Capítulo 36

Paulo toca su bajo, su rostro no refleja para nada diversión, en cambio, muecas de dolor se posan en el cada cinco minutos. Su muñeca ha adquirido un tono rojo. Vuelve a tocar el bajo, sus dedos vuelven a danzar por los trastes, pero otra vez el dolor sale a la luz. Suelta el bajo y se sienta en el piso, su cabeza queda pegada a la pared y sus ojos están cerrados.

—¿Estás bien? —le pregunta Claudio acercándose a él, la verdad no creo que este bien, su cara da a entender que no está bien, o sea, es más morados que cara.

—Todo bien—contesta Paulo volviéndose a levantar y sosteniendo el bajo, intenta tocar de nuevo pero un chillido de dolor sale de sus labios.

—Déjame ver—le sostengo con delicadeza su mano y la muevo lentamente, esta roja la muñeca y un poco hinchada. ¿A qué le habrá pegado? porque según sus caras no atinaron ningún golpe—Creo que deberíamos ir al hospital—les digo y todos asienten menos Paulo.

—Así no puedes tocar—Alvin se nos une y desde lejos puedo sentir la mirada de Sebas, seguro se pregunta qué está pasando—Mejor vamos a un hospital a que te revisen.

A regañadientes lo subimos en el auto, en este momento tener una lesión es algo grave. Estamos a escasos días de la segunda ronda y no podemos estar desperdiciando tiempo. Aunque, también comprendo que la salud de un miembro es importante. Espero que su muñeca esté bien y no sea nada grave.

Estamos en los pasillos del hospital, todos nos miramos las caras esperando a que Paulo salga del lugar. El pie de Claudio se mueve nervioso de un lado a otro. Sebastián está al lado de Alvin con los brazos entrecruzados y yo solo estoy enfocada en que se abra esa puerta y salga el por ella.
Por el pasillo pasan muchas personas, algunas felices otras llorando y también pasa Kori.

—¿Qué hacen aquí? —nos mira con una ceja levantada y nos saluda uno por uno hasta que llega a mí, sus brazos se enrollan en mi cuello y los míos en su cintura—¿Está todo bien? —me susurra en el oído.

—Estamos esperando que revisen a Paulo—le digo y en ese momento el sale junto a la doctora, la misma que le atendió la última vez y la misma a la que le pregunte mis dudas sobre el sexo y el VIH, ella me mira y sonríe.

—¿Qué tienes? —cuestiona Claudio.

—Tiene un esgirse grado uno—nos explica la doctora mientras nosotros miramos el ahora vendado brazo del chico—No es algo muy grave, se le va a pasar en una semana, obviamente tiene que hacer reposo, ponerse fomentos...—Alvin la interrumpe con una pregunta que me estaba haciendo yo y seguro también Claudio.

—¿Puede tocar el bajo? —le cuestiona a la doctora y ella niega.

—Tome—le entrega unas pastillas a Claudio—Qué las tome si siente dolor y nada de esfuerzo o movimiento de la mano porque puede ser peor—se acomoda un poco la bata blanca y comienza a caminar por el pasillo sin antes saludarme y saludar a Kori.

Salimos del hospital y nos subimos al auto de Alvin, él fue el que nos trajo. Desgraciadamente Kori se tuvo que quedar en el hospital y no pudo venir conmigo. En el auto hay un silencio enorme. Supongo que sabrá dios lo que vaya a pasar ahora. Con Paulo así no va a poder tocar en la próxima ronda. Tendremos que ajustar todo lo que hemos ensayado para que podamos participar con una buena canción.

—¿Qué piensan de esto? —pregunta Claudio—¿Qué haremos?

—Por mí no se preocupen—murmura Paulo—, me pueden dejar fuera sin problemas.

—Claro que no—yo niego—Somos un equipo—los chicos me dan la razón y Paulo niega.

—No quiero ser una carga para ustedes—confiesa mientras trata de guardar el bajo en su estuche con una sola mano—Deben ganar.

—A ver—Alvin se pone en el medio de todos—Podemos hacer un cambio para que Paulo participe, al final tiene su mano derecha libre.

Después de unos minutos estamos mirando como Claudio le enseña unas notas en el piano a Paulo, este lo intenta, pero no lo está consiguiendo con la rapidez necesaria. Claudio me mira, se acomoda su chaqueta y estira su mano. Le entrego mi guitarra—un poco quejándome—y el la sostiene fuertemente.

—Probemos desde el principio—dice Alvin mientras empieza a tocar los primeros beats.

Se puede decir que estuvimos así casi dos horas hasta que tuvimos que parar, mi cuerpo no se siente bien. Mi mente se ha nublado y me ha entrado un poco de mareo. Sebastián me sujeto del brazo para evitar que me derrumbara en el piso y junto con Alvin me ayudaron a subir a su moto.

—¿Estás mejor? —el me cuestiona mientras se acuesta a mi lado en la cama.

—Me siento mal—susurro mientras mi cuerpo se inclina al borde de la cama y vomita todo lo que he comido en el día en un balde rojo.

—Qué asco—protesta Sebas y yo ruedo los ojos—Bueno Sam ya sabes lo que dijo la doctora, efectos secundarios de los medicamentos contra el VIH—yo asiento, nada más mi mamá me vio entrar por la puerta llamó a la doctora.

—Me duele la cabeza—protesto mientras abrazo mi almohada este solo suelta una carcajada—En serio Sebas, esto es horrible. No se lo deseo a nadie, no sé porque me tienen que pasar estas cosas a mí—mi mano va a mi cabeza y empiezo a dejar ligeros masajes.

—Se te va a pasar no sea tan dramática—me dice mientras se sienta en la cama—Mira al pobre de Paulo con un esgirse en la muñeca sin poder tocar.

—Pues sí, esperemos que pueda tocar sin el estaremos jodidos y no podremos ganar.

Sebas resopla y me mira incrédulo. Yo me quedo mirándolo, no sé a qué viene su actitud. Se levanta de la cama y se me queda mirando de pie frente a mí.

—¿En serio es lo único que te interesa? —yo me quedo mirándolo y el sigue hablando—¿Puedes dejar de ser tan egoísta? —mi boca se abre y con cuidado me siento en la cama.

—¿Egoísta yo? —le cuestiono y el asiente.

—Paulo está todo golpeado, tiene un maldito esgirse en la muñeca y tú te andas preocupando por una competencia—su boca se abre y sus brazos se posan en su cintura—Se supone que es tú amigo y en vez de preocuparte su salud lo que te preocupa es ganar una mierda de concurso—exclama y yo estoy sorprendida con su actitud.

—¿Perdón? —me apoyo en mis manos—Paulo no es mi amigo—mis cejas se fruncen y Sebas me mira con sus ojos entrecerrados—No es mi maldito amigo, si lo fuera no me hubiera dejado de lado cuando se enteró que tenía VIH.

—Te pidió perdón—yo asiento, que haya hecho eso no significa que sea mi amigo—Sabes, ese es tu maldito problema—me señala con el dedo índice—Crees que estas jodida y de todos tus conocidos eres la menos jodida que estas. Por dios Samantha—se sujeta la sien con su mano—¿En serio crees que Paulo se pega con el bajo? —yo me encojo de hombros—Te centras tanto en tu mundo, tu "jodido" mundo—hace comillas con las manos—Qué ni siquiera te das cuenta las palizas que le da el papá de Paulo a él—mis ojos se abren, casi al punto de salirse de sus órbitas y la suelta una carcajada—Qué vas a saber tú —rueda sus ojos y recoge su casco y su mochila—No me agradan las personas egoístas que solo piensan en ella y en más nadie. Solo los fuertes tienen la capacidad de perdonar.

—¡Sebastián! —lo llamo cuando veo que está a punto de salir por la puerta, este se gira y su cara solo muestra "¿Qué mierda quieres?"

—No eres el centro del mundo Sam—se pone la mochila en el hombro y por un momento me pareció ver una pizca de decepción en su rostro—Deja de huir de tu problema, aprende a enfrentarte a ellos.

El ruido de la puerta cerrarse retumba en mi cuarto y sus palabras en mi alma.












HOLAAAAAAAA, ¿Cómo están?

Yo ando un poco bien, esperando la nota de un examen, ojalá pasar
❤Los quiero.

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