🎀Capítulo 16🎀
Imperia
Angela quedó conmocionada por la reacción de su hijo y le habló:
—¿Por qué lo hiciste? No tenías que haberlo hecho, querido.
—¿Desde cuándo te golpea? —Giró en sus talones para enfrentarla—, y no me mientas. Siempre vi la forma en cómo te miraba, tan distante, fría. Sospechaba que te maltrataba, pero lo terminé comprobando ahora.
—Los hijos no tienen por qué meterse en las cosas de sus padres, con el tiempo me acostumbré —dijo avergonzada—. Lo único bonito fue tenerte, Massimiliano —confesó acariciando su mejilla.
—No lo necesitas, no puedes seguir viviendo así, te mereces a alguien que te quiera bien.
—Sabes que no puedo divorciarme.
—¿Quién te lo dice?
—El protocolo lo dice, ya estoy grande para divorciarme, hijo. Cuando se pone así es cuando aparece su lado violento.
—Y cuando no, te trata como si fueses una mujer inútil. Tenías que haberme dicho lo que te estaba pasando con él, aun siendo mi padre, no voy a pasar por alto esto, ¿me oíste?
—Deja las cosas como están, Mass. No te metas, porque será peor, tú no podrás ser feliz con quien quieras en verdad y él se pondrá más violento para intentar hacerle algo a Amorina —manifestó con preocupación en su voz y las cejas bajas de angustia.
—Haré lo que tenga que hacer para protegerte a ti y a Amorina —expresó con firmeza y la abrazó por el cuello para darle su apoyo.
—Protege a Amorina, yo ya soy una mujer grande para pretender que mi hijo me proteja —le sonrió con cariño.
—No te preocupes. —Respondió y le besó la frente.
Angela se fue a su cuarto para poder descansar luego de aquel momento de tensión. Lo único que la mantenía contenta era que su hijo tenía buenas intenciones con la señorita Londez y que al día siguiente vendría ella junto con su doncella al marquesado para armar ramilletes de mimosas y, solo esperaba que él fuera feliz con ella. Se lo merecía por ser un hombre ejemplar.
Massimiliano regresó a su oficina cerrando la puerta bajo llave y descolgando el cuadro pintado de un paisaje para combinar los dígitos de la caja fuerte y abrirla, sacó lo que había allí, unos cuantos documentos importantes, algunas pequeñas reliquias y dinero. Lo que más le importaba en aquel instante eran los papeles, quería leerlos a consciencia y de manera detallada para poder cambiar varias leyes, entre ellas, la del matrimonio de por vida, para agregar el pedido de divorcio de mutuo acuerdo o por alguna de las dos partes por una justificación sensata, así su madre podría hacer lo que quisiera con su propia vida sin rendirle cuentas a nadie, ni siquiera a él.
El marqués se había quedado todo el día dentro del despacho hasta caer la noche, en donde una de las chicas que ayudaban a la cocinera golpeó la puerta para avisarle que la cena ya estaba servida.
—Muchas gracias, Simona, ya iré —le avisó a través de la puerta cerrada.
—Bien, señor Invernizzi.
El hombre se encontró con su padre de camino al comedor y no se hablaron, se encontraron con Angela a la cabecera de la mesa, era la primera vez que la mujer se sentaba allí y no le importó la cara que iría a poner su marido.
—Se sientan los dos, por favor.
Padre e hijo se sentaron enfrentados y a cada lado de la mujer, los tres se miraron y fue Massimiliano quien abrió la boca primero antes que alguno de ellos dos.
—Estuve leyendo con atención los documentos de la caja fuerte del despacho, es el protocolo de nuestra familia.
Angela se asombró al escucharlo y lo miró con detenimiento.
—¿Qué intentas hacer con ese protocolo? —Fue el turno de Carlo hablar y poner las manos entrelazadas apoyando los codos sobre la mesa mientras lo miraba con fijeza.
—Lo que ninguno de nuestra familia fue capaz de hacer y prefirieron condenarse a una vida infeliz y sin respetos. —Comentó con decisión—. No sé desde cuándo la maltratas y la haces a un lado como si solo fuese una porquería para ti, pero ahora tengo el mando de la situación y cambiaré el protocolo de ser necesario, y lo es, es necesario cambiar las leyes. No estamos más en el siglo XV y no te voy a permitir que trates mal a mi madre, ni frente a mí, ni frente a los demás y tampoco a solas, porque de saberlo o verlo, dejaré de lado el título que tengo de hijo tuyo y te golpearé. Te lo aseguro, Carlo —le respondió con sequedad.
—No es necesario llegar a eso, Massimiliano —habló con algo de pena su padre.
—Sí, lo es. Eres un cínico, te volviste como el padre de tu esposa.
Angela se quedó de piedra al nombrarlo.
—Hijo... Tu padre no es tan así —se angustió.
—¿Ah no? Levantarte la mano es el colmo, lo mismo le hacía tu padre a su esposa y peor.
El marqués se dio cuenta que estaba hablando de más.
—¿De qué hablas? —quiso saber su madre.
—No vienen al caso. —No le dijo más nada—. Esta será mi única advertencia, padre —lo miró fijamente y con seriedad—, reformaré las leyes del protocolo de todas maneras, pero en cuanto vea una mala mirada tuya hacia tu esposa, te golpeo y a ella le exigiré que se divorcie de ti.
Un sonido proveniente del móvil de Massimiliano cortó la tensa conversación entre los tres. Él leyó el mensaje.
Amorina: Perdón por el horario, quería saber si tu mamá está bien, el collar... Me acaba de mostrar algo
Massimiliano: ¿Qué viste?
Amorina: Tu padre queriéndola golpear, no sé si fue una visión falsa o no, pero quería preguntarte si ella estaba bien
Massimiliano: Sí, tranquila. Ella está bien, y el collar no te mostró algo falso, sucedió hoy por la tarde, yo estaba allí
Amorina: ¿Todo bien?
Massimiliano: Sí. Gracias por preocuparte. Necesito contárselo a mis padres, Amorina. Lo deben saber
Amorina: Está bien
—¿Quién es querido? —preguntó su madre.
—Amorina, quería saber si tú estabas bien.
A Angela le resultó un poco sorpresiva la respuesta de su hijo.
—¿Por qué lo pregunta tanto? —Esta vez fue Carlo quien lo inquirió con intriga y frunciendo el ceño.
Massimiliano quedó con dudas si debía decirles o no sobre el collar y las visiones que le dejaba ver a Amorina, pero antes que abriera más la boca, se lo consultó a ella.
Massimiliano: Quiero contarles a mis padres sobre el collar, si me lo permites, por favor —le insistió una vez más.
Amorina: Yo no tengo problema, ya te lo respondí, pero ¿estás seguro, Massimiliano? Tu padre no me tiene aprecio y creerá que me lo robe de alguna forma
Massimiliano: No, tranquila. Jamás pudiste robarlo, si ni siquiera sabías de nosotros antes del collar, nunca nos vimos antes de que mi nonna te obsequiara su collar tampoco
Amorina: Lo sé, pero ya ambos sabemos cómo de mal pensado es tu padre y no le costará nada echarme la culpa y tildarme de ladrona
Massimiliano: Te aseguro que no lo hará, yo te respaldaré, quédate tranquila
Amorina: De acuerdo, podés decirles
Massimiliano: Mañana las pasará a buscar Gianni antes de la merienda
Amorina: ¿?
Massimiliano: Ayudarán a mi madre a armar ramilletes de mimosas para el día de San Valentín
Amorina: Me gusta la idea, con gusto iremos, muchas gracias, buenas noches
Massimiliano: Me alegro, buenas noches
Dejó su teléfono móvil boca abajo y sobre la mesa y los miró a los dos.
—Voy a ir directo al grano, y no espero que crean lo que les voy a decir, pero yo sí creo lo que me cuenta Amorina.
—¿Por qué estás tan empecinado con esa jovencita? ¿Qué es lo que le viste? —formuló con seriedad, pero no de mala manera su padre—. Necesito entender qué tiene que no tenga Adelaide, no tiene título nobiliario, no tiene una gran fortuna, solo es una señorita extranjera y latina encima.
—¿Tienes algún problema con que sea latina?
—Su abuelo tuvo un amorío con tu nonna.
—Tuvieron un romance —recalcó Angela—, si fuese un amorío a mi madre la hubieran tildado de liviana, no digas pavadas, Carlo. Mi padre tal parece que te manipuló a su antojo y todo por culpa de escuchar siempre a mi abuelo —se quejó.
—Se vería algo mal si te juntas con ella, primero su abuelo con tu nonna, ¿y ahora? ¿La historia se repetirá? —cuestionó con insistencia.
—Si se repite, espero que no seas tú quien se interponga entre nosotros, porque enojado ya me conoces, hecho una bestia, ni te lo imaginas —respondió con seriedad absoluta.
—El romance o amorío, lo que sea que hayan tenido no era bien visto para nadie.
—Repito, eso lo crees porque fue lo que mi padre te dijo por la influencia de mi nonno, nada más, no porque en verdad haya sido así —admitió Angela—, sé por los demás que el romance era genuino por ambos, pero como siempre, las tradiciones y linajes pesan más que un amor de verdad —declaró con firmeza.
La madre de Massimiliano lo miró y le habló con sinceridad.
—Por mi parte tienes el camino libre para conocerla más y si tu decisión en algún momento es desposarla, yo te apoyaré.
—Te lo agradezco, madre —asintió con la cabeza y miró a su padre—. ¿Quieres saber en verdad el porqué me gusta? ¿Y por qué sé algunas cosas de lo que sucedió años atrás? Amorina tiene el collar, ese que todos creíamos perdido —contestó y Carlo lo miró con atención levantando una ceja—, la nonna misma se lo dio a Don Darío para que cuando su nieta cumpliera los 21 años, se lo regalara, fue obsequiado por la propia marquesa. Lamentablemente por culpa de terceros, ese amor no prosperó, se amaban de verdad, ¿conoces ese verbo, padre? —Clavó los ojos en él—, se tenían cariño, iban a construir una vida juntos, pero el padre de Carmela no lo permitió. Amorina me contó todo lo que el collar le dejó ver —hizo una pausa y luego retomó la explicación—, hubieron situaciones demasiado cuestionables por parte de tu padre hacia la nonna —le dijo su hijo a Angela al mirarla—, y respondiendo a tu pregunta —volvió a poner la mirada en Carlo—, sí, tiene una gran diferencia con Adelaide, tiene bondad y generosidad, es buena con los demás, ayuda sin esperar algo a cambio, la baronesa puede tener todo el dinero que quiera, pero carece de muchas cualidades que me gustan en una mujer —se detuvo y continuó hablando al instante—, Amorina no solo es bella por fuera, sino que por dentro es mucho más, es un diamante al lado de Adelaide. Allí tienes la respuesta, padre —se lo confesó tan sincero que sus progenitores quedaron callados—. Mañana vendrá junto con Marsella para ayudar a mi madre con los ramilletes del día de San Valentín. Solo espero que no llames a la baronesa para que arruine todo —le dijo tajante y comenzó a cenar.
En silencio sus padres le siguieron y Carlo le habló otra vez a su hijo.
—No lo haré, no llamaré a Adelaide, pero no me pidas que estreche una relación de amistad con ella.
—No te voy a pedir eso, pero sí que la respetes —respondió firme y mirándolo a los ojos—. Ella no te ha hecho nada, solo vino a vivir aquí sin buscar problemas, pero tú y la baronesa parece que se empecinan en molestarla, y no te queda bien.
—Me mantendré al margen y trataré de no causar líos. Lo que no termino de comprender es tu amistad con ella y tus ganas de querer conocerla más, es una simple señorita, nada más. No te podrá dar más títulos nobiliarios.
Fue el turno de Angela hablar.
—Tú no tienes un título nobiliario muy importante, Carlo, el título te lo di yo por ser la casa real, eres marqués de Savona, pero el Imperia va primero por ser el principal, sin embargo, me casé contigo y no todos te querían en mi familia —declaró con seriedad—, así que, vas a dejar que Massimiliano haga lo que quiera con su vida.
El hombre asintió con la cabeza y continuaron cenando, mientras que algunas veces charlaban entre los tres para que la comida fuese lo más amena posible.
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