42: Un desastre
El nombre de Eugene apareció en la pantalla de la Benz cuando iban camino a Beverly Hills cuando estaba anocheciendo. Emma se las había ingeniado para postergar y postergar y postergar su visita hasta la noche, usando como excusa que habían abandonado a Estela por mucho tiempo, así que, después de almorzar en La Toscana, regresaron al depa donde ella puso una peli, luego horneó galletas, le hizo masajes a Colin hasta dormirlo.
Despertó enojado de su siesta. «Mira la hora. Debemos irnos». Emma trató de convencerlo de que una ducha juntos era todo lo que necesitaban para finalizar el domingo, pero no logró hacerlo caer. Su cerebro no tenía cables sueltos, él sabía lo que ella estaba intentando hacer, sin embargo, no podía creer que lo hizo elegir entre una mamada o ver la cara de borrego moribundo de su suegro.
—Tu tía es una mujer encantadora —habló Emma, felizmente.
—Ella me dijo que son una pareja única. —Eugene se escuchó feliz también. Le alegraba que ese extraño contrato entre sus mejores amigos y su tía haya funcionado—. También me dijo que intentaron hacerle un cheque.
—No hubo forma de que lo acepte —comentó Colin.
—No sabíamos que voló desde Nueva Orleans. —Emma seguía impresionada por eso—. Quisimos hacerle un cheque por el dinero que gastó en boletos, pero ni eso aceptó.
—Ella es así —contó Eugene—. Es la clase de señora que siembra sus vegetales.
—Nos dimos cuenta de que aprecia esa clase de detalles —respondió Emma.
—De nuevo, gracias, perro —dijo Colin. Era como la tercera vez que se lo agradecía.
—Ni hablar. Me alegra que hayan podido resolver esa parte. Entonces, ¿qué clase de ceremonia tendrán? Ella no quiso darme ese detalle.
—Porque será muy especial. —Emma sonrió tanto que sus mejillas subieron entrecerrándole los ojos—. Ya lo verás. Estamos felices. Gracias, Eugene.
—Emmy, en mi mente, soy el mejor caballero de honor no designado del mundo.
Emma soltó una risita, en cambio, Colin puso los ojos en blanco.
—Entonces le ganaste el puesto a Al —dijo ella.
—Al es tan mal caballero de honor no designado que ni siquiera sabe de ese título.
—No tiene que saber —pensó Colin.
—Anda estudioso —comentó Eugene, más seriamente.
—Me alegro mucho por él —habló Emma—. Yo solo quiero que sea feliz.
⠀
Colin frenó lentamente a medida que se acercaban a la 709 N Canon Drive. Emma inhaló y exhaló hondo al ver su casa con las luces del pórtico encendidas. Su casa no. No se sentía identificada con esas paredes ni esas escaleras. Desconocía cada una de las bombillas de luces. Las pinturas hechas por ella misma colgaban en ladrillos fríos. Las habitaciones podían llamarla por su nombre y ella lucharía por no desconocerlas.
Estaba harta de que le ocultaran detalles significantes para su vida.
Cuando llamaron a la puerta, J.J. les abrió.
—Florecita... —Una alegría inmensa lo invadió. Sus ojos color aceituna brillaron como auténticas perlas negras. Emma no abrió la boca ni para pedirle que dejara de llamarla de esa manera—. Pase, pasen. —J.J. se hizo a un lado—. Hola, Cole —apretó la mano de su cuñado.
—Hola, Jay —dijo Colin.
—El puerco está terminando la cena —informó.
—No vinimos a cenar —contestó Emma, cruzando sus brazos. Estaba cerrada a cualquier convivencia con su papá más allá de lo que había ido a hacer.
—Ah... —J.J. sonrió por nervios—. ¡Pa! —lo llamó—, ¡ya llegaron!
Jake soltó su cucharón de madera dentro de la olla. Hora de la verdad. Hora de defenderse y de su sentencia final. Miró a Bianca, y ella lo estaba mirando a él, se hablaron con silencio, ella le mandó ánimos. Él se lavó las manos que olían a cebolla y se secó con un trapo. Había tenido casi una semana para prepararse, pero ahora se sentía como un universitario que había olvidado todo lo que había estudiado. Sus ojos se cristalizaron a medida que se acercaba al vestíbulo a través del pasillo. En su vida no recordaba haberle llorado a otra mujer que no fuera Emma, bueno, le había llorado a su madre que descansaba en un ataúd, pero no recordaba haberle llorado a otra. Entonces, ahí estaba, la mujercita más importante de su vida odiándolo con todo su ser. Sintió ahogarse cuando se paró delante de ellos dos.
—¡Mira! Llegaron justo a tiempo para cenar —dio una palmada con entusiasmo.
Emma comenzó a sentir cómo su pecho le apretaba con furia.
—No vinimos a cenar. Tenemos otros planes —respondió indiferentemente.
Colin selló sus labios. No tenían ni un jodido plan además de amargar su domingo con esa miserable obra de teatro mal escrita. Aunque los actores sí que se lucían con sus papeles.
—Ah. —Jake se había preparado para el rechazo, pero, si todo resultaba de acuerdo a sus ideas, se quedarían a cenar después de arreglar el tema—. Bueno. Igual, deben saber que me lucí. Cociné con amor para mi adorada familia. Ya. Al final terminarán diciéndome que sí.
—Cuando huelan la comida —añadió J.J., tratando de salvar a su pa.
—Seguramente —contestó Colin.
De pronto, todos estaban actuando de salvavidas de un hombre de más de 100 kgs.
—¿Puedes soltar eso que preparaste? Quiero acabar con esto. —Emma no tenía piedad. Bueno. Era lo justo si nadie en esa familia había tenido piedad de Colin en los últimos 12 meses—. Tenemos cosas que hacer —reiteró para restar importancia a través de su discurso.
—Bueno. —Jake suspiró—. Hablemos en privado.
—Claro —dio un par de pasos—. Cole, ven.
—Eh... —Colin se despeinó con una mano.
—¿No podemos hablar los dos solos? —Jake se dirigió a Emma. A pesar de haber calculado cada uno de los posibles movimientos de ella, no había previsto que metiera a Colin en la habitación. «Estúpido, estúpido».
—Absolutamente no. Necesito que me avise cuando estás mintiendo —sujetó la mano de Colin, entrelazando sus dedos, y estiró de él en dirección a una biblioteca de la casa. Colin se preguntó porqué siempre debía estar metido de un problema.
J.J. miró a su papá, le deseó suerte.
Entraron a la biblioteca moderna de estantes blancos donde había una colección de libros clásicos. En el centro de la habitación había un sofá con sillones y un puff con diseño de florecitas que tenía nada y poco que ver con el resto de la decoración. Jake cerró la puerta blanca de dos alas mientras Emma y Colin tomaban asiento en el sofá verde oscuro. Se preguntó si ella podía ver cuan destruido estaba, quería pensar que no, quería pensar que esa era la razón por la cual ella actuaba indiferente. No quería dejarle de importar a su florecita.
—Bueno —se sentó en un sillón frente a ellos.
—Necesitas saber que Colin es la única razón por la que vine —cruzó sus piernas, su derecha sobre su izquierda, estaba sentada con los hombros rectos. Su presencia impasible le ponía nervioso a cualquiera que estuviera buscando su perdón.
—Claro. No viniste por mí.
—No. Vine porque Cole me insistió.
—Pues, gracias, Cole —lo miró a él.
La pierna izquierda de Colin se sacudía inconscientemente. Cuando cruzó la puerta de esa biblioteca, había decidido no abrir la boca.
—¿Hablarás? —Emma comenzó a sentirse impaciente.
—Sí. Perdón. Esa palabra engloba mi tormento. Perdóname por haber lastimado a Colin. . .
—Casi lo matas —masculló.
—Emma —dijo Colin. A la mierda—, déjalo hablar, corazón.
—Gracias, Colin.
—Sí. —Emma bajó su pierna al suelo, pisando con fuerza—. Gracias, Colin, por no haber demandado a mi enloquecido padre. Gracias, Colin, por no haber mandado a una banda de hombres para que lo golpeara a la salida de nuestra casa. Gracias, Colin, porque, incluso con todo el dolor que te provocó, no se te ha ocurrido devolvérselo. Eres un buen hombre, tú sí.
—Florecita. . . —Estaba helado, aturdido, se había olvidado de todo lo que practicó en su cabeza. Sin embargo, esa sí lo había anticipado. Supo que tanta práctica no le serviría porque Emma era frágil como una granada, además, podía cambiar el guion con dos palabras.
—¡Nada de florecita! ¡Demonios! —Su corazón funcionaba a toda máquina. Quería irse de ese circo. Colin puso una mano sobre la pierna de ella, queriendo calmarla, pero había entrado al espectáculo un segundo tarde. Emma se puso a llorar—. ¡Cómo pudiste hacerlo!
—Emma, pensé mal, pensé mal, pensé que él te había lastimado a propósito. ¿Acaso no recuerdas lo mal que estuviste en esos días? Te escuché llorar de dolor. Lo único que hice fue defender a mi hijita. Cuando tengas hijos lo entenderás, Emma, entenderás todo lo que somos capaces de hacer para cuidarlos—se agarró con fuerza para no ponerse a llorar de desesperación—. Dime cómo demonios iba a saber lo que estaba pasando en realidad. ¡Nadie lo sabía! Todos tomamos decisiones equivocadas el verano pasado, pero cada decisión que tomamos fue de acuerdo a lo que creíamos que era lo correcto. En esta familia nos protegemos, Emma, en esta familia nos cuidamos la espalda, y en esta familia somos buenas personas, nadie hubiese actuado en contra de Colin de haberlo sabido.
»Adoro a Cole —siguió diciendo mientras Emma se hacía de llanto— casi tanto como adoro a mis dos hijos varones, no, ¿sabes qué? Lo adoro tanto como a mis dos hijos varones. Es un chico fenomenal, y tienes razón, es un buen hombre, en ningún momento se le ocurrió devolverme el golpe, y ocultó la verdad por mucho tiempo solo para no arruinar nuestra relación padre-hija, esa me encargué de arruinarla yo solo.
»Le pedí disculpas a Cole, Emma, el verano pasado.
—Es cierto —dijo Colin, tratando de permanecer natural después de esa declaración de afecto paternal. Había aprendido unas cuantas cosas el verano pasado. No necesitaba afecto paternal de parte de nadie; se veía ridículo refugiándose en una familia que no le pertenecía; la distancia afectiva es importante.
—Pero me lo ocultaste. —Emma sollozó. Tenía la cara completamente roja y un corazón cada vez más roto—. En todo este tiempo hiciste que Cole se sintiera incómodo. ¿Al menos pensabas decírmelo? Porque siento que no me hubiese enterado de nada de no haberlos escuchado la otra noche. Estamos por casarnos, papá.
—Sí pensaba decírtelo, Emma.
—¡Y muy tarde!
—Florecita —cerró sus ojos en medio del ceño fruncido, sintiendo cómo su corazón se estrujaba dolorosamente—, me moriré de dolor si me odias —la vio, con lágrimas recorriendo sus mejillas—. Soy un desastre. Tu papá siempre ha sido un desastre, Emma, solo que tú nunca lo has visto de esa manera. He pasado al menos la mitad de mi vida tratando de remediar todo el daño que provoqué en el pasado por ser un desastre. A mucha gente no le agrado, sabes, mucha gente me ha tratado de la manera en la que merezco, pero, cuando llegaba a casa, una niña me miraba como si fuera el mejor tipo del mundo. No te oculté que lastimé a Cole, te oculté la clase de persona que soy, soy un desastre, pero tú, tus hermanos, hacen que intente ser mejor.
»Lo siento, florecita, siento mucho haber lastimado a la persona que más amas en el mundo, y siento mucho habértelo ocultado por tanto tiempo, pero me moriré de pena si el 8 de octubre no te veo de blanco. Soy el papá más feliz del mundo porque encontraste a la persona correcta. Créeme que a los padres nos importa mucho ese asunto. Perdóname, florecita.
Emma se quedó en silencio, sus sollozos se escuchaban suavemente. Por primera vez, en varios días, le creía a su papá. Sabía que la honestidad reinaba en sus palabras, pero estas seguían golpeándola, y no sabía porqué... Claro. Colin. Él lastimó a Colin, y no podía olvidarlo.
—No eres un desastre.
—Lo soy, pero al menos soy un desastre amable.
—No quiero seguir con el tema. Ya no puedo.
—¿Puedes perdonarme?
Emma se secó las lágrimas, y miró a Colin, quien odió que lo mirara a él.
—Emma —dijo—, yo ya lo perdoné hace tiempo.
Ella colocó su frente contra el hombro de él.
—Eres tan bueno, amorcito —susurró, como una broma seria.
—Emma —Jake. Él tampoco podía más. Se sentía agitado como una bola de nieve maltratada por un bebé—, te amo, florecita, lo único que le pido a la vida es que seas feliz, feliz con Cole, feliz contigo misma, con tu vida. Lamento haberte decepcionado.
—Ya —suspiró—. Está bien.
Y lo dijo.
—¿De verdad?
—Sí.
Colin la sujetó de la mano, como diciendo «Me enorgulleces».
—Ay florecita —se puso de pie con alegría—, ¿puedo darte un abrazo?
Emma mordió con fuerza.
«Recuerda lo buen papá que siempre ha sido».
Quería seguir llamándolo el mejor papá del mundo, pero la herida estaba en carne viva. Se puso de pie y se dieron un abrazo frente a Colin. Ahora debía pasar el resto de su vida buscando la manera de olvidar, el problema estaba en que tenía suficiente experiencia para saber que hay cosas que simplemente no se pueden borrar de la memoria.
∞
HOLA, HOLA<3
QUÉ CAPÍTULO MÁS ESPERADO, ¿SÍ O NO?
Ya sé, puedo leer sus mentes con anticipación, algunxs de ustedes estarán pensando: cómo Emma pudo perdonarlo tan pronto!! O: tanto drama para que después lo perdone con unas cuantas palabras!! Si eres una de esas personas, te invito cordialmente a releer el último párrafo:) Perdonar no significa olvidar. Pasar de página tampoco. Y Emma lo sabe perfectamente. Por supuesto, he pensado bastante en cómo resolver esta situación después de casi un libro entero con ella, y decidí que esta es la manera más propia de Emma<3 Así que, personalmente, estoy contenta por el desenlace, ahora ¡¡cuéntenme ustedes qué les ha parecido!! Y qué cosas creen que vendrá a continuación. Los leo<3
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