Capítulo 33

—¿Tienes algún sueño? —me pregunta Kori mientras recuesta su cabeza en mi hombro mientras mis manos se mueven sobre la guitarra buscando los acordes correctos.

—¿En qué sentido? —detengo el sonido de la guitarra y apunto el acorde en un papel.

—En la vida, o solo cuestión del momento—se acomoda bien en la cama.

—Pues sinceramente en este momento lo único en lo que pienso es en intentar ser feliz cada día—dejo la guitarra de lado y me acerco más a ella, hasta quedarme acostada con mi cabeza sobre sus piernas—¿Qué hay de ti? ¿Algún sueño o alguna cosa que te haga ilusión hacer?

—Hay muchas cosas que quiero hacer—sus manos comienzan a darle pequeñas caricias a mi pelo y automáticamente mis ojos se cierran y mi cara adquiere una sonrisa—Exponer en una galería alguno de mis cuadros—sonríe y sé que es algo que puede hacer muy bien—Quizás hacer murales por toda la ciudad. Son cosas interesantes—yo asiento y fuimos interrumpidas por el toque en la puerta, mi mamá entra después del “pasa” que sale de mi boca.

Mi mamá nos mira y sonríe, rueda sus ojos cuando ve un abrigo fuera de lugar y lo recoge mirándome con los ojos entornados. Su mano se estira y me entrega un llavero con varias llaves.

—Necesito que vayas a la pastelería y me traigas unos cortadores de galleta, el rodillo y la caja con mangas pasteleras—me entrega un Post-It rosado—Es para que no se te olvide.

—¿Tiene que ser ahora? —refunfuño y ella rueda los ojos y asiente—Pero mamá—vuelvo a protestar y Kori comienza a reírse.

—Tienes la llave del auto—ni siquiera se manejar, mi cara en este momento es de todo menos de felicidad—Que Carolina te acompañe, van en el auto y no se van a demorar ni veinte minutos.
    
    Después de estar refunfuñando por tanto tiempo es raro ver a Kori manejando el auto de mi mamá, no quería venir, pero se me ocurrió una idea que tal vez le agrade a Kori, pero no a mi mamá. Hacemos una pequeña desviación, a mi petición y paramos en una tienda de arte. Volvemos a ponernos en marcha, la chica a mi lado cada cierto tiempo me pregunta lo que compre, pero, de mi boca no sale ni una sola palabra.

Entramos a la pastelería, mi mamá desde que tengo uso de razón ha tenido este lugar—heredado por mis abuelos. El lugar es bastante grande, cuando entras a simple vista solo observas el mostrador y algunas mesas—no pasan de seis—, pero, detrás se encuentra todo lo que hace que el lugar tenga vida, los hornos, fogones y miles de herramientas de pastelería. Tengo muchos recuerdos míos viniendo a jugar de pequeña en este lugar.

—¿Dónde tenemos que buscar las cosas? —me cuestiona Kori mirando todo el lugar.

—Tras la puerta negra—coloco las llaves de mi mamá sobre el mostrador y abro uno de los tantos cajones que tiene.

—¿Qué haces? —me pregunta la chica del mechón rosa mientras abre la puerta.

—Robando chocolate—le digo mostrándole la mano llena de chispas de chocolate, creo que es obvio lo que estaba haciendo—¿Qué tiene? —protesto mientras ella rueda los ojos y sonríe—Son ricas—me meto un puñado en la boca y me acerco a ella.

—Vinimos a buscar las cosas no a comer Sam.

Entramos por la puerta negra, estamos en busca de lo que mi mamá nos dijo, el Post-It no sé dónde lo deje y ya solo recuerdo que tengo que buscar las mangas pasteleras. Caminamos por la amplia cocina en busca de las cosas. Veo a Kori correr por el lugar y gritarme a diez metros de distancia “El rodillo”, es inevitable sonreír con esta chica, me da infinita ternura verla correteando por todo el lugar en busca de las cosas.

—Igual puedes ayudar en vez de quedarte mirándome—protesta entregándome los cortadores de galletas.

—Aquí están las mangas—me acerco a una caja enorme que dice “mangas pasteleras” —Eso es todo—le digo mientras intento que no se me caigan todas las cosas—Kori—la llamo cuando estamos cerrando la puerta negra—¿Recuerdas el sueño del que me hablaste?

—¿La exposición? —yo niego—¿Murales? —yo asiento sonriendo poniendo todas las cosas sobre un mostrador—¿Qué hay con eso?

—¿Quieres cumplirlo? —ella inclina su cabeza y me mira con una ceja levantada sin entender—Tienes esta pared para hacerlo—saco de mi mochila las cosas que compré—Ahí tienes pintura.

—¿Estás loca? —me cuestiona sujetándome la cara y mirarme con esos ojos verdes intensos—Tu mamá me mata.

—Hazlo—le insisto entregándole las cosas—Estoy segura que puedes embellecer esa fea y aburrida pared gris.

Y me tomó la palabra, vaya que lo hizo. Lo que antes era una simple pared gris ahora es un boceto de una rebanada de un pastel. Kori se recoge el pelo antes de comenzar a pintar, coloca muchas servilletas en el piso y sostiene una brocha con pintura café. Yo me siento en una silla a mirar de lejos, no creo que yo sirva de mucha ayuda en esto. De vez en cuando su rostro se gira para mostrarme una sonrisa y sigue pintando.

—Tienes pintura en la cara—me acerco a ella e intento limpiarle la mancha rosa ¿Cómo logro ensuciarse su hermoso rostro? —No se cae mucho y…—fui interrumpida por un brochazo en mi mejilla, la chica se aleja sonriendo y sigue pintando la pared—¿Por qué me ensucias? —protesto y ella solo me amenaza con volver a hacerlo.

—¿Puedes ayudar? —me entrega un pincel limpio y señala la parte de la pared—Solo falta un pedazo, es rellenarlo con rosa nada más—yo asiento y comienzo a pintar, pero una sed de venganza recorre mi interior, me acerco sigilosamente a Kori y el pincel pasa por todo su brazo, ella me mira seria, entrecierra sus ojos y se acerca a mí—No hagas más eso.

—¿O qué? — fanfarroneo y ella solo sonríe apuntándome con el pincel.

—O te beso—me dice cerca de mi rostro a escasos centímetros, sostengo el pincel en mi mano y una sonrisa de autosuficiencia se posa en mi cara cuando el pincel recorre su hombro que se encuentra libre de ropa. Ella me mira con su boca entreabierta y arquea una ceja.

—¿No vas a hacer nada contra esto? —vuelvo a pasarle el pincel por el hombro y sus manos terminan en mi rostro.

Sus labios impactan con tanta fuerza sobre los míos que me tuve que sostener de la pared para no irme de bruces contra el piso. Su lengua entra sin permiso en mi boca como si ella fuera una Espeleóloga y mi boca una cueva. Su beso es húmedo y caliente, vuelvo a sentir el sabor chocolate en mi boca y sé que no es de esas chispas que me comí. Mis manos bajan a su cintura y en ese mismo instante ella se separa de mí, da un paso atrás y me libera de la cárcel de sus brazos, la única cárcel en la que quiero que me den cadena perpetua e incluso, pena de muerte.

Ella sonríe—seguro le da gracia la cara de boba que tengo tras su beso—Camina hasta el mostrador y empieza a buscar colores. No te alejes Kori que quiero seguir tonificando los músculos faciales contigo. Me acerco a ella y esta vez soy yo la que le sujeto su rostro y pego mis labios con los de ella. Me sujeta de mis hombros y comienza a descender sus manos hasta que se encuentran por debajo de mi abrigo.

Sus besos son como una droga alucinógena para mi cuerpo, bloquea las señales de mi mente y solo me hace concentrarme en ella, alucino con cosas nada puras; también obtengo un momento de sedación donde mi mundo se encuentra en paz y termino teniendo delirios con sus labios. Lo más jodido de todo es que es tan apetecible que no tengo ningún problema en hacerme adicta a sus besos.

Me acerco más a ella y siento como su espalda impacta con el mostrador. Ella recorre con sus manos mi cintura y comienza a hacer círculos en mi abdomen, mi cuerpo siente el escalofrió por todos lados y, paradójicamente se llama escalofríos y lo que siento es calor. Mi cuerpo hierve ante su tacto sedoso y ella lo sabe, quizás hasta se aproveche de mi debilidad ante sus besos.

Mis manos bajan sintiendo todo su cuerpo, sus hombros, sus brazos, su cintura, pasan por su trasero y terminan en sus piernas. La levanto del suelo—es más liviana de lo que aparenta—, sus piernas se enroscan en mi cintura y ella termina apoyada sobre el mostrador.

—Sam—se separa de mis labios, estos están rojos e hinchados—¿Qué estas haciendo? —suspira cuando mis labios besan su cuello, ella cierra sus ojos y con sus piernas me empuja más hacia su cuerpo—No quiero que después te…—mis manos se posan en sus piernas dejando leves caricias—…arrepientas—otro suspiro sale de su boca que esta vez es acallado con la mía.

Mis manos suben por sus piernas, siguen el recorrido de su falda hasta su cintura y levantan la blusa revelando un sostén blanco. Mis labios vuelven a su boca y mi mano torpe y tímida comienza a investigar nuevos caminos, se desliza por su clavícula y llega al esternón hasta que la chica que tengo al frente se separa de mi beso y sostiene mis dos manos.

—No des tantas vueltas—me dice poniendo mis manos sobre sus pechos—Tócalos—me susurra cerca de mi cuello para después besarlo.

Kori me empuja un poco y se baja del mostrador, sus manos van a mi abrigo y lo jalan, me mira de pies a cabeza, haciendo mucho énfasis en mi pecho y siguiendo en mis labios.

—Hay que estar en igualdad—sus ojos están brillando más que nunca.

Nuestras lenguas se vuelven a encontrar y a tropezones terminamos sentadas en el sofá cerca del mostrador, más bien yo sentada y ella a horcajadas sobre mis piernas. Solo se escucha el ruido de los chasquidos de los besos, los suspiros que salen de nuestras bocas y el gemido que se le acaba de escapar a Kori cuando mis manos se estamparon en su trasero. Mis dedos recorrieron sus piernas hasta levantar la falda poco a poco revelando unas bragas que hacían juego con su sostén.

Mis dedos comenzaron a hurgar tímidamente su parte interior del muslo hasta que se animaron a tocar por encima de sus bragas húmedas. Voy más allá y la escucho gemir cuando la toco, pero esta vez sin la barrera de tela. Mi pulgar toca su clítoris por debajo de la tela, la siento estremecerse y pegarse más a mí.

      A medida que mi mano se va moviendo ella va bajando los besos del cuello hasta mis pechos, desabrocha mi sostén y sus manos van a mis pezones, ya erectos. Los recorre en todas las direcciones y formas posibles. Los aprieta y roza hasta que está satisfecha, su boca va bajando hasta ocupar la posición que antes tenía su mano, pero se detiene al sentir un dedo en su interior. Un gemido brota incontrolable de su boca y su cuerpo se mueve lentamente sobre mí. Vuelvo a introducir mi dedo y a sacarlo mientras ella vuelve a gemir y sigue con su balanceo de caderas. Mientras más embisto y aumento la fuerza de las penetraciones ella se mueve más y gime más alto.

Su boca vuelve a la mía mientras sus manos me sujetan fuerte de los hombros. Mi mano libre la sujeta fuerte de la cintura mientras que mi otra mano entra y sale con más rapidez. Ya no se escucha nada, solo los gemidos de Kori, que son los que predominan hasta que se hace un silencio en todo el lugar y Kori se derrumba en mi hombro, su respiración está muy agitada y una capa ligera de sudor recubre su cuerpo.

—Creo que ya no veré igual las pastelerías—susurra sonriendo tratando de regular su respiración.

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