22: Dotada de amor

Tenía pronosticado un fin de semana aburrido, y pocas probabilidades de pasar su día libre con su nena, pero ya había hablado con ella al respecto. Esa noche de viernes debía contentarse con sus únicas dos compañías: una botella de Stella y él mismo. Por lo menos estaba acostumbrado. Se encontraba sentado en el suelo, sobre una almohada, frente a la mesita de la sala, porque le era mil veces más cómodo que el comedor, y evitaba trabajar en su cama porque casi siempre terminaba echándose una siestita que terminaba en medio de la madrugada. Encendió un cigarrillo en su boca, y lo sostuvo entre sus labios mientras contestaba rápidamente un e-mail de Cohen que iba para los cuatro. Brice había regresado porque se le había pasado el caliente. Entonces, recibió un e-mail equivocado de Kurt, quien no solo se lo mandó a Colin, sino también a Cohen.

[email protected]

Cohen anda raro.

Colin sintió mucha lástima por esa metida de pata.

Sacó el humo de su interior, leyendo la respuesta del profesor.

[email protected]

Gracias por preocuparte, Kurt.

Quién estúpido chatea con sus amigos a través del mismo e-mail con el que trabaja. O es que él era demasiado ansioso, demasiado neurótico pensando en que podía acabar exactamente en esa pesadilla de mandar un e-mail por equivocación a su profesor. Además, ¿la gente sigue usando e-mail para comunicarse con sus amigos?

Al: Qué hacesss!

Y hablando de amigos.

Volteó su celular para ya no ver la pantalla. Lo distraía. Siguió fumando, en lo suyo, bebiendo, por 5 minutos. Entonces, alguien llamó a la puerta del departamento. Por el amor que tenía por su nena. «Que no sea Alan, que no sea Alan, que no sea Alan». Dejó su cigarrillo en el cenicero, se sacó sus gafas, y se levantó a abrir la puerta, ahí se encontró con Neptuno, pero literalmente. Emma estaba sosteniendo frente a su cara, con sus dos manos, la pintura encuadrada en marco plateado. De su bolso sobresalía un martillo.

—¡Bajé a Neptuno del cielo solo para ti! —le pasó el cuadro.

Colin sonrió, agarrando y apreciando la pintura de cerca.

—Hermo. . .—levantó su mirada, encontrándola desafiando a Venus con su belleza— sa.

Emma esbozó una sonrisa.

Estaba usando un pañuelo turqués con estampado como top, y abajo una falda blanca y corta, y ajustada en la cintura, con unos tacones no muy altos que estiraban al color plata. Demasiado sexi como para no ponerle la entrepierna como piedra. Además, tenía el cabello peinado con dos trencitas al frente y el resto con sus ondas naturales. Su tímido maquillaje estaba compuesto con un delineado negro y brillitos cerca de sus lagrimales. No tenía idea de lo mucho que provocó en el interior de él. De pronto, Colin sintió muchas ganas de cerrar su laptop y mandar sus responsabilidades al carajo. Emma se le acercó, y, aún con tacones, tuvo que ponerse de puntitas para entregarle un beso en los labios. Colin dejó el cuadro en el suelo, recostado en sus piernas, y la sorprendió agarrándola de la mandíbula con sus dos manos para introducir su lengua en ella. Qué placer más intenso. Ella sonrió, en medio del beso, saboreando esa boca que sabía a cerveza belga y cigarrillos de menta. No contuvo su risita cuando él pasó a besarle el cuello así nada más, le dio cosquillitas con sabor a menta, pero al final ella se apartó, y puso una mano como barrera sobre el abdomen de él.

—¿Al menos me dejas pasar? —Emma rio, entrando al departamento.

—Lo siento —se hizo a un lado—. Te ves hermosa. Siempre te ves hermosa, pero me gusta... —No sabía qué decir. En su mente estaban haciendo cositas ricas— tu ropa. Me gusta cómo te queda tu falda, y tu top. Todo lo que te pones te queda bien —cerró la puerta, cargando su bendito cuadro, al menos le sirvió para taparse el rabo.

—Gracias —sonrió, y sacó el martillo de su bolso.

Sí. Colin necesitaba un golpe en el cráneo para reiniciarse.

—Saldré con mis chicas, pero antes te traje tu nueva pintura para que la colguemos juntos.

—Genial.

Emma sonrió más, moviéndose hacia la recámara. Colin la siguió con el cuadro tapándole abajo. Con suerte ella no se daría cuenta de que verla tan radiante le despertaba hasta el alma. El alma y algo más. Entraron al cuarto donde la cama estaba perfectamente arreglada.

—¿Y adónde van? —activó la charla tratando de distraerla, aunque realmente le interesaba ese dato.

—A un bar. Voy con Ali y Carla. No convencimos a Gennie —sacó una bolsita con clavos de su bolso, y él se preguntó si no traía tornillos porque los necesitaba, recién se le había caído unos cuantos—. Traje martillo y clavos porque estoy segura de que no los tienes.

—No los tengo —afirmó.

—Bueno. Ya clávalo —apuntó la pared color crema que estaba vacía sobre la cama.

—A la orden, señorita —se subió de pie sobre el colchón, y ya de espaldas no tuvo que preocuparse por su erección. Dejó el cuadro contra la cabecera, y tomó el martillo y un clavo grueso que Emma le pasó, luego, ella se paró cerca de los pies de la cama para mirar la dirección—. ¿Ahí te parece bien? ¿Está en el medio?

—Un poco más a la derecha —juntó sus manos.

—¿Ahí? —movió.

—¡Sí! Ahí mismo. —Y se acercó de nuevo a él desde un costado, observando cómo clavaba la pared, luego miró orgullosa su maravillosa pintura cósmica en la que firmaba con su nombre y apellido, y el año—. Tenías razón en que a tu pared le faltaba algo. Deberíamos comprar tiras de luces o un proyector de estrellas.

Colin soltó el martillo sobre el colchón, y dijo:

—¿Te gustaría un proyector de estrellas? —levantó el cuadro. Nunca lo había considerado. Le sorprendía que a ella no le trajera malos recuerdos porque en la pesadilla del verano anterior habían usado mucho el proyector de galaxias cuando dormía en el ático de ella. Él había dejado ese proyector en su recámara de Nueva York, bueno, antigua recámara, porque no volvería a pisar el ático de sus padres ni por si acaso. Oh. De pronto sus bombillas se quemaron y comenzó a sentirse mucho menos excitado.

—Sería lindo —pensó. Recordaba el proyector de galaxias, y... Sí, lo recordaba... todo. Entreabrió su boca, metiéndose aire. No, no, no. Estaban juntos, y lejos de la ciudad de los demonios, estaban en otros tiempos. Era feliz, tenía las mejores amigas del mundo, tenía una gata hermosa, y Colin le hacía un muy buen oral—. O podríamos comprar una lámpara de lava.

—Me gusta —sonrió, volteando a verla.

Emma le sonrió también, y sus ansiedades disminuyeron.

Enfocarse en el presente, imaginando un futuro feliz, les hacía mucho bien.

—Mira. —Colin colgó el cuadro y dio unos pasos atrás para verlo.

—Está derecho —le confirmó.

Él se sentó en la cama, mirando hacia su nena, y ella se inclinó sobre él, abrazándolo con fuerza.

—Te amo. Quiero mudarme de planeta contigo. —Emma le dio un par de besos en la mejilla.

—Te amo mucho más —la apartó, agarrándola de los brazos para verla a los ojos que solo hablaban en el lenguaje del más puro amor del bueno—. ¿Cuáles son tus planes? ¿Tu chofer te llevará y te recogerá o duermes en el departamento de Escarlata? —le estiró con cariño una de las trencitas, seguidamente, Emma se sentó de costado sobre su regazo, rodeándole el cuello con un brazo.

—Me llevará mi chofer, antes buscaré a Ali de su casa, pero aún no sé dónde dormiré esta noche —se miraron a los ojos, estaban tan cerca que sus cálidos alientos se mezclaron—. No te preocupes por nada.

—Bueno, a veces pierdo el control de mis preocupaciones.

—Siempre tienes el control. Siempre puedes elegir.

Asintió lentamente, mirando hacia abajo, a la mano de ella, y entrelazó sus dedos.

—Llámame si quieres que te busque.

—Está bien, pero no lo haré.

—Y avísame cuando llegues a tu casa —añadió sin darle importancia a la negación. Era su repertorio para cuando ella salía de noche con sus amigas. Emma lo agarró de la mandíbula con sus dos manos, y le dio un enorme beso sin lengua en los labios, dijo «¡Muak!», y se levantó del regazo de él.

—Llévate tu martillo.

—No te preocupes que ordenaré uno en el bar —guiñó.

Colin frunció su ceño, tratando de entender la broma.

—¿Te refieres a un destornillador? —lo captó, y rio muy fuerte.

—¿Se llama así? —agarró el martillo, disfrutando de la risa de él.

Buena noche para confundir el nombre de un cóctel.

Quería escucharlo reír así siempre.

—Me llevaré mi martillo. Lo dejaré en el auto. No quiero tener que llamarte desde la estación de policías.

—Muy bien. Yo tampoco quisiera que me llames desde ahí, mi nena linda —rio.

Pasó a buscar a Alicia, y fueron a un bar en Santa Mónica donde se encontraron con Escarlata. Se sentaron en sillas altas, alrededor de una mesita redonda. Escarlata ordenó un Blue Lagoon.

—Es para dormir bien —les dijo.

—Yo quiero...—Emma vio la lista de bebidas, sus ojos se deslizaron sobre el Daiquiri y el Sexo en la playa. No había tomado ninguna medicina, podía beber sin ninguna preocupación— té helado.

—¿Té helado Long Island? —preguntó la camarera, confundiendo su pedido con un cóctel.

—No, solo té helado —aclaró.

—No todas las noches ordenan té helado. —La camarera le sonrió, y escribió la orden en su libreta.

—Bueno. Yo quiero un Bloody Mary —pidió Alicia.

—¡Eso es! —Escarlata levantó su mano y chocó los cinco con Alicia—. Y tráiganos sushi para las tres, pero ya —le indicó a la camarera— porque tengo el estómago vacío. Eso es todo. Gracias, querida —le entregó el menú.

—En seguida, chicas. —La camarera recogió los menús, y se marchó hacia la barra.

Alicia puso sus manos sobre la mesa, y dijo:

—Digamos que esta es la previa del cumpleaños de Emmy —sonrió.

—Ay. En ese caso, me sabe mal que Gennie no esté aquí —dijo Emma.

—Pues Gennie debe estar tranquila escribiendo poemas mientras come sushi. —Escarlata sacó un espejito de su bolso junto con su labial matte rojo, y comenzó a arreglarse—. También quisiera que la cuarta hada esté aquí, pero tal vez podamos salir mañana a un lugar con mayor luminosidad.

—Debimos haber salido hoy a un lugar con mayor luminosidad —dijo Emma.

—Carla quiso venir aquí —le recordó Alicia.

Escarlata terminó de retocarse el labial, y guardó sus herramientas.

—Tengo que confesarles algo —dijo, agarrándose con nervios de su larga y estirada cola de caballo.

—Y aquí va...—Alicia vio hacia la barra. Es que tenía que haber una buena razón para que Escarlata eligiera un bar en Santa Mónica y solo en Santa Mónica.

—Agnes —omitió la mala cara de Alicia.

—Cielos, sí. —Emma sonrió.

La nueva amiga de Escarlata vivía en Santa Mónica.

—Vendrá —confesó al fin—, y esperaba que ambas fueran mis animadoras.

—Pensé que tu primera cita salió bien. —Alicia cambió su mala cara. Escarlata estaba ilusionada con Agnes, y todas querían que le vaya bien.

—Salió bien, tan bien que ya quiere conocer a mis mejores amigas —alzó sus manos y las movió en medio de una sonrisa que denotaba felicidad y nervios, todas las emociones al mismo tiempo.

—Bien. No vine preparada para conocer a alguien. —Emma trató de sonreír, pero lo decía en serio, sentía cómo su ansiedad se asomaba a la ventana cuando debía entablar conversación con alguien nuevo, no obstante, sin dudas, su ansiedad era mucho menor que antes. Le calmaba haber escuchado por horas que Agnes era un amor, así la describió Escarlata.

—Emmy, te juro que Agnes es buenísima persona.

—Bueno. Si a ti te gusta es porque es especial —pensó positivamente.

—Chicas, tal vez sea mi persona especial —llevó una mano a su pecho, y largó un suspiro de enamorada.

—De acuerdo. ¿Qué está pasando? —Alicia enarcó una ceja, inspeccionándola—. No imaginé lo débil que te pondrías por alguien, y tan pronto.

En ese momento, el celular de Carla se iluminó sobre la mesa con una llamada de Agnes.

—Oh, Dios. Ya llegó —metió aire a sus pulmones por su boca.

Emma se resistió para no voltear como curiosa que era, se limitó a observar cómo el barman preparaba los cocteles de los clientes mientras Escarlata respondía la llamada con una voz toda entusiasmada. El momento le sirvió para mirar su celular metido en su bolso. Gael le había mandado una foto donde aparecía con Estela en la cama, mirando películas en una laptop. No tenía mensajes de Colin. Le respondió a su hermano, y bloqueó su celular, entonces, cerró su bolso, y, en seguida, visualizaron a una chica de la misma edad que ellas, de tez blanca como la nieve y de cabello negro, rizado y largo, que caminaba hacia ellas. Emma pensó que Escarlata se desmoronaría en su silla, tembló como una Chihuahua. Así que esa era la chica con la que su mejor amiga hablaba hasta las 5 a.m.

Agnes saludó a Escarlata con un beso en la mejilla.

—Ella es Agnes —dijo Escarlata, sonriendo mucho más natural.

A Emma le recordó a una sirena de cuentos de hadas. Era preciosa.

—Hola —se dijeron las tres.

—Ella es Alicia —Escarlata las presentó—, y ella es Emma. Faltó Gen.

—Un gusto. —Agnes les sonrió, tomando asiento al lado de Escarlata.

—Agnes, ¿quieres ordenar? —Alicia levantó un brazo para llamar a la misma camarera.

—Sí. —Agnes asintió, y ordenó apenas llegó la camarera—. Un Sexo en la playa.

—Carla mencionó que vives en Santa Mónica, Agnes —dijo Alicia.

—Así es. Vivo cerca de aquí —sonrió—. ¿Ustedes donde viven?

—Vivo en WestHo como Carla.

—En The Flats —dijo Emma.

—¿Beverly Hills? —Agnes se asombró.

—Sí —sonrió cordialmente.

—Increíble. ¿A qué te dedicas? —pensó que Emma era una de esas jóvenes empresarias millonarias.

—¿A qué me dedico? —se quedó callada cuando la camarera les trajo sus órdenes, esperó a que terminara para decir—: Me dedico al arte.

—¡Vaya! Y te va bien —sonrió.

—Ah, crees que mi casa es mi casa —rio, y se ruborizó sin razón lógica—. Vivo con mi papá y con mi hermano. Me dedico al arte, pero no de esa manera, no es mi trabajo. ¿Tú a qué te dedicas? —Increíblemente, Escarlata no había mencionado ese dato, y hacer preguntas era una buenísima forma de evitar quedarse sin palabras.

—Yo soy asistente, a veces instructora de yoga, otras veces cuido niños. Hago de todo para mantener mi casa, me la dejaron mis padres, a veces quiero alquilarla, pero... me la dejaron mis padres —sonrió abiertamente, y miró a Carla, quien la estaba escuchando con atención en medio de una sonrisa encantada.

—Qué genial. Y conociste a nuestra Carla en Tinder. —Alicia terminó de tragar un rollito y pasó a beber su cóctel naranja—. Simplemente no me imagino descargando una App de citas.

—Bueno. Es la primera vez que yo me descargo una, y sí que fue una buena experiencia —volvió a mirar a Escarlata. Emma sonrió al verlas mirarse de esa manera. Sabía cuánto ellas se gustaban.

—Pues Carla siempre anda en Tinder —comentó Alicia sin medirse para nada.

Escarlata abrió de par en par sus hermosos ojos grises azulados.

—No ando siempre.

Emma notó la situación, miró a Agnes, quien tampoco se sentía tan cómoda, y dijo:

—Es como su tercera vez descargando la App, pero nunca ha quedado con nadie. No es que busque con quien ligar, sabes. A Carla le gusta conocer personas, y es su primera vez saliendo con alguien que conoció así, y, al parecer, está siendo una buena experiencia también —sonrió, y bebió su té helado.

—Exacto —dijo Alicia, dándose cuenta de en qué situación había metido a Escarlata—. Y sí que lleva mucho sin salir con alguien, tanto que nos sorprendimos cuando nos contó de ti. Nos pone felices que se lleven bien.

—Nos llevamos bien —afirmó Agnes, poniendo su mano sobre la de Escarlata, quien finalmente terminó sonrojada, después, Agnes se fijó en la muñeca de Emma, quien estaba sosteniendo su vaso de té sobre la mesa—. Lindo tatuaje. Siempre quise hacerme uno en la muñeca o en cualquier parte —rio—, pero me da algo de miedo.

Emma sonrió demasiado, y, viendo su muñeca, dijo:

—Gracias. Mi novio tiene uno igual.

No podía dejar de mencionar a su amorcito si hablaba del infinito.

—Vaya. ¿Llevan mucho tiempo juntos? —Agnes se interesó porque ¿qué loco de remate se hace un tatuaje con su pareja? Había pensado que las personas estaban mucho más despiertas que en la década pasada.

—Dos años —mordió su labio inferior, y miró la bandeja de sushi, agarró un rollito.

—Pero su amor es especial —dijo Escarlata—, solo ellos lo entienden.

—Qué lindo. Y ¿cómo se llama? —preguntó Agnes.

Emma tragó el sushi, y contestó:

—Se llama Colin. Colin Oschner.

El nombre más hermoso del mundo.

El nombre que el mundo necesitaba conocer.

—Suena británico —dijo Agnes.

—Es neoyorquino —rio.

—Qué inesperado —rio también—. Mi mamá era de Nueva Jersey.

—Vecinos —sonrió sin saber qué otra decir.

Que alguien la salvara porque se había quedado sin ideas.

—Agnes practica surf en Malibú. —Escarlata comentó porque, al parecer, había entrado en aquel terreno donde uno pone en un pedestal a la persona de quien gusta frente a amigos, y Emma lo agradeció mucho. Podían hablar toda la noche sobre Agnes con tal de que las linternas no la apuntaran a ella.

Una hora después, avisó que iría al tocador, y Alicia decidió acompañarla. Entraron al baño de damas que estaba vacío, y Emma informó que haría pis. El té helado. Mientras estaba en el cubículo, comentó que Agnes le había caído bien, y habló un montón de cosas mientras hacía pis, pero Alicia no prestó atención por estar mirando su reflejo en el espejo. Ya luego de lavarse las manos, y arreglarse su falda, con la que ahora se notaba su abdomen hinchadito por comida, sacó su celular de su bolso, y puso la cámara de Instagram.

—Tomémonos una foto —dijo.

—No quiero. —Alicia dio un paso al costado, alejándose del foco de la cámara.

—Está bien —sonrió un poco, tratando de romper la tensión que se armó en su amiga.

La comprendía. Y mucho.

Se tomó sola una selfi de espejo, pero no la publicó, la dejó en su galería. En ese momento, un grupo de chicas entraron al baño hablando y riendo muy fuerte. Alicia se marchó hacia la puerta. Una de las chicas empujó a Emma sin querer, estaba medio borracha, pero pidió disculpas como si hubiese cometido la mayor falta de su vida. Emma le sonrió, pidiéndole que no se preocupara, y se fue del baño con Alicia. A lo lejos, visualizaron la mesa, donde Escarlata y Agnes estaban hablando demasiado cerca una de la otra, sus labios casi casi colisionaban en un beso.

—No podemos interrumpirlas —dijo Emma.

—Deberíamos irnos. —Alicia caminó en dirección a la salida del bar.

—Hay que avisarles —la siguió, preocupada.

—Le mandaré un mensaje a Carla. Nos lo agradecerá —se paró en la acera.

—Te acerco a tu casa. Vamos.

—Bien —miró la Land Rover negra del papá de Emma.

El chofer encendió el motor apenas las vio acercándose.

—La llevaremos a su casa —le avisó Emma, subiéndose primero.

—Bien —respondió el hombre.

—Le avisaré a Carla. —Emma sacó su celular de su bolso cuando la camioneta se puso en marcha.

Emma: No queríamos interrumpirte. Ali y yo decidimos irnos. Diviértete!

Pero Escarlata no respondió. Estaba ocupada.

Entró al chat, sin nada nuevo, que tenía con Colin, y grabó un audio:

—Hola. Estoy llevando a Ali a su casa, y después regreso a la mía.

Miró su celular, esperando una respuesta, apareció la burbuja que le indicaba que él estaba escribiendo.

Oschner: Avísame cuando llegues a tu casa

Oschner: Te amo, corazón

Emma: Te amo

—A veces siento que me quedaré sola para siempre —soltó Alicia.

Emma la miró rápido, y bloqueó su celular, diciendo:

—¿Por qué dices eso, Ali?

—Me afectó participar de la cita de Carla —admitió.

—Bueno —se sentó de costado para verla—. Yo creo que todas las almas tienen su complemento. ¿Sabes a lo que me refiero? Claro que no todos los complementos son parejas amorosas. Creo que aquellas personas que no quieren tener pareja son aquellas que sus almas gemelas vienen en forma de amigos o familia. Creo que nuestro ser es mucho más inteligente de lo que creemos, bueno, tal vez esa inteligencia es lo que llaman intuición.

—No espero que lo entiendas —giró a ver la ventana.

Emma se quedó callada un segundo, pensando en mucho, en todo.

—¿Sabes? Yo conocí a Cole gracias a que me lancé a la nada. No lo hubiese conocido si escuchaba a mis miedos, si hubiese sido así, probablemente ahora yo estaría en Nueva York, muy soltera, y él, en definitiva, estaría con otra chica, pero eso no fue lo que pasó porque me empujé. Y me duele todo lo que hemos pasado, es una herida que aún no sana, y no espero que lo haga pronto, pero hoy solo me importa él, solo importamos los dos.

—Emma —la miró a los ojos, y suspiró con frustración—, tú eres hermosa y siempre hueles bien.

—Ali, también soy la que le da de comer a los fabricantes de antitranspirantes. Tú también eres. . .

—No lo digas —la interrumpió—. Por favor.

Emma tomó aire, y dijo:

—Cuando estaba en tu lugar me servía mucho decirme que soy válida. Dicen que no importa que no te lo creas porque si lo repites mucho terminarás creyéndolo, pero sé que eso no aplica al soy hermosa, así que soy válida ha sido mi mejor opción desde enero. Mi cuerpo es válido en todas sus formas. Mis estrías en mis caderas son tan reales como los latidos de mi corazón. Mis piernas son tan válidas como las de la mujer con piernas más largas del mundo. Y mis pechos me servirán en un futuro para alimentar.

—Emma, mis pechos son más grandes que los tuyos. No sé de dónde sacas que son monstruosos.

—Pues —tragó saliva, y sintió cómo una cadena en su interior se rompió cuando empezó a decir—, estaba en la prepa, no logré librarme de la clase de natación, así que estuve una semana entera buscando el mejor traje de baño, uno que me quedara bien, uno que disimulara todo de mí, y, cuando llegó el día, se burlaron de mí porque era la más... rellena entre todas, y también era la que tenía mayor busto, y una chica —Mikayla—, dijo en frente de los chicos que mis pechos solo estaban grandes porque yo estaba gorda, y otras dijeron cosas como que yo era un asco.

—Estaban celosas de ti, ¿lo sabes? Por tus pechos.

—En ese momento no lo tomé de esa manera. Traté de suicidarme dos semanas después.

—¿Por eso?

—No, no, no. Por muchas cosas. Me odiaba mucho —sus ojos se aguaron—. Mira —acercó su muñeca, y señaló una pequeña cicatriz que se ocultaba en el tatuaje. En ese momento, Alicia la sujetó de la mano con fuerza, y la vio llorar—. ¿Puedes creerlo? Pasé de mutilarme a esto. Y no fue fácil, Dios, mi vida no ha sido nada fácil. A veces, antes de que mi medicina para el insomnio me haga efecto, me quedo pensando en que pude haber hecho las cosas distintas el verano pasado, en que pude haberme alejado de Vivian, y de todas esas personas, pero, Ali, todo está en el maldito pasado. No podemos seguir viviendo ahí. No podemos. No podemos ser tan crueles con la persona que más se merece amor en nuestras vidas.

»Tienes que tomarte el tiempo para amarte, y a la mierda la manera en la que romantizan el amor propio. ¡El amor propio no es nada romántico! Jamás nadie me ha herido de la misma manera en la que yo me hiero a mí misma, pero también me perdono cada día. Intento tenerme tanta paciencia como la tengo con Cole —sonrió un poquito, entre lágrimas dispersas—, y no es que con Cole se necesite tener paciencia, pero sabes a lo que me refiero. Si puedo sentir todas esas cosas por él, entonces, significa que estoy dotada de suficiente amor para mí también.

»Lo que intento decir es que esto es maquillaje —se apuntó la cara con su índice— y tratamientos que me los paga mi pa porque aún no soy capaz de ganar dinero propio. Huelo bien, pero a veces también huelo mal, muy mal —rio, y Alicia le regaló una breve sonrisa—. Tengo estrías en casi todo mi cuerpo, ya sabes, subir y bajar de peso tiene sus efectos. Nunca me han gustado mis pies, y adivina qué, Cole los ama, comenzó como una broma, pero ahora ya lo dice muy en serio. Sé que ahora puede sonar lejano para ti, pero es verdad lo que dicen sobre que siempre habrá alguien que vea belleza en tu imperfección, y no me refiero a alguien solo en sentido amoroso, pero primero tienes que verla tú, y esa es una práctica diaria que implica mucho llanto y mucha frustración, pero al final siempre se encuentra la luz.

—No sé cómo lo haces.

—Solo intento ser la adulta con la que mi niña interior se sienta segura. A veces creo que mi yo adolescente me diría «Eres mi inspiración» y tal vez se sorprendería al saber que tenemos sexo —rio. Alicia soltó una carcajada, siguiéndole la risa, con que andaba teniendo sexo de nuevo...—. He leído en varios libros que todos tenemos la capacidad de salir adelante, es cuestión de supervivencia, los humanos venimos con esa carga. Solo piensa en cómo nuestros antepasados han sobrevivido al trauma de las cavernas.

—Claro —asintió.

—Te prometo que vas a estar bien, Ali. Sabes que puedes contar conmigo siempre.

—Lo sé, Emma, tú puedes contar conmigo también.

—Muy bien. Abrazo —abrió sus brazos, y Alicia se tuvo que inclinar a abrazarla—. La vida no es fácil, pero tiene sus momentos, ¿no? Este es uno de ellos —la abrazó más fuerte, y Alicia cerró sus ojos, dejándose consolar.


¡HOLA! ¡HOLA! HERMOSOS TERRÍCOLAS Y EXTRATERRESTRES<3 ESPERO QUE ESTÉN BIEN DONDE SEA QUE SE ENCUENTREN. SI EN LA TIERRA O NEPTUNO O EN ANDRÓMEDA O BABY BOOM. <3 AQUÍ SOMOS INTERPLANETARIOS O INTERGALÁCTICOS. 

Sí se hizo esperar el capítulo 22, pero ¿que si valió la pena? Valió cada palabra<3 Enamorada del crecimiento de mi Emma. Debo decir que escribir la parte en la que recuerda cómo la maltrataron en la escuela me aguó los ojos. Siento que a medida que pasa la historia Emma nos va revelando un pétalo más de su doloroso pasado. Siento que Emma podría contarnos muchas historias dolorosas que se guarda para ella sola. Emma es una sobreviviente del bullying, y, sin dudas, una representación ficticia de tantas personas que han elegido vivir el hoy. Deseo de corazón que, si alguien ha vivido una situación parecida, y aún le duele el pasado, pronto encuentres la luz<3 Les juro que hay una salida en el túnel.

BUEEEENO. ALICIA, ALICIA, ALICIA... Sé perfectamente que aquí no la tienen como su personaje favorito... Así que... me gustaría saber qué opinan de ella después de leer este capítulo! Lxs leo<3

CARLA Y AGNES<3 (Escuché por ahí que están felices por Carla, pero que aún no superan la manera en la que Al arruinó lo que pudo haber sido algo interesante entre Carla y Eugene, lo sé). Pero ya. Escarlata feliz = Yo feliz. 

Y YA. NO PIENSO IRME SIN ANTES MENCIONAR EL NOMBRE DE COLIN OSCHNER.

El nombre más hermoso del mundo.

El nombre que el mundo necesita conocer.

Es que yo lo amo. Estaría necesitando un cuadro de Santo Oschner encima de mi cama. 

No te olvides de dejar un voto y nos leemos en el capítulo 23<3

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