Capítulo 56
Volvemos a los ensayos—después de una extensa ronda de disculpa—Digamos que las cosas entre nosotros se han calmado un poco. Tenemos pocos días para ensayar, la banda se desintegró y desaprovechamos tres días en los que podíamos practicar y
perfeccionar muchísimo.
—Te traje comida—Kori pasa sus brazos por mis hombros y me besa—Tienes que alimentarte, estas todo el día ensayando.
—¿A mí también me trajiste? —Claudio se mete en la conversación y Kori rueda los ojos entregándole una pequeña bolsa—Digo, si tuvieron sexo en mi cama y la sábana termino, pues, bastante mal.
—Ya Claudio—le digo y Kori esconde su rostro en mi cuello, su cara está casi igual que un tómate.
—Es la verdad—sentencia abriendo la bolsa y sacando una media luna—Sus chillidos se escuchaban en la sala, casi no me dejaron dormir.
Claudio se va riendo y nos da un guiño desde su asiento, detrás del piano. Hoy las caras están más felices, cada cual libero tensiones a su manera, yo y Kori de una y pues los demás no sé cómo.
—Me quedaría contigo, pero tengo algunas cosas que hacer—un
puchero se forma en mi rostro y ella me aprieta mis cachetes—No me
pongas esa cara.
—No quiero que te vayas—me aferro a ella y ella sonríe, sus labios se estrellan con los míos y yo intento extender ese beso más.
—No sean babosas—Alvin sostiene el brazo de Kori y la saca del lugar delicadamente—Tenemos que ensayar Kori, después te la besuqueas.
—Te amo—me susurra Kori antes de salir por la puerta.
—Te amo—le envió un beso con mi boca y ella sonríe para después irse.
…Kori…
La noche fue rara, no rara en el mal sentido, pero si pasaron cosas que no esperaba. Tener a Sam sobre mi cuerpo, tocándome y besándome es algo que para nada me esperaba. Ahora tengo mucha rabia, estoy enfadada con mi padre, todas las cosas tienen, a mi parecer, un límite. De alguna forma él hace mucho lo ha cruzado, pero
con esto no. Nadie puede interponerse en mi felicidad, y no sé si mi felicidad sea siempre una chica de pelo rizado y tatuada, pero, de momento lo es y lucharé por eso con todo lo que tengo.
Abro la reja de mi casa y camino por el sendero de cemento hasta llegar a la entrada de mi hogar. Es hora de poner muchas cosas en orden en mi vida y mi padre hace mucho es un asunto por resolver.
Es hora de recuperar la libertad que siempre he debido tener, la libertad que todas las personas en el mundo merecen. Todos tenemos derecho a ser libres y ser nosotros mismos, si eres gay, negro, amante de los videojuegos, si quieres ser cantante, si quieres ser un doctor, da igual. Cada persona merece respeto sobre él, sobre sus gustos y sueños.
—Papá—me lo encuentro en la mesa del comedor junto a mi madre, están ambos tomando té y comiendo galletas, el me mira por encima del periódico que está leyendo y espera a que hable—¿Es cierto que chantajeaste a Samantha para que no se acercara a mí? —le cuestiono, aunque ya se la respuesta, sé que este ser que tengo
delante es capaz de eso.
—¿Se acercó a ti de nuevo? —cierra el periódico.
—¡¿Hiciste eso o no?!—exclamo esperando su confirmación de algo que ya sé.
—Hice lo mejor para ti—me dice—Deberías agradecerme—se nota que está enfadándose, sus orejas se están comenzando a poner roja—Esa muchacha no te conviene—da un golpe en la mesa.
—Es que para ti ninguna persona del sexo femenino me conviene—el asiente—¿Puedes aceptar de una vez que tu hija es bisexual? ¿Puedes aceptar que a tu hija le gustan las mujeres, que disfruta que una mujer la bese y tener sexo con ella? —mi mamá tose cuando escucha lo último y mi padre se para de la silla, el rubor de las
orejas ahora lo tiene en la cara.
—Mi hija no va a ser una desviada—niega con la cabeza y yo asiento, maldigo el momento en el que tengo que ser tan sensible, mis ojos amenazan con llorar, pero esta vez no, ya no más—Si yo puedo impedirlo no lo va a ser.
Suspiro hondo y me acerco a él, el me mira con sus ojos cristalinos. Cuando era pequeña me comparaban mucho con él, siempre me decían “Eres igualita a tu padre”, yo sonreía, era una simple niña ingenua de siete años que adoraba a su padre y veía eso como el mejor cumplido del mundo, pero, ahora que crezco, simplemente tomaría que me dijeran eso como un insulto. No me sentiría orgullosa de mí
sí me pareciera a él.
—Esta soy yo—abro mis brazos y doy una vuelta sobre mis pies—Soy tu hija y estoy orgullosa de lo que soy, y parte de lo que soy es mi sexualidad—el niega y yo asiento—Te guste o no, soy así, eso no va a cambiar, asimila de una vez que tu hija se enamoró de una chica.
—No vas a estar con ella Carolina—su respiración está más agitada y yo solo sonrío.
—Voy a estar con ella porque quiero, porque puedo, porque me da la gana. Porque me enamore de ella y ella de mí y nadie va a venir a decirme que no puedo estar a su lado—el niega y lágrimas bañan sus ojos.
—No lo harás.
—¿O sí no qué? —le cuestiono—¿Qué harás papá? No hay nada que puedas hacer que me aleje de ella.
—Dejaré de pagar tu universidad, no irás más a ver a los niños—me dice y yo me encojo de hombros—No podrás hacer tu exposición.
—Si crees que eso te hará sentir bien hazlo—el frunce su ceño—, pero, tienes que saber que nada de eso me hará cambiar de opinión. Si quieres quitarme el apoyo económico está bien, pero, yo seguiré con Sam. Te guste o no es la chica que tu hija ama. ¿Lo comprendes? —el niega y yo tengo ganas de palmearme la frente por no palmearle la cara a el—¿Te has enamorado alguna vez? —le cuestiono.
Mi padre se sienta en la silla, su rostro está rojo y su ojo tiene un tic nervioso, él se da ligeros masajes, pero simplemente el ojo tiembla como si fuera gelatina.
—Comienza en la corteza celebrar—dice—pasa al sistema endocrino, se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos originados por la segregación de dopamina en el hipotálamo—termina de decir y yo sonrío, no me esperaba menos de él, sé que me daría esta respuesta.
—Papá, enamorarse fuera de los eventos científicos que ocurre—
él se me queda mirando expectante a mi respuesta, como si le fuera a
contar algo más relevante—Sabes que te enamoras de alguien cuando en tu estómago no paran de revolotear metafóricas mariposas, aunque
para algunos son abejas. Sabes que te enamoraste cuando no puedes dejar de pensar en alguien, cuando le quitas importancia a sus defectos, cuando necesitas que esa persona sienta lo mismo que tú. Necesitas ser abrazada y besada por esa persona todo el tiempo, te pasas el día con ella en la cabeza dando vueltas, te sudan las manos, se acelera el corazón cuando la ves, a veces tartamudeas—le cuento
todo lo que me ha pasado con Sam, uno por uno intentando que el entienda mi punto—Yo siento eso con una chica, libérate de tus prejuicios y entiende que me hace feliz.
—No te puede gustar—ruedo los ojos, al final hablar con un necio es así.
—¿Tú me amas? —le cuestiono y el asiente—No me amas papá. Si me amaras velarías por mi felicidad.
—Carolina eres mi hija, obvio que te amo—se acerca a mí y yo me alejó, en su rostro hay una mueca de dolor ante mi gesto.
—Si me amaras me dejarías ser feliz.
Él se me queda mirando y suspira, su rostro está rojo y de sus ojos salen algunas lágrimas. Vuelve a suspirar hondo y dice algo que no me esperaba.
—Está bien, dile a Samantha que venga y hablaremos—mi boca se abre y los ojos de él se cierran de formafuerte–Lo intentaré por ti, porque te amo, aunque no me creas.
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