Capítulo 11

— ¿Me van a responder o se van a quedar calladas?—mi papá pregunta al quedarnos en silencio.

—Carlos—mi mamá me sostiene la mano—No tienes por qué meterte en los asuntos de Sam—le dice y este refunfuñando, da vueltas por el medio del cuarto, se pasa las manos por el pelo y mira serio a mi mamá.

—Es mi hija—se acerca a mi mamá—Obvio puedo hacerlo y más cuando me ocultan algo.

—Es tu hija pero es una persona mayor de edad que tiene privacidad—le explica mi mamá lo más calmada posible—No puedes meterte así como así y ella no tiene necesidad de contarte toda su vida.

—Claro a ti si te lo dice no—se carcajea—Como la consientes en todo—suspira—Tal vez debas ver si el papel tuyo como madre lo estás haciendo de una forma adecuada.

—A ver ya paren los dos—me meto entre los dos e interrumpo la pelea—Y tú—miro a mi papá—No puedes cuestionar a mi mamá como madre cuando eres un pésimo padre.

Todo se queda en silencio, solo se escucha la canción lejana que tiene puesto Santi en su cuarto, algo de reggaetón es. Ya me lo imagino moviendo su cintura al ritmo de la música. Mi papá se acerca a mí, es obvio que está furioso, su mirada y su respiración agitada lo delatan.

— ¿Me vas a explicar o no?—trago saliva y sostengo a mi mamá que ya iba a decirle cosas a mi papá.

Suspiro hondo antes de soltar lo que tengo que decir.

—Tengo VIH—el impacto de una mano en mi mejilla me hace sentir en otro mundo.

—¿Con quién mierda te metiste?—mi papá está furioso y yo solo tengo mi mano en mi cara, duele mucho—Si es que al final ya sabía que algo de esto te iba a pasar, y es tu culpa Sam, eso te pasa por andar acostándote con la gente—y ahí está lo que no quería ver de nuevo, asco, repulsión, decepción—Si es que mi mamá tenía razón al final ibas a ser una zorra—su discurso de odio es interrumpido por mi mamá y su mano estrellándose en la cara de él.

— ¿Te puedes callar?—me sienta en la cama y revisa mi mejilla, seca un poco mis lágrimas y se gira a donde está el, este la está mirando anonadado, supongo que nunca se esperó eso de mi mamá—Mira tú hija tiene el VIH y para tu información no es ninguna zorra y no es su culpa. Que decepción das—ella sonríe—Profesor universitario refiriéndose así de su hija, ¿no te da pena?—mi padre o no se si después de esto deba empezar a llamarlo Carlos intenta responder pero mi mamá no lo deja—Ve recogiendo tus cosas que te vas de la casa.

— ¿Qué?—los ojos de mi papá se quieren salir de su órbita y yo solo miro todo como si de una peli se tratará.

—Lo que escuchaste—abre la puerta de mi cuarto—Ya sabes dónde está la salida, nadie trata así a mi hija en mi cara y pasa desapercibido.

—Salma no hay que llegar a estos extremos—él se acerca a ella pero ella esquiva su brazo.

—Te vas y punto—lo saca del cuarto y antes de cerrar la puerta dice—Espero que cuando salga ya no estés aquí.

      Me quedo anonadada mirando a mi mamá, para nada me esperaba que esto ocurriera. Ella cierra la puerta de la habitación y se me acerca, yo sigo todos sus movimientos de cerca, tratando de no perderme uno. Se sienta a mi lado y me sujeta la cara, la inclina un poco y observa mi mejilla.

—Creo que tendrás que usar hielo.

—Gracias—ella solo sonríe.

—Eres mi hija, nadie te insulta y si lo hacen yo no lo dejaré—me seca las pocas lágrimas que quedan con sus dedos y me peina el pelo.

—Pero acabas de echar a papá—ella suspira y asiente.

—Pero tu estas por encima—me abraza y yo me dejo abrazar, en este momento solo siento pena—Nadie te pega.

                                   •••
—No sé porque hago esto—recuesto la cabeza en el asiento y me pongo a jugar con las mangas de mi abrigo.

—Porque te gusta el chisme y quieres ver mis dibujos—me recuerda y yo asiento— ¿No te entra aire por ahí?—yo la miro raro hasta que me doy cuenta que me está señalando los huecos que hay en la zona de la rodilla de mi pantalón.

—No—sonrió— ¿Y a ti?—le cuestionó y ella es la que me mira sin entender— ¿No te entra aire con la falda tan corta que llevas?—ella se carcajea.

—No es tan corta—mi mirada baja a su mano, intentan estirar la falda más abajo de lo que está pero esta simplemente se resiste mostrando parte de sus pálidas piernas—Es que no sé cómo no te ahogas de calor con el abrigo que llevas y el pantalón tan ancho.

—Se llama Oversize Carolina—ella rueda los ojos.

—Calor es como se llama.

— ¿Por qué te ofreciste a traerme?—le cuestiono mirando los gatos colgados del espejo del auto.

—No confiaba en que vinieras tu sola—detiene el auto frente a una puerta doble, parece una especie de librería.

Sí, es una librería, miles de estantes están compuestos por libros de diferentes tamaños, género y color. La mayoría de las mesas están vacías a excepción de algunas que están ocupadas por algunos jóvenes. Subimos una escalera, el segundo piso nos recibe vacío, al parecer casi nadie viene a las 9 a.m. a buscar o leer libros.

—Bueno—se detiene ella y mira el lugar—Hasta aquí llegamos juntas, tienes que subir hasta el tercer piso—me dice sentándose en la primera mesa libre que encuentra.

— ¿Te vas a quedar esperándome?—ella niega.

—Me quedaré vigilando a que subas—sonríe y yo ruedo los ojos —Después, cuando esté segura de que llegaste iré a buscar libros de arte—yo asiento y me dirijo hacia la escalera.

    Subo todos los escalones y me encuentro con un grupo de persona reunidas, están sentados formando un círculo, todos me miran esperando a que diga algo, giro mi cabeza hacia el segundo piso y me encuentro bajo la atenta mirada de Kori. Cojo valor y hablo.

— ¿Me puedo unir?—suspiro, la que al parecer es la Psicóloga asiente y me señala un asiento, camino hasta el, me siento y pongo la mochila sobre mis piernas.

— ¿Cómo te llamas ricitos?—me pregunta el chico de cabellos plateado a mi lado—Yo soy Sebastián.

—Samantha—él me estira su mano para que la estreche y sonríe.

—Ricitos creo que nos llevaremos bien.

—Me llamo Samantha—le rectifico y él sonríe.

—Como digas ricitos—y al fin comprendo a Kori cada vez que le dicen Carolina.

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