52: El perchero
Emma se paró frente a los espejos que iban de techo a suelo, detrás de ella se encontraban los aparatos de pilates reformer, su instructora se dio la oportunidad de distraerse con su celular, pues acababan de terminar la clase de los martes. Emma, quien tenía unos leggins negros y un sostén resistente azul con cierre en medio del pecho, se tocó las clavículas con sus dedos, en los huequitos, pasando su mirada sobre sí misma como un escáner. Disimuladamente, se puso de costado para verse desde ese ángulo, se miró el trasero. Siempre había estado agradecida de no tener nalgas porque, cuando iba a la escuela, a una chica de su clase de química le habían apodado Miss Piggy por el tamaño de su trasero. Emma odiaba no poder recordar su nombre más allá de Miss Piggy, y se preguntaba si los demás de la clase de química la recordaban a ella como Emmuu. Ya saben, las vacas dicen mu. Había muchas razones por las que esas malas personas creían que habían creado el apodo más ingenioso del mundo para ella. Las vacas tienen tetas mutantes y son gordas. Por eso, a Emma le parecía bueno no tener trasero, le parecía bueno no haber sido maldita con dos cosas a la vez. Le avergonzaba mirarse al espejo frente a otra persona con la que no se sintiera en plena confianza. Cargaba consigo algún que otro trauma más de la escuela. Más de una vez, había tenido la mala suerte de estar arreglándose en el baño cuando una graciosa se metió recordándole que no tenía arreglo. Cielos. No había vuelta atrás cuando recordaba la escuela y había pasado como cuatro años de eso.
—Jessica. —Una perfecta desconocida se metió al salón, hablándole a la instructora.
Emma las miró sobre su hombro, también por el espejo, y se colocó de cuchillas para buscar su hoodie del bolso deportivo que tenía enfrente de sus pies mientras las otras dos cruzaban palabras.
—Ah. —La desconocida se acercó con una energía que supuraba extroversión. No tenía más de 30 años y era increíblemente esbelta—. Si tú eres la que se casa pronto, ¿cierto?
—Sí —contestó Jessica por Emma.
Emma esbozó una sonrisa.
«¡Sí, sí, sí, sí!».
—Sí... —asintió, terminando de ponerse el hoodie—. Me caso la próxima semana, de hecho.
—Ajá, ¿y es un hombre? —preguntó de puro chisme.
—Sí —sonrió.
—Pues, ese hombre se casa con tu cintura, querida —se echó a reír, apretando uno de los hombros de Emma, después giró hacia Jessica—. ¿Jess, salimos a comer o qué?
Emma... ella hizo todo lo posible para seguir sonriendo.
—Jess, hasta el jueves —se apuró en agacharse y recoger su bolso.
—¡Nos vemos, Emma! —gritó esta.
Emma salió del salón en calcetines, se paró a un costado de la puerta y respiró hondo con los ojos cerrados. En el pasillo, se puso sus New Balance celestes.
«No. ¡No puedes sentirte mal!».
Eran las 10 P.M. Cuando despertó esa mañana, se le había ocurrido pasar por Rodeo después de la clase de pilates. Su idea de armar una maleta para, nada más y nada menos que, Portofino, incluía a sus mejores amigas como opinólogas, pero Escarlata debía tomarse fotos esa mañana y Gen no le había contestado, Emma sabía que se encontraba meditando. Así que había decidido que iba a dar una vuelta por su cuenta para mirar el panorama en los aparadores, pero ahora no estaba segura de si mirar a unos maniquís absurdamente delgados iba a mejorar su estado.
Salió del centro de pilates con la cabeza agacha.
—Señorita, ¿la llevo? —dijo una voz hermosamente familiar.
El tomacorriente de su corazón comenzó a funcionar nuevamente. Se cubrió la boca con sus manos. Gillou, quien se hallaba con la espalda contra la camioneta, recibió un fuerte abrazo. Emma se puso a llorar. Su mejor amigo había sido la gota que colmó su vaso repleto de emociones.
—¡Pero...! ¡Cómo!
Estaban en plena semana de la moda parisina. O Gillou había abandonado la semana para la que se había preparado con sangre, sudor y lágrimas.... casi literalmente, o Emma se había dado un golpe tan fuerte en la cabeza, durante el pilates, que estaba alucinando con él.
—Ma chère —la agarró de la mano y le dio un beso pesado.
—¡Non! —exclamó, dramáticamente, apartando su mano de él.
—¿Acabas de rechazarme en italiano?
—¡Qué haces aquí! —suspiró, suplicando al cielo que se tratara de un sueño.
—También te extrañé...
Emma se secó la cara con la manga de su hoodie
—No deberías estar aquí, deberías estar en ¡París! —se frustró.
Gillou estaba loco de remate y deseaba tener las palabras exactas para gritárselo en francés, pero, con suerte, sabía decir «Il conto per favore» en italiano y le había llevado al menos un día aprender la pronunciación correcta para que después Colin se riera porque, según él, los camareros en Portofino son políglotos y saben de lenguaje no verbal. ¡Aaj!
—¡Cielos, no...! —se agarró de la frente—. ¿Abandonaste todos los shows? ¿Así no más? ¡Ya nadie querrá contratarte después! No puedo creer que Bia te lo haya permitido. ¡Gillou!
—¿Ya acabaste? —llevó sus manos a sus caderas. Ella simplemente no podía terminar de procesarlo. Gillou había hecho demasiado por París y ahora todo ese esfuerzo estaba reducido a un grano de maíz—. Emmy —sonrió, tomándola del brazo—, ¡mi mejor amiga se casa! Y es de esas personas que solo se casan una vez en la vida. ¿Crees que exista algo más importante? Nada lo es. Ni París ni Versace ni la paz de mi querida madre... Bueno, no alteraría lo último sin estar seguro de que volverá el orden en unos meses. Mi deber es estar a tu lado.
—Dios —se cubrió la cara—, me alegra tanto que estés aquí.
—Ya lo sabía —le atrapó entre sus brazos y la elevó unos centímetros sobre el suelo.
Emma seguía con la cara cubierta.
—Quería ver tus fotos en París...
En serio. Estaba ilusionada con verlo en la punta de la pasarela de Versace.
—¡A la mierda París! Olvídalo ya —la dejó sobre el suelo.
Emma lo miró y largó otro suspiro.
—Te extrañé mucho.
Demasiado, en realidad, más de lo que podía contar, sin mencionar que él había llegado justo a tiempo para recordarle que esas debían ser las semanas más felices de la pre boda.
—Y yo a ti mucho más. Te lo aseguro. Ahora... ¿puedes subir a la camioneta de Gael? —abrió la puerta, la tomó de la mano como si ella necesitara asistencia para subir—. Es un generoso. Tenemos tanque lleno, así que, ¿adónde quieres ir, mademoiselle?
—Bueno... —A su casa no quería ir—. Justamente, tenía intenciones de ir a Rodeo.
—¡No digas más! —cerró la puerta de ella y rodeó la camioneta para subir en el asiento del conductor porque... los demás crean o no... Gillou sabía conducir una Range Rover.
—Podemos recorrer unas tiendas hasta la hora del almuerzo —propuso Emma.
—Amiga, comer contigo es ¡todo! lo que sueño hacer desde que subí al maldito avión —arrancó la camioneta—. En el vuelo pedí una hamburguesa. La disfruté como no tienes idea.
Emma esbozó una media sonrisa, mirando por su ventana.
—¿Qué? ¿Dónde está la emoción? —preguntó Gillou con decepción, saliendo a la calle—. Ah, ¿es por tu sobredosis de Dorayaki de la otra vez? Gael me lo contó. Tranquila. Comeremos algo light.
—¿Sabes? —miró al frente, puso sus manos sobre su bolso que, por alguna razón, no había dejado en la parte de atrás. Estaba distraída, esa era la razón—. Recién, una chica me dijo que Colin se casa con mi cintura. Sin dudas, no son las cosas que quiero escuchar días antes de mi boda.
—Pero, Emma, Colin no se casa con tu cintura —rio porque le pareció hasta tonto.
—Lo sé, ese no es el asunto, sino que, en los últimos días, me he esforzado mucho para no pensar en cómo me veo. Ya sabes, la novia solo debe comer lechuga para entrar en su vestido, pero a mí me dio un empache por comer bizcochos con pasta de judías —bajó su bolso entre sus pies.
—Deja de esforzarte entonces. Haz lugar para darte cuenta de que te ves bien.
—Tengo miedo a subir de peso, y lo del empache claramente fue una recaída.
—Tú sabes perfectamente que una recaída no significa que has vuelto al agujero. Las personas como nosotros sabemos que el pasado no se puede cambiar, el futuro es incierto, así que solo tenemos el presente. ¿Te confieso algo? —la miró una vez y la tomó de la mano. Emma se la apretó—. Tuve un atracón mientras estaba en Nueva York, y me metí los dedos hasta la tráquea y vomité, y también me sentí como tú: perdido, asustado y angustiado, pero, al día siguiente, desperté y me propuse que, por ese día, solo por ese día, no iba a tener atracones, y lo repetí al día siguiente, y lo repetí, y sigo repitiéndolo hasta ahora. Un día a la vez, Emma.
—Gi... —le dolía el corazón por él.
—Estás comiendo bien y te ejercitas todos los días. Estás teniendo un miedo irracional. No es posible que subas de peso mientras te apagues a tu rutina saludable. Estás nerviosa por tu boda, y eso es completamente normal.
—Oh, cielos —miró hacia arriba, secándose con sus manos a la par que lagrimeaba, le comprimía el pecho por ansiedad. Tampoco podía dejar de pensar en él—. Colin me amó en mis anteriores formas. También ando haciendo mis votos, sabes, y estuve pensando mucho en nosotros, en eso, en que amó incluso cuando aumenté dos tallas en jeans, y me hacía el amor como si fuese una maldita diosa.
—Si vamos al caso, ninguna diosa cumpliría con los estándares del 2020.
Emma cerró los ojos, sollozando despacio, y recostó su sien contra la ventana.
A veces se imaginaba cómo hubiese sido si su historia de amor iniciaba temprano, cuando ella aún estaba en la escuela. Siempre habían vivido a una calle de distancia. Las probabilidades de haberse conocido antes siempre habían sido demasiado altas, pero, todavía, tardaron más de lo que ella hubiese querido. Incluso, solo como amigos, le hubiese gustado tenerlo a su lado en momentos donde lanzarse desde su balcón parecía ser la única opción. A veces se imaginaba que él mandaba a volar a todas esas personas que se habían burlado de ella, que la habían llamado Emmamuu o, simplemente, gorda. A veces, en su vulnerabilidad, se imaginaba que él la salvaba de sus bullies y que ella lo salvaba de Rebecca.
⠀
Eligieron una marisquería para almorzar. Pusieron sus bolsas de compras alrededor de la mesa, en el suelo. Gillou se había comprado una riñonera de temporada, y el resto de las bolsas pertenecían a Emma, no eran más de cinco, había comprado vestidos floreados, sandalias, algún que otro bañador, todo lo que necesitaba para sentarse frente al océano de día y comer linguine de noche.
—Insisto, debieron elegir Cannes —dijo Gillou, peleándose con una langosta—. O por lo menos Saint-Tropez. Literalmente, pasarán su luna de miel en una comuna de 500 habitantes.
—Criticas porque es Italia. —Emma había elegido un plato de salmón y sabía delicioso.
—No.
Sí.
—Además, Portofino será nuestra primera parada. También iremos a Cinque Terre —sonrió. No conocía esa parte de Italia, pero siempre había soñado con viajar de pueblo en pueblo con el amor de su vida—. Cole planificó toda nuestra luna de miel, y déjame decirte que se lució.
—Bueno, espero que llene tus expectativas.
—Gi —sacudió su cabeza en medio de una sonrisa—, es que tú no entiendes. Mi sueño siempre ha sido ir a pequeños hoteles de 3 estrellas. De hecho, iremos a uno de 3 estrellas en Portofino. El único problema con esa categoría de hoteles es que suele estar un poco más alejado del centro.
—Sí, ese es el único problema.
—Somos distintos.
—Definitivamente. Mi luna de miel será en Montecarlo por lo menos.
—¿Tu luna de miel? —sonrió, arrugando su nariz de tanto hacerlo.
—Mi hipotética luna de miel —la apuntó con una tenaza que acababa de arrancar—. Pero no hablemos de mis fantasías. ¿Quiénes te maquillarán y te peinarán en el gran día? —preguntó, exprimiendo un limón encima porque así le gustaba su langosta—. El gran día, como lo dicen en las películas.
—Eh... —dejó su tenedor en la orilla del plato—, ¿yo?
—Mujer, no me vengas con bromas. Atravesé un océano.
—Pero no es broma.
—¿Me estás diciendo que tomarás una máscara de pestañas y listo? —se sentía escandalizado de todas las maneras en las que un caballero de honor no designado puede escandalizarse—. Esas son las cosas que pasan cuando estoy lejos de ti. No puedes maquillarte tú, Emma.
Ella frunció su ceño.
—Perdón, pero estudié maquillaje. Tengo un certificado que avala mis habilidades, Gillou.
—Y no dudo que harías un buen trabajo, bella. Te verías preciosa —lo pensó mejor. Estaba jugando al indignado como si no conociera a su mejor amiga. Iba a ir a un hotel 3 estrellas en Portofino teniendo todo el dinero del mundo, joder—. Pero ese día necesitas estar tranquila, sin ningún estrés.
—Maquillarme no implica esfuerzo para mí —sonrió. Gillou se preocupaba demasiado, eso pensaba Emma—. Tal vez use unas pinzas para ondularme un poco el cabello. Usaré una vincha tipo diadema en color azul, bueno, eso espero. Me lo probaré todo el jueves, en mi última prueba de vestido.
—Emma —dio una bocanada y la tomó de las manos encima de la mesa—, serás la novia más hermosa. Esto, todo esto, aún se me hace bastante irreal, como estar en un sueño donde tú eres la protagonista. Y no hablo en serio, no hablo en serio, Portofino y Cinque Terre suenan fascinantes... No es Francia, pero... —Emma rio, mirándolo a los ojos, y se sonrieron, mirándose todavía—. Te quiero, compañera de crimen. —Porque ¿cómo olvidar cómo nació esa amistad? —. Eres mi mejor amiga, ¿sabes?
—Tú eres mi mejor amigo —llevó las manos de los dos a su mejilla derecha y cerró sus ojos.
El amor del bueno de Colin le hacía bien, así que la amistad sincera de Gillou también. Se sentía mucho menos ansiosa que cuando había abandonado el centro de pilates reformer. Ya no recordaba a sus bullies porque delante tenía al francés más divertido que conocía (era el único que conocía, en realidad). No había notado que a sus colores les faltaba más brillantez hasta que escuchó a Gillou decir:
—Somos mellizos, es nuestro cumpleaños.
—¿En serio? —El camarero miró a Emma.
Y ella hizo todo lo posible para no mirar al camarero.
—Sí —dijo Gillou—. Tienen dos opciones. Nos recortan la cuenta o nos regalan un brownie —se echó a reír para indicar que se trataba de una broma. No era broma. Necesitaba ese brownie con helado que vio en la mesa de al lado y mucho mejor si no debía pagarlo.
—Les conseguiré un brownie —respondió el hombre, y se marchó con los platos vacíos.
—Sabe que no es nuestro cumpleaños —susurró Emma, bastante avergonzada, aunque, con el tiempo, había dejado de sonrojarse cada vez que Gillou hacía eso.
—Y le da igual —rio.
El camarero les trajo un brownie con helado de vainilla, lo dejó en medio de la mesa. Cada uno tenía su cuchara de postre. Una vez, Emma le había preguntado a Gael si ellos hacían lo mismo cuando salían a comer, la respuesta había sido: «No, y gracias al cielo». En ese momento, Emma entendió que eso era lo de ellos. Fingir aniversarios para obtener postres gratis era el sello de su amistad. Eran como dos villanos en la ciudad de los dulces. Siempre se salían con la suya porque juntos eran brillantes... y porque verdaderamente parecían hermanos.
—Entonces... —dijo Gillou, lamiendo su cuchara.
—¿Qué? —rio—. Qué tonto eres.
La estaba mirando con una ceja arriba.
—¿Estás preparándote para tu luna de miel? Sabes de lo que hablo.
Emma se ruborizó, mirando al techo.
—Todas las noches es mi luna de miel con Cole —rio exageradamente, tomándolo de las manos, mientras Gillou la veía con la boca entreabierta—. No es cierto, bueno, sí, sí es como una luna de miel, pero no tiene que ver con el sexo, solo somos felices —ladeó su cabeza, sonriendo como siempre—. Sobre la luna de miel, siendo franca, me compré unas bandas depilatorias que planeo estrenar.
—Espero que Colin ponga el mismo esfuerzo con sus huevos.
—¡Gillou! —se cubrió la cara con sus manos.
Siempre era un buen momento para pensar en los huevos de Colin.
—Lo siento. Tampoco quiero hablar sobre los huevos de Colin.
—Cómete tu brownie, Fourneau. —No era incumbencia de él saber que a ella le gustaba cierto grado de vello corporal en su hombre, no, no, no—. Si mi doctora se entera que ando comiendo dulces...
—Buenas noticias para ti: no tiene forma de enterarse.
⠀
Creía estar en todo derecho de echarla de menos. En el pasado había soportado hasta tres semanas sin tenerla entre sus brazos, en la actualidad no entendía cómo había aguantado. Definitivamente no se trataba de una dependencia, pues la añoranza era maravillosa. No estaba triste por su ausencia, sino que se emocionaba por el momento de volver a verla. Más que a su cuerpo y a sus besos, también extrañaba la manera en la que su alma llenaba cada rincón de la sala. Echarla de menos era maravilloso, pues sabía que ella lo hacía también. Echarse de menos era como un regalo del cielo que les permitía sentirse plenos cuando se encontraban de nuevo.
Colin seleccionó el contacto:
Futura esposita
Había cambiado su nombre en la mañana.
—¡Hola! En este momento no puedo atenderte porque estoy ocupada siendo novia. ¡Es que me voy a casar con el hombre más dulce, inteligente y guapo del mundo! Así que tienes dos opciones: déjame un mensaje o vuelve a llamar. ¡Adiós!
Colgó antes de escuchar el beep, y abrió la puerta del depa. A un costado de la sala, frente a sus labios secos de ella, encontró un detalle que estaba seguro que no estaba ahí cuando había abandonado el depa en la mañana. Un perchero cuadrado de acero inoxidable blanco frente al pasillo lo esperaba. Sonrió como un adolescente enamorado. Se deshizo de sus cosas y se acercó al perchero como si le estuviese dando la bienvenida a su nuevo hogar, lo tocó, lo inspeccionó. En la parte de abajo tenía como dos estantes para poner zapatos o más ropa. ¿En qué momento ella había pasado de tener un guardarropa del tamaño de un departamento a un perchero de 150x150 comprando del Target? Y desarmable, un gran detalle. Imaginaba que lo había comprado y traído directamente con ayuda de Gillou. Además, había una bolsa con perchas de madera en la mesita. Ella era todo lo que siempre había soñado, su nuevo perchero chino lo confirmaba.
Se preparó un bistec con espárragos asados porque hasta ahí llegaban sus ganas de cocinar algo. Comió de pie, recostado contra la mesada de la cocina, con el plato en mano. Aún tenía su jean negro de la mañana y su camiseta azul marino con el logo de la NASA. Estaba pensando mucho en ella, en ellos, en su caja de muñecas mejor conocido como su departamento. No podía ser pesimista al lado de ella. Había una gran posibilidad de que todo se resumiera en un desastre de espacio, pero estaba enfocado en la mínima posibilidad de que sus primeros meses de casados, viviendo en un depa tamaño casita de ratón, se convirtieran en los recuerdos a los que siempre quisieran regresar.
Caminó con su plato hasta la sala, y miró el perchero. Había tratado de hablar con ella, pero le atendía el bello contestador automático. Le había mandado un mensaje que ella no miró. Dejó su cena en la mesita y puso manos sobre el perchero para meterlo en la recámara. Lo colocó exactamente donde ella quería, que también era el único lugar donde cabría, pegada a la pared frente a los pies de su nube de amor, o sea, frente a su cama. Recogió el paquete de veinte perchas en la sala y las colgó una por una. Así mismo, se sentó en el borde de la cama y lo contempló como una escultura en museo. Nunca nadie había mirado un perchero made in China de la misma manera en la que Colin lo estaba haciendo.
Subió sus pies descalzos en la cama y se echó a llorar.
Dios mío... Esa nena linda era un suspiro. Una completa terca. Una nena necia. La amaba más de lo que el Sol debía amar a la Tierra por seguir brillando por ella.
Le llegó un mensaje a su lado, en el celular sobre la cama.
Futura esposita: Aquí ocupada siendo la futura esposita del hombre más inteligente de la Tierra y de Neptuno, porque su inteligencia atraviesa fronteras planetarias con su cerebro super grande y sexi. <3
Colin sonrió, secándose las lágrimas con el cuello de su camiseta.
Colin: Aquí ocupado siendo el futuro esposito del terroncito de azúcar que endulza la Vía Láctea.
Colin: No sabía que mi cerebro era super grande, eso no puede ser normal clínicamente hablando.
Futura esposita: No es lo único super grande que tienes!
Él se puso a reír.
Colin: Mi pene agradece tu asistencia de coach motivacional.
Futura esposita: Qué ordinario eres! Si yo hablaba de tu corazón, amorcito. Ordinario y creído.
Colin: Creído no! Tú me generas autoestima
Futura esposita: Pues ya te digo que ando pensando mucho en nuestra luna de miel y en la cosa rica que comeré :)
Colin: Yo también.
Dios mío, si ella supiera.
Futura esposita: Espero que no me eches tanto de menos esta noche. Te amo de aquí hasta la galaxia espiral M63. <3
Colin: QUÉ CASUALIDAD. ES MI GALAXIA FAVORITA!!
Futura esposita: QUE QUÉ!
Un par de graciosísimos.
Colin: SÍÍ. La llaman Galaxia del Girasol
Futura esposita: Qué locura! No lo sabía
Colin sonrió, y suspiró hechizado por polvo galáctico.
Colin: Te amo bien
Futura esposita: Yo te amo fuerte, fuertísimo. Mi amorcito
Colin: Sí te echaré de menos esta noche. Extraño tu olor
Futura esposita: Verás, tengo muchos olores, así que necesito que seas más específico que eso.
Colin se puso a reír a carcajadas.
Colin: Hablo de cada uno de todos tus olores
Futura esposita: Mis axilas jamás se sintieron tan aceptadas y amadas como ahora <3
Dios mío, quería llenarla de besos en ese preciso momento.
Colin: Pues sí las amo.
Colin: Pero siempre más a ti, mi apestocita.
En ese momento, ella lo llamó.
—¡¿Me llamaste apestocita?!
—Te llamé mi apestocita —rio, escuchando cómo ella fingía indignarse al otro lado—. Es distinto. Tú puedes llamarme «mi apestocito» porque así huelo ahora mismo. Todavía no me bañé, me puse a preparar mi cena. . .
—¿Cenaste? —interrumpió con una evidente felicidad en su voz.
—S-sí. Hice una cena saludable, al fin.
—¡Estoy orgullosa, mi bebé!
—O puedes llamarme «mi bebé»—rio, mirando abajo. Dios. Lo mareaba de una forma placentera; con tanto amor, ella lo tenía dando vueltas en un carrusel—. ¡Ah! Por cierto, me encanta la nueva adquisición de nuestro departamento —miró el perchero—, pero te compraré más perchas.
—¡Lo sé! No sé porqué no compré más. O puedo llevar las que tengo en mi casa.
—Yo te compraré unas nuevas cuando salga a la tienda.
—Está bien. —Él pudo sentir su sonrisa—. Mi Cole.
—Quiero verte, mi nena.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! Yo también quiero verte, pero Gillou atravesó un océano, sabes —rio, recordando las palabras de este durante el almuerzo—, así que esta noche decidí cenar con él y con Gael. Me aseguraron que no los estorbo —rio otra vez—, además, la boda y así...
—¿Qué falta para la boda?
—Pues, nada. Son cosas de la novia. ¡Ay! ¡No seas curioso, Oschner! Quiero sorprenderte —se echó a reír, y él pudo imaginar cómo la naricita de ella se arrugaba.
—Lo siento, Oschner —contestó, y ella se derritió, él supo que provocó eso en ella—. Los minutos me parecen horas. Ya quiero ser tuyo para siempre. Ya soy tuyo para siempre, pero no estará de más un papel que lo confirme y un anillo también, ¿sabes?
—¡Aaah! Te amo, te amo mucho. ¡Prometo que mañana nos vemos!
—No te preocupes. Tenemos una vida para dormir juntos y para no dormir también...
Porque, una vez que naciera su pedacito celeste, no volverían a dormir en su vida.
∞
HOLA, HOLA PERSONAS BELLAS Y ALIENÍGENAS EN LA TIERRA.<3
ESPERO ESTÉN BIEN, FELICES Y SATISFECHXS DESPUÉS DE ESTE CAPÍTULO DE FIN DE SEMANA<3<3
¡Regresó Gillou! Y en el mejor momento, para brindarle su hombro a nuestra Emmy. Y también para arrastrar el perchero desarmable de Emmy hasta su casita de ratones<3.
Por otro lado, nuestro Cole sí que echa de menos a su nena. Las cosas de novia sí que mantienen ocupada a Emmy, ¿eh?
¡CUÉNTAME CUÁL HA SIDO TU PARTE FAVORITA DEL CAPÍTULO! <3
¿Pequeño adelanto? No esperan al personaje que aparecerá en el próximo capítulo jiji.
NOS VEMOOOOS.
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