Capítulo 25

Estamos en casa de Alvin, la celebración ha empezado hace un rato y digamos que la mini fiesta que tenemos hecha ya está en su mejor momento, o bueno eso dice Sebastián, Kori y Camille. El karaoke que están haciendo le rompe los tímpanos a cualquiera. Cada uno tiene un vaso en su mano, tienen algún liquido misterioso que no se cual es. A mi lado está sentado Paulo y al lado de este Claudio.

Voy a seguir tomando, llorando por tu amor pasajero—grita Sebastián acompañado de Camille—Pensando que eres mía pasan los días y no te tengo.

Yo llegué al mismo bar pa' beber las penas de nuevo y conocer a alguien que me haga olvidarte, aunque sea un momento—se les une Alvin y comienzan a bailar junto a Kori una especie de cumbia, sus pies se mueven de un lado al otro y no sé porque Alvin está bailando flamenco con esta canción.

Camille está sacudiendo su cuerpo de un lado a otro acompañada de Sebas, creo que ya se emborracho, bueno como casi todos aquí. Han armado una especie de tren y están cantando al ritmo de la música. Hasta que cambian la canción. Claudio a mi lado se levanta, les quita el micrófono y empieza a buscar la lista de canciones según él "Es su momento de brillar"

—Wacala—hace un gesto de asco-Todo es reggaetón.

Al final de tanto buscar encuentra una que le convence, o bueno, es la que decidió cantar. El ritmo de Selena Quintanilla sale por las bocinas

Bidi Bidi Bom Bom—canta Claudio

Bidi Bidi Bom Bom—Alvin junto a Kori, Camille y Sebastián le hacen el coro, incluso se balancean al ritmo de la música en perfecta coordinación.

Cada vez, cada vez que lo veo pasar—Claudio se quita su chaqueta y mueve su pierna al ritmo de la música, Paulo disimuladamente saca el teléfono para grabar.

Uuuuuuu U—corean los chicos y no puedo evitar reírme con sus bailes.

Mi corazón se enloquece.

Se enloquece—vuelven a corear y Claudio los mira mal, suelta el micrófono y hace un berrinche en el sofá porque no lo dejan cantar solo.

Los chicos se adueñan del micrófono y acompañan sus voces con movimientos excesivos de caderas que no vienen al caso, ahora Sebastián tiene sujetado a Alvin de la cintura mientras Alvin está sujetándolo del hombro, tienen entrelazada su mano en el aire y cada vez que suena Bidi Bidi Bom Bom dan dos pasos hacía la izquierda y después dos hacía la derecha.

—Es mi turno de hacer el ridículo—dice Paulo parándose del asiento y sujetando el micrófono—Si todavía me amas como antes, ya nada me parece interesante, yo sé que en el amor soy un farsante, yo sin ti no vuelvo a enamorarme bebé—con abucheos los cuatro chicos dueños del karaoke sacan a Paulo, que la verdad, lo mejor que hicieron por nuestros oídos, el chico de pelo largo no es muy buen cantante.

El karaoke se queda de lado, ahora solo bailan al ritmo de la música, Claudio y Paulo comenzaron a jugar entre ellos, lanzaban pelotas a los vasos con bebida. En el centro del lugar esta Kori danzando libre, los otros tres están cantando abrazados. La mirada de Kori era tan intensa que incluso de espaldas a ella la pude sentir, mis ojos conectaron con los de ella y se pasó la lengua por sus labios mientras una sonrisa se le formaba.

—Antes tú me picheabas, ahora yo picheo, antes tú no querías, ahora yo no quiero—canta junto a la canción y mis ojos no pueden evitar bajar al movimiento de caderas—Antes tú me picheabas, ahora yo picheo, antes tú no querías, ahora yo no quiero—sus manos empiezan a bajar por su cuerpo—No, tranqui, yo perreo sola—sus manos se alzan en el aire mientras su cintura se mueve de un lado a otro, de vez en cuando me mira y sonríe.

No sé cómo o en qué momento paso, pero me encuentro siguiendo a Kori al baño, mi mano va a la manija de la puerta, la abre y revela a una chica de mechón rosa retocándose el labial. Yo entro y cierro la puerta, me quedo observando su perfil, ojos perfectos, verdes, nariz perfecta, pómulos perfectos y labios perfectos. Es hermosa, ella me mira, sonríe, esta noche sus ojos tienen un aspecto casi mágico, el verde está más intenso que nunca.

—¿Qué miras?—me pregunta en un cierto tono de coqueteo.

—Me parece ilógico que te pongas labial—me acerco un poco a ella, lo suficiente para verme en el espejo—Digo, si al final te lo van a quitar.

—¿Sí? ¿Quién? —su mirada está desafiando la mía, sus labios se humedecen y yo me acerco más a ella hasta dejarla pegada a la pared, mi mirada baja desde sus labios hasta su cuello, su pecho sube y baja con más intensidad, me pego más a ella y sonrió antes de juntar mis labios con los de ella.

Sus manos se envuelven en mi cuello y las mías aprietan su cintura. Mi lengua invade su boca y logra sentir el chocolate que tanto me gusta y que puedo decir, de varias veces probarla, que es chocolate con leche.

Los labios son un foco sensitivo conformado de varias terminaciones nerviosas que tienen la principal función de transmitir impulsos eléctricos, y vaya que esta chica me hace sentir esa corriente que vuelve a viajar desde la nuca hasta la punta de los pies.

Sus manos juguetean con la punta de mi abrigo, se cuelan por debajo y rozan mi cuerpo, piel con piel. Su beso es exigente, y yo trato de devolverle lo mismo. Mis manos se sitúan en su cuello, le doy pequeñas caricias, un suspiro sale de su boca. Solo nuestros labios se separan para encontrarse en un nuevo ángulo y nuestras manos en nuevas posiciones para seguir tocando. Mi interior arde, Kori produce estragos en mí. Mis dedos bajan de su cuello lentamente por su espalda y se posicionan en una línea peligrosa entre lo que es la cintura y el trasero.

El ambiente antes frio ahora es como si tuviera una chimenea cerca, la música que sentíamos antes se ha ido disipando y ahora solo podemos escuchar los chasquidos de nuestros besos y uno que otro suspiro. Poco a poco nos vamos separando y justo antes de eso Kori le da un pequeño tirón a mi labio.

—Auch—me quejo mientras la abrazo y mi cabeza se cuela en su cuello, con un poco de dificultad debido a que le saco algunos centímetros.

—¿Te dolió mucho? —yo asiento mientras ella me sujeta de las mejillas y observa mi labio—Mentirosa—me sonríe y yo no puedo evitar hacer lo mismo, sus labios vuelven a juntarse con los míos, pero esta vez fue solo un simple roce, aunque me hubiera gustado que durara más.

—Tenemos que repetir esto más a menudo—le digo mientras me arreglo mi despeinado cabello.

—Cuantas veces quieras—me dice guiñándome el ojo y saliendo por la puerta del baño.

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