba diciendo esta mientras arrastraba a Escarlata hacia el Uber, es que, por el mar azul, se habían dormido en la salida del sol, y Milena tocó el timbre a las 10. Cuando regresó a la sala para tumbarse en el sofá, porque no tenía la fuerza necesaria para subir sus piernas escalón por escalón, se dio cuenta de que Olimpia sí tenía fuerzas.

—Pía se fue a dormir con Bia —avisó Esme desde el suelo. Estaba cansada y padecía jet lag cada vez que se movía de un continente a otro, tan duro era el golpe que recibía que tenía pastillas recetadas para el sueño.

—Señorita Emma —Jeffrey se acercó a la puerta de la sala—, les preparamos un desayuno especial.

—¿En serio? —se tumbó encima del reposabrazos del sofá, doblando su espalda en forma de U.

—Sí. Bianca nos lo encargó anoche. Un desayuno para todas tus amigas.

—Bueno. —Emma miró a Esme—. Dijo un desayuno para todas. Debemos hacer un esfuerzo y comer por ellas.

—Me parece justo —contestó Esme, soltando en quejido a medida que se ponía de pie.

Se sentaron frente a la barra de la cocina y un cocinero les puso una bandeja de panqueques recién hechos frente a ellas, entonces, se quedaron solas. Los panqueques lucían bien, pero Emma cargó en su plato tostadas francesas a por doquier, las bañó en su sirope de miel preferido y añadió arándanos como toque final.

Tenía un hambre exagerada.

Bebió jugo de naranja exprimido mientras Esme le recordaba lo bien que la habían pasado.

—Tus amigas son lo máximo.

—Lo sé —sonrió.

Se habían reído demasiado e hicieron muchas locuras. A Escarlata, por ejemplo, minutos después de que los intrusos se largaran levantando polvo con una Benz, le había entrado la locura y llamó a su Agnes para decirle que la quería, la primera vez que le decía que la quería, y estando borracha; por supuesto, ellas intentaron detenerla porque no le dices por primera vez que le quieres a tu persona favorita mientras estás borracha, bueno, Carla sí, porque, desde que había iniciado su historia con su Agnes, sufrió un retroceso mental y actuaba como una adolescente enamorada. Tal vez esas son las cosas que pasan cuando te enamoras por primera vez habiendo pasado la adolescencia hace medio siglo atrás. Pero regresando a las locuras, obviamente, la batalla con huevos había sido la más grande locura de la despedida de soltera. Esmeralda y Bianca habían vivido cada detalle desde un palco en la ventana, estallaron en carcajadas cuando Alan se cayó de cara mientras corría en dirección a la Benz.

—Gen me recuerda a ti —dijo Esme, comiendo los panqueques bañados en choco.

—¿En serio? —Emma estaba comiendo sus tostadas con las manos, no le importaba ensuciarse con sirope, de hecho, su mano derecha ya estaba gomosa. Pensó en Gen, en cuanto la había abrazado antes de que se marchara, incluso lloró un poco cuando se despidieron a solas.

«—Te quiero tanto, mi Gennie, es que tú no sabes cuánto.

—Ay Emmy... —le había sonreído.»

Quería tomar a Gen del brazo y asegurarse de que nunca más caminara sola.

—Sí. Es callada como tú, la diferencia entre ambas es que tú solo eres callada hasta que entras en confianza —rio.

—Pues —sonrió—, Gennie habla mucho conmigo, pero sí, es callada normalmente.

—¿No tiene novio o sí?

—No, y no habla al respecto. No es un tema.

—Entiendo.

—Gennie es demasiado especial para mí.

—Lo sé —sonrió.

—A veces pienso en cómo sé que se debe sentir con la depresión y la ansiedad y quiero llorar —sus ojos se pusieron lacrimosos, se rompieron de dolor— porque la quiero tantísimo que me va a dar un ataque de algo si a ella le pasa algo. Es una persona hermosa que me motiva a ver más allá de la oscuridad. Es mi mejor amiga y no la hubiese conocido en otra circunstancia, así que valió la pena haber luchado, ¿cierto? —lloró y se secó las lágrimas con la mano que no estaba gomosa—. Valió la pena haber corrido por esa acera mientras todos me miraban como si supieran que estaba manchada para siempre.

—Emmy...—le acarició el antebrazo.

—Estoy tan feliz —se miraron—. Y nadie habla sobre lo complicado que es procesar felicidad y dolor al mismo tiempo —tomó una servilleta para limpiarse la gomosidad, luego, con otra servilleta, se secó las lágrimas que acababan de cesar.

Nada como un breve llanto para limpiar el alma.

—¿Jane está feliz por ti? Por tu boda.

Emma asintió.

—Quiere que le muestre las fotos —sonrió.

—Todos queremos verte de novia —le apretó una mano.

—Sí —dijo una voz detrás de ellas.

Emma sintió una patada en las vísceras cuando su sistema auditivo introdujo esa voz en su interior; sus conexiones nerviosas se encendieron en rojo pánico y mandaron tensar cada músculo.

Sus pesadillas tenían ubicaciones y nombres de calle, sus pesadillas tenían voces y rostros reales.

Esa mañana no podía despertar de un auténtico horror. El trauma le asaltó la mente y de pronto estaba hecha un robot de hojalata: se le enfrió hasta el corazón. Se bajó de la butaca alta sin despegar su mirada de él, de Bruno, de la última persona a quien había visto antes de tomar la maldita decisión de ir al apartamento del asesino de su inocencia. Tenía delante a la última boca que sus labios besaron cuando aún cargaba en su vientre a la mitad de él y la mitad de ella unidos en un ser perfecto.

En ese momento, Bruno se sintió abatido por tanta belleza. Tonto. Incluso conociéndola, asistió sin armadura que lo defendiera del destello de Emma. Pero ¿qué iba a saber él que ella lucía como una mujer y no como Emma? Había pensado que, en la última vez que se vieron, que había sido la primera y última vez que se besaron, ella le había terminado de enseñar su máximo. Tonto.

Emma no tenía un máximo porque Emma no tenía un límite.

—Hola. —Bruno le dio un abrazo repentino.

Las pantorrillas de ella se endurecieron.

Esmeralda sabía que eso iba a terminar mal. Decidió hablar.

—Tú no deberías estar aquí.

Bruno soltó a Emma, quien parecía una muñeca a la que podrían pellizcar y maltratar y no se quejaría porque, sencillamente, las muñecas no tienen vida. Bruno miró a Esmeralda con una cara que no expresaba más que tranquilidad. Había volado del sur al norte, había tenido tiempo de sobra para prever situaciones como esa.

—Emma se casa. No existe otro lugar donde deba estar.

Emma apretó sus puños con fuerza, enterrándose las uñas en sus palmas.

—¿Qué quieres? —fue capaz de decir.

Sus reacciones corporales estaban fuera de control: sudoración, taquicardia y escalofríos. Sabía perfectamente lo que le estaba pasando: estaba reaccionando frente a un falso peligro. Su cuerpo estaba seguro de que a continuación la tomarían de los pelos arrastrándola por el suelo. Su mente estaba en el presente, pero su cuerpo no, y el primero no sabía cómo hacerle entender al segundo que estaban a salvo. Inhaló y exhaló hondo, inflando y deshinchando su abdomen.

—Verte y hablarte. —Bruno rio—. ¿Por qué más volaría 16 horas? Así que ¿podemos hablar?

—Ella no quiere hablar contigo —dijo Esme—. Si quisiera hablar contigo te hubiese llamado hace un año atrás.

—No te metas. Por favor —pidió él con el tono de voz más amable que pudo emplear. Miró a Emma y la sujetó del hombro, doblando su espalda para alcanzar a verla a los ojos a la altura de ella, ignorando el brillo de las lágrimas sin verter—. ¿Podemos hablar un momento? Acuérdate que volé 16 horas, y solo te pido un momento.

—Le diré a Jeffrey que te eche —advirtió Esme.

—De acuerdo —dijo Emma, nublando cualquier plan de Esmeralda para sacar a Bruno a patadas. Dio una media vuelta robótica en dirección al jardín. Había creado un plan borroneado para librarse del asalto mental: iba a hablar con Bruno para que el resto de su cuerpo se diera cuenta que no estaba en peligro.

Era la segunda vez que intentaba ejecutar el mismo plan en una situación distinta.

Delante de Esmeralda, Bruno la siguió con su orgullo arriba.

—Oye —le fue completamente inevitable no fijarse en la silueta de Emma desde atrás, pisaron el césped bajo un cálido sol de otoño. Bruno pensó que nunca la había visto así de delgada. Genéticamente, ella no era una chica con grandes glúteos, pero se notaba que se pasaba horas en el gimnasio—, te ves hermosa, estás flaquísima.

Emma frenó bajo la sombra de un árbol.

Primer pensamiento: ¿no era hermosa cuando estaba gorda?, ¿los demás le mintieron?

—¿Qué te hizo volar 16 horas? —miró hacia abajo, a sus pies descalzos y los Balenciaga de él.

Tenía idea de qué decir porque estaba recogiendo las partes que Bruno mencionó.

—Tú. Tú me hiciste volar hasta aquí. El domingo mis padres recibieron la invitación, iba dirigida a ellos y a Mateo.

Emma cruzó sus brazos, todavía mirando hacia abajo.

—Sí.

—Me dolió.

—Es que... —sentía su boca seca— no te quiero aquí.

—¿Así de sencillo?

—No es sencillo. Lo que vivo no es sencillo —levantó su mirada hasta la cara de él—. Tú sabes mi motivo para no quererte aquí, ni siquiera eres tú, soy yo sin poder terminar de perdonarme. No te quiero ver porque me recuerdas a esa noche. Nunca debí haberte besado, nunca debí haber cambiado mi destino en el Uber. Te lo mandé decir a través de J.J.; sabes porqué te quiero alejado y aun así tienes el atrevimiento de venir a verme unos días antes de mi boda.

—Tu boda —suspiró y miró el cielo con los ojos entrecerrados por la claridad—. El amor de mi vida se casa con otro.

El corazón se Emma fue atacado por 10 picanas eléctricas.

—¿De qué hablas, Bruno? —frunció su ceño.

—¿Sabes que el primer amor siempre será el primer amor? —dio un paso más a ella—. Te sigo amando, y, si no te busqué en un año, fue porque me quedó claro lo que me pediste a través de J.J., que no te buscara más porque estabas tratando de sanar, y tuve la desgracia de convertirme en un detonante de esos recuerdos. Pero te casas, Emma, te casas este jueves, y tuve que venir a pedirte que no lo hagas. Por favor, Emma, no te cases con él.

Emma sintió una bola subir por su garganta. Las tostadas francesas..., y bueno, los cocteles sin alcohol, las palomitas dulces, las Cocas, el pepperoni y todo aquello que seguía dentro de su pequeño cuerpo y que estaba apurado por salir. Otro detonante: la vez en la que besó a Bruno sintió náuseas también. ¿Eran sus náuseas un reflejo del pasado? Le sorprendía todo lo que su cuerpo era capaz de hacer automáticamente cuando entraba en la zona del trauma.

—Emma, si nunca signifiqué algo para ti, no me hubieses besado cuando te lo pedí.

Joder.

¡Lo había besado porque estaba malditamente despechada por Colin Oschner!

—No te cases...—repitió, y Emma vomitó sobre los Balenciaga blancos.

—¡Bruno! —dijo Gael, saliendo al patio. Entró en pánico cuando descubrió que Emma acababa de vomitar. Oh... no otra vez. Corrió hasta ellos donde socorrió a Emma, quien ahora estaba temblando de pies a cabeza—. Lárgate, Bruno, lárgate ahora —sujetó el cabello de Emma en una cola de cabello baja, haciéndola caminar al ritmo que ella podía—. Está bien, hermanita —le dijo cuando ella se puso a llorar.

Gillou y J.J. salieron al patio luego de que Esmeralda les contara en qué situación se encontraban.

—¡Vete! —le gritó J.J. sin compasión, olvidando por completo que Bruno siempre había sido un hermano para él.

—Se acabó, Bruno —añadió Gillou.

Gael y Emma entraron a la casa, y ella entró en un estado de shock; no pudo seguir moviendo sus piernas, el recuerdo vívido de Milo Walton abriéndole las piernas a la fuerza para luego darle una bofetada apareció en su cabeza como una película siniestra, pudo haber caído al suelo de no haber sido porque Gael la sostenía del brazo. Esmeralda se acercó a ellos, tratando de auxiliar como podía al mismo tiempo que se odiaba por no haber echado a Bruno apenas apareció como un verdadero intruso.

—Gael, debes cargarla.

Gael la cargó como recién nacida cuando ella lo único que deseaba era estar en el capítulo final de su vida, y no es que deseara estar muerta en realidad, pero una persona se desconoce cuando atraviesa una crisis. Estaba pensando en cosas que estando estable no rozaban su periferia. Quería estar muerta porque de esa manera no tendría que seguir luchando. Quería estar muerta porque la vida es demasiado dura para una enclenque como ella. Quería estar muerta porque estaba cansada. Había intentado matarse una vez y no funcionó porque ni siquiera al otro lado la quieren. Su cuerpo se hundió en su cama de la misma manera en la que su alma se hundió en arena blanca. Esmeralda se puso a consolarla como si existiera palabra en el diccionario que le ayudasen a calmar su mal. No sentía desde sus rodillas para abajo, y, gracias a eso, volvió a recordar cómo había corrido desorientada por una calle en SoHo al escapar de su abusador. Había leído en libros sobre trauma que el cuerpo puede activarse de forma única e impresionante cuando se trata de sobrevivir, pero, para ella, seguía sonando increíble su propio relato sobre cómo sucedieron los hechos, cómo corrió por su vida con una energía reciclada.

Pero poco se trataba de ella.

Gael le puso un hielo en el cuello mientras abajo su papá echaba a Bruno de la casa.

Y ella recordó perfectamente cómo la embistió contra un mueble de madera tallada y acabó con un corazoncito.

Todo se trataba de ese corazoncito que esa noche dio su último latido.

Emma se permitió sentir la gelidez contra la piel de su cuello, pero no podía dejar de llorar, sus piernas seguían ausentes y se sentía como una daltónica que no conoce el verde. Le trajeron a Estela y la colocaron cerca de su pecho. Abrazó a su niña de los anillos y se lamentó por la que perdió. Su papá entró a la recámara y le dijo cosas arrodillado junto a la cama.

—Ya no volverá, ¿me escuchas? —hundió sus dedos entre el cabello de ella.

—No siento mis piernas —sollozó entre cada palabra.

Esmeralda le levantó el pantalón de seda y le fregó con hielos en la pierna.

—¿Sientes eso?

Emma hizo una mueca, ahogándose en llanto.

—Vomité —dijo, suplicando consuelo—. Y no debo enfermarme.

—No estás enferma. —Esme se acercó a ella desde el otro lado de la cama—. Vomitaste porque todas comimos mucho anoche y, claramente, somatizaste las emociones que te provocó Bruno, pero no regresará, no tendrás que lidiar con esto otra vez. Y nunca has lidiado con nada sola y no empezarás hoy. Estamos aquí para ser tus piernas mientras no las sientas, ¿de acuerdo?

—Lamento que no podamos hacer mucho para que te duela menos —dijo Jake, sentándose en la orilla mientras seguía acariciándole el cabello—, pero tú siempre has podido con todo, y este solo es un momento. Te casas en cinco días, y ese también será un momento, así que deberás elegir cual de todos los momentos de tu vida almacenarás y cuales desecharás. Además, quiero hacerte un spoiler; tu boda será el mejor día de tu vida junto al día en que nazcan tus hijos. Ya sé que es un poco estúpido que te lo diga un divorciado, pero mi boda con tu mamá sí fue uno de los mejores días de mi vida, no importa lo que pasó después, mi boda fue un momento que decidí almacenar, trato de desechar de mi mente el mal matrimonio que vino a continuación.

—El mejor momento de mi vida fue cuando pude ser sincero con mi familia sobre mi orientación —Gael se metió—, y luego recibí muchos comentarios hirientes de quienes supuestamente eran mis amigos, pero decidí prestarle atención al brindis que ustedes me hicieron para celebrar que podía empezar a ser feliz con quien soy en realidad, ahora ya no me hablo con esas personas, las deseché por completo.

—Uno de los mejores momentos de mi vida fue cuando conocí a Emmy —dijo Esmeralda, dándole caricias a la espalda de Emma, quien los escuchaba por encima de su llanto—. Uno de los peores momentos de mi vida fue cuando me discriminaron por primera vez en mi propio país, pero ¿realmente vale la pena pasar el resto de mi vida recordando ese momento?

—El asunto es que todos tenemos nuestros buenos y malos momentos —continuó Gael—, la diferencia está en que tú eres más fuerte que nosotros tres juntos, pero que seas fuerte no significa que la debilidad no esté presente en ti. Eres humana, aunque todos estemos de acuerdo en que no pareces una. Eres la más fuerte, pero no necesitas serlo siempre, y si hoy quieres pasar el resto del día llorando, está bien, porque un momento, un día, no define el resto de tu historia, Emma. Te estás preparando para el mejor día de tu vida, según pa, y estoy seguro de que lo será, en cinco días ni siquiera recordarás este mal momento.

—Es cierto. Puedes llorar lo que quieras y seguirás siendo nuestra chica fuerte —añadió Esmeralda.

Emma soltó a Estela lentamente; siguió abrazándola, pero ahora la pobre gata podía respirar.

—Siento mis piernas —informó entre sonidos de mocos. Sentía las gotas desprendidas del hielo recorriendo su piel.

—Eso es —le dijo su papá, orgulloso de ella.

—Todo pasa —reflexionó Esme.

—De seguro se divirtieron mucho en la despedida de soltera. —Gael sonrió, viendo a su hermana, en un intento por sacarla de la piscina profunda en la que ella se había cansado de nadar.

—Uf —dijo Esme—. Emmy no tuvo un stripper, tuvo algo mucho mejor —sonrió.

—Si me dices que llegó Colin cantando me dará algo —contestó Jake.

Esmeralda rio, moviendo a Emma suavemente.

—Cuéntales —la animó.

Emma seguía llorando. No quería hablar.

—Bien. —Esme lo notó. Prosiguió a rememorarlo—. Alan estaba borracho y vino en Uber para asegurarse de que Emma no tendría un show de stripper. Colin y Eugene lo siguieron en la camioneta de Colin. Los pillamos espiándonos por la ventana de la sala. Escarlata y Olimpia les lanzaron huevos, así que espero que ninguno de ustedes venga con ganas de desayunar huevos revueltos.

—¿Me estás diciendo que me perdí un espectáculo por andar escuchando las historias de Gillou? —preguntó Jake.

—Colin siempre termina en situaciones como esa —pensó Gael.

—¿Colin? ¿Hablamos del futuro esposo de Emma? —Jake se hizo del tonto—. ¿Ustedes ven material de esposo en ese muchacho? Porque yo sí, la verdad.

—Totalmente —respondió Esmeralda.

Emma cerró sus ojos pensando en que Colin poseía en su bolsillo las 10 letras que forman: gran esposo. Y ella esperaba tener las 10 letras que forman gran esposa. Iba a intentar ser una gran esposita para él, esperaba lograrlo, no podía ser tan difícil; consideraba que era una gran novia, y la única diferencia entre ser una novia y ser una esposita es que como esposita usaría dos anillos amarillos. Bueno, eso pensaba ella... Y ya estaba pensando con colores, con cada uno de los colores primarios, y esos colores daban vida a otros pensamientos secundarios.

Pensamiento en colores primarios: será la esposita de Cole (azul) y su pequeña boda será inolvidable (amarillo).

Pensamiento en color secundario: compartirán pasta dental por el resto de sus vidas (verde).

J.J. se acercó a la puerta, observando el panorama. Emma se encontraba acostada de lado, con las piernas ligeramente flexionadas, abrazaba a Estela como si fuera un bebé. Parecía que las aguas estaban calmadas. Había sacado a Bruno a patadas..., metafóricamente. Lo había escoltado, con su pa, hasta el Uber que lo recogió, mientras lo escuchaba decir tonterías:

«—Yo amo a tu hermana, Jay.

—Si la amaras de verdad no estarías aquí, hermano.»

No era la primera vez que Bruno le hablaba sobre su supuesto amor hacia Emma; lo había hecho cuando J.J. actuó de mensajero pidiéndole que mantuviera la distancia porque Emma no quería volver a verlo al solo traerle malos recuerdos. Bruno le había llorado al teléfono mientras le decía que amaba a Emma. Había sido lamentable de oír. Claro que sintió lástima en ese momento, pero ya no. Ahora le tenía una rabia.

—Hola —entró a la recámara con el celular de Emma en la mano.

—Hola —contestó Gael.

—Eh, ¿cómo estuvo la despedida de soltera? —J.J., como todos, sabía cómo actuar.

—Bien —respondió Esme—. Inolvidable.

Emma abrió sus ojos. Honestamente, no los quería a todos alrededor de ella.

—¿Pueden dejarme sola? Con Esme.

—Sí, claro —respondió su papá, poniéndose de pie.

—Ah, yo traía tu celular, es que te llamó Selene. —J.J. colocó el celular sobre la mesita de noche.

—Gracias —contestó.

Los tres se marcharon, cerrando la puerta.

—Emmy —le acarició el hombro—, ¿qué tal si nos bañamos y dormimos hasta mañana? Debes estar cansada.

—Sigo sin saber cómo procesar felicidad y dolor a la vez.

Esmeralda suspiró, diciendo:

—Tal vez solo debas escuchar a ambas partes.

—Hace unos minutos pensé que quiero morir.

—Emmy. . . —No, quiso decir, pero la interrumpieron.

—En realidad, me muero por vivir.

Colin la halló sentada en el sofá esperando a que él la recogiera esa noche. Tenía a Estela durmiendo sobre su regazo, la estaba acariciando con sus uñas fucsias, a un lado de ella estaba su mochila. Esperaba la llegada de su amor con las mismas ansias que las de ocho niños esperando un camión de helados en pleno verano. Cuando lo vio, el dolor no se hizo menor, pero, sin dudas, se hizo más llevadero. Él se agachó y se saludaron con un fuerte abrazo y un par de besos en los labios.

Antes de que ella pudiese si quiera pensar en llamarlo, Gael lo había llamado fuera del horario libre de Colin.

«—Cole, no quiero alarmarte, Emma está bien, solo quiero contarte que Bruno apareció en mi casa y a ella no le agradó para nada su visita. No sé qué se dijeron, qué le dijo él a ella, pero Emma se sintió muy mal. Lloró y tuvo uno de esos momentos en los que dice que no siente partes de su cuerpo, dijo que no sentía sus piernas, pero ahora está bien, está durmiendo con Esme. Ah, y vomitó sobre los tenis de Bruno, por cierto.»

Colin se había tensado cada vez un poco más entre cada palabra. Sintió el deseo intenso de contactar con Bruno para pedirle, sin un poco de cordialidad, que regresara a su lado de la Tierra. Pero no obedeció a sus impulsos, siguió escuchando a Gael mientras su puño cambiaba de color por tanto apretar sobre la mesa. Gael le había repetido que no sabía qué le había dicho Bruno a Emma, pero Colin tenía tres opciones. O Bruno había atravesado el continente para reclamar que no lo habían invitado a la boda o solo quería felicitar a Emma en paz o (lo que Colin creía más capaz) Bruno había atravesado el continente para dar su propia versión de Speak Now. ¿Qué? Tenía una nena linda. En cualquiera de los casos, quería que Bruno comiera pasto por haber perturbado la estabilidad de Emma.

Entonces, luego de terminar la llamada con Gael, se puso a pensar en algo que no había pensado hasta la fecha: ¿y si alguien intentaba arruinarles la boda? No. Imposible. Por eso, solo sus seres más cercanos estaban enterados e invitados. Bruno no sería capaz ¿o sí? Ya. Pero Bruno, o quien se atreviera, iba a recibir una paliza sangrienta de su parte porque no había forma en la que llegaran las 23:59 del 8 de octubre sin ser el esposo de Emma.

Horas después de haber hablado con Gael, cerca de las 8 P.M., recibió la llamada de ella, quien le contó todo a grandes rasgos. Parecía, bueno, era obvio que no quería tocar el fondo del tema.

«—Y eso. Ahora me preguntaba si vienes a recogerme a mí y a Estela después de la uni.»

Colin saludó a Esmeralda cuando se irguió después de abrazar a Emma.

—Hola, Colin —saludó Esmeralda en tono feliz, solo agitó su mano. Nada de apretón de manos ni mucho menos abrazos. Esmeralda sabía mucho sobre Colin. Sin embargo, se atrevió a añadir a preguntar—: ¿Emocionado?

—Absolutamente —contestó sin mirarla, se enfocó en recoger la mochila de Emma.

Emma se levantó del sofá y le dio a Esmeralda un abrazo de despedida.

—Mi cuarto es tu cuarto.

—Uf no te preocupes. Tengo un cuarto en el Hamilton —le dio un beso en la mejilla—. Que tengan un buen fin de semana.

—Gracias. —Colin sujetó la nuca de Emma mientras caminaban a la puerta.

—¡Gracias por despedirse! ¡Buenas noches! —les gritó el suegro desde alguna parte.

—Buenas noches —respondió Colin. Notó que en la casa todos habían optado por seguir sin mirar el episodio de la mañana, y eso era lo mejor, además, nunca dejaba de sorprenderle lo buen entrenados que estaban los Miller para intervenir en una crisis de Emma. Sabía que J.J. y su suegro tenían certificados de un curso de primeros auxilios psicológicos en el que se habían anotado tiempo después del intento de suicidio de ella.

Caminaron por el sendero de piedras en dirección a la Benz. Colin la abrazó de costado y ella se dejó abrazar en silencio.

—Bajé al aparcamiento con una jarra de agua y la esponja de la cocina para limpiar el parabrisas, eran las 3 —comentó chistosamente.

—Lo siento. —A Emma dejó de parecerle divertida la batalla de huevos—. Las dos estaban borrachas —recalcó.

—Está bien. Me dio mucha risa —rio al recordar toda la situación. Le abrió la puerta, después, cuando ella subió, cerró la puerta y colocó la mochila en el asiento de atrás. Con un trotecito, rodeó la camioneta, y subió al volante. Emma cargaba a Estela sobre su regazo y le estaba dando caricias porque, definitivamente, Estela era la gatita más afortunada del Sistema Solar—. Eh, el caso es que tenía planeado hacer las compras ahora, así que ¿me acompañas o prefieres que lo haga mañana? Puedo hacerlas después del yoga si ya estás cansada.

—No —miró el reloj en el tablero de la Benz. Eran las 10:08 P.M. —. Hagamos compras nocturnas —se animó a sonreír, recostó su cabeza en la cabecera del asiento y lo miró de reojo.

—Porque hacer compras nocturnas es lo nuestro —sonrió, tomándola del mentón con una mano.

Al llegar al supermercado, Colin tomó un carrito mientras Emma cargaba a Estela entre sus brazos.

—¿Hiciste una lista? —preguntó ella.

—Hice una lista mental —se detuvo frente a las cajas—. Algunos vegetales, manzanas verdes, no sé si tú quieres algo especial, corazón. Me fijé que aún tenemos suficiente sirope para ti. También pensé que no debemos comprar demasiado si estaremos de viaje por una semana, así que solo pensemos en lo necesario para estos días.

—Pues —dijo pensativamente, frotándose el mentón—, la Nutella, los helados y las Oreos son muy necesarios.

Colin rio, y le asaltó el cuello, frotando su nariz contra la piel de ella como un sabueso. Emma estalló en risas. Estela carecía de pensamiento, pero estaba odiando ese juego de humanos. Como acto final, Colin cargó a Emma y la subió al carrito.

—Oh... —Emma se maravilló exageradamente, mirando de un lado a otro mientras el carrito comenzaba a moverse por los pasillos—, creo que hacer compras contigo podría ser mi nueva actividad favorita —se acomodó con la espalda pegada en el sentido contrario donde se encuentra el manubrio.

—¿Cuál es tu actividad favorita actual?

—Comer lo que tú cocinas, dah —miró las repisas llenas de cremas de chocolate y avellanas de múltiples marcas.

Colin rio al escucharla, y paró su carrito en ese pasillo, se acercó a recoger la Nutella, mientras escuchaba cómo Emma le hablaba a Estela con esa vocecita que usaba con los bebés desconocidos que se encontraba en la calle. En ese momento, Colin se dio cuenta de que ella iba a estar bien, que lo de la mañana no había sido más que un mal episodio y que, para ese entonces, ella había decidido cambiar de canal. Siempre era así, desde que empezaron a correr los buenos tiempo. Emma sufría bajones de los cuales se recuperaba sin rasguños importantes. La gente altamente positiva, esa misma que le daba dolores de cabeza, suele decir que no existe mejor remedio que unas buenas risas. Colin sabía que odiaba el positivismo, así como sabía que Emma reía demasiado. No, no. El remedio de Emma no podían ser sus propias risas, tal vez sus risas eran consecuencias del remedio, y el remedio era ella misma, toda la fuerza que tenía.

—Llevaremos la Nutella —dijo, colocando el bote en el fondo del carrito—, pero ¿no tenías una dieta para cuidar tu estómago por al menos una semana?

—Eh —Emma miró la estantería del costado—, no olvides la mantequilla de maní, amorcito.

—Emma —empujó el carrito con su abdomen, caminando unos pocos pasos.

—No te preocupes. Anoche comí mucho, amorcito, y mírame cómo estoy —se apuntó con sus índices, luego, colocó sus manos sobre sus rodillas, estaba usando un boyfriend azul y un hoodie gris con el Hombre de Malvavisco en el pecho, tenía sus piernas cruzadas a lo indio. Estela descansaba en el hueco entre sus piernas.

—Te saltaste la parte en la que vomitaste.

Emma se tensó un poco. Ella no le había dado ese detalle cuando hablaron.

Gael Miller...

—Sí. —No sabía qué decir, y él pensó que tal vez no debió haber mencionado lo de Bruno mientras hacían sus compras nocturnas. Emma puso todo su esfuerzo para salvar su vela encendida de los soplidos de otros—. Pero vomité de los nervios, no por comer demasiado. Te prometo que me estoy cuidando. No quiero enfermarme cinco minutos antes de la boda.

—Entonces... —avanzó con pasos largos, empujando el carrito, con la mirada al frente—, si llevamos esa Nutella, no te pararás frente al refri a comerla con una cuchara mientras le pides a Estela que guarde el secreto.

Emma rio nerviosa, preguntando:

—¿De dónde sacas esas cosas?

—Del frasco de Nutella que tiré esta mañana. Qué suerte la mía. Justo el día en que se me ocurre llevar una tostada con Nutella para el camino a la uni encuentro el frasco vacío. Justo el día en que se me ocurre abrir la Nutella que no había comido desde que la compré hace dos semanas.

—Está claro que tenemos un ratón en la cocina.

—Tal vez Estela pueda atraparlo.

—Mi niña no persigue ratones vivos.

—¿Solo ratones muertos? —se echó a reír.

Ella entreabrió su boca.

—No —puso los ojos en blanco—. Me refiero a ratones de juguete, Colin.

—Colin —repitió su nombre con el mismo tono marcado que ella. Amaba cuando lo llamaba Colin cuando se ponía a la defensiva, aunque fuera de mentiras.

Emma cruzó sus brazos.

—Creo que estamos atravesando un problema pre matrimonial.

—Probablemente.

—Sí acabé el frasco —confesó—, pero tú nunca lo comes.

Colin se detuvo y recostó su pecho contra el manubrio rojo.

—Solo tengo una pregunta —hizo todo lo posible para contener su risa—. ¿Por qué dejaste el frasco vacío en el refri?

Ella desvió su mirada de él, mirando a Estela.

—Para que no te des cuenta —balbuceó.

Y él no pudo seguir aguantándose; soltó una carcajada intensa.

—Te amo, ratoncita —se inclinó más sobre el manubrio, en un intento por llegar hasta ella.

Quería besarla.

—Ahora me siento algo avergonzada —lo miró apenas, sin subir su barbilla.

—¡No, no! —miró el techo y soltó el manubrio—. ¿Por qué?

Porque, mientras él no la veía, ella se paraba junto al refri a comer Nutella con una cuchara.

—No sé. —La verdad—. Lamento que esta mañana te hayas quedado con las ganas de comer tu tostada con Nutella.

—Bueno. Comí una dona gigante —le enseñó con sus manos la gigantez de la dona que descansaba en paz dentro de él, hizo una mueca exagerada, arrugando su entrecejo y abriendo su boca—, así que no me dejaste sufriendo, de hecho, me sentí más satisfecho de lo que hubiese estado con la tostada. Como sea. Esta es para mi nena linda —agarró el frasco que había dejado en el carrito, luego volvió a ponerlo en el fondo—. Hagamos un acuerdo pre matrimonial. Puedes comer lo que quieras sin sentirte culpable, porque ahora es nuestra comida, nuestro refri. Además, quien vea algo sabroso tiene derecho a comerlo sin avisar, ¿no?

—A menos que tenga una nota que diga «Prohibido tocar».

—Claro —asintió, riendo. Veía muchas notas de esas en el futuro, y ninguna estaba escrita por él.

—Ahora vivirás con una ratoncita y una gatita. ¿Cómo te sientes? —preguntó cuando él movió el carrito. Colin abrió su boca, pero Emma no le permitió hablar, pues se arrodilló en el carrito y señaló un pasillo con su dedo—. Dobla ahí, dobla ahí. No podemos hacer compras nocturnas con mi niña sin comprarle un juguete nuevo, Cole.

Era el pasillo de mascotas.

—Veníamos a comprar frutas —recordó él, doblando ahí, con el corazón lleno.

Las gotitas de agua sobre los hombros de él brillaban cuando salió del baño con una toalla alrededor de su cadera. Ella se encontraba acostada en la cama, boca abajo, con las sábanas cubriéndole hasta la cintura, mientras jugaba con la gatita sagrada y su nuevo juguete que consistía en una ratita de peluche, tenía un control remoto para hacerla andar por el suelo, pero la gatita no perseguía cosas a esa hora de la noche, tal vez sí en sus sueños, pero aún no estaba durmiendo, incluso estaba más despierta que nunca, dándole lamiditas en la barbilla a su humana preferida. Emma cerró sus ojos, sonriendo al recibir cariñitos de su niña.

—Avísenme si tienen espacio para mí. —Colin se secó con la toalla y se puso unos calzoncillos blancos, continuó secándose detrás de las orejas mientras caminaba hacia la cama donde Estela seguía dándole lamiditas a Emma. Sonrió al escuchar las risas de ella al ser atacada con amor por esa diminuta lengüita rosada.

—Mi niña. —No podía parar de reír, comenzó a ponerse roja de tanto hacerlo, es que Estela la estaba lamiendo como si Emma fuese su paté favorito.

—Te pusiste su paté en la cara, ¿cierto? —Colin se acostó al lado de ellas—. Intentas ponerme celoso porque ella no me lame así. Pero te recuerdo que Esteli eligió mi cabello, mi cabeza, no la tuya —bromeó, poniéndose de costado para verlas.

—No te preocupes, amorcito. Yo no soy una mami celosa —tomó a Estela y la colocó sobre las almohadas, cerca de las cabezas de ellos, después, clavó su barbilla sobre el pecho desnudo de él, y él acarició la espalda desnuda de ella. No estaba usando sostén ni una blusa.

Colin quería saber si ella era consciente de lo que acababa de decir. Mami, se llamó mami, y no solía hacerlo cuando se trataba de Estela, no se llamaba mami ni en bromas, por eso se sintió extraño, él no pudo evitar fantasear que en realidad no estaban hablando de una gata.

—Te amo bien.

—¿Por qué susurras? —rio.

—Porque es nuestro. —En realidad, no se había dado cuenta de que susurró.

—Pero no hay nadie más aquí —susurró también.

Colin la agarró de la cara entre sus manos y le dio un suave beso en los labios.

—¿Quieres hablar sobre lo que pasó? —preguntó. Emma se acostó de lado, colocando su mejilla sobre el pecho de él—. Me gustaría escucharlo.

—Me dijo que soy el amor de su vida —levantó una mano, dibujando una ola en el aire. Colin la sujetó de la muñeca y le besó la mano. Emma lo miró, ambos se miraron sin moverse de su lugar—. No quiero llorar otra vez.

—Pero si lo necesitas.

Emma se sentó, dándole la espalda, y se cubrió la cara con sus manos, reviviendo el momento en su cabeza. Desde cómo apareció Bruno hasta cómo vómito en los tenis blancos de este, pasando por los miles de recuerdos que la aturdieron como mil demonios hablándole al oído al mismo tiempo. Para cuando su mente regresó a la recámara, Colin se encontraba sentado al lado de ella, sobándole la espalda.

—Pensé «Él fue la última persona a quien besé esa noche. Él fue la última persona a quien besé cuando. . .» —volteó y presionó su cara contra el pecho de él mientras lloraba. Colin la abrazó con fuerza—. No quiero que estés triste, mi Cole, no por mi culpa, esta debe ser la semana más feliz de nuestras vidas.

—Y lo será —la sujetó de la nuca con vigor, le dio un beso en la cabeza—. Si me siento triste no es tu culpa. Me siento triste muchas veces, solo que tú no sabes de todas, y por supuesto que no tienes la culpa de ninguna. Me siento triste por la misma razón que tú.

—Tal vez —se le ocurrió una idea que clasificó como brillante. Se secó las lágrimas, los mocos, pero seguía llorando—, tal vez cuando nos mudemos a Boston —Colin pensó «¿Boston?». Ella sonaba extremadamente segura y ahora temía decepcionarla si no lo aceptaban—, y tengamos nuestra casita —sollozó, esforzándose para no perderse—, tal vez podamos buscar otro bebé.

Por poco comenzó a llover con el sol arriba.

Los ojos de Colin se encontraban al borde, brillaban como el sol, echó una lágrima mientras se miraban, la mirada de él parecía de esas inusuales lloviznas con el cielo despejado. No había nubes grises, solo el sol en su máximo esplendor.

—Sí —asintió, poniéndole el cabello detrás de su oreja—. Cuando tengamos nuestra casita y nos sintamos estables en nuestro nuevo hogar, podemos hacerlo.

—¿En serio? —lo tomó de la mano, con la que le estaba acomodando el cabello, y la colocó sobre su mejilla, cerrando sus ojos.

—Lo prometo, corazón.

Emma se sentó sobre las piernas de él, de costado, y Colin la meció como acostumbraba hacerlo, estiró las sábanas y la tapó hasta los pechos, después, continuó meciéndola mientras ella lloraba en silencio.


¡Qué capítulo LARGO! Hace tiempo que no publicaba uno así. <3

El cerebro de todxs: *Aquí han pasado muchas cosas y yo estoy un poco confundido*.

¿¿Esperaban la aparición de Bruno?? A que no ;) 

Emmy demostrándonos, una vez más, que llorar y sentir dolor no te hace menos fuerte<3, sino todo lo contrario. 

Un capítulo agridulce, ¿eh? Pero, por favor, apreciemos las cosas lindas, como los futuros espositos haciendo compras nocturnas con la gatita sagrada<3

¿¿Teorías sobre lo que pueda acontecer en los siguientes capítulos?? ¡¡Lxs leo!!

Nos leemos pronto:)

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