10: Lugar seguro
Ese domingo el despertador sonó a las 8:20 a.m.
Colin se estiró para apagarlo rápido.
—Buenos días —se dijeron.
Volteó para acorralarla debajo de su torso, y se dieron un beso en los labios. Pareció que conectaron ideas con ese beso porque ambos se imaginaron lo mismo. Él metido en ella hasta que la última gota mojara el pétalo de su interior. Compartir una cama nunca había sido un problema para los dos, pero, cielo azul, sus libidos golpearon la puerta de la recámara toda la noche.
¿Y si lo acaricias bajo su camiseta?
¿Y si la besas fuerte hasta que te dé el pase?
¿Y si lo rozas con una mano?
¿Y si le mandas una indirecta?
¡¿Y si al menos hablan sobre el tema?!
Las silenciaron con conversaciones nada sexuales.
—No comimos postre —le había dicho ella.
Joder.
Nunca mencionas postre en una cama a menos que comieran unos cuantos, Emma Miller.
Pero ellos querían comer. El problema estaba en que temían que les cayeran mal antes de tragarlo.
—No —había respondido él con bastante naturalidad.
Se merecía un golpe en la entrepierna por solo imaginarlo.
Si tan solo hubiese sabido que ella estaba fantaseando con la misma posición.
—Tengo que apurarme —dijo ahora, y se levantó de la cama sin rodeos—. Comúnmente despierto a las 8.
—¿Qué hora son? —Ella se acurrucó, abrigándose con las sábanas que olían a él.
—8:20. Me premié con 20 minutos más soñando a tu lado —encendió la luz del baño.
—¿Y qué soñaste? —sonrió.
Él no recordaba su sueño, pero lo único que podía imaginar es que había soñado con sexo, y más sexo.
—Contigo. Obviamente —le sonrió también.
Sí, sí, bueno, tu erección matutina ya no era una erección matutina. Atiende eso, y vete a practicar cómo vivir en el aquí y ahora, y no en tus fantasías donde la estás follando en tu ducha como si mañana tomaras un viaje a otra galaxia. ¿Para qué preguntarse cómo es la vida en otra galaxia si el centro de todo su universo se ubicaba en medio de las piernas de Emma Miller Balmer?
Se encerró en el baño, y se imaginó lanzando la llave por el retrete, y adiós, algo así como atrapado hasta arrepentirse de todos sus pecados. Estaba tan neurótico que sentía que le estaba faltando el respeto a ella. Pero es que no estaba siendo claro: ¡Él quería hacérselo con todo respeto! Respetuosamente como almas gemelas que eran.
Basta. Ella apenas se encontraba atravesando la tormenta. Una mezcla de lluvias con huracanes, tsunamis, y, si había un volcán, estaría erupcionando también. Todo al mismo tiempo. Una mezcla de desastres naturales en un solo pecho. Un fenómeno igual sobrepasaría la lógica humana, pero hacía un año que él comprendió que no todo en la vida tiene una lógica, aunque quisiera hallarla, a veces simplemente no hay explicación de porqué las cosas ocurrieron así, y no como hubiesen querido. Ahora solo quería que ella supiera que no necesitaban apurarse, que tenían una vida entera para hacerse el amor, y tal vez se lo haría saber.
Medio dormida, medio despierta, Emma oyó cuando abrió la puerta. El vapor de la ducha se sintió hasta el cuarto, y ella se derritió en el colchón cuando lo vio con una toalla alrededor de su cadera. Cerró sus ojos con fuerza y estiró las sábanas hasta su frente. Pensaba que estaba dormida, y ella prefería que siguiera pensándolo. Por amor al cielo estrellado, la cadera de él se estrelló contra los ojos de ella como el choque de un asteroide contra la Luna; esa V podía cambiar la b de belleza a velleza. El cuerpo de Colin desafiaba las malditas leyes ortográficas de la misma manera que desafiaba las leyes naturales porque no podía ser normal que ella quisiera ponerse de rodillas para honrarlo. Honrarlo como los creyentes lo hacen con una estrella en diciembre. Él era un astro que por tanto tiempo se había olvidado de cómo brillar, pero hoy casi la cegaba. Con su boca quería hacerlo temblar exactamente como la ciudad lo hace de vez en cuando, luego quería abrazarlo porque era una obra que ni Miguel Ángel podría igualar.
Era el arte donde ella quisiera renacer.
Amarlo era su poema favorito.
Deseaba llenarlo de besos como de colores a un lienzo.
La voz de él era un tipo de música que no había sido registrada.
—Emmy —susurró Colin, minutos después.
Emma se destapó la cara, fingiendo que había estado dormida en todo ese tiempo.
—Cole —respondió.
Lo encontró a un lado de la cama, viéndola desde arriba.
—Volveré a las 10. ¿Me esperas?
—No me iré a ningún lado. Ni siquiera al baño.
—Bien —sonrió mucho, y le dio un beso en los labios como hasta pronto.
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Colin subió a su camioneta, y desbloqueó su celular.
Perro, apareció en su pantalla. Lo estaba llamando.
—Eugene —dijo al teléfono.
—Cole, hola —habló en tono nervioso, pero Colin no le prestó atención porque toda su mente estaba centrada en algo más—. ¿Cómo andas? Solo quería saber cómo estás.
—Estoy bien.
—¿Estás ocupado?
Sonaba ocupado.
—Estaba por llamar a mis hermanos cuando entró tu llamada —puso una mano sobre el volante—. Acabo de salir de la clase. Debo pasar por una tienda. Emma me está esperando en mi departamento. ¿Tú estás bien? —se acordó de ser igual de cordial con la persona que lo llamaba exclusivamente para preguntar cómo estaba.
—Sí. ¿Pasarás tu domingo con Emma? Genial —seguía sonando nervioso—. Entonces no te molesto más.
—No molestas, es solo que ahora mismo quiero hablar con ellos. —Demasiado y lo suficiente para no escuchar los gritos de auxilio de su mejor amigo—. Hablamos mañana, perro. Seguramente encuentras libre a Al.
De todas las personas que habitaban en la ciudad, en el estado, en el país, en el continente, y en el planeta, Alan era la última con quien Eugene quisiera reunirse en ese preciso momento, pero agradecía que Colin se preocupara por su soledad del domingo.
Al final, colgaron.
Colin llamó a Mercy por videollamada. La jovencita contestó en seguida, por eso la había llamado a ella. ¿Quién más, en ese ático, tenía su celular consigo todo el tiempo? Mercy Oschner, quien, según ella, tenía una vida social demasiado ocupada, y no mentía. Tenía muchas amigas. La preparatoria jamás había sido tan sencilla para alguien, viéndolo desde el lado social, porque en los cursos sí que patinaba mal, y no porque no estudiara, simplemente había confirmado que no había nacido para las matemáticas o para la biología.
—¡Colin! —gritó, su cara estaba muy cerca de la cámara.
—¿Es Cole? —Thomas llegó por detrás, robando el celular de su hermana.
Colin sonrió mucho, sus ojos se cristalizaron cuando los cuatro aparecieron en su pantalla.
—¿Cómo están? —les preguntó con energía.
Los cuatro respondieron «¡Bien!» varias veces y en distintos tonos.
—¿Están solos? —miró la hora. Eran la 1 de la tarde en Nueva York, e imaginó que ellos ya habían comido.
—Shizu está en la cocina —contestó Heidi, acercándose mucho al celular. Los cuatro estaban en el sofá del ático—. Mamá y papá salieron porque es el cumpleaños de alguien que no conocemos. ¿Fuiste a la clase de yoga? ¿Dónde estás ahora? Estábamos pensando en ti hace rato.
—Estoy en mi camioneta —sonrió— en el aparcamiento fuera del centro de yoga. ¿Estaban pensando en mí? Yo pienso en ustedes todo el tiempo. Quiero verlos demasiado. ¿Saben que pueden escribirme cuando quieran? Nunca, nunca estoy ocupado para ustedes cuatro. Me gustaría que me escribieran o me llamaran más, mis bebés.
—No somos tus bebés. Dios —le protestó Thomas.
Colin rio, y dijo:
—Sí, lo son.
—A veces queremos llamarte —Cathy se metió—, pero los domingos son nuestros días fijos. Sabemos que diciembre será un mes importante para ti. Debes estar trabajando duro antes de pasar de página, y. . .
—Es cierto —la interrumpió ahí mismo. No podía escucharla más refiriéndose a que no tenía tiempo para ellos—, pero puedo trabajar duro y hablar con ustedes, calabacita. No sé de dónde sacan que son una molestia para mí. —¿En serio? ¿No tienes una idea, Cole?—. Por favor, les suplico que dejen de pensar de esa manera. Quiero saber cómo están todo el tiempo, y qué cosas nuevas tienen para contarme. Espero que podamos vernos pronto, antes de diciembre. En... Mi cumpleaños será cuatro días después del día de gracias. Quizás puedan decirle a mamá...
—Se lo diremos —dijo Heidi antes que nadie.
—Sí —Mercy apoyó la causa—. Dudo que nos lo niegue. Faltar a la escuela por esos días tampoco sería un problema porque ¡somos los estudiantes con menos faltas! Gracias al señor Brad no faltamos desde el kindergarten.
Colin sonrió un poco.
—¿Cómo está? ¿Cómo está papá?
—Enojado —respondió Thomas.
—Tommy...—le regañó Cathy. Colin sintió una punzada en medio de su pecho, pero se apagó lentamente cuando su hermana le explicó—: Es que perdió un cliente el viernes, pero supo controlarse. Él está bien, y mamá también, todos estamos bien. En serio. ¿No es así, Shizu? —miró a un costado.
A la distancia, se escuchó a Shizu preguntando si era Colin.
—¡Sí! —le confirmó Heidi.
Shizu se acercó a la cámara, y exclamó:
—¡Pero miren a mi niño sano! ¡Qué bello estás!
Colin se limitó a sonreír por los halagos exagerados, y le preguntó:
—¿Cómo está la nana más guapa del mundo?
—¡Muy bien! —contestó.
—Shizu conoció a un viejo en una tienda —comentó Thomas.
Colin abrió su boca exageradamente mientras Shizu negaba con la cabeza.
—Thomas escuchó conversaciones ajenas. Como siempre —le explicó Shizu, alejándose de los cuatro. No había conocido a ningún viejo, bueno, sí, el viejo le habló porque siempre coincidían en la tienda. Shizu se lo había contado a Theresa, y Thomas tenía las orejas más grandes del mundo, especialmente cuando los adultos hablaban.
—Bien por ti —respondió Colin. Tampoco es que creía que su nana hablara con viejos, mejor dicho, hombres de la tercera edad. Shizu siempre les había dicho que no necesitaba envejecer con otras personas que no fueran ellos. Se escuchó a Shizu aclarando a lo lejos que «¡No!» era lo que Thomas pintaba—. Tranquila. Nunca le creo nada a este bebé.
Thomas puso sus ojos en blanco. Iba a protestar porque «jamás miento» y «tengo 12 años, Cole», pero Colin habló primero.
—Tengo algo muy importante que contarles —esbozó una sonrisa.
—¿Qué? —preguntaron al mismo tiempo porque los cuatro Oschner venían con modo chisme.
—Emma es mi novia de nuevo —soltó de una vez.
Los cuatro reaccionaron como si su equipo favorito acabara de meter gol.
Pero es que Colin y Emma, Emma y Colin, eran su equipo favorito.
Mercy gritó «¡Oh, Dios mío!», sacudiendo su celular de la emoción. Thomas gritó «¡Sí!», y se echó sobre los brazos de su melliza, levantando un puño en señal de victoria. Cathy también gritó emocionada, en cambio, Heidi se limitó a sonreír demasiado, sobre todo cuando escuchó la risa de su hermano mayor, todos creían que, porque era la más pequeña de la familia, también era la ciega frente a los problemas, frente a los problemas de Colin, ella sabía que su hermano «había tocado fondo», el año pasado, lo había escuchado de su madre, quien se lo estaba contando a la tía Taylor, mientras lloraba sin consuelo, también las había escuchado hablar en otra ocasión, en febrero:
«—No sabemos si habrá otra oportunidad para ellos dos, Tay.
—Pues, ora, Tess, y espera lo mejor.»
Heidi reemplazó en su cabeza el nombre de su madre: «Pues, ora, Di, y espera lo mejor». Aunque sería una falta no destacar lo mucho que los cuatro habían orado por la misma causa, en silencio y en alto con la familia: «Por favor, Señor, protege siempre a Emmy, y haz que quiera volver con Cole, porque ambos deben estar juntos para tener más bebés en el futuro. Amén». Normalmente evitaban mencionar frente a sus padres la parte de los bebés del futuro, especialmente frente a su madre, porque simplemente tenían prohibido hablar sobre el tema. Theresa se los había prohibido porque era consciente de que tenía cuatro hijos algo inconscientes, bueno, tres (Cate, estás fuera). Sin embargo, los cuatro pensaban en el tema casi con la misma intensidad. ¡Pudieron haber sido tíos! ¿Cómo podían pedirles que borraran esa imagen de sus mentes? Colin, ¡Colin!, ¡el mejor hermano mayor entre todos los hermanos mayores del mundo pudo haber sido papá ahora! ¿Cómo todos podían simplemente olvidarlo? ¡Díganles cómo!
—¿Están felices? —Colin les preguntó solo porque quería escucharlos gritar...
—¡Sí, sí, sí! —Con mucha fuerza.
—Yo también lo estoy, y demasiado —les sonrió.
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Emma continuaba en su fuerte de sábanas blancas. No quería levantarse de la cama porque no quería que la mañana se acabara nunca, pero, no importaba con cuanta fuerza abrazara la almohada de él, a los minutos no les importaba esperar a que ella terminara de embotellar el recuerdo. Se destapó hasta la cintura y lanzó un bufido al techo cuando su celular sonó en la mesa de noche. No era Colin, lo sabía, simplemente lo sabía, no hubiese protestado si sospechara que se tratara de él. Pensó en su papá o en J.J., Gael no, Gael respetaba el tiempo de pareja de los demás. Tomó su celular, y no respiró por un segundo, bien, luego le prendería una vela a Carla para su perdón.
—Carla —contestó.
—Hola, chiquita. ¿Qué haces? —preguntó directamente.
—¿Qué hago? —se sentó lentamente en el mismo lugar, observando a su alrededor; la cama desordenada, el pijama de Colin estaba doblado sobre un sillón en un rincón. No estaba ahí, pero la habitación se sentía tan llena de él, y no porque fuera suya y esas fueran sus pertenencias, parecía que parte de su espíritu se había quedado con ella para cuidarla en su ausencia porque lo sentía en cada esquina—. Estoy acostada.
—¿Qué? —se preocupó, pues eran casi las 11—. ¿Estás enferma o algo?
—Estoy acostada en la cama de Colin —especificó en medio de una sonrisa.
—Oh pillina.
Emma soltó una carcajada, cubriéndose los ojos con una mano.
—Fue a su clase de yoga —comentó, y suspiró, como desinflándose obligadamente—. Estoy... tratando de convencerme de que ya debo levantarme, porque tendré todas las mañanas que quiera para dar vueltas en sus sábanas, pero es que la primera vez, en mucho tiempo, que doy vuelta en sus sábanas, así que esto es más difícil de lo que pensé. Estoy enamorada de un hombre que no entiende de otros colores de sábanas que no sean blancas.
—No mencionaste que te quedarías a dormir con él...
—Solo a mi papá. Ya sabes, no puedo desaparecer.
—¿Y qué te dijo el señor Miller?
—¿Puedes creer que nada? No más que un «Está bien, florecita» —imitó torpemente el tono de voz de su papá, luego, se puso seria—. Esta vez es distinto. Colin ya no es un desconocido, y... —«Hasta pudimos haber tenido un hijo». Hizo una pausa, buscando otras palabras—: simplemente es distinto. Que ni siquiera lance un comentario bobo es la prueba de que está haciendo lo que le dijo a mi terapeuta que haría no, ¿no?
—¿Eso de asumir que ya no era una niña? Definitivamente sí, y debe estar llorando por dentro.
—No me digas eso —resopló.
—Ese no es tu problema, Emmy.
—Ya sé, ya sé —se destapó completamente.
—Oye... —hizo un silencio que Emma no prestó atención porque se quedó mirando el portarretrato. Todo era distinto entre ellos, se sentía mejor, y era una locura pensarlo teniendo en cuenta todo lo que habían pasado—. Emma, tal vez mañana podamos reunirnos, ¿no? Ven a mi departamento y subamos a la piscina.
—O podemos usar mi piscina. Más privacidad —se sacudió a Colin de sus mechones.
—Claro, sí.
—Ponlo en el grupo. Tengo que ducharme antes de que regrese mi amorcito —sonrió, sentándose con las piernas colgando a un lado de la cama. Le dolía la espalda de tanto estar acostada— Hablamos luego, ¿sí?
—Está bien.
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Cuando apagó la ducha después de las 11, oyó movimientos en el departamento. Colin había regresado de su salida extendida a no sabía ella dónde. Emma trancó la puerta de la recámara, y se despojó de la toalla de él, se secó la cara, y, por unos segundos más, siguió escuchando los movimientos y la voz de él al grabar audios para sus compañeros de la universidad.
Entonces, Colin trató de abrir la puerta.
—¿Emma? —preguntó, con la cabeza pegada a la puerta.
—Me estoy vistiendo —le informó, mirándose desnuda a un espejo.
—Ah, bien —respondió, y se alejó.
Emma respiró profundamente, y se vistió. Había llevado consigo un corto vestido azul para el día. Subió la cremallera del costado, y después arregló su cabello medio corto con un peine de él. Parecía una flor poniéndose reluciente para una abeja en primavera, ¡puf!, como si necesitara esforzarse para obtener la atención de esa abeja. Le había quitado todas las ganas de apreciar a otras flores hacía casi ya dos años. Salió de la recámara con sus pies descalzos, y lo halló cocinando el almuerzo de los dos. Caminó como si las plantas de sus pies estuviesen cubiertas de algodón: sin hacer el más mínimo ruido. Lo observó desde atrás, empezando por los calcetines cortitos, él soltó una grosería que hizo que la mirada de ella subiera hasta arriba, lo escuchó grabar otro audio, y después él dijo:
—Sé que estás ahí.
Emma frunció su ceño.
¿Eso lo estaba grabando o...?
Colin giró, diciéndole a ella:
—Te reflejaste en la cuchara.
Emma entreabrió su boca, viendo los utensilios plateados que colgaban cerca de la cocina.
—No quería interrumpir tu momento Ratatouille —avanzó hasta Colin, y sonrió cuando vio que él estaba usando una vincha fina en su cabello igualmente desordenado. Lo abrazó, y él se inclinó, dándose un largo beso sin lengua, después se miraron—. Sí te estaba observando. Me gusta mirarte.
—A mí me encanta mirarte —dijo, pero no sonrió, como si una sonrisa le hubiese quitado lo en serio que estaba hablando, porque, si tenía que elegir una imagen con la que vivir el resto de su vida, definitivamente sería la imagen de la mágica sonrisa de ella. Se limitó a besarla dos veces en la mejilla, y regresó a su momento Ratatouille —. Amor —habló, de repente, ahora tenía una sonrisa, pero seguía atendiendo los bistecs—, mira en la sala.
—Bien, amor —contestó, haciendo énfasis con su voz en la palabra amor.
Emma halló en la mesita de la sala una caja de puzzle de 500 piezas de la obra Cat de Romero Britto.
—¡Me encanta! —exclamó con entusiasmo, recogiendo la caja.
—Antes de encontrarlo me di cuenta de que hemos hecho todos los puzzles de Van Gogh que se venden.
—No puede ser —rompió con sus uñas la envoltura de la caja para abrirla.
—Bueno. No encontré nada nuevo de él —comentó desde la cocina.
—Pero me encanta Britto. Van Gogh no tiene porqué saberlo —abrió la caja, oyendo la risita de él de fondo, había 500 piezas que esperaban ser acomodadas sobre la mesa del comedor—. Me encanta que hayas elegido al gato, pero no puedo evitar pensar en que me volví la chica de los gatos.
—Puedes culpar a Estela.
—Definitivamente me gusta tener cosas de gatos porque me recuerda a Estela —dejó el puzzle en su lugar y regresó a la cocina, donde se sentó sobre la mesada, a un lado donde él estaba cocinando—. Ni siquiera has puesto música. Qué aburrido te has vuelto sin mí, Oschner —extendió una pierna para tocarle la cadera con los dedos de su pie, se estiró para recoger el celular de él, momento en que el recibió un ataque de besos—. Ah, ah, aguanta.
—Sí ha sido un poco aburrido sin ti —le confesó, poniendo sus manos sobre los muslos de ella. Emma lo tomó del mentón. Se miraron—. Tú le pones música a mi vida, también haces que viva la música de forma distinta.
Emma sonrió un poco, mirando hacia abajo, al celular. En algún momento se había sentido música, hoy se sentía ajena a ella, hoy vivía la música como el resto: de forma sosa y poco trascendental. No lo malpiensen. Amaba la música lo suficiente para usar Negrita en la palabra, pero... se sentía distinta. ¿Cuánto hacía que no escuchaba el solo de un piano o la sinfonía de una orquesta? ¿Cuándo dejó de imaginar cómo se veían los instrumentos por arriba de las voces? Sonrió más cuando Colin le dio un último beso antes de ponerse a terminar el almuerzo.
—Te dedico una canción. Aquí y ahora —dijo ella, entrando al celular que él le había desbloqueado.
—Muy bien. Quiero escucharla —pidió, concentrado en la cocina.
Emma presionó un título, y Born To Be Yours de Kygo e Imagine Dragons comenzó a sonar en cada rincón del departamento. Colin sonrió al reconocerla en el primer segundo. Esa canción estaba en casi todas sus playlists.
—Me encanta —dijo, sin mirarla.
—Te amo —musitó por encima de la música.
Entonces, él la miró a los ojos, y dijo:
—Yo te amo más.
Emma subió el volumen, y comenzó a cantar, y a mover su cuerpo al ritmo de la música. Colin nunca antes había querido pausar tanto una canción de Imagine Dragons. No podía escuchar a su nena, y quería escucharla, más bien, era una necesidad. Las ganas que tenía de asaltar el volumen se metieron bajo la piel de sus brazos, pero dejó que se disolvieran, y que sus huesos las absorbieran, hasta que formaran una nueva parte de sí mismo con lo que debía aprender a vivir por el tiempo que sea necesario para ella. Sin embargo, deseaba que su nena tuviera piedad de sus oídos que cada noche le comunicaban a su cerebro que extrañaban esa voz angelical que le abría el camino a una experiencia celestial.
⠀⠀⠀⠀
Almorzaron poco tiempo después, y en las siguientes horas se entretuvieron armando el puzzle de gato de Britto. Comieron paletas heladas de frutas, oyeron música, y él no permitió que la universidad se metiera en medio de los dos. Se demoraron al menos 4 horas en armar el puzzle, porque estaban oxidados, y también les era muy fácil distraerse con conversaciones. Se reían demasiado sobre cosas que a otras personas les parecerían estúpidas. Ella levantó como a una hostia consagrada a la última pieza que faltaba para terminar el puzzle, pero le dio el honor a él.
—¡Buen trabajo! —Emma exclamó satisfecha.
Chocaron los cinco como el gran equipo que eran.
—Me gusta mucho —dijo Colin, refiriéndose a la obra en sí.
—¿Sabes que Britto tiene una obra llamada Mona Cat? Es la Mona Lisa de Da Vinci, pero en versión gato.
—No tenía idea —rio un poco al imaginársela.
—A mí me encanta porque resalta los tonos azules.
—De acuerdo. Tengo que ver eso —tomó su celular para googlear la obra de Britto, pero, cuando levantó su mirada para decir «Es genial», en medio de una sonrisa, Emma ya había ido a sentarse en la sala—. Es genial.
—Sabía que te iba a gustar —sonrió.
Se sentó al lado de ella, diciendo:
—Hoy tuve una videollamada con mis hermanos.
—Cole —le sonrió más, tomándolo del brazo con emoción.
—Están bien —sonrió también porque ese agarre de ella le transmitió todo—. Los actualicé sobre nuestro estado de relación, y creo que no pueden estar más felices, como si les hubiese dado la mejor noticia del mundo.
—¿Y no lo es? —bromeó.
—Lo es. Para mi mundo lo es. No sabía que para el mundo de ellos también —dejó su celular sobre el sofá, a un lado, y ambos se quedaron callados en uno de esos silencios que no le decía nada al otro, uno que bloqueaba la red de acceso al pensamiento del otro—. Emma, quiero que siempre sea así.
En ese momento, Emma se arrodilló en el sofá, y unió sus labios en un sello promesa.
«Siempre será así, mi amor».
Sus lenguas se reencontraron en la cueva de él, y ella aproximó sus cuerpos, más, más, más, penetrando el campo de él, hasta que se sentó a horcajadas sobre quien, si moría en ese momento, moriría feliz. Eran dos soles capaces de destruir todo el planeta gracias a sus temperaturas abrasadoras que ahora estaban formando una sola.
Se atrevió a meter sus manos bajo la camiseta de él, cerrando sus ojos con mayor fuerza, tranzando un camino desde el abdomen hasta el pecho, mientras Colin cada vez se ponía más duro, y ella lo sentía, sentía cómo quería sumergirse en el interior de ella. Levantó la falda del vestido azul, y, dándole caricias en las nalgas, metió sus grandes manos bajo la braga de encajes, entonces, las apretó, y ella quebró la unión de sus labios, gimiendo despacio. Bendita sea. Quería tumbarla en el suelo y follarla duro. Quería arrancarle ese vestido y chuparle los pezones hasta hacerla venir de seguido. La besó en el cuello, fue entonces que se dio cuenta de que un sol se había apagado.
Emma sacó sus manos de abajo de la ropa de él, y lo tomó del mentón con ellas, tratando de enlazar sus lenguas de vuelta, pero con los labios fríos. Colin sacó sus manos de la braga, del interior de la falda.
—Emma —la encontró con la cara pálida.
—¿Qué pasa? —movió su cadera, intentando mojar lo que ya se había secado por ese día. Desesperada, en medio de una mirada llorosa, trató de besarlo, pero él la agarró de la cara, y ella le apartó la mano como si fuese un insecto, no tardó en darse cuenta de lo que había hecho, sus ojos aumentaron de tamaño, y se bajó de él, se inclinó hacia el suelo, abrazando sus piernas, porque no podía mirarlo de la vergüenza que sentía—. Lo siento, ¡lo siento!
—No lo hagas, por favor. —Poco a poco, posó una mano sobre la espalda de ella. Tenía el corazón latiendo en su jodida garganta. Se acercó, la escuchó llorar débilmente, y se reprimió para no ponerse a llorar junto con ella.
—No hablamos sobre eso —musitó con un dolor entre cada palabra.
—No —le dio toda la razón—. Hablemos.
Emma secó sus lágrimas, y miró al frente de la sala.
—Tengo miedo —cubrió su cara de la misma manera que un niño cierra sus ojos con fuerza para no ver al supuesto fantasma—. Tengo miedo de que se aparezca en medio del acto como un flashback, que me vuelva loca, y que termine la noche preguntándome en qué momento pasé de estar sobre ti a estar encerrada en el baño.
»Me da asco haberme humedecido, y, aunque después de tanto tiempo, he aprendido a no temerme asco a mí misma por ese acto, sino de tenerle asco a ese instante pasado. No sé, no sé, no sé nada. Mi cabeza no tiene sentido ahora mismo. Quiero arrancarme las neuronas donde se almacenan el puto trauma.
»No quiero —suspiró entrecortado—... no quiero que pienses en eso mientras me lo haces.
Colin tragó saliva, guardó silencio por dos segundos, solo para asegurarse de que Emma había acabado.
—¿Qué... —aclaró su voz con un tosido— ¿Qué puedo hacer para que te sientas segura?
Hubo un instante de silencio.
—Tenme paciencia —suplicó, girando a verlo.
—¿Cómo no te tendré paciencia, mi nena linda? —la tomó del brazo muy despacio, demasiado, y, cuando se dio cuenta de que a ella le sentó bien el agarre, la trajo hacia su cuerpo, hasta que se abrazaron fuerte. Ella colocó su cabeza en el pecho de él, escuchando atentamente el ritmo de un corazón calmado. A continuación, Colin la tomó de la mano, entrelazando sus dedos—. Tú sé paciente conmigo.
—Cole —levantó su barbilla, queriendo verlo a la cara.
¿Cómo se atrevía a pensar que no era paciente con él?
—Tenemos una vida para hacernos el amor —le dijo él.
Emma subió su mano para acariciarle entre los mechones de cabello.
—Siempre has sido mi lugar seguro.
Colin bajó su mirada hasta ella, y dijo:
—Tú eres el mío, Emma. Especialmente desde el 31 de octubre de 2018.
Ella sonrió un poco, y él le dio un delicado beso en los labios que fue correspondido.
∞
¡Hola! Aquí un capítulo sorpresa para ustedes<3 que espero que hayan disfrutado mucho. El tiempo a solas, y de pareja, de Emmy y Cole es mi tiempo favorito sin dudas <3 Y uf, uf, ufff, ustedes pidieron capítulo +18, y aquí tuvieron su bocadito especial a la orden. Ya sé. No era lo que esperaban, pero a la vez sí, porque me conocen y saben que no lo entrego todo fácil JAJAJA. Pero no es solo mi antojo de retrasar el momento, es Emmy, quien se encuentra en un proceso, y todxs la entendemos perfectamente, sin dudas Cole la entiende perfectamente. Sin embargo, la pregunta es, ¿podrán juntos? Quiero leerlos<3
También debo decir que las reacciones de los hermanitos de Colin nos representan a todxs en el capítulo 5, ¿a que sí? Emma y Colin, Colin y Emma, son el único equipo al que sigo. Aaaaah. Es que los amo fuerte.<3<3<3
Cuéntame cuál es tu parte favorita del capítulo. Leer sus comentarios me hace tan bien como el amor del bueno de Emmy le hace bien a Cole.
Nos leemos en el capítulo 11<3 Lxs amo.
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