56: El stripper
Despedidas de solteros
Parte II
Colin colocó un cigarrillo en su boca en el momento en el que llamaron a su puerta. Pensó en Bill, el responsable del condominio; cuando llegaba de la universidad, había escuchado a Bill hablar con otro inquilino sobre una avería a última hora en no sé dónde, esperaba que no se tratara de su piso. Puso el cigarrillo sobre su oreja derecha y abrió la puerta. Cómo no. Tenía suficiente buena suerte para que la avería no afectara su depa, pero suficiente mala suerte para recibir la visita de sus dos mejores amigos. No lo malinterpreten, es que él sabía el motivo por el cual ellos dos estaban en su puerta con cuatro six packs de cerveza y una bolsa de papel que expedía olor a tocino.
—¿Creíste que te dejaríamos solo mientras las amigas de Emma montan la más épica despedida de soltera para ella? —Alan le dio un empujón, abriéndose paso cargando dos de las cuatro six packs.
—Hola, perrito. —Eugene entró al depa como si no hubiese viajado de allá para acá después de que Alan le convenciera que Colin había tenido buenas razones para no haberlos llamado caballeros de honor.
«—Dejarlo solo mientras Emma bebe champaña con sus mejores amigas nos deja como los peores amigos del mundo, Eugene. Sube tu trasero a un autobús y nos encontramos en mi cuarto cuanto antes». Fragmento del audio que Alan le había mandado a Eugene a las 6 de la mañana de ese viernes 2 de octubre de 2020.
—Eh, hola. —Colin cerró la puerta. Estaba demasiado espantado por la aparición fantasmal de ese dúo que ni siquiera pudo decir lo que tenía en la punta de su lengua que era precisamente sobre la presencia de Eugene en la ciudad.
—Vinimos a alegrar tu noche —dijo Alan, metiendo los packs en el congelador del refri.
Su noche ya estaba alegrada antes de que ellos llegaran.
Se había duchado.
Cohen no lo andaba fastidiado (por el momento.)
Emma se estaba divirtiendo con sus amigas.
¿Qué más podía pedir en esa última noche de viernes como soltero?
Había pensado en sentarse a mirar un documental cualquiera hasta quedarse dormido en el sofá, despertar súbitamente a las 3 A.M. para arrastrar sus pies hasta su cama. Era un gran plan porque le proporcionaba comodidad mental. No quería una despedida de soltero. Reaccionaba como si la despedida de soltero fuese un perro sarnoso. Con todo respeto a los perros sarnosos del mundo entero, si quisiera un perro sarnoso a su lado, estaría estudiando ciencias veterinarias. Si quisiera una despedida de soltero, estaría en un maldito bar.
—Ah...—se sentó en su sofá y encendió su cigarrillo en su boca.
Eugene lo conocía por dentro y por fuera. Cuando Colin reiteró un millón de veces que no quería una despedida de soltero hablaba malditamente en serio, pero, hasta para alguien a quien no le gustaba incomodar a su hermano del alma, no reunirse al menos simbólicamente le parecía una locura. Era el último viernes de Colin sin esposa. ¿Podían, por favor, no actuar como si no fuese la gran cosa? Porque era la maldita gran cosa. Debían celebrarlo hasta exprimirse por completo.
—Espero que no hayas cenado camino a casa. —Eugene le regaló una hamburguesa de la bolsa que trajeron.
—No lo hice. Gracias. —De verdad. Porque no quería cocinar, y había conducido directo al depa después de la universidad. Dejó sobre la mesita a la hamburguesa que estaba envuelta en papel. Primero quería consumir todo el cigarrillo—. Y gracias por no hacerme caso en todas las veces en las que les dije que no quería una despedida de soltero.
—Esta no es una despedida de soltero, es un chiste. —Alan se tiró de cola en el sofá como una bala de cañón—. Quiero decir, Cole —le apretó el hombro, y Colin le retiró lentamente la mano de encima. No tocar al novio, por favor, es de tacto sensible—, no la llames despedida de soltero si tanto odias esas tres palabras juntas, solo di que es una reunión como las de siempre.
—Exacto. —Eugene se sentó en el sillón cerca de la puerta—. No es una despedida de soltero.
—Una despedida de soltero es lo que Emma está teniendo en su casa. ¿Viste las historias de Esme? —le preguntó Alan.
—No. Lo haré en otro momento.
Digamos que había perdido contacto con su nena desde las 8 P.M. que había sido el momento en que inició su fiesta. No sabía nada sobre ella y no tenía intenciones de estorbarla en ningún sentido. Lo había llamado entusiasmada para contarle sobre su invitación a su despedida de soltera, no paraba de repetir que era suya.
«—Claro que debo comprarme un pijama nuevo. Es mi despedida de soltera, Cole».
No lo hacía intencional, parecía que en su interior ella no lo terminaba de procesar.
Siempre estaba agradecido porque su nena estaba rodeada de las personas correctas, pero, esa noche, en particular, estaba doblemente agradecido por esas chicas que la querían tanto y que la hacían tan feliz organizándole una despedida de soltera. Escucharla llorar al teléfono hizo que él llorara un poco también.
«—Yo nunca pensé que algún día me casaría, ¿sabes? Y menos que tendría amigas que me organicen una despedida de soltera. —Emma se había sumergido en llanto, pero en aquel llanto especial que tiene la finalidad de limpiar grietas del pasado».
—Parece una pijamada —observó inteligentemente Eugene.
—Es una pijamada.
—Y tú tan tranquilo. —Alan destapó una botella de Stella con sus dientes y bebió.
—¿Qué es eso de «y tú tan tranquilo»? —frunció el ceño y aplastó su cigarrillo contra el cenicero.
—Está con sus amigas... —habló pausadamente— en su despedida de soltera... —siguió como si Colin hubiese sufrido un daño cerebral y esa noche estaba menos inteligente que la anterior—. En cualquier momento llegará el policía que en realidad no es policía, sino un tipo que parece sacado de una película tipo Magic Mike, y le dará un baile sensual mientras ella está sentada en una silla fingiendo que no le gusta que el sujeto mueva el paquete cerca de su cara.
—Alan, miras demasiadas películas de mierda —pensó Eugene.
—¡No son películas, Eugene! Es el negocio de los strippers: arruinar futuros matrimonios.
—No arruinan todos los futuros matrimonios —dijo Colin.
—¡Ah! —Alan brincó en su asiento y lo apuntó con su dedo de la mano que sostenía su cerveza—. Entonces, ¿no te molestaría que un tipo musculoso le baile a tu prometida?
—Eh, el asunto es que tu pregunta está extremadamente alejada de la realidad porque sus amigas jamás contrarían un stripper para Emma porque la conocen.
—La respuesta es sí. —Alan miró a Eugene.
—Es un enormes sí. —Eugene lo apoyó alzando su botella de Stella.
Ambos se mofaron frente a Colin.
—¿Para eso deshacen mi nube de paz? —agarró la hamburguesa y la desenvolvió. Estaba enfadado, pero no iba a dejar de comer lo que esos dos pagaron, iba a comer porque esos dos pagaron—. Y no entiendo qué tiene de gracioso que me moleste un escenario como ese.
A ellos no tenía porqué interesarles saber que sí se había imaginado un escenario como ese; no porque fuese probable, sino porque un show de stripper es todo lo que la gente piensa de una despedida de soltera. En su adentro confirmó que no le enfadaría, más bien, le incomodaría. Su autoaceptación física era todavía demasiado débil como sus brazos.
—Cole —dijo Eugene—, calma. Creo que a mí tampoco me agradaría.
—Ni a mí —admitió Alan—. A menos que yo tenga mi propio show de stripper; en ese caso, estamos a mano...
—Qué predecible. —Colin mordió su hamburguesa y se puso de pie para buscar otra cerveza.
—Si algún día me caso, prométanme que me llevarán a Las Vegas como despedida de soltero —les pidió Alan.
—Lo prometo —pactó Eugene.
Colin se quedó callado, removiendo el interior del congelador.
Participar de una despedida de soltero en Las Vegas debía ser como su quinta pesadilla enumerada así:
1. Que le pase algo terrible a Emma.
2. Que le pase algo terrible a sus hermanos.
3. Separarse de Emma.
4. Morir sin haber sido papá.
5. Participar de una despedida de soltero en Las Vegas.
—¿Hola? ¿Colin? —dijo Alan desde la sala.
—Mi plan para esta noche, antes de que llegaran, era mirar un documental, y eso es lo que pienso hacer.
—Entonces, ¿no me llevarás a Las Vegas?
—Tal vez en otra vida.
—Excelente. Lo anotaré. —De todas formas, había llegado más lejos de lo que pensó que llegaría.
⠀
Colin pretendía matar dos pájaros de un solo tiro. Había un documental de neurociencias que estaba en su lista de pendientes desde hacía cinco meses con el que, al mismo tiempo, pretendía aburrir a sus amigos. Pero, luego de 80 minutos viendo a un montón de científicos hablar a la cámara sobre el cerebro humano, sus párpados comenzaron a cerrarse. Luchaba por no quedarse dormido, su computadora estaba abierta en la mesita frente a ellos, no podía creer que sus amigos siguieran despiertos y en silencio. Alan estaba al borde del sofá, al lado de él, prestando atención a los últimos segundos del documental porque era un borracho con un cerebro intoxicado de nuevos conocimientos aparte del alcohol. Por otro lado, a Eugene, sentado al otro costado de Colin, le dio mucha nostalgia esa noche de documental. Le recordó a los tiempos en los que compartía cuarto con Colin en la residencia, llegaron a mirar juntos más documentales de los que podía recordar, documentales sobre toda clase de ciencias.
—Brillante. —Alan aplaudió frenéticamente cuando aparecieron los créditos, a continuación, se puso de pie en busca de otra botella. Era un poco más de la medianoche. ¿Tenía clases los sábados? Sí. ¿Le importaba la hora? Por supuesto que no. Estaba alcoholizado. No le preocupaba nada que no fuera...—. ¿Creen que el stripper esté camino a casa de Emma?
Con sus dedos, Colin presionó sus párpados cerrados.
—Debo despertar en unas cinco horas.
—No si no duermes —contestó Alan y le dio un gran trago a su botella.
—¿Ya quieres mirar las historias de Esme? —le preguntó Eugene, mirando, precisamente, las historias de Esme.
Colin identificó una canción de Beyoncé y un grito de Olimpia. De acuerdo, le había ganado la curiosidad. Recostó su cabeza sobre el hombro de Eugene, y miró el vídeo que le siguió, en el que aparecía Escarlata haciendo shots con Olimpia entre luces de colores en lo que parecía ser la sala de Emma.
—Si buscan al stripper, aún no llegó —dijo Alan como si supiera de horarios convenientes para hacer un strip dance.
Colin lo miró, irritado como un colon de estudiante estresado, entonces, quedó al borde de entre echarlos de su depa y quedarse callado para un día no despertar sin amigos. Golpeó el porro de Alan antes de que este pudiese prenderlo con su encendedor, y el porro voló hasta el otro lado de la sala como un águila calva en cámara lenta. Que viva la legalidad de la marihuana recreativa en California. Alan se fastidió más que ocho Colins viendo cómo intentan encender un porro en su departamento.
—¡Es mi porro de emergencia!
—No fumes en mi departamento.
—¿Por qué necesitas tu porro de emergencia ahora? —preguntó Eugene mientras Alan lo recogía del suelo.
—Lo traje conmigo para fumarlo en familia, ¿saben? En honor a Colin —lo agarró entre sus dedos.
—Gracias, pero aquí solo está permitido fumar tabaco. —Colin cerró su computadora.
Alan colocó el porro encima de su oreja y siguió bebiendo.
—¿Saben qué? Nunca me perdonaré si ese stripper llega a casa de Emma.
—No llegará ni un stripper —contestó Eugene.
—Ya es hora de que se marchen. —Colin se puso de pie. No iba a desperdiciar sus pocas horas de sueño escuchando los divagues de un borracho, en especial si ese borracho era Alan Moore—. Gracias por venir. Gracias por traerme mi cena y todo eso.
—Tienes razón. Es hora de que nos marchemos a casa de Emma para impedir que ese policía que no es policía toque su timbre con un parlante con música obscena. —Alan sacó su celular de su bolsillo.
—¿Qué? No. —La sangre de Colin hirvió al segundo—. Deja en paz a Emma, es su noche —le sacó el celular para descubrir que estaba pidiendo un Uber a The Flats—. ¡Alan! No intentes arruinar su noche, demonios. Es lo último que falta. Emma ha tenido altibajos en medio de la organización, por lo menos debe disfrutar de la última semana. Olvídate de la mierda de stripper.
—Es que tú no entiendes. Esa Gen no parece de fiar.
—¿Qué? —botó el celular sobre la mesita.
—Ella debió haber contratado al stripper.
—¿Gen? ¿En serio? —preguntó Eugene desde el sofá.
—¡No podemos quedarnos con los brazos cruzados! —gritó como si fuese un enfermo delirando con ideas locas. No era un enfermo, pero estaba delirando con ideas locas. Recogió su celular de la mesita y salió disparado por la puerta con un brazo hacia delante como si fuese un superhéroe.
Colin y Eugene se miraron.
—¡Alan! —Eugene lo sujetó frente al ascensor que no se abrió.
—Debemos asegurarnos de que Emma no toque otros bíceps que no sean los de este —colocó la palma de su mano contra la cara de Colin, quien le dio un empujón impacientado.
—¡No hay strippers! —gritó Colin.
Entonces, su vecina abrió la puerta de su departamento para mirarlos con cólera. Colin fingió no haber escuchado cómo la mujer abrió la puerta, a continuación, sujetó a Alan del brazo, y se regresaron al depa antes de que todos los vecinos del piso salieran al lanzarles macetas minimalistas.
—Debemos asegurarnos de que Gen no la empuje a algo que atente contra tu matrimonio. Por cierto, Eugene, me parece completamente triste que repitas la misma historia para ver a Carla cuando tú solo perdiste tu oportunidad con ella.
—¿Qué dijiste? —Eugene se cabreó—. ¡Tú me hiciste perder mi oportunidad con ella!
—¡Pero tú decidiste hacerme caso! Me voy —regresó a la puerta.
—¿Adónde se supone que vas? —preguntó Colin.
—¡A casa de Emma! Caminando, en taxi o haciendo dedo, llegaré porque no tengo otra cosa que hacer, además, no tengo permitido regresar a mi cuarto porque Lu —su rommie— esta noche por fin le dará a una chica, así que ando sin hogar.
—¡Te dije que no! —Y el impaciente Colin pasó a ser el furioso Colin—. ¿Sabes qué? Es por esto, es por esto que evito a toda costa reunirme contigo. Siempre encuentras la manera de echarlo a perder. Dices que intentas cambiar, pero sigues siendo el mismo borracho atropellador de siempre. Emma se está divirtiendo con sus amigas, y eso es lo único que importa. Déjala en paz. Que aparezca un stripper o no es algo que no te concierne, joder.
—Pero Cole...
—¡Qué!
—¿Todavía puedo quedarme a dormir? —Estaba demasiado ido para darse cuenta que lo llamó borracho atropellador, sin embargo, estaba lo suficientemente consciente para notar que Colin, su modelo, estaba regañándolo como si acabase de regresar a casa a las 5 A.M. siendo un adolescente.
—Dame eso. —Colin señaló el porro que Alan tenía sobre la oreja.
—Bueno, pero no lo enciendas sin avisar —se lo dio.
—Yo ocupo el sofá. —Eugene se autoinvitó.
—Genial. Tendremos nuestra propia pijamada. Ahora propongo mirar algo culto, como Shrek —sugirió Alan. Colin se marchó a su recámara y cerró la puerta sin medir su fuerza. Alan miró a Eugene—. De seguro se fue a ponerse su mejor pijama.
—Claro. —Eugene se acostó en el sofá—. Intenta no hacer ruido, Al, o de verdad te quedarás sin donde dormir.
—¿Podemos compartir el sofá?
—No.
—¿Al menos me das un almohadón?
Eugene entrecerró sus ojos y le pasó un almohadón blanco.
Alan se acomodó en el suelo.
⠀
Por lo general, tardaba unos minutos más en dormirse después de haber escupido palabras, por la tensión y todo eso. Pero esa madrugada se destacó en rareza. Empezando por el hecho de que se había quedado dormido al cabo de quince minutos. Se había dormido pensando en Emma, su dulce nena, eso no tenía nada de raro. No había mirado las historias de Esme ni de Bianca u Olimpia por puro masoquismo. Tenía la tonta idea de mirarlas por la mañana, aunque esa decisión también tenía su ventaja. Empezaría el día con una sonrisa en la cara. La visualizó mentalmente, riendo y sonriendo, siendo la más linda entre todas las nenas, y de esa manera se tumbó en su tierna nube de descanso... Hasta que Eugene lo sacudió a las 2 A.M.
—Perro —lo movió con sus manos.
—Déjenme en paz —se tapó la cara con la almohada de ella.
—Me desperté para ir al baño y Alan no está.
Abrió sus ojos y la almohada cayó al suelo.
—¿Qué? —se sacó las sábanas de encima y encendió la lámpara.
El porro de emergencia no estaba en la mesa de noche.
—¿Hace cuánto que no está? —salió de la cama, poniéndose sus pantuflas blancas. La vena de su frente saltó con un aviso de erupción volcánica. El tornado ocurrió en su guardarropa mientras buscaba un hoodie con que abrigarse.
—¿Crees que está fumando en un taxi mientras se dirige a casa de Emma? —Eugene era inteligente, pero esa pregunta había sido la más estúpida.
Colin cruzó delante de él rumbo a la sala donde recogió la llave de su Benz de la mesita de centro, entonces, miró su celular buscando una pista. Y ahí estaba, un mensaje de hacía tan solo 10 minutos.
Al: No teman por mí, solo deséenme suerte.
—Lo voy a matar.
—¿Crees que lo alcancemos? —preguntó Eugene.
—Por su bien, espero que sí.
Condujo como un loco imprudente, y Eugene se atajó con fuerza de su asiento mientras era completamente honesto consigo mismo: si chocaban se morían. Nada más armonioso que acompañar a un rápido y furioso desde Westwood a Beverly Hills a las dos de la mañana, menos mal que este Toretto de cabello largo había bebido poco alcohol.
Mientras conducía, y Eugene le rezaba a un Dios que no conocía, despotricó contra Alan y se dio cuenta de que le faltaban palabras en su propio idioma para describir lo mucho que le enloquecía ser el que debía asumir las consecuencias de los actos de Alan desde que se habían conocido erróneamente.
—Es un amigo de mierda —apretaba el volante con tanta fuerza que sus manos se enrojecieron.
—Si lo encontramos, prométeme que no le escupirás. —Eugene lo miró—. Perro, sé lo mucho que te enferma que actúe tan desconsiderado, pero hace tiempo que no se comporta de esta manera. Si lo hieres no se recuperará rápido de tus palabras. Andará en modo deprimido otra vez.
—¡Es que parece que no entiende a menos que le grites!
—Cole, Alan es un niño en el cuerpo de un tipo de 21 años —le recordó—. Además, tampoco arruinará la despedida de soltera de Emma. Emma es demasiado Emma. No dirá gran cosa si lo ve llegar. Le ofrecerá pizza y le dejará dormir en su sofá. Una solución para el borracho sin hogar. Relájate.
—Es la noche de Emma —trató de destensar su mandíbula porque le dolía por tanto bruxismo.
—Y seguirá siendo su noche así sea Alan quien toque su timbre y no un stripper.
—Vomitaré si vuelvo a escuchar la palabra stripper.
—Lo siento.
Colin pisó más su acelerador, con el pesimismo de imaginar que no lograban alcanzarlo. Sin embargo, lo hicieron. Que viva la imprudencia y las multas por pagar. Lograron alcanzar el Uber a pocas casas de la residencia Miller. Colin apagó y encendió las luces un par de veces, tratando de llamar la atención del conductor que iba enfrente, pero, ante la negativa de este, tuvo que ponerse en línea del auto negro. Eugene bajó su ventanilla para tratar de llamar la atención de Alan, quien iba cómodamente en la parte de atrás con su porro de emergencia sobre su oreja. El conductor no entendía nada, y, si no fuera porque estaban en The Flats, se hubiese asustado.
—¿Conoces a estos tipos? —le preguntó a Alan, mirándolo desde el retrovisor.
—Ay, Dios mío. ¡Me quieren secuestrar! —gritó.
El conductor sabía que Alan estaba borracho.
—Vamos, amigo. ¿Los conoces o no? —se fastidió.
—Sí, son mis secuestradores.
—Espera. Creo que está frenando. —Eugene le avisó a Colin, quien estaba mirando la casa de Emma a lo lejos—. ¡Cole!
Colin miró a Eugene, quien estaba señalando cómo Alan bajó del Uber como bala y corrió por el lado de la acera donde se encontraba la casa de Emma. En ese momento, Colin bajó de la camioneta en medio de la calle. Como si su motor oxidado hubiese comenzado a andar por cuestiones milagrosas, corrió con la ventaja de tener las piernas más largas que su oponente, y lo embistió contra el suelo en un jardín ajeno.
Alan soltó quejidos debajo de Colin.
—A-ay. Se me rompió una costilla.
—¿Qué demonios te pasa? —Colin lo aplastó más, a propósito.
—¿Qué demonios te pasa a ti? Pesas más que el Titanic.
—Debemos irnos. Levántate.
—Lo haría si pudiera.
Eugene llegó hasta ellos después de arrimar y aparcar la Benz.
—¿Dónde está mi porro de emergencia? —Alan miró hacia delante.
—Levántense. —Eugene estiró hacia arriba un brazo de Colin.
Colin se levantó, y, de un segundo a otro, Alan se convirtió en el Correcaminos y Colin en el Coyote con algo de suerte. Los tres atravesaron corriendo el jardín de Emma. Alan se acercó a la ventana de la sala, que tenía las cortinas abiertas, y nuevamente fue embestido contra el suelo. Eugene se agachó con ellos.
Fue entonces que él escuchó la risa de ella. ¿Cómo no reconocer esa risa? Incluso con música sonando por encima. Colin se arrodilló, con una rodilla sobre el torso del que había ocasionado todo eso, y miró por encima del arbusto que estaba frente a la ventana. Emma estaba bailando encima de su sofá, una canción que él reconocía porque tenía hermanos menores, era Naturally de Selena Gomez & The Scene. Literalmente, acabaron espiándola porque uno de ellos estaba malditamente convencido de que para esa hora le estaría bailando un stripper cuando la bendita realidad era que Emma estaba bailando con sus amigas canciones que escuchaba en Disney Channel cuando era niña. Colin se quiso morir, pero, al verla con esa peluca rosa, deseó que ambos vivieran lo suficiente porque tenía tanto amor para darle.
Emma tenía un micrófono invisible en su mano y estaba con una sobredosis de cocteles sin alcohol y palomitas dulces. Con los pies descalzos y su peluca, cantaba como si se encontraba en The Voice. Cantaba con mucha pasión, pero con torpeza. Colin se mordió el labio inferior, haciendo lo posible para escucharla, pero las amigas de ella cantaban más alto y con una completa desafinación entre cada nota, ahora solo se podía escuchar la voz chillona de Olimpia.
Escarlata regresó de la cocina con un Bloody Mary recién hecho, y levantó su copa al ritmo de la música, entonces, vio a Eugene en la ventana.
—Joder, Carla —se dijo a ella misma.
Necesitaba parar con el trago. Bueno, solo un sorbo más. Muy bien. ¿Por qué estaba alucinando con Colin y el otro amigo también? No era una maldita alucinación... Eran... eran ellos. Dio media vuelta y se regresó a la cocina.
Olimpia, al ritmo de Selena, giró hacia la ventana y se encontró con tres pares de ojos.
—¡Intrusos! —gritó por encima de la música, señalando la ventana con su mano sacudiéndose mientras los apuntaba.
—¿Qué? —Bianca se levantó de donde estaba sentada.
Emma miró hacia la ventana, encontrándose cara a cara con el intruso más guapo. Colin se puso rojo, naranja y violeta, su cara pudo haber pasado por todos los colores del arcoíris sin que sus amigos se dieran cuenta. No quería que ella pensara lo peor ahora que oficialmente había quedado como el novio acechador delante de todas. Pues, ella había pensado mucho en un segundo y cada uno de sus pensamientos combinaban con la cara ardiente de él. Se bajó del sofá a toda prisa y salió corriendo por la puerta principal, abrió sus brazos y cantó:
—You are the thunder and I am the lightning —mirando el cielo.
Tú eres el trueno y yo soy el relámpago.
Colin pudo haberse desarmado.
Emma corrió hasta los brazos del polizón, y este la cargó, sujetándola de las nalgas mientras ella lo rodeaba con las piernas, y, en ese momento, justo antes de poder expresar su devoción hacia ella con las más dulces palabras, Escarlata salió de la casa con una caja rectangular de huevos y comenzó a lanzárselos a Eugene y al otro. Olimpia se unió a ella y las dos comenzaron a perseguir a ese dúo de inadaptados por la acera, lanzando huevos de manera indiscriminada a la par que los gritos de los tableros de dardos vivientes alertaban al vecino más pesado de la cuadra.
—Acaban de ahorrarme un sermón de regreso a casa. Definitivamente, a Alan se le grabará mejor que mis palabras. —Colin la bajó al suelo mientras miraba como los dos se subían a la camioneta.
Ahora la pobre Benz recibió huevazos en el parabrisas.
Emma hizo una mueca horrorizada al ver la escena.
—¡Lo siento! Están borrachas.
—¿Y tú? —la miró, se miraron.
—Claro que no —rio, dándole un golpecito cariñoso en el brazo.
—Lo sé, por eso no me llamaste a cantarme una ridícula canción de boda.
Se rieron, y, al guardar silencio, él tomó un mechón de la peluca entre sus dedos.
—¿Te gusto con el cabello rosa? —ladeó su cabeza, sonriendo dulce como un chicle de fresa.
—Me gustas con el cabello rosa.
Ella sonrió, y se puso de puntitas con sus pies descalzos, se balanceó de atrás para adelante mientras esperaba una explicación de toda la situación, pero él se había embobado con la manera en la que ese flequillo cubría la frente de ella como si esa peluca hubiese sido fabricada de manera exclusiva para la sexi novia más amarilla del universo.
—¿Y bien?
—También me gusta tu pijama de gatos.
Emma se echó a reír, y dijo:
—¡Pensé que no la habías notado!
—Siempre noto todo lo que te pones.
—Ya —le apretó el brazo—. ¿Dejarás de coquetear y me contarás qué haces?
—Ah, sí...—miró sus pantuflas blancas ubicadas frente a las uñas con brillantina—. Alan tuvo como... una recaída con el alcohol, bueno, llegó al depa completamente seguro de que Gen contrató un stripper para tu fiesta, y sus ideas locas se volvieron más intensas con todo el alcohol que consumió y que no debimos dejar que consumiera.
—¿Gen? ¿Un stripper? —soltó una risa intensa—. Gen se marchó hace media hora y no estoy segura si mi stripper fue contratado por ella. —Colin la miró con los ojos entrecerrados, su cerebro casi se quema al intentar comprender la risa de ella—. Me refiero a ti, Oschner. Ya me estaba preguntando a qué hora llegaba mi show privado...
Colin se puso tan tonto que escupió de la risa. Miró el manto nocturno y metió sus manos en el bolsillo de su hoodie.
—¿Por qué tú no me das un show privado? También es mi despedida de soltero, ¿no sabes? —regresó a mirarla.
¿Ahora sí era su despedida de soltero?
—Mmm. —Ella cerró un ojo.
—¿Mmm? —le acarició la cara con un pulgar.
—No —rio, poniendo una mano sobre el pecho de él.
—¿En otro momento? —le capturó la mano entre las suyas.
Emma rio otra vez, tan boba enamorada, y le dio un empujón que no lo movió ni un solo paso.
—¿Qué fantaseas, Oschner?
—Oh, muchas cosas, Oschner.
Ella cerró sus ojos en medio de una sonrisa, y dijo:
—Ya estaba siendo una de las mejores noches de mi vida, pero, con este momento totalmente random, sin dudas, todo acaba de grabarse en mí como una película.
—Mi amor, no puedo esperar. . .
—¡Ahí tiene! —gritó Olimpia, dándole con un huevo a Colin en la espalda.
Asustado, Colin dio un brinco en su lugar. Emma se tapó la boca con sus manos.
—¡Emma! —Escarlata llegó corriendo hasta ella, y le entregó un huevo entre sus manos, como si fuera un huevo recién salido de la gallina de los huevos de oro—. Es el último que queda. Úsalo con sabiduría.
Emma y Colin se miraron a los ojos, a continuación, este caminó en marcha atrás, despacio, y, alejado por al menos diez pasos, abrió sus brazos entregando su pecho como una ofrenda a su diosa. Emma soltó una risita, y lanzó el huevo, haciéndolo estrellar contra el hoodie de él. Escarlata y Olimpia gritaron y abrazaron a Emma, apretándola en medio de las dos mientras celebraban la victoria contra tres intrusos. Colin le guiñó un ojo, Emma sonrió, y él se marchó corriendo hasta su Benz.
Cuando subió a la camioneta, el buen Alan ya estaba entre la vida y la muerte, tumbado en el asiento trasero, moría de sueño. Eugene se estaba terminando de sacar las cáscaras de huevos de la cabeza mientras se quejaba en nombre de los veganos.
—¿Y qué te dijo Emma? —preguntó en el camino.
—Que yo soy el trueno y ella es el relámpago.
—¿Y el stripper? —preguntó Alan con el último aliento que le quedaba.
—Llegamos tarde.
—¡Joder! ¡Lo sabía!
Eugene miró a Colin.
—No hablas en serio.
—No.
—Entonces, ¿no hubo stripper? —Alan andaba navegando con Internet Explorer.
—No, Al. Pero te agradezco que me hayas hecho conducir hasta su casa.
—De nada. Para eso están los hermanos.
—No vuelvas a hacerlo en tu jodida vida.
—Registrado.
Una ilustración de mi nenita con sus amigas:) (y Bia). ¿Les gusta?
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