02 | Cuando crees que nada puede empeorar, créeme que sí

Otis me recordaba a Baloo.

No tanto por el parecido, porque Otis es un beagle típico con una expresión constante de preocupación pero aún tierna y orejas largas que me gusta acariciar. Me recordaba más a mi perro en la parte juguetono y hambrienta, Otis no puede escuchar que abran un paquete de cualquier cosa porque ya está olisqueando para saber qué es.

Es otra cosa que no me gusta tanto de la visita. Adoro a ese cachorro pero me recuerda al mío que dejé en casa.

—Quiero empezar preguntando, ¿Cómo estás, Diane?

—Estoy bien —es mi respuesta automática.

Hannah suspiró, entrelazando sus dedos sobre el escritorio e inclinándose hacia adelante. Su cara no tiene una expresión específica, pero yo sé que no me ha creído.

Mentirle a una psicopedagoga no es tan fácil como uno puede llegar a creer.

—Diane, sé que tus visitas a mi oficina no son tu cosa favorita, pero son necesarias. Desde hace muchos tus notas están bajando, los profesores comentan que estás distraída en clases, y Harper mencionó que despiertas sobresaltada todas las mañanas.

Luego me las arreglaría con Harper.

—Solo estoy cansada.

—¿Desde cuándo?

Buena pregunta.

—Se me pasará.

—¿En qué momento?

Uh, no me agradas, Hannah.

—Solo... solo tengo que ponerle más empeño.

—¿Cuándo, Diane? —sigo acariciando detrás de las orejas de Otis, no tenía una respuesta para ninguna de esas preguntas—. Diane, yo estoy aquí específicamente para ayudarte. Si no te dejas ayudar, ¿Cómo crees que te sentirás mejor?

—Estoy... bien.

—Linda, no lo estás —su voz se vuelve suave y tranquila, por alguna razón sus palabras tocaron una fibra sensible.

Yo mejor que nadie sabía eso: no estaba bien. Desde hace un tiempo no lo estoy, solo finjo estarlo para tener esa falsa tranquilidad. Es más fácil fingir que mis problemas no existen que solucionarlos.

—Eso no está mal, Diane —agregó intentando buscar mi mirada—, somos humanos, nuestras emociones nunca se mantienen en un solo lugar. Suben, bajan y giran, es un carrusel. De nosotros depende de si quedarnos en un estado emocional. De ti depende seguir así.

—No es fácil —murmuré.

—No, claro que no. Nadie nunca ha dicho que ser un humano es fácil, las emociones son complejas de entender, lo que nos ayuda es... hablar.

En su rostro se asoma una pequeña sonrisa de lado.

Hablar. Claro, como si eso fuera más fácil. Cómo si contar tus problemas fuera fácil. Como si expresar el como te sientes fuera fácil. Fácil es saltar del acantilado a la playa, ¿Hablar? No, eso no.

Y yo más que nadie lo sabe por experiencia, como si haber hablado me ayudó en algo. Hablar... no siempre soluciona las situaciones, a veces hasta puede empeorarlas.

No respondí nada, seguí con las caricias a Otis, que golpea una de sus patas traseras contra mi rodilla por el placer de la caricia. Hannah suspiró de nuevo.

—¿Desde cuándo no vas a casa, Diane?

Tampoco respondí, no quería decir eso en voz alta.

—Una vez dijiste que tenías un perro también, ¿Desde cuándo no lo ves?

Pensé en Baloo y sus trucos para que le diera tiras de mi tocino. Esa pregunta tampoco la respondí.

—¿Desde cuándo no ves a tus padres?

Meses, desde hace unos cuantos meses. ¿Tal vez en año nuevo? Nuestra última llamada fue en enero, desde entonces no me he atrevido a volverles a marcar, tampoco estaba del ánimo para hacerlo.

—Diane, ¿Desde cuándo no te sientes a gusto aquí?

Sentí como si me hubieran dado un golpe en el estómago, me quedé sin aire y mis ojos se llenaron de lágrimas en tiempo récord. Mis manos congelaron las caricias a Otis, que pareció ofendido de dejar de recibir mimos, por lo que se bajó de mi regazo y se fue a dormir en su camita junto a la puerta. Un nudo se formó en mi garganta.

Era una pregunta demasiado difícil, pero que tenía una respuesta tan fácil: nunca, yo nunca he estado a gusto aquí. Antes de si quiera venir, yo no deseaba este lugar, ni siquiera cuando creía que este era mi sueño, que aquí estaba mi pasión. Nunca. Yo no quería venir al internado, yo no quería estudiar arquitectura, yo no quería alejarme de casa.

Supongo que por eso no me atrevo a llamar a mis padres, tenía un poco de resentimiento hacia ellos y verlos significa pensar en que, en su momento, me obligaron a cumplir un sueño que no quería y que se me impuso a cumplir. Extraño mi casa, pero volver significa ser una Diane de dieciocho años lastimada, y yo no quiero volver a ser ella.

Mantenerme alejada de todo es mantenerme alejada del dolor que esa Diane sufrió, aunque de igual manera no todo está bien como quiero que esté. Estar aquí es un recordatorio constante de que, por mucho que quiero, mis sueños no se harían realidad.

Todo sigue saliendo mal para Diane.

—¿Pañuelo? —Hannah arrastró una cajita de pañuelos por el escritorio, no me había dado cuenta del momento en que empecé a llorar.

Saqué uno y limpié en silencio mis lágrimas.

—Diane, sé que tienes una situación difícil en casa, que por eso te vas con Harper, pero si de verdad quieres estar y sentirte bien, deberás enfrentar las cosas que dejaste sin solucionar.

—No es fácil...

Se habían vuelto mis tres palabras favoritas, mi vida se resume a un «no es fácil»

—Ya lo sé, linda. Nada lo es, mucho menos situaciones así. Pero te pregunto, ¿No quieres volver?

Era una respuesta de sí y no. Quería y, a la vez, no me apetecía.

—No lo sé...

Otra de mis palabras favoritas: «no lo sé» ¿Qué haría yo sin ellas? No lo sé.

—Piénsalo, ¿Está bien? Hay cargas que llevas contigo, unas demasiado pesadas para alguien tan jóven. Hablar quita pesos, solucionar los problemas ayuda también. Créeme, es difícil, sin embargo, las cosas difíciles son las que más necesitamos afrontar.

»No tengas miedo, Diane.

Esa mañana salí de la oficina de Hannah con los pensamientos más revueltos que nunca. Otro punto negativo para la visita.

No me importó ganarme un regaño de los maestros de mis siguientes materias, decidí saltarme las clases que me faltaban y encerrarme en mi habitación.

Sola, sola con mis pensamientos, mis remordimientos y la cama destendida de Harper.

Año y medio, un año y medio sin ir a casa, y cinco meses sin hablar con mis papás. La foto familiar que me obligo a tener en mi escritorio para recordarme que sí tengo padres me sonríe desde allá. Esa Diane era feliz, no como la Diane acomplejada que ahora soy.

Quería llamarles, en muchas ocasiones estuve a punto de hacerlo, sin embargo, ese resentimiento no me lo permitía. Ahora veo que ser rencorosa no es tan bueno como creía. Evitaba pensar en mis asuntos porque no quería caer en el vacío existencial al que me lleva, no quiero estar en ese pozo, no de nuevo.

Cinco meses sin ver a mis padres, cinco meses sin oír sus voces. Ni siquiera un mensaje, nada. Evito cada comunicación que intentan tener conmigo, no es por ellos que no hemos hablado, soy yo. El problema aquí, como siempre, soy yo.

Pienso que, si hablo con ellos, ese pequeño resentimiento que guardo conmigo crecerá y crecerá hasta el punto de odiar a mis padres. No los odio y tampoco quiero hacerlo, por eso evito las llamadas y mensajes.

Es una excusa patética, lo sé, pero así están funcionando las cosas ahora.

Tampoco he sabido mucho de ellos, mi única conexión con casa, que es Zharick, ha estado muy ocupada con sus clases y la involuntaria mudanza (como yo la llamo) a casa de Christopher. Así que eso me deja en nada.

En las noches de insomnio me pregunto cómo estarán, o si me echaran de menos, o si son felices en mi ausencia. La cruel vocecita en mi cabeza responde que sí, que han de ser felices en mi ausencia. No más adolescente con dudas existenciales que lidiar. Y no, no han de echarme de menos, ¿Por qué habrían de hacerlo?

Y como no hay manera de negarlo o afirmarlo, me quedo con esas respuestas, las que han de ser más cercanas a la realidad.

La fotografía sigue sonriéndome desde el escritorio, restregandome en la cara su felicidad familiar y estabilidad mental.

Me escondí bajo mis sábanas, tratando de conciliar el sueño para no pensar más en mis problemas.

Y eso, cómo siempre, tampoco funcionó. Hace tanto que no conozco lo que es un buen sueño, amo dormir y la sensación de dormir, pero ahora se habían vuelto un extraño. Es raro, porque las pastillas para el sueño me dejaban noqueada, no obstante yo sentía que no había descansado nada.

Y eso desde hace tanto.

Estaba cansada, física, mental y emocionalmente.

—Me preocupas.

Son las primeras palabras de Harper al sentarnos en los asientos de concreto en una choza vacía en la playa.

Teníamos por costumbre venir aquí ciertas noches de la semana, es tranquilo, la brisa playera es fresca y como no hay vigilantes que nos puedan echar, pasamos largas horas hablando hasta que tenemos que volver dentro. Incluso venimos a ver películas en su computadora con snacks y bebidas. Es una experiencia asombrosa.

Harper está a unos dos metros de mí, la choza no tiene distintos asientos, es un circulo casi entero a excepción de la salida, de puro concreto duro que la primera vez dejó adolorido mi trasero. Está sentada con las piernas cruzadas, el pelo cobrizo atado en dos tiernos moñitos y esa expresión preocupada que ya estoy cansandome de ver.

—No deberías, estoy bien.

Arqueó una ceja, otra vez su cara reflejando «te creo un pepino»

—Diane...

Su intento de regaño es interrumpido por el tono de mi teléfono. Gracias a los dioses. Lo saqué del bolsillo de mi chaqueta, se trataba de una videollamada de Zharick.

Contesté.

—¡Hola, hola! —saludó mi pelirroja mejor amiga del otro lado.

Zharick no había cambiado mucho el último año y medio, solo parecía que su pelo se había vuelto más esponjoso y rojo. De resto, sigue siendo mi increíble mejor amiga pese a que nuestra comunicación no es tan a menudo como antes. Ambas entendemos que no siempre podemos estar comunicadas, y eso está bien. A la hora de hablar son más los cotilleos que nos tenemos por contar.

—Hey, Zhari —le saludé.

—¿Es Zharick? —asentí a Harper, ella gateó hasta mi lado—. ¡Hola, Zharick!

Harper la adora aunque solo la haya visto por videollamada, ambas se llevan de maravilla. No sé si se debe a la conexión entre peli-anaranjados o yo qué sé. A Zharick también le cae muy bien, al punto de que hacen llamadas entre ellas y chatean entre sí.

Para ser honesta, no me molesta. Puedo decir que Harper es una amiga íntima que tengo aquí, que se lleve de maravilla con mi mejor amiga solo hará la futura presentación menos incómoda.

—¡Harper! —exclamó—, ¿Qué tal? ¿Cómo están, chicas?

—Ocupadas —respondió ella—, los exámenes están insufribles.

—Uh, me imagino. Las cosas por aquí también están igual.

—¿Aún ajetreada? —pregunté yo.

—Como no tienes idea —suspiró cansada, quitando mechones esponjados de su frente—. No me apetece hablar de la universidad, gracias. A qué no adivinas quien está conmigo.

Una sensación de nerviosismo se instaló en mi estómago, un involuntario escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Sin querer me puse en modo alerta, preparada para colgar la llamada.

—¿Quién? —pregunté lentamente.

—¡Ven, amigo, ven! —respondió en cambio.

En el plano apareció una bola de pelo de colores acromáticos, jadeando de emoción y ladrando, sacudiendo como siempre su peluda cola que aún me sigue pareciendo un palo quitapolvo. Está mucho más grande que cuando me fui de casa, ahora es todo un perro adulto.

—¡Baloo!

Mi perro alzó las orejas punteagudas, buscando mi voz. Se me escapó una risa.

—¡Hola, Baloo!

Al encontrarme en la pantalla de Zharick, acercó su nariz para olisquear.

—Soy yo, amigo. ¿Me has echado de menos?

Empezó a ladrar y brincar encima de mí pobre amiga.

Baloo era el que menos podía ver, cómo no tenía comunicación con mis papás, ver a mi mascota se había vuelto difícil. La única manera que tenía de verlo era por videollamadas como esta, cuando Zharick lo cuidaba o en fotografías que me enviaba, o... en otros lugares que prefiero no mencionar.

Recientemente cumplió sus tres años y, por lo que me dijo Zharick, mis papás le hicieron una pequeña fiesta con otros perros del vecindario y sus amigos del parque. Hubieron muchas pelotas de tenis y croquetas de perro, y por las fotos que me envió mi mejor amiga, Baloo se la pasó de maravilla.

Quisiera decir que él es una de mis motivaciones para ir a casa, podría ser, pero... no es lo suficiente como para volver a sentirme de la misma manera como el día que me fui.

—Pensé que te gustaría verlo —dijo Zharick, intentando calmar la emoción del canino—, tus papás están haciendo remodelaciones en tu casa y no querían perturbarlo con el sonido, así que aquí está.

—Es un chico adorable —comenta Harper, sonriendo por Baloo.

Apreté los labios, pensando en si debía preguntar o no.

—Es la habitación de invitados —habló Zharick, levanté la mirada—, no tocan tu habitación por nada.

Eso de cierta forma me da paz, aunque también me genera curiosidad. ¿Qué están haciendo mis papás en el cuarto de invitados?

—No es algo que me concierne a mí decirte —respondió Zharick cuando expresé en voz alta esa pregunta.

—Oh, vamos, Zharick.

—Lo siento, Didi, si quieres saber, habla con ellos.

Resoplé por la nariz, rodando los ojos ante el misterio de mi mejor amiga.

—En fin —Harper rompió el silencio—, Baloo es asombroso —él ladró—, claro que sí, amigo, claro que lo eres.

Zharick y yo compartimos una mirada. «Habla con ellos» dijo la suya. «Tal vez» debió responder la mía, o puede que no, realmente no lo sé.

¿Ven? Mis tres palabras favoritas.

Hablamos con Zharick alrededor de una hora. No estaba en el apartamento de Christopher (muy raro) según porque su novio no se encontraría en casa esa noche debido al turno nocturno en el trabajo que tiene desde hace unos seis meses, y ella no quería pasar la noche sola allí.

Quise preguntar por él, ¿No que vivía con Christopher? Pero mordí mi lengua para no recibir una respuesta que seguro dolería.

Para las diez treinta ya estábamos recorriendo el camino hacia el internado. La noche se estaba volviendo más fría y ninguna había traído una chaqueta, no queríamos morir de hipotermia.

—Zharick tiene razón —dijo Harper, abrazándose a sí misma.

—¿Eh?

—Que Zharick tiene razón —repitió—, deberías llamar a tus padres.

Deslicé una mano por mi brazo, tenía la piel muy fría. Arrugué la nariz, como si pensara en hacerlo. Claro que no lo haría.

—No lo sé...

De verdad, ¿Qué sería de mi vida sin esas tres palabras?

—Diane, ¿Qué pretendes hacer este verano?

—Pensé que volverías a darme alojo como la buena amiga que eres.

Soy una buena amiga, pero lamento informarte que este año no podrás ser recibida en mi casa.

—¿Que? Pero si tus padres me adoran.

Puede que suene pretencioso, pero es algo que ellos mismos me dijeron en la navidad del año pasado. Aseguraron que era bienvenida a su casa cuando sea, incluso bromearon con adoptarme y regalar a Harper a alguna fundación.

—Sí, y yo también, pero... eh, ¡Vienen los primos! Sí, sí, ¡Un montón de primos! Y sabes que mi casa es pequeña, casi ni quedará espacio para ti.

Esta vez fue mi turno de arquear una ceja, terminé por cruzarme de brazos, le di una mirada desconfiada. Hay algo en lo que me ha dicho que no me convence, y ese «algo» es todo.

—Con que primos, eh...

Asintió efusivamente.

—Sí, sí, el primo... George y... su esposa Mildred, y... —se rascó la nariz—, y sus... cinco hijos.

—Sí, ajá, George y Mildred con sus cinco hijos.

—Sí, por supuesto, ¿No me crees?

—Ni un poquito.

—Pues... ¡Es la verdad! Así que este año en mi casa no podrás pasar el verano.

Subimos las escaleras que dan al cafetín al aire libre, Harper unos escalones más arriba de mí soltando excusas de por qué no podré pasar las vacaciones en su casa este año. Seguía sin creerle nada.

—Mira el lado positivo —ella abrió la rejilla, dándome el paso para entrar—, ¡Puedes ir a casa!

—¿Ese es el lado positivo?

—¡Evidentemente! Podrás ver a Baloo, a Zharick, ¡Puede que también a E...!

Tapé su boca antes que completara ese nombre.

—No lo arruines más.

Entré al edificio, yendo con paso rápido al ala de habitaciones antes que algún vigilante nos pille por los pasillos a esa hora. Ya el toque de queda había pasado hace unas largas horas.

En nuestra habitación cada una se echó en su cama. Desde esta perspectiva, con la cortina corrida, tenía una vista perfecta del cielo nocturno, hay unas cuantas estrellas y nubes oscuras, la luz de la luna se escurre débilmente por la ventana.

—Al menos... piénsalo, Diane —dijo Harper desde su cama al otro lado—, piensa en quienes te echan de menos.

No hubo más palabras después de eso, solo el sonido de su respiración y las olas del mar romper contra la arena.

Me quedé viendo el techo de concreto por lo que debió ser una eternidad. No tenía ni un gramo de sueño encima. Vi las pastillas en mi mesita de noche junto a una botella de agua caliente.

No, hoy no me apetecía drogarme.

Alcancé mi teléfono y decidí entrar a Instagram, hoy por hoy es la mayor fuente de información que tengo para saber de la vida de mis amigos. Por Instagram descubrí que Amadea y Tobías empezaron a salir (honestamente, siempre les ví química) que Mónica, mi prima, se había quedado embarazada y que ya su hijo debía de tener un año, que Miguel estaba saliendo con «la tal Junie» por la que había estado babeando un tiempo, y que cierto personaje trabaja en el hospital general en Boston.

No me enorgullezco de eso, pero algunas veces voy a revisar su perfil de Instagram. Es triste ver qué el botón ponía «seguir», que ahora nada más tengamos amigos en común en facebook, que ya su chat no sea uno de mis destacados. Es uno de mis más grandes remordimientos de consciencia.

Su perfil estaba lleno de fotografías de arte, con sus amigos, incluso Baloo. Tenía unas cuantas historias destacadas que por masoquismo me ponía a revisar, como justo ahora. El primer álbum, (que me he aprendido de memoria) son fotos de dibujos y pinturas. El segundo son fotos tan a su estilo, selfies propias y con sus hermanos, hay unas con Christopher y Zharick por separado. El tercero, titulado «incordio» son selfies con él en primer plano y detrás, Christopher y Zharick siendo una pareja, abrazándose o besándose.

Ese siempre me ha hecho reír.

El cuarto y último tiene emojis de pinturas, es un álbum reciente. Hay fotos en galerías de arte y sitios elegantes, no parecen lugares a los que él iría. Siempre procuro ser una rarita revisa-historias-destacadas en un plazo de tiempo en que no pueda ver qué yo chismoseé sus fotos.

Por ese mismo plazo de tiempo encontré una nueva fotografía en ese cuarto álbum.

Y no me esperaba eso.

No es nada del otro mundo: otra foto en una galería de arte, la diferencia es que en ella aparece una chica. Está de espaldas, por lo que no puedo ver su rostro. Tiene el pelo castaño claro suelto sobre un abrigo marrón. La siguiente storie era otra con esa chica, ahora de perfil. Parecía arreglada para una cita, sus ojos son azules claros, tiene una nariz perfilada. Sonríe mirando la pintura frente a ella.

¿Acaso es... una novia?

En letras pequeñas ponía su usuario: @anniep.o

Entré a su perfil.

Es linda, no lo voy a negar. Parece ser mayor, ¿Dos años, quizá? ¿Qué? ¿Ahora le gustan las chicas mayores? Es estudiante de enfermería, según sus publicaciones, y también parece ser pasante en el mismo hospital donde él trabaja.

Ja, que interesante...

Actualicé su perfil sin querer, en el instante apareció una nueva publicación. Era una recopilación de diez fotos, selfies, dibujos que sé son suyos y un corto video haciendo un baile tonto. El pie de la publicación ponía:

@anniep.o: ¿Quien ha dicho que una enfermera y un artista no podrían llevarse bien?

Gracias por ser un idiota, alegras mis mañanas después de largo trasnocho.

Parpadeé leyendo el mensaje una y otra vez.

Su comentario no tardó en aparecer.

@eroseselmejor: Estamos al servicio de alegrar las mañanas a las señoritas bonitas.

Necesito tener respuestas de eso.

Guardé la publicación y, aprovechando que Zharick seguía conectada, se la envié con la pregunta:

¿Quién es ella?

Esperé ansiosa su respuesta, mi dedo golpea el borde de mi teléfono mientras su chat pone el «escribiendo...» ¿Quién era ella? ¿Es su novia o es una amiga? No me concierne saber, lo sé, pero la curiosidad me estaba matando. ¿Ahora le gustan las chicas mayores?

¿Qué rayos, Diane? ¿Qué haces revisando perfiles de Instagram?

¿Cómo...? Oh, no recorté la imagen.

Decidí dejar pasar mi vergüenza.

Ese no es el caso, ¿Quién es ella?

Zhari: Estás siendo rara.

No importa.

Es Annie.

Annie. Okey, bien.

Yo: ¿Y quién demonios es Annie?

Zhari: Pues ella.

Yo: ¡Zharick!

La muy idiota tuvo el descaro de reírse, ¡En mayúsculas! De mí.

Yo: ¡Zharick!

Zhari: Vale, vale.

Annie es una amiga de Eros, la conoció por su servicio en el hospital. No la conozco mucho, solo sé que se llevan bien y que es agradable.

Así que tranquila, fiera, no es su novia.

Yo: No había porque aclarar eso, no me importa.

Zhari: Sí, claro, no te importa.

Mejor deja de revisar perfiles de Instagram y ve a dormir. Mañana seguro tienes un día ajetreado.

Buenas noches, Didi <3

Se desconectó después de ese mensaje, dejándome como si nada.

Entré una última vez a su perfil, también hizo una nueva publicación dedicada a la tal Annie, igual era una recopilación de diez fotos con un vídeo corto. Este en cambio es de ella comiendo distraída una hamburguesa hasta que se da cuenta que la está grabando, el video se corta con el ronquido de su risa.

@eroseselmejor: demostrando como una enfermera y un artista insípido sí se pueden llevar bien.

Ser idiota es lo que mejor se me da. Gracias por ser un apoyo, y te odio por usarme de sujeto de prueba. No te me acerques con agujas.

Una amiga... una amiga con la que ha compartido muchas experiencias hasta tener bromas internas.

Pero una amiga después de todo...

-

Podría decir que las siguientes semanas fueron mejores, pero sería una de las mentiras más descaradas que hubiera dicho.

El fin del semestre escolar se aproximó como una brisa de verano: rápida y calurosa. Con eso me refiero a las brisas de verano de Miami, aquí no refrescan, más bien te derriten un poco más.

El caso es que, sin haberlo previsto, el último día llegó, y yo aún no tenía sitio para pasar el verano.

Podría quedarme en el instituto sin problemas, algunos chicos lo hacen de vez en cuando, podría conseguir un trabajo para sustentarme y pasear por la ciudad, pero no quería llegar a ese punto de patético en mi vida.

Esas semanas intenté convencer a Harper para que me dejara ir con ella, no tenía problemas con dormir en el sofá, incluso en el suelo de su habitación, pero ella se negó rotundamente, usando su mala excusa de su primo George, Mildred y sus cinco hijos.

Seguía sin creerle, por cierto.

El penúltimo día de clases me quedé en vela hasta las cuatro de la mañana intentando encontrar una solución a mi estadía durante el verano. ¿Ir con Harper? Descartado. ¿Pasarla en el instituto? Considerando. ¿Volver a casa? Rotundamente no.

Conseguí cerrar los ojos por cuatro horas, y de igual manera no dormí nada, como siempre.

El último día de clases para mí era como otro cualquier día, ese año no estaba emocionada porque lo más probable es que me quede ahí los tres meses de vacaciones, no como mis otros compañeros, que parloteaban de volver a casa porque «extrañan a sus familias»

Babosadas.

—¿Y qué hay de ti, Diane? —me preguntó uno, ¿Dustin? ¿Austin? Era algo parecido a eso—. ¿A dónde pasarás las vacaciones?

Su grupo de amigos me miró en espera de una respuesta.

—Eh... tal vez... me quede en la ciudad —respondí—. He oído que Miami es agradable durante el verano.

—Suerte soportando el calor —bromeó una castaña, volviendo a la conversación.

Gracias a ese comentario me quedé pensando hasta las cuatro de la mañana, buscando una solución a mi estadía en las vacaciones.

Para cuándo desperté a la mañana siguiente del último día de clases, me seguía sintiendo adormecida, no obstante, debía empezar mi día.

Solté un bostezo, la luz del sol que se cuela por la ventana es un poco más brillante y cálida que la de todos los días. Puede que se deba a la cercanía del verano. Puse los pies en el piso frío, y eché una mirada a mi teléfono.

Eran las nueve de la mañana.

Volví a bostezar.

Un segundo.

—¡¿Qué?! —grité volviendo a ver la hora.

El reloj ponía las nueve de la mañana. No, ha de ser un error. Husmeo por la ventana, que tiene una vista perfecta al cafetín, está repleto de estudiantes recién salidos de su segunda clase de la mañana.

Me quedé dormida, ¡Me quedé dormida!

—¡¡AAAAHH!! —volví a gritar, saliendo a toda prisa de mi cama, yendo a darme una ducha rápida.

No estuve en el baño ni cinco minutos, lavé mis dientes mientras me enjabonaba, desenredé mi pelo mientras pasaba mi camisa por sobre mi cabeza, estoy segura que llevo dos pares de medias distintos, ¡Pero no podía importar ahora! ¡Ya me he perdido dos clases!

Salgo corriendo del ala de habitaciones hacia la zona estudiantil, chocó con unos cuantos alumnos y grito muchas disculpas. No, no, no. Esto no podía estar pasando, no hoy. No me quiero quedar hasta tarde recuperando clases.

La campana que dicta el fin del almuerzo suena. ¿Cuál es mi siguiente clase? ¡¿Cuál es mi siguiente clase?! ¿Historia? No, esa la veía a primera hora. ¿Cuál, Diane? ¡¿Cuál?!

—¡Urbanística! —exclamé en medio del pasillo, ganándome unas cuantas miradas extrañadas, ¡Eso tampoco importaba ahora!

Corrí hacia el salón donde veía esa materia, al otro lado del maldito campus. Me quedé sin aire, estaba roja, también estaba sudando, y la ducha de menos de cinco minutos empieza a pasar factura.

En cuanto llegué al salón, mi profesor me vio extrañado, seguro por la pinta que traía.

—¿Señorita Reynolds?

—Estoy... ya... aquí... —respiro por la boca en busca de cantidades enormes de oxígeno—, perdón... por la... tardanza...

—¿Tardanza?

Asentí, tragando saliva, refrescando mi garganta.

—Hoy tengo clases con usted —afirmé.

La mirada de mi profesor se volvió aún más confusa.

—Creo que está confundida, su última clase conmigo fue hace dos días.

Parpadeé.

Hace dos días.

Hace dos días yo estuve aquí.

—Es decir...

—Que está en el salón equivocado, debería estar con el señor Roger viendo física de la arquitectura.

Maldita sea.

—¿Física? —dije entre dientes.

Mi maestro asintió muy tranquilo.

—Así es, física. El salón está...

Al otro lado del campus.

Di una vuelta sobre mis talones, emprendiendo camino con pasos pesados y los puños apretados a cada lado.

No cabe resaltar que en el día me fue horrible. Si mi día empieza mal, el resto se volverá peor. No solo llegué tarde a física, sino también a dos materias más después de esa. No pude comer nada y casi me desmayo en medio de una explicación. Estaba sudada, seguro olía mal y mi pelo ha de parecer la melena de un león.

Incluso una chica me preguntó si no estaba enferma, lo que era un golpe bastante bajo. Para llegar a esa conclusión, debía de verme realmente mal.

Ni siquiera tuve un momento de tranquilidad después de clases, Hannah me encontró andando por el pasillo principal luciendo derrotada por la vida.

—¿Te encuentras bien, Diane?

—Sí, solo necesito una ducha y algo de comer.

Hannah torció los labios, analizandome con la mirada. Y eso por primera vez me irritó, antes que pudiera decir algo, solté:

—Mira, Hannah, sé que te preocupas por mí, y que Harper también lo hace, pero hoy... hoy no estoy de ánimos, ¿Okey? He tenido el peor día de mi vida, apesto a sudor, me rugen las tripas y mi pelo está hecho un asco. Hoy no quiero una sesión contigo.

Asintió, más comprensiva de lo que esperaba.

—Entiendo, linda. No venía a buscarte para una sesión, de todos modos, venía a... informarte sobre una situación.

Fruncí el ceño.

—¿Situación? ¿Qué situación?

La expresión de Hannah me dió mala espina. Una muy, muy mala espina.

—Será mejor ir a un espacio tranquilo. Ven, te invito a algo para comer.


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Nota de las autoras:

¡Hemos vuelto!

¿Qué tal están todos ustedes, gente bonita y comadrejas? ¡Estamos de vuelta con las actualizaciones con Diane y Eros!

Sí, sabemos que nuestra última actualización fue en eso de mayo, pero recuerden que teníamos otras historias, aún las tenemos, pero ahora podemos estar más atentas a editar y actualizar a estos chicos.

Así que prepárense, porque vienen grandes cosas aquí.

Ahora, hablemos del capítulo.

Nuestra pobre Diane y las consecuencias de lo que pasó en la historia anterior. Pobre.

¡Volvimos a ver a Zharick! Y también al verdadero protagonista de esta historia: Baloo, amamos a ese canino.

¿Annie? ¿Quién eres? ¿Te veremos más? Y Eros, ¿Qué pasa con ella? Lo averiguaremos... tal vez...

Ese final... empezamos con los golpes emocionales.

¡Nos leemos el próximo miércoles!

Besos y abrazos en la cola con resentimientos, chisme y malos presentimientos

MJ.
~Jai

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