30: Ellos

Como en cada mañana, aterrizó en su mundo cuando se incorporó a la acera. Estaba escuchando su playlist exclusiva para correr, con sus auriculares inalámbricos, ignorando al resto del vecindario. En cierto momento, alejada de su casa, apretó su mandíbula y aceleró exageradamente. Su corazón bombeaba a toda máquina mientras sus piernecitas la hacían volar de una acera a otra en tiempo récord. Entonces, acercándose a una esquina, se dio cuenta de que había llegado a su límite, atravesó la calle, y se detuvo al otro lado, frente al garaje de una hermosa casa, jadeando como un perro sediento. Se inclinó hacia delante, colocando sus manos sobre los músculos latientes de sus muslos, y respiró hondo, observando un punto fijo.

—Emma —se dijo a ella misma entre jadeos.

Tragó saliva, y se irguió, ahora mirando su smartwatch. Detuvo la música y se secó el sudor de su frente.

—Realizar una llamada —le ordenó a su reloj de la forma más clara—. Oschner.

El smartwatch llamó a Colin, pero él no contestó como era de esperar a esa hora.

—Ugh —se quejó, rechinando sus dientes.

Tomó aire, disponiéndose en mente y cuerpo para regresar a su maratón matutina, cuando Colin la llamó.

—Amor —dijo él, quien supuestamente necesitaba ir al baño.

Emma llevó una mano a su pecho, respirando hondo.

—Perdón por molestarte —habló, dándose cuenta de que estaba haciendo mucho más que interrumpirlo, pero esa llamada fue necesaria o tal vez no, no sabía, el único conocimiento que tenía era el de su corazón que aún no se terminaba de recuperar.

—No me molestas. —A él no.

—Salí a correr —comenzó a decir, insegura por estar interrumpiéndolo por lo siguiente—: y me puse a pensar en que podemos anunciar nuestro compromiso hoy —sonrió, mirando cómo otras personas corrían en la otra acera—. Dijimos que daríamos la noticia este fin de semana.

—Sí...

Emma se tocó el cuello con su mano, diciendo:

¿Sí qué?

—Podemos dar la noticia esta noche.

—Pues... —miró al cielo— pensé en que podríamos almorzar con mi familia.

—No puedo ir hasta tu casa y regresar a la universidad en una hora —le recordó.

—¡Lo sé! —se exaltó, enfadada con ella misma por no haberse explicado—. Por eso se me ocurrió almorzar en un restaurante que quede cerca de la universidad. Conozco uno, es italiano, es con reserva, por eso te llamo para preguntarte qué opinas al respecto. —Se quedaron callados, y a Emma se le aguaron los ojos de los nervios, de la ansiedad, de lo estúpida que se sentía por interrumpirlo—. ¿Sabes? Mejor que sea otro día. Hablamos luego, Cole.

—¡No, no, no! —gritó en el pasillo, tuvo que meterse en una sala de descanso para que no lo pillaran. Se tomó de su puente nasal, con todo de sí pegado a la puerta de un cuarto que olía a café—. Has la reserva del restaurante, mi amor, y luego mándame la ubicación. Suena genial, suena muy genial. Lo siento. Creo que me puse nervioso. No espero ninguna reacción negativa de tu familia, pero sí, estoy nervioso.

—Está bien. Yo también estoy nerviosa —sonrió de nuevo—. Esta noche puedo ir a tu depa, así hacemos una videollamada con tu familia. Debemos darles la noticia el mismo día. ¿Qué opinas?

—Que me parece justo. Necesito colgar ahora, mi nena, pero mándame la ubicación del restaurante cuanto antes, y nos vemos ahí al mediodía, ¿de acuerdo? —entreabrió la puerta de la sala.

—Sí que sí. ¡Te amo mucho!

—Te amo más.

—Te mando un beso. ¡Muack!

—Muack a ti también —rio, y colgó.

Decir que estaba nervioso sería como minimizar lo que sentía. Le latía el corazón en ansiedad. Pidió un auto, le preguntó al conductor si podía fumar, menos mal que la respuesta que recibió fue positiva. El asunto es que ya todo estaba escrito. Recibirían la noticia con entusiasmo, alegría e ilusión, lo sabía, pero saberlo de antemano no evitaba que sintiera todo ese cúmulo ansioso en medio de su pecho. Se hizo consciente de cuánto estaba sacudiendo su pierna derecha, y se detuvo, reprendiéndose en su cabeza. Su ansiedad era un completo sin sentido. Los Miller nunca estarían en contra de los planes de vida de Emma, y, si así lo fuera, ¿qué?

Eran ellos los que se juraron amor eterno, eran ellos los que firmarían unos papeles, y eran ellos los que unirían sus almas para siempre. El resto podía irse al diablo. Estaba harto de las opiniones que no vinieran de él mismo o al menos de ella. Bueno. Ahora necesitaba repetirlo porque su mente no le creyó ni una sola palabra.

Seguía tan nervioso como hacía 5 minuto atrás.

El auto aparcó lentamente frente a un restaurante italiano, entonces, la vio parada en la puerta, lo estaba esperando, siendo la más hermosa entre todas las mujeres. Su nena estaba usando un vestidito blanco con florecitas amarillas, y tacones bajos, estaba peinada con una media trenza. En ese momento se dio cuenta de que el mal vestido del día era él. Unos sujetos entraron en manada al restaurante, con pantalones y camisas mangas largas, y él se quiso morir porque estaba usando un jean azul y una camiseta blanca con el estampado de un átomo, ah, y con sus Nikes de todos los días.

Quería llorarle a Emma. Quería preguntarle cómo se atrevía a hacerle eso, pero ella no le permitió hablar. Lo abrazó fuerte cuando llegó hasta ella; de todas formas, con sus tacones, tuvo que ponerse de puntitas para besarlo. Él sujetó la barbilla de ella, y le dio varios besos en la boca, en la mejilla, hasta en la oreja. Seguía pensando en su camiseta de átomo, seguía pensando en el ser que tenía como suegro, seguía pensando, y demasiado, pero verla a ella lo calmó un poco más.

—Están adentro. Gael me avisó —dijo ella, tomándolo de la mano con solidez.

—Antes de entrar, quiero que sepas que, de haberlo sabido, hubiese traído mi camiseta de Einstein.

Emma rio, atontada, no entendió nada.

—Pero me gusta la que traes ahora. —Con un dedo, ella le dio un toquecito al átomo.

Colin iba a explicarle, en serio, pero se calló.

—Te ves hermosa —prefirió decir.

—¿En serio? —mordió con fuerza, sacudiéndose entera, actuando sus nervios, a continuación, se acercó a él, esforzándose para alcanzarle la oreja, sin embargo, él terminó agachándose—. Me puse doble antitranspirante —le contó secretamente—. Si hueles algo, prende fuego el mantel así nos escapamos.

Colin rio, y le besó la mejilla.

De pronto, ya no estaba tan nervioso.

—Tenlo por hecho —palpó su bolsillo donde estaba su encendedor—, pero no creo que pueda hacer lo mismo durante nuestra boda. Necesitaremos otro plan —la abrazó de lado, poniéndose a caminar con ella hacia la puerta cerrada del delicado restaurante.

—Amorcito, no te preocupes. Ya me adelanté a los hechos. Usaré un enorme vestido —usó sus manos para enseñarle qué tan grande sería la falda— y estará lleno de flores, así tendré aroma a primavera toda la noche.

—Vaya. Cómo me divertiré podándote.

Ambos se miraron y rieron.

—Buenas tardes. ¿Tienen reservación? —Un señor de traje negro los detuvo apenas cruzaron la entrada.

—Hola. —Emma lo saludó—. Está a nombre de Emma Miller.

—Muy bien. Síganme, por favor —les dijo, indicándoles el camino—. Recién llegaron tres personas.

—¿Tres personas? —Colin miró a Emma, tratando de ignorar el hecho de ser el muchacho de jean y mochila en un restaurante lleno de personas con zapatos lustrados, pero nadie pareció darle importancia, ni el mozo.

—Gael, mi papá y Bia. Jay viajó. Mal momento —explicó.

—No estará feliz de perderse el almuerzo y la noticia en directo.

—No es mi culpa.

—Absolutamente no, corazón.

De lejos, distinguieron la mesa más alejada de los demás clientes, tal como Emma había solicitado al teléfono, y pudieron ver a Gael chateando en su celular, y a Bianca escuchando atentamente lo que su señor novio le estaba contando mientras éste comía pan con salsita de algo. Colin apretó la mano de Emma, y ella le susurró:

—¿Necesito recordarte que solo es mi papá?

—No.

Recordaba al hombre que lo mandó al hospital, y no solo era el papá de ella, era quien le produjo un hematoma en el cráneo y casi le quebró las costillas, ah, y también lo llamó basura. Definitivamente no necesitaba recordarle quien era ese hombre de la mesa.

Bianca los señaló con un dedo cuando los vio caminar hacia ellos.

—Ahí vienen los enamorados —dijo, sonriendo.

Jake terminó de tragar su entradita, y se sirvió más agua, viendo a los enamorados, hasta rebosar su copa.

—¡Pa! —Gael le sacó la botella.

Jake ignoró cómo derramó en el mantel, su mente estaba enfocada en esos dos que tenían mucho que decir, por eso los habían citado un viernes a comer pasta al mediodía. La pasta no debería estar acompañada de grandes noticias. Un estómago lleno puede desencadenar náuseas hasta un ataque. Pero él estaba preparado. Tomó una píldora para evitar cualquier accidente gastrointestinal. Tenía fe en que su corazón aún funcionaba bien, eso y que no tenía píldoras para prevenir un ataque al corazón. Además, solo había tres opciones. O se iban a mudar juntos o se iban a casar o estaban embarazados otra vez. Añadió una cuarta opción a último momento que venía a ser las tres opciones anteriores juntas.

Colin sabía desenvolverse a pesar de su ansiedad. Primero, le estrechó la mano a su suegro, después a su cuñado, y por último a Bianca, seguidamente, mientras Emma intercambiaba palabras de poca relevancia con Gael, apartó la silla de la mesa para que ella se pudiera sentar, no tomó asiento hasta que la acomodó bien. Bajó la mochila de sus hombros, y se sentó al lado de su nena, puso la mochila debajo de la mesa de la manera más corriente, todo eso mientras su suegro lo observaba discretamente. No sabía a ciencia cierta que estaba siendo observado, pero su ansiedad le decía que no estaba pasando desapercibido, ni siquiera con Emma riéndose con fuerza.

—Bueno. —Emma se mordió el labio inferior. Tenía sus manos debajo de la mesa, con una de ellas sostuvo la mano de su futuro esposito, y él sabía perfectamente a dónde se dirigía con eso—. De seguro se preguntarán a qué se deben mis ganas de invitarlos a almorzar.

—Espero que no sea una mala noticia, florecita. —Jake se adueñó de otro pan.

—Disculpen. ¿Qué puedo traerles de beber? —se acercó una camarera a ellos dos.

Los futuros espositos hablaron al mismo tiempo:

—Te llamaremos en seguida —dijo ella.

—Una botella de San Pellegrino —dijo él.

Emma miró a Colin, pestañeando dos veces, después regresó al asunto.

—No es una mala noticia —se desesperó.

Dios mío. ¿Él no pudo aguantar un minuto? ¿Tenía tanta sed? Apretó la mano de Colin, quien ahora estaba sudando, también debió haberse puesto doble antitranspirante, y con más razón que ella. Emma sintió un nudo en la garganta del golpe de ansiedad que sintió de repente, estaba a punto de ponerse a llorar, y sí, también comenzó a sudar.

—¡Vamos a casarnos! —gritó, y más de un curioso la escuchó.

Colin se hubiese tapado los ojos para ocultarse del monstruo, pero no tenía ocho años, tenía veinticuatro, y debía hacerles frente a los monstruos del planeta Tierra. No supo qué nombre darle a lo que le sucedió a continuación. Sintió como si se le hubiese bajado el azúcar mientras Emma acogía el abrazo de felicitaciones de Bianca. Su centro tembló de miedo, logró recibir el abrazo de Gael, quien fue el primero en felicitarlo, también consiguió esbozar una sonrisa actuada al mismo tiempo en que sus manos sudaban, pero todas las sensaciones desagradables se intensificaron cuando se halló cara a cara frente a ese hombre. Cielos, no. No lo quería cerca en ese momento, mucho menos lo quería en un abrazo, pero no le niegas un abrazo a tu suegro, es ilícito. Emma sonrió cuando los vio abrazados, y se puso a lagrimear cuando su papá la abrazó y le besó la cabeza. Colin se obligó a sonreír, menos mal que le trajeron su agua tónica, pudo beberla mientras todos seguían de pie en una escena emotiva.

—Felicitaciones a los dos. —Ahora Bianca se acercó a darle un abrazo a él.

Colin a esa altura ya estaba agotado.

—Gracias —respondió, en medio del abrazo.

—Eh —Emma dio un brinquito—, ¡este es mi anillo! —levantó su mano, presumiendo su anillo amarillo.

—No me esperaba menos. Este muchacho tiene buen gusto. —Jake apretó el hombro de Colin amistosamente, quien al fin recibió un abrazo reconfortante de parte de su nena.

Emma lo abrazó de costado, pensando en que su pa había reaccionado de la manera en la que ella menos esperó que reaccionaría. No lloró, no hizo un show. Al parecer, la táctica de ella de anunciarlo en un restaurante funcionó. No hubo drama. ¿No? Ella no tenía idea de que el gran espectáculo se estaba dando en el corazón acelerado de su amorcito.

—Sí tiene buen gusto. —Emma mordió su labio inferior, y levantó su barbilla para mirar a Colin.

Colin la miró, y le dio un besito en los labios. Joder. Necesitaba tomar las riendas de su cabeza. Necesitaba controlar su mente antes de que su nena se diera cuenta de que estaba nervioso más allá de la situación que estaban afrontando juntos. Pero, diablos, diablos, ese hombre pensaba llevarla del brazo cargando una maldita mentira, y no parecía que eso le afectara, no demostraba signos del más mínimo sentimiento de culpa.

—Nos casaremos el 8 de octubre —dijo él, cuando todos se sentaron otra vez.

—¡En menos de un mes! —Bianca se entusiasmó más.

Tenía tanto que preparar y tan poco tiempo para hacerlo. Lo primero que pensó fue en qué clase de vestido iba a usar, sin embargo, cualquier pensamiento sobre ella misma se desvaneció cuando pensó qué clase de vestido iba a usar Emma. ¡La novia más bonita del mundo!

—¿Y tú por qué tan callado? —Jake miró a Gael, quien estaba sentado a su lado, con las manos sobre la mesa, en un silencio altamente sospechoso.

—Bueno... —Gael miró a Emma.

—Le guardaste el secreto a esta mujercita —le acusó su papá. Conocía tan malditamente bien a cada uno de sus hijos—. ¿Desde cuándo? ¿Eh? —Ahora miró a los enamorados—. ¿Desde cuándo están comprometidos ustedes dos? ¿Desde cuándo?

—Desde el martes —respondió Colin.

Necesitaba dejar de pensar como si se encontrara caminando sobre vidrio. Necesitaba pisar fuerte. Era su compromiso, su boda, no iba a permitir que nadie se metiera a narrar su historia de amor, ni su suegro pesado ni su maldita ansiedad.

—Felizmente comprometidos desde el martes. —Emma se recostó por el brazo de Colin, y él la tomó de la mano, besándosela—. Gael se enteró por hurgar entre mis cosas, pero, tranquilo, pa, apenas se enteró anoche, y le pedí que no dijera ni una sola palabra al respecto porque el plan siempre fue darles la noticia este fin de semana. Y ahora les agradeceríamos que no dijeran ni una sola palabra al respecto por el resto del día porque recién en la noche le podremos dar la noticia a la familia de Colin.

—Tranquila, bella, no diremos nada —aseguró Bianca.

—Pero tu hermano llorará al saber que no estuvo presente. —A Jake lo desafiaba el impulso de llamar a todos los que conocía, empezando por su querida ex esposa. Llamar a Holly había sido de las primeras cosas que pasaron por su cabeza cuando Emma pronunció esas tres palabras. También quería llamar a Arthur, a Ellie, a Jamie, a su mamá Grace, a Faith. Joder. Hasta quería llamar a Theresa.

—Podemos llamarlo ahora —le sugirió Colin a Emma.

—Oh sí. —Emma le sonrió, y buscó su celular en su bolso.

Mientras Emma trataba de comunicarse con J.J., Jake se percató del nuevo tatuaje de Colin.

—1998 —dijo, tomando su copa—. Fue un buen año, uno de los mejores.

Colin lo vio a los ojos, diciendo:

—Fue el mejor año.

—¿De qué hablan exactamente? —preguntó Bianca.

—Del tatuaje de Colin —le explicó Gael.

—¡Oh, mira! —Bianca se asombró al notarlo—. Qué detalle más lindo, Cole.

—Lo hizo en mi cumpleaños. —Emma alardeó, y se inclinó a darle un besito a la mejilla de Colin, quien giró rápido mirando a su nena, entonces, sus narices rozaron cuando se sonrieron con los labios, con los ojos. En ese momento, J.J. respondió la videollamada.

—¿Hola? —Y solo veía el techo.

Emma enfocó con la cámara a su mano izquierda, sonriendo.

—Tu hermanita se casa, Jay —soltó su papá de una vez.

—¡Qué! —Jay enloqueció al darse cuenta de que se trataba de un anillo de compromiso. Lloró, esa fue su manera de enloquecer. De fondo, se escuchó a Olimpia preguntándole qué estaba pasando, entonces, se acercó a la pantalla y vio el anillo—. Emmy se casa —le explicó.

—¡Aaaaah! —gritó Olimpia interminablemente.

Y Emma tuvo que bajar el volumen. Se rieron, hasta Colin.

—Jay —dijo Emma, haciendo una mueca conmovida.

—Florecita..., ¿c-cuándo te casas? —J.J. le habló con dulzura, entre suaves sollozos y un cerebro al que aún le estaba dificultando procesar la breve información. Se secó las lágrimas, y Emma no pudo evitar llorar también.

—El 8 de octubre —sonrió en medio de su mirada vidriosa.

Colin se inclinó para entrar en la llamada.

—Hola —saludó.

—¡Hola, Cole! —exclamó Olimpia, feliz.

—Colin. —dijo J.J., dio la impresión de que quería decirles muchas cosas, pero lo resumió todo—: Felicidades, hermanitos. Colin siempre ha sido mi otro hermanito, mucho antes de esto. Cielos —sollozó, frotándose la nariz, mientras Olimpia le pasaba un pañuelo—. El 8 de octubre, ¿eh? Esperen. Falta menos de un mes para eso.

—Exacto —dijo Emma—. Será una boda sencilla, de no más de 40 invitados, pero sí espero que todos se preparen con entusiasmo. Estoy tan feliz —llevó una mano a su pecho—, y Cole tiene todo que ver con mi felicidad.

Colin esbozó una media sonrisa, mirando hacia abajo.

—¿Que nos preparemos con entusiasmo? —Olimpia se metió, medio ofendida—. Llevo preparándome para esta boda desde mucho antes. Dios. ¡Qué emoción! Me encantan las bodas sencillas. Una vez mi tía se casó en una isla, nos trasladamos en un yate. Fue una boda sencilla, pero. . .

—Pía —dijo Emma—, tenemos que colgar. Cole tiene el horario apretado.

—¡Oh! Bue. . .

—Por cierto —volvió a interrumpirla—, no pueden mencionárselo a nadie más porque la familia de Cole aún no lo sabe, se lo diremos esta noche. Ahora sí... ¡Hablamos luego! ¡Los quiero muchísimo! —exclamó, y colgó.

—El concepto que tiene Pía sobre sencillez es bastante único —les dijo Gael.

—Sí —respondió Colin, y tomó la mano de Emma para llamar su atención—. Tenemos que ordenar.

—¡Ah, sí! Cole solo tiene una hora para almorzar —le explicó a su familia.

Colin alzó una mano llamando a la camarera, y ordenaron sin rodeos.

—Entonces, será una boda sencilla. —Bianca regresó al asunto. Lo de boda sencilla no le sorprendió de nada, pues Emma no era lo que las personas esperan que sea viniendo de una familia tan poderosa y rica, era la chica de clase alta más sencilla que conocía, en serio, además, Bianca conocía un poco a Colin, quien, definitivamente, era el antónimo de alto perfil. Por otro lado, se preguntó qué pensará su amiga Theresa de todo eso, sobre la boda de su tan adorado hijo mayor, sobre la boda sencilla.

—Será una boda sencilla y familiar —añadió Emma.

—Íntima —acotó Colin.

—Exactamente. Esperamos que sea lo más íntima posible. —Emma lo tomó de la mano—. El lunes me reuniré con dos servicios de wedding planner para decidir con cual quedarnos; en teoría, el lunes empieza lo de manos a la obra —rio, mirando a Colin, quien le sonrió y se mordió el labio inferior inconscientemente—. Estamos demasiado emocionados. Yo apenas puedo dormir —rio otra vez, sacudiendo la mano de él—. Ah, sobre los regalos, solo necesitamos dinero. Abriremos una cuenta especial en el banco.

—Es lo más inteligente que pueden hacer —dijo Jake, honestamente. Su cerebro seguía patinando en una pista de hielo en la que no deseó montarse. ¿Estaba hablando sobre regalos de boda con su hijita para la boda de su hijita? De pronto, todo se hizo real. Miró el tatuaje de Colin, miró las manos juntas de los dos, y miró la sonrisa de Emma al hablar con Bianca sobre bancos—. ¿Dónde vivirán? —preguntó de repente.

—Eh. —Emma rio, viendo a Colin, y dijo—: Aún no sabemos. No podemos mudarnos lejos de la universidad, Cole aún debe asistir hasta diciembre. Todavía no nos hemos detenido en ese punto.

—Seguiremos viviendo en Westwood, luego veremos a dónde nos lleva la vida —dijo Colin, serio.

—¿Piensan mudarse después? ¿Como a otro Estado? —preguntó Gael.

Jake se puso serio, como Colin, quien respondió:

—Por ahora preferimos vivir en el presente.

—Y tal vez en el futuro más próximo de aquí a 4 semanas —añadió Emma, y rio felizmente.

—Sí. —Colin la miró, y le besó la mano izquierda, en el anillo.

—¡Ooh! Te afeitaste —señaló Emma, desde el sofá.

—Ocasión especial. —Colin arrastró sus pies descalzos hasta ella, y se sentó a su lado. Enfrente, sobre la mesita, tenían la compu abierta de Emma. Ocasión especial. Él estaba usando una camiseta blanca y un short deportivo azul, ella un vestidito completamente blanco de broderie—. Necesito saber porqué nos vestimos iguales —se miraron, de rodillas a cabeza, y rieron y se besaron.

—Porque somos los futuros espositos —se inclinó para teclear en su Mac—, y por eso nos vestimos de blanco. Pero ¿sabes qué? —se sentó derecha, con sus manos en su cintura, mirándolo con una ceja arriba—. No me gusta el significado que le dan al vestido blanco de la novia. Yo no soy pura ni inocente —dijo, con la barbilla en alto, mientras Colin se aguantaba la sonrisa porque es que era tan única—, y mi acuífero ya ha sido explorado.

—Acuífero —repitió, tratando de permanecer serio.

—Así que he decidido darle un significado distinto —continuó ella como si no acabara de llamarle acuífero a su vagina—. Mi vestido será blanco como el lienzo o como una página blanca. El 8 de octubre comenzará un nuevo capítulo en nuestra historia de amor, y en nuestras vidas, el blanco simboliza eso para mí. El inicio de una nueva obra artística, además, es el color favorito de mi amorcito.

—Me encanta —asintió. Más que eso, adoraba cada idea que tenía, adoraba el significado que le daba a cada cosa. Dios, aún no podía creer que ella quisiera ser su esposa. Su vagina era un acuífero, pero de agua bendita.

—Pero, en realidad, tú te vestiste igual a mí —siguió Emma—. Yo llegué de blanco, tú fuiste a bañarte y te pusiste esa camiseta. No te das cuenta, pero eres un completo detallista. Te amo por eso. ¡Ah! Ahora que tocamos el tema —ladeó su cabeza—, amorcito, yo sí tengo curiosidad por eso que usarás en la boda.

—Bueno. Ya lo verás, corazón.

Ayuda.

No tenía la menor idea de qué iba a usar en la boda.

—Y Bia me ha dicho que es importante que pensemos dónde nos gustaría casarnos.

Ese día, después del almuerzo, ya sin Colin, Bianca había hecho un hueco para entrar en modo intrusa, y, de un segundo a otro, ya le estaba dando una mano a la novia, sacándose el título de intrusa y poniéndose el de mano derecha de la novia; su primera asistencia tuvo que ver con los servicios de wedding planner. Hizo que Emma pasara las citas para mañana sábado porque «Cuanto antes mejor».

—Ya sé, ya sé. Debemos llamar a tu familia ahora, pero quiero que sepas que tengo mi propuesta con respecto al lugar —colocó sus manos sobre sus muslos.

—Cuéntame, mi amor —le acarició el cabello, colocándoselo detrás de la oreja.

—¡El jardín de mi casa! —sonrió, mostrando sus dientes.

Colin parpadeó, pensando al respecto, pero Emma no le dejó hablar.

—Mi jardín tiene espacio hasta para una boda enorme.

—Lo sé.

—No te gusta la idea.

—Mi amor, sí me gusta.

—¿Entonces? —lo miró.

—Entonces nada, mi nena.

—Colin...—le tomó la mano.

—Emma —la vio a los ojos. Sí que le estaba costando disimularlo—, me fascina la idea. Nos comprometimos en tu jardín. Casémonos también ahí. Me parece una idea genial, hasta ya puedo imaginármelo todo. Me encanta, mi nena, en serio. Te dije que no accedería a nada de lo que no esté de acuerdo.

—Está bien —giró hacia la compu.

La había convencido.

—¿Estás lista? —le besó el hombro.

—Eso creo —esbozó una media sonrisa.

Colin se estiró para teclear, y llamó a su familia a través del contacto de su madre.

En la tarde, Theresa había recibido un mensaje de Colin que decía que necesitaba hablar con ella, con sus hermanos y con Shizu, y que la llamaría a las 10 p.m. del horario de Los Ángeles, que lamentaba no poder llamarlos más temprano. No especificó que la llamaría desde la computadora de Emma, porque en ese momento no estaba planificado. Emma solo llegó con su laptop al depa, y él propuso hacer la llamada desde ahí, además, pensó que a su familia le resultaría sospechoso, y él quería darles al menos una razón para sospechar que algo importante estaba pasando. Theresa tardó unos segundos en contestar, y, cuando lo hizo, en la pantalla de Emma apareció toda la familia de Colin, excepto su padre, quien andaba descansando en su cuarto para esa hora, en Nueva York ya era la 1 de la mañana.

—¡Emma! —gritaron los adolescentes.

—¡Hola! —Emma alargó la a, y sacudió su mano como saludo, sonriendo.

—¿Y Colin? —preguntó él, sonriendo demasiado, de oreja a oreja, con los ojos brillosos por la felicidad, por el amor, por la desbordante emoción.

La marea alta inundó toda su sala, y llovían estrellas fugaces en el cielo de su departamento. De pronto, el resto dejó de importar. Su padre, sus traumas, su suegro, sus estresantes ocupaciones en la universidad, todo se redujo a una insignificante partícula de suciedad.

—¡Cole! —gritaron sus hermanos esta vez, y rieron.

—Hola, mis bebés —respondió.

Emma sonrió, tomándolo de la mano.

—Theresa, Shizu... —dijo ella.

—Hola, hermosa. —Theresa aún sentía vergüenza frente a Emma por absolutamente todo, en especial por la manera en la que su esposo había forcejeado con ella, se consumía en ansiedad cada vez que recordaba esa escena, apenas podía dormir por las noches.

—Hola, cariño. —Shizu sonrió, y miró la imagen de Colin—. Y hola, mi pequeño. Tus hermanos llevan horas esperando a que llames. Les dijimos que no llamarías hasta la 1, pero nunca escuchan. —Se escuchó a Thomas protestando mientras Shizu seguía hablando—. Nos sorprendimos cuando apareció el nombre de Emma en la pantalla. No lo tomes a mal, Emma, siempre es un gusto hablar contigo.

Emma sonrió, y dijo:

—Lo entiendo.

—Bueno. Los llamamos para darles una noticia importantísima —dijo Colin.

No quería dar vueltas.

—¿Se van a casar? —preguntó Heidi, en un intento por adivinar.

Colin y Emma se miraron a los ojos, riendo.

Eso fue sencillo.

—¡¡Dios mío!! —gritó Mer, elevando sus brazos como en una alabanza.

—¿Qué? ¿Cómo? —Thomas no podía creerlo. Bueno, sí y no. Todo era realmente confuso. Habían pasado 3 horas de su hora de ir a la cama, sus hermanas estaban gritando de emoción, y no había otro bebé en camino. Buu. Es que noticia que viniera de ellos significaba un bebé para Thomas. Tampoco estaba decepcionado, porque todos saben que los bebés vienen seguidamente de dar el frente al altar.

—¡Queremos ver el anillo! —suplicó Cathy. Sí que se había guardado bien el secreto; a decir verdad, no sufrió tentaciones, le gustaba eso de ser la primera y la única en saberlo. Después de la llamada podría alardear al respecto frente a sus hermanos.

Colin tomó la mano izquierda de Emma, colocando el anillo frente a la cámara.

—¡Es amarillo como el color favorito de Emmy! —señaló Heidi.

—Sí —dijo Emma, alegre, bajando su mano. Le sorprendió que Heidi recordara eso.

—Es precioso. —Shizu tenía un nudo en la garganta, por eso no pudo hablar antes. Su pequeño se iba a casar con una bondadosa y hermosa mujer. Su pequeño, ese a quien cuidó por tantos años, el niñito curioso con quien salía a caminar por el parque, a quien compraba dulces en secreto, y quien nunca necesitó de su ayuda para hacer sus tareas de la escuela. Ese a quien vio convertirse en un adolescente, a quien vio sufrir, a quien vio levantarse. No pudo aguantarse. Lloró, y Heidi la abrazó de costado—. Felicidades, mi niño, Cole. Emma... —tomó aire—, te quiero mucho, reinita. Eres mi otra reina. Tengo muchas reinas —abrazó a Heidi, y le dio un beso en la cabeza.

—Yo los quiero mucho más —dijo Emma, quien miró a Colin para comprobar si estaba llorando. No estaba llorando, pero sí tenía los ojos al borde del llanto—. Y prometo hacer feliz a este chico a quien aman tanto —sonrió y besó la mejilla de Colin, quien le dio un besito en los labios. Los hermanos de él enloquecieron como un público en una sala de cine al ver la tan esperada escena del beso en la película de amor más esperada del año.

Al otro lado, Shizu tocó el hombro de Theresa.

—Estoy demasiado feliz —dijo Theresa, pero no parecía. Es que no estaba sorprendida. Llevaba meses pidiéndole a su Dios que los uniera en matrimonio, sí, meses. De inmediato, sus ojos se aguaron—. Perdón por no decir mucho o por no decir lo que les gustaría escuchar, lo que te gustaría escuchar, mi bebé, pero llegó el momento y... me quedé sin palabras. Estoy contenta porque Dios les permitió encontrar el amor en el otro. Perdón por no lucir sorprendida, es que no lo estoy, porque sé que juntos son el verdadero amor.

Emma sonrió, a nada de ponerse a llorar.

—Gracias, Theresa.

—Gracias, madre —pronunció Colin, mirando hacia abajo. No quería pensar mucho más. No quería que su mente le repitiera cómo su madre llamó a su nena en el pasado. No quería ni necesitaba guardarle rencor por eso. Iba a disfrutar del apoyo de todos ellos. Miró a la cámara—. Bueno. Podemos seguir hablando en otro momento.

—¡No! —saltó Thomas.

—El bebé Thomas debe ir a la cama —rio.

—¡Aaj! —alargó la cara por lo de bebé... y por lo de ir a la cama.

—Es cierto. Ya es sábado y cada uno tiene sus actividades en la mañana —le recordó Shizu.

—Podemos faltar —planteó Mercy.

—Nunca —respondió Theresa.

—Pero llámanos en otro momento, Cole —pidió Cathy, severamente.

—Lo prometo —dijo Colin, poniendo una mano sobre su pecho.

—De acuerdo. ¡Adiós! —se despidió Heidi.

—Adiós. —Emma agitó su mano, escuchando los adioses finitos de sus cuñados.

Colin colgó la llamada después de decir chau.

—En mi mente parecía más difícil. —Emma se derrumbó en el sofá, hacia atrás, y suspiró hondo mientras Colin apagaba la computadora.

Emma había imaginado a Theresa llorando dramáticamente, de hecho, esa mujer en la pantalla no parecía Theresa, la madre de Colin, pero Emma no mencionó su parecer. No quería que Colin se acordara de lo que vivió el martes, no quería que se preocupara ansiosamente por su madre. Necesitaban dejarlo en el pasado, aunque todo haya sucedido en la misma semana.

—Son niños. —Colin cerró la compu.

—Ya no son niños —sonrió, mirándolo.

Colin giró la cabeza, viéndola por encima de su hombro.

—Siempre serán mis bebés. Yo les cambié el pañal a cada uno —dijo.

—Lo sé. Creo que en el fondo ninguno quiere dejar de ser tu bebé.

—No quiero darte tanta responsabilidad, pero uno deberá ser el papá fuerte.

—Cole. —Emma se asustó al verlo llorar, es que la tomó de sorpresa. Se movió rápido para abrazarlo, rodeándolo con sus brazos, le besó la espalda, mientras él se secaba las lágrimas, tratando de frenar sus emociones—. Está bien que te sientas emocional en estos días. Vamos a casarnos.

—Estoy tan feliz —se secó con su muñeca derecha. El infinito de su piel se nutrió con auténticas lágrimas de amor—. En el pasado nunca me he sentido tan feliz que mi cerebro no sabe cómo responder, es todo.

—Me ha pasado más de una vez —rio despacito, sobándole la espalda con una mano, donde ya no podía sentir sus vértebras como antes—, pero puedo confirmar que es la primera vez que me siento tan feliz también, y no solo por nuestra boda, me siento feliz por todo, en especial por ti, porque te tengo.

—Me tienes —la miró, y acercó la punta de su nariz a la de ella—. Siempre me tienes.

—Tú me tienes —sonrió, y le dio un besito en la boca.

—Lo sé —asintió, mirando al frente.

—Deberíamos...—Emma lo tomó de la mano, y entrelazó sus dedos, donde estaba el anillo. Lo miró a los ojos, diciendo—: Deberíamos anunciárselo a los demás con una foto. Publiquémosla en Instagram, algo así como: «¡Sorpresa!» —rio, sacudiendo las manos de los dos. Colin se limitó a sonreírle, ya con el llanto apagado—. Solo falta que se enteren nuestros amigos, y el resto de mi familia, como mi tío Jamie. Si lo piensas así, en mi Instagram me siguen exactamente nuestros invitados, nadie más que ellos, creo que los únicos que no me siguen son tus dos tíos.

—Si mi nena quiere publicar una foto, entonces, publicaremos una foto —sonrió.

—¿De verdad? —recostó su cabeza sobre el hombro de él, mirándolo a los ojos, con una sonrisita de niña malcriada.

Le divertía la idea de lanzar una noticiota de esa manera. Le gustaba lanzar bombas de palabras. Era de familia. Su papá sí que sabía armar de esas bombas caseras.

—Sí —sonrió, apretándole la punta de la nariz como si se tratara de un botoncito—. Lo haremos al estilo de mi nena.

—¡Tu nena te lo agradece y mucho! —le dio golpecitos en el hombro, y recogió su celular de la mesita—. Eh...—No sabía cómo posicionar el celular, se levantó, y agarró tres libros de la estantería, los colocó apilados en la mesita, y recostó el celular que ya estaba puesto en modo selfi. Hizo un simulacro, posó, sentada en el sofá, de distintas maneras, entonces, en la pantalla, pudo ver a Colin riéndose en silencio. Abrió su boca, fingiendo haberse ofendido, y empujó la rodilla de él—. Solo intento verme bien. Esta foto marcará un antes y un después en mi vida.

—Tienes razón. Debemos permanecer serios —fingió cerrar sus labios con una cremallera.

—Justo ahora no eres graciosísimo —frunció su ceño.

—Ay —llevó una mano a su pecho, fingiendo una herida de bala. Frunció su ceño, arrugó su nariz, y cayó lentamente sobre el sofá, mientras ella se arreglaba el cabello usando la cámara como espejo. Entonces, en su lecho de muerte, la miró con un ojo abierto, sin obtener su atención—. ¿Hola?

—Oh —lo vio—. ¿Terminaste?

—Sangro con tus palabras.

—No lo veo.

Colin levantó su camiseta hasta su cuello, y señaló su pecho.

—Ah...—Emma metió disimuladamente una mano dentro de su bolso, en tanto miraba la herida invisible de Colin el sensible, seguidamente, sacó su pintalabios color rojo, como si fuese un arma blanca, y le rayó el pecho con color. Colin se sentó en seguida, desesperado, y logró capturarla de las muñecas. Ella se puso a reír demasiado.

—Ya. Eso no estuvo bien. Ey, deja de reírte —pidió, enojado, pero su mueca de perro rabioso no duró ni un segundo más. Se empezó a reír, no por la estúpida broma, no porque el labial se partió en dos, no pudo mantener su postura seria porque su niño interior le hizo cosquillas en las vísceras, además, la risa de ella era todo.

Emma se calmó poco a poco, y largó un fuerte suspiro. Le dolía la barriga de tanto reír.

—Lo siento —agarró el labial, no lamentó la manera en la que se quebró.

—No lo sientes realmente —la apuntó con su índice.

—No —su risa subió por la colina otra vez.

—Ya. Tomemos esa foto, corazón —la agarró de la mano y le besó en la muñeca.

Emma sonrió, colocó la cámara con temporizador, y se abrazaron rápido, no supieron cómo posar, no lo habían planeado. La cámara disparó varias veces, en las que rieron, se besaron, se abrazaron y mostraron el anillo. Ella gritó desesperada por no saber cómo más posar mientras él se reía por la simple emoción de tenerla.

—¡Cole! —se rio.

Colin le había lamido la mejilla.

—Esa es para mí —dijo él.

Y la cámara capturó la última.

Emma rio, tomando el celular. Las miraron juntos, detenidamente, y rieron por todas. No había ni una decente. Ni una. En todas estaban riendo. Pero, finalmente, se decidieron por una en la que ella mostraba el anillo, y él la sujetaba de la muñeca, se estaban riendo, ella tenía los ojos cerrados, la nariz arrugada, y él la miraba de reojo. A decir verdad, era una foto digna de compartir. Eran ellos, así eran. Una foto que reflejaba la autenticidad de ambos, de su relación, de su amor. Ella riendo, él admirándola, ambos jugando como dos niños.

Eran ellos.

Ella fue la encargada de compartirla, escribió en el pie de la foto:

emmamiller: ¡Dijimos que SÍ!

—Listo —bloqueó su celular, lo soltó sobre su regazo, y tapó su boca con sus manos.

En ese momento, la pantalla se encendió y las notificaciones comenzaron a deslizarse.

—Amor...—dijo Colin.

Emma abrió sus ojos de par en par al ver la reacción inmediata de sus seguidores.

olimpiaivanov: AAA QUÉ FOTO. QUÉ ANILLO. QUÉ AMOR. LOS AMO.

alanmoore: no estoy llorando... se me metió un MIS MEJORES AMIGOS SE VAN A CASAR

Las llamadas se apretujaron en sus celulares. Todos querían ser los primeros en gritarles de felicidad.

A Colin le llegó un mensaje de Eugene.

Perro: SERÁ MEJOR QUE ATIENDAS EL TELÉFONO, COLIN OSCHNER

—Eugene ya la vio —comentó.

—Carla quiere que le atienda —rio, señalando su pantalla.

—Es tu mamá —apuntó.

Emma miró su celular.

Sí...

Era Holly.

—No me digas que no se lo contaste antes, Emma.

Emma mordió su labio inferior, y explicó:

—Traté de contactarla, pero no pude dar con ella.

—Respóndele.

Emma se puso de pie, contestando la videollamada.

—¡Emma Miller! —gritó una Holly en pijama.

—¡Felicidades, princesa! —Steve se metió.

Esos dos estaban en la penumbra de su habitación.

—¡Gracias! —dijo Emma, agitando una mano como saludo—. Hola.

—Necesito ver ese anillo. —Holly decidió ser Holly—. ¿Cuánto pesa?

—Ma —Emma masculló—, Cole está conmigo.

—Perfecto. Pásame con él así se lo pregunto directamente.

Colin enarcó una ceja, mirando a Emma. No se ofendió de nada. Ya conocía a su suegra.

—Basta. Te pasaré con él, pero para que le digas cosas lindas —sonrió.

—¿Tengo cara de decir cosas lindas?

—Tienes cara de cosa linda —dijo Steve.

—¡Ma! —pidió Emma.

—Cariño —se puso seria—, salté de emoción. Steve puede confirmártelo.

—Y ella nunca salta de emoción —añadió Steve.

—Te quiero, florecita —pronunció su mamá.

Emma esbozó una media sonrisa, y miró a Colin, quien le sonrió, animándola a contestar.

—Yo también te quiero, ma.

—Pásame con Colin —pidió.

—Bien —volteó el celular.

—Hola, Holly —dijo Colin, levantando una mano.

—Felicidades. —Holly se puso rígida, bueno, más rígida—. Felicidades a los dos. Colin, cuida a mi hija. Es todo lo que pienso decirte. Me encantó la foto que publicaron. Espero que nunca permitan que su amor envejezca.

—Felicidades, Colin —habló Steve antes de que Colin pudiese decir algo.

—Gracias —dijo él.

Emma regresó a la pantalla.

—Nos casaremos el 8 de octubre. Espero que puedan venir esta vez —les sonrió.

—Eso será en menos de un mes —habló Holly, estresada desde ya porque necesitaba prepararse ya.

—¡Ahí estaremos! —les aseguró Steve.

—Será una boda sencilla, ma. En mi casa —dijo Emma, antes de que le diera un pico de estrés a la mujer.

—¿Una boda sencilla? —Holly enarcó una ceja.

—Íntima —agregó Colin.

—Menos de 40 invitados. —Emma sonrió a la cámara.

—Bueno. ¡Eso no le quita importancia! —dijo Steve.

—Lo sabemos. Estoy emocionada. Mañana Bia me acompañará a reunirme con dos servicios de wedding planner. Con Cole estamos planeándolo todo, tenemos una libreta especial, pero de pronto me siento algo perdida.

Holly arrugó su entrecejo, preguntando:

—¿Bianca te acompañará?

—Quisiera acompañarla yo —dijo Colin—, pero los sábados tengo que estar en la universidad.

—Claro. Y Bianca es la mejor opción —respondió Holly.

—Bueno, ma. Tenemos que atender otras llamadas —dijo Emma.

—¿Fuimos los primeros? —preguntó Steve.

—¡Por supuesto! —exclamó ella.

—Está bien. Emma —habló Holly—, te quiero, hija.


HOLA, HOLA, HOLA, HOLA, HOLA, HOLA.

FELIZ FIN DE SEMANA A TODXS<3

¿QUÉ LES HA PARECIDO ESTE  LARGO        CAPÍTULO 30? 

¿Esperaban tantas emociones en un solo capítulo? La respuesta es: obvio. Lo sé, estamos acostumbradxs a la montaña rusa de estos ELLOS<

A decir verdad, no sé qué decir, nunca sé qué decir, ni siquiera sé cuánto leen mis notas, así que me limitaré a preguntar por sus comentarios sobre todo lo acontecido<

Entre paréntesis, no aguantaba las ganas de actualizar, que me salí media hora antes de mi clase para poder editar este capítulo. Que Santo Oschner no me castigue, por favor, PIEDAD.

EN FIN. LXS QUIERO MUCHO & NOS LEEMOS PRONTO.

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