CAPÍTULO 7
Tenía en el móvil un plano que me había enviado Diego, con la ubicación de todas las cámaras de seguridad de los alrededores de la casa, así que simplemente tenía que buscar donde había un punto muerto y colarme. Salte el muro, ataje por ese pedazo jardín, que por suerte no me perdí, porque eso parecía la selva de la amazona. Y cuando por fin estaba a escasos metros de la casa, avise a Diego por el pinganillo, para que se metiese en el sistema de seguridad de esta, cortara la electricidad y así poder colarme sin problema. El rollo este de tener que ir esquivando cámaras o abriendo cerraduras con cuidado, quitaba tiempo, y tiempo es justamente lo que no tengo. Yo solo quería entrar, robar el dinero y adiós.
-Listo Pandora, puedes entrar. – Que rapidez, en menos de un minuto. Así da gusto.
Saque un martillo que tenía en la mochila y rompí el cristal del ventanal del salón, dejando miles de trocitos esparcidos por el suelo. Y entre.
-Con permiso. – Hice el menos ruido posible para que los guardias de la entrada no escuchasen nada en la parte trasera, aunque para ser sincera, dudo que escuchen algo, estaban demasiado lejos, ni un perro se habría dado cuenta. A parte que ya nos ocupamos de que los guardias estuviesen distraídos un poco.
En las casas donde estábamos Finn, Jack y yo, conseguimos que unas alemanas "perdidas" preguntasen a los guardias por alguna calle o lo que fuese. Con dinero todo el mundo es capaz de algo, y si no que me lo digan a mí que estaba subiendo las escaleras hacia el piso de arriba para llevarme todo lo que encontrase de valor.
Abrí una puerta que según mi instinto me decía que podía ser el dormitorio principal y así era. Era una habitación enorme, como las de la suite de un hotel. Fui directamente hacia los cajones de la cómoda que había en la parte derecha de la cama, que por lo general siempre es la parte de la mujer, y encontré algunas sortijas. Levante la vista y vi el vestidor al otro lado de la habitación, me dirigí hasta él y abrí las puertas de este, me quede unos segundo mirando y dudando si era el vestidor u otra habitación, era enorme. Fui directamente hasta los cajones donde cientos de anillos, pulseras, pendientes y collares de oro y diamantes, estaban ahí esperando a que me los llevase, y eso hice, los metí en la mochila, también me lleve los relojes, no iba a dejar nada. Todo para mí. Salí del vestidor y mientras calculaba aproximadamente lo que costaría todas estas joyas, miraba detrás de los cuadros y espejos que había en la habitación para encontrar la caja fuerte, pero ni pizca de ella.
Salí de la habitación y vi al final del pasillo una puerta, me dirigí a ella, la abrí y era el despacho de Connor Milton. Era un despacho un poco más pequeño que la habitación/suite pero seguía siendo enorme para un maldito despacho. Las paredes eran oscuras, al igual que los muebles, era una gama de color bastante apagada, pero a la vez elegante. Fui hasta la mesa que estaba en el centro de la habitación, abrí los cajones y no encontré nada que mereciese la pena, solo papeles, carpetas, algún pendrive y poco más, volví a mirar detrás de los cuadros que estaban colgados en las pares, solo que esta vez me dio mal rollo, eran cuadros de él, eran horribles. Al tercer espantoso cuadro por fin encontré la caja fuerte, saque de uno de los bolsillos de mi mochila, un pequeño estuche donde llevaba unos polvos blancos y una brocha. Ahora tocaba lo más difícil, y es que tras poner media caja fuerte con polvos blancos y esparcirlos con la brocha, y ver las huellas dactilares en el teclado, tocaba el momento de descifrar el código para poder abrirla.
Las huellas de Connor estaban en las teclas de los números, 1, 2, 4 y 5. Pensé en fechas importantes, como aperturas de sus hoteles o cosas así, pues un hombre de negocios de este nivel jamás pondría como contraseña el aniversario de bodas, y entonces fue cuando caí. No tenía que pensar en fechas importantes, si no en lo más importante para él, su compañía de hoteles NYXX. La letra N en el abecedario ocupa el puesto 14, la Y el puesto 25 y las X el 24. Lo que más me gusta de estos momentos es la adrenalina, como mi corazón late con fuerza y rapidez, tanto que parece que en cualquier momento se me va a salir del pecho. En este estilo de cajas fuertes solo hay una oportunidad para abrirlas, si fallas, el sistema se bloquea y ya no hay nada que se pueda hacer. Normalmente las cajas de los bancos se encarga Diego de descifrar el código, pero en la de las casas, eso era diferente, me tenía que encargar yo, y aunque lo había hecho muchas veces, me encantaba esta sensación. Marque las teclas 1-4-2-5-2-4-2-4 y de pronto se escuchó el sonido que más amo en el mundo, el de una caja abriéndose. A dentro había montañas de dinero, ¿tenía su propio banco en casa?, en fin, me daba igual, para mi mejor, metí todo lo que había dentro en la mochila junto con las joyas que había robado ya en el vestidor y volví a cerrar la caja, como si nada hubiera pasado.
-Listo. – Dije por el pinganillo.
-Que rápida. – Dijo Finn. – ¿Cómo vas Jack?
-Creo que en esta maldita casa no hay caja fuerte, ni si quiera una caja de zapatos.
-¿Y qué sigues haciendo ahí? – Pregunto Finn.
-Ya tengo las joyas, algunos billetes que estaban perdidos en los bolsos y ahora estoy en la cocina cogiendo los cubiertos de plata.
-¿En serio? – Dije intentando aguantarme la risa.
Me di la vuelta, no me había fijado antes pero para ser de noche entraba mucha claridad por aquella ventana, mire en la cómoda que había al lado y por una milésima de segundo vi un marco encima de ella, me acerque un poco más y lo agarre, a simple vista parecía una foto normal y corriente de unos obreros inaugurando el empiece de una obra hasta que vi a mi padre ahí. ¿Qué hacia mi padre en aquella foto?...miles de preguntas empezaron a surgir en mi cabeza. De pronto recordé que en el último año antes de que mi padre entrase a la cárcel y lo matasen, me dijo a mí y a mi hermana que había empezado en la construcción de un hotel. La piel se me puso de gallina, tenía un nudo en la garganta, ¿acaso Connor tiene algo que ver con mi padre?, estaba perdida en mis pensamientos hasta que por fin volví en mí, Jack y Finn seguían hablando por el pinganillo, pero ya había perdido el hilo de aquella conversación, a si que metí la foto en la mochila y volví a la mesa para abrir otra vez los cajones y buscar entre esos papeles y carpetas por si algo que me pudiese servir.
-Pandora, sal de ahí ahora mismo, tienes tres minutos antes de que Connor y su mujer lleguen. – Dijo Diego.
-Un poco más por favor, espérate. – Tenia la voz un poco cortada, no podía irme ahora, no cuando he visto una foto de mi padre en este maldito despacho, seguro que encontraría algo en todos estos papeles, tenía que seguir rebuscando.
-Pandora, ¿Qué pasa? – Pregunto Finn.
-¡Venga, sal de ahí! –Dijo Jack medio gritando.
-Dos minutos. – Mierda, mierda, mierda. La cuenta atrás de Diego me ponía más nerviosa de lo que ya estaba, así que volví a meter todos los papeles en los cajones y me fui de ahí pitando, baje las escaleras, salí por la ventana que había roto, traspase el jardín y volví a saltar el muro. Me quite el pinganillo y camine dos calles más abajo donde había dejado el coche aparcado, abrí la puerta y tire la mochila en el asiento del copiloto, entre y me senté con las manos en el volante y apoyando la cabeza.
Al cabo de unos minutos me volví a poner el pinganillo para avisar que había salido sin problemas y que me dirigía ya para casa, y me lo volví a quitar. No me apetecía escuchar a nadie, solo quería perderme en mis pensamientos.
Al llegar a casa deje la mochila en el salón y me fui directamente a mi habitación, Diego se me quedo mirando y no me pregunto nada por suerte. Finn y Jack aún no habían llegado, mejor, porque no tenía ganas de hablar. Deje la foto tirada en la cama, al igual que las botas esparcidas por la habitación y me dirigí al baño a cambiarme de ropa, esos malditos leggins de cuero negro y el jersey canalé de cuello alto negro ya me estaban empezando asfixiar, me puse un pantalón de chándal y una camiseta que era tres veces más grande que yo. Me tumbe en la cama observando la foto, observando a mi padre, hasta que me quede dormida.
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