53: Miércoles por la noche

No solo debía ocuparse de ser novia, también debía preparar su maleta para Italia, y sus pertenencias en general para mudarse a su nuevo hogar una vez de regreso de su dulcísima luna de miel. Necesitaba tomarse el tiempo para decidir qué trasladar al depa, necesitaba llevar lo justo y necesario para que Colin no empezara con su discurso «¿Dónde meterás todo eso? Sabía que debíamos buscar un depa más grande.». Así que ese miércoles había decidido empezar por su guardarropa. Estaban en pleno otoño, razón por la que empezó sacando sus joggers y jeans favoritos sobre el sofá ubicado dentro de su guardarropa tamaño departamento de Colin (ahora de Colin y Emma). Eso iba a funcionar porque sí. Había vivido un semestre en una residencia universitaria. Su estilo era un sobreviviente. Y hablando de la residencia. Se sacudió la cabeza. No, no quería pensar en ella, pero sí, sí se preguntaba cómo sería su vida en el psiquiátrico; no, no quería saber sobre ella, pero sí que deseaba que estuviese sufriendo al menos un poco. Suspiró hondo y se sentó sobre sus pantalones. De pronto, comenzó a recordar el odio que siempre había demostrado hacia él y lo ciega que ella había sido para no prestarle suficiente atención. Se suponía que había pasado de página, lo más práctico sería arrancarla de su libro, pero sonaba más fácil decirlo. Colocó sus codos sobre sus rodillas y agachó su cabeza, sujetándose el cabello con sus dedos, repitiéndose que estaba rodeada de las personas correctas y que se iba a casar con su alma gemela. Deseaba poder borrar cada huella que le habían dejado, pero le calmaba saber que no estaba sola. Se acordó de Colin, se acordó de su madre y de sus mejores amigas. Cada uno de ellos tenía una huella que deseaba borrar. Tal vez todas las personas tienen una o más de una. No estaba sola, estaba viviendo su experiencia humana. Y ella podía elegir.

Elegía vivir y en el presente.

—Hola —le dijo su papá.

Emma se sacudió la ansiedad, y lo miró, estaba parado a un lado del sofá.

—No te escuché.

—No hice ruido. Me preguntaba si hoy también estarás ocupada.

—Sí —se puso de pie para comenzar a doblar unos joggers de colores—. Tengo agenda llena hasta mi regreso de Italia —se suponía que esa había sido una broma, pero a él no le sentó bien, o sea, ella se iba a casar realmente, se iba a mudar, no era una broma pesada para un programa de televisión que él se quedaba mirando hasta altas horas de la noche.

—Quería decirte para cenar, pero está bien —caminó unos pasos con la cabeza agacha, mirando la cantidad y diversidad de calzados en el suelo—. Te escuché hablando con Gi sobre una despedida de soltera.

—¡Ah! —rio sin mirarlo, siguiendo con los jeans—. Sí, en realidad, solo le estaba diciendo que no sé nada sobre una despedida de soltera, él preguntó. Sé que tendré una, quiero decir, sé que Carla está detrás, pero aún no me ha dado detalles, tal vez intenta hacerla sorpresa.

—¿Cole tendrá una?

—Creo que no. Bueno, eso espera él.

—Sus amigos no querrán privarlo de una experiencia como esa.

—Alan —le corrigió—. Él no querrá privarlo. Pero no sé. Tal vez, como regalo de bodas, decida hacerle caso por primera vez y no organice nada. Yo solo quiero que Cole se sienta cómodo.

A continuación, hubo un silencio, mientras ella colocaba los pantalones doblados uno encima de otro. Se suponía que las cosas entre ambos habían vuelto a la «normalidad», sin embargo, él no podía dejar de sentirse culpable, es más, no había tenía una noche, desde el conflicto, en la que no se sintiera culpable por todo. Se preguntaba si ella lo odiaba y solo lo camuflaba con flores. Se preguntaba si el chico algún día lo iba a dejar de mirar como el sujeto que lo mandó al hospital. Se preguntaba si iba a ser el abuelo que nunca visitaban. Había cometido tantos errores en su vida, pero este los encabezaba.

—No conozco el departamento, pero tu mamá dice que es del tamaño de un hámster.

—El problema con mamá es que está acostumbrada a su ático de diez habitaciones.

Estaba cansada de que le recordaran el tamaño del depa, hasta Gillou lo había hecho esa mañana. El departamento no era tan pequeño, lo exageraban porque todos eran unos pollitos adinerados. El único que la comprendía era Gael. Él nunca le había señalado la pequeñez de su nuevo hogar.

—Florecita.

—Ajá —se dirigió a los percheros donde colgaba hoodies.

—Te amo.

Emma apretó la manga de un hoodie, se quedó estática sin voltear. Ella odiaba eso. Odiaba que él continuara con eso cuando ella estaba tratando de pasar de página con todas sus fuerzas porque no es sencillo provocarte amnesia de acontecimientos como ese. Todavía, cuando miraba a Colin, recordaba su cara con hematomas y los quejidos que soltaba cuando se ponía de pie. Lo recordaba casi todo el tiempo. Ya lo había hablado con Jane, con ella le había dado el lado racional a todo, que su papá no lo hubiese hecho de haberlo sabido, que había actuado bajo sus impulsos, y que, era evidente a partir de sus acciones, que estaba sumamente arrepentido. Pero era Colin. Ese era el problema. No toquen a su Colin, joder, ni siquiera lo miren fuerte. Jane le había dicho que ella no era la defensora ni guardaespaldas de su novio. Emma había añadido esas palabras al conjunto que ignoraba de su apreciada psicóloga.

Nadie volvería a tocarlo. Jamás.

Y mucho menos Bradley.

—Pa.

—No puedo olvidarlo...—soltó, sentándose en el reposabrazos del sofá, con la mirada baja—. No puedo dejar de sentirme culpable, y siento que tú solo finges que nada pasa. Conozco a mi hijita. Es una actriz cuando quiere.

—No hay nada que hacer. No puedes regresar al pasado. Nadie puede —volteó a verlo. Y si había algo que ella deseaba con todas sus fuerzas era precisamente cambiar ciertas cosas del pasado. Ella también se arrepentía de tantas cosas—. Olvídalo ya. Me harías un favor si al menos lo intentas.

—¿Tú sabes que no son bromas? ¿Sabes que en verdad quiero a Colin? Y odio haberlo lastimado tanto. Es un chico, bueno... es un hombre excepcional.

—Sí —asintió, mirando abajo—. Sé que lo quieres.

—Lo lamento.

—Ya. También necesito que dejes de disculparte para poder avanzar.

—Bien.

Silencio.

El más lúgubre silencio.

—Bien —lo imitó. Se acercó a él—. ¿Sabes qué? No hemos practicado nuestra pasarela.

Entonces, ella avistó un brillo en los ojos de él. Un brillo que no aparecía hacía tiempo.

—Tú misma lo dijiste. Tienes una agenda ocupada hasta tu regreso de Italia. Italia, ¿eh? —No habían hablado al respecto, solo pocos comentarios. «¿Van a Italia? Espero que me traigan mortadela como souvenir»—. El francés egocéntrico que duerme con mi hijo se habrá atragantado.

—El francés egocéntrico dice que su luna de miel será en Saint-Tropez como mínimo —sonrió, guiñándole un ojo. No, no, no. Jake pensó que no necesitaban más bodas por los siguientes 8 años—. Bueno. Estoy extremadamente emocionada por recorrer pueblitos con Cole. Ah, y espero que cuiden bien a Esteli durante mi ausencia.

—Por supuesto. Cuidaremos de la gata mientras sus dueños pasean en una Vespa. Por el amor de Dios, no permitas que Colin conduzca una moto. No confío en su capacidad, sinceramente. Tampoco confío en la tuya, así que, a decir verdad, estamos fritos.

Emma se echó a reír, diciendo:

—Te prometo que usaremos cascos. Y no llames gata a Estela, pa.

—Pero eso es lo que es.

—No. Es mi niña, pronto nuestra niña... con Cole.

—Claro. La niña de los anillos.

—¡Ya! —brincó con emoción, y enganchó su brazo al lado izquierdo de su pa—. Dave dice que las novias van del brazo izquierdo. Nunca había tenido en cuenta esas cosas hasta que... bueno... me convertí en la novia —rio, sacudiéndose por tanto sentir.

—Novia en mi brazo izquierdo, pañuelos en mi derecha. Lo tengo —asintió, mirando sus pies.

—Tenemos que hacer un pacto —lo soltó y se paró delante de él para verlo a los ojos—. No podemos llorar antes de acabar la ceremonia. Porque si tú lloras, yo lloro, y quiero aguantar un poco, por las fotos, sabes.

—No te preocupes. Tomaré una copita antes.

Pero, joder, iba a necesitar más que una copita.

—De acuerdo —rio, volviendo a tomarlo del brazo—. Entonces, caminaremos así... —lo estiró, comenzando a caminar con él por el guardarropa— como si no me estuviera a punto de casar con el hombre más guapo del mundo.

—Tampoco exageres.

—¡Es la verdad! Tendrás unos nietos hermosos.

—¿Intentas bajarme la presión o qué? Espero que no sueltes esos comentarios en la boda.

Emma rio, apretando su mejilla contra el brazo de él.

—Pero sigue siendo verdad. Cole es el más hermoso de todos.

—¡Buenas noches, excelentísimo profesor! —Kurt hizo una reverencia antes de salir de la sala con un cupón de comida rápida que esa noche planeaba exprimir.

—Hasta mañana, Cohen —habló Brice, cruzando la puerta con una mochila de camuflaje colgando en uno de sus hombros.

Colin se había atrasado juntando sus pertenencias y colocándolas dentro de su mochila. En realidad, no se había atrasado, sino que ese par se había adelantado. Mónica también seguía en la sala, buscando cupones para cenar en una App de comida. Debieron haber huido en cuanto pudieron.

—Oschner, Mónica. —Cohen salió de su despacho y soltó las mil y unas hojas sobre la mesa de reuniones. Ambos lo miraron, moviendo únicamente sus cabezas—. Me tomé el tiempo de organizarles su miércoles por la noche. Tuve un problema —llamado alcohol— y me atrasé con las tareas que tengo con el primer año, pero, gracias al Cosmos, tengo dos asistentes superestrellas. Necesito que corrijan estos anteproyectos para mañana al mediodía. Es un placer contar con ustedes. . .

—¿Para mañana? —Mónica no temía protestar en este caso. ¿Alguien más estaba viendo esa pila de documentos o ella era la que estaba alucinando? Se acercó y tomó las primeras hojas que se encontraban perforadas—. Es un montón de mierda —dijo con solo leer la primera línea.

—Exactamente, y no tengo tiempo para ella. Necesito que conecten sus brillantes mentes y le escriban cosas lindas al margen, ya saben, como «dedícate a otra cosa». Cuando hayan terminado, llámenme para contarme cual ha sido el menos desagradable. Hay un chico que se llama Edward, tengo fe en él. Oschner, estás demasiado callado...

Oschner estaba anonadado.

Cohen no le había hecho los planes porque le había arruinado como siempre. No había quedado con Emma, no se habían hablado para quedar, pero tenía muchísimas ganas de sorprenderla, también tenía muchísimas ganas de comerla, pero no tenía poder de decisión en esa conversación.

Quería llorar porque nada podía ser peor que no verla.

—Mi departamento se está pintando —dijo Mónica.

«Y ¿eso qué?». Colin la miró, pestañeando fuerte una vez.

—Podemos trabajar aquí —propuso.

—Ni loca. —Mónica recogió las hojas que Cohen había abandonado por unos vasos de whisky—. Tengo un límite con este lugar. ¿Duermes bajo un puente o qué? ¿No podemos trabajar en tu techo?

No, porque su techo era territorio sagrado.

—Sí. Déjame ayudarte —le sacó los documentos porque si iban a pasar la madrugada juntos más le valía ser amables—. Mi camioneta está en el aparcamiento frente al edificio.

—Bien.

Bajaron las escaleras de enfrente en silencio, caminando a la par del otro. A Mónica se le ocurrió contarles su desgracia a sus amigos, quienes felizmente debían estar canjeando cupones por hamburguesas, pero no quería que le echaran burlas por tener que pasar el tiempo con la persona que más le desagradaba en el planeta. Por otro lado, a Colin le sonaban las tripas.

—¿Te gusta el sushi? —presionó un botón y la Benz brilló a la distancia.

A decir verdad, le importaba poco y nada que le gustara el sushi porque de todas formas eso pensaba comprar. Con un poco de imaginación y locura, su cerebro creería que estaba comiendo con Emma.

—Sí —contestó ella, entonces, ocurrió algo que la dejó impactada.

Colin le abrió la puerta.

—Compraré sushi entonces —permitió que Mónica subiera, y cerró la puerta, largando un suspiro al final. Mientras rodeaba la Benz, ella lo miró, pero inmediatamente bajó la cabeza cuando él abrió su puerta. Colin se dio cuenta de algo y es que comenzó a sentirse más fastidiado. Qué noche de mierda. Colocó las cosas en el asiento de atrás después de subir.

—Yo sí tenía cosas que hacer. —Mónica miró al frente mientras salían del estacionamiento.

—Todos —contestó él, solo por ser amable.

El resto del camino lo dieron en silencio. Colin habló únicamente para señalar lo obvio.

—Aquí compro el sushi —cuando aparcó frente a un restaurante asiático, y bajó sin apagar el motor porque había encargado el sushi antes y se suponía que no debía tardar.

Mónica visualizó el interior de la camioneta, desde el volante, pasando por la radio encendida hasta las calcomanías de gatos pegadas en la guantera. Frunció su ceño. Los ricos hacen cosas estúpidas como arruinar el interior de su Benz con calcomanías preescolar. Entonces, el celular de Colin se iluminó en el compartimiento del medio, y vio el fondo de pantalla, el celular se volvió a apagar, pero Mónica lo tomó para devolver la foto. En ella, ambos estaban juntos, y Emma estaba enseñando su anillo, era la foto con la que habían anunciado su compromiso en Instagram, pero Mónica no lo sabía, lo único que sabía era que las chicas como Emma, con cutis de porcelana, siempre tienen más suerte que el resto.

—Listo —dijo Colin cuando regresó, y condujo hasta el condominio tan rápido como pudo.

—No vives en la alcantarilla después de todo. —Mónica se quedó quieta mientras subían por el ascensor, no se le había ocurrido darle una mano a Colin, quien llevaba sus pertenencias, los mandados y la cena, y a él no se le había ocurrido pedirle una mano porque estaba acostumbrado.

—No. —No y no estaba para bromas. Tenía hambre y le dolía el cuerpo—. Por aquí —se desplazaron hasta el departamento L5 que se encontraba solitariamente vacío. Encendió las luces y algunas de sus conexiones que lo hacían ser una persona emocionalmente estable se cortaron cuando Mónica se adentró con zapatos—. ¡Sin tenis! —gritó y pronto se dio cuenta de la situación—. Lo siento. Los zapatos se quedan en la puerta.

Mónica arrugó su frente, retrocediendo a la puerta donde se quitó los tenis sucios.

—¿Eres una de esas personas obsesionadas con los gérmenes?

—No, solo no me gustan los zapatos dentro de mi departamento. —Y también tengo fuertes rasgos TOC, pero eso no lo necesitas saber—. Ponte cómoda —dijo para apañar el hecho de que le había gritado como un demente, se dirigió al comedor donde dejó los papeles y la comida también—. Eh, no sé dónde quieres trabajar.

—Aquí.

Colin volteó, viéndola acomodada en el sofá blanco.

—Claro —abrió su bolsa de sushi porque primero estaba su salud.

Y se pusieron a leer los lamentables anteproyectos.

—Ya veo porque Cohen nos dio su trabajo —le dijo ella.

—Lo escuché decir que es su peor grupo en años —comentó, dejando una lata de soda vacía en la mesita, en su otra mano tenía un papel con miles de anotaciones al margen. A continuación, buscó un cigarrillo y lo encendió en su boca—. Lo siento, no funciono sin esto.

—Da igual. Brice fuma también. —Estaba enfocada en la hoja que tenía entre sus manos, pero el olor a cigarrillo de menta la desconcentró de inmediato. Colin no olía a cigarrillos de menta todo el tiempo, pero, de todas formas, ella solo podía relacionar ese olor con él—. Entonces, te casas la próxima semana. ¿Ella es pintora?

Esa noche Colin descubrió que Mónica le prestaba atención. Había mencionado una sola vez que Emma era pintora.

—Sí.

—¿Se llama Emma? —preguntó como si no lo supiera, pero no permitió que Colin respondiera—. ¿Ella no salía con Brandon?

Colin dio una gran bocanada.

—No. Nunca salió con ese tipo.

—Pensé que sí. —Mónica notó la manera en la que su compañero nocturno se tensó a su lado. En otras circunstancias, hubiese usado ese tema para fastidiarlo, pero estaba cansada—. ¿Eres su primer novio? Discúlpame, pero mi cerebro está frito. Necesito descansar —bajó los papeles sobre su regazo. En serio. Su cerebro estaba frito y sus párpados le pesaban exactamente como a él, además, siempre andaba dándose de chismosa con Kurt y Brice sobre Colin, podía recabar información esa noche.

—Sí soy su primer novio.

Mónica lo miró.

—Guau.

—¿Tú sales con alguien?

Sabía que no, pero era un completo inexperto en tener conversaciones humanas con Mónica.

—No.

—Ah.

—Me gustaba alguien. —Tal vez era el sushi adulterado o Colin fumaba otra cosa, pero esas palabras salieron de su boca como a un borracho le salen verdades—. Pero no tengo tiempo para eso.

—Claro. Pero de seguro muchos quieren salir contigo.

Ya estabas siendo demasiado amable, Oschner.

Mónica se burló con risas, poniéndose a la defensiva.

—Me prometí que esta noche sería amable contigo, pero por salud mental mía. No me busques con tus comentarios estúpidos o te dejo solo con esta pila de mierda.

—Y yo prometí no escucharte, por salud mental mía. —Y ahí estaban, discutiendo de nuevo por cosas increíblemente absurdas, se habían tardado—. Y hablaba en serio, además.

Mónica bajó su mirada.

Colin parecía completamente apartado de esa sala, fumaba como un tren y su mirada estaba puesta en ese pasillo. Mónica no tenía idea que en la cabeza de él pasaban muchas cosas, desde la risa de su futura esposita hasta los gritos que ella daba cuando él le daba en misionero. Como si su cerebro, con baja batería, comenzara a mezclar su contenido mental de forma incoherente. Dios mío. Quería dormir y no había pasado ni una hora desde que se sentaron en ese sofá. Tan cansado estaba que ni siquiera era consciente de que Mónica estaba sentada en el sofá donde fornicaba.

—Bien. —Mónica rompió en dos partes el anteproyecto que tenía en sus manos, y a Colin no le importó en lo absoluto, porque eso era exactamente lo que Cohen haría—. ¿Por qué no pasamos directamente al de ese tal Edward y le decimos a Cohen que el resto lo dejamos en un basurero ecológico?

—No podemos hacer eso —le sorprendía que ella lo propusiera. Dio una gran bocanada, el humo chocó contra el papel que sostenía, y Mónica decidió que Colin, con ese efecto de humo, era el hombre más atractivo que había visto.

En ese momento, ambos escucharon el mismo ruido y miraron la puerta.

—¡Amorcito, estoy en casa! —Emma gritó sin todavía abrir por completo la puerta, se estaba peleando con la llave que se quedó atorada en la cerradura. Cuando al fin los vio, se quedó paralizada con Estela en su brazo derecho y un túper en su mano izquierda.

¿Mónica?

—Eh —se ruborizó mientras Mónica no paraba de mirarla.

—Cariño —Colin aplastó su cigarrillo en el cenicero y se puso de pie—, lo siento, no sabía que vendrías. Esperaba terminar con esto para ir a tu casa más tarde —explicó mientras Emma se sacaba los tenis, estaba usando un biker short blanco con una sudadera azul más grande que ella.

—¿Una visita de madrugada? —sonrió, se resistió para no dar un «¡Rawr!».

Dios, si Mónica no estuviese ahí, ella ya le hubiese contado que no traía sostén debajo del hoodie. No había llegado caliente al depa, es más, había traído a Estela con ella en un plan completamente frío polar, pero su hombre era como visitar el Sol esperando que no queme.

—Eh, sí —le sonrió también.

Y Mónica pensó, en el medio, que no conocía esa sonrisa de él.

—Cohen nos asignó su trabajo. —Colin le contó a Emma.

Emma miró a Mónica, y, una gran parte de sí quiso ponerse arisca porque esa chica se metía constantemente con su amorcito, pero, por otra parte, no quería ser la novia insoportable porque ella no era así, además, pensó que ambos parecían estar trabajando armoniosamente.

—Hola —decidió saludarla con amabilidad.

—Lindo gato —señaló Mónica.

—Es niña —sonrió.

Y a Mónica le dio la sensación de que el cerebro de Emma era una canica, sonaba como a una de esas personas. Ya sabía quién había arruinado el interior de la Benz con calcomanías.

—Emmy... —Colin puso una mano sobre el hombro de Emma, pero ella no le dejó terminar.

—Horneé galletas para mi amorcito —colocó el túper encima de su cabeza.

—Gracias, mi nena —le sacó el túper.

Ay, Dios. Mónica podía ir y contarle a todo el mundo que su novia lo llamaba «amorcito» y que él la llamaba «mi nena». Le importaba una mierda. Dejó el túper en la mesita, la tomó del brazo y la guio hasta la recámara. Emma miró hacia atrás, a Mónica, mientras Colin la estiraba.

—¡Puedes comer también, Mónica!

A continuación, Mónica escuchó el ruido de la puerta al cerrarse y puso los ojos en blanco.

Emma dejó a Estela sobre la cama y se deshizo de la mochila que cargaba sobre sus hombros.

—¡Tanto tiempo, amorcito! —actuó.

Colin la atrapó entre sus brazos y se dejaron caer en la cama.

—Llegaste justo a tiempo para revivirme.

Emma se acostó al lado, mirando el techo.

—¿Está siendo amable contigo?

—Sí.

—Bien por ella porque me afilé las uñas esta mañana —levantó sus manos, haciendo de anzuelos sus dedos, tenía las uñas en forma cuadrada sin pintar.

Entonces, él trepó sobre ella, acomodándose entre las piernas abiertas, metió una mano bajo el hoodie, acariciándole la cintura, se dieron un largo y apasionado beso en la boca que terminó cuando él le tocó un pezón, sintiendo la perfección al alcance de sus manos. Se miraron a los ojos, reconectándose después de unos cuantos días echándose de menos, y siguieron besándose sin pudor. La sujetó de la cadera, haciendo del cuerpo de ella su pertenencia, puso su nombre en la garganta de ella.

—Colin —gimió Emma, entre besos y caricias.

Ella se abrió como un girasol se luce frente a su astro rey, mientras él se frotaba en ella.

Emma arqueó su espalda, mordiendo las mangas del hoodie a la par que sus ojos se aguaban del éxtasis. No había duda alguna: se habían añorado como locos. Colin se frotaba el bulto del jean contra el centro de Emma como si este nunca se hubiese quejado del sueño que tenía.

—¿Me hiciste galletas? —le chupó el cuello como a fruta de temporada.

Ella abrió su boca, dejando escapar sonidos de la caja musical que se activaba cuando él daba cuerda.

—Ajá —cerró sus ojos con fuerza.

La respiración de ambos sonaba agitada. Todo el cuerpo de ella se estaba preparando, sus pezones erguidos rozaban la tela del hoodie, tal vez, probablemente, estaba a punto de pasar al otro plano.

—Como buena futura esposita. —Colin le mordió la oreja, provocándole un gemido que lo llevó a la luna—. Me sacas del trabajo para esto, ¿hm?

Ella hundió sus uñas (afiladas) en los hombros de él.

—Oh, Cole... —lloriqueó.

—¿Qué? Dime —la embistió con fuerza, una vez.

Emma rebotó, mordiéndose la manga del hoodie en un intento por ahogarse a ella misma para no despertar a todo un vecindario.

—Mereces que te coma el coño sin piedad, eso mereces. —Ahora le chupó la oreja, metiendo su lengua en ella, a la par que hacía de Emma un huracán tropical en plena llovizna otoñal.

—Por favor —suplicó.

—¿Por favor qué?

Se miraron, él detuvo la fricción.

—Por favor, cómeme el coño.

—No.

Emma, la mimada, sintió algo que nunca pensó sentir ante un No.

Se excitó más.

Lo agarró de la cara con sus manos y le mordió el labio inferior con fuerza, estirándolo hacia abajo. Colin pudo haberse venido por un ese mordisco, en serio, pero, en su lugar, la castigó pellizcándole los pezones. Emma lo soltó de golpe, mandando su cabeza hacia atrás, entonces, Colin aprovechó el espacio para besarle el cuello y acabar justo en ese momento. Respiró hondo, se dio cuenta de que necesitaba colocar tres cigarrillos en su boca para despertar del coma en el que se hundió, la besó en la mejilla, presionando sus labios con fuerza contra la piel de ella.

—Lo siento —dijo, mirándola a los ojos—. Yo. . .

—Luego me lo das —sonrió.

Estaban hablando del orgasmo.

—Te amo —le dijo, agarrándola de la cara entre sus manos y le dio un dulce beso en los labios.

—Te extrañé mucho —lo miró, con la punta de la nariz roja.

—¿De verdad? —le sonrió, dándole caricias en el cabello.

—¿Por qué preguntas si de verdad?

Colin se acostó al lado, de lado, mirándola.

—No sé. Te veías ocupada.

—Siempre tengo tiempo para extrañarte.

Él la abrazó, acurrucándola entre sus brazos.

—Duérmete, ¿sí?

—¿Qué? —rio un poco, sacando su cabeza de entre los brazos de él.

—No regresaré a mi trabajo hasta que te duermas.

—Pero no tengo sueño —protestó—. Cole...

—Mi nena linda...

—Me gusta que me hables fuerte mientras me lo haces.

Colin se rio, mirando el techo.

—Ya lo sé.

Por eso lo hacía.

—Pero en la luna de miel quiero que me lo hagas dulce.

—Anotado.

—Mi cuerpo se siente bien ahora.

Colin giró a verla, diciendo:

—Me alegra saberlo. El mío también.

—Lo siento.

Colin regresó a sala como media hora después, con un short.

—Ocurrió algo —«Dentro de mi jean»—, es que no veo a Emma desde hace unos días —«Situación que explica lo ocurrido»—. Cosas de la boda —se sentó en el sofá, buscando otro cigarrillo.

Se había quedado a darle mimos a su nena hasta que ella le pidió que regresara a terminar con su mandado. Emma se quedó en la cama, con Estela, preparándose para dormir.

—Escucha —dijo Mónica, quien se había pasado la última media hora tratando de reprimir su imaginación. «¿Cómo debe follar Colin Oschner?». No se había enterado de nada de lo que había pasado en esa recámara, sin embargo, el hecho de que ambos se habían encerrado le había hecho preguntarse cosas que normalmente se esforzaba por ignorar.

—¿Hm? —Colin tenía el cigarrillo entre sus labios, abrió su encendedor.

—Tú quieres estar con tu novia, yo quiero irme a dormir —levantó los papeles, cada uno de ellos tenía una cruz roja que cubría toda la hoja—. ¿Qué te parece?

—Muy Cohen.

—Me puse a leer el anteproyecto de Edward, y sí, Cohen tiene razón, es el más decente de su clase, así que decidí descartar todos y decirle a Cohen que Edward es su nueva superestrella.

—No podemos hacer eso. —Colin pensó en que él también había sido un estudiante de primer año, debía haber esfuerzo en esos papeles.

—Si tú no hablas, yo tampoco. Vamos, Cohen hubiese hecho exactamente lo mismo.

—Lo sé.

—Lo llamaré.

—No te preocupes. Yo lo haré. Lo llamaré.

Porque no confiaba en Mónica: «Escucha, Cohen, Colin desechó todos los documentos sin mirarlos y me propuso decirte que Edward es el decente para no tener que leer el resto porque su novia llegó y quiere dormir con ella y con su gata sagrada».

—Está bien. —Mónica se puso de pie, recogiendo su bolso del sofá—. Hasta mañana.

—Adiós —puso el cigarrillo en su boca, y recogió el túper con galletas de chispas, sin darle importancia a Mónica. Cuando ella se marchó, abrió una ventana porque, al parecer, era un supersticioso.

Regresó a su recámara.

—¡Esteli, mira quién regresó! —Emma, acostada en su lado de la cama, empujó a la gata que dormía sobre una almohada.

Colin subió encima de Emma, estirando un brazo fuera de la cama para que el cigarrillo no quemara las sábanas. Ella sonrió, dándole besitos en los labios, sujetándolo de la cabeza con sus manos.

—Haré una llamada, me bañaré y después seré tuyo tuyo.

—¡Yuuju! 


HOLA, HOLA TERRÍCOLAS Y NO TERRÍCOLAS

No saben las ganas que tenía de actualizar. No había tenido tiempo, por eso esta actualización bien nocturna. Espero que el horario no sea un impedimento para leer sus comentarios <3 o lloro. 

EN FINNN, ¿recuerdan que hace una semana les dije que en este capítulo tendríamos la visita de un personaje? ¿Alguien pensó en Mónica? CUÉNTENME QUÉ IMPRESIÓN LES DEJÓ.

Pero cómo calientan el ambiente los futuros espositos. Esa recámara de luna de miel terminará encendida en llamas ¿sí o no?

Pregunta seria: ¿papi Jakey no ha consigo ablandarles el corazón todavía? Qué escena la del guardarropa <3 Estoy segura de que Jakey nunca imaginó vivir ese momento, y ustedes nunca esperaron leer uno como ése. Nuestra Emmy creció demasiado pronto :')


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