Capítulo 21

Kori se me queda mirando sin más, sus intensos ojos verdes me observan mi cara, parece que busca alguna imperfección o algo así. Se cruza de brazos y resopla, se queda mirándome de nuevo y me pongo a hacer lo mismo, ahora es mi turno de observar la y sé que debí hablar, pero ¿cómo debo empezar?
   
—¿No que te sentías muy mal? —me cuestiona ella y yo rápidamente niego—¿Entonces porque le dijiste a Sebastián eso?
   
—¿Yo? —ella asiente y yo vuelvo a negar—No le dije nada, el me llamo diciéndome que se sentía muy mal y que viniera a recogerlo—le explico y ella se sujeta la sien y suelta un pequeño "imbécil", al parecer nos ha tendido una trampa—Bueno—comienzo a hablar, mis manos empiezan a juguetear entre ellas detrás de mi espalda y Kori me mira atenta—Ya que estamos aquí afuera podemos entrar ¿No? —ella asiente y nos encaminamos a la entrada.
     
Este parque es enorme, he venido varias veces con mi mamá y mi hermano. Es divertido montar en todos sus aparatos y jugar en los juegos de recompensas. Los techos están recubiertos de un color rojo vibrante, justo como todo el parque, ese es el color predominante. Observo todo el lugar en busca de algo que hacer, pero al parecer ya Kori encontró algo.

Ella camina casi corriendo hacía una fila, me acerco y me doy cuenta que es el algodón de azúcar. La fila no es tan larga y mayormente está compuesto por niños y bueno, nosotras. Me sitúo al lado de ella y no puedo evitar mirar el cielo, parece que alguien ha pintado con acuarela sobre él, Kori a mi lado se encuentra igual que yo, parecemos dos tontas mirando el cielo.

—Hola—saluda al señor que hace algodón y él le da una sonrisa—¿Vas a comer? —yo asiento y ella pide dos.

Paseamos por todo el parque en busca de algo que hacer, tenemos en la mano los algodones de azúcar, tienen forma de flor. Kori coge pequeños pedazos y se lo comienza a comer, su boca se llena de azúcar y protesta cuando no logra quitárselo. Nos acercamos a unos de los juegos en busca de sombra, ella saca un pañuelo y comienza a limpiarse la boca.

—¿Sigo embarrada? —me pregunta y yo asiento.

—Tienes que aprender a comer bien—me río y le sujeto la cara, le arrebato el pañuelo y comienzo a limpiarle la cara—Listo.

—Gracias—susurra y guarda el pañuelo en su bolsa.

Me quedo observándola, su mirada no es la misma de siempre, esa verde montaña no está brillando como todos los días. Humedece sus labios y se pasa las manos por el pelo. No luce enojada, pero, tampoco es la chica más feliz del mundo. Sus ojos no lo expresan y su cuerpo tampoco expresa positividad. Ella se gira y observa a nuestra espalda los peluches del puesto de lanzamiento.

—¿Te gustan? —ella asiente y sonríe ligeramente, su sonrisa se borra enseguida y vuelve a su semblante cabizbajo de hace un rato—Ven—la jalo hacia el puesto donde estaban los peluches—¿Cuál quieres?

—¿Me vas a dar uno? —ella me mira dudosa, su ceja se levanta y yo solo asiento.

—Ya verás.

Pago las fichas para jugar, como en casi todos los juegos de ferias, tres intentos, mientras más aciertes en el tiro más posibilidades tienes de obtener un buen premio. Observo todos los peluches, quiero ganar uno que le agrade a Kori, o por lo menos uno especial, que no sea el simple peluche de ositos que regalan siempre. El señor me da los sacos para lanzar, son pequeñas bolsas que deben contener arena o arroz dentro.
Respiro hondo antes de lanzar el primer saco, bueno, respiro hondo antes de lanzar todos los sacos que me dieron. Kori se encuentra a mi lado, recostada al mostrador mirando atentamente todos mis movimientos.

La observo de reojo, su pelo está ondeando con el viento que ha empezado a hacer, sus ojos están puestos en la diana. Suspiro observando sus hombros que quedan libres debido a la blusa que tiene. ¿Por qué tiene que ser tan linda? Se pasa las manos por el pelo, se lo acomoda y se pone sus lentes. Me mira expectante a mi lanzamiento.

—¿Me puede dar ese? —le pregunto al señor después de acertar todos los lanzamientos. Este asiente y me entrega un peluche un poco grande de un dinosaurio verde, está un poco panzón, pero es muy tierno—Ten—se lo entrego a Kori, ella sonríe y después me mira confundida.

—¿Por qué me has dado un peluche de un dinosaurio obeso? —me pregunta mientras vamos caminando, la noria será nuestro próximo destino, ya no está ese sol radiante se hace minutos, ha habido un cambio drástico en el cielo, ahora nubes azules oscuras es lo que se ven. Las luces del parque se han encendido, no es de noche, pero ya está dando indicios de llegar.

—Pues—nos detenemos en la fila de la noria—Me gustas mucho Carolina—sus ojos se abren, parecen que en cualquier momento se fueran a salir de su rostro, yo suspiro y sigo mirándola—Perdón—me disculpo cuando las personas que están pasando me empujan hacia ella, mis manos van hasta la baranda de las vallas que dividen la atracción y mi cara queda a centímetros de la de ella.

Sus ojos se conectan con los míos y ella traga saliva, les mentiría si no quisiera conectar mis labios con los de ella, volver a probar e intentar adivinar qué tipo de chocolate es el que está impregnado en ellos. O acercarme y comprobar que la suavidad que sentí la última vez es real y que no solo fue mi imaginación.

Mis ojos bajan inevitablemente a sus labios, no lo puedo evitar ella es como un imán y yo una moneda, simplemente me atrae. Mi mano va a su pelo, siempre tiene un mechón que le impide ver, y siempre estoy yo para arreglarlo. Mi mano le pasa se mechón rebelde detrás de la oreja y puedo notar su sonrojo.

—Les toca—el chico de la Noria nos llama y nosotras nos acercamos, pagamos la entrada y él nos deja pasar
—Nada de balancearse en la cabina—su cara muestra un agotamiento enorme, nosotras asentimos y nos montamos.

Es realmente alto, me está dando un poco de vértigo, pero es hermosa la ciudad, con las luces que se van prendiendo. El aire me pega en la cara, refresca mucho con el calor que hace un rato teníamos.

—Es tan relajante—susurra la chica a mi lado después de unos minutos de silencio, nos encontramos en la cima de la Noria, personas se están bajando y estamos detenidas aquí—¿Estas seguras?

—Si—le afirmó lo que le dije antes de subir, me giro un poco hasta quedar mirándola sin tener que mover mi cabeza—¿No me crees? —le cuestiono acercándome un poco a ella, mi mano va a su pierna que está moviendo la muy fuerte.

—Pues, no sé si debería cre...—mis labios interrumpen su discurso, mis manos van a su cuello y lo acaricio sin vergüenza. Sus manos sostienen delicadamente mi abrigo y me pega más a ella.
  
   Mis dedos suben a su pelo dándole pequeñas caricias, un suspiro sale de su boca y sus labios se separan de los míos por unos segundos para volver a unirlos. Sus labios se mueven con más pasión y más presión sobre los míos, intento seguirle en ritmo, pero después de un tiempo fue imposible, necesitábamos respirar.
Nos separamos con la respiración agitada, ella suspira hondo y recuesta su cabeza en mi pecho. Sujeto sus mejillas y hago que sus ojos me miren, su rostro está rojo y sus labios hinchados. Sonrío y ella me devuelve la sonrisa.

—¿Podemos ir a otro lugar?












Hola espero que les vaya gustando la historia.¿Qué opinan de ella hasta el momento?

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